– Aún no puedo creer lo que hice.
Había vuelto de la tienda con una cara larga, sus hermanos intentaron hablar con él y se llevaron una mirada asesina. Ahora estaba en la bañera, llevaba diez minutos allí pensando.
– Tenemos una hora de descanso entre que termina el entrenamiento y empiezan las clases – dijo –. Me aseguraré de disculparme en ese tiempo – decidido se levantó –. Sí, eso haré.
– Genzo, ¿Cuánto tiempo más piensas seguir en la bañera? – se quejó Genichi desde la puerta–. Llevo siglos esperando a que salgas.
– ¡Y vas a esperar más! – gritó –. ¡¡¡Ahora lárgate y no me molestes!!!
Al día siguiente.
– Tsubasa – como se lo propuso, Genzo se acercó al castaño, quien estaba abriendo su casillero.
– ¿Ocurre algo, Wakabayashi? – preguntó.
– De hecho sí – pensó muy bien lo que diría –. Quería pedirte perdón por lo de ayer, no pensé que llegaría a lastimarte tanto.
– Está bien, no pasó nada – dijo en voz baja –. Mejor no hablemos del tema.
– De acuerdo – no parecía muy convencido, veía la cara del otro y no parecía muy alegre a comparación de otros días.
– Si es todo entonces me voy – dijo de repente –. Tengo algo de sueño y me gustaría dormir antes de que comience la clase de matemática. Daichi me mantuvo despierto toda la noche con sus llantos.
– Sí, por mi está bien – respondió –. Algo me dice que la tendré difícil.
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– ¿Y ahora qué voy a hacer? – se preguntaba ni bien salió de la tina.
Faltaba un día para la noche buena, el receso de invierno finalmente había llegado y para celebrarlo el grupo decidió salir a pasear por la ciudad. Genzo quería regalarle algo a Tsubasa como señal de disculpa ese día, pero no se le ocurría nada.
– ¿Unos botines? No, ya se regalaron en su cumpleaños – se recostó en la cama –. ¿Una pelota de fútbol? Es buena opción, aunque creo que ya tiene – se sonrojó –. Aun no puedo creer que esté haciendo esto, lo que hace el amor en las personas.
Si le preguntaran en qué momento comenzó a sentir que quería tener algo más que una amistad con Ozora respondería que aproximadamente desde que entraron a la secundaria alta. Había logrado mantener sus sentimientos ocultos la primera mitad del año, pero luego de las vacaciones de verano estos lo estaban jugando en contra, y eso se podía notar cuando el castaño estaba muy cerca de él.
– Mejor le pido consejos a mamá – con un brazo tapó sus ojos –. Ella sabrá qué es lo mejor.
– Genzo, ¿Piensas estar desnudo para siempre? – Genji abrió la puerta de golpe –. Le diré a mamá que renunciaste a la ropa y ahora eres exhibicionista.
– Ni te atrevas – para su mala suerte su hermano mayor fue directo a buscar a su madre, por lo que lo persiguió.
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– Veamos, ¿En dónde estará? – decía mientras veía los estantes, finalmente había decidido qué regalarle.
– Achú – volteó y vio a Misaki acompañado de su madre y hermana, este ni se dio cuenta de su presencia.
– ¿Estás bien, Taro? – preguntó Yumiko –. Si te sientes mal no deberías salir esta noche.
– No te preocupes – respondió –. Seguramente alguien habló de mí.
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– Lamento la tardanza – decía Ishizaki llegando a las afueras del colegio Nankasu, donde lo esperaba la mayoría del grupo –. Mi madre me retuvo lavando los baños.
– Descuida, aún falta Misaki – respondió Misugi.
De repente uno de los celulares sonó.
– ¿Diga? – contestó Tsubasa.
– Tsubasa, soy yo – era Misaki al otro lado de la línea –. Lamento decirte que no podré ir a pasear con ustedes.
– ¿Estás bien? ¿Qué te pasó?
– Me estaba preparando para salir cuando comencé a sentir un fuerte dolor de cabeza –tosió –. Tengo 37, 2 de temperatura y debo permanecer en la cama si quiero recuperarme – agregó –. Pensé que el resfriado que tenía esta mañana se me pasaría, pero empeoré.
– Está bien, Misaki, recupérate.
– De verdad lamento no poder ir.
– No pasa nada, tú solo descasa – lo animó –. Pasaré por tu casa mañana, adiós – colgó –. Misaki no vendrá.
– ¿Qué? – preguntaron el resto.
– Está con algo de fiebre y debe hacer reposo – respondió.
– Parece que seremos solo sie…
– ¡¿MISAKI ESTÁ ENFERMO?! – Hyuga y Matsuyama interrumpieron al ojiverde.
– No hay tiempo para celebrar, iré rápido a la farmacia a conseguirle el mejor remedio – sin pensarlo dos veces Hikaru corrió a la velocidad de la luz, dejando a sus amigos atrás.
– Pff, lo mejor es un remedio casero preparado con amor – Kojiro agarró del brazo a Wakashimazu –. ¡Tú me ayudarás, Ken!
– ¿Qué?
– ¡¡¡Allá voy, Misaki!!! – ambos corrieron (bueno, Wakashimazu siendo arrastrado por su mejor amigo) a gran velocidad.
– Parece que seremos nosotros cuatro – dijo Tsubasa y automáticamente los demás asintieron.
Habían acordado ir a un restaurante a comer y luego volverían a casa. Estaban a unas calles de llegar cuando…
– ¡¡¡AH!!! – un hombre vestido de Santa Claus cayó al suelo y gritó de dolor.
– ¿Se encuentra bien? – el cuarteto se acercó preocupado.
– Me duele mucho la pierna – se abrazó a esa zona –. Creo que debo ir a un hospital.
– Llamaré a una ambulancia – Genzo marcó el número de emergencias.
– Yo me quedaré con él – dijo Misugi de repente –. Intentaré ayudarlo en lo que pueda.
– Te acompaño – se ofreció Ishizaki y Jun asintió en señal de aprobación.
– ¿Seguros? – preguntó Tsubasa.
– Sí, no se preocupen por nosotros – dijo Ryo.
– De acuerdo – dijo –. Yo creo que volveré a casa.
– ¿Qué? – Genzo se sorprendió ante eso.
– Está bien, nos veremos en la escuela.
– Adiós – comenzó a alejarse del lugar.
– Esto no puede acabar así – susurró y comenzó a seguirlo –. ¡Tsubasa!
– ¿Ah? – vio al pelinegro detrás suyo –. ¿Te ocurre algo?
– Deberíamos ir a ese restaurante.
– Pero si el grupo está separado – dijo –. Todos están ocupados o enfermos.
– Aun quedo yo – se apuntó a sí mismo –. No tengo nada por hacer, y quizás esta salida no salió como esperábamos, pero la noche aún es joven – sonrió –. Además, es víspera de navidad, una noche muy hermosa para pasarla con las personas que más amas.
– Gen-Genzo – sonrojado, lo llamó por primera vez por su nombre –. Tienes razón, vamos ya.
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– Lo que se pierden los demás – dijo el castaño al acabar su pastel de fresas.
– Tú lo has dicho – miró su celular –. Ya casi es medianoche.
– Se nos fue la hora – se limpió con una servilleta y se levantó.
Ambos pagaron la cuenta y salieron del restaurante, la nieve había comenzado a caer, tiñendo la ciudad de blanco. Un escenario perfecto para lo que vendría a continuación.
– Feliz navidad, Tsubasa – se detuvo de repente.
– Feliz navidad, Wakabayashi – él también paró.
– Creo que ya es hora de darte tu regalo –. De su chaqueta sacó una caja –. Si quieres puedes abrirlo aquí.
– ¿Puedo?
– Claro – abrió el regalo y descubrió la camiseta de la selección de Japón, la del número diez.
– E-esto es…
– ¿Te gusta?
– Me encanta – lo abrazó –. Parece que cuando se trata de obsequios pensamos lo mismo.
– ¿Eh? – Tsubasa metió la mano en su campera y sacó su presente – Esto es para ti.
– A ver – lo desenvolvió y se asombró al ver que también era una camiseta del seleccionado japonés, solo que esta era del portero –. Tsubasa…
– Me costó mucho conseguirla, tuve que ir a varias tiendas – se encogió de hombros.
– Es lo mejor que me han dado – dijo eufórico –. Por cierto.
– ¿Sí?
– Ese gorro que tenías en tus manos el otro día, ¿Era para mí? – se atrevió a preguntar.
– Sí, era para ti – contestó.
– ¿Sabes? Aunque tengo muchas gorras, no me hubiera ido mal tener otra, después de todo era muy bonita – comentó sonrojado –. Y más viniendo de ti.
– Wa-Wakabayashi.
– La cosa es… Que te amo, Tsubasa – listo, ya lo dijo –. He estado enamorado de ti desde hace un tiempo, pero no me animaba a decirlo.
– Wakabayashi – Genzo pensó que lo había arruinado todo, hasta que el castaño le dio otro abrazo, solo que más fuerte –. Que felicidad, mis sentimientos son correspondidos.
– Tsubasa… Eso quiere decir que…
– También te amo, Genzo – dicho esto ambos se dieron un beso apasionado, el primero de muchos. De pronto el pelinegro sintió algo en la cabeza.
– ¿Y esto? – con una mano lo tomó y era la gorra que le había comentado momentos atrás.
– La compré al final – dijo –. Regresé al día siguiente y la compré.
– Tsu-Tsubasa – lo miró –. Realmente eres una caja de sorpresas – volvió a besarlo.
– Te amo, Genzo Wakabayashi.
– Y yo a ti, Tsubasa Ozora.
Definitivamente esta era la mejor navidad de todas.
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– Sonríe a la cámara, Ganzo – a la mañana siguiente sus hermanos tuvieron la “genial” idea de grabarlo mientras se probaba sus nuevos presentes.
– ¡¡¡Salgan de mi habitación!!! – enojado, tomó una pelota de hule y se los lanzó.