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La suerte de los tontos por Ilusion-Gris

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—No me gustan los insectos —murmuró Sasuke mientras con su mano intentaba ahuyentar a los mosquitos que osaban acercarse a su piel.

—Te pusiste repelente antes de salir, ¿no? —Naruto se detuvo para sacar de su mochila un spray.

Los ojos de Shino, tras sus gafas oscuras, casi salieron de sus orbitas al ver el producto en aerosol que el rubio estaba a punto de aplicar en su pareja.

—Espera —lo detuvo tomándolo de la muñeca—, yo traigo un repelente natural, te daré un poco, el que tienes puede ser agresivo para los insectos.

De no conocerlo, habría replicado: “¡Esa es la intención!”, pero sabía de sobra el fanatismo que su compañero profesaba por los bichos. Tomó el ungüento que le ofreció de un frasco, y con cuidado, lo frotó en los brazos de Sasuke; aprovechando que parecía ser un remedio efectivo, también se lo untó en la piel expuesta, cuello piernas y un poco en el rostro.

—Esto es genial, es refrescante y no huele mal —dijo con admiración para después gritar—: ¡Chicos, vengan aquí, Shino nos compartirá de su repelente! ¡Realmente funciona!

Todos se giraron y casi le arrebataron de las manos el frasco. Llevaban dos horas adentrándose en el bosque y ya se los estaban comiendo los mosquitos.

—¿Cuándo falta para llegar? Es aburrido caminar cuesta arriba —habló con fastidio Shikamaru sentándose en una piedra, esperando que se calmara el alboroto que se había armado.

—¡Ese no es el espíritu! ¡Será muy divertido y podremos pasar toda la noche entrenando! —exclamó con el puño al cielo.

—Por Dios, no. —Choji se dirigió a Lee con cara de horror—. Haremos una fogata y comeremos malvaviscos.

—Así es —lo secundó Sai con expresión seria—, también contaremos historias de terror a la luz de la luna y del fuego, el que se atreva a irse a dormir, que no se sorprenda cuando despierte desnudo.

—Pensé que dirías que le pintaríamos la cara a quien se quedara dormido —interrumpió Kiba.

—No somos niños de quince años… Cruza los dedos para que Neji se duerma y tenga el sueño pesado. —Sonrió con malicia al verlo sonrojar.

—Yo espero que sea otro el que se quede dormido —susurró Gaara para que solo Sai lo escuchara.

El chico lo observó de reojo y estaba a punto de responderle cuando Naruto llamó la atención de todos.

—No quiero oír más quejas, todos estuvimos de acuerdo en venir a acampar a las montañas. Disfrutemos la oportunidad de hacerlo juntos, las próximas vacaciones serán hasta diciembre y les recuerdo que muchos las pasarán con sus familias…

—¡Naruto tiene razón, amigos! ¡Es increíble que podamos compartir tres días! —La emoción desbordaba por la voz de Rock Lee que había estado deseoso semanas atrás por el viaje.

—Espero no compartir la tienda de campaña con él —susurró Shikamaru, asustado de solo pensar que no podría cerrar ni cinco segundos los párpados a su lado.

—No te preocupes, podemos compartirla nosotros —le dijo Choji que lo había escuchado.

—Es mejor que no hagan planes, Sasuke comentó que lo decidiríamos al azar. —Shino los sorprendió al meterse en su conversación.

Se encontraban a mediados de agosto, el mes de la contemplación de la luna, y los chicos habían planeado salir un sábado por la mañana a las montañas para regresar un martes por la tarde a sus hogares. Fue complicado coordinar sus vacaciones, sobre todo para los que trabajaban, que eran la gran mayoría; tuvieron que hacer trabajo extra y algunos favores a sus jefes para que les dieran permiso de ausentarse un par de días. Físicamente estaban exhaustos, pero por dentro, les emocionaba aventurarse juntos en una excursión. No todo el tiempo tenían la oportunidad de viajar en grupo para divertirse.

—Ya perdimos mucho tiempo, démonos prisa antes de que oscurezca —les aconsejó Neji.

Los que estaban sentados se pusieron de pie y con los ánimos más elevados continuaron charlando hasta encontrar un sitio agradable donde instalarse.

• • •

Sus mochilas pesaban como si llevaran piedras, lo que consistía en sus principales quejas, seguido por el miedo que algunos sentían de que les asaltara un oso.

—Aquí no hay osos —aseguró por quinta vez Kiba—, es un sitio seguro para los turistas.

—Habría sido mejor que trajeras a Akamaru, él nos hubiera protegido —pronunció Naruto, que se había colocado junto a él para recordarle que la presencia de su mascota era más que bienvenida, pero él había insistido en dejarlo encargado con su compañera de trabajo.

—¿Quién es Akamaru? —preguntó Rock Lee consternado—. Deberías invitarlo a jugar baloncesto, si es tan impresionante para cuidar de todos nosotros, debe ser un tipo asombroso.

—Es una clase de amante. ¿Cómo te sientes al respecto, Neji? —dijo Sai para molestar a su amigo.

Él ya sabía de la existencia del canino, pero se divertía a costa de la ingenuidad de Lee.

—¿Es eso cierto? —La expresión en el rostro del inocente chico se ensombreció—. No es correcto salir con dos personas, al menos, no sin el consentimiento de ambas partes. Me agradas, Kiba, pero tendrás que enfrentarte conmigo si engañas a Neji.

—Esperen, esperen —respondió nervioso el acusado, que sintió la mirada penetrante de Shikamaru a su espalda—. Akamaru es mi mascota.

Hyuga observó en silencio como Sai metía en aprietos a su pareja, quien con la mirada lo buscó para pedir ayuda.

—Siguen gastando energía en tonterías, les recuerdo que las tiendas de campaña no se armarán solas —dijo ocultando la timidez que le embargó de pronto al ser el centro de atención de la persona que quería.

—Creo que es mejor que nos detengamos aquí —anunció Gaara—. Que alguien me acompañe a ver si cerca hay algún otro sitio mejor.

—Voy contigo. —Se ofreció Sai sin esperar respuesta.

—¿Es eso seguro? —cuestionó Naruto, como responsable del grupo, le preocupaba que algo malo les ocurriera.

—Kiba ya te dijo que no hay motivo para alarmarte, relájate de una vez. —Sasuke jaló de su playera para que se sentara a su lado.

Al no poder contenerse, e igual, no poder hacer más, les pidió —: Vayan con cuidado.

Todos se acomodaron  entre las ramas de un enorme roble, esperando a que los chicos regresaran.

—Espero que nos toque en la misma tienda —dijo Kiba entre suspiros.

Había recurrido a artimañas para que Lee le dejara el sitio junto a Neji, con todos excitados por el viaje le resultaba difícil acercarse al de ojos color perla. Era consciente que no estaban allí para pasar tiempo en intimidad como pareja, que estaba allí para divertirse con sus amigos; pero era imposible no desear quedarse un momento a solas junto a su persona favorita. Además, para su olfato, Neji era el único que seguía con un aroma agradable después de sudar por la caminata. Pasarían tres días sin agua para tomar un baño apropiado, sería todo un reto para su desarrollado sentido.

—Siempre podemos pedirle a alguien que nos cambie —le dedicó una sonrisa intentando ser optimista.

—No creo que sea algo que Sasuke permita.

—¿Quién lo puso a cargo? —preguntó con una ceja en alto y frunciendo el ceño, perdiendo así la serenidad que antes embargó su rostro.

El menor se encogió de hombros y estiró la mano para acariciar su mejilla.

—Quiero confiar en que la suerte no me ha abandonado —habló con simpleza.

Por un momento Hyuga se dejó consentir por Kiba y olvidó que no estaban solos.

—Tu suerte también es la mía —murmuró y depositó un beso en la palma que descansaba cerca de sus labios.

—¡Definitivamente a esos dos los pondremos en tiendas distintas! —Alzó la voz Shikamaru apuntando con la barbilla a Neji y Kiba.

—Eso no es justo —se defendió enseguida el menor de los acusados.

—Es muy justo, nadie querrá dormir cerca de una pareja que a la menor oportunidad quiere aprovechar para quitarse la virginidad —dijo Sai que salía por detrás del roble en el que se encontraban.

—En eso caso, que Naruto y Sasuke también duerman separados —pidió Inuzuka.

—¿Por qué tendríamos que hacerlo? Nosotros nos sabemos controlar —aseguró el de cabellos rubios.

—¿Lo ves? Ustedes todavía tienen las hormonas alborotadas, hasta aquí me llega el olor a lujuria que desprenden.

—Deberías escuchar tus propias palabras, entonces también deberíamos prohibirte dormir en el mismo sitio que Gaara —habló Neji sorprendiendo a todos que no esperaban que se defendiera.

—¡Espera! ¿Sai está saliendo con Gaara? —Akimichi no lo podía creer.

Lee permaneció con la boca abierta del asombro. Entre sus amigos había más parejas de las que normalmente habría en un grupo de amigos, y más si estamos hablando de uno integrado por puros varones.

—Define salir —contestó con una sonrisa extraña.

—¡Felicidades! ¡De veras! —Uzumaki se acercó a Sai y Gaara para palmear sus hombros en señal de apoyo.

No esperaba que su relación saliera a la luz de esa forma, pero se imaginó que de no ser por Neji, entonces ese par de chicos egoístas jamás lo hubieran admitido frente a ellos.

—Bueno, igual a nosotros no nos pueden prohibir estar juntos, también nos sabemos controlar. Por eso los días anteriores estuvimos teniendo mucho sex…

Gaara le cubrió la boca al pálido chico con el que se fue a involucrar. A veces no sabía cuándo había sido suficiente.

—Alrededor no hay mejor espacio que aquí —dijo el pelirrojo con la expresión imperturbable de siempre.

Nadie se sintió con valor de seguir cuestionándolos y se dedicaron a armar sus tiendas de campaña.

• • •

Habían conseguido tres tiendas de campaña, en cada una, cabían cuatro personas cómodamente, pero ellos solo eran diez; entonces acordaron que en una tienda dormirían cuatro personas y en las otras dos, se repartirían el resto.

En la primera Sasuke y Naruto tuvieron la suerte de quedar juntos, pero tenían que compartirla con Shikamaru y Sai.

Inuzuka contuvo las ganas de acusarlos de hacer trampa, él no tuvo la fortuna de quedar con Neji; compartiría tienda con Gaara y Lee.

Choji, Shino y Neji quedaron en la misma tienda, definitivamente, sería la tienda más tranquila de todas.

Después de asegurarse de que las tiendas no se caerían encima de ellos por la noche, fueron a conseguir ramas para encender una pequeña fogata; no era necesaria, ya que el clima era agradable y no hacía nada de frío, también habían traído consigo unas lámparas grandes que les servirían para alumbrar en la oscuridad. La fogata sería para añadir drama al ambiente, tendrían mucho cuidado de no ocasionar un incendio y la apagarían a la menor oportunidad.

Para alimentarse cargaban galletas, comida enlatada, agua embotellada y bolsas de papitas.

La mayoría se había preparado con toallas humectantes para su higiene personal. Aunque eran hombres les preocupaba apestar a muerto cuando regresaran a casa. Igual no estarían mucho tiempo, pero más valía prevenir que lamentar.

Cuando terminaron con los preparativos en su nueva zona de convivencia, y lo dejaron lo más habitable posible, arrastraron rocas para recargar sus espaldas mientras estaban sentados en el suelo alrededor de su pequeña fogata.

Choji se encargó de repartir los alimentos y cuando todos estuvieron listos, comieron vorazmente.

—Me alegra mucho que todos hayan podido venir —Naruto miró a cada uno—, sé que hicieron un gran esfuerzo por estar aquí. A la mitad de ustedes los conozco de menos de un año, pero no se necesitan diez años para considerarlos mis amigos. Por eso, disfrutemos y esperemos que sea el primero de muchos viajes que realicemos juntos.

Lee codeó a Shikamaru, como líder del club de baloncesto también le correspondía dedicar unas palabras.

—Bien, Uzumaki no lo pudo decir mejor. Solo no hagan cosas peligrosas —dio un largo bostezo—. Estoy exhausto, ¿les parece bien que mañana comencemos con las actividades?

—Claro que no —se adelantó Sai antes de que huyeran a sus tiendas—. Tres días pasarán en un parpadeo, además, no somos viejos para no resistir hasta la madrugada.

—Nuestro amigo tiene razón, iré por los malvaviscos y ustedes vayan preparando sus anécdotas de terror —les advirtió Choji poniéndose de pie.

No les quedó más que ponerse cómodos en sus lugares. Nara aprovechó para ir por su almohada y la colocó encima de la pequeña piedra que trajo para recostar su cabeza.

—¿Quién quiere empezar? —preguntó Rock Lee, tragando saliva de los nervios.

—Kiba vivió su infancia en una aldea rodeada de montañas, debe tener más de una experiencia paranormal —comentó Shino.

—Entonces que él dé inicio a esta velada —dijo Gaara con voz ronca y un poco espeluznante, aunque su voz era así de naturaleza.

Choji llegó con los malvaviscos y unos largos palillos. Ya que estaban todos observándolo Inuzuka suspiró y comenzó a narrar:

—Esto que les contaré no se lo he dicho a nadie. Donde crecí era común escuchar leyendas, yo asumía que solo querían asustar a los menores para que no se adentraran a las montañas a curiosear. Después de todo era peligroso hacerlo, incluso para los adultos. A mí me gustaba matar el tiempo en los límites del pueblo, siempre estaba bajo la supervisión de los vecinos, pero en una ocasión, todos se encontraban ocupados preparándose para el festival que se daba cada año. Me escabullí entre los arboles hasta quedar fuera de vista, asegurándome que nadie notara cuando lo hacía. Estuve vagando por una media hora con Akamaru, todavía era un cachorro y se encontraba nervioso, su cola se movía inquieta y de pronto comenzó a ladrar. Pensé que había detectado a algún otro animal a la distancia, pero todo estaba en un anormal silencio y creí que solo estaba confundido. Intenté tranquilizarlo, me agaché para tomarlo en brazos, pero él mordió el puño de mi camisa y tiró con todas sus fuerzas para que regresáramos. “¿Cuál es su nombre?”, escuché que preguntaban a mi espalda, al girar me encontré con un anciano. La aldea era pequeña, nunca lo había visto por allí. “Akamaru”, respondí con inseguridad, preguntándome como llegó sin que lo notara, justo me había detenido en medio de un claro. Me pareció que bajaron un par de grados, Akamaru continuó aferrando sus dientes a la tela de mi camisa. El anciano me observó sin decir más, de pronto se escuchó un silbido muy extraño, para ese momento ya estaba muy asustado y el anciano sonrió. “Ven conmigo, te enseñaré que tengo un perro justo como el tuyo”, se acercó dando pasos tambaleantes, sus piernas se movían como si algunos de sus huesos estuvieran al revés. Estaba tan aterrado que no podía moverme, pero Akamaru mordió mi muñeca logrando que reaccionara para cargarlo y correr de regreso al pueblo. En todo momento sentí que estaban siguiéndome, no me sentí tranquilo hasta que llegué a mi casa y cerré puertas y ventanas. No pude dormir tranquilamente durante toda una semana. Quizá no me crean, pero cuando el anciano sonrió, sus facciones se borraron.

Naruto tragó saliva y se pegó junto a Sasuke.

—¿Crees que fue un brujo? ¿Un muerto? —cuestionó con interés Choji.

—No estoy muy seguro, pero alguna vez alguien me contó que cuando los primeros pobladores llegaron a Kumogakure, ya había una persona habitando a los alrededores, lo más probable es que se tratara de su espíritu.

—Bueno —lanzó un suspiro antes de continuar—: Yo también viví algo extraño, tal vez no dé tanto miedo como la historia de Kiba, pero a mí realmente me asustó.

—¿Qué es, Shikamaru? —dijo Naruto deseando olvidar lo anterior, no podría pasar los dos días restantes, tranquilo en las montañas, con la posibilidad de toparse con espíritus malignos.

—La mayoría sabe que actualmente trabajo en una farmacia ubicada dentro de un centro comercial. Siempre he tenido la suerte de que me permitan tomar el turno de la mañana, pero en una ocasión me pidieron que cubriera el turno nocturno. Mi compañero se había enfermado y no había nadie que atendiera en su lugar. No me gusta trabajar de noche, pero no tenía otro remedio. La madrugada estuvo tranquila, solo atendí a una persona e incluso pensé que no era tan malo trabajar a esa hora, pero antes de que la idea me convenciera, un hombre entró a la farmacia y estuvo en los pasillos observando, parecía que no tenía prisa y creí que ofrecerle ayuda era innecesario. Estuvo así por unos cinco minutos, yo me encontraba recargado en el mostrador, esperando que se marchara para volver a sacar la revista que había traído conmigo para entretenerme en los tiempos muertos. Cuando por fin se acercó, me extendió una receta médica sin dirigirme palabra, leí la descripción del medicamento que el tipo requería, pero algo no me daba buena espina en aquel hombre, experimenté una sensación extraña que intenté ignorar. Busqué en la computadora para confirmar que tuviéramos el medicamento en existencia, y al comprobarlo, giré para ir a traerlo de las vitrinas a mi espalda. No tardé mucho en estar de vuelta, registré la compra y el tipo me extendió un par de billetes. Sus uñas estaban pintadas de negro y fue por ello que comencé a ser consciente de su aspecto; llevaba una gorra que no dejaba ver bien su rostro, estaba vestido completamente de blanco y para colmo, seguía sin decir nada. Creí que estaba siendo muy paranoico, que en definitiva tomar el turno nocturno no me sentaba bien, y sin más, terminé de despacharlo. Le agradecí y no recibí respuesta, pero me sentí aliviado cuando se marchó. Lo malo es que no pasaron ni diez minutos cuando el hombre estuvo de vuelta, de nuevo se entretuvo en los pasillos, a los cinco minutos se acercó y me extendió la misma receta, parpadeé consternado al estar experimentado una clase de deja vu, intenté atribuírselo a no estar acostumbrado a trabajar a esas horas y volví despacharlo. Su comportamiento fue similar, yo era el único que actuaba con nerviosismo. Lo vi marchar y pegué mi vista a la hora en mi celular, para comprobar que todo estuviera en orden, ya saben, que el tiempo siguiera corriendo. Pero a los nueve minutos, exactos, el tipo regresó. En ese punto creí que me estaba haciendo una broma y cuando se acercó con la receta, me acerqué para mirarlo de frente. Pude ver bien su rostro, y confieso que me confundió que el chico retrocediera por mi acción, incómodo, como si yo lo estuviera molestando. En todas las ocasiones había retenido la receta, no tenía sentido que regresara con la misma, busqué en el cajón donde las guardaba y no había más que la primera que vendí al comenzar el turno. ¿Dónde estaban las otras dos de ese mismo tipo? ¿Estaba alucinando? Volví a observarlo y el chico suspiró con molestia sin decir nada. Ya era muy  extraño que se quedara callado, ya era muy raro que estuviera experimentando lo mismo por tercera ocasión. Volví a ingresar en la computadora el nombre del medicamento y me apareció la misma cantidad, como si las otras no hubieran sido vendidas. “Disculpe, no tenemos el medicamento”, le dije muy nervioso. El protocolo dictaba que le dijera cuando tendríamos el medicamento en la farmacia, o en todo caso, recomendarlo a la sucursal más cercana para que allí lo comprara, pero solo quería que aquel bucle de locura me dejara en paz. El tipo asintió y estuvo a punto de quitarme la receta cuando, por un acto reflejo, la atraje a mi pecho para que no la tomara. El hombre pareció asustarse un poco por mi actitud y yo regañándome mentalmente, me volví a disculpar y le entregué la receta. En todo lo que restó de la noche, nada raro volvió a ocurrir, pero yo me sentí inquieto hasta que el turno terminó. Lo peor es que hasta ahora no he encontrado una explicación lógica, definitivamente, mi mente no me jugó una broma, nunca antes me había ocurrido algo así y lo que pasó no pudo ser producto de mi imaginación, todo fue muy real.

—Eso es espeluznante —comentó Sasuke que intentó ponerse en su lugar—. ¿Has vuelto a ver a esa tipo?

—No, y espero jamás topármelo —respondió con honestidad.

—Ya que se están animando a contar sus más tétricas experiencias —habló Sai provocando que todos lo observaran—, también les contaré lo que me ocurrió.

—No sé si quiero escucharlo —confesó Naruto que ya comenzaba a sentir que miradas ajenas lo acechaban a su espalda.

—¡Vamos, nosotros somos muy valientes! —exclamó Rock Lee para calmar su propio miedo.

—Bien, lo mío tiene que ver con una muñeca…

—Dios, no —susurró el capitán de básquet escondiendo su rostro en el cuello de su novio.

—Tenía doce años cuando me quedé una temporada a vivir con mi abuela. En una de las habitaciones de su casa, aclaro que era realmente enorme, tenía una muñeca de porcelana del tamaño de una niña de cinco años. La descubrí en una de las exploraciones que hice, era adolescente y me aburría acompañarla todo el tiempo mientras tejía, por eso cuando se quedaba dormida me escabullía al piso de arriba. Mi abuela era una mujer mayor que ya no podía subir los escalones, la segunda planta estaba muy descuidada, había un largo pasillo y seis habitaciones cerradas, logré hacerme con las llaves e inspeccioné cada cuarto. No encontré nada interesante, tres de las habitaciones pertenecían a mi madre y tíos cuando eran pequeños, había juguetes viejos cubiertos de mucho polvo; en otra habitación, encontré un salón de estudio con un montón de libros viejos y aburridos, en otro una especie de almacén de objetos inútiles, en el último es donde encontré a la muñeca. Estaba sobre la cama, era el único cuarto que estaba limpio, y los muebles que había estaban vacíos, solo estaba la muñeca. Me pareció interesante su diseño realista, tenía un bonito vestido color rosa salmón y un listón blanco que amarraba su pelo en una coleta alta. Recuerdo que la cargué para comprobar su peso, era muy ligera y la volví a dejar en su lugar. Al día siguiente de mi exploración, volví a subir a visitar a la muñeca, estaba en su sitio y aproveché para abrir la ventana para que entrara aire fresco, si bien no estaba sucio, al menos el aire apestaba a humedad. Me resultaba extrañamente relajante esa habitación y me quedé un largo rato con mi discman escuchando música. No sé cuánto tiempo estuve allí, pero bajé hasta que escuché que mi abuela me llamaba. Pasaron tres días y no tuve oportunidad de regresar a la habitación de la muñeca, ya que acompañé a mi abuela a un servicio en la iglesia donde se congregaba. Al regresar dormimos en el cuarto que tenía junto a la sala, lo habían construido especialmente para ella recientemente, para que no tuviera que subir de nuevo las escaleras. Esa noche desperté porque se escucharon pasos en el piso de arriba, mi abuela dormía profundamente y no quería asustarla, por eso me levanté y encendí la luz de la sala, el ruido cesó, pero cuando estaba a punto de regresar a la habitación escuché claramente que alguien bajaba por las escaleras a paso veloz, desde pequeño no me asusto con facilidad, pero pensaba que alguien se había colado por las ventanas y querían robarnos o lastimarnos, me escondí detrás de los sillones temblando del miedo. Me mantuve así unos minutos, pero comencé a armarme de valor al pensar que mi abuela estaba sola e indefensa, debía protegerla y me enderecé para asegurarme que estuviera bien. La encontré durmiendo con tranquilidad y me decidí a inspeccionar la cocina, la sala, el baño y todo el piso de abajo. No encontré nada fuera de orden, incluso las puertas seguían cerradas, una parte de mi mente me aconsejaba que llamara a los vecinos o a la policía, pero comencé a dudar de lo que había escuchado, quizá me encontraba todavía dormido cuando escuché los pasos. Como sabía que me sería imposible conciliar el sueño con la sensación de que había un intruso en la casa, me dirigí al piso de arriba para asegurarme de que no había nadie. Subí con mucho miedo, fui encendiendo las luces de cada habitación, todo seguía como lo había visto la última vez, incluso revisé debajo de las camas y en los clósets, pero no había nada fuera de lo normal. Cuando estuve a punto de llegar a la habitación de la muñeca, un miedo terrible me embargó por completo, comencé a sudar frío y no podía dar un paso más, intentando controlarme estiré la mano y abrí la puerta con lentitud, en un punto la puerta se estancó y bajé la mirada para descubrir que la retenía. La muñeca estaba en el suelo con la cabeza girando en mi dirección, como si me observara por la rendija. Me asusté tanto que azoté la puerta y bajé corriendo, me metí en la cama de mi abuela y la abracé con mucha fuerza, ella se despertó y me preguntó que me ocurría, no fui capaz de articular palabra en toda la noche, por más que quería contarle, las palabras no salían y no podía parar de llorar. Ella se mantuvo despierta el resto de la noche intentando consolarme. Ese día quizá dormí unas horas, cuando desperté ya estaba más calmado. Le conté lo que había ocurrido. “Yo no tengo una muñeca”, fue lo que me respondió cuando terminé de hablar. Ambos subimos para comprobarlo, la ayudé para que no se lastimara y fuimos con mucho cuidado. Al llegar a la habitación y abrir, no había nada dentro. La habitación estaba oscura y muy sucia como las demás. El tiempo pasó y al regresar a casa le conté a mi madre lo que pasó, ella me confesó que cuando era pequeña mi abuela le dio alojamiento a una persona, una mujer mayor que durmió una temporada en aquella habitación, que entre sus pertenencias estaba la muñeca que le describí, pero que al marcharse se la llevó consigo.

—Ya no podré dormir nada —se quejó Naruto.

—Que horrible —susurró Neji.

—Sí, en su tiempo me asusté mucho, esa muñeca sí que me metió un buen susto —dijo Sai con simpleza.

—¿Alguien tiene otra anécdota que contar? —preguntó a todos Gaara—. Yo tengo una de un monstruo que habitaba en el lago cerca de mi antiguo hogar.

—¡Por favor, no! —profirió con miedo el rubio.

—Qué noche tan prometedora —comentó Shino.

• • •

Al día siguiente se levantaron al medio día. Naruto tenía los ojos hinchados, pero su entusiasmo estaba renovado. Sai, por ejemplo, había dormido como un tronco.

Recogieron sus cosas, solo dejaron las tiendas de campaña, y decidieron continuar explorando.

Fueron subiendo hasta quedar agotados.

—Son unos inútiles —susurró Sasuke al verlos detenerse por quinta vez a descansar.

—Lo importante es divertirnos —dijo resignado Choji.

—¡Miren allí! —gritó Lee a unos metros de distancia del resto.

Todos se acercaron y encontraron un pequeño riachuelo.

Aprovecharon para refrescarse la cara y ya que estaban más relajados, se acomodaron para comer un bocadillo.

Se escuchó un carraspeo que atrajo la atención de los chicos:

—Quería decirles que en enero me marcharé del país, antes no encontré el momento adecuado para hacerlo. —Shino se encogió de hombros.

Por primera vez sentía que encajaba en un lugar y debía despedirse.

—¿A dónde irás? —preguntó Kiba sorprendido.

Que fuera él, el primero en reaccionar, le hacía sentir un poco mejor.

—Mis padres están en Corea, me iré a estudiar en una universidad de allá.

Todos se quedaron callados meditando sus palabras, a partir del año siguiente no lo verían de nuevo.

—Eso es genial, seguro encontrarás un montón de cosas que te encantarán, pero no te olvides de nosotros. Cuando vengas de visita nos avisas para armar una fiesta —Lee se acercó a él para golpear su espalda amistosamente.

—Así es, Shino. Te extrañaremos —dijo Gaara en nombre de todos.

—Sasuke y yo te estaremos molestando en vídeo llamadas, no podrás deshacerte de nosotros tan fácilmente —le advirtió Naruto con una sonrisa.

—Buen viaje —pronunció Inuzuka con cierta tristeza.

El chico que amaba a los insectos observó a Kiba, sabía que la despedida le dolería horrores, pero no imaginó que algún día también sentiría pena por aquellas personas que ahora consideraba sus amigos. No encontraría chicos como ellos en ninguna parte del mundo.

—¿Estás bien? —susurró Shikamaru a Choji que se había quedado perdido en sus pensamientos.

—Es cierto… —enunció con pena—. No podremos estar así el resto de nuestras vidas, ¿cierto? Como eternos chicos de veinte años que solo viven para disfrutar.

Nara suspiró, no era el mejor dando consejos, pero entendía su temor.

—En algún punto nuestros caminos se tienen que separar, nuestras prioridades cambiarán, pero siempre podremos detenernos un momento para recordar viejos tiempos.

—No estoy listo —musitó con la mirada al suelo.

—Yo tampoco, pero ahora no tienes que preocuparte, todavía pasarán unos años para que todos nos separemos —lo consoló.

—Eso es mentira, poco a poco todos se marcharán…

—Tú también lo harás, al final, me dejarán atrás. —Intentó hacerlo sentir mejor, pero se dio cuenta que estaba asumiendo que él jamás crecería.

—No, todos nos iremos… —Se puso de pie y sonrió—. Pero tienes razón. Todavía falta un poco de tiempo, aprovechémoslo.

• • •

El lunes se quedaron junto a las tiendas de campaña, gracias al ingenio de Choji, armaron un festín con la comida enlatada que llevaban. Lee que había llevado su guitarra tocó toda la tarde para que los chicos cantaran, bromearon, hicieron retos estúpidos y volvieron a dormirse hasta tarde. Al día siguiente tendrían que recoger las tiendas y regresar a casa. El tiempo había pasado muy rápido para su gusto.

—Neji, ven aquí un momento —lo llamó mientras el resto se preparaba para ir a dormir a sus tiendas.

—¿Kiba? —preguntó acercándose a un roble. Había escuchado su voz, pero no estaba seguro, quizá estaba alucinando.

Sintió unos dedos rodear sus muñecas y fue atraído con suavidad hasta que su espalda tocó la madera.

—¿Qué sucede? —susurró.

No quería que el resto se enterara que estaban en medio de un momento de intimidad, esos chicos eran capaz de interrumpirlos a la menor oportunidad.

—Es solo qué… no quiero que el día termine. Necesitaba estar contigo, así, solo un instante —pegó su frente a la contraria—. Neji, te quiero.

—También te quiero.

Ya que estaban escondidos, apartados del resto, tomó la oportunidad de sellar sus labios en los de Kiba. Deseaba tocar su piel, sentir su calor y perderse un su propio mundo, aquel que habían creado juntos. Aquellos días los disfrutó como nunca, pero sentía la necesidad física de estar junto a su pareja.

Inuzuka correspondió sus caricias, correspondió sus besos y quería ir más lejos, pero sabía que en cualquier momento alguien podría descubrirlos. Con cuidado lo apartó y observó las bonitas perlas que tenía por ojos el chico del que se enamoró.

—¿Tienes que regresar a tu departamento? —preguntó con la esperanza de que al final del viaje, lo acompañara al suyo, para dormir juntos antes de que su rutina regresara a la normalidad.

—El miércoles tengo que trabajar, quisiera regresar para descansar y… —Con la escasa luz que había, alcanzó a distinguir la decepción en el rostro de su amante—. ¿Y Akamaru?

—Lo está cuidando Ino, me dijo que lo recogiera el miércoles después de mi turno.

Sus ojos brillaron, realmente deseaba dormir a su lado.

—Está bien, pero primero pasamos a mi piso por mi ropa de oficina y para dejar todas las cosas del viaje.

—Sí, gracias…

—¿Dónde está Kiba? —Escucharon que llamaba Rock Lee.

—Tampoco está con nosotros Neji —anunció Choji.

—Ese par ya se escabulló para hacer travesuras —dijo Sai con la voz impregnada de sarcasmo.

Ambos suspiraron, tenían que regresar antes de que armara un escándalo a su costa.


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