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:Corazón Resiliente: por DionSan_95

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Notas del capitulo:

Capítulo 28 finalmente con nosotros

Capítulo 28: El Legado Rengoku

 

 

- lo siento tanto Rengoku-kun – Murata no podía dejar de disculparse, mientras era ayudado a sentarse en el pórtico de la casa.

 

No cabía ya en tanta vergüenza.

 

- no se preocupe, lo importante es tratar ese esguince – afortunadamente Senjuro era alguien sumamente amable que no le importaba ayudar si era necesario y en definitiva Murata necesitaba mucha ayuda – después de todo mi casa es la más cercana al mercado central… aquí puedo poner una venda a ese esguince mientras esperamos a que vengan por ustedes –

 

El beta estaba totalmente conmovido.

 

Para nadie era un secreto la horrible personalidad de Shinjuro Rengoku, conocido por ser en muchas ocasiones sumamente radical y déspota. Por eso resulto una grata sorpresa que su hijo menor tan dulce y considerado.

 

- aun así… lamento todo lo que paso, el carrito de patatas que tuvo que pagar… y los demás puestos que esos dos dañaron, toda la mercancía que se perdió y que usted pago – los ojos de Murata se aguaron. Dios, iba a perder su empleo si le decía a Urokodaki-san todo lo que le debían a los Rengoku. Y si no lo hacía de seguro tendría que trabajar después de muerto para pagarle de vuelta.

 

- no se preocupe por el dinero, no fue tan caro como parece – Senjuro venia de una prestigiosa familia de Pilares y el dinero nunca había sido un problema para él – descuide, jamás sería capaz de cobrarle favores a Urokodaki-san o a Giyuu-san… – el omega se sonrojo levemente al pronunciar el nombre del Pilar del agua – ¿Cómo… como se encuentra él? –

 

Pero Murata no le prestó atención, ese par iban a hacer de nuevo de las suyas.   

 

- ¡oigan ustedes dos bájense de allí! – el pobre hombre veía a ese par tratando de trepar a un frondoso árbol, no sabía cuándo, pero Kentaro se montó en los hombros de Kenjiro para ver si podían escalar más rápido, ignorando al mayor completamente. Murata termino suspirando, solo esperaba que usaran esa inteligencia para el bien – esos dos me van a matar de los nervios uno de estos días –

 

Senjuro ríe…

 

- son solo niños… será mejor que no se estrese -

 

- tienes razón, ellos huelen el miedo – dijo convencido, aunque Senjuro definitivamente no se refería a eso.

 

-  me recuerdan a mi hermano mayor –

 

- ¿a Rengoku-sama? – Murata bufa, bastante incrédulo, para quedarse viendo al par de traviesos a la distancia. Pero si lo pensaba detenidamente… ellos eran hiperactivos, sorpresivamente ingeniosos, escurridizos… ¿se le podían atribuir aquellas cualidades a Rengoku-san?, el beta no conocía al Pilar más allá de lo que decían de él, pero quizás... ¿Cómo es que no lo había notado antes?, brillantes cabelleras, las cejas pobladas de Kentaro, los ojos dorados de Kenjiro – aunque físicamente… -

 

- no realmente – comenta el menor – más bien su personalidad explosiva y sus ánimos que no se desganan con nada… creen fervientemente que van a conseguir lo que sea si no se rinden, como las patatas... o los duraznos del árbol de papá –

 

El beta ve que es cierto, Kenjiro se cae, pero ni siquiera se queja cuando se para para seguir el paso de su hermano… le parece divertido y tierno, al menos hasta que analiza mejor las palabras de Senjuro.

 

El beta se pone pálido… ¿acaso había dicho que eran los durazno de su padre?

 

Al parecer si era cierto que moriría ese día.

 

 

-.-

 

 

- creí que te quedarías toda la vida lloriqueando en el hospital – Shinjuro gruñe, aquella definitivamente no era una cálida bienvenida – después de todo perdiste un brazo y tus capacidades de combate se redujeron a la mitad, dudo que te dejen regresar a ser Pilar tan pronto –

 

- ya hable con el patrón sobre eso… y seguiré siendo un Pilar en todo el sentido de la palabra… – Kyojuro tampoco se encontraba de buen humor – no hables como si estuviera muerto -

 

- no lo estas, pero casi lo logras – Shinjuro sonríe al ver la cara de inconformidad del menor – yo cumplí mi palabra – tira una serie de pergaminos sobre el escritorio. Shinjuro era un viejo amargado y alcohólico pero jamás un mentiroso, sin embargo antes que el menor pudiera tomarlos el mayor lo detiene – ¿cumplirás con la tuya? –

 

Kyojuro era un alfa sumamente orgulloso, pero ver que su padre había cumplido con todo lo que pidió, los papeles que ayudarían a que Shinobu consiguiera una segunda audiencia para el caso del joven Kamado, los testigos, las conexiones… incluso que el pudiera regresar a su casa antes era obra de él.

 

No le agradaba para nada la idea, pero Kyojuro también era un hombre de palabra.

 

- me comprometeré… y heredare el apellido Rengoku – murmura a regañadientes.

 

Shinjuro miro con sus ojos dorados a su hijo, se veía más fuerte y maduro desde la última vez que lo vio. Ya no era un simple niño gritón, algo había ocurrido. Hasta un padre distante como él podía ver los cambios que causaba la madures de un alfa… cambios que no podían venir de la nada. 

 

  

- YA BAJENSE DE ALLI –

 

Cualquier pregunta fue detenida por ese chillido.

 

Haciendo que el dueño de la casa se levantara con nada de buenos ánimos a mandar a bolar al nefasto ser que se atrevía a irrumpir en su propiedad con esa voz chillona y molesta.

 

Kyojuro suspiro, tomándose su tiempo y resignándose a seguir a su padre para que no matara a nadie en el proceso.

 

 

En esa casa solo existía una cosa que Shinjuro no maltrataba ni insultaba y ese era el duraznero de Ruka. Su esposa enseño a sus hijos a cuidarlo y amarlo antes de su partida, era lo único que le quedaba de ella. Apreciaba tanto ese árbol que ni siquiera dejaba que los sirvientes o Senjuro lo regaran, él lo hacía por sus propias manos…

 

Justamente por eso una vena salió de su frente mientras veía a un par de niños lanzando piedras para tratar de que los duraznos caigan. Llevado más por la furia fue tras ellos, no iba a dejar que maltrataran lo único que le quedaba de su esposa.

 

Ni Murata, ni Senjuro previnieron el peligro hasta que ya era demasiado tarde.

 

Kentaro logro tirar uno y emocionado se fue tras él, cuando una sombra lo hizo ver el rostro de un hombre viejo y molesto. Las feromonas se expandieron, dejando en claro su molestia, algo que advertiría a cualquier alfa del peligro sin importar su edad.

 

Pero ninguno de los dos sintió miedo, solo curiosidad, sin siquiera pensar que estuvieran haciendo algo malo.

 

El alfa finalmente se detuvo justo al frente de aquel infante, observando un par de ojos rojos brillantes… como los de Ruka.

        

Los gemelos tenían el mismo cabello que sus hijos, aunque bastante corto. Uno de ellos tenía cejas finas y negras y unos ojos dorados parecidos a los de cualquier Rengoku… el otro tiene cejas gruesas y los ojos de su esposa.

 

Kentaro era el mayor de los gemelos y por lo tanto el más denso de todos los niños Kamado. Con curiosidad se acercó al hombre, sujetando uno de los duraznos entre sus manos, para terminar ofreciéndoselo a Shinjuro con una sonrisa de oreja a oreja.

 

Su mente se detuvo tan solo un segundo, viendo esa sonrisa sincera en su rostro, sin maldad, sin malicia…

 

- lo estás haciendo mal – le dijo finalmente después de que pudo comprenderlo todo – esos ni siquiera han madurado, saben horrible - arrugo el entrecejo, pero termino sujetando al pequeño Kentaro para subirlo sobre sus hombros – ahora si podrás alcanzar los maduros, esos saben mejor – Kentaro rio a carcajadas mientras sujetaba tantos duraznos como cupieran en sus manos. - ¡oye!... ¡no los dejes caer encima de mí! –

 

- ¡gracias!… -

 

Aquella escena termino siendo bastante inusual…      

 

Senjuro y Murata respiraron profundo una vez que las feromonas y la actitud de aquel alfa se terminaron por enfriar.

 

Senjuro se acercó a su padre, bastante crédulo la verdad. El huraño y déspota padre que siempre conoció, ahora estaba ayudando a esos niños a agarrar duraznos.

 

- ¿padre? –

 

- ¿Qué rayos haces allí parado como idiota Senjuro?... ayuda al otro a agarrar más -

 

El menor parpadea un par de veces confundido, para terminar haciendo caso.

 

Ni siquiera parecía ser real.

 

Murata estuvo temiendo lo peor, solo después de unos largos minutos al ver que los niños la estaban pasando bien pudo tranquilizarse. Entre el susto no noto a cierta personita, hasta que siente como le jalan la manga de su vestimenta, mirando a los ojos dorados de quien solía hacer travesuras sin pensarlo dos veces. Kenjiro había tomado los duraznos que su hermano mayor recogió y ahora se las ofrecía al beta entre una expresión algo apenada… algo nunca antes visto por Murata.

 

- lo siento… Patata – aquella carita se veía arrepentida de sus acciones – no quediamos lastimadte – su lengua enredada y sus palabras sinceras se enterraron en el corazón del beta  

 

Murata sonríe enternecido aceptando el obsequio, esos niños se habían metido al beta en el bolsillo. Hasta casi se le olvida que estuvieron a punto de matarlo con un carrito de patatas…

 

Y todo aquello era observado por el Pilar.

 

Kyojuro no habla, no se mueve, no puede… no podía reaccionar a la escena que estaba viendo en ese momento. El solo siguió a su padre para asegurarse de que no cometiera una estupidez por su mal humor… en cambio allí estaban, su padre y su hermano, ayudando a un pequeño niño a quedarse con los duraznos de su madre.

 

Aún seguía incrédulo cuando sus ojos captaron a otro infante acercarse hasta él, con pequeños pasos curiosos y nada tímidos. Muy pequeño, alegre y efusivo que llevaba más fruta en sus brazos de la que podía cargar, aunque parecía no importarle ya que llevaba una sonrisa dulce… esa sonrisa dulce y amable que le recordaba a cierto pelirrojo.

 

- ¿te sientes bien? – Pregunto algo preocupado, los vendajes y la falta de uno de sus brazos parecía ser algo serio.

 

- ¿eh?... si claro – apenas dijo.

 

- Toma – le ofrece una fruta - papá dice que comed hace sentid mejo –

 

El alfa se agacha al nivel del niño, aceptando el regalo.

 

- gracias – sabía que el niño solo quería ser amable. Pero Kyojuro lo sentía en sus huesos, haciendo que sus instintos lo empujaran a acercarse al menor - tu papá debe ser alguien muy bueno –

 

Nada de esto podía ser una coincidencia.

 

- ¿papá? – Kyojuro había captado su atención – ¡papá es mejo!… -

 

- ya veo… debes quererlo mucho…- A Rengoku no tenía pruebas, pero tampoco tenía dudas.

 

No pudo evitar sonreír de oreja a oreja.

 

Los sentimientos de Rengoku comenzaron a llenar su garganta, haciendo que temblara de la emoción. Había encontrado al joven Kamado y ahora esto… parecía demasiado bueno para ser verdad.

 

Pero esos niños estaban allí frente a sus ojos, reían y corrían de un lado a otro como cualquier otro niño… eso no estaba pasando en su cabeza, eso era muy real… y ese viejo lo había entendido mucho más rápido que él.

 

- Ken… Kenjiro… ¿no es así? – Así lo había llamado el beta – dime… dime más sobre tu papá… ¿sí? – Pide amablemente mientras que se sienta al lado de esos dos – quiero saber sobre él –

 

Murata le mira, algo dudoso, normalmente dejaría ser a ese mocoso con tal de que se quedara quieto. Tal vez era un paranoico y solo fuera idea suya, pero sentía que debían irse ya.

 

- Kenjiro… no agobies a Rengoku-sama – se inclina frente a la presencia del Pilar por respeto, Murata conocía su lugar – lamento su atrevimiento, aun esta pequeño – sujeta al menor entre sus brazos apartándolo un poco del alfa.

 

Desde el momento en que Kyojuro lo vio sus instintos alfas se activaron, esparciendo feromonas territoriales en el ambiente, eran ligeras y los betas no podían notarlo. Pero Murata sirvió toda su vida a amos como Rengoku-sama y se daba cuenta de cuando ellos eran territoriales.

 

Kyojuro iba a reclamar al beta por su atrevimiento… cuando unas feromonas amenazantes cruzaron el umbral de su casa.  

 

- ¡Tomioka-san! – Los ojos del menor de los gemelos se iluminaron al instante.

 

Tomioka Giyuu se encontraba en la entrada de la casa de Rengoku Kyojuro.

 

  

 

Continuara…

Notas finales:

Esta vez no pondré fecha porque en realidad no sé cuándo actualizare, pero espero que vean el siguiente.


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