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"Cadenas de Oro" por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Quiero disculparme por no haber podido responder los reviews del cap anterior, pero lo haré y agradeceré como es debido tu apoyo. Muchas gracias por ller y regalarme tu opinión, un saludo ^^

Capítulo XXVII. "Hecho para ti"

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Su mente era un torbellino en ese momento, hace aproximadamente una hora que discutió con dos de sus hijos por motivos bastante importantes. Hades daba vueltas en el estudio pensando que hacer, qué sería lo correcto. La incertidumbre lo mantenía con las manos atadas, necesitaba ayuda para tomar una decisión que podría ser la peor, o una que cambiaría las cosas para bien.

En esos pensamientos se encontraba el apuesto hombre cuando el característico sonido de la puerta abriéndose lo hizo voltear, encontrando a su preciosa esposa mirándolo preocupada. Hades mandó a llamar a la fémina que ni lenta ni perezosa acudía al llamado de su marido. Y ahí estaba, acercándose a ese gallardo hombre de largos cabellos noche, y azules ojos de amanecer.

—Mi amor, ¿pasa algo? Euridice me comunicó que requerías mi presencia —comentó al mismo tiempo que sus refinados pasos la llevaban al lado de su hombre.

Al estar a su lado Hades la recibió en sus brazos, aferrándose a ella como si con eso todas sus preocupaciones desaparecieran, y en parte así era, nada le causaba al magnate mayor paz que saber contar con la dulce compañía de la mujer de nacionalidad alemana. Ella respondió el gesto, besando la blanca mejilla de él con amor, transmitiéndole así en un acto sin palabras que ella estaba a su lado.

—Así es, amada mía —se separó de ella para verla con una mirada abatida.

Esa mirada desconcertó a Pandora quien sabía mejor que nadie que Hades era un hombre seguro de sus acciones, este análisis la preocupó.

—¿Qué ocurre? —inquirió con suavidad acariciando el masculino rostro. Hades suspiró dejándose hacer.

—Minos le comentó a Radamanthys que yo cancelaría su compromiso con Kanon Géminis —ella lo vio sorprendida—, y no sólo eso. Rada vino a pedirme que no lo hiciera, pero también Minos vino a pedirme que le dejara a él desposar a ese muchacho.

La mujer conocía como la palma de su mano a sus hijos, por eso pudo imaginar el estrés que ese par de revoltosos le ocasionaron a su esposo.

—¿Por qué Radamanthys apelaría para que no canceles la unión? —dijo extrañada— Si él mismo demostró no estar nada emocionado con la idea de casarse con un doncel —concluyó preocupada.

—Lo mismo le dije yo, pero su argumento fue que estaba enojado consigo mismo. ¿Puedes creerlo? —soltó indignado— Dice cosas que después contradice. Y ahora aparece Minos también echando más leña al fuego pidiéndome que lo deje tomar el lugar de Rada.

—Imagino que Radamanthys no estuvo muy feliz de eso…

—Imaginas bien, mi vida. Aún así les he dicho que iba a tomar una decisión y que se las haría saber en la cena de esta noche. Pero no sé que pensar, por eso pedí tu presencia mi reina, porque quiero saber que piensas tú sobre todo esto —los azules ojos veían con pesar a la dama—. Tú conoces los motivos por los que quiero cancelar ese compromiso, pero Radamanthys me ha pedido confiar en él, en que será un buen esposo. Dice que quiere que Kanon sea su pareja pero no sé que creer después de lo que demostró hoy en el desayuno, me preocupa mucho el destino de Kanon a su lado.

Pandora le regalaba una sonrisa de consolación al hombre, entonces tomó la palabra.

—¿Confías en Radamanthys, amor mío? —interrogó ella con suavidad.

Hades pareció pensar en lo que iba a decir. La pregunta de su esposa era para analizar antes de dar una respuesta. ¿Qué podía decir? Amaba a sus hijos pero el carácter del rubio y su manera de sentir las cosas le dejaban mucho que desear.

—Es un joven responsable de sus obligaciones y muy bueno en los negocios… Pero si me lo preguntas en lo sentimental, sinceramente no sé que responderte —concluyó apesadumbrado.

Pandora pareció comprenderlo.

—Te entiendo, recuerda Hades que la única vez que supimos que Rada tenía sentimientos amorosos por alguien, sólo queríamos que rompiera esos lazos porque considerábamos que esa perdona de quien se enamoró no era buena…

—Y acertamos en que ese sujeto no era el indicado para Radamanthys —debatió ceñudo al recordar todas las discusiones que tuvo con el menor a causa de su necedad en casarse con Afrodita.

Pandora negó.

—Lo sé, pero ese no es el punto ahora, a lo que yo quiero llegar es que no le hemos dado la oportunidad a Rada de demostrarnos su faceta sentimental. Como su madre quiero la felicidad de mis hijos, estoy segura de que deseas lo mismo, mi amor. Por eso yo creo que es justo que confiemos en que quizás sea el joven Kanon el que ayude a Radamanthys a entender que no porque su primera vez al amar fue dura, significa que lo demás debe de serlo —suspiró con una sonrisa—. Kanon puede ser quien enseñe a nuestro hijo que hasta la más bella de las flores puede nacer en medio del más sombrío bosque, y que puede florecer aún después de la más devastadora tormenta…

Las palabras de Pandora hicieron que Hades viera desde otra perspectiva el dejar que Radamanthys siguiera en compromiso con Kanon, aún tenía miedo por el bienestar del gemelo menor, pero comprendía que para que hubiera paz, tenía que haber guerra muy a su pesar, y que quizás lo que el rubio necesitaba era de alguien que luchara en su contra, para que luego luchara a su lado. Si algo ocurría entre ambos él estaba dispuesto a estar ahí pero ya se había decidido, no cancelaría el matrimonio, y Radamanthys sería quien desposara al hermoso doncel.

—Me alegra haber hablado contigo, mi reina —la abrazó, aspirando el perfume del blanco cuello de ella—, tus palabras me reconfortan y me hacen más fácil ver el camino correcto, me hiciste ver algo en lo que no había reparado, ahora ya sé que hacer. Pero aún me preocupa Minos, parece que él está interesado en el joven Géminis.

—No te preocupes por Minos, amor de mi vida —sus finas manos acariciaban la oscura melena de su pareja—, hay alguien que siempre me ha gustado para él, y hasta donde sé volverá pronto —sonrió emocionada dejando a Hades con un rostro interrogante.

—¿De quién se trata, amada mía? —más que curioso quería saber, porque no se le venía nadie a la mente.

—El sobrino de Hypnos, e hijo de Thanatos, corazón. Volverá dentro de poco de Noruega para terminar aquí los estudios de medicina que le faltan, no sé si lo recuerdes pero Minos solía molestarlo mucho. Yo siempre le reprendía por eso.

Los azules ojos de Hades se agrandaron, en verdad con la mención de su esposa pudo recordar a ese niño dos años menor que Minos, cuya apariencia su hijo mediano calificaba de insignificante, molestándolo por el hecho de lucir más pequeño y débil de lo que debía para su edad, y llamándole “cara de piedra” en cada oportunidad por la falta de expresión en el rostro del chiquillo.

También recordó las veces que escuchaba a Pandora reprender el comportamiento de su hijo y consolar al pequeño víctima de éste. Para luego recibir las quejas de ella al no tolerar aquello. Rió levemente al tener esos recuerdos de muchos años atrás.

—Ahora lo recuerdo bien… —negó divertido— Pobre, lo que debía aguantarle a Minos.

Pandora rió un poco.

—Hypnos me ha contado que cambió mucho, ahora con 21 años es todo una belleza —celebró ella—, ojalá no odie a Minos, ese muchacho me gusta mucho para yerno —se sonrojó al imaginar a su hijo peli-plata desposando al otro joven.

Hades negó aún con una sonrisa en sus labios, le alegraba ver a Pandora tan emocionada por algo.

—Ya veremos cuando vuelva —le apoyó para luego besar a la dama en los labios con suavidad y cariño.

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El coche se detenía en un hermoso parque lleno de zonas verdes, frondosos árboles y bellas y numerosas flores de todos los tipos. Las personas paseaban y los niños jugaban, padres con sus hijos convivían y la brisa era amable con todos. Aioros descendió y ayudó a su precioso acompañante a bajar, Saga de los nervios que tenía aún recorriendo su cuerpo casi caía al intentar salir. Cerró los ojos resignado a sentir el golpe en su cuerpo pero eso nunca ocurrió.

Aioros lo abrazó rodeando su cintura para evitar que cayese, al abrir los ojos supo que los fuertes brazos de su acompañante lo detuvieron y con suavidad lo ayudó a poner los pies en el suelo. Aioros estaba preocupado de sólo pensar que su niño pudo lastimarse.

—Joven Saga, ¿está bien, no se lastimó? —quiso saber mirándolo angustiado.

La cercanía que se creó en ambos hizo sonrojar al gemelo, ocasionando que girase el rostro, pero respondiendo a la pregunta del hombre.

—S-sí, estoy bien… E-es sólo que no pisé bien y me resbalé. Gracias por ayudarme… —en sus labios se formó una leve sonrisa apenada.

Parecía que no estaban enterados de que Aioros seguía sujetándolo de la cintura, teniendo el cuerpo más pequeño pegado al suyo. Mientras que Saga tenía sus manos sobre el pecho del más alto. Las personas los miraban enternecidas ya que se veían bastante adorables juntos.

—Me alegro que no le haya pasado nada, debo cuidar de que esté lo mejor posible —sonrió con toda la ternura que sentía por él.

Saga se sentía extraño junto a ese hombre, no se le olvidaba lo que Aioros lo hizo sentir la primera vez que se vieron. Sin embargo ahora estaba resultando muy diferente de como se había imaginado que sería el castaño con él en soledad. Pensaba que a lo mejor era una treta en que en el más mínimo de sus descuidos, Aioros le saltaría encima con alguna mala intención, por eso no dejaba de sentir cierta angustia y sólo deseaba que esa “cita” terminara lo más pronto posible.

—E-es usted muy amable pero creo que deberíamos separarnos… Las personas nos miran —concluyó nervioso notando al fin las miradas emocionadas de la gente a su alrededor.

Aioros pareció notarlo también y con una sonrisa apenada soltó al menor.

—¡Oh sí! Disculpe… ¿Le parece bien caminar un poco por este parque? O si desea hacer otra cosa puede decirlo y lo haremos —le habló con calidez.

Saga en sus adentros pensaba que lo que quería hacer nada más era volver a casa.

—No lo sé —le contestó sin muchos ánimos—, verá, no sé lo que se debe hacer en una cita, es la primera vez que salgo con alguien que no sea mi hermano o mis padres. Disculpe si mi compañía le resulta aburrida —confesaba con una expresión de tristeza de pensar que no era alguien interesante.

Pero para Aioros no era así y escuchaba las palabras de Saga con atención, él sabía eso. Kardia se lo dijo en algún momento y Aspros también pero escucharlo de su ángel le daba alegría, pensaba que Saga era como un capullo de rosa, que esperaba el momento correcto para abrir sus pétalos y florecer.

—Yo sé eso, mi hermoso niño —le tomó las manos suavemente—, su padre me lo dijo y en verdad me siento muy honrado de ser la primera persona que se acerca a usted en estas circunstancias.

Saga suspiró sin saber que decirle. Parece que su padre no omitió nada a la hora de hablarle de él al castaño. Pero eso le recordó que ese hombre ya estaba enterado de su naturaleza, quería saber sobre eso, escuchar lo que Aioros opinaba y por ello aceptó que dieran un paseo por el lugar.

—Comprendo… Agradezco mucho sus palabras, ¿podemos caminar? Quisiera preguntarle algunas cosas.

—Está bien, será como usted quiera.

Aioros se acercó a Sorrento para decirle que diera una vuelta o descansara si lo quería. Después de esto inició la caminata al lado de un muy nervioso Saga.

—¿Y bien, hay algo en especial de lo qué le gustaría conversar?

El gemelo pensaba cómo podría formular su pregunta, jugaba con los dedos de sus manos sin saber muy bien que decir pero por algo tenía que empezar.

—Sí, hay algo de lo que me gustaría saber su opinión, joven Aioros…

El nombrado miró por el rabillo del ojo a su acompañante, Saga veía al frente como si en el camino fuera recogiendo las palabras correctas, los pasos eran suaves pero los corazones parecían apurados, aunque claro que por motivos diferentes.

—Lo escucho.

—Bueno… —apretó sus labios antes de expresarse— Verá es un poco incómodo para mí hablar de esto porque fue hace poco que mi hermano y yo lo supimos. Pero papá me dijo que usted ya sabe que… que soy un doncel… —susurró lo último pero Aioros pudo escucharlo bien.

—Ya veo, ¿le preocupa lo qué yo pueda pensar de usted ahora? —con toda la calma de su ser le cuestionó.

Saga bajó la cabeza sin dejar de ver el piso, asintió con vergüenza, gesto inocente que provocó la sonrisa cálida del más alto.

—¿Sabe? Fue muy duro para Kanon y para mí saber eso, nunca lo esperamos y a decir verdad yo pensaba que ese tipo de hombres no existía, pero ahora… No sé que pensar.

Aioros notó una banca cerca de la orilla de un pequeño lago, con su mano tomó la de Saga con gentileza y guiándolo al sitio le dijo:

—Mire, sentémonos ahí, se ve bastante tranquilo y fresco para seguir con nuestra conversación.

Saga volteando a mirarlo, asintió para encaminarse al lugar. Una vez acomodados Aioros exhaló el aire fresco, dispuesto a dar su respuesta a lo que el de cabellos azules acababa de decirle.

—Pequeño, si soy sincero creo que eres la criatura más maravillosa de esta vida —su mirada turquesa reflejaba la verde brillante de sorpresa, notó como los finos pómulos se llenaban de escarlata, demostrando cuan impresionable podía llegar a ser la inocencia—. Cuando su padre me confesó su verdad, me sentí el hombre más afortunado y dichoso del mundo al imaginarme una familia con usted —admitió y sujetando las manos de Saga entre las suyas prosiguió—. Desde la primera vez que lo vi me robó el corazón, el alma y la calma, joven Saga en verdad siento un inmenso amor por usted.

Aioros le hablaba con el corazón en la mano, sus hermosos ojos no mentían y Saga lo podía sentir, era extraño para él pero la energía que ese hombre despedía era tan diferente de la que recordaba, ahora era cálida y llena de una sensibilidad imposible que le apabullaba y le hacía sentir un calor reconfortante en el pecho, erizándole la piel.

—Pero joven, ¿cómo sabe qué es amor? —indagaba con angustia en sus hermosas facciones— Podría ser incluso atracción física lo que usted siente por mí, y desea convencerse al engañar a su mente y corazón con el sentimiento del amor. Usted no me conoce, ni me ha tratado lo suficiente para asegurar algo como eso…—concluyó con pesar de que todo fuera muy hermoso para ser verdad.

El castaño comprendía lo que el otro le decía y era lógico que pensara eso, después de todo era verdad, sólo se habían tratado una única vez antes de ahora. Pero a pesar de eso Aioros estaba más que seguro que lo que sentía por Saga era puro y sincero amor, admitía que era bellísimo pero no le amaba sólo por eso pues a la larga la imagen externa de las personas cambia con el pasar del tiempo. Lo amaba por la inocencia que sus ojos dejaban ver, su energía, su forma de hablar y por su personalidad tan calma, elegante y la timidez de la que hacía gala en cada gesto y palabra. Su dulzura y juvenil curiosidad ante un futuro desconocido pintado en las estrellas del alto cielo.

—Usted tiene razón Saga, no nos conocemos ni nos hemos tratado lo suficiente, pero en verdad es amor lo que nace en mi interior, y no, no es por su físico que sin duda es como el de un ser divino, sino por todo lo que me hace sentir al pensar en usted, en desear escuchar su voz, acariciar su hermoso cabello, sentir la calidez de sus manos y ver la pureza de sus lindos ojos. Usted sin proponérselo se ha llevado todo de mí, me ha hechizado con su frescura y aunque sé muy bien que la primera impresión que le di de mí fue terrible, hoy quiero reparar el daño y dejarlo conocer todo de mi ser, y de igual modo anhelo ser digno de conocer el suyo.

Cada palabra dicha con una sinceridad sangrante de lo más profundo de un corazón enamorado, llenaba los oídos de Saga y llegaba a lo profundo de su conciencia, logrando que sintiese vibrar cada fibra de su ser, al sentirse parte de una de esas bellas escenas que en sus libros estaban tatuadas y lograban transportarlo a un lugar donde él fuese el protagonista de tan magnífico relato de amor. La gentileza de los rayos del sol daban mayor realidad a su idílico momento, y su corazón soñador latía de alegría al comprender que quizás no le llevaría tanto tiempo entregarse a la magia que Aioros estaba expresándole.

Saga esperaba que su cita fuera un desastre, y de su futuro matrimonio un infierno. Pero parecía que su fatalismo era mera imaginación provocada por el miedo a lo desconocido, por el hecho de no saber como era el amor más allá de palabras de escritores lejanos. Mas ahora estaba más que dispuesto a probar la miel de aquello que le era tan nuevo y añorado. Ansiaba abrirse a ese hermoso sentimiento como un ave que vuela por primera vez. Sí, parecía valer la pena y estaba decidido a comprobarlo.

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Kanon bajaba las escaleras del segundo piso con destino al jardín, estaba aburrido por la ausencia de su gemelo, ni tocar el piano le apetecía. Pensaba que si sentía tanto vacío por una mañana sin Saga, no quería imaginarse cuando éste se marchara con Aioros cosa que para su desgracia ocurriría en dos días. La tristeza llenó su corazón al saber que debería de afrontar los preparativos de su propia unión sin el apoyo de Saga a su lado, y unos fuertes deseos de llorar llegaron a sus ojos verde jade.

Tan envuelto iba en sus pesares que no escuchaba la voz de Paradox llamándolo, se dio cuenta cuando la dama sujetó su brazo con gentileza deteniendo su andar. Entonces volteó lentamente su mirada triste al rostro preocupado de su madre.

—Mi amor, ¿estás bien? —le habló ella acunándole la cara entre sus manos— Al verte pasar te llamé pero no me hiciste caso —comentó con dulzura.

—Lo siento mamá —respondió apenado—, estaba pensando que… Saga me hará mucha falta.

Paradox entendió al instante a lo que su hijo se refería, pensó que Kanon extrañaba a su hermano en esa mañana. Un pesar se alojó en su pecho al sentir la tristeza del joven, no pudo decir algo sobre aquello aún así con Kanon todavía cerca de ella, lo guió a la sala desde donde lo hubo visto.

Cuando llegaron Paradox le dijo algo que le subió un poco el ánimo.

—Escucha cariño, tu papá me dijo que piensa ir pronto a casa de Kardia para hablar sobre los documentos para mañana —Kanon asintió—, ¿te gustaría acompañarlo? Así puedes pasar un rato conversando con tu amigo Milo, te hará muy bien ir a visitarlo —sonrió al ver que su pequeño sonreía y asentía calmado.

—Me gustaría mucho salir mamá —concedió. Ella se alegró al ver la emoción en los ojos ajenos.

—De acuerdo dulzura, iré a avisarle a tu padre que irás con él, espérame aquí.

Le dio un beso en la frente a Kanon acompañado de una amorosa sonrisa antes de irse con rumbo al estudio, donde Aspros estaba terminando de abotonarse el saco para ir a casa de su amigo abogado.

En eso estaba el de cabello azul cuando Paradox ingresó. Aspros le sonrió, cosa que fue respondida por la dama en forma de beso, y ayudándolo a acomodar el cuello del saco comenzó a decirle.

—Mi amor, Kanon necesita salir. Está muy triste por la ausencia de Saga y parece que comienza a hacerse una idea de lo que sentirá cuando su hermano se vaya de nuestro lado pasado mañana —terminó con su labor y deslizó las finas manos por sobre el fuerte pecho del hombre.

Aspros cogió las manos de ella y llevándolas a sus labios las besó.

—Ahora tengo una preocupación nueva, el estado emocional de mi pequeño Kanon al sentirse solo sin su hermano mayor —suspiró liberando las manos femeninas para llevar las propias a la estrecha cintura—. Es buena idea que salga, estoy convencido que convivir con Milo lo animará un poco…

—Ojalá que sí, tenemos que darle todo el apoyo y cariño posible cuando Saga deba irse, también será doloroso para ti y para mí dejar que uno de nuestros luceros se vaya lejos…

La voz de ella comenzaba a temblar sólo de pensar en el hecho de quedarse sin sus amados gemelos de un momento a otro. Los padres nunca estarán listos para dejar volar a sus pequeños pues tengan la edad que tengan, para quien ha dado su vida y su amor, siempre serían sus niños. Y eso les estaba pasando a los esposos, sentían tanta tristeza de saber que tanto Saga como Kanon serían arrancados de su lado, pero de no ser así condenaban a los hermosos jóvenes a una vida de penurias y carencias que no pensaban permitir.

—Lo haremos mi amor —besó con suavidad la frente de ella, acomodando luego un celeste mechón de cabello tras la oreja derecha—, ambos tendrán todo eso y más de nuestra parte, no importa que tan lejos estén, no importa lo que pase siempre tendrán nuestro amor.

Se abrazaron como cierre de un juramento de amor para con sus hijos, un juramento en el que sin pensar ni dudar estaban de acuerdo.

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Eran las doce con trece minutos según el reloj de la plaza por la que Aioros y Saga caminaban. Al estar junto al lago ambos pudieron hablar de muchas cosas de ellos, sus hermanos, sus padres y demás que el castaño consideraba importante sobre todo de Saga quien poco a poco fue mostrándose más cómodo a su lado, abriéndose con mayor facilidad a una conversación fluida donde se ganaba algunas preguntas y él hacía también las suyas, mismas que eran respondidas con la mayor sinceridad posible. Se rieron mucho con datos curiosos de sus hermanos menores, eso sin duda los unió más de lo que pensaron al tener mucho en común.

Ahora caminaban buscando una tienda en específico, una que tenía una finalidad que sólo Aioros conocía y que no había querido revelar a Saga.

—¿Dónde puede estar? —se preguntaba observando minuciosamente cada letrero de los múltiples locales que habían en las cercanías.

Saga, aferrado al musculoso brazo izquierdo del castaño habló con cierto humor en su voz.

—Tal vez si me dijera lo que busca podría ayudarlo.

Aioros volteó a verle con una sonrisa.

—No, es una sorpresa, lo sabrá cuando entremos.

Saga hizo un puchero y negó preguntándose en su interior qué sería lo que su prometido estaba buscando con tanto afán.

La noche anterior antes de despedirse de Kardia luego de su conversación al terminar la cena, le preguntó al Escorpio si conocía de alguna joyería de excelente calidad. Claro que Kardia con los ojos bien abiertos no ocultó su sorpresa y desconcierto al cuestionarle el para qué quería una joyería. La respuesta era obvia, deseaba comprarle a su ángel el más hermoso anillo de matrimonio que pudiera encontrar sin importar su precio a Aioros eso no le importaba, Saga merecía lo mejor e iba a tenerlo.

Tras una nueva ola de alegría por parte del abogado, se le fue dado el nombre de una de las mejores joyerías de la región. El lugar en cuestión se llamaba “El Templo de Aries” atendido por sus dueños, dos magnifico artesanos lemurianos que creaban y confeccionaban diversas joyas con materiales preciosos, valiosos y poco comunes. El precio de dichas joyas era por lo general bastante alto pero realmente valían la pena.

Fue entonces que tras caminar por algunos minutos y prestar atención a los alrededores, Aioros finalmente dio con el lugar. La fachada de la tienda era de una calidad arquitectónica exquisita, con cuatro escalones que a cada lado eran custodiados por preciosos carneros de mármol que echados, parecían vigilar las lozas que cubrían cada grada. El sol al reflejarse en la cornamenta de las bestias, daba una invitación a pasar por el sitio.

Aioros sonrió y con bastante disimulo se encaminó a la entrada del lugar con el gemelo aún tomado de su brazo. Saga estaba bastante distraído por todo el movimiento que había en la calle, las personas los veían admiradas por el atractivo del castaño y la belleza del de cabellos azules. Pero los involucrados parecían sólo estar pendientes uno del otro.

Antes de llegar a la joyería, pasaron por un pequeño puesto de flores varias, Aioros se detuvo a comprar una hermosa y fresca rosa roja*, misma que colocó con delicadeza en la oreja izquierda de Saga, decorando sus largos cabellos. El gemelo se sonrojó por el acto y sonrió hermosamente, el mayor sintió que su corazón saltaba de alegría ante el gesto. Parecía que cada minuto al lado de Saga lo hacía enamorarse más de él.

Por su parte Saga también se mostraba más a gusto con Aioros, e incluso se descubrió arrepentido por haber juzgado a ese hombre tan dulce, antes de tratarlo como lo estaba haciendo.

Retomaron su andar y entre algunas palabras llegaron al lugar, Aioros en todo momento distraía a Saga hasta que estaban por subir los escalones, entonces el gemelo se detuvo al ver los carneros.

—¿Qué es este lugar?

Saga hizo aquella pregunta con genuina curiosidad, trató de retroceder para ver el nombre del sitio en la parte alta de la entrada pero Aioros se lo impidió colocando su brazo alrededor de la espalda ajena, empujándolo levemente adelante para que el joven siguiera avanzando.

—Ya pronto lo sabrá —alentó con una sonrisa, Saga no muy seguro asintió y siguió subiendo.

Los dos lo hicieron llegando al fin a la puerta de cristal oscuro que Aioros abrió, invitando a su amado a entrar siguiéndole él desde atrás, siendo recibidos por una suave y amable voz masculina.

—Buen día sean bienvenidos, ¿en qué podemos ayudarles?

Saga al ver de lo que se trataba se quedó con los ojos bien abiertos al ver lo que ahí había.

—Buen día —saludó Aioros acercándose al hermoso muchacho de largos cabellos lilas y gafas que les había recibido —, me gustaría poder ver su gama de anillos de matrimonio, deseo comprarle el más hermoso a mi prometido —volteó su risueña mirada a un sorprendido Saga que aún seguía plantado en la entrada.

El muchacho peli-lila le sonrió con simpatía al de cabellos azules antes de responderle al castaño con voz segura.

—Por supuesto que sí, acompáñenme al mostrador, les mostraré los mejores anillos con los que contamos.

Aioros asintió, se acercó a Saga para agarrarlo sutilmente de la mano izquierda, llevándolo consigo al mostrador en el que el muchacho de gafas sacaba los organizadores llenos de brillantes y bellas piezas de joyería.

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En la residencia Sagittarius se encontraba el joven Aioria conversando con su amigo Giovanni que llegó a visitarle nuevamente, los jóvenes hablaban sobre el hecho de no haber tenido más noticias de Shura Capricornio desde el día anterior, algo que los tenía nerviosos por desconocer que próximo movimiento ejecutaría el de origen español.

—Por una parte es bueno que no siga rondando la casa o a ti. Otro en su lugar aprovechándose de la ausencia de Aioros, ya te hubiera arrastrado consigo —le decía el italiano antes de llevar el tenedor con un trozo de carne a su boca.

Estaban en medio de un almuerzo al que el castaño claro invitó la noche anterior a su amigo médico.

—Supongo que tienes razón, pero creo que me da más temor el hecho de no saber de Shura, a que pueda venir en cualquier momento —expresó jugando con los vegetales de su plato.

—No tienes por qué estar asustado Aioria, no olvides que mi familia y yo estamos al pendiente de ti —se limpió la comisura de los labios con una servilleta—. Puedo venir mañana si lo deseas.

—¿En verdad me harías ese favor? —Aioria le preguntaba esperanzado, en verdad no quería estar solo.

Giovanni sonrió.

—Claro que sí y no es un favor, a mí me gusta pasar tiempo contigo. Ayer te lo dije y hoy te lo repito, eres como un hermano para mí —seguido de esas palabras el de cabellos azules le despeinó el cabello al más joven.

En esta ocasión Aioria no reprochó el gesto, por el contrario agradeció a su amigo con una sonrisa su compañía.

En esa escena estaban cuando Shaina llegó con un sobre en una bandejilla de plata. Interrumpiendo el momento pues una carta destinada para Aioria acababa de llegar.

—Disculpen por interrumpir su conversación —hizo una inclinación rápida de cabeza y caminando a Aioria le dijo—. Acaban de traer esta carta para usted.

Aioria y Giovanni se voltearon a ver extrañados, sin esperar más el griego tomó la carta de la bandeja.

—Muchas gracias Shaina.

—A su servicio, con permiso —una nueva inclinación y la joven los dejó solos de nuevo.

—¿De quién es? —investigó el mayor, Aioria le dio la vuelta al sobre para buscar el destinatario.

—¡E-es de Aioros! —exclamó al mismo tiempo en que abría el sobre con prisa pero con el cuidado de no romper el papel dentro. Giovanni vio sorprendido a su amigo, expectante de lo que podía decir la correspondencia.

Aioria desdobló con descuido la página y leyó. Ante cada palabra que sus pupilas veían y que su cerebro procesaba, sus ojos se abrían cada vez más, impacientando al italiano que esperaba a su lado.

—¿Y? ¿Qué dice la carta Aioria? —buscó saber con cierta impaciencia en su voz, Aioria por su parte alejó la carta de su rostro para ver al otro con el entrecejo fruncido y una profunda incredulidad. Parpadeó sin poder creer la parte final de la misiva.

—B-bueno Giovanni… Aioros dice que Shura le envió una carta diciéndole lo que me dijo a mí, me pide que me cuide que no haga ninguna imprudencia ya que él arreglará esto, y que volverá el lunes con… su esposo…

Un silencio se apoderó del espacio, las azules cejas del italiano se juntaron hacia abajo mirando a Aioria como si estuviera dibujando a carbón su imagen en la mente. La última palabra del griego le dejó perplejo.

—¿Cuál esposo, de qué diablos está hablando el loco de tu hermano, Aioria? Presta a ver —Giovanni le arrancó el papel de las manos al shockeado Aioria para comprobar que escuchó bien, leyó párrafo a párrafo, al terminar dijo con los ojos bien abiertos—. Su esposo Saga Géminis vendrá con él el lunes por la tarde…

—Yo… —empezaba a decir el griego saliendo de su trance— no pensé que Aioros estuviera en un viaje para conocer a un chico…

—Condenado Aioros —negó el médico dejando la carta arrugada por tanto tirón sobre la mesa—, nunca nos dijo que iba a casarse a otra región.

—¿Pero por qué no me dijo a lo que iba? —decía triste el menor al pensar que su hermano ya no confiaba lo suficiente en él.

—No te pongas así Aio, lo más seguro es que no te dijo porque quería estar seguro de que deseaba casarse. No hubiese sido justo de su parte ilusionarte con un cuñado sin saber realmente si esa persona valía la pena como para querer traerlo aquí. Y tal parece que ya se dio cuenta —consoló, Aioria le dio una sonrisa triste.

—¿Tú crees?

—Estoy seguro amigo —sonrió cálidamente reconfortando a Aioria.

—Ojalá que ese tal Saga si sea bueno… Aioros ha sufrido mucho por amor, en especial después de…

—Saori… —terminó diciendo Giovanni con amargura.

Ellos recordaban que por esa mala mujer Aioros casi se hunde en un vacío sin retorno, le había costado mucho salir de esa tristeza porque pensaba erróneamente que esa chica era la persona de su vida, algo que descubriría a tiempo ser un engaño ya que Saori Kido, nieta de un viejo mercader, sólo buscaba su dinero y el reconocimiento que le daría ser su esposa en la alta sociedad. Pero que vilmente engañaba al castaño con un joven heredero que tenía a su cargo muchos negocios marítimos llamado Julián Solo.

En ese entonces Aioros aún no estaba a la cabeza del negocio de su padre, por lo que a la interesada mujer no le importó ser descubierta por el griego una tarde en la que llegó a visitarla sin avisarle antes. Ni los empleados de la muchacha sabían lo que ella hacía y dejaron pasar a Aioros quien al encontrarla en el estudio con Julián entre sus piernas, simplemente se dio la vuelta azotando con fuerza la puerta.

Aquello hizo reaccionar a la pareja, aún así Saori le restó importancia y siguió con lo suyo, ni siquiera volvió a buscar al castaño por su cuenta. De ese hecho pasaban ya casi tres años, tiempo en el que Aioros se dedicó a curarse e incluso tuvo algunos encuentros furtivos con personas al azar un año y medio después, pero nada que no durara más de una noche, Aioria desconocía esto último pero Giovanni lo sabía al haber sido el confidente y paño de lágrimas de Aioros. Era algo que sólo los dos mayores conocían y que prometieron mantener lejos del conocimiento del de cabellos castaños claros, y hasta ahora así era.

—Quiero que mi hermano sea feliz Giovanni, quizás ya encontró a esa persona indicada.

—Esperemos que sí pequeño, esperemos que sí…

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Aioros veía anillo tras anillo pero ninguno le parecía lo suficiente para tener el honor de ser llevado en la hermosa mano de su príncipe, Saga por su parte cada vez que escuchaba el precio de las joyas palidecía más y más, no entendía como alguien podía gastar esa cantidad de dinero en una sola cosa. Cuando Mu, el dependiente que los atendía, se daba la vuelta para traer más opciones el gemelo intentaba persuadir al castaño de que no era necesario que gastara tanto en él, pero Aioros le pedía que le dejara obsequiarle un anillo que reflejara todo lo que sentía por él y que a la vez fuera el sello de su unión. Saga no estaba nada a gusto con esa idea, para él funcionaría igual un anillo sencillo, él era de las personas que no consideraban que un bien material caro fueran símbolo de felicidad o amor, pero Aioros deseaba que su anillo fuera único.

Tras una hora en aquella tarea, Mu se mostraba decepcionado de que ninguna joya fuera suficiente para su cliente, estaba por darse por vencido y disculparse por no tener lo que buscaba cuando otro hombre llegaba a la joyería. Saludó con cordialidad a Aioros, a Saga y por supuesto al joven dependiente. La pareja pensaba que el hombre era un cliente al igual que ellos pero pronto supieron que se equivocaban.

—Hijo, ¿todo está en orden? —indagó con una tenue sonrisa el apuesto hombre de aproximadamente unos 50 años y cabellos largos de tono verde lima.

Mu un tanto apesadumbrado negó.

—No padre, sucede que no contamos con lo que esta joven pareja busca —comunicó apenado.

—¿Y qué necesitan? —le preguntó de forma amable y calma el de cabellera lima al castaño.

Aioros le explicó lo que buscaba con pelos y señales, y tras pensar un poco el hombre les sonrió con una agradable seguridad.

—Mu, jóvenes, creo que si tenemos lo que están buscando.

El hombre se presentó como Shion, éste se dio la vuelta yéndose tras una puerta al fondo. Mu esperó junto a la pareja al regreso de su padre. Minutos fueron los que Shion tardó en volver con una pequeña caja de terciopelo azul, al estar frente a ellos el hombre abrió la caja mostrando un hermoso anillo de oro blanco liso con una esmeralda redonda en el centro de dos diamantes blancos más pequeños en forma cuadrada. Aioros vio detenidamente la joya y quedó encantado, sin duda ese era el anillo que deseaba para su amado, no importaba el precio. Ese era el anillo indicado.

El griego sacó el anillo de su caja y con manos temblorosas tomó la mano izquierda de un incómodo Saga para colocarle el aro, éste encajó a la perfección en el dedo anular del gemelo, asombrando a todos los presentes.

—Este anillo fue hecho para ti, mi niño —le sonrió emocionado para luego besar esa blanca mano.

—Joven Aioros —comenzó Saga inseguro—, en verdad no necesita hacer esto…

—No Saga, por favor no se niegue… —pidió y la mirada triste de ese hombre enterneció el corazón del menor.

Saga no estaba feliz de hacer que Aioros gastara su dinero de esa manera por él pero parecía que le hacía más mal negándose a recibir el anillo, a que se lo estuviera pidiendo. No había nada que hacer, asintió aún con inseguridad.

Finalmente y después de unos cuantos procesos para pagar la joya, ambos salían de la ostentosa tienda. Ahora su destino era ir a almorzar, Aioros se sentía muy feliz y deseaba consentir a Saga llevándolo a un restaurante digno de él. ¿Y Saga? Pues negándose pero para Aioros nada era lo suficientemente bueno para su amado doncel.

 

Notas finales:

Disculpen si hay errores de dedo. Muchas gracias por leer ^^


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