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Firelight (HunHan/Adaptación) por Maci

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Cuando tenía doce años, competí con Xiumin y gané. Fue durante un vuelo grupal. Por la noche, por supuesto. 
Nuestro único tiempo autorizado para volar. Xiumin había sido arrogante, fanfarrón, y yo no podía evitarlo. Solíamos ser amigos, cuando éramos niños. Antes de que cualquiera de nosotros cambiáramos de forma. No podía soportar ver en lo que se había convertido, mirándolo actuar como si fuera un regalo de Dios para nuestro clan. 
 
Antes de darme cuenta, estábamos corriendo a través del cielo de la noche, los gritos de ánimo de papá zumbando en mis oídos. Xiumin tenía catorce años, era un draki ónix. Todo músculo liso negro y cortantes tendones. Mi padre también había sido un ónix. No sólo son los más fuertes y grandes entre los draki, sino que suelen ser los más rápidos. 
 
Excepto esa noche. Esa noche le gané a Xiumin, el príncipe de nuestro clan, nuestro futuro alfa-entrenado desde su nacimiento para ser el mejor. 
 
No debería haber ganado, pero lo hice. En la sombra de la luna, me revelé a mí mismo a ser más que el hermoso respira-fuego del clan. Más que el niño que Xiumin empujo en su andador. Xiumin cambió después de eso. De repente, el no estaba enfocado en ser el mejor, sino en ganar lo mejor. Me convertí en el premio. 
 
Durante años me arrepentí de ganar esa carrera, resentí la atención adicional que esta me trajo, ojalá no pudiese volar tan rápido. Sólo que ahora, mientras mis pies descalzos raspan sobre la corteza áspera, preparándome para tomar el vuelo, estoy agradecido de que puedo. Agradecido de volar tan rápido como el viento.
 
Baek tiembla detrás de mí, sus dientes chasqueando. Un gemido escapa de sus labios. Sé lo que tengo hacer. 
 
Y yo simplemente... lo iba a hacer. Bajando desde el árbol, subo a través del aire, las alas tensas por encima de mi espalda, dos grandes aspas de oro ardiente. 
 
Gritos llenan mis oídos. Motores acelerando. Ruidosas voces indistintas se superponen. Duras voces masculinas. Aleteo por a través de los árboles, los cazadores me siguen, en una persecución encarnizada, estrellándose a través del bosque en sus vehículos comedores de tierra. Una sonrisa se dobla en mi boca, mientras ellos quedan atrás y yo me adelanto. Me oigo a mi mismo reír. 
 
Entonces, el fuego estalla en mi ala. Me estremezco, inclinándome, volando alocado y salvajemente. 
 
Me han dado. 
 
Luchando duramente para mantenerme arriba con solo un ala, me las arreglo solo por unas cuantas brazadas antes de deslizarme a través del aire. El mundo gira a mí alrededor en una explosión vertiginosa de exuberante vegetación verde y marrón. Mi hombro golpea un árbol, y caigo al suelo en una bola, jadeando, boquiabierto, herido, el olor de mi sangre cobriza en mi nariz. 
 
Mis dedos cavan en la tierra húmeda, el rico olor acre alimentando mi piel. 
Sacudo mi cabeza de un lado a lado, la tierra llena mis manos, deslizándose bajo mis garras. Con el hombro palpitante, gateo, colocando una mano sobre la otra. 
 
Un sonido quema la parte posterior de mi garganta, parte gemido, parte gruñido. Yo no. Yo no, pienso. 
 
Hundo mis rodillas debajo de mí y pruebo mi ala, que se extiende con cuidado por encima de mi espalda, muerdo mi labio para reprimir un grito de agonía que atraviesa mis ásperas membranas, penetrando profundo en mi espalda entre los omóplatos. Agujas de pino raspan mis palmas mientras yo empujo y trato de ponerme de pie. 
 
Los oigo venir, sus gritos. La aceleración y desaceleración de los motores a medida que ascienden y descienden las colinas.
 
Una imagen de la camioneta con su red destella a través de mi mente. 
 
Al igual que papá. Lo mismo me está sucediendo ahora. 
 
Poniéndome de pie, doblo mis alas cerca de mi cuerpo y corro, lanzándome violentamente a través de la multitud de árboles mientras los motores aumentan fuertemente. 
 
Mirando hacia atrás a través de la bruma del bosque, jadeo ante el nebuloso brillo de los faros. Tan cercanos. 
 
Mi corazón late en mis oídos. Miro para arriba, a mi alrededor, tratando de encontrar un lugar para esconderme. Entonces escucho otra cosa: la canción constante del agua corriendo. Rastreo el sonido, mis pies pisando suavemente, silenciosos contra el suelo del bosque mientras acelero. Justo a tiempo me detengo, agarrándome del tronco de un árbol para evitar caer por una pendiente empinada. Jadeando, miro hacia abajo. El agua burbuja constantemente, pasando de una pequeña caída a un gran estanque rodeado por todos lados con muros de roca dentada. 
 
El aire cruje sobre mí. Mi cabello se eleva, el cuero cabelludo se presiona e irrita, y me lanzo de costado. El viento silba mientras la red golpea el suelo cerca de mí. 
 
"¡Carga otra!" 
 
Miro por encima de mi hombro-hacia la camioneta con dos chicos en la parte trasera preparando otra red. 
 
Las motocicletas rebotan sobre el suelo, sus motores enojados acelerando al máximo mientras vienen hacia mí. Los conductores miran a través de sus grandes lentes metálicos. Ni siquiera parecen humanos. Son monstruos. Yo distingo las duras, e intencionadas líneas de sus bocas. Las hojas pulsátiles del helicóptero convergen en lo alto, batiendo el aire en un violento viento que azota el pelo a mí alrededor. 
 
Aspirando aire profundamente en mis pulmones, me giro de nuevo. Y salto. 
 
El aire me golpea, rebasándome. Es extraño. Caigo a través del viento, sin ninguna intención, ni la capacidad para elevarme y volar. Simplemente caigo. Hasta que golpeó el agua.
 
Es tan frío que grito, tragando un sorbo de agua rica en algas. ¿Cómo lo hace Baek? Él lo hace parecer tan... agradable. No esta fría y amarga agonía.
 
Salgo a la superficie, y chapoteo como perro en un círculo rápido, mirando, buscando. Algo.
 
Nada.
 
Entonces veo una cueva. Una pequeña cornisa en realidad, dentro de la pared rocosa, pero lo suficientemente profunda como para meterme dentro, lejos de su vista. A menos que se sumerjan en pos de mí.
 
Yo nado hacia esta, arrojándome a mi mismo en el interior. Deslizándose tan profundamente como pueda en el refugio, doblándome en una bola pequeña. Mojado y temblando, contengo la respiración y espero. No pasa mucho tiempo antes de que las duras voces congestionen el aire por encima de mí.
 
"¡Salto!". Puertas golpeándose al ser cerradas, el estremecedor sonido me atravesó, y sé que ellos están fuera de sus vehículos. Tiemblo sin control en mi sombreada cueva, mis dedos en un sangriento agarre sobre mis manchadas rodillas.
 
"... ¡Se zambulló en el agua!" 
 
"Tal vez voló." Oí por sobre el gruñido de sucias motos.
 
"¡De ninguna manera! No puede volar. Yo le disparé en el ala." Me estremecí ante la satisfacción presumida en esa voz y frote mis brazos ferozmente contra el frío. 
 
El temor.
 
"No lo veo ahí abajo."
 
"Alguien tiene que ir tras esa cosa."
 
"Ah, ¡infiernos! ¿Ahí abajo? Esta congelado-¡ve tu!"
 
"¿Por qué no tu? ¿Qué eres? ¿gallina?"
 
"Iré yo." esa voz me sobresalto, era profunda y tranquila, terciopelo suave contra el chillido grueso de los otros.
 
"¿Estás seguro de que puedes manejarlo, Sehun?


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