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Bajo el perdón de Dios por Anndiee

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Akihito colocaba en orden de tamaño algunas botellas de alcohol, jabón yodado, guantes, solución salina y algunas algodoneras.

El director de la prisión le designo un pequeño consultorio el cual solo contaba con dos mesas y tres sillas.

-Al menos no ignoro mi petición. Susurro el joven médico algo molesto al notar lo sucio que estaba el lugar.

En esos instantes, la puerta del consultorio es abierta de manera brusca. –Cumplí con una parte del trato, espero que usted haga lo mismo. Exclama el ruso acercándose a Akihito.

-Lo hare... ¿Quién será el primero que atienda?

-A un miserable anciano alemán...nazi. Yuri pronuncia la última palabra con un acento sarcástico, acompañada de una sonrisa malévola. -¿Lo va atender?

-¡Si! tráigalo.

-Después de él, cura a los luchadores que pelearon hoy. El director sale de allí regalándole una medio sonrisa a Akihito.

Pasaron varios minutos cuando al consultorio ingresan dos personas cargando a un viejo hombre, el cual se veía muy mal.

-Colóquenlo encima de las mesas. Akihito solo se concentraba en colocarse los guantes y un tapabocas. -¿Qué es lo que tiene?

-Respira con dificultad y cuando tose escupe sangre. Responde el más joven de los hombres.

-Está bien. En esos instantes, Akihito nota que uno de los hombres era uno de los luchadores que había visto pelear. –Déjenme a solas con él. El rubio ignora a ambos hombres y procede a auscultar* al viejo.

Asami solo sale en silencio, Ranmaru camina detrás de él. –Que amable es. Exclama el más joven con una expresión de enojo.

-¿Habla inglés? Pregunta el medico mientras lo seguía revisando.

-Si... ¿Qué tengo?

-Escucho silbidos... ¿fiebre?

-Ocasional

-Puede ser muchas cosas, neumonía, tuberculosis o cáncer. Akihito le explicaba una manera tranquila y amable al anciano. –Fue soldado nazi ¿cierto?

-¡Si! era uno de los encargados de las cámaras de gas. El anciano evito mirar el rostro del rubio, sentía vergüenza

-Le pondré suero para que se hidrate un poco, es lo único que puedo hacer. Akihito procedía a organizar el equipo de venopunción*.

-¿No podría colocarme un medicamento que acabe con mi miserable vida?

-Yo estudie para salvar vidas, no para acabarlas.

El anciano solo suspira profundo, mientras sentía como Akihito realizaba todo aquel procedimiento.

****-****-****-****

-¡Hey!.. Akihito miraba a Asami al abrir la puerta del consultorio. –Sigue usted, pase.

-Yo estoy bien. Asami solo se recuesta en la pared, cruzándose de brazos.

-¡Pase! No quiero tener problemas con ese hombre. El rubio abría aún más la puerta. –Y supondré que usted tampoco.

Asami suelta sus brazos y camina hacia el consultorio. Akihito le indica que siente en una de las sillas.

-¿Cómo se encuentra el viejo?

En esos instantes, el rubio curaba la herida de la frente del mayor con una mota de algodón y alcohol. –No creo que pase de este año.

-Oye eso arde. Asami se alejó por inercia.

-No se suponía que estaba bien... le toca resistir. Akihito seguía curando las heridas de Asami.

-Colóquese de pie y suba su camisa. Exclama el medico quitándose sus guantes.

-¿Como?

-¡Señor! No me gusta repetir las cosas dos veces. Responde el medico mientras destapa una venda elástica.

Asami solo suspira mientras se subía su desgastada camisa.

-Es evidente que tiene algunas costillas fracturadas. Akihito envolvía con cuidado. –Lo ideal es que deje de luchas por un par de semanas.

-No puedo hacer...unhg... eso. Asami sintió un fuerte apretón.

-Ese ya no es mi problema, es decisión suya si quiere acatar la sugerencia. El rubio se alejaba del mayor. –Dígale a su compañero que puede pasar.

Asami solo sale de allí en silencio regalando una fría mirada al médico, la cual fue correspondida de la misma manera.

****-****-****-****

Akihito regresaba a su cuarto sintiendo su cuerpo muy pesado. Era evidente que el ambiente de ese lugar era cargante y agotador; pero debía de resistir, ya que sentía que un deber antes de morir, era satisfacer esa gran curiosidad que nació desde que tenía 12 años.

Cuando estuvo a punto de llegar a su alcoba, se encontró con un rostro que aún no conocía.

-Buenas noches...mucho gusto mi nombre es Alberto Valentino. Aquel hombre guapo le estiraba su mano.

-¡Oh! El sacerdote... igualmente, el mío es Takaba Akihito. El rubio recibió el saludo.

-Es agradable saber que hay alguien externo y diferente a un guardia de seguridad, lo invito a mi pequeña alcoba, le daré algo de café que hice en la pequeña capilla.

Akihito acepto la invitación de Alberto, ingresa a la habitación y se sienta en la pequeña cama. –Las noches son muy frías en este lugar.

-¡Si! pero esos pobres presos sienten el frio de manera doble, ellos no disponen de cobijas y duermen en camas de concreto. El italiano servía el café.

-¿Pobres presos? La voz de Akihito sonaba de manera burlona.

-¡Si! Alberto responde de manera tranquila mientras le entrega una pequeña taza al médico. –Aquí habitan personas inocentes o personas que fueron orilladas a cometer atrocidades.

-No... aquí habitan personas que disfrutan el sufrimiento ajeno, por algo lo llaman el infierno en la tierra, porque según la biblia, los que van a ese lugar son personas malas.

-La biblia... dice muchas cosas

Akihito se sorprendió un poco por el tono y la respuesta del sacerdote.

-Doctor Akihito ¿Por qué lo enviaron aquí? ¿Lo castigaron?

-¿Acaso usted fue enviado por castigo del vaticano?

Alberto solo sonríe ante la pregunta de Akihito. –Espero que nos llevemos bien.

-Yo también lo espero... este lugar no tiene un ambiente muy agradable. Akihito se levanta de la cama. –Gracias por el café.

Alberto sonríe tristemente al sentir que Akihito se había marchado del lugar. –Tan joven y ya está lleno de amargura.

-¿Inocentes en este lugar? Que estupidez. Akihito se recostó en su cama mientras cerraba sus ojos.

Mientras que Asami no podía sacarse de la cabeza la fría mirada del joven médico. -¿Qué le abra ocurrido que hizo que sus ojos no tengan luz?

Continuara...

 


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