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131. Encontrar la Fortaleza (24) por dayanstyle

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Bueno, Shotaro no había esperado eso, y no estaba seguro de cómo reaccionar. Sabía que los shifters existían, pero nunca había visto cambiar a uno justo delante de él. — Um, ¿gatito bonito?

Shotaro presionó su mano en el capó del coche para estabilizarse. Su corazón estaba latiendo demasiado rápido y se sintió un poco mareado. Un puma completamente crecido estaba parado justo frente a él. Shotaro tuvo el impulso de huir gritando, pero probablemente el animal se lo comería vivo antes que alcanzase la casa.

Además, no podía dejar a su abuela en el coche con un enorme gato justo fuera de la puerta. Este era su castigo por ir a la comisaría en primer lugar. Shotaro sabía que no debía invitar a extraños a la casa, pero el ladrón le había asustado hasta la muerte.

Lástima que no tuviese un gran ovillo de lana. Eso habría distraído al puma el tiempo suficiente para que él y su abuela escapasen.

Pero Sung Chan era un shifter. ¿No tenían un pensamiento cognitivo superior? —De acuerdo, Detective. Voy a rezar para que no quieras hacerme daño.

Había dicho lo primero que se le había venido a la cabeza y esperaba que fuese cierto. Realmente Shotaro no estaba esperando ser el bocadillo de la tarde del gato.
El puma caminó lentamente hacia él. Eso es. Estoy a punto de morir. Entonces… el puma lamió la mano de Shotaro. ¿Le estaba saboreando?
Shotaro estaba demasiado asustado para preguntar. Se acurrucó e intentó apartar al gato. —Shoo.

Sólo tenía… wow, el gato estaba ronroneando. Sin embargo, Shotaro aún no confiaba en él. Probablemente el maldito fuese más alto que Shotaro si estuviese sobre sus patas traseras. Era todo elegantes músculos y grandes dientes.

Realmente afilados dientes.

Lia dio un golpecito en la ventanilla. —Quiero acariciar al gatito. Déjame salir de manera que pueda acariciarle. ¿Dónde está Gilbert? Quiero esa bebida.

Entonces de repente, poof, el gato desapareció y el detective estuvo ahí de pie en cueros. La mandíbula de Shotaro cayó abierta cuando su mirada fue directamente a la polla de Sung Chan. ¡Oh, Dios! Era hermoso de la cabeza a los pies y colgaba muy bien. Muy, muy bien.

—Realmente lamento eso. —Sung Chan desvió la mirada mientras se dirigía al capó, lo abrió y sacó una mochila. Shotaro observó mientras se vestía, decepcionado ante Sung Chan cubriendo su sexy cuerpo.

Shotaro quiso suplicarle que no se pusiera ropa, para que Sung Chan envolviese esos musculosos brazos a su alrededor. Pero Shotaro estaba demasiado sorprendido por lo que acababa de ver para decir una palabra.

En su lugar, se deslizó hacia la puerta trasera del coche, asustado de hacer cualquier movimiento repentino mientras la abría.

El capó se cerró de un golpe, y Sung Chan y Shotaro cruzaron miradas. Shotaro no estaba seguro cómo era posible, pero sintió como si una tormenta eléctrica golpease entre ellos. Los vellos de sus brazos se erizaron, su corazón tronó y la sangre circuló con rapidez. Cayó en las profundidades de los oscuros ojos de Sung Chan mientras todo su cuerpo latía de emoción y miedo.

Sung Chan se movió desde detrás del coche. Su caminata era vacilante, como si tuviese miedo de acercarse a Shotaro. El momento era tenso, y Shotaro se esforzó por conseguir suficiente aire en sus pulmones mientras hacía todo lo posible para apartar los ojos de la fuerza dominante que se movía hacia él.

—¿A dónde fue el gatito? —Preguntó Lia desde el asiento de atrás.

—¿Guardarás mi secreto? —Sung Chan estaba completamente vestido ahora, con vaqueros, zapatos de suela blanda y un Henley gris oscuro. Sung Chan se veía lo suficientemente bien para caérsele la baba. El cuerpo de Shotaro pulsó con necesidad cuando su polla se engrosó.

Shotaro asintió con la cabeza, sintiéndose hechizado por la presencia de Sung Chan, su aura, y esa ahumada mirada arrasadora. Tenía a Shotaro de principio a fin. Si Sung Chan cambiase ahora mismo, Shotaro estaría demasiado hipnotizado para preocuparse.

—Deberíamos llevar dentro a tu abuela y debería buscar huellas dactilares. —Sung Chan ayudó a Lia a salir del asiento de atrás, agarrando su bastón, también, mientras Shotaro enroscaba sus dedos alrededor del marco. Se aferró tan fuerte que la sangre huyó de sus nudillos, dejándolos blanco como el papel.

Sung Chan giró la cabeza, su mirada fija. —No me tengas miedo, Shotaro.

El cuerpo de Shotaro palpitó ante el sonido de su nombre pasando por los labios de Sung Chan. Sung Chan pasó una mano por la mejilla de Shotaro, y le dio una asombrosa sonrisa.

Shotaro parpadeó lo que se sintió como unas mil veces antes que liberase la puerta y diese un paso hacia atrás, intentando recomponerse. Su piel hormigueó donde Sung Chan le había tocado. Shotaro levantó la mano hacia su rostro mientras se aclaraba la garganta. —Necesito llevarla al interior.

Sung Chan le dio una dulce sonrisa, con la boca cerrada. —Creo que acabo de decir eso.

Caminaron con Lia hacia la entrada, y entonces Shotaro abrió la puerta principal. Sung Chan entró, sujetando el brazo de Lia. Shotaro se emocionó al ver lo gentil que Sung Chan era con ella. Sus anteriores miedos después de ver al puma se desvanecieron mientras Sung Chan llevaba a Lia por el pasillo.

—Su dormitorio es la primera puerta a tu izquierda. —Cerró la puerta principal detrás de él, observando cada movimiento de Sung Chan. Sus pasos eran poderosos pero lentos mientras abría la puerta de la habitación de Lia y la guiaba.

En cuanto estuvo fuera de su vista, Shotaro dejó salir la respiración que había estado conteniendo. Sung Chan era… infiernos, era el hombre más hermoso que Shotaro había visto nunca incluso si podía cambiar a un intimidante gato. Simplemente tenía esa silenciosa fuerza sobre él, y eso puso cachondo a Shotaro.

Pero Shotaro no era tan tonto como para pensar que tuviese una oportu- nidad con Sung Chan. No había heredado el buen aspecto de su familia. Shotaro había conseguido la parte menos profunda de la piscina de genes. Tenía el cabello rubio apagado, los ojos demasiado separados y no era delgado como un modelo. Un premio que él no era.

Sin embargo, soñar no hacía daño. Y Shotaro pasaría horas pretendiendo que pertenecía a un hombre tan robusto y apuesto. Había visto desnudo al hombre, y esa imagen se prestaría a horas de pajas.

Sung Chan salió de la habitación y cerró la puerta silenciosamente. Se giró hacia Shotaro, y el corazón de Shotaro latió de manera incontrolada una vez más. —Ya está dormida. Le quité los zapatos, pero si quieres que esté más cómoda, te dejaré eso a ti.

—G…gracias. —Todo el cuerpo de Shotaro estaba ardiendo cuando le mostró al detective el estudio de su abuelo.

Sung Chan salió y recuperó su kit, luego se puso a trabajar. Shotaro se quedó de pie en la entrada del estudio, mirando el culo de Sung Chan mientras buscaba huellas dactilares en el escritorio. Los movimientos de Sung Chan eran meticulosos, y Shotaro se imaginó esas fuertes manos deslizándose sobre él, tocándole en los lugares más íntimos.

Shotaro no estaba seguro cuánto tiempo había pasado antes que Sung Chan guardase su kit. No quería que Sung Chan se fuera, pero no pudo pensar en nada que decir que pospusiese su salida.

—Conseguiré procesadas estas huellas dactilares, —dijo Sung Chan—. A menos que el hombre estuviese llevando guantes o sus huellas no estén en el sistema, no debería llevar demasiado tiempo descubrir quién es.

Shotaro tuvo un salvaje impulso de frotarse contra Sung Chan. Se mordió el labio cuando estrechó la mano de Sung Chan. En cuanto se tocaron, ráfagas de electrizante energía pasó formando un arco entre ellos.

Shotaro jadeó cuando alejó su mano de golpe. — ¿Qué fue eso?

—Creo que tenemos una conexión, Shotaro.

Tan desesperadamente como Shotaro quería creer eso, se alejó, mostrando al detective la puerta principal.
Los ojos de Sung Chan brillaron ligeramente, recordándole a Shotaro que no estaba tratando con alguien que era completamente humano.

—Mis disculpas si me comporté de manera poco profesional.
—Deslizó el dedo bajo la barbilla de Shotaro—. Pero te veré de nuevo.

Shotaro abrió la boca para contestar, pero todo lo que salió fue un extraño graznido.

Sung Chan le dio esa sexy y directa sonrisa antes que saliese por la puerta.

Shotaro cerró la puerta y se inclinó contra la madera, dejando salir un largo y miserable suspiro. Incluso si Sung Chan estuviese verdaderamente interesado, Shotaro no podría ver al detective nunca más. No cuando su hogar tenía demasiados secretos oscuros. Shotaro no podía correr el riesgo que Sung Chan los descubriese.

—Adiós, Detective Jung, —susurró cuando fue a la ventana y observó a Sung Chan alejarse, su mirada fija en el culo de Sung Chan. Buen Señor. Shotaro babeó mientras imaginaba enterrar su rostro en el pliegue de ese culo bien tonificado. Justo antes que Sung Chan alcanzase su coche, Shotaro se alejó de la ventana de manera que Sung Chan no le atrapase comiéndose su agradable, tenso, todopoderoso cuerpo.

Ahora ese era un hombre que podría comer galletas en la cama de Shotaro en cualquier momento.

 

Shotaro puso el plato en la bandeja de servir y la llevó hacia el ascensor. No podía dejar de pensar en Sung Chan sin importar cuánto lo intentase. Era todo mirada oscura y exudaba atractivo sexual. Una pena que Shotaro no tuviese una vida diferente donde fuese lindo y tuviese la clase de cuerpo que los hombres amaban.

Cuando el ascensor llegó, Shotaro se subió y pulsó el botón del piso superior. Llegó demasiado rápido y su estómago se contrajo con aprensión cuando las puertas se abrieron.

La habitación olía a rancio y Shotaro deseó poder dejar la bandeja y huir. Pero nunca tendría tanta suerte. Se movió a través de la habitación, intentando todo lo posible por no hacer ni un sonido.

—Me decepcionas.

Shotaro se encogió, negándose a mirar alrededor. No tenía que hacerlo. Sabía exactamente dónde estaba Charles. La bandeja tembló en sus manos cuando tragó bruscamente, poniéndola en la mesa junto a la cama. ¿Por qué Charles siempre tenía que tener la habitación a oscuras? Quizás si abriese las polvorientas cortinas y absorbiese algo de luz solar, su estado de ánimo podría mejorar.

—¿Y cómo te decepciono? —Shotaro se movió hacia la ventana y comenzó a separar las cortinas, pero se detuvo cuando Charles gritó detrás de él.

—¡No!

Las manos de Shotaro cayeron a sus costados. Sin importar qué intenta- se, nunca parecía ser capaz de complacer a Charles. — ¿Hay algo más que desees de mí?

El aire se movió a su alrededor. Charles agarró los brazos de Shotaro y le dio la vuelta. Las facciones de Charles se tensaron, ira ardiendo en sus ojos.
—¿Quién era ese hombre?

La verdad traería dolor a Shotaro. Buscó una mentira, desesperado por una, pero estaba tan nervioso que no pudo pensar. Entonces una le llegó.
—Un técnico.
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Charles le golpeó en el rostro. La cabeza de Shotaro giró bruscamente hacia un lado mientras luchó por no gritar. —Puedo oler la mentira rebosando de tus poros.
Las largas uñas de Charles se clavaron en los brazos de Shotaro, hacién- dole lloriquear de dolor. —Por favor, me estás haciendo daño.

Charles le lanzó al suelo y se dio la vuelta, su capa negra girando mientras se alejaba unos pasos. —Me dirás quién era o te juro que no dejarás esta habitación ileso.

Shotaro había sido un tonto al ir a la comisaría. Sabía cuáles serían las consecuencias si Charles lo descubriese, pero había estado demasiado asustado.

Y tan solo y desesperado por hablar con alguien que no le había im- portado. Aún no le importaba. Charles podía castigarle todo lo que quisiera, pero Shotaro no se arrepentía de conocer a Sung Chan. Simplemente estaba sorprendido que Charles no hubiese dicho nada acerca de Sung Chan cambiando. Quizás no lo hubiese visto. Shotaro sólo podía esperarlo.

Se puso de pie y se quedó en el centro de la habitación profusamente decorada y esperó. Charles seguía dándole la espalda a Shotaro, refunfuñando en voz baja consigo mismo.

Quizás estuviese tan preocupado con sus propios pensamientos que Shotaro pudiese escabullirse al ascensor. Dio un paso, pero se detuvo cuando Charles espetó, — ¿Te despedí?

—No. —El miedo azotó a Shotaro mientras se mantenía erguido, demasiado asustado para respirar.

—¿Piensas que soy demasiado viejo y débil para mantenerte en tu lugar?

—Tu comida se está enfriando. —Shotaro miró la mesita auxiliar antes de regresar su atención a Charles—. Odias la comida fría.
Charles cojeó hacia él, sus ojos medio cubiertos entrecerrados y llenos 24
de malicia. Shotaro se obligó a no retroceder, aunque cada instinto le gritaba para que huyese.
—¡Por favor, no! —Gritó cuando la nudosa mano de Charles se envolvió alrededor de su garganta. Empujó a Shotaro contra la pared y apretó con fuerza


La saliva voló de la boca de Charles. — ¡Me dirás quién era ese hombre Charles odiaba las lágrimas, pero Shotaro no pudo retenerlas, al igual que no pudo controlar su temblor, o la sensación de algo pesado en el estó-
mago.

—Era un técnico, — sollozó Shotaro.

—Entonces, ¿dónde estaba su camioneta de reparaciones?

—Sólo vino aquí por un presupuesto. —Shotaro mantuvo la mirada des- viada. A Charles no le gustaba que nadie le mirase a la cara, y Shotaro había aprendido hace mucho tiempo las consecuencias de desafiarlo.

—Entonces deberías haber tenido a Frankfurt haciendo las reparaciones. —Charles le liberó, y la garganta de Shotaro quemó cuando aspiró el aire que tanto necesitaba. Se quedó contra la pared, demasiado asustado para moverse.

—Frankfurt no sabe nada sobre fontanería. —Oh Dios. Shotaro sólo iba a meterse en más problemas. No tenía dudas que Charles le diría a su empleado de mantenimiento acerca de la instalación de cañerías y Frankfurt le aseguraría que el trabajo estaba hecho.

Frankfurt era el único asistente que Lia no había despedido. Ella no tenía ese poder. Frankfurt era empleado de Charles, y había estado trabajando en Osaki Manor desde antes que Shotaro naciese. Era una parte tan importante de este lugar como la fundación.

Frankfurt también era un espeluznante shifter lobo con mal temperamento. Shotaro evitaba al empleado de mantenimiento tanto como fuese posible. Frankfurt le asustaba muchísimo.

Ahora Shotaro tendría que obstruir su inodoro sólo para hacer que Charles le creyese. Genial, ahora tendría que contratar un maldito fontanero.

—Sal de mi vista, — espetó Charles. Fue hacia la oscura esquina, donde se sentó en una silla de terciopelo rojo, tirando su polvorienta capa a su alrededor, como si pudiese mantener el mundo a raya.

Shotaro se movió a lo largo de la pared hasta que alcanzó el ascensor. Pulsó el botón y las puertas se abrieron. Sintió la libertad a pocos centímetros de distancia hasta que Charles habló.

—¿No te despides de mí?

Shotaro bajó la cabeza, negándose a permitir que Charles viese sus continuas lágrimas. Odiaba al hombre hasta lo más profundo de su alma, pero por alguna morbosa razón, también le amaba. – Ten una buena noche, padre.

 

continuará...


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