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LOST por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaaa...

Muchas gracias por leer el cap anterior, espero les haya gustado. Aquí la actu. 

Los personajes son propiedad de Gege Akutami. 

A leer...

LOST

—Capítulo 1—

 

A Sukuna lo despertó un golpecito suave en su costado, al abrir sus ojos rojizos lentamente, se encontró con la mirada tranquila de su hermano mayor. 

—Ya llegamos —le apareció él de inmediato, luciendo algo divertido. 

De hecho se le hizo muy curioso que hubiera tenido que despertar a su hermano, pues con todo el ajetreo del avión, mínimo se tuvo que haber removido un poco. Tenía el sueño muy pesado, sin duda, aunque eso ya lo sabía, solo que no tenía idea de que fuera tan pesado. 

Sukuna se frotó los ojos y luego bostezó, estirándose cual gato perezoso en su asiento. A su alrededor, todos los pasajeros se prepararon para bajar. 

Una palabrota brotó de sus labios en cuanto quiso seguir los pasos de su hermano y ponerse en pie para también prepararse, sin embargo no pudo hacerlo pues sintió las piernas acalambradas. Un jodido vuelo de doce horas era malditamente espantoso, incluso si pasó la mayoría del tiempo durmiendo. 

Con una sonrisa en los labios, dulce y al mismo tiempo divertido, su hermano esperó paciente por él. A Sukuna a veces le resultó difícil ver por mucho tiempo dicha expresión. Él no tenía la mejor personalidad del mundo, de hecho era un asco, pero su hermano era lo contrario a él, y aunque fuera un jodido bastardo, no podía solo ser un maldito con su hermano mayor, no quería decepcionarlo. 

Claro, eso aplicaba solo a él y su comportamiento hacia este. Lo bastardo hacia los demás jamás se le iba a quitar. Normalmente las personalidades de dos alfas chocaban, incluso siendo familia, pero Chōsō simplemente era demasiado buen chico como para ser un idiota con él. Aunque, de hecho, era igual con este, Chōsō solo era buen chico con sus hermanos, pues la mayoría del tiempo era algo intimidante. 

Sukuna no era el único de la familia que tenía planta de matón.

 

~•§•~

 

—¡Chōsō, Sukuna! 

Un grito sobresalió entre el bullicio del aeropuerto, los hermanos alzaron de prisa la mirada al reconocer la voz. En la distancia, un chico de cabellos rosa y una sonrisa deslumbrante resaltaba entre el gentío, él los saludaba con ambas manos alzadas. Era idénticos a Sukuna, sin embargo, aunque la mirada de este pareciera la de un buscapleitos, la del muchacho que estaba entusiasmado por sus hermanos mayores, era absolutamente alegre y despreocupada, algo pícara.

—¿Por qué tardaron tanto? —el chico quiso saber una vez que ambos muchachos estaban frente suyo. Una mano yacía apoyada en su cadera—. Se supone que llegarían ayer, papá estaba muy preocupado —Jin, su padre, se había quedado buscando un lugar para estacionar, el aeropuerto estaba muy concurrido ese día. 

—¡Yuuji! —Chōsō ignoró totalmente la pregunta hecha por su hermano menor y solo se lanzó hacia él para estrujarlo entre sus brazos; Hacía más de un año que no lo veía en persona—. ¡Te extrañé tanto! —restregó su cara contra la de él.

Yūji se carcajeó alegre mientras correspondía el abrazo, por supuesto, él también había extrañado a sus hermanos. 

—Ya, ya. Déjalo, lo vas a matar —Sukuna habló a su hermano mayor, parecía koala abrazado a Yūji. Sin embargo el menor de los tres no lucía para nada molesto, más bien seguido seguido.

De pronto, al igual que había hecho Chōsō con él, Yūji se abrazó a su gemelo. 

—Tú también abrázame, Sukuna, no seas amargado —Sukuna puso cara de asco unos segundos, solo para después aceptar. 

—Ya qué —dijo, correspondiendo el abrazo con fuerza.

—¿Me extrañaste, Sukuna? —Yūji indagó. 

Sukuna se alejó y se cruzó de brazos poniendo cara de perro enojado, sin embargo no apareció casi nada. Él soltó un resoplido antes de sonreír de medio lado algo engreído. 

—Claro que sí, mocoso. 

Su hermano menor ensanchó su sonrisa.

—Solo eres como cinco minutos mayor que yo —se quejó. 

—Pero soy mayor que tú, mo-co-so —Él llevó una mano a los cabellos de Yūji y los revolvió. 

Yūji hizo un puchero, y entonces un aroma nada propio de un aeropuerto comenzó a inundar el ambiente. 

—¡Agh! ¡Yuji, apestas! —Sukuna hizo un gesto desagradable mientras se cubría la nariz con el antebrazo—. Sé que estás feliz de vernos, pero controlas un poco tus feromonas, ¿Quieres? No pienses que huele a rosas.

—De hecho tienen un lindo aroma —Chōsō debatió.

Sukuna se contuvo de ponerle mala cara.

En su lugar, Yūji le sacó la lengua antes de darle una sonrisa burlona, lo que claramente significó que lo había hecho a propósito. Una vena se hinchó en la frente del mayor de los gemelos.

—¡Mocoso hijo de p…!

—¡Chōsō, Sukuna! 

Ambos chicos alzaron el rostro y giraron en dirección de donde provenía la nueva voz, a lo lejos, un hombre de cabellos rosa, anteojos y mirada amable corría hacia ellos con una hermosa sonrisa en los labios.

-¡Capellán! —gritaron ambos, sonriendo muchísimo.

—¡Mis niños! —al llegar a ellos, Jin no perdió ni un solo segundo en abrazarlos, Chōsō y Sukuna correspondieron sin dudar—. ¡Los extrañé tanto!

—Y nosotros a ti —dijeron ambos.

Si Sukuna tenía una debilidad mayor que Chōsō y sí, también Yūji, era su padre. Itadori Jin.

—¡Están enormes! —lloriqueó el hombre.

Chōsō soltó una risita. Sinceramente él no es que hubiera crecido mucho. En cambio los gemelos si que estaban mas altos. Al menos un poco. Ya vio que no solo Sukuna se había estirado. Aunque, ahora que se daba cuenta, Sukuna lucía un poco más robusto que Yūji, sin embargo, ambos estaban muy bien tonificados. 

Su padre los apretujó hasta que estuvo satisfecho, y luego los besó en las mejillas y abrazó de nuevo un poco más. Sus niños finalmente estaban de regreso en casa después de un largo año y medio.

 

~•§•~

 

Afuera del aeropuerto, el aire soplaba con fuerza, muy helado. Las nubes poco a poco estaban cubriendo todo el azul celeste del cielo.

Los chicos, muy bien abrigados, estaban terminando de acomodar sus maletas en el auto antes de partir a casa. Su padre parecía algo impaciente, pero Sukuna lo entendía. Ya habían pasado mucho tiempo lejos y Yūji y él los habían extrañado. 

Después de cerrar el maletero, Sukuna iba a entrar en al asiento de copiloto para ir junto a su padre, pero su gemelo se le adelantó, haciéndolo a un lado de un empujón y provocando que trastabillara mientras él se metía de prisa al auto.

Sé giró, con una vena hinchaba en la sien.

—¡Pedazo de…! —guardó silencio, su padre lo vio desde el asiento del conductor con una sonrisa dulce en sus labios.

Yūji, desde el trono de la victoria, le sacó la lengua burlón. Como respuesta, Sukuna le mostró el dedo medio. 

—Niños, niños —Chōsō, que acababa de meterse en el asiento trasero, llamó su atención—. No peleen. 

—Él empezó —Sukuna se defendió. 

—Ya, ya. Ven, siéntate junto a mi, tu querido y adorado hermano mayor —sonrió, palmeando el asiento a su lado. 

Sukuna le dio un gesto de repudio a su gemelo antes de subirse al auto y tomar asiento junto a Chōsō. Entonces finalmente su padre puso el vehículo en marcha. 

 

~•§•~

 

Ya con rumbo fijo a su hogar, los Itadori se encontraron momentáneamente estancados en la autopista.

El tráfico estaba totalmente terrible ese día. Maldita suerte de mierda. Sukuna solo quería llegar a casa y estirar las piernas un par de horas, aún las sentía algo acalambradas, y ni hablar de su trasero. A su lado, Chōsō se había quedado dormido. ¿Cómo rayos podía dormir con todo el bullicio de afuera? Él sintió que las bocinas de los autos le iban a sacar el cerebro por los oídos y la nariz.

—¡Avancen, maldita mar! —alguien gritó muy cerca. 

Y grande fue la sorpresa del mayor de los gemelos al darse cuenta que había sido su padre. En respuesta a sus gritos, otro director comenzó a insultarlo. 

—¡Ven y dímelo a la cara, eh! ¡A ver si te atreves!

Jin lucía molesto e impaciente, sin embargo, su semblante cambió radicalmente al toparse con la mirada rojiza de su hijo gracias al espejo retrovisor. Entonces se vio apenado, con sus mejillas levemente sonrosadas. 

—Disculpa, mi amor —Sukuna comenzó a reírse a carcajadas. Muy pocas veces podría lograr ver a su padre fuera de sus cabales, y tampoco es que reaccionara a estar insultando. Fue algo gracioso y tierno—. Ya deberíamos estar en casa, ustedes seguro están muy cansados —su expresión nuevamente se vio turbada. 

—No te preocupes, padre —intentó tranquilizarlo—, yo dormí en el avión y Chōsō parece haber caído en coma, ni le importa el tráfico.

Para demostrar su punto, empujó a su hermano mayor hacia un lado, el cuerpo de este se inclinó hasta golpearse contra la ventana. Pero él seguía durmiendo. 

—Por otro lado —continuó hablando—. Ahora mismo me dices quién te enseñó a ser tan buscapleitos —se cruzó de brazos, tratando de entrar en el papel de hijo celoso. Claro, solo fingía. 

De inmediato fue testigo de como a su padre incluso las orejas se le pusieron muy coloradas. En el asiento de copiloto, Yūji soltó una risita traviesa. 

—Cuidado te arrestan por alterar el orden público, papá. 

Jin volteó a ver a su hijo, más rojo que antes, luciendo totalmente nervioso mientras parecía suplicarle con la mirada que guardara silencio. 

—¿¡Tuviste una cita con un policía y no nos dijiste!? —Chōsō dijo, despertándose de golpe y sacándole a Sukuna un susto de muerte. 

—Puta mierda —este dijo, con una mano sobre su pecho.

—¿Quién es? —Chōsō exigió sable. 

Entonces, Yūji se giró en el asiento de copiloto para poder ver a sus hermanos. Mientras hablaba, una hermosa sonrisa adornaba su rostro, Chōsō sentía que podía quedarse ciego por tan resplandeciente y angelical expresión.

—Es el papá de Fushiguro —dijo alegre. 

—¿Y quién mierda es Fushiguro? —Sukuna torció la boca en un gesto desagradable. 

—Éramos compañeros de clase, se transfirió en tercer año debido al trabajo de su padre… y ahora es mi mejor amigo. 

—¡Pero yo soy tu mejor amigo! —Chōsō no estaba abierto a debates. 

Yūji soltó otra risa. 

—Tú eres mi hermano. 

El mayor se llevó ambas manos al pecho de forma dramática, fingiendo una herida mortal para luego simular que se moría en ese momento. 

—Genial, mataste a Chōsō, ¿Ya estás contento? —Sukuna le pellizcó una mejilla a su hermano, este se quejó y acarició la zona adolorida, pero luego asintió, siguiéndoles el juego—. De todos modos, ¿Cómo es que no sabíamos de esos tal Fushiguro? Viajamos a otro continente, no a otro planeta. Conque me digas que tienes novio, Yūji, lo mató. 

—¡Sukuna! —su padre regañó.

—Ah, claro, el señor defiende a su hijo porque él también anda de novio. 

—¡Ah! ¡No es mi no… n-novio! —su rostro, que ya comenzaba a tomar otra vez su tono natural, enrojeció de nuevo. 

—Lo llamas ahora y le dices que queremos hablar con él. Quien sabe que mañas ocultas tendrá y tú ni enterado —el de ojos rojizos se cruzó de brazos. Quizá el papel de hijo celoso no era actuado—. Solo con ver las cosas que te pega ya deduzco que es un maldito bastardo. 

—Y no es lo único que le pega. 

—¡Yuuji! —Jin chilló, muriéndose de la pena. 

El menor de los gemelos entonces estalló en carcajadas, desconcertando un momento a Sukuna ya Chōsō, que milagrosamente había revivido al escuchar la alegría de su precioso hermanito. 

—Lo siento, papá —el menor tomó unos segundos para calmarse—. Lo cierto es, que papá decía que Tōji no le caía bien, porque sentía que era muy irresponsable con Fushiguro. 

—ª. 

Ahora Sukuna se sintió como un idiota hijo celoso. Hizo todo ese drama por nada. 

—Como es detective jefe de la policía, o sea que es el líder de su unidad —remarcó, Sukuna rodó los ojos, fastidiado. Como si él no supiera que significaba «Detective Jefe»—, la mayoría del tiempo deja solo a Fushiguro por largos períodos. Hubieras visto la cara de papá cuando se enteró. Estaba totalmente indignado, fue muy gracioso. 

—Oh, excelente —Sukuna comenzaba a sonreír. Un problema menos, faltaba uno. 

—¿Entonces no hubo cita? —Chōsō debía garantizar. 

-No. Si. 

—¿Sí o no, Yuji? Decídete —Sukuna dijo, impaciente.

-Si. Sí han existido. Claro que han existido —él alzó las cejas de forma sugerente.

—¡Yuuji! —su padre continuaba rojo. 

El entrecejo del mayor de los gemelos una vez más comenzaba a fruncirse. 

—Habla, y más te vale que no falte ni un solo detalle. 

Yūji entonces les habló de cómo su padre le había dicho que invitara a Fushiguro a dormir, solo para interrogarlo y sacarle información exacta del momento en el que podría encontrarse con el Señor Fushiguro en casa. 

También les relató la cierta vergüenza que pasaron ambos chicos, al su padre ir y regañar a un detective de la policía en plena acera frente a su hogar. 

Sukuna soltó una risotada al llegar a dicha escena del relató. Era totalmente capaz de imaginarla nítidamente, lo que solo lograba que se riera más fuerte. Su padre, por su lado, estaba demasiado sonrosado como para interrumpir a su hijo menor. Y justo en ese momento el tráfico comenzó a avanzar de nuevo, así que Jin prefirió operar en conducir que en la pena de que revelaran su secreto… que no es que fuera secreto, pero no esperaba contárselo así a sus hijos mayores. 

—Ajá, ¿y qué más?

El menor de los Itadori continuó con su historia. Habló de como el Señor Fushiguro tenía una mueca de incredulidad en el rostro junto con una expresión de cansancio. Así que, harto ya de ser regañado, estalló diciendo algo como:

»—¿Por qué no en lugar de ser una maldita vieja metiche, se va a educar a su hijo y me deja a mi educar al mío? 

La sonrisa en los labios de Sukuna se esfumó. 

—Que hijo de puta. 

—Y entonces papá le respondió: 

»—Lo haría si al menos hiciera el intento por educar a Megumi, pero lo deja solo todo el día, le da un poco de dinero y piensa que eso es suficiente. 

—¡En tu cara, viejo puto! —Sukuna nuevamente sonreía. 

Chōsō se llevó una mano al pecho mientras hacía un gesto de absoluto orgullo.

Y Luego el pequeño, no tan pequeño, Yūji, continuó con su relato. 

Después de las palabras de su padre, el Señor Fushiguro mostró una genuina expresión de asombro, quizás llegó a creer que su padre no le respondió porque, bueno, el hombre resultó intimidante. Entonces, por un momento, Yūji y Fushiguro pensaron que iba a golpear a Jin, pues alzó una mano hacia él. El gemelo menor estuvo a nada de lanzarse contra el hombre y defender a su padre a punta de puñetazos sin importarle agarrarse a golpes con un detective, sin embargo, no fue necesario. 

Pues en lugar de darle un golpe, el Señor Fushiguro tomó a su padre de las mejillas, con una sola mano, apretándolas y haciendo que sus labios se vieran arrugaditos, solo para después acercarse a su rostro y pasar su lengua en los labios de Jin . 

»—Eres lindo —le dijo el Señor Fushiguro, sonriendo de medio lado de una forma cínica pero endiabladamente sexy. 

»—ª. 

Había logrado decir Yūji. En sus diez y ocho años de vida jamás había visto a su padre sonrojarse tan violentamente. 

Chōsō llevó una mano a sus labios, luciendo totalmente asombrado e indignado. Jin, conducción, se encogió un poco sobre su asiento. Yūji sonreía travieso y, Sukuna, estaba momentáneamente en shock. 

—Que atrevido —el mayor de los tres hermanos dijo luego de unos segundos. Tenía una vena hinchada en la sien.

—Tantos años espantando a posibles pretendientes, echados a la basura —al gemelo mayor le temblaba un ojo—. ¡Yūji, te dije que lo cuidaras! —se abalanzó hacia su hermano tratando de tomarlo del cuello, sin embargo, Chōsō lo sostuvo de la cintura impidiendo así que matara a su hermano menor.

Para Yūji no pasaron desapercibidas las dos pulseras de cuero negro que su gemelo utilizó en cada muñeca. Antes de irse no las tenía, estaban geniales, luego le quitar… pediría prestada una.

—¡Niños, dejen de pelear! —Jin conducía conduciendo de observar hacia atrás sin perder concentración en el frente. No quería que tuvieran un accidente. 

—No seas llorón, Sukuna, a papá le gusta y nosotros, como sus hijos, debemos apoyarlos. 

—¡Acabas de decir que lo odia! ¡Además, siendo policía se atrevió a acosarlo sexualmente! ¡Me rapo si a papá le llega a gustar un tipo como ese! 

—Ay, hermano, estás bien idiota, acabo de decir que han tenido citas —Yūji sonreía de oreja a oreja, una lagrimita divertida resbaló por su mejilla y él la limpió de forma dramática—. No te enojes tanto —prosiguió—. Verás, no es que papá se haya enamorado en ese momento. De hecho, si te hace sentir mejor, déjame decirte que después de ello nuestro padre le dio tremenda bofetada mientras tartamudeaba muy sonrojado. La cara de Tōji fue genial, al parecer no esperaba ser rechazado tan rotundamente.

Sukuna sintió que le hervía la sangre, pero guardó silencio esperando que su gemelo hablara. Además tenía una sonrisita mental por lo extra agregado por su hermano menor.

—Papá no se los dijo porque no quería preocuparlos, pero tuvimos un accidente. 

Como esperó, los chicos no tardaron en hacer todo tipo de preguntas respecto al incidente y la gravedad de este. El enojo pareció desaparecer del semblante de Sukuna y en su lugar solo había preocupación. 

Para calmarlos, el menor procedió a contarles. El accidente, desde luego, no fue culpa de su padre, fue otro auto quien los chocó; el director, que incluso estaba algo ebrio, le echó toda la culpa y amenazó con cobrárselas muy caro si no se hacía responsable. ciertamente el sujeto llegó a ser muy intimidante y absolutamente grosero; Yūji estaba más que dispuesto a partirle la cara, pero su padre le dijo que se mantuviera en el auto y lo dejara encargarse de ello. 

El sujeto gritaba furioso, seguro que la culpa no era suya. El gemelo menor comenzaba asentir miedo por su padre al ver que el tipo solo se enfurecía más, soltando asquerosas feromonas sin controlarlas un poco incluso, insultando a su padre y tratando de denigrarlo. Jin parecía, de hecho, asustado por la actitud del desconocido y lo realmente intimidante que estaba siendo. Hasta que el tipo explotó en furia y le soltó un puñetazo a su padre. 

—Pero entonces —Yūji dijo, sus ojos castaños brillaban—, Tōji apareció de la nada y tomó al tipo de la muñeca antes de que lastimara a papá. Le dobló el brazo hacia la espalda y le estrelló el rostro en el capó de su auto. Lo vieron, estuvieron increíbles, ¡Y ni siquiera tuvieron que usar feromonas para doblegar su voluntad! Bueno, de todos modos no podía porque él es Beta. ¡Pero eso lo aún vuelve más increíble!

—¿Quién está saliendo con él? ¿Padre o tú? —Sukuna chasqueó la lengua, a lo que su hermano soltó una risita y prosiguió.

—Arrestó al tipo por conducir en estado de ebriedad, ayudando a papá a resolver el problema demostrando que no había sido su culpa y haciendo que el tipejo asqueroso ese pagara los daños que le usó a nuestro auto. Y bueno, como agradecimiento, papá lo invitó a cenar. Esa noche, cuando volvió, descubrí que las feromonas de papá pudieron ser realmente muy dulces… y luego las cosas solo surgieron, jeje. 

Chōsō, aún preocupó de que las cosas podrían haber ido muy mal sin la intervención del hombre, sonreía aliviado. Ahora definitivamente quería conocerlo y agradecerle personalmente el haber ayudado a su querido y adorado padre. 

Sukuna, con el entrecejo fruncido, se cruzó de brazos sintiendo que se le retorcían los intestinos de la cólera por el maldito que se atrevió a chocarlos, y también por la frustración de admitir para sí que estaba agradecido con el policía pervertido ese. 

El auto se detuvo de nuevo por culpa de un semáforo en rojo. Sukuna giró la mirada hacia su padre, que se había mantenido en silencio y con la mirada al frente, concentrada en conducir. No pasaba para nada desapercibido el sonrojo que le llegaba hasta las orejas. 

—Bueno… —el mayor de los gemelos suspiró hondamente—, supongo que tengo que agradecerle en persona. 

—Ay, no te hagas del rogar, Sukuna. Tōji es genial. 

—Te tiene en la palma de su mano, ¿No? 

Yūji le regaló una sonrisa inocente mostrándole todos los dientes, en su mano un pulgar arriba. 

El mayor de los gemelos soltó un resoplido frustrado, revolviéndose los cabellos rosados aún más frustrado. Finalmente inhaló hondamente y dijo: 

—¿En serio te gusta? 

El semáforo cambió a verde y entonces Jin puso el auto en marcha de nuevo. Pasaron largos segundos en los que se mantuvieron en silencio, Sukuna podía ver como se mordía el labio inferior, nervioso. Finalmente, luego de segundos eternos, inhaló profundamente y habló:

—… Sí —Sukuna apretó fuerte la mandíbula, su padre había comenzado a soltar feromonas inconscientemente, reafirmando sus palabras—. Hemos salido unos meses —prosiguió, con una bonita sonrisa en el rostro y ojos brillosos—, aunque tampoco es que sea algo serio, apenas nos estamos conociendo… 

Yūji, que se había vuelto a acomodar en el asiento del copiloto, se puso de rodillas viendo hacia atrás para luego hablarle a Chōsō. 

—¿Cuánto a que ya se conoció muuuuy a fondo?

—¡Yuuji! —Jin chilló. 

—¡Aaahh! ¡Cállate! —Sukuna de nuevo atentó contra la vida de su gemelo. 

El menor sonreía de oreja a oreja mientras Sukuna estaba sujeto de la cintura por un divertido Chōsō; su padre se moría de la vergüenza detrás del volante. El hombre estaba totalmente sonrojado y apenado, pero entonces esa pena se convirtió en una sonrisa sincera que solo escapó de sus labios, desconcertando un momento a sus queridos hijos quienes se quedaron muy quietos, observándolo. 

—Ay, mis niños —dijo él, aún sonriendo—, como extrañé sus peleas. 

Los chicos entonces dejaron de lado todo y solo sonrieron de vuelta, observando con infinito cariño a su querido y dulce padre. Por supuesto, Chōsō y Sukuna también los habían extrañado. 

A veces parecía un desastre, pero en realidad todo era perfecto para ellos, las cosas nunca iban más allá de riñas entre hermanos que se resolvían viendo películas o jugando videojuegos. Sukuna parecía muy sobreprotector respecto a su padre, pero tenía sus razones, solo quería cuidarlo. Pero, por supuesto, siempre respetaría sus decisiones.  

Ahí, su pequeño mundo junto a su padre y sus hermanos, era todo lo que quería, era todo lo que estaba bien en su vida.

.

.

.

 

Los ojos de Sukuna se abrieron lentamente, lo primero que notó fue la oscuridad del lugar debido a que era de noche, aunque los rayos plateados de la luna se filtraron por los tragaluces y las ventanas rotas La madrugada estaba helada. 

Con Satōru decidió pasar la noche en el destartalado supermercado en el que habían estado buscando. Él estaba recostado en el suelo, teniendo como almohada un peluche que había encontrado por ahí. 

Se giró, quedando recostado de lado. Entonces lo vio, Satōru yacía sentado apoyando la espalda contra la pared. Tenía las piernas largas flexionadas, sus hombros se veían caídos y su rostro inclinado hacia el suelo, sus anteojos no estaban sobre el puente de su nariz; parecía sostener un pedazo de papel en sus manos, pero Sukuna sabía que era una fotografía. Él lucía en verdad tan patético, como si estuviera llorando sin derramar ni una sola lágrima. 

Sukuna se giró al lado contrario, se acomodó totalmente la espalda y se abrazó a sí mismo mientras grababa su reciente sueño. 

Todo era tan hermoso y perfecto, su mundo era maravilloso junto a las personas que más le importaban en la vida. Y ninguna de ellas estaba ahora a su lado. Incluso lo había perdido a él. 

Si pudiera volver el tiempo, le gustaría volver a ese precioso recuerdo y congelarlo. Vivirlo ahí, junto a su familia, atesorar esos momentos por siempre y que el dolor jamás llegara a ellos. Por siempre en ese auto sonriendo y siendo felices solo ellos cuatro. 

Pero no podía, y era tan doloroso. Los estaba perdiendo a todos uno por uno.

«Padre, Chōsō, Yūji, Meg…». 

Cerró los ojos, deseando que el dolor solo desapareciera. 

 

~•§•~

 

«Tendría que haberme sentido realmente terrible para haberme quedado dormido detrás del mostrador de una tienda, sin ningún arma más que un palo de escoba. Y al parecer lo estaba, puesto que desperté luego de un largo sueño del que no recordaba el momento en el que había comenzado.

El sol comenzaba a asomar en el horizonte y era momento de partir de allí. Tenía que encontrar armas, comida, un refugio seguro. No tenía un lugar al que ir, pero al menos quería uno al que regresar. 

Me asomé con cautela en caso de que hubiera algún resultado cerca de la tienda, pero estaba libre. Antes de salir de esta aproveché la oportunidad y tomé unos zapatos que encontraron más cómodos para correr, no quería tener dificultades, y los que tenía ya estaban muy gastados. 

Esperaba y la maldición de los accesorios nuevos no cayera sobre mi. Lo último que quería era tropezar en medio de una persecución de varias. 

No sé qué estaba pensando tonterías. 

Caminé por la acera pendiente del camino, adelante, atrás, a mi costado; mi única arma aún era el palo de escoba que había encontrado, lo sostenía con fuerza pegado contra mi pecho y estaba dispuesto a usar en cualquier momento.

Caminé un par de cuadras, quizás más, sin ver casi ningún herido, lo que era realmente extraño, noté que algunos pero estaban demasiado lejos como para repararme. Habían varias tiendas que parecían ya haber sido saqueadas y otras no tanto, por lo que me parecía era un buen lugar para establecerme por el momento. Aceleré el paso hasta llegar a correr hacia un edificio de apartamentos algo lujosos que se veían en la distancia.

Que las calles estuvieran casi desiertas no significaba que los edificios también lo estuvieran, pero esperaba tener al menos un poco de suerte. Y así fue. Teniendo el tiempo del mundo, me dediqué a buscar en todos lados dentro del lugar. El edificio al que había corrido solo tenía diez pisos y yo no tenía nada más que hacer más que buscar y buscar algo que fuera útil para mi. 

Por suerte, de nuevo, había un bonito y bastante amplio apartamento que lucía intacto, como si sus ocupantes hubieran salido antes del desastre y nunca pudieran volver. Había abierto la cerradura usando un par de palillos metálicos que no sabía en el bolsillo de mi pantalón. Tampoco sabia como rayos podia hacer eso, de todos modos no importaba, solo que podia darme un lugar seguro para dormir. 

Estaba en el último piso, tenía una gran vista del mundo muerto en el que vivía ahora. En mi recorrido en el edificio había encontrado algunas cosas: golosinas, un par de productos enlatados y medicina. Enfermarme en este mundo maldito también podría ser fatal, aunque fuera solo una gripa. 

Dejé mi botín de exploración sobre la pequeña mesita llena de polvo que había en la sala del lugar y, al igual que hice en el edificio, también investigué el apartamento.

El dueño era un tipo de unos veintitantos, encontré una fotografía en la habitación, en realidad eran muchas; al parecer era un poco paranoico de los gérmenes pues tenía demasiados productos de limpieza apilados en la cocina. Lo que significaba que solo comía comida casera y productos enlatados. Los estantes estaban llenos de comida enlatada. ¿Me había ganado la lotería acaso?

Tenía tanta hambre que en cuanto abrí los estantes y vi tal tesoro, no pude resistirme a los melocotones en almíbar que parecían coquetear conmigo. Mierda, estaban tan deliciosos que incluso una lagrimita de felicidad se escapó de mis ojos. Que recordara no comía desde el día anterior, quizás era más tiempo.

En mi búsqueda, mientras aún comía la fruta, también encontré algo más... Un revólver y unas cuantas municiones. Sentado en el sofá, me dediqué a observar el arma. Por alguna razón no me era indiferente, su peso en mi mano resultó familiar… aunque seguramente ya había sostenido un arma antes, porque en algún punto debí utilizar alguna para defenderme. Después de todo, el mundo se había ido al carajo.

Claramente no recordaba quién era, pero decidió que no importaba, no en ese mundo destrozado. Frente a los ojos de la muerte todos éramos iguales. Quizá más adelante intentaría averiguarlo, pero por el momento no tenía ningún caso. 

No es que fuera a cambiar algo de todos los modos».


Sukuna cerró el diario que había encontrado el día anterior, devolviéndolo al bolsillo de su chaqueta donde había yacido guardado. 

En realidad solo era un cuaderno de notas comunes y corriente, algunas hojas estaban arrancadas y otras rotas, por lo general estaba sucio, manchado… pero le gustó la forma en la que las palabras estaban escritas sobre sus líneas. Era una bonita letra. Y a él ni siquiera le gustó leer, era solo que…

Se sintió convencida. 

De alguna forma extraña le resultó familiar. 

Sacudió la cabeza espabilándose un poco, el sol comenzaba a mostrarse en el horizonte y tanto él como Satōru podría continuar con su búsqueda tan pronto como fuera posible. Se alejó de la pared en la que había estado apoyado, se incorporó y fue hasta el de cabellos claros, quedándose de pie a su lado.

—Levántate, pedazo de mierda. 

Sukuna le dio unas pataditas al cuerpo inerte de Satōru, este yacía recostado en el frio suelo de uno de los locales del supermercado, en el que habían pasado la noche. 

Los ojos celeste del chico lo observaron tristes, parecían solo un cascarón vacío de lo que antes era Satōru Gojō. Una venita se hinchó en la frente del cabello rosas. 

—Que te levantes —dijo, solo para patearlo de nuevo. Sin embargo, antes de que lograra su cometido, una de las manos de Satōru sostuvo su tobillo—. Que patético eres, maldita basura —lanzó con odio para luego soltarse del agarre del cabellos claros.

—Ya lo había pensado antes —Gojō habló mientras comenzaba a incorporarse, su voz sonaba algo rasposa—, solo puedes hablar con insultos, ¿No? Tienes una maldita boca muy sucia. 

Sukuna se inclinó de prisa y sujetó a Satōru por el cuello de su ropa e hizo que se pusiera rápido de pie, solo para después empotrarlo contra la pared, sus anteojos tiritaron en duelo cayendo de alguna parte de su cuerpo. Se acercó a su rostro, viéndolo con total furia en sus ojos rojizos. 

—¿Quieres hablar de personalidades de mierda, eh? ¿Qué tal la tuya cuando se trata de mi hermano? ¿Piensas que no sé reconocer una puta sonrisa falsa cuando la veo? ¿Crees que no sé que todo tú eres una maldita mentira? 

De hecho, lo que Sukuna acababa de decir era cierto. Él era muy bueno leyendo a las personas, sobretodo a los mentirosos, sin embargo, era por ello que sabía que Satōru amaba a su hermano. Tenía una personalidad de mierda, igual que él, pero jamás fingió cuando se utilizó de Yūji. Las sonrisas en su rostro cuando estaba con su hermano, y las sonrisas que hacía cuando se trataba de alguien más, eran totalmente diferentes, puesto que cuando se trataba de su gemelo, jamás lo había visto sonreír con tanta sinceridad. 

La primera vez que tuvo que interactuar con él, supo que se llevarían del asco y lo odiaría con su alma. A él ya sus malditas feromonas. Aunque la sonreía parecía muerta por dentro, con ojos sin vida, tristes; sin embargo lo ocultaba detrás de una sonrisa fingida que parecía que todos le creían, y que la gran mayoría detestaba en realidad. Por eso no pudo evitar sorprenderse cuando lo vio sonreírle a su hermano. Sonreía de verdad, sus ojos brillaban luciendo muy feliz. Lo vi con adoración y una alegría sincera que salía desde lo profundo de su corazón. 

Así que Sukuna no podía realmente creer lo que estaba a punto de hacer, Maldito Satōru, se la cobraría luego. 

Satōru tomó a Sukuna del cuello de su ropa, acercando aún más sus rostros. El chico no era el único que estaba furioso. 

—Puedes pensar la mierda que quieras de mí… —su voz profunda, enojada—. No es como si te equivocaras.

Podía intimidar y hacer que cualquiera se orinara en sus pantalones con solo liberar un poco de sus feromonas. Después de todo, Satōru podía ser realmente intimidante. Era un jodido Alfa dominante para mala suerte de cualquiera, aunque a veces no lo pareciera. Sin embargo, cuando se ponía serio, era mejor mantener su distancia; pero eso no era algo que haría Sukuna. El de cabellos incluso rosa lo vio sin inmutarse sí su aroma le provocó náuseas y mareos.

Eso, de hecho, podía decir que era una ventaja. Las feromonas de Alfa jamás tendrán el efecto deseado en él, nunca podrían intimidarlo más que provocarle repudio.

—… Pero no te atrevas a insinuar que lo que siento por tu hermano es una farsa —continuó—, porque no tienes ni una maldita idea de mis sentimientos.

Sukuna lo alejó de la pared, solo para luego darle un puñetazo en la mejilla y tirarlo al suelo con violencia y demasiada facilidad. El de cabellos claros se estrelló contra el piso, cerca de donde sus gafas habían caído antes.

Vaya Alfa de mierda. 

—¿¡Y entonces por qué carajos estás dándote por vencido tan fácil!? —estalló, importándole poco si sus gritos atraían a los fuertes que rondaban la zona, incluso soltó algunas feromonas, y él jamás, jamás hizo eso—. ¡Sí lo amaras de verdad sabrías que no está muerto! 

Sí, Sukuna la había dicho, la palabra con «M» que ninguno de los dos había querido siquiera pensar en esas malditas tres semanas, creyendo que se volvería real de hacerlo. 

No iba a negar que él se sintió desolado por un momento, varias horas. Pero después de intentar dormir de nuevo luego de que despertara en la madrugada, aprovechando que Satōru se había ofrecido a hacer guardia; y no poder hacerlo por lo que le dijo al de cabellos claros que durmiera y él vigilaría, su mente había vagado en muchas cosas hasta por fin aclararse. 

Ese frasco vacío no significaba, no obstante, que fuera el fin de todo. Para empezar, Yūji era medio lelo, pero también era listo, así que él sabía que no podía dejar que las cosas se salieran de control. Seguramente identificó los síntomas de su celo de inmediato y no perdió tiempo en controlarlos. El frasco estaba tirado, sí, pero ¿Quién usaría un recipiente vacío en el que no se podía guardar nada útil?

Además, incluso estaba bien cerrado, lo que significaba que Yūji había estado calmado y con tiempo suficiente como para cerrar el frasquito. Cualquiera con prisa solo lo hubiera tirado como si nada, sin preocupacion ni siquiera de cerrarlo pues habian cosas mas importantes de que preocupacion.

Por el momento se pudo descartar esa opción, de todos los modos, no se encontraron ninguno de los integrantes del grupo cerca de la zona y sus alrededores. Tenía que haber algo más que no estaban notando. ¿Qué era? 

—¿¡Y qué mierda se supone que haga, Sukuna!? —Satōru gritó, saliendo de sus cabales—. ¡Sí lo pierdo yo… si ya no estás yo…!

Se cubrió la cara, sus ojos ardían. Sukuna se cruzó de brazos, una sonrisa de medio lado algo cínica se dibujó en su rostro. 

—Confía en él. 

Los ojos claros de Satōru se clavaron en su cuñado, estaban rojizos, como si estuviera a punto de llorar. 

—¿No fuiste tú quien lo entrenó? Sabes mejor que nadie, incluso yo, lo bueno que es. ¿O estás diciendo que todo ese arduo entrenamiento no corresponde a nada? 

Gojō lo demostró en silencio unos segundos, respirando con fuerza. Sukuna solo lo vio a los ojos sin inmutarse. 

Y entonces la mirada turbada de Satōru pareció calmarse, las feromonas que habían liberado comenzaron a dispersarse, él comenzó a respirar con más tranquilidad. 

Era cierto, la desesperación había hecho que se le nublara la mente y actuara como un estúpido frente al hermano de Yūji. Satōru lo sabía, incluso si a sus ojos Yūji parecía alguien que a costa de su vida debía proteger, su ángel era capaz de protegerse a sí mismo. Y él, con algo de ayuda de Sukuna, se habían encargado de ello. 

Inhaló hondamente, tranquilizando su mente y corazón. 

Ahora entiendo. Sin poder evitarlo soltó una risita irónica. ¿Cuán patético debería haber visto para que el mismísimo Sukuna tuviera que motivarlo? 

—Gracias —le dijo mientras se incorporaba y buscaba sus anteojos. 

—Ni lo menciones —Sukuna lo vió colocarse sus jodidas gafas. Nunca pudo entender como era que el chico de ojos claros podia ver con esas cosas—. Y hablo en serio, no te atrevas a mencionarlo a nadie… o te castro —llevó el dorso de su mano hacia su nariz para tratar de evitar un poco el aroma nauseabundo que el otro aún emitía. 

No pensando que controlara sus feromonas y así hacerle saber que esas cosas malditas eran como repelente para él.

—Oww, estabas preocupada por mi, ¿Cierto? —Satōru le picó la mejilla con un dedo. 

—Vete a la mierda —Sukuna le lanzó un manotazo, alejándose de él como si se tratara de la peste—. ¿Quién en su sano juicio se preocuparía por ti, pedazo de basura? 

—¿Significa eso que reconoces lo fuerte que soy y por ende sabes que no hay necesidad de preocuparte por mi? Ooww, Sukuna —canturreó, con un tono de voz demasiado meloso para gusto del cabello rosa. Asqueroso—, me siento alagado. 

Una vena comenzaba a hincharse en la frente del de ojos rojizos.

—Debí haber dejado que te hundieras en tu mierda. 

—¿Entonces aceptas que estabas preocupado? 

Sukuna torció los ojos hacia un lado. 

—Eres tan malditamente insoportable. No entiendo como carajos Yūji te aguanta. 

—Podría decir lo mismo de ti —Gojō le sacó la lengua de forma juguetona y muy estúpida—. Tu personalidad es una grandísima mierda jeje —el de hebras rosadas le soltó un puñetazo, pero el más alto lo esquivó haciéndose hacia un lado—. De todos modos, para responder tu duda, es porque me ama —Satōru lucía orgulloso. 

Sukuna hizo una mueca de asco ante la expresión tan imbécil que el de cabellos claros puso en su cara. Aunque en el fondo, muy en el fondo, se sintió aliviado. Al menos ya parecías la misma idiota de siempre. 

Ya podría continuar con la búsqueda correctamente.

Notas finales:

Yyyy eso fue todo. 


¿Les gustó? 


Espero que sí. Siempre pueden hacermelo saber, parte de la inspiración para continuar ea saber que piensan, si les está gustando. 


Cuidense. Tomen awa.


Byee.


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