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A life of lies por ardnas

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Ya había pasado un tiempo desde que Harry hubiera encontrado a Sirius y las cosas iban de maravilla.

Sirius no estaba dentro de los esquemas de lo que era un adulto convencional, al menos no del tipo de adultos que él estaba acostumbrado a ver.

Harry conocía adultos como los Dursley, que se preocupaban por si mismos y ser mejores que los demás sin importar nada, negando cualquier imperfección en ellos mismos (tío Vernom y tía Petunia) o en sus familiares más cercanos (Dudley).

Pero también estaban los adultos como sus profesores de Hogwarts, estrictos, responsables y dispuestos a ayudar (aunque Snape solo lo hiciera con su propia casa), siempre encargados de mejorar y cumplir sus obligaciones mientras vigilaban que sus alumnos estuvieran bien, con Hagrid las cosas eran parecidas, solamente que el guardabosques era un poco descuidado y distraído, pero aun así muy responsable con lo que debía (en especial si era encargo de Dumbledore).

En cambio Sirius era más... infantil, por definirlo de alguna forma, tomaba la mayoría de las situaciones muy a la ligera y le gustaba asumir riesgos, se comportaba como un adolescente en proceso de maduración, a pesar de eso se había dado cuenta de que podía tomar ciertas cosas con seriedad, si estas la requerían, como el asunto de su “amnesia”.

Harry sabía que Sirius se encontraba bastante (mejor dicho demasiado) confundido, también sabía que la razón de ello probablemente tenía que ver con el estado en que lo encontró y con que haya estado cerca de esos seres llamados Dementores, Harry lo sabía, por eso también presentía que alejado de esos seres probablemente sus recuerdos irían volviendo poco a poco, pero su melancolía y sus momentos donde parecía a punto de recordar algo no podían dejar de parecerle extraños.

Como aquella vez que le mostró su Nimbus 2.000 y le habló sobre sus compañeros en el equipo de Quidditch, cuando habló de las cazadoras (Katie Bell, Angelina Johnson y Alicia Spinet) se quedó como ido y murmuró por lo bajo algo que entendió como: “él era Cazador”.

También estaba esa noche en que paseaban por Privet Drive y vieron a un gato callejero perseguir una rata, su expresión nuevamente en blanco, pero esa vez murmuró un nombre: “el pequeño Peter”. Harry se había preguntado quien era Peter pero por mucho que Sirius se esforzó no consiguió recordarlo en ese momento.

Y así pasaban los días con Harry viendo las reacciones de Sirius, había comenzado a anotar los momentos en que le daban esos lapsus, que los causaba y que murmuraba después, reuniendo la información Sirius parecía hacer ciertas conclusiones acerca de su vida que le ayudaban a no estar tan perdido, poco después esas mismas conclusiones le aclaraban mucho más los recuerdos.

Ahora recordaba los nombres de Colagusano y Lunático: Peter Petigrew y Remus Lupin, que el primero era un animago al igual que él (podía transformarse en rata) y el segundo un hombre lobo (él causaba los ruidos que salían de la casa de los gritos) que Dumbledore había dejado entrar a Hogwarts con ciertas precauciones y que gracias a sus formas animagas podían hacerle compañía durante la Luna Llena.

También recordaba conocer a alguien que llamaba “Quejicus”, que era un Slytherin y que por alguna extraña razón debía recordarle que se lavara el pelo, también alguien a quien llamaba “La Serpiente Mayor” y que tenía ojos rojos como rubíes.

Estaba recordando de todo un poco pero extrañamente nada sobre su amigo Cornamenta, curiosamente recordaba cosas del resto, incluso de personas que ni eran cercanas a él, pero no podía recordar nada sobre su amigo salvo que fue cazador en el equipo de Gryffindor, otra cosa que le parecía extraña era su actitud para con el director Dumbledore, al mismo Sirius le parecía extraño recordar al anciano mago con un sentimiento parecido a la repulsión, pero como no parecía nada importante lo dejaron pasar.

—Tal vez puedas acompañarme a Hogwarts en tu forma animaga Sirius, regresar al colegio podría ayudarte a recordar mejor.

Esa idea se le había ocurrido justo después de leer su carta de Hogwarts. ¿Qué mejor lugar para recordar a sus antiguos amigos y demás que donde ocurrieron las cosas en primer lugar?

—Es posible—dijo el hombre pensativo—oye, ahora que lo pienso ¿Cómo es que vas a comprar las cosas del colegio? No parece que los Dursley te lleven.

—Y no lo hacen, en primer año me llevó Hagrid pero solo porque no me habían dejado leer la carta, y este último año me quedé en casa de los Weasley hasta entrar al colegio, pero esta vez están de vacaciones en Egipto.

Sirius sonrió traviesamente—Pues déjame decirte Harry que yo voy a enseñarte cómo puedes ir al callejón Diagon sin necesidad de nadie, empaca tus cosas porque le dirás a los Dursley que te dejaran de ver antes de tiempo.

Harry hizo caso a las palabras de Sirius y empacó sus cosas, sus libros del colegio, su uniforme, su varita, su Nimbus 2.000, los regalos de cumpleaños que le mandaron sus amigos entre otras cosas, estaba lo bastante seguro de que los Dursley no lo dejarían ir a ninguna parte, a tío Vernom le gustaba hacer su vida miserable después de todo, pero él no contaba con la oportuna llegada de la tía Marge.

Estaban desayunando cuando tío Vernom dijo que traería a su hermana para que pasara unas semanas con ellos y lo amenazó con que no quería ninguna anormalidad, fue entonces cuando Harry tuvo una gran idea.

—Mira tío Vernom, en mi colegio nos dejan ir algunas veces al pueblo pero para eso necesito que me firmes la autorización, conozco un lugar donde puedo quedarme hasta que empiecen mis clases, si firmas la autorización me iré antes de que tía Marge me vea y no tendrá que ver mi “anormalidad”.

Después de convencer a su tío de que de esa forma Marge no sospecharía nada consiguió la autorización firmada para Hogsmeade y el permiso para irse, tomó sus cosas y se fue a la casa abandonada sin que sus tíos se dieran cuenta, esa noche Sirius le diría como llegar al callejón Diagon.

—Por la noche—

Sirius y el caminaban por las solitarias y obscuras calles de Privet Drive, el animago le había pedido que lo llevara a la parte más abandonada pues aunque los muggles no solían reconocer la magia por muy enfrente que estuviera más valía no correr riesgos. Harry se preguntaba porque Sirius decía eso ¿Qué tan extraña seria esa forma de llegar al callejón Diagon?

Finalmente, Harry le dijo a Sirius que se detuvieran, estaban en la calle Magnolia, esta era muy transitada durante el día cosa contraria a la noche, por lo cual era el lugar indicado para hacer cosas “anormales” cuando el astro rey se ocultara.

—Bien, ahora saca tu varita y extiéndela hacia el frente.

—Pero no puedo hacer magia fuera de Hogwarts Sirius, pueden expulsarme si lo hago.

—No vas a hacer magia pero necesitas tu varita para tomar el bus.

Aunque un poco confundido por las palabras del hombre decidió hacerle caso, saco la varita de su baúl y la extendió al frente justo como Sirius le había indicado, este le gritó que saltara para atrás mientras tomaba su forma animaga.

Habían coincidido en que sería muy extraño si lo veían con un desconocido (aunque Sirius no terminaba de entender el asunto del Niño-Qué-Vivió) así que acordaron que Sirius lo acompañaría con su forma animaga, era un extraño presentimiento que tenían ambos, no debía dejar que vieran a Sirius.

Escuchó un gran estruendo y saltó atrás justo como le dijo Sirius, estuvo a punto de caerse, un segundo más tarde, un vehículo de ruedas enormes y grandes faros delanteros frenó con un chirrido exactamente en el lugar en que había estado Harry.

Era un autobús de dos plantas, pintado de rojo vivo, que había salido de la nada. En el parabrisas llevaba la siguiente inscripción con letras doradas: AUTOBÚS NOCTÁMBULO.

El cobrador, de uniforme rojo salto del autobús y dijo en voz alta sin mirar a nadie:

—Bienvenido al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para el brujo abandonado a su suerte. Alargue la varita, suba a bordo y lo llevaremos a donde quiera. Me llamo Stan Shunpike. Estaré a su disposición esta noche.

Harry se dio cuenta de que Stan era apenas unos años mayor que él, tenía las orejas grandes y salidas, además de un montón de granos.

—Así que... así que este autobús... ¿Has dicho que va a donde yo quiera?

—Sí —dijo Stan con orgullo—a donde quieras, siempre y cuando haya un camino por tierra. No podemos ir por debajo del agua.

— ¿Cuánto costaría ir a Londres?

—Once sickles—dijo Stan—. Pero por trece te damos además una taza de chocolate y por quince una bolsa de agua caliente y un cepillo de dientes del color que elijas.

— ¿Puedo subir a Canuto al autobús?—dijo apuntando hacia Sirius, habían acordado que lo llamaría así para no tener que decir “mi mascota” o algo por el estilo.

—Claro, súbelo, pero te cobraré tres sickles más porque es un perro muy grande, si lo mantienes controlado no tiene por qué molestar a los otros pasajeros.

—Supongo que es justo.

Harry rebuscó en su bolsillo, ahora entendía porque Sirius le había dicho que se guardara algunos sickles en el bolsillo, le entregó a Stan unas monedas de plata, el chico le ayudó a subir el baúl y la jaula de Hedwig al autobús.

No había asientos; en su lugar; al lado de las ventanas con cortinas, había media docena de camas de hierro. A los lados de cada una había velas encendidas que iluminaban las paredes revestidas de madera.

—La tuya es ésta —susurró Stan, metiendo el baúl de Harry bajo la cama que había detrás del conductor; que estaba sentado ante el volante—. Éste es nuestro conductor; Ernie Prang. Ernie él es... cierto ¿Cómo te llamas?

—Harry—dijo simplemente, esperando que no preguntara por su apellido.

—Pues mucho gusto Harry—dijo Stan mientras Ernie le hacía un ademan con la cabeza.

Harry se aseguró de taparse la cicatriz con el flequillo, no quería que su fama hiciera acto de presencia, se sentó en la cama mientras Canuto se recostaba a su lado.

Se oyó otro estruendo y al momento Harry se encontró estirado en la cama, impelido hacia atrás por la aceleración del autobús noctámbulo. Al incorporarse miró a Sirius que se reía de forma muy canina, lo miró mal para después reírse el también.

Los brujos fueron bajando poco a poco mientras Harry se entretenía repasando el manual para cuidado de escobas que venía en el regalo de Hermione, al final solo él y Sirius (incluyendo también a Stan y Ernie) quedaron en el autobús.

— ¿A qué parte de Londres?

—Al callejón Diagon.

Después de ver pasar un montón de edificios a lo que le parecía velocidad luz Ernie pisó el freno y el autobús noctámbulo derrapó hasta detenerse delante del Caldero Chorreante.

—Adiós—dijo bajando del autobús con Sirius a su lado mientras Stan le ayudaba con su baúl y la jaula de Hedwig.

—Hasta luego Harry, vuelve a tomar el autobús pronto.


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