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MiriTama Week por Iazumayaoi12

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Notas del capitulo:

Este es el día que más esperaba >w< Me emocioné mucho con esta historia y el resultado fue muy satisfactorio, así que, con los dedos cruzados, voy a rezar de que les guste es cortito one-shot >///<

Hace mucho, mucho tiempo, cuando el hombre apenas acababa de terminar de recurrir al nomadismo, descubriendo la agricultura y ganadería, volviéndose una sociedad sedentaria. En esos tiempos jóvenes existía una leyenda que de alguna forma ya era bastante antigua, una leyenda que se les contaba a los niños para que entendieran el fenómeno que se daba cada año todos los 15 de Marzo. Ese día en particular, la noche permanecía por 24 horas, puesto que la Luna eclipsaba totalmente el Sol durante ese periodo.

 

Al no entender esos fenómenos astronómicos, las personas pensaron en una increíble historia sobre dos Dioses, el Dios del Sol y el Dios de la Luna, quienes habían vivido desde el comienzo del todo, enamorados el uno del otro, sin embargo, les era imposible pasar tiempo juntos; puesto que el Sol debía traerles calor a los humanos por el día y la Luna debía mantenerse firme en las noches para otorgar su luz junto a las estrellas. Esto dificultaba mucho a los Dioses poder verse, de esta manera, comenzaron a sentirse solitarios.

 

Un día, la Diosa del Cielo decidió hablar con ambos chicos y otorgarles un regalo, esto en agradecimiento por el trabajo que hacían cuidando a los mortales. La Diosa del Cielo habló con el “Dios del Todo” para un permiso especial: Una vez al año, durante 24 horas, la Luna se acercaría lo suficiente al Sol como para taparle completamente, trayendo la oscuridad al día, sin embargo, en ese lapso de tiempo, los Dioses del Sol y la Luna podrían pasarlo juntos, llenándose de mimos, entrando en contacto, pudiendo por fin darse un respiro para apaciguar todo ese amor que acumulan durante 365 días.

 

Esta leyenda al final resultó ser cierta. Efectivamente, arriba en el firmamento, dos chicos eran la representación de los Dioses: El Dios Sol, un joven apuesto de ojos azules y gran sonrisa, rubio al pasar tantos milenios cerca del fuego amarillo, mencionando también que era poseedor de gran fuerza física. Por el otro lado, el Dios Luna, un muchacho de contextura más o menos delgada, con orejas que terminaban en punta, mientras que sus ojos y cabellos fueron teñidos por la oscuridad de la noche.

 

Ambos muchachos esperaban impacientes ese día especial, pero los demás días no se quedaban atrás. Muchas veces estos Dioses se hacían regalos el uno al otro para pasar el rato: El Dios Sol, siendo alguien tan energético, solía enviar pequeños fuegos fatuos a las orillas de las lagunas para que el Dios Luna contemplara la belleza que podía hacer. El Dios Luna, al ser más tímido y reservado, le costaba pensar en presentes para corresponder a tantas muestras de amor, cosa divertida; la mayoría de las veces, el Dios Sol se conformaba hasta con la cosa más minúscula. Habiendo dicho esto, el Dios Luna sólo podía crear melodías con el sonido de las olas que podía cambiar dependiendo la gravedad de la Luna. Estos sonidos hacían feliz al Dios Sol, quien cuando se reencontraba con el Dios Luna en su día especial, alababa su buen oído para crear tan hermosos sonidos.

 

Esta felicidad pudo haberse mantenido mucho más, sin embargo, una parte de ambos Dioses comenzó a volverse egoísta. Ellos odiaban estar solos. No poder tocarse y verse comenzó a parecerles una tortura. Estar alejados durante tanto les parecía un horrible tormento. Había días que el Dios Luna lloraba por no estar cerca de aquel que tanto amaba, haciendo que su luz se opacase. Lo mismo pasaba con el Dios Sol, quien a veces no brindaba el suficiente calor a los humanos y los hacía pasar frío de forma inconsciente.

 

Esas acciones alertaron a la Diosa del Cielo, quien optó por ver cómo se desarrollarían los eventos de ahora en adelante, cosa que lamentó cuando detuvo demasiado tarde el egoísmo de ambos.

 

La tragedia ocurrió un 15 de Marzo, el ansiado día de los Dioses, para por fin juntarse y ser felices teniendo contacto físico, abrazándose, hablándose como si la vida se les fuese en ello. Las 24 horas les parecieron pocas, tanto así que cuando su límite se había acabado, ninguno de los dos tenía la intención de separarse de nuevo. La oscuridad se alargó durante más de un día, volviéndose dos, tres, hasta cuatro. Los días se volvieron semanas y esas semanas en ya un mes. Todo iba yendo de mal en peor: Las plantas no recibían calor, muriendo una tras otra. Al morir la vegetación, los animales también fueron pereciendo. La falta de alimentos tenía mal a los mortales, quienes si no morían por no recibir la luz del sol, morían de hambre al no tener suficientes recursos con los cuales alimentarse.

 

Viendo todas esas atrocidades, la Diosa del Cielo tuvo que ir a lidiar con ambos Dioses irresponsables. Ella se presentó ante los chicos como una pequeña joven de cabellera y ojos celestes, el color que ella adquirió para su transformación humana era la misma tonalidad de aquello que representaba.

 

- ¡Esto no puede seguir así, Sol y Luna! – Su voz, a pesar de lo suave que se escuchaba, podía entenderse el tono enojado en ella. – Los humanos están muriendo… – Desvió su mirada hacia abajo, de donde también se oían las plegarias de quienes todavía sobrevivían, pidiendo que por favor volviese el calor. – Esto fue a causa de su egoísta deseo por permanecer juntos.

 

Los dos jóvenes miraron el caos que habían causado, sintiendo inmediatamente el peso de la culpa por amarse a tal punto de olvidar sus responsabilidades como los Dioses que eran, pero tampoco podrían volver a soportar estar solos nuevamente, habían pasado tanto tiempo en compañía que separarse de nuevo por otro año más era inimaginable.

 

- Cielo. – El rubio tomó la mano del azabache, quien al ver esta acción, simplemente asintió con la cabeza, entendiendo inmediatamente lo que estaba por venirse. – Despójanos de nuestro deber como Dioses.

 

- ¿Sol? – La chica se quedó muda ante tal semejante cosa que acababa de escuchar.

 

- Que-Queremos estar juntos… – Inesperadamente, Luna también se dejó influenciar. – No-Nosotros no… No podemos volver a nuestra soledad.

 

Sus miradas determinadas lo decían todo, ellos estaban seguros de despojarse de sus vidas inmortales con tal de no volver a alejarse.

 

La Diosa sólo pudo dar un suspiro de resignación.

 

- Me aburriré sin ustedes, chicos. – Casi olvidando todo el problema que esto está causando, ella cambia el tema como si nada. – Se volvieron indispensables para mí también. – Para ser una Diosa, es bastante atolondrada, pero al menos no es irresponsable. – Sabía que esto sucedería algún día.

 

Ambos chicos vieron cómo la Diosa sacaba un pergamino de entre sus largas prendas.

 

- ¿Están seguros de querer hacer esto?

 

- Lo estamos. – Respondió Sol sin una pizca de vacilación.

 

- Si Sol está seguro… ¡Y-Yo también! – Luna no se queda atrás.

 

- Bien, creo que quedó claro, ¿No, Jefe?

 

Aquel que los mismos Dioses llaman “Jefe” el creador de todo lo existente, el llamado “Dios del Todo”, quien no puede hacerse presente en una forma humana como sus subalternos, sólo puede usar diversas voces para comunicarse con ellos, haciendo eco en todo el cielo. De todos modos, los humanos no pueden escucharlo, su voz se vuelve brisa en la Tierra.

 

- He escuchado suficiente.– Hablaron muchas voces. – Debería castigarlos por no seguir el trato que les había dado, por haber causado la muerte de tantos inocentes, por incumplir sus labores.

 

- Qué duro, Jefe. – Suelta la muchacha al escuchar al Dios del Todo tan enojado.

 

- Tú tampoco estás libre de culpa, Cielo.

 

- ¿¡Eh!? – La Diosa se sorprende por ese comentario.

 

- Pudiste detenerlos antes, pero te diste a la tarea de ser sólo una simple espectadora. Es lo que te estoy reprochando.

 

En resumidas cuentas, los tres Dioses hicieron las acciones incorrectas, provocando no sólo la muerte de incontables mortales, sino también, haciendo enojar al Dios del Todo; quien a pesar de su poder, está ligado a no entrometerse en el destino de los que viven en la Tierra, por tanto, no puede revivirlos.

 

- Como castigo: Ustedes serán relevados de sus cargos como Dioses. Vivirán en el mundo terrenal y se adaptarán al ciclo de la vida y reencarnación.

 

Inesperadamente, el castigo parecía más bien una alegría para Sol y Luna, quienes han deseado durante bastante tiempo pasar juntos sin mayores problemas, volverse humanos les parece más un premio. Cielo tampoco se ve tan afectada, después de todo, ella es muy amiga de Sol y Luna, que la dejen a un lado no está en sus planes.

 

Los Dioses hicieron un círculo, se tomaron de las manos y al unísono recitaron las palabras del pergamino que Cielo tenía, básicamente, castigo o no, ellos ya habían tomado la decisión de convertirse en humanos con vidas finitas.

 

- Cielo, Sol, Luna: Nosotros los llamados Dioses nos despojamos de nuestros títulos. Dios del Todo, concédenos el derecho de vivir como mortales y reencontrarnos en el futuro. ¡Te suplicamos aceptes nuestros deseos!

 

La clase es interrumpida por el maestro, quien da la noticia de la llegada de un alumno nuevo a la escuela. El pequeño azabache hace un esfuerzo por presentarse ante sus compañeros, no obstante, su nerviosismo le dificulta completamente su hablar, ocasionando que termine su presentación entre susurros inaudibles.

 

Cuando la hora acaba, el niño sólo recuesta la cabeza en su pupitre, siente que nadie se interesaría en él y termina pensando que se quedará solo el resto del año, sin embargo, todas esas ideas se disipan cuando un rubio se le acerca para hablarle.

 

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- ¿Amajiki Tamaki, cierto? Cuando dijiste “He”, te referías a los héroes, ¿No?

 

Siento que conozco a este chico de algún lado… ¿De dónde será? No puedo recordarlo, pero… Es extraño. Es como si brillara, igual que el sol. Pensó Tamaki al escucharlo dirigirse a él.

 

A él también le gustan los héroes. Estoy completamente seguro de que nos llevaremos muy bien, aunque… Su cara me resulta muy familiar. No sabría decir por qué, pero me llena de tranquilidad, es como la Luna apaciguándome. Se dijo Mirio así mismo sin quitarle la vista de encima a Tamaki y sonriéndole alegremente.

 

En el futuro, también conocerán a una joven llamada Nejire y, al igual que en el pasado, volverán a conformar un trío. Además, esta vez… Mirio y Tamaki podrán estar juntos sin causarle daño a nadie. Ellos podrán ser felices.

 

El Sol y la Luna por fin están unidos.

Notas finales:

Si la historia les parece conocida es porque me basé en una leyenda, aunque cambié muchos detalles x'D No me pregunten qué leyenda es porque la leí en una enciclopedia y no recuerdo de cuál de los 5 libros la saqué, pero china no era e.e Lo comprobé ayer e.e


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