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"Cadenas de Oro" por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por leer y a quienes me regalan su opinión sobre este fic. Muchas gracias 

 
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Capítulo XXVIII. "Emociones del silencio"
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Milo yacía en la sala de su hogar sentado en un sofá tratando inútilmente de concentrarse en la lectura de uno de sus libros de estudio. Pero era inútil no importaba cuantas veces releyera el párrafo, no podía enfocarse en analizar lo que ahí decía y todo por la preocupación que le causaba haberse enterado de que su amigo Kanon ya estuviera comprometido. Las palabras de Aioros lo mantenían en un estado de angustia por el bienestar del gemelo menor pues al ser él y Saga sus mejores amigos, lo que más deseaba era que, ya que no pudieron ser libres de elejir a quien querer, por lo menos tuvieran una vida tranquila; pero pensar que ese tal Radamanthys podía ser algún hombre déspota o de malas maneras, lo mantenía con el miedo de que Kanon sufriera al estar casado con él.
Dio un suspiro pesado que llegó a oídos de Kardia que venía llegando a la sala desde el segundo piso de la casa. El mayor al escuchar aquello provenir de Milo, lo vio interrogante así que se le acercó para conversar con él.
—Vaya suspiro hijo, parece que algo te preocupa —le comentó con calma, Milo volteó a verle sin poder ocultar su situación.
—Papá... Es que estoy preocupado por mis amigos —volvió a suspirar, cerrando de una vez por todas el libro que dejó al lado contrario de donde Kardia se sentó a la par suya.
Para el padre fue comprensible ver que Milo se refería a Kanon y Saga, los tres se conocían desde la más tierna infancia y por lo que era lógico que su hijo y aquel par fueran tan unidos. 
—No tienes que preocuparte Milo, tú mismo ya sabes que Aioros quiere a Saga y va a cuidarlo bien... —decía pero el joven interrumpió sus palabras con congoja en su voz.
—¿Y Kanon, papá? —sus ojos turquesa miraron a los azules como suplicándole que le asegurara un buen porvenir al mencionado, Kardia se vio impresionado sin saber que decir— ¿Kanon tendrá la misma buena suerte que Saga? Me preocupa pensar que quien despose a Kanon vaya a ser un tipo frío al que no le importe lastimarlo o hacerlo infeliz.
Milo volteó de nuevo su mirar ahora sobre su regazo con tristeza, dejando que su flequillo le ocultara el brillo angustiado de sus preciosas turquesas. A Kardia se le formó un nudo en el estómago y tragó grueso. No había algo que pudiera decirle a Milo ahora, meditó que a lo mejor Aioros le hubo dicho algo que a él se le pasó por alto. Tomó la decisión de preguntarle al menor si sabía sobre el ya acordado matrimonio de su amigo.
—¿Por qué dices eso, Milo? —Kardia no deseaba hablar de más sin conocer lo que el chico sabía primero.
—Porque ya sé que Kanon será desposado pronto papá —contestó sin darle tantas vueltas al asunto.
El abogado viendo la situación, decidió que debía contarle a Milo lo que estaba ocurriendo con el hijo menor de su amigo Aspros, los chicos eran como hermanos, Milo tenía derecho a saber.
—Comprendo... Disculpa que no te lo comentara antes hijo, pero ahora te lo diré
Comenzó Kardia a decirle a Milo lo que Aspros le comentara la noche anterior que llegó a hablar con Aioros. El menor hizo sus preguntas, sacó conclusiones y padre e hijo conversaron por un rato hasta que un llamado a la puerta los hizo detenerse. 
Todo lo que su padre le dijo lo dejó aún más nervioso que antes al conocer de mayor manera a Radamanthys Inferno, su edad, a lo que se dedica, sus padres, hermanos y sobretodo su manera de ser. Esto último lo hizo pensar que su amigo Kanon pasaría momentos de batalla contra ese tipo. Conocía bien el carácter y personalidad de los gemelos y convencido estaba de que el menor de ellos no iba a ser quien se agachara sumisamente frente a su futuro marido, algo que tomando en cuenta la idea que se hizo sobre Radamanthys, traería muchas peleas y discrepancias entre ambos, algo en lo que Kanon podía salir lastimado si ese hombre pasaba a un conflicto físico.
Kardia fue a abrir personalmente la puerta, en su rostro una sonrisa sincera se formó al ver afuera a Aspros en compañía de Kanon. Abrió la puerta del todo y con un saludo amistoso los recibió con la mayor de las confianzas.
—¡Aspros, Kanon, qué bueno verles! —exclamó al tiempo que estrechaba la mano del mayor para luego soltarle y abrazar al gemelo con una amplia sonrisa.
—Te lo agradecemos amigo —asentía Aspros sonriendo.
—Buenas tardes, señor Kardia —lo saludó el chico respondiendo el abrazo.
Al escuchar lo que pasaba en la puerta Milo se acercó y con alegría y emoción vio a uno de sus mejores amigos. Kanon le sonrió con un brillo de felicidad en sus ojos verdes cuando el abogado lo dejó.
—¡Kanon! —Milo salió de la casa en su dirección.
—¡Hola Milo! —saludó efucivo. 
Ambos jóvenes se dieron un fuerte abrazo frente a la vista risueña de sus padres. En verdad que ver al Escorpio menor ayudó mucho a subir los ánimos de Kanon y Aspros se sentía muy contento por ello.
—Oh, buenas tardes, señor Aspros —más tranquilo saludó al Géminis mayor cuando él y el otro chico se separaron, Aspros asintió sonriendo.
—Buenas sean, Milo —Aspros sacudió un poco los azules rizos del entusiasmado joven.
—¡Ven amigo, vamos al jardín! —terminó diciendo cuando Aspros lo dejó.
Milo tan enérgico como es tomó de la mano a Kanon y sin esperar respuesta de su parte, lo haló al sitio mencionado. El gemelo no tuvo tiempo de decirle mucho a su padre 
—¡Papá estaré con Miloooo! —pudo expresar apenas antes de perderse del campo visual de los hombres.
—¡Milo, tengan cuidado! —Kardia no deseaba que cayeran por irse corriendo.
—¡Diviértete hijo! —fue lo último que Kanon pudo escuchar de Aspros.
—Así éramos tú y yo —rió él abogado palmeando la espalda del otro—, ¿lo recuerdas?
—Cómo olvidarlo amigo —rió también—. Esperamos no importunarles Kardia —comentaba Aspros apenado al mismo tiempo que ofrecía una pequeña canasta que llevaba consigo —. Ten, mi esposa hizo estos bizcochos para ustedes, desea que sean de su agrado, envía sus saludos cordiales.
Kardia tomó la canasta en sus manos y con una sonrisa negó al expresar.
—Bien sabes que ustedes nunca serán inoportunos, son bienvenidos todos los días a la hora que quieran amigo, ven entremos a tomar un buen café, los muchachos ya han de estar poniéndose al corriente no se han visto desde que conocieron a Aioros.
Los hombres entraron al interior de la casona, llegando a la sala en pocos minutos. Tomaron asiento y Sasha solícita apareció desde uno de los pasillos.
—¿Desean los señores algo de beber? —cuestionó ella con tranquilidad.
—Si no es mucha molestia Sasha, ¿podrías llevarles a los muchachos jugo de manzana al jardín y traernos dos cafés a nosotros? Deseamos acompañar estas delicias —le tendió a la joven la canasta con el pan, ella la recibió sonriente y asintió antes de responder.
—Por supuesto que no señor, en este momento voy por esos cafés y le llevo jugo a los señoritos, con su permiso.
Un nuevo movimiento de cabeza y ella se retiró a cumplir con lo solicitado.
—Dale mis agradecimientos a Paradox por tan delicioso obsequio —le sonrió para sentarse luego en un sillón al lado derecho de donde Aspros estaba—, pero recuerda que no deben tomarse molestias por nosotros amigo, eres como mi hermano y los chicos como mis sobrinos, siempre serán bien recibidos en esta casa.
—Te estamos infinitamente agradecidos Kardia —suspiraba Aspros con una melancólica sonrisa en sus labios—, tú y Sonia nos han ayudado tanto, que realmente esto es poco para expresar todo lo que deseamos.
—No digas eso hombre —negó calmado—, mejor coméntame como estuvo el encuentro entre Aioros y Saga.
Aspros comenzó a relatarle a Kardia toda la situación de cuando el castaño griego llegó a su hogar para recoger a su hijo mayor, también le comentó que Kanon estaba comenzando a sentir como sería la ausencia de Saga una vez que se fuera, algo que lo tenía junto con Paradox en una profunda preocupación y por tal razón le había traído con él para que compartiera con Milo. Kardia al saber esto aprovechó para hacerle el comentario a su visitante sobre la conversación que previamente tuvo con su propio hijo sobre la unión de Kanon con Radamanthys Inferno y las preocupaciones que cargaba Milo por ello. 
Los dos padres de familia expresaban los sentires de sus hijos y su propia incertidumbre por lo que aún faltaba por ver.
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En el jardín de la residencia Escorpio, Milo y Kanon estaban sobre aquella banca donde junto a Saga unas noches atrás, los tres exponían sus ansias a las estrellas de una noche enjoyada. Ahora eran sólo ellos dos pero aún así se sentían contentos por estar juntos aunque sea un momento.
—No te imaginas lo mucho que me alegra verte Milo —suspiró Kanon sin ocultar la tristeza de sus ojos.
Milo le vio con pesar.
—A mí también me hace feliz estar contigo, amigo —sonrió levemente para transmitir confianza al otro, pero su mirada era de preocupación aún—, te noto triste. ¿Estás así porque Saga no está aquí contigo? —Milo cogió la mano ajena con una propia.
Kanon asintió sin mirar a su amigo a la cara, presionando un poco la mano que guardaba la suya.
—Se fue a las once a la cita con ese hombre, su ausencia me hizo sentir lo que me espera cuando ya deba irse del todo con Aioros Sagittarius... No quiero que se vaya Milo, me voy a quedar solo —la voz se quebraba palabra a palabra como un cristal que cede ante consecutivos golpes, y las lágrimas ya no podían seguir presas, huyendo libres por las mejillas de porcelana de Kanon.
Milo sentía su corazón estrujarse al ver la tristeza que ahogaba a su amigo, sin palabras de por medio Milo abrió los brazo y rodeó al gemelo con ellos. Un abrazo que Kanon necesitaba para sentir que debía ser fuerte por él y por Saga. Pronto sus propios brazos rodearon la cintura y espalda se Milo, hundiendo su rostro en el pecho del de mirada turquesa, deseando liberar toda su pena líquida para poderle sonreír aunque fuera un poco.
—No digas eso Kanon —consolaba acariciando los cabellos de mar de arena blanca—, no estarás solo nunca. Muchas personas te queremos, te amamos como padre, madre, amigo y hermano, mientras nos preocupemos y te acompañemos, siempre estaremos para ti. No pienses eso... 
El calor y la compañía de Milo reconfortaba a Kanon lenta pero efectivamente. 
A los pocos minutos podía decirse que el joven gemelo ya estaba más desahogado al poder sacar de sí sus pesares. Ahora ambos muchachos podían hablar de mejor manera sobre lo que a Milo tanto le pesaba. Kanon accedió a hablar de su compromiso muy a su pesar, en realidad era algo que no quería recordar pero sentía que no podía negarle a Milo aquello, por eso con calma dio inicio a cada detalle de la visita que su familia dio a la residencia Inferno. 
Las interrogantes del heleno eran respondidas lo mejor posible por el de ojos verdes, enterándose de detalles importantes que por un lado lo tranquilizaban en cierta medida, pero hubo algo que provocó que los ojos de Milo se dilataran agrandados.
—¿¡Pero cómo se atrevió a besarte, Kanon!? —la voz escandalizada de Milo no pudo ser discreta ante la interrogante, Kanon por su parte se apresuró a silenciarlo con ademanes para que bajara la voz, no deseaba que Aspros supiera eso.
—Milo no hagas un escándalo —le pidió casi en susurro—, mis padres no lo saben, a ti y a Saga han sido los únicos a quienes se los he contado... —un suspiro pesado salió de su boca, y en sus pómulos el inevitable sonrojo de recordar ese beso.
Milo negó con un rostro de desaprobación y seriedad.
—Está bien pero no debiste permitir que el tipo te besara, es decir, era la primera vez que se veían —le regañó, Milo pensaba que el contacto precipitado de su amigo no había sido correcto.
—Lo sé... Pero no pude reaccionar, me bloqueé y no supe que tenía que hacer —las yemas de sus finas falanges acariciaba los lisos y tibios labios, mientras que la mirada triste huía de la severa de su amigo.
Milo suspiró tranquilizándose un poco, lo hecho estaba hecho y regañando a Kanon no iba a devolver el tiempo para que él evitara ser besado por Radamanthys.
—¿Qué te dijo Saga de eso?
—Que en algún momento debía hacerlo y era mejor que haya ocurrido con mi prometido... Milo yo no tengo los mismos anhelos de Saga sobre el primer beso con amor y todo eso pero... ¿Sabes? Ahora pienso que hubiese sido algo lindo si de otra manera fuera.
—¿Lo dices por qué te atrajo ese hombre? —una ceja de Milo se alzó. Kanon asintió.
—La verdad es que su porte me atrajo desde que lo vi, pero creo que yo a él no... 
—No lo creo, si aceptó desposarte es porque le tuviste que gustar también. Sino no tendría ningún sentido —analizaba.
—Podrías tener razón pero cuando estuvimos solos me lo dejó en claro —miró al otro afligido—, entre nosotros no existirá ningún sentimiento amoroso. La forma en que lo dijo fue muy segura, aún así me advirtió que nunca se me pasara por la mente engañarlo porque eso era algo que no iba a perdonarme.
—¡Y todavía te amenazó! —ahora sí Milo estaba indignado— ¡Pero quién diablos se cree qué es!
—Milo, es quien se ha comprometido conmigo para poder ayudar a mi familia. Si lo vemos bien el único que sale ganando en esto soy yo, porque nosotros somos quienes recibimos la ayuda de esa familia, nosotros no les estamos dando nada —le expresaba preocupado.
Pero sus palabras sólo parecían enojar más a su amigo.
—¿Es qué acaso tú te consideras nada, Kanon? —cuestionó con los ojos entrecerrados— No seas tan desconsiderado contigo mismo amigo, tú vales el doble de tu peso en oro, ¿me estás escuchando? Kanon en verdad eres demasiado para ese tipejo... —Milo le miró con tristeza, Kanon le veía sorprendido y sonrojado por esas palabras.
No pensaba que Milo lo considerara de ese modo pero pronto una suave sonrisa se formó en sus labios.
—Gracias por pensar eso de mí, Milo...
El nombrado no pudo con la ternura del gemelo y sin decirle nada, volvió a estrecharlo entre sus brazos. Parecía que esos hermanos no eran consientes de lo valioso que cada uno era, eso aumentaba su sencillez y humildad pero también sus complejos de inferioridad porque los tenían, en especial Kanon a quien con mayor frecuencia se le presentaban tristes episodios donde no se sentía lo suficiente para algo o para alguien. Detalle que sólo Milo y Saga conocían y por ello el muchacho Escorpio trataba de brindar su apoyo y aliento sin rechistar.
Para Aspros y Kanon la compañía y consejo de un buen amigo les minimizaba la carga que cada uno a su manera llevaba en el alma, era sin duda un valioso regalo contar con personas sinceras para escuchar y ser escuchado en momentos tan llenos de confusión como el que atravesaban. 
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En una zona marginada y medianamente peligrosa, se encontraba un pequeño apartamento de escaso mobiliario, y en su interior un hombre de cabellera rojiza y ojos verdes. De musculosa complexión con el torso desnudo, sentado a la mesa en una esquina de lo que sería una rústica habitación de cocina. El tipo bebía de una botella, un vano intento de licor con una expresión de desinterés en sus masculinas y atractivas facciones. El privado silencio era roto por el bullicio externo de gente discutiendo, o ebrios que gritaban a lo loco una que otra incoherencia. Suspiró dejando la botella a un lado, y sacando tabaco de su bolsillo se dispuso a encenderlo para fumar un poco. Total estaba solo, desconocía el por qué su compañero de cama no llegó a dormir por la noche.
Supuso que algún buen cliente tuvo que salir para que se ausentara privándolo de su propia sesión de sexo matutino, pero no se molestó en seguir pensando en ese asunto, y se concentró más en disfrutar de su parcial paz, al menos la que el momento a duras penas podía ofrecer en esa decadencia en la que vivían.
En esos pensamientos banales se encontraba sumergido el hombre cuando el sonido de la puerta principal abriéndose lo hizo voltear a la entrada de la habitación. Segundos después el azote rabioso de la misma puerta cerrándose le dijo sin palabras que algo malo le ocurrió al recién llegado.
Apagó el cigarrillo arrojándolo al suelo donde lo pisó destruyéndolo con el zapato. Se puso de pie de la silla que hasta ese momento ocupaba y se encaminó a recibir a su compañero y amante.
Al llegar a la corta distancia que los separaba, el de cabellos rojizos miraba sin expresión como el de ensortijados cabellos celestes se quitaba la camisa que llevaba puesta, cuando al fin pudo verle la cara, notó con la ceja derecha alzada que el rostro que siempre lucía hermoso y orgulloso, ahora estaba pálido, ojeroso y malhumorado. Ambos se vieron con profundidad y antes de que el oji-verde dijera algo, el de origen sueco expresó con voz ronca y fúrica.
—¡No se te ocurra hacer ningún comentario estúpido Dohko! No estoy de humor... —lo amenazó señalándolo.
Dohko alzó las manos.
—Tranquilo, eso se nota a kilómetros, tampoco soy tan idiota para joderte más de lo que ya vienes —se cruzó de brazos recargando la amplia espalda en la desgastada pared.
—¡Todo es culpa de ese maldito de Radamanthys! —exclamó con rabia y odio por igual.
Eran pasadas las dos de la tarde y apenas lo habían dejado libre de la delegación policial donde lo llevaron después del escándalo que le hizo al rubio Inferno. Afrodita estaba que se lo llevaban los mil demonios.
Dohko al escuchar el nombre de la supuesta "pareja" de su amante, negó y en tono serio exigió una respuesta.
—¿Ese tipo tuvo que ver en qué no vinieras anoche?
 —¡Sí! Me encontré a ese bastardo en las calles. ¡Salía de un bar cuando me le planté enfrente pero me trató como la vil mierda! —narró tomando un espejo de un mueble cercano para acto seguido, arrojarlo con fuerza al suelo de pura ira, destruyéndolo en el acto— No iba a dejar que me dijera lo que se le viniera en gana y le grité sus verdades pero la maldita gente llamó a la policía y el muy perro les dijo que yo estaba loco y era una puta amenaza pública. ¿¡Lo puedes creer, Dohko!? Me llevaron a la delegación y me tuvieron ahí toda la jodida noche. ¡No traigo ni un quinto porque a penas iba a empezar con lo mío! 
Afrodita se dejó caer en su desbaratado sillón cubriéndose la cara con sus manos. La furia contenida no lo dejaba estar en paz, la sangre le hervía al recordar los hechos de la noche anterior, tenía que vengarse de Radamanthys Inferno a como diera lugar.
—De casualidad no le preguntaste, ¿el por qué dejó de buscarte y darte esos lujitos que le agradecíamos echando un polvo en su nombre? —sonrió de lado, Afrodita lo miró rabioso.
—Me dijo que me vio follando... Maldita sea, quizás fue esa vez que la vieja bruja de la casera me dijo que un hombre vino preguntando por mí. ¡Ese puto día en que se te ocurrió hacerlo aquí en el suelo de la sala! —le arrojó un pequeño cojín al mayor.
—Vaya, creo que elegimos un mal día para ser indiscretos —se sobó la nuca pensando que ya no habrían regalitos caros.
—Ya mejor cállate y déjame solo, necesito pensar en una manera de desquitarme de ese mal parido, esto no se va a quedar así. ¡A mí nadie me humilla! —concluyó con decisión, estaba dispuesto a hacerle pagar a Radamanthys lo que le hubo hecho esa noche. No tendría piedad cuando ideara la manera de llevar a cabo su venganza, ya algo se le ocurriría, estaba seguro de eso.
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Las horas se fueron de prisa entre pláticas amenas, un paseo más y el poder disfrutar de un helado juntos. Aioros y Saga se sentían cómodos el uno con en otro. Para el menor se hubieron disipado muchos temores mal fundados pues pudo conocer más del castaño descubriendo que era muy diferente de lo que pensó en su percepción inicial. Ahora estaba más optimista ante la idea del matrimonio, confiaba en lo que Aioros le dijo de esperarlo hasta que se sintiera listo para poder ambos entragarse más allá de un beso. 
Aioros tenía muy presente lo que Milo le dijera sobre el tan añorado primer beso de Saga, por eso le hizo saber a éste que no lo presionaría y sería paciente al esperar a que se sintiera seguro de su amor y también que el mismo Saga lo amara. 
El gemelo le agradeció con la mayor sinceridad todo eso y prometió hacer su mejor esfuerzo para que todo pudiera funcionar. 
Iban a dar las cuatro de la tarde cuando Aioros consideró que aunque no deseara alejarse de su ángel, era hora de llevarlo de nuevo a su hogar. Fueron en busca de Sorrento el joven cochero a quien encontraron leyendo un libro cerca de unos árboles. Al verlos el peli-lila los saludó y se dispuso a ir a su lugar para llevar a la pareja a la residencia Géminis.
Saga fue ayudado por el castaño a subir al coche, para el menor era un poco complicado por unas cuantas cosas que el mayor le compró muy en contra de sus peticiones para que no lo hiciera. Pero obviamente Aioros lo ignoró y le compró muchos regalos entre ellos un par de libros que atraparon al hermoso gemelo desde el escaparate de la librería. Su interés por los ejemplares literarios fue disimulado pero con todo y eso Aioros se dio cuenta y sin decirle nada lo llevó a la tienda donde pidió dos de lo libros que eran mostrados. Con una sonrisa de felicidad le tendió a Saga los libros.
Éste se negó lo más cordialmente que pudo pero al final Aioros lo sacó del sitió de forma juguetona restándole importancia, dejándolo sin la opción de regresarlos. Para Saga no era gratificante que Aioros gastara tanto por él y ahí ahora en el coche aprovecharía para dejárselo claro.
—Joven Aioros hay algo que me gustaría decirle —empezó con suavidad, no deseaba hacer sentir mal a Aioros pero sentía que era necesario dejarle en claro que él no necesitaba ser llenado de lujos y regalos costosos.
—Dígame, Saga —Aioros le veía con adoración, algo que lo convencía de ser sincero con él.
—Verá quiero serle sincero, hoy he pasado una tarde muy agradable a su lado. No le mentiré, anoche que papá me dijo que saldría hoy con usted me sentí triste... —bajó la mirada apenado por algunos segundos, pronto volvió a subirla posándola en los ojos del mayor—, tuve miedo de que usted fuera a querer propasarse conmigo o a obligarme a hacer cosas... —suspiró pesado dejando de hablar.
Aioros escuchó esto último y un dolor se hizo presente en su pecho al conocer lo que su ángel llegó a pensar. Comprendía que fue su culpa por su falta de tacto cuando se conocieron, era normal que Saga pensara que querría someterlo siendo que esa noche dejó salir mucha de su propia tensión con él.
De cierta manera le alegraba que el joven fuera sincero en esos momentos porque ahora era consiente de las actitudes que y no debía tomar para con su trato a Saga.
—Saga, yo quiero disculparme con usted por mi actitud descarada la noche en que nos presentaron. Yo realmente no es que quiera ser de ese modo porque sí, es sólo que trato de protegerme. Quería estar seguro de que usted pudiera despertar en mí algo que hace mucho creí muerto, y lo hizo y cuando me di cuenta me sentí como un estúpido por haberlo incomodado con esa actitud sinvergüenza. Yo nunca lo lastimaría, ni mucho menos lo obligaría a hacer mi voluntad... —expresaba sujetando las pequeñas manos delicadamente— Lo que tenga que pasar va a pasar porque ambos lo queremos así, y como se lo dije antes yo lo esperaré lo que usted quiera.
A Saga le brillaban los ojos al saber todo eso, ahora estaba más que seguro que Aioros Sagittarius era un auténtico caballero y era quien haría nacer en él un inmenso amor. Ahora Saga deseaba casarse con ese hombre y poder llegar a amarlo con todo su corazón.
—Gracias, muchas gracias por decirme esto joven Aioros —podía sentir como en sus ojos se formaban lágrimas de gratitud y alegría, nunca creyó haberse equivocado tanto con el castaño que ahora besaba sus manos.
—Por favor Saga,  llámeme simplemente Aioros —le sonrió para luego soltar las manos ajenas y retirar una lágrima de la mejilla de Saga con infinita suavidad.
—Está bien, gracias... Aioros —le sonrió de vuelta, pero tomando aire decidió que tenía que decir lo que desde un inicio deseaba— Yo... Yo deseo que sepa que pienso ahora que puedo ser muy dichoso a su lado, de igual manera yo daré lo mejor de mí para que también usted lo sea conmigo. Pero por favor créame cuando le digo que yo no necesito joyas ni lujos para amarlo o sentirme amado.
Ahora eran las claras manos de Saga las que se aferraban a las bronceadas de Aioros. Se miraban fijo a los ojos, notando en ellos la sinceridad de las palabras y en la piel la honestidad de las sensaciones. Mas Aioros se mostró confundido.
—Pero Saga, yo quiero darle todo lo que usted se merece —expresó acongojado.
—No sé que es lo que realmente merezco, pero sé que lo único que quiero es la bondad de sus sentimientos Aioros, sus palabras y acciones serán para mí más valiosos que cualquier joya o detalle. Por favor si en verdad dice amarme, demuéstremelo con un tierno buenos días, un abrazo cálido antes de dormir, con su paciencia y dulzura, con eso yo me sentiré agradecido. No busque ser amado por su dinero ni lo que es capaz de dar en lo material o monetario. Haga que lo ame por su corazón y sus sentimientos que son lo verdaderamente valioso.
La mano izquierda más pequeña acarició con dulzura la mejilla derecha del impresionado castaño.
Aioros recordaba su relación pasada, un fallido y doloroso intento de ser feliz con alguien que no lo amaba por lo que sentía y que sólo buscaba su dinero y posición. Después del evento ocurrido con Saori, Aioros llegó a la conclusión de que nadie nunca lo querría por su corazón, las personas veían nada más lo que poseía por ser quien era y lo que con eso podían obtener. La idea de que el "amor" podía ser comprado con regalos costosos fue tomando mayor fuerza en su mente a través del tiempo y eso es a lo que se dedicó, por eso la necesidad de darle a Saga cosas que el menor no necesitaba en realidad. 
A pesar de que Saga y Kanon fueron criados bajo estrictos modales y comportamientos modelos para jóvenes de su época, eran chicos austeros y humildes que aunque ahora no tuvieran ninguna riqueza material, comprendían que la verdadera felicidad no estaba en las muchas cuentas bancarias que se pudieran tener, sino en afrontar las cosas de buena manera y colaborar en lo que más se pudiera. Algunos segundos después Aioros pareció comprender y aceptar lo que Saga le pedía. No cabía duda en que ese hermoso doncel era lo que en su vida hacía falta, la bondad y pureza de un alma cuya blancura no se hallaba manchada de codicia ni malos sentimientos. Era afortunado de poder desposar a un auténtico ángel, cumpliría con lo que el menor pedía, lo haría amarlo por lo que sentía y no por lo que pudiera darle.
Pero ambos estaban decididos a entregarse y amarse como tanto hubieron deseado, lo darían todo para que así fuera y pudieran ser felices. 
Ese tiempo de sinceridad fue justo para volver a la residencia Géminis. Sorrento detuvo con suavidad el coche y así como antes Aioros salió primero y cargó a Saga para bajarlo de un modo seguro, llevándolo sin desear dejarlo, a la entrada de su hogar.
Al estar frente a la puerta, se despidieron antes de tocar.
—Muchas gracias por todo, Aioros. Me alegra haber salido con usted hoy y conocerlo realmente —sonrió Saga con tal sinceridad que Aioros sintió las mejillas tibias al ser digno de ese hermoso gesto de su príncipe.
—Gracias a usted por permitirme estar a su lado, Saga. Me ha hecho muy feliz con su dulce compañía.
Aioros en un último gesto, tomó la mano derecha del de cabellera azul para besarla y poder sentir de paso ese suave tacto cálido que sin duda lo llevaría a soñar maravillas esa noche.
Saga con un leve sonrojo en sus pómulos, asintió elegantemente con su cabeza. Cuando su mano fue liberada con calma, sintió la enorme necesidad se dar a Aioros una muestra de sus nuevos sentimientos por él. Por eso y sin que el griego mayor se lo esperara, Saga se estiró un poco para depositar un cariñoso beso en la mejilla derecha de su prometido, un contacto bastante cerca de la comisura de los labios carnosos de los que Aioros era dueño. 
Saga se alejó lento con una sonrisa avergonzada por su acción, Aioros por su parte se había quedado estupefacto. Era la caricia más bella que había recibido en mucho tiempo desde que sus heridas fueron sanadas. La dicha y la felicidad brillaron en sus orbes, desembocando en una sonrisa pura de alegría.
Paradox que minutos antes había escuchado un coche detenerse frente a su hogar, se extrañó al no escuchar ruido alguno después, así que un poco temerosa se acercó a una de las ventanas cerca de la puerta donde oculta por las cortinas pudo ser testigo del gesto inocente de su hijo mayor para con el gallardo castaño que parecía embobado luego de ser besado en la mejilla. La hermosa dama no pudo evitar impresionarse para luego sonreír alegremente al notar que Saga había decidido abrirse con Aioros.
Eso significaba para ella que la cita salió bien y que los dos jóvenes se conectaron de buen modo.
Afuera por otro lado los muchachos se decidieron a tocar al fin la puerta. Paradox dentro se sobresaltó un poco y separándose de la ventana donde espiaba, comenzó a acomodarse el vestido y el cabello para fingir sorpresa al abrir la puerta.
—¡Oh vaya, ya han regresado! —dijo ella aparentando sorpresa cuando abrió viendo a la pareja bastante junta. 
—Buenas tardes, mi lady. Tal como se los prometí a usted y a su esposo, aquí he traído a su hijo sano y salvo —sonrió inclinándose frente a una sonriente Paradox.
—Me alegra mucho que ambos hayan vuelto con bien. Le agradezco mucho que haya cuidado de Saga, joven Aioros —asintió con elegancia sin retirar su sonrisa—. Mi esposo y mi hijo menor se encuentran afuera por el momento, gustaría pasar a tomar un café? —indagó alegre recibiendo a Saga en sus maternales brazos.
—Agradezco mucho su invitación mi lady, pero no deseo importunarlos. Además deseo poder arreglar algunas cosas ya que nuestra unión será mañana —vio a Saga risueño, el joven también le sonrió.
—Oh es una lástima, pero usted tiene razón, mañana es ya la firma del acta... —Paradox no pudo ocultar su tristeza aunque su sonrisa no se borró del todo.
—Haré muy feliz a Saga mi lady, se lo prometo.
Aioros besó el dorso de la mano derecha de la dama, en eso llegó Sorrento con los paquetes de Saga, éste y su madre se hicieron a un lado para que el joven cochero entrara a la sala y los acomodara ahí. Cuando salió hizo una referencia para dirigirse de nuevo al coche.
—Entonces nos veremos mañana —dijo el castaño empezando a retirarse.
—Por supuesto que sí, joven. Muchas gracias de nuevo por todo —se despidió la fémina de forma elegante.
—Hasta mañana, Aioros, gracias por el día que me ha dedicado —le siguió Saga con una sonrisa cariñosa en sus bonitos labios.
—Gracias a usted Saga, ya deseo que sea mañana.
Los tres se despidieron con diversidad de emociones en sus corazones; alegría, nostalgia, esperanza... Madre e hijo vieron partir el coche, cuando se hubo perdido en el camino, Paradox escuchó a Saga suspirar con profundidad.
—¿Cómo te sentiste en compañía del joven Aioros, mi niño? —le preguntaba al mismo tiempo en que entraban a la casa y ella cerraba la puerta.
Saga meditó por algunos segundos antes de responderle a su madre.
—Creo que me apresuré a juzgarlo mamá... Me hizo sentir querido, comprendido... Me prometió que no me presionaría para nada y que esperaría a que yo me sintiera listo para lo que tendría que pasar.
Lo dicho por Saga dejó bastante contenta a Paradox, le alegran mucho que Aioros se haya comprometido a esperar y respetar a su hijo, sólo esperaba que así pudiera ocurrir con Kanon, no pudo tratar con Radamanthys como con Aioros, y eso era algo que la mantenía en angustia, desconocía por completo la forma de actuar y pensar de ese joven de serio semblante. Pediría a Zeus por el bienestar de su pequeño Kanon una vez que partiera a la región vecina en seis días.
Pensaba Paradox distraídamente pero un pequeño resplandor le llamó la atención, al buscar en la sala lo que podría ser eso, vio a Saga mirando un libro que sacara de uno de los muchos paquetes que dejó el cochero. Al verlo con atención, noto que en el dedo anular de su mano izquierda brillaba algo con bastante notoriedad. 
La dama se acercó al menor con paso calmo.
—Mi amor, ¿puedo ver tu mano? —interrogó con suavidad, Saga parpadeó algo confundido, la realidad era que no recordaba el anillo en su dedo.
—Oh... Claro mamá.
Extendió su mano a la mujer quien la tomó entre las propias. Al ver el ostentoso anillo en ese fino dedo, los ojos de largas pestañas rizadas se agrandaron.
—Mi niño, ¿de dónde ha salido este anillo? —quiso saber un tanto preocupada, notaba que era una joya fina y poco común por sus componentes y estructura.
Saga suspiró antes de comenzar a contarle a su madre todo lo que pasó con Aioros en aquella hermosa joyería. Paradox escuchaba detalle a detalle, riendo en algunas partes, negando en otras tantas. Al final comprendió que ese era el anillo de matrimonio que Aioros le había regalado a Saga.
—Está bien cariño, supongo que el joven Aioros comprenderá a tu lado que un amor de verdad no se compra, ni se vende.
Paradox con una sonrisa cariñosa besó la frente de Saga.
—Mamá, ¿a dónde fueron Kanon y papá? —deseaba ver a su gemelo, pero recordó que la dama dijo que él y Aspros habían salido.
—Fueron a visitar a Kardia y Milo, tu hermano estaba triste por tu ausencia y me preocupó que se llegara a deprimir, por eso le pedí a tu padre que lo llevara para que pudiera compartir con el pequeño Milo.
—Ya veo... 
Saga no se había detenido a pensar en su gemelo, ahora que Paradox le decía aquello un sentimiento de culpa se alojó en su pecho al imaginar la tristeza que Kanon iba a experimentar cuando se fuera con Aioros. Ahora pensaba que no deseaba irse dejando solo al menor porque a él también le haría una enorme falta, una que no podría superar estando tan lejos de su hogar y de la gente que amaba.
Suspiró deseando más que nunca que Kanon llegara para poder abrazarlo y no separársele en lo que restara de ese día.
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La noche había caído con una cascada de luceros formando constelaciones lejanas en su negro lienzo. Aspros y Kanon habían llegado hace poco a casa, no habían terminado de entrar cuando Saga prácticamente se le fue encima a Kanon, abrazándolo efusivo, el gemelo menor respondió al gesto de su hermano con una sonrisa, y acariciando la melena ajena. 
Saga ayudó a su igual a ponerse de pie y sin esperar lo haló a su habitación. Kanon pensaba que ese actuar estaba resultando muy frecuente en los encuentros con sus seres queridos, aún así no dijo nada y se dejó ser arrastrado por la ola Saga.
El matrimonio se abrazó y se acomodaron para conversar. Pronto la cena estaría lista pero antes querían ponerse al tanto de lo que iba a ocurrir al día siguiente.
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En la residencia Inferno la cena estaba siendo servida por los empleados, ya los señores y el hijo menor estaban a la mesa, pero aún faltaban Minos y Radamanthys. Para su alivio el primero en aparecer fue el rubio, con rostro imperturbable, a los minutos Minos hizo acto de presencia ocupando su lugar a la derecha de Aiacos a quien por cierto los mayores ya habían puesto al tanto de lo ocurrido en la mañana con sus hermanos mayores.
Los platillos estaban predispuestos ya frente a ellos. Pero Hades pensó que era un buen momento para dar a conocer su decisión sobre el conflicto de la mañana.
—Sé muy bien lo que ustedes dos están esperando, Minos y Radamanthys —comenzó entrelazando los dedos de ambas manos a la altura de su boca—. Minos hijo, para ti viene algo muy especial pero deberás ser paciente y actuar con madurez pues tendrás mucho que enmendar —le dijo al confundido peli-plata, Pandora asintió con una leve sonrisa—. Radamanthys no me decepciones, confiaré en ti y permitiré que desposes a Kanon Géminis —concluyó firme, Minos se cruzó de brazos y volteó el rostro a otro lado, molesto ante la resolución de su padre. Radamanthys por su parte asintió sin expresión en su estoico rostro.
—Gracias padre, te prometo que no te voy a fallar —le dijo el rubio con seriedad.
—A mí no me lo prometas, cúmplelo a Kanon y todo estará bien.
Sin agregar nada más la familia comenzó a cenar. Los días empezaban a correr y dentro de poco los de cabellos azules llegarían de nuevo pero esta vez, dejando a Kanon como nuevo integrante de su núcleo.
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