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La suerte de los tontos por Ilusion-Gris

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Notas del capitulo:

Beta reader: Valdemirt

Se apresuró a tomar un baño. Temía salir y encontrar al castaño durmiendo, pero estaba sentado en la orilla de la cama observando una fotografía que tenía en el buró.

—Realmente quieres a Akamaru —dijo enternecido.

—¿Estás celoso? Puedo poner ahí una foto tuya —bromeó y se sentó junto a él.

—Solo si tú también sales en ella. —Descansó los pies en la cama y con una mirada lo atrajo.

—Neji... —habló subiéndose sobre él—, ¿quieres esto?

—¿Querer qué? —Dejó un beso en la punta de su nariz.

—¿Quieres estar conmigo? —preguntó titubeante.

Lo observó, la luz del baño era la única encendida, pero alumbraba lo suficiente como para detallar su expresión.

—No eres el primero —confesó—, y sé que yo tampoco seré el tuyo.

—No te pregunté eso —su voz repentinamente se volvió gélida—. Te conté que antes salí con un montón de chicas; que haya tenido sexo con ellas no significa que ahora no importe con quien me acuesto.

—Es mejor si dejas de atormentarte por ello, al final ninguno tiene nada que perder. —Elevó sus manos y tomó el cuello del menor, dejando suaves caricias.

—Es por eso que te pregunto —lo detuvo—, porque si sientes lo mismo que yo, sabrás lo mucho que me asusta que para ti no signifique gran cosa...

—No le des tantas vueltas, es solo sexo —le aseguró.

Ahí estaba lo que tanto temió. Cuando Neji lo besó por primera vez, notó que el contacto físico para él era algo natural. Temía más exponer sus sentimientos que su cuerpo, pero creía que podría cambiar eso. Le enseñaría que podía equivocarse.

—¿Entonces quieres tener sexo conmigo? —No le agradó la forma en que aquello salió de sus labios.

—Sí, pero tienes que cubrir tus ojos y dejar que yo haga el trabajo. —Se tragó los nervios que sentía de ser rechazado si Kiba descubría las cicatrices en sus piernas, aunque sabía que si se trataba de sexo, entonces podría hacerlo sentir muy bien.

—¡¿Qué?! —No creía que hablara en serio.

—Te juro que lo disfrutarás, solo promete que permanecerás con los ojos vendados. —Intentó mantener la calma. Mentiría con tal de no decepcionarlo—. Es porque me gusta más así, como una clase de fetiche.

—Neji, podemos...

—No —interrumpió, olvidando que no debía parecer desesperado—, es la única forma en que yo puedo llegar al final, en verdad, lo he intentado de otras formas y nunca he podido sentir placer. —Se odió por engañarlo de forma tan estúpida, pero si querían hacerlo, tenía que ser así.

—Está bien —dudó.

Ya más relajado, le ordenó que se acostara y con un pañuelo, que consiguió de entre las prendas del menor, le cubrió los ojos, asegurándose de que no viese nada. Ambos se habían puesto ropa para dormir, demasiado tímidos para contemplarse desnudos. Neji, con cuidado se deshizo de la ropa de Kiba, cuando terminó, observó en silencio su piel. No fue capaz de contenerse y con sus manos acarició su abdomen.

Había dejado de esperar el día en que se encontrara con la persona destinada para él; dejó de contenerse por una tonta ilusión, entregó su primer beso y su primera vez a dos personas diferentes, que ahora ya no estaban en su vida. Ahora quería pedir perdón, aunque no sabía exactamente a quién, tal vez al niño que alguna vez fue, al niño que creía en el amor. Ahora que comenzaba a nacer aquel sentimiento, ya era tarde para arrepentirse.

Una lágrima resbaló por su mejilla. Kiba era hermoso, por dentro y por fuera, y él estaba tan podrido.

Se acercó a su rostro, lo besó, y enseguida fue correspondido. Quería guardar los suaves gemidos que salían de la boca del menor en lo profundo de su memoria.

—Neji —susurró cerca de sus labios con las manos enredadas en su largo cabello—, quiero quitarte la ropa —suplicó con voz agitada.

—Espera —bajó a su pecho y con su lengua dejó un desastre en su piel—, te prometo que te sentirás bien —repitió convenciéndose a sí mismo que realmente podría.

Kiba no soportó estar ahí sin ser capaz de hacer más que esperar. Con sus manos buscó el rostro de Neji; cuando lo encontró, tiró de él y metió su nariz en el espacio de su cuello, aspirando su dulce aroma. Cerca de su oído musitó:

—Yo también necesito hacerte sentir bien. —Su mano se coló por debajo de su playera y sin temor apretó sus sensibles pezones, escuchando su respiración errática a través de la tela.

—Ya lo haces.

Quería terminar de una vez, no podía alargarlo más o resultaría en un desastre. Se deshizo de su agarre y volvió a bajar lentamente, sin detenerse, hasta llegar a su ya erecto pene. Humedeció sus labios con la lengua, listo para hacer lo que prometió. Con una mano tomó el miembro de Kiba y primero lo masturbó a un ritmo tortuoso, disfrutando de ver como su cuerpo se tensaba. Con su mano libre, y un poco de su propia saliva, que utilizó como lubricante, fue metiendo uno a uno los dedos a su entrada. Cuando creyó que ya estaba perdiendo la cabeza, se acercó para tomarlo con la boca. El sonido que producía inundó la habitación y Kiba vociferó su nombre. No se detuvo hasta que el menor le anunció que se correría, e incluso así, no se apartó. El líquido blanco que se esparció en su boca y escurrió por su barbilla no le resultó desagradable, pero limpió gran parte con ayuda de su playera.

—Lo lamento, Neji. —Soltó su cabello, que había estado apretando en todo momento. Hizo amago de quitarse el pañuelo, pero el castaño lo detuvo.

—Espera, todavía no termino. —Subió y alcanzó sus labios. Neji se estaba encargando de dejar un desastre por donde quiera que su boca pasara y sus labios no fueron la excepción. Ambos jugaban con la lengua del contrario y Kiba, con las manos en sus mejillas, acarició con ternura las orejas de su amante. Quería besarlo tanto hasta ya no distinguir el sabor de la saliva entremezclada, y sobre todo, quería mirar las hermosas perlas que tenía por ojos (pero sabía que Neji no lo dejaría).

El mayor aún llevaba la ropa encima y, separándose para quitarse la parte superior del pijama, aprovechó para observar como Kiba lo reclamaba por su nombre, deseándolo tanto como él mismo lo hacía.

No demoró más, de nuevo, eliminó la distancia para besarlo. Su amante, con deleite, sintió la piel desnuda del castaño en la yema de sus dedos, acariciando con delicadeza su espalda, como cuerdas de una triste melodía. Neji despertó de nuevo y sin consideración, el miembro de Kiba, bajó un poco sus pantalones junto con sus bóxers. Tomó ambos penes y los masturbó.

Un gruñido escapó de los labios del chico que se pintaba líneas rojas en las mejillas, nunca estuvo antes con un hombre y la sensación le tomó por sorpresa; le gustó, y jalando por un brazo a Neji lo acercó para que escuchara:

—¿Puedo prepararte? —dijo con la voz ronca por la excitación.

Una ligera risa salió de los labios de Neji, él ya estaba listo para recibirlo, pero le dejaría sentir con sus propios dedos el lugar en el que pronto estaría su miembro.

Con su mano lo guió hasta sus glúteos. Kiba aprovechó para apretar y acariciar la suave piel que el otro le permitía tocar. Ansioso, metió un dedo en Neji y se encontró con su entrada húmeda y caliente. No le costó introducir el segundo dedo, ni el tercero; el cuarto dígito presentó un poco más de resistencia e intuyó que el castaño estaba listo desde antes. Tomando impulso lo embistió, y al escuchar un gemido agudo por parte de Neji, se animó a hacerlo más rápido, intentando igualar el ritmo que imponía el mayor a sus miembros.

—Detente —le pidió cuando sintió que estaba por llegar al orgasmo. Sorprendido, Kiba apartó su mano—. Creo que seremos compatibles —anunció mientras se colocaba en posición.

Con las manos temblorosas, le colocó un condón y acomodó su miembro en su entrada; se aseguró de penetrarse, bajando lentamente las caderas.

No era nada nuevo para él, no era la primera vez que lo hacía de esa forma y sabía que no sería la última; por eso, observó con un poco de miedo la reacción del menor. Quería que viera su rostro, por supuesto que lo quería, pero si lo permitía ahora, las cosas se saldrían de control y podría terminar por descubrir lo que tanto se había empeñado en ocultar. ¡Por un carajo! Deseaba con todo su ser que Kiba viera su rostro, que lo viera a él, a Neji Hyuga; a un hombre, al hombre que decía que lo había enamorado. Porque quizá estaba pensando en una chica, en alguna con pechos grandes y cintura pequeña, en una que podía gemir y penetrarse tanto como él. Se odió por eso, por ser tan despreciable, por ser mentalmente inestable.

Con un sentimiento de ira naciendo, se apresuró a moverse, a bajar y subir sus caderas como si no existiera el mañana, en disfrutar que era Kiba quien estaba ahí con él; y a la vez, odiándose porque quizá en la mente del menor era alguien más.

Kiba se dejó embriagar por el aroma que desprendía el de ojos perla, aquel por el cual rompería un par de reglas. Lo enloquecía. Su cuerpo chocaba contra el colchón y con un movimiento rápido se deshizo de aquella tela que impedía ver lo que tanto anhelaba. Así como el sexo, también deseaba ver el rostro de Neji mientras lo hacían.

Cuando se retiró el pañuelo, el castaño se detuvo por un instante que pareció congelarlo todo a su alrededor. Se observaron mutuamente.

—Neji... —musitó.

Tenía los pantalones a medias, en una posición tan patética como él mismo se sentía, y antes de que Kiba se acercara, se alejó.

La habitación quedó en completa tiniebla. Neji se retiró con dirección al baño y se encerró.

—Lo siento —dijo golpeando la puerta y sin saber exactamente qué había pasado, pero consciente que hizo algo que el otro no quería—, en verdad lo siento.

Tenía la llave, podía abrir, pero sabía que eso solo empeoraría las cosas, por eso solo se dejó caer de rodillas, desnudo y asustado por haberlo arruinado.

Neji comenzó a llorar, recriminándose por creer que funcionaría, que ambos podrían sentirse bien de esa forma. ¿Quién podría? Se supone que son pareja; que confían, que se quieren, que deben estar en las buenas y en las malas; pero él no hace nada de eso, solo finge que puede funcionar y que lo está intentando con todas sus fuerzas. La realidad es que no hace más que ocultarse.

—Neji, Neji...

Escuchó como lo llamaba del otro lado y eso solo lo consternó.

—Lo siento, lo siento —musitó, y solo él fue capaz de escucharse.

No pudo hacerlo y no quedaba más que aceptar las consecuencias. Tomó valor de entre tanta cobardía, así que salió y lo enfrentó.

Vio a Kiba en el suelo con el bóxer ya puesto y, antes de arrepentirse, comenzó a bajar sus pantalones delante de él. Luego, con las manos claramente temblorosas, se deshizo de sus calzoncillos. Quedó sin nada que cubriera las feas cicatrices de sus piernas. La piel quemada contrastaba en su piel nívea.

Era tarde, fuera quizá asomaba la madrugada, pero dentro, en el limitado espacio que crearon de forma exclusiva para ellos, parecía que la noche nunca terminaría.

—Kiba, lamento esto —habló con la mirada en el suelo, no se sentía capaz de mirarlo.

Volvió a colocarse la ropa y buscó su playera cerca de la cama. Vio las prendas de Kiba tiradas por ahí. Se sintió estúpido de nuevo. Debía apresurarse para marcharse cuanto antes.

—Espera —Kiba lo agarró del brazo—, ¿qué estás haciendo? ¿Quieres irte a esta hora? —preguntó herido.

—Puedo tomar un taxi, no te preocupes por eso —dijo aún con la vista en el piso.

—¿Qué pasó? ¿Qué está pasando? —tomó a Neji de la barbilla y lo obligó a mirarlo.

—Déjame en paz —lo empujó con fuerza—, lo ves ahora, doy asco ¿Verdad? Al menos tú no tienes que mirarme todo el tiempo.

Tomó su cartera y su abrigo, que antes olvidó encima del diván que tenía frente a la cama.

—No dejaré que te vayas. —Con sus brazos lo rodeó por la cintura, arrastrándolo de vuelta a la cama.

—¡Déjame en paz! No tiene caso que intentes aparentar que no te doy asco, no te estoy pidiendo que te guste así como soy... No tienes que hacerlo, yo sé lo que provoco. Solo por esta vez, déjame escapar... —Fue inevitable hablar y no echarse a llorar. Sabía mejor que nadie las cosas horribles que se hizo, ahora tenía que aceptar las consecuencias.

—Yo no sé si para ti o para los demás sea algo de lo que avergonzarse, pero lo único que sé es que a mí no me provocas asco. No sé el motivo por el cual tienes esas cicatrices, no tengo la menor idea y te mentiría al decir que no me sorprendiste, pero eso no significa que dejes de gustarme. Me gustas mucho, Neji, y jamás te permitiré escapar.

—Estas mintiendo —enunció con amargura.

—No, no lo hago —le aseguró con la confianza que antes no demostró.

Se encontraba encima del de cabellos largos, y al verlo tan resignado e incrédulo, se permitió hacerle notar lo mucho que le interesaba. No solo era por su olor, o su rostro, sino todo lo que él representaba para sí.

Lo desnudó y Neji giró la cabeza para no tener que mirarlo, pero lo obligaría a hacerlo, lo obligaría a aceptar que realmente lo quería y lo deseaba.

Abrió sus piernas y se coló entre ellas, repartiendo besos en sus muslos. También besó con cuidado sus cicatrices, como temiendo lastimarlo, aunque sabía que más daño no podría hacerle. Continuó con su recorrido hasta llegar a su miembro y, sin pensarlo dos veces, lo introdujo en su boca. Con su lengua, repasó toda su longitud, y a la punta le dedicó especial atención. Pronto el pene del castaño endureció en su boca, y el propio, en su bóxer.

Lo deseaba, deseaba hacer el amor con Neji.

—Yo, realmente quiero estar contigo —subió para observar su expresión, pero mordía sus labios y mantenía los ojos cerrados—. Mírame.

—Puedo escuchar la mentira en tu voz, pero no soy capaz de ver cómo ocultas la repulsión de tu rostro. —Se negó a creerle.

—No es así. —¿Qué más quería de él? ¿No eran suficientes sus acciones? Tal vez quería que se desmoronara allí mismo.

Con su antebrazo cubrió su rostro

—Fui yo, nadie más me hizo esto, siempre soy yo. Soy lo peor que me ha pasado y también puedo ser lo peor que te ha pasado. ¿No entiendes? Esta es la oportunidad para que me dejes ir —Tenía razón, ¿no? Él representaba problemas con soluciones fuera del alcance. ¿Qué clase de persona de veinte años quiere relacionarse con alguien tan dañado?—. ¿Quieres que te dé otra razón? Puedo hacerlo, hay muchas más de ellas —su sonrisa se volvió cruel—. El día que nos besamos por primera vez, ese mismo día le pagué a un hombre para tener sexo —Shikamaru siempre tuvo razón, él no podía amar—, cuando tú me esperaste, ese tiempo yo no lo hice; yo no planeaba salir contigo y seguía escapado con otros hombres para...

—Basta, Neji —Cubrió sus labios con su mano para callarlo—, basta... —le suplicó perdiendo la paciencia.

No quería seguir escuchando, él realmente quería que parara.

Sintió el calor que le transmitía a través de su palma y el ligero temblor. Tomó la mano que cubría sus labios y la acunó entre las suyas.

—Mis propios padres me dieron la espalda... es mejor que me vaya ahora —dijo abriendo por fin los ojos.

Se levantó con cuidado y vio a Kiba temblando. «Lo lamento, no era mi intención herirte», quiso decir, pero ya había dicho demasiado.

—Tú —habló distante—, ¿tú me quieres?

—Eso no importa, te quiera o no, no cambiará jamás lo que hice y lo que te podría hacer —declaró, ocultando cualquier signo de melancolía.

«Yo lo sabía, siempre supe que estabas fuera de mi alcance, desde aquella vez que te encontré en el centro comercial, pude notar lo opuestos que somos», pensó y lo observó con reproche.

—No eres el único que tiene secretos, no eres el único al que le han dado la espalda y no tienes idea de lo mucho que temo que veas lo que realmente soy, pero eso no significa que me dé por vencido. Llámame despreciable y egoísta, pero nunca pasó por mi mente dejar de intentarlo contigo —«¿Te mereces algo mejor? ¿Es lo que quieres decir?», una risa amarga salió—, pues no eres el único en creerlo, pero a mí no me importa si hay un mejor tipo para ti esperando, yo quiero ser esa persona, yo haría todo por ser ese alguien... ¿Tú no lo harías? ¿Tan superficiales son tus sentimientos? —le recriminó con voz áspera—. ¿No eres tú él que ve a un chico con una sonrisa y ya está asumiendo que es feliz? Te he visto antes, piensas que lo tengo todo, una familia, un perro, amigos; "qué genial es mi vida", fue lo que concluiste. ¿Alguna vez te has detenido realmente a mirar? ¿No te preguntas por qué no hay un padre en las fotografías? ¿Por qué mi mejor amigo es un animal? ¿Por qué te busco con tanta desesperación?

Neji permaneció en silencio, con las palabras aun flotando en el aire, y con la sensación de soledad que aquellas cuatro paredes encerraban.

—¡¿Por qué te lastimas?! —gritó deseando que respondiera y dejara los pretextos de lado.

—Yo no...

—Yo no te haría daño —interrumpió, intentando recuperar el control de sus emociones.

—Kiba... —Quería responder que él tampoco, pero mentiría.

—Solo quédate aquí y cuando amanezca puedes marcharte —dijo incorporándose y buscando su pantalón de dormir en el piso. Se lo puso con rapidez y salió de la habitación.

Neji alcanzó a escuchar el abrir de la puerta que daba a la calle y, después, el ruido de las llaves le anunció que lo había dejado confinado.


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