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130. Corazón de Oro (23) por dayanstyle

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—He recopilado una lista. —Niel entró en la oficina de Jongin, con un pedazo de papel en su mano enguantada de látex.

—¿Una lista?

—De personas con antecedentes cuestionables. —Puso el papel en el escritorio de Jongin, y éste lo recogió y le echó un vistazo, arqueando una ceja.

—Mi hermano ni siquiera vive en Villa Kim.

—Todavía no confío en él. —Niel olfateó el aire antes de salir de la oficina.

Jongin sonrió. quería con locura a Niel. El tipo era tan extraño como el día que se conocieron, pero eso era parte del encanto de Niel. Eso y esos malditos guantes de látex.

Levantó el teléfono de su escritorio y marcó el número de Chanyeol. —

Niel tiene una lista que necesito se verifique —dijo cuando Chanyeol respondió—. Hay algunos nombres aquí que conozco, pero los otros no.

—Estaré allí en… —Chanyeol entró en la oficina.

Jongin entrecerró los ojos mientras colgaba. —Podrías haber dicho que estabas justo afuera de mi puerta.

Chanyeol guardó el teléfono en su bolsillo. —Me habría tomado demasiado tiempo decir eso. —Tomó el papel que Jongin le tendió y lo miró por encima—. ¿Niel puso realmente el nombre de Young Jae aquí?

—Olvídate de ese. —Jongin se puso de pie—. Pero revisa los demás y mira si son de fiar o esconden algo.

Con un asentimiento, Chanyeol dobló el papel y se lo metió en el bolsillo trasero. —Estoy en ello.

 

Jongin salió detrás del comandante. Luhan tenía a I.N. este fin de semana, y Jongin necesitaba asegurarse de que su compañero no estaba corrompiendo al pequeño elfo. Cuando esos dos se juntaban, auguraba problemas.

 

 

Sung Chan maldijo mientras entraba a su apartamento. ¿En qué había estado pensando presentándose a Ji Sung? ¿Había perdido la jodida mente? Pero no había podido evitarlo. Ji Sung era tan malditamente guapo y el puma de Sung Chan estaba intrigado.

Pero esa intriga tuvo un precio. Ahora el hombre  que  tenía  bajo vigilancia sabía de la existencia de Sung Chan. Necesitaba ser más cuidadoso. Una confrontación con Chen Le Kim podría echar a perder la operación.

Se quitó el abrigo y arrojó las llaves a un lado antes de ir a la habitación de invitados donde había instalado su equipo. Sung Chan tomó asiento y revisó las imágenes que tenía hasta ahora. Vio como Ji Sung entraba en la casa y se fue por el pasillo. Unos instantes después, entró Chen Le.

No debían haber ido a la habitación de Chen Le o Sung Chan habría escuchado su conversación.

Maldijo cuando sonó su teléfono. Era su jefe, Talban. Frotando la mano sobre su frente, Sung Chan respondió. —¿Hola?

—¿Ya tienes algo sobre los Kim?

—Acabo de preparar la vigilancia hace unos días. Este tipo de cosas llevan tiempo.

 

Talban resopló. —Hemos interceptado información de que se va a llevar a cabo otra compra, pero no sabemos la ubicación. Necesito a Mi Yeon y Yun Soo Kim bajo custodia, Sung Chan. Que me condenen si tomo la culpa por esto si se venden más secretos a nuestros enemigos.

—¿Sabes cuándo es la reunión?

—En una semana. Ese es el tiempo que tienes para capturar al menos a uno de los Kim. Si fallas, tú serás el que esté sentado en una celda oscura en alguna parte. —El bastardo colgó.

Sung Chan arrojó el teléfono a un lado. —Me alegra que piense que puedo sacar milagros de mi culo.

Ahora, en lugar de simplemente vigilar la casa de Chen Le, Sung Chan tendría que recurrir a otras tácticas, tácticas que podrían volverse drásticas si se quedaba sin tiempo.

Sung Chan se apartó del escritorio, agarró el abrigo y las llaves, y se dirigió a la puerta.                                                                                          

 

A la mañana siguiente, Chen Le olió a tocino chamuscado. Salió disparado de la cama, casi cayendo sobre su culo cuando la sábana se enredó alrededor de sus piernas. Se liberó de ella y corrió hacia la cocina. Ji Sung estaba en la cocina, vistiendo nada más que sus boxers. Estaba tarareando mientras sacudía las caderas de un lado a otro.

Chen Le había estado preparado para poner de vuelta y media a su compañero cuando una carcajada brotó de su boca. Se rio tan fuerte que una punzada de dolor atravesó su costado y gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas. Se dejó caer en una silla en la mesa, limpiándose los ojos. No tenía idea de qué se estaba riendo, pero se sentía bien, mejor que nunca.

 

Ji Sung miró a Chen Le como si se hubiera vuelto loco, agarrando la espátula con fuerza como si tuviera que golpear a Chen Le con ella. Tal vez Chen Le había perdido la cabeza, pero no pudo reunir la ira que sabía que debería sentir.

—¿Estás bien?

Chen Le se recostó, frotándose la cara con una mano. —En realidad sí.

—Sé que me prohibiste... prohibir... impedir… da igual, lo que sea.

—Ji Sung sacudió la cabeza—. Dijiste que no podía entrar a la cocina, pero tenía hambre y aún no estabas despierto.

Chen Le se levantó de la mesa y se unió a él en la cocina. —Entonces déjame ayudarte a arruinar el desayuno. Hago los mejores huevos aguados de este lado del mundo y puedo quemar una tostada como el mejor.

Ji Sung apagó el quemador y dejó la espátula a un lado. —¿Qué tal si pasamos por la cafetería para comer algo? Preferiría no enfermar ni vomitar comiendo huevos aguados.

—Ahora eso suena como un plan. —Chen Le envolvió a Ji Sung en sus brazos y le dio un beso. Esto era mucho mejor que echarle la bronca o ponerle mala cara. Este era el tipo de mañana al que Chen Le podría acostumbrarse.

Menos el desayuno quemado.

Ji Sung arrugó la nariz mientras giraba la cabeza hacia un lado.

—Necesitas cepillarte los dientes. Tienes aliento mañanero.

Chen Le juguetonamente mordisqueó su oreja. —Eso es porque pasé la mayor parte de la noche con tu pene en mi garganta.

El sonrojo de Ji Sung debería haber incendiado su rostro. Empujó a Chen Le, frunciendo el ceño. —Vístete para que podamos ir a comer. Me muero de hambre y necesitas cepillarte los dientes antes de seguir hablando tan cerca de mi cara.

Chen Le se rio. —Tu aliento tampoco es tan dulce.

 

 

Chen Le se sintió tentado a unirse a Ji Sung en la ducha, pero si tenían intención de salir de la casa, necesitaba mantener la distancia. Él no tenía ningún problema con volver a la cama, pero su compañero estaba hambriento.

Se encontraron en la puerta principal, luego se dirigieron a la cafetería. El día era más cálido de lo normal, y Chen Le notó que la nieve se estaba derritiendo. Una lástima que no pudiera quedarse este clima. Tenían meses antes de que la primavera llegara y Chen Le no podía esperar. Aparcó frente a la cafetería y rodeó rápidamente la camioneta para ayudar a Ji Sung a salir. La camioneta de Jeno no estaba aparcada en la entrada cuando salió esta mañana. O bien su hermano la recogió anoche, o se la habían robado. Tal vez debería llamar a Jeno para asegurarse de que no fuera lo último.

—No soy un inválido.

—Deja de ser un idiota y déjame mimarte. —Se quejó Chen Le—.

Estás haciendo cosas con una sola mano y eso tiene que ser duro.

—Lo único duro aquí es mi cabeza. —Ji Sung se sonrojó. Señaló su sien—. Esta cabeza, pervertido.

—No decías eso anoche. —Cerró la puerta de la camioneta y acompañó a Ji Sung adentro. El estómago de Chen Le rugió ante el olor a tocino y panqueques. Ren estaba detrás del mostrador, hablando con su hermano Taemin, que estaba sentado en un taburete, mientras Donghae y otro camarero atendían la sala.

Chen Le amaba esta pequeña ciudad. Cuanto más tiempo vivía aquí, más cercano era a los vecinos. Vivir en Villa Kim era mucho mejor que vivir en la ciudad. Si Chen Le fuera bendecido con niños, a él le encantaría criarlos aquí.

Aunque no estaba seguro de que los niños estuvieran en su futuro.

Tenía las manos lo suficientemente llenas con Ji Sung.

Condujo a Ji Sung al mostrador y lo presentó a los hermanos Lee. Todavía le sorprendía que fueran shifter tigres. Los dos eran tan delicados que deberían haber sido gatitos en su lugar.

—Encantado de conocerte —dijo Ren mientras estrechaba la mano de Ji Sung—. Este es mi hermano, Taemin.

 

 

Ji Sung tomó asiento y entabló conversación con ellos. El corazón de Chen Le se derritió al verlo tratando de encajar. Tal vez el Dr. Jaejoong había tenido razón. Tal vez Chen Le necesitaba llevar a Ji Sung a la Guarida y presentarlo a los compañeros que vivían allí.

Tendría que mantener a Ji Sung alejado de Luhan. El chico no era más que problemas.

Chen Le se sentó al lado de Ji Sung y pidió el desayuno. Ji Sung también lo hizo, pero continuó hablando con Taemin.

—Tal vez podamos tener citas dobles —dijo Taemin—. Hace una eternidad que no voy al cine.

Algo llamó la atención de Chen Le. Se giró y vio a Sung Chan sentado en una mesa, mirándolos. Su primer instinto fue ir y arrancar la cabeza al bastardo, pero decidió que el puma no valía la pena.

No a menos que Sung Chan dijera algo, entonces todas las apuestas estaban sobre la mesa.

Unos cuantos centinelas entraron al restaurante y se sentaron en el mostrador. Chen Le rápidamente se olvidó de Sung Chan mientras hablaba con Minho y Jonghyun, y Baekho no tardó en unirse a la conversación. Minho golpeó el hombro de Chen Le, llamando su atención. Cuando habló, su voz era apenas un susurro.

—¿Has oído algo?

Chen Le sabía que Minho estaba hablando sobre su madre fugitiva y su hermano. Sacudió la cabeza. —Nada, y estoy contento. Créeme cuando digo que no quiero quedar atrapado en esa mierda.

—Estamos vigilando. También estamos buscando a alguien fuera de lugar.

Chen Le miró a Sung Chan antes de mirar hacia otro lado. —Lo mismo.

Su conversación se dirigió a otros temas, pero Chen Le no pudo quitarse la sensación de que algo se estaba gestando. Qué era, no tenía idea. Pero esa sensación de presentimiento no desaparecía.

Cuando volvió a mirar a Sung Chan, el tipo ya no estaba.

 

Chen Le abrió los ojos a la oscuridad. Miró por encima de su hombro el reloj de la mesita de noche y vio que eran las tres de la mañana. Ji Sung estaba acurrucado en sus brazos, profundamente dormido. Habían estado durmiendo en la habitación de invitados desde que Chen Le había reclamado a su compañero, pero a Chen Le no le importaba. La cama era cómoda y las vistas desde la ventana no eran más que bosque.

¿Qué lo había despertado? Comenzó a cerrar los ojos para volver a dormir, pero un ruido apenas audible desde algún lugar de la casa lo hizo levantarse lentamente.

Chen Le se puso su ropa interior, con cuidado de no despertar a su compañero. Salió de la habitación hacia el pasillo, luego se detuvo, escuchando a que el sonido se repitiera.

Un cajón se cerró en su habitación.

Chen Le cambió a su pantera antes de deslizarse por la puerta abierta de la habitación. Alguien vestido de negro estaba de pie en su cómoda, revolviendo las cosas de Chen Le.

Presionó las garras en la alfombra, y se abrió paso rodeando la cama. Un aroma asqueroso impregnaba el aire, enmascarando el olor del intruso. El extraño se puso rígido, luego corrió hacia la ventana, y Chen Le le dio caza. El bastardo era rápido, escapando antes de que pudiera llegar a él. Chen Le saltó por la ventana, tratando de atrapar al ladrón, pero el tipo no estaba a la vista.

Eso no tenía ningún sentido. En su forma de pantera, Chen Le era demasiado rápido para que alguien a pie se escapara de él. Revisó el perímetro de la casa, asegurándose de que no había nadie más por los alrededores antes de volver a saltar por la ventana.

Ji Sung estaba en su habitación, con la boca abierta. —Por favor, dime que eres tú, Chen Le.

 

 

Chen Le cambió, cerró la ventana y luego la aseguró.

—Alguien irrumpió en la casa. —Fue a su cómoda, pero no parecía que faltara nada. ¿Detrás de qué iba el intruso? Las únicas cosas en los cajones eran la ropa de Chen Le. Agarró unos boxers y se los puso, junto con una camisa.

—¿Alguien irrumpió aquí? —Ji Sung miró a su alrededor como si el ladrón fuera a aparecer de repente de una de las sombras—. ¿Qué demonios es ese olor?

—Un agente de enmascaramiento —dijo Chen Le—. Quien quiera que fuera no quería que reconociera su especie.

—Huele como si hubiera pasado un desfile de mofetas por aquí. — Ji Sung se llevó la mano a la nariz mientras hacía un ruido de arcadas—.

¿No deberías llamar a la policía?

Chen Le estaba molesto por lo tranquilo que estaba Ji Sung después de enterarse  de  que  alguien  había  entrado.  Negó.  —Vi   que   llevaba guantes, lo que significa que no dejó ninguna huella. Dudo que la policía pueda hacer cualquier cosa que no sea presentar un informe.

Tomó la mano de Ji Sung y lo condujo de vuelta al dormitorio de invitados antes de recuperar su teléfono. Llamó a Jongin y le contó sobre el allanamiento.

—Debería haber algunos centinelas en esa área —dijo Jongin, sonando demasiado alerta para ser las tres de la mañana—. Les llamaré y averiguaré si vieron algo.

—Gracias. —Chen Le colgó.

—¿Quién era? —preguntó Ji Sung. En lugar de volver a la cama, se puso unos pantalones de correr y una camiseta.

Chen Le explicó quién era Jongin, sobre los centinelas que patrullaban Villa Kim, y cómo la mayoría de los residentes no eran humanos.

Ji Sung lo miró, pero no dijo nada.

—¿Eso te asusta?

—He pasado por tanta mierda, que difícilmente algo me asusta ya.

 

Esa declaración era demasiado triste para alguien tan joven. La opinión de Ji Sung sobre la vida no debería ser tan hastiada. No todavía, al menos. Chen Le tomó su mano. —Vamos, haré un poco de té.

—¿Qué pasa contigo y el té? —preguntó Ji Sung mientras se dirigían a la cocina—. ¿Es como una panacea para ti?

—Me tranquiliza. —Chen Le puso la tetera. Él no era el único que preparaba té. Jeno y Jae Han también lo hacían. Tal vez era algún tipo de panacea para ellos después de todo.

Ji Sung bostezó mientras se acurrucaba en una silla en la mesa.

—¿Tienes algo de café?

Chen Le sacó una bolsa del congelador y puso en marcha la cafetera. Mantenía esa bolsa para los invitados y tenía una pequeña cafetera de cuatro tazas.

—¿Qué crees que buscaba el intruso?               

—No tengo ni idea —dijo Chen Le—. Estaba revisando los cajones de mi cómoda. Allí no hay nada más que ropa.

—Extraño —dijo Ji Sung—. Quizás admira toda la franela que llevabas puesta y decidió que la quería. —Chen Le miró por encima del hombro, entrecerrando los ojos—. Yo no uso franela.

—Apuesto a que te verías caliente con ella. —Bromeó Ji Sung.

—A menos que cambie mi carrera a la de leñador, no me verás llevando eso. —Le llevó una taza de café a Ji Sung—. Me veo terrible con tela a cuadros.

Chen Le gruñó cuando alguien llamó a la puerta principal. Miró a Ji Sung. —Quédate aquí.

Ji Sung levantó la mano enérgicamente hacia su frente como si estuviera en la armada, asintiendo irónicamente antes de tomar su café. Chen Le miró por la ventana de la sala de estar y vio a Chanyeol. Abrió la puerta y lo dejó entrar.

—Jongin me ha dicho que tuviste un invitado no deseado.

—Pensé que estaban vigilando mi casa. —Chen Le cerró y bloqueó la puerta detrás de Chanyeol. Chen Le se consideraba un tipo grande, pero no era nada en comparación con el shifter lobo. Chanyeol se alzaba incluso por encima de él, y sus duras facciones gritaban que infligiría dolor sin pestañear. Chen Le se alegraba de que el tipo estuviera de su lado.

—No tenemos todos los ángulos cubiertos —dijo Chanyeol—. Y quien irrumpió debe habernos visto y nos eludió.

Eso no era para nada reconfortante. Chen Le le dijo lo que había hecho el intruso, y cómo había desaparecido cuando fue en su persecución.

—En tu caso, no voy a creer en las coincidencias. ¿Piensas que esto tiene algo que ver con tu madre o hermano?

—¿Cómo? —preguntó Chen Le—. ¿Qué podría esperar averiguar sobre ellos rebuscando en mi cajón de ropa interior?

Chanyeol arrugó la nariz. —Hay un olor fétido en tu casa.        

—Eso es del intruso —dijo Chen Le.

—Apestoso. —Chanyeol desbloqueó la puerta y la abrió—. Me aseguraré de que todos los ángulos estén cubiertos esta noche.

Chen Le le dio las gracias, aunque dudaba que el culpable regresara.

No esta noche, al menos.

 

 continuará..


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