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50. La caída de Leo (30) por dayanstyle

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Hyuk se sentó en el suelo junto a la cama del joven que estaba tendido. Leo estaba a su derecha, hablando acaloradamente con un hombre elven blanco y de aspecto aterrador. Jin Young le había dicho que el nombre del hombre era Kiseop, pero saber el nombre del hombre no consolaba a Hyuk.

El fey todavía se veía como si pudiera matar a alguien con una sola mirada.

—¿Por qué no me dijiste que estaban sacrificando a los hellhounds personas de su propio jodido pueblo? —El rostro de Leo era una máscara de furia. Hyuk nunca había visto al oso tan enojado antes. Los ojos grises de Leo eran como piedra y su mandíbula oprimida con fuerza.

—No tenía ni idea —respondió con calma Kiseop. Hyuk no se fiaba de su calma. De alguna manera sabía que desmentía la tormenta en el interior del hombre. Parecía el tipo de persona que podría matar a alguien conservando su tranquila sonrisa en su rostro.

—Me dijiste que necesitabas ayuda, sin embargo, ¿siquiera sabes lo que está pasando aquí? —Leo preguntó, la incredulidad era evidente en su voz.

Kiseop entrecerró los ojos. —Yo no soy su líder. Los elves del bosque y los eleves de las sombras estábamos en guerra no hace mucho tiempo. Una guerra que ellos comenzaron, claro está. No tengo que hacer nada por ellos. Fue uno de los suyos el que violó y mató a mi hermana. No soy responsable de ellos. La única razón por la que fui con Jongin fue porque estaba cansado de que ellos aparecieran en mis tierras, ¡en busca de refugio!

«Wow». Hyuk estaba viendo al hombre bajo una luz completamente nueva. Incluso después de la atrocidad que los elves del bosque había hecho, el líder de los elves de las sombras aun estaba dispuesto a ayudar. Tenía un nuevo respeto por el hombre.

Pero aun así seguía siendo aterrador.

 

Y si el hombre aterrador le gritaba a Leo de nuevo, Hyuk iba a patear el culo del hombre. Nadie le gritaba a su oso. Bueno, tal vez Pá, pero solo él. Se puso de pie, listo para ir con Kiseop y darle al hombre un poco de sentido común cuando Jin Young agarró el brazo de Hyuk, con los labios en una delgada línea mientras negaba con la cabeza.

Hyuk le arrebató su brazo. No tenía miedo de Kiseop... no mucho. Pero desafiaría la ira para proteger a su pareja. —¡No le grites a mi pareja!

La sala se quedó en un silencio mortal mientras todos los ojos se giraban hacia Hyuk. Tragó saliva y sintió un ligero estremecimiento iniciarse, pero se mantuvo firme. Leo era suyo e iba a defender a su pareja.

 

—Hyuk —Leo comenzó, la advertencia era clara en su voz.

—No, Leo —comenzó Hyuk—. Estoy realmente apenado por tu tragedia, Kiseop. Pero Leo no tiene nada que ver con eso. Se le pidió que viniera aquí como un favor a ti. Y cuando las cosas se ponen feas por aquí, tú le gritas. Eres un maldito afortunado de que no empaque sus cosas y se vaya a su casa. Él es el único que no tiene nada que hacer aquí. Pero mi oso es amable. Él quiere ayudar. Así que deja de gritarle... por favor.

 

Las cejas de Leo subieron a su cabello mientras que Kiseop se quedó inmóvil, con una expresión estoica. Oh, infiernos, Hyuk rezaba para que el hombre no lo desgarrara. No le importaba. Estaba de pie junto a su pareja, incluso si eso significaba conseguir que le desgarrara el culo ese espeluznante fey.

—¿Algo más, humano? —Kiseop preguntó, su voz ilegible.

—Sí —dijo Hyuk mientras sacaba el mentón y cruzaba los brazos sobre el pecho—. Dile a Han Bin que deje de tratar de comerse a mi cerdita.

—Yo… —Kiseop parpadeó y luego vio a Hyuk una vez más—. Lo haré.

—Gracias, muchas gracias —respondió cortésmente Hyuk.

—Hay serios problemas aquí —Leo le dijo a Kiseop, pero no dejaba de ver a Hyuk como si no pudiera creer que Hyuk lo hubiera defendido. Hyuk le dio una gran sonrisa, elevó los pulgares y luego se sentó de nuevo junto al joven enfermo.

—No tenía ni idea de qué tan serios eran, shifter. Pero estoy perdido sobre todo esto y no puedo llevarlo a mis tierras. Los elves del bosque son criados egoístas e irracionales. Ellos sólo piensan en su propio pellejo. No puedo tenerlos alrededor  de  mi pueblo. Somos una raza orgullosa, pero vivimos lo más pacíficamente posible. Los elves del bosque destruirían eso.

Leo se giró hacia Gong Chan, una mirada de derrota estropeaba su hermoso rostro. —Trae a Han Bin.

Gong Chan asintió y salió de la choza.

 

—A pesar de lo que han hecho, no podemos dejarlos indefensos —dijo Leo, sonando tan malditamente cansado que Hyuk tenía ganas de correr hacia su pareja y abrazarlo—. Nunca voy a entender cómo sacrificaban a su propia gente, pero reconozco por qué lo hicieron.

—Ellos no tienen líder y viven con miedo —Kiseop asintió—. Pero podrían haber encontrado una mejor manera. Podrían haber ido con Jongin, o Changjo, ni siquiera me hablaron sobre los hellhounds. Pero trataron de manejar las cosas por su cuenta y empeoraron las cosas.

Hyuk cruzó las piernas, sintiendo que las lágrimas llenaban sus ojos mientras veía al joven. Se veía tan tranquilo ahí tirado. No podía imaginar que fuera entregado a seres tan odiosos por sus propios padres.

¿Que pensaría este joven cuando despertara? Hyuk no estaba seguro de que un “lo siento” fuera a arreglarlo. Los padres de este chico se suponían que debían de protegerlo de los monstruos, no entregarlo a ellos. Hyuk no había conocido a su padre. El hombre murió cuando él tenía dos años de edad. Pero estaba seguro de que su padre hubiera luchado con uñas y dientes para mantenerlo a salvo.

—¿Por qué me trajeron aquí? —Han Bin preguntó mientras trataba de soltarse de Gong Chan. Gong Chan no se veía muy feliz, pero liberó al hombre y se quedó firme en la puerta. ¿No sabría que los elves podían aparecer y desaparecer de los lugares?

—Porque queremos una explicación —gruñó Leo mientras señalaba hacia la cama—. ¿Por qué infiernos tu gente entregó este niño a esos monstruos?

La exacta pregunta de Hyuk.

 

Han Bin balbuceó un momento como si le ofendiera la pregunta y luego suspiró y dejó caer los hombros. En ese momento, parecía veinte años más viejo. Las líneas alrededor de su cara se profundizaron y Hyuk notó círculos oscuros bajo los ojos del  hombre que nunca había visto antes. —Traté de detenerlos.

—No lo suficiente —gruñó Hyuk.

—Sólo soy un hombre —argumentó Han Bin—. No puedo controlar a un pueblo entero. Les dije que no hicieran tratos con esos perros. Argumenté que no se podría confiar en ellos. La tribu me amenazó con desterrarme si no los obedecía.

—¿Así que sólo agachaste la cabeza ante ellos? —Leo le preguntó con disgusto—. ¿Los dejaste entregar a sus hijos?

Han Bin negó con la cabeza. —No. El curandero tomó a la mayor parte de los niños y se escondió con ellos. Pero algunos se negaron a dejar a sus padres. Traté de razonar con los más jóvenes, pero no quisieron escucharme. Ellos insistieron en que sus familias nunca permitirían que alguien los dañara.

—¿Por qué no sabíamos que los niños habían desaparecido? —preguntó Baro desde la esquina de la habitación donde había estado de pie en silencio.

—Yo dejé salir ante Kiseop que el sanador había desaparecido. Le causé problemas a Kiseop para que pudiera interferir. Eran débiles intentos de ayuda para que mi tribu no supiera que en realidad estaba buscando ayuda.

—¿Cuál era el trato que hicieron? —Leo preguntó.

—El acuerdo era que si los perros evitaban que los vampiros nos atacaran, entonces nosotros les proporcionaríamos un fey mensual para su uso personal. No creo que la gente del pueblo se diera cuenta del engaño. Yo vi de qué se trataba. Ellos no iban a detener el ataque de los vampiros. E incluso las palabras “uso personal” deberían de haber sido suficiente para que ellos combatieran a los perros, pero se acobardaron ante esas viles criaturas y estuvieron de acuerdo.

—¿Por qué niños? —Kiseop preguntó.

 

Esta vez la cara de Han Bin se ensombreció con la ira. Sus ojos azul oscuro se convirtieron en dos fosas de fuego. —Eso fue algo que sucedió detrás de mi espalda. Tan pronto como me di cuenta de lo que estaba pasando, hice que el sanador los sacara de contrabando. La excusa del elven era que los jóvenes eran presa fácil. No luchaban y... —Han Bin se dio la vuelta, pero no antes de que Hyuk viera las lágrimas en los ojos del hombre.

Quería salir y golpear a cada persona en la aldea. Hyuk nunca había odiado a nadie en su vida. Pero en ese momento, odiaba a todas las personas del maldito pueblo que habían entregado a sus hijos a esas cosas.

—¿Qué debemos hacer con ellos? —Kiseop preguntó.

Han Bin se giró, el shock escrito en su cara. —¿Por qué me lo preguntas?

—Porque creo que serías un buen líder —dijo Leo—. Sólo tienes que aprender a gobernar a tu tribu.

Han Bin retrocedió, sacudiendo la cabeza. —No puedo guiarlos. Ni siquiera me escuchan.

—Entonces te voy a enseñar cómo hacer que no sólo te escuchen, sino que obedezcan tus órdenes —dijo Kiseop con firmeza—. Ahora, dime qué adultos entregaron a sus hijos.

—Sólo ha habido dos sacrificios que implican jóvenes y Chang Kyun es el segundo. —Han Bin señaló a la cama—. Les puedo mostrar qué adultos son culpables.

—Y harás un ejemplo de ellos —respondió Kiseop acaloradamente.

Kiseop se giró hacia Leo y algo pasó entre los dos que Hyuk no pudo descifrar. Pero ambos hombres tenían las mandíbulas tensas y sus labios se curvaron hacia abajo como si estuvieran contemplando algo muy malo. A Hyuk no le gustaba, pero él estaba descubriendo que no le gustaban muchas cosas que habían sucedido esta noche.

—No tenía ni idea de que estuvieran tan mal las cosas aquí —dijo Kiseop cuando se giró y vio alrededor de la habitación—. Voy a enviar a algunos de mis guerreros sombras para proteger la aldea mientras Han Bin aprende cómo conducir a su tribu. El curandero traerá a los niños.

—¿Supongo que esa es mi señal para empacar mis maletas? —Leo preguntó.

La comisura de la boca de Kiseop se elevó microscópicamente mientras asentía. —Lo es.

—Joder, gracias —bufó Baro y rápidamente se dio la vuelta.

—Disculpen a mi pareja. Él es un león mimado —dijo Jin Young con una sonrisa.

—Entonces —Gong Chan comenzó—, ¿significa que no tengo que enseñarle a los elves cómo luchar? —Hyuk podía ver la decepción en la cara del lobo gris. Debía haber estado muy entusiasmado con las lecciones.

—No, quédense y enséñales cómo luchar y defender a su pueblo —dijo Kiseop—. Ellos necesitan toda la ayuda que puedan obtener.

—Oh, infiernos —murmuró Baro.

 

Leo alcanzó a Hyuk, agarró su mano y se dirigió a la puerta rápidamente. —¿Nos vamos? —Hyuk preguntó mientras corría detrás de su pareja para mantener el ritmo.

—No hasta que sepamos que el joven está fuera de peligro. Pero una vez que sepamos que está bien, nos vamos a casa.

«Casa». Hyuk quería hacer un baile feliz. No le importaba pasar apuros durante un tiempo aquí, pero no había nada como la televisión por cable y un inodoro. Él nunca iba a tomar las cosas por sentado de nuevo.

 

Leo suspiró feliz mientras la lengua de Hyuk lamia tranquilamente un lado de su cuello y luego el otro lado hasta llegar a su garganta. La punta de su lengua permaneció alrededor de la manzana de Adam, jugando suavemente con los dientes mientras gemía. Hyuk estaba sobre él, su pene sobre el abdomen de Leo, humedeciéndolo, eso le recordó a Leo que tenía un sexy-hombre acostado sobre él. Tenía sus manos metidas detrás de la cabeza, las piernas abiertas y a Hyuk lamiendo su piel.

Las manos de su pareja estaban causando estragos en cada centímetro de piel que alcanzaban y acariciaban. El hombre parecía saber exactamente dónde tocar a Leo con el fin de volverlo loco. Los dedos de Hyuk recorrían el abundante vello corporal de Leo, jalándolos suavemente mientras se abría camino hacia la oreja de Leo, mordisqueando el lóbulo. Leo dio un pequeño gruñido ante las sensaciones de placer que recorría su cuerpo.

Hyuk besó la mandíbula de Leo y luego lamió su camino en el otro lado, haciendo lo mismo con el otro oído. Él estaba tomando su tiempo dulce y volviendo loco a Leo. Se estremeció cuando Hyuk se inclinó a su lado y comenzó a besar y lamer su bíceps. El hombre parecía estar encantado con los grandes músculos de Leo, como si no pudiera tener suficiente de ellos.

 

Las manos de su pareja acariciaban sus pectorales, sus dedos pellizcaban y jalaban los pezones de Leo. Leo gruñó, giró la cabeza para poder ver a su pareja lamer sus músculos malditamente seductor. El hombre sabía lo que estaba haciendo y lo estaba haciendo muy bien.

Los movimientos eran lentos, incluso perezosos, pero Leo podía ver que Hyuk tenía los ojos cerrados como si estuviera disfrutando cada segundo de lo que estaba haciendo. Leo seguro como el infierno que lo hacía.

Leo se había preocupado de que las cosas entre ellos se tensaran cuando regresaran al rancho. Le preocupaba no sentirse tan cómodo siendo cariñoso con su pareja como lo había hecho en la aldea. Había temido que una vez de regresara a su habitación, las cosas serían incómodas entre ellos.

Estaba tan jodidamente equivocado.

 

Apenas habían llegado a la puerta antes de que Leo estuviera jalando a Hyuk a las escaleras para reclamarlo de nuevo y Hyuk parecía ansioso de volver a los  brazos  de Leo. Todo en lo que Leo podía pensar era en lo orgulloso que estaba de ser la pareja de Hyuk y lo especial que se había sentido cuando su pequeña pareja enfrentó al hombre que asustaba incluso a Leo, sólo para defenderlo.

¿Alguien tendría una pareja tan maravillosa?

 

Había querido lanzar a Hyuk al suelo de tierra de la cabaña en donde estaban todos, sin importarle que todos vieran mientras reclamaba a su sexy y más valiente de lo que en realidad era pareja. Hizo que su pene se endureciera el oír a Hyuk decirle a Kiseop que lo dejara. Había sido aún más sexy cuando Hyuk había proclamado que Leo era su oso en frente de todos.

Hyuk era perfecto.

 

Leo casi se reía de lo mucho que se había peleado contra su acoplamiento con el humano. Había sido tan estúpido negar a Hyuk. Finalmente entendió por qué todos sus hermanos y también su padre, se volvían bobos en lo concerniente a sus parejas.

No podían evitarlo.

 

Y ahora Leo podía ver por qué. Hyuk se había convertido en la mejor parte de su vida. Leo no quería que el hombre se apartara de su lado —eso era una gran contradicción por la forma en que había estado actuando tan sólo unos pocos días atrás.

«Han caído los poderosos».

 

Aunque nunca lo dijera en voz alta a ni un solo miembro de su familia, sentía que había conseguido la mejor pareja de todos ellos. Hyuk podía distraerse de muy peculiares maneras, pero Leo estaba bastante seguro de que moriría si algo le pasara al hombre. Él simplemente no querría vivir sin su pequeño rubio pareja, que lo volvía loco y le hacía amar cada centímetro del hombre al mismo tiempo.

—Siéntate en mi pene, bebé —dijo Leo mientras agarraba los lados de su pareja y levantaba las caderas de Hyuk al aire—. Móntame.

 

Los ojos gris claro de Hyuk brillaban como diamantes gemelos mientras se sentaba, apoyando las manos en el pecho de Leo. Leo sabía que esto era algo con lo que había fantaseado Hyuk y tenía planes para cumplir todas y cada una de las fantasías de Hyuk.

«Empieza la carrera».

 

Tenía toda la intención de cumplir con todas y cada una de las fantasías de Hyuk que fueran humanamente, u oso- mente posible, cumplir.

Con Hyuk, uno nunca sabía. Pero si estaba dentro del poder de Leo hacerlo, lo haría.

—Estás tan jodidamente sexy pareja —murmuró Leo mientras veía a Hyuk lentamente bajar  por  el  pene  de Leo. Veía cómo sus cuerpos se unían, su respiración cada vez más rápida con cada segundo que pasaba. No podía apartar los ojos. Ver a Hyuk hundirse hacia abajo sobre su pene era erótico como el infierno—. Solo mírate —murmuró—. Tu culo se hizo para mi pene.

—Síííí —siseo Hyuk mientras dejaba caer su cabeza hacia atrás sobre sus hombros.

La mirada de Leo se movió lentamente por el cuerpo de Hyuk, el plano y bien definido abdomen y su ligeramente musculoso pecho. Era una gloria la forma en que Hyuk estaba construido. El hombre no era un tipo flaco con un cuerpo estrecho y sin definición. No, su pareja estaba cincelado y era erótico como el infierno de ver. El hombre estaba bronceado por todas partes y el lugar favorito de Leo del cuerpo de su pareja, aparte de su culo, era la bien definida que empezaba a ambos lados del estómago del hombre y corría por entre las piernas.

Y no molestaba el que el hombre estuviera sin vello en la ingle. Todo lo contrario del cuerpo peludo de Leo, pero sexy como el pecado a la vista. Le daba una vista sin obstáculos al grueso y largo pene de Hyuk.

La mirada de Leo recorrió el cuerpo de Hyuk a los pezones de tono marrón en cada lado del pecho de Hyuk y sabía que eran una obra de arte.

 

La situación era aún más hermosa después de que Leo levantó la mano y los pellizcó entre los dedos. Se volvieron del blanco al rosa antes de desaparecer y luego regresaron a su color bronceado dorado. «Perfecto»Pero los dulces sonidos que salían de los labios de Hyuk eran aún mejor.

—¿Te gusta eso, bebé? —Leo preguntó mientras pellizcaba de nuevo los pezones.

Hyuk asintió rápidamente, sus ojos se oscurecieron del color gris claro a un gris acero. Parecía que las nubes se movían en el interior de los ojos de su pareja y era impresionante. Leo se sorprendía de poder hacer esto, poder darle tanto placer al hombre del que estaba profundamente enamorado. No quería que el éxtasis sensual dejara la cara de Hyuk nunca.

Leo se quedó allí por un momento, sintiendo que su corazón se expandía y latía al compás del hombre que lo montaba. ¿Cómo pudo haber tratado de alejarlo? Dioses, había sido un idiota. »—¿Te he dicho lo sexy que te veías cuando enfrentaste a Kiseop?

Hyuk se lamió los labios, su mirada fue hacia Leo. —Yo... yo pensé que me iba a matar.

Las cejas de Leo se elevaron con la sorpresa. —¿Y aun así lo enfrentaste por mí?

—¡Eres mi pareja! —Hyuk gruñó, haciendo una imitación bastante malditamente buena de un oso y a Leo le encantaba el dulce sonido gruñón. A él le encantó incluso más que Hyuk lo hubiera reclamado, incluso hasta el punto de enfrentarse a alguien al que temía. Eso era lo que hacían las parejas por el otro. Él lo sabía, pero aun así le sorprendió que el delgado hombre lo hubiera hecho.

—Y tú eres mi pareja Hyuk. Nunca voy a renunciar a ti. — Leo no se perdió las lágrimas que empañaron los ojos de Hyuk ante sus palabras. Sabía que su pareja deseaba palabras bonitas pronunciadas entre parejas. No sabía cómo expresarse verbalmente.

Leo envolvió su mano alrededor de la nuca de Hyuk y lo jaló hacia abajo hasta que sus narices casi se tocaron. Movió su mano alrededor hasta que pudo acariciar la mejilla de Hyuk, frotando el pulgar a lo largo de la suave piel de la mejilla de su pareja.

»—Me gustaría conocer las palabras, Hyuk.

Los ojos de Hyuk brillaron como pequeñas monedas de gris fundido. Sonrió. —Lo harás —murmuró Hyuk—. Me las dirás cuando estés listo.

Leo deseaba saber cuándo sería eso y si alguna vez lo haría. Sabía que nunca sería cursi como sus hermanos o su padre. Él sólo no estaba construido de esa manera. Pero quería que Hyuk supiera lo mucho que significaba para él.

La frustración de Leo comenzó a crecer ante su incapacidad de expresar cómo  se  sentía  acerca  de Hyuk. Apretó los dientes y buscó en su cerebro las palabras adecuadas, pero ninguna llegaba a su mente, de cualquier modo, nada que él pudiera decir.

»—Ssshh —murmuro Hyuk dándole un suave beso en la esquina de la boca a Leo—. Vas a encontrar las palabras adecuadas cuando esté listo.

Leo quería decir algo, cualquier cosa. Hyuk se lo merecía. Pero entonces el hombre empezó a mover sus caderas hacia arriba y hacia abajo a un ritmo rápido y Leo se olvidó de su propio nombre y más de tratar de hablar una frase entera.

—Hyuk —Leo gimió agarrando las caderas de Hyuk y empujándose hacia arriba, conduciendo su pene dentro y fuera del apretado culo de su pareja. Hundió los talones de sus pies en el colchón y se unió a los movimientos rápidos de Hyuk cada vez que el hombre bajaba y se  empalaba  en  el  pene  de   Leo. Podía sentir la piel alrededor de la entrada de su pareja estirarse cuando el pene de Leo entraba una y otra vez en el cuerpo de su pareja.

—Joder, Hyuk, ¿cómo…? —Leo gruñó y cerró la boca cuando Hyuk comenzó una especie de movimiento circular con sus caderas, girándolas y llevando el pene de Leo aún más profundo dentro de su cuerpo. Dioses, ¿cómo sabía cómo hacer eso? Estaba volviendo loco a Leo. Hyuk parecía apretar sus músculos internos alrededor del pene de Leo al mismo tiempo que bajaba sobre él.

Hyuk cayó hacia adelante, girando sus caderas en un movimiento rápido mientras inclinaba la espalda y veía directamente a los ojos de Leo. —¿Vas a morderme, Leo?

Leo se quedó mirando a Hyuk, inseguro de qué tan cómodo se sentía mientras veía la traviesa sonrisa en el rostro de su pareja. Hyuk era atemorizante cuando parecía feliz durante el sexo.

Hyuk movió sus cejas rubio oscuro. »—Bueno, niño grande, ¿lo harás?

Leo se acordó de repente que Hyuk llamaba a alguien en sus sueños “niño grande”. ¿Habría estado soñando Hyuk con él? La sola idea de que Hyuk hubiera estado fantaseando con él, incluso durante el sueño, de pronto se apoderó de Leo y lo abrumó.

Gruñó, girando a Hyuk sobre su espalda. Qué locura había tomado el control, Leo nunca lo sabría. Tomó un puñado de cabello de Hyuk con una mano y subió la pierna del hombre hasta el pecho con la otra. Tenía a Hyuk torcido como un pretzel. Las rodillas de su compañero estaban tocando sus orejas mientras Leo empujaba su pene dentro del culo de su pareja. Leo apoyó ambas manos en el colchón a ambos lados de la cabeza de Hyuk, que tenía sus  pies  junto  a  sus orejas. Dioses, era un lío libertino y Leo se encendió aún más. El hombre estaba doblado por la mitad y le sonreía.

¡Sonreía!

 

—¡Mio! —gruñó justo antes de empujarse y hundir sus dientes en la suave carne entre el hombro de Hyuk y el cuello. El dulce sabor de la primera probada a la sangre de su pareja se llevó lo último del control de Leo.

Echó la cabeza hacia atrás mientras un rugido llenaba el cuarto y estremecía las ventanas, su liberación se apoderó de él y lo arrojó al borde de la felicidad. Cuando su pene se engrosó en el interior de Hyuk, hinchándose hasta el punto de atraparlo dentro del cuerpo de su pareja, Leo oyó su propio grito de liberación haciendo eco con el suave grito de su pareja.

Leo se empujaba dentro del palpitante culo de Hyuk, lamiendo la herida y cerrándola cuando lo último de su semilla se vaciaba de sus apretadas bolas. Sus brazos temblaban mientras el sudor goteaba por su cara. El abdomen de su pareja estaba cubierto con su propio semen mientras Hyuk temblaba ligeramente, con saciedad en su rostro.

Leo tomó hasta la última de sus células cerebrales para rodarse a un lado y dejarse caer sobre el colchón, jalando a Hyuk con él. Leo envolvió sus brazos alrededor de Hyuk y el hombre se acurrucó en su pecho. Oyó un pequeño sonido feliz venir de su pareja y no podía dejar de sonreír. Hyuk realmente era otra cosa.

—¿Leo?

 

—¿Sí, bebé? —murmuró contra la cima de la cabeza del hombre.

—¿Dónde está mi cerdita?

 

 Continuara...

 


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