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Con no, sin sí por Ayamashi Kame

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Notas del fanfic:

Antes que nada (y porque le agarré gustito a los relatos cortos) esta historia ha sido escrita desde hace mucho tiempo, no tiene una trama super increíble (por si eso es lo que esperaban). Pero si quieren pasar el rato, aquí está su relato de hoy.

¡Gracias por leer!

Hace un rictus desaprobatorio cuando le ve llegar. No es que él se vista de Dolce & Gabanna. Pero sus prendas sobrepasan en estilo y calidad a las de su acompañante, que viene entrando con ese caminar penoso que intenta imitar al de una mujer.

Espera sentado sobre el borde de la cama a que se decida entrar. Tienen una especie de acuerdo premeditado, él deja sus prendas patéticas en otra habitación, se pone una bata de baño y pasea discretamente por los pasillos hasta que nadie esté presente. Acto seguido, deja pasar ávidamente una tarjetita electrónica y se desliza cual James Bond por la habitación de su amante.

Pero hoy ha tenido una pelea en casa, se ha dejado las tarjetas al lado de la encimera, y ahora ha tenido que dejar que aquel error de costumbres pague las cuentas. Tiene solo sesenta minutos, una hora no alcanza para nada, no porque no pueda ponerse caliente en poco tiempo, el problema es que, quiere relajarse, seducir, recorrer, repetir. La expectación le trae cierto anhelo, que sucumbe cuando el chico entra, rompiendo el hielo nada más andar.

—Hola guapo.

La voz cantarina lo saca de quicio, ¿Para qué intentar imitar la voz femenina? Es un tedio, una polla sabe mejor cuando la voz es gruesa, te respiran en la espalda, te aprietan con manos abusivas…El desastre modístico se para al otro lado y espera. Ya lo conoce. Sabe, sabe que disfruta el comedimiento. La calma antes de la tormenta, la erudición antecedente al disparate.

 

Respira profundo y lo mira, de arriba abajo. Es entretenido los primeros dos minutos, después se vuelve una cosa nauseabunda. "Gio" —Así es como se ha presentado hace tres meses— lleva puesto un polo verde manzana, una imitación de muy mal gusto que en el cuello y en las mangas lleva rayas punteadas de color amarillo. Pantalones negros —gracias al cielo, en el último encuentro llevaba uno rojo— demasiado ceñidos, sujetos sobre la prenda superior con un cinturón gris y por último unas zapatillas sin medias color lavanda.

Esta pensando que quizás, Gio lo hace apropósito, cuando se levanta del asiento y con más violencia de la necesaria desliza las prendas fuera de él. Los boxers le producen dolor de cabeza, son rosados, con flamencos azules desperdigados alrededor. Justo encima de su extensión se encuentra el dibujo de un pico amarillo ostentoso y un par de ojos pelados a cada lado.

—Apúrate ya, papi.

A Gio la voz le suena ronca, el deseo traspasa sus límites recelosos, ha abandonado un poco el timbre afeminado de su voz. Tiene que admitir que eso lo ha puesto caliente.

Lo siguiente es desnudarlo entero. Aunque le quita la ropa interior necesita, requiere, precisa, exige, arrancarle la mascara obstinada, raspar todo rastro de feminidad. Si hubiera querido follarse a una mujer lo hubiera hecho, pero no. Ha buscado a Gio porque en el fondo le encanta, porque quiere ponerle la voz ronca y sembrarle la locura desmedida.

Es ahí cuando la cosa se pone buena. Y Gio deja de ser ridículamente horrible.

Sonríe malicioso ante la idea. El pecho del chico esta bien proporcionado, los hombros parecen un arco insondable, los brazos estoicos siempre fieros. Los bíceps torneados como frutas maduras, el abdomen endurecido y a punto de establecer sus rendijas. Las piernas son otra cosa, las caderas angostas guarnicionan un culo prieto y gentil que se le antoja delicioso. Sin olvidar los muslos y las piernas fuertes y endurecidas, de un color rosáceo, suculento.

Gio se muestra enhiesto de una vez. A papi le satisface, a papi le pone increíblemente, solo que no dice nada. Se sonríe a si mismo y lo atrae entre sus piernas, lo tiene pegadito a sí y le mira con su expresión impertérrita, esperando que él agudice el atrevimiento.

¿Dime Gio, Qué vamos a hacer hoy?

Gio sonríe de medio lado y alza una ceja caritativa.

— ¿Quieres que sea yo esta vez?

Pregunta mientras los ojos le brillan maliciosos ¡Sí! Grita el pecho henchido de papi, que guarda la emoción en el recoveco más hondo de su orgullo. Una capa afeminada se ha despegado y se muestra, como romper un trozo de carbón y avistar un diamante.

Gio… ¿Gio de Giovanni, Gio de Gustavo Inocencio Ochoa? ¿O Gio de Gilberto?¿O… Gio de Giordano? Piensa una vez que el contrario arremete con su boca.

Se concentra en el ir y venir de la lengua que rodea toda la extensión sin ningún contratiempo. Los ojos miel —otra de las cosas más sexys después de abandonar aquella mueca afeminada— lo miran sin reparo, como si una felación fuera cosa de todos los días. Papi empuja y Gio lo recibe caritativo.

Entrecierra los ojos, el esperpento ha ahuecado las mejillas, siente la succión insana en el bajo vientre pulular hasta arremolinarse, como un cuenco llenándose poco a poco, cada vez más rápido. Hasta rebozar.

—Ya.

Es lo que logran articular sus labios temblorosos una vez que se siente al borde. Aún no, se dice, y cierra los ojos cuando Gio lo sujeta de los glúteos y sigue su paso metódico y desinteresado. Intenta moverse y gruñe paralizado de placer, los movimientos terminan siendo vanos, papi se ha corrido sin más.

— ¿Tanto me extrañabas Daddy?

Intenta sujetarlo de los cabellos cuando el chico se levanta, pero papi es empujado hasta la cama, papi es apresado con la corbata que aun le quedaba en el cuello. Papi no puede moverse y se cree el pasivo esa noche, de no ser porque Gio lo desnuda entero, le reconstruye el cuerpo con las manos delgadas y larguiruchas, y luego comienza a prepararse.

Empieza con el dedo índice, Daddy lo imagina entrando, suave y curioso, tanteando la zona, abriéndose paso, sintiendo la carne tensa aflojar a cuenta gotas. Gio se entretiene más de la cuenta. Sonríe sudoroso, fresco, como si no estuviera cansado de permanecer arrodillado, con las piernas separadas, con el torso de papi entre ellas.

Parece una eternidad cuando entra el segundo, otro poco más cuando aparece el tercero en escena y un siglo cuando lo descubre tocando ese punto específico, también comienza a mover las manos desesperadas. Pero Daddy no puede deshacer el nudo. Presiente, que Gio ha sido Boy scout.

Se aprovecha de su desesperación creciente a cada paso, embadurna lubricante sobre el asunto en cuestión y lo frota suavemente. No hace falta, tan solo bastó con verlo para ponerse otra vez.

Lo suelta de una, Papi alza las cejas contrariado, lo mira con sus ojos penetrantes, que matan cierta cordura de Gio. Este se sonríe tembloroso, deja salir un suspiro antes de acomodarse sobre él. Dad le ve apretar los dientes, fruncir el ceño y dejarlo entrar demasiado lento. Una vez está sintiendo aquella cavidad, Gio para, todo ceño fruncido, mientras cierta expresión maliciosa socava los gestos mujeriles. Papi se siente demasiado caliente como para pensar, arquea la espalda desesperado y el desastre modístico comienza a reír, quizá en un intento para relajarse.

Cuando él arquea el otro retrocede, así que se propone dejar de moverse para que lo poco que ha entrado, no salga de su lugar. Esta vez es Gio quien empuja otro par de milímetros, así le duele un poco más, papi lo sabe, pero también, papi sufre por verle la carita adolorida, por sentir el culo aprensándole menos de la mitad.

—Gio.

Llama. Intenta salir comedida, masculina, varonil, pero es un intento fallido. En cambio, hace una especie de súplica en un hilillo lastimero, mientras aprieta los puños e intenta acercarlo con las piernas.

—¿Qué quieres Pa…?

Niega. Suspira lastimero y le mira encendido en llamas.

—Llámame por mi nombre.

Gio sonríe a la demanda. Empuja otro poco y se da por vencido en aguantar, termina desplomado sobre él mientras la respiración entrecortada comienza a guarecer.

— A ver, a ver, Ulises— Papi levanta las caderas al escuchar su nombre susurrado, casi mordiéndole el lóbulo de la oreja— ¿Qué es lo que quieres?

Ulises se remueve, retrocede y vuelve a arremeter, Gio lo recibe altivo, diciéndole "esfuérzate" tan solo con sonreírle.

—Que me sueltes, eso quiero.

Sisea. Ojos entrecerrados, puños apretados, febriles embestidas y la mano de Gio empujando de vuelta.

— ¿Y para qué?

Vuelve a empujarle cuando lo siente arquear las caderas. Ulises entiende y con un gruñido lastimero para, y ese esperpento comienza a moverse a sus anchas.

—Para…—respira hondo y la voz le suena ronca, Gio a comenzado a masturbarse allí mismo y papi se siente a reventar—. Coño. Más, muévete más —, dice mientras se remueve—, tocarte.

— ¿Para qué me voy a mover si estoy bien así? —se hace el ingenuo, se sostiene del pecho y deja que sus caderas se muevan en un vaivén demasiado lento para el gusto de Ulises. Un ruego, que más bien es un balbuceo surge de los labios contrarios, pero Gio no deja de moverse hasta que entiende lo que acaba de decir.

— ¿Soltarte? Ay papi, no. La vez pasada fuiste muy brusco, me marcaste los dedos en todo el cuerpo. Muchas marcas, muchas marcas.

Canturrea, Ulises gruñe malhumorado y lucha por moverse, quiere escucharle gemir, gritar, el muy maldito…Pero Gio tiene otros planes. Acelera un poco casi al final, se hunde cada vez más y papi roza el cielo unos segundos, pero Gio ve las estrellas agudizarse y el subidón orgásmico sucederle.

Se suelta en gemidos de placer y se detiene de isofacto. Papi ni siquiera ha llegado mas allá, los hormigueos incrementan con la escena que ha presenciado, pero Gio no termina. Se levanta una vez está recuperado, coge el abrigo que Ulises se trajo, se viste con su vestimenta espantosa y se despide en un guiño.

—Hasta el próximo papi.

— ¡Gio! ¡Desátame! ¡Gio ven acá que no hemos acabado!

Pero ya era muy tarde, ya se había deslizado como Bond por el pasillo y desapareció por las puertas del hotel. Esta vez, con un buen abrigo cernido en tan mala vestimenta. Ni loco se lo pondría la próxima vez.

Notas finales:

Jelou Mademoisele!

He vuelto a penas dos, tres o...¿Cuatro días después? De haber actualizado. No más que esta historia es algo viejita, la hice hace unos meses cuando sufría por falta de internet, poco más de haber hecho el fanfic "Premonición". Me había partido la cabeza para narrar algo en mil palabras y decidí hacerlo de nueva cuenta.

Como me gusta hablar de trasfondos, les contaré que esta historia se me ocurrió mientras caminaba el boulevard. Por ahí pasa gente de todo tipo, rockeros, la gente fittness, salseros, tukis, etc, etc. Y, de casualidad un chico con vestimenta bastande peculiar (y divertida) pasó por las calles adoquinadas.

Recuerdo que llevaba vermudas amarillas y un polo de otro color (no recuerdo cual), unos mocasines morados y un sombrerito. Caminaba con mucho estilo el muchacho, tanto que incluso admiré el hecho de que se sintiera super seguro con su estilo (y sobre todo con él mismo). Yo salgo con un par de pantalones y ya tengo miedo de que mis piernas parezcan salchichas xd.

En fin. Mis pensamientos se fueron a que, usualmente, los chicos más atrevidos y juguetones terminan saliendo con otro tipo, uno serio, casi pragmático. Eso en los casos que he visto, claramente.

Así que me salió la idea.

Como quería una historia corta, narré este tipo de escena justo como la imaginé y...¡Walá!

Muy tonto ¿no?

En fin.

Gracias por leer, los reviús son gratis, no lo olviden.

 

¡Nos leemos en otra historia bazofaria!


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