Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

All the things she said por Eiri_Shuichi

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Primer (y posiblemente ultimo) fic Yuri que escribo en mi vida asi que no se realmente que tan bien o mal hecho este.

No es Songfic pero la cancion a la que se hace referencia es "All the things she said" de TATU

All the things she said
All the things she
Running through my head
Running through my head
Running through my head
All the things she said
All the things she
Running through my head
Running through my head
Running through my head
This is not enough
 

Se escucho por el cuarto desde la radio junto al computador, el Sol aún no salía; eran apenas cuarto para las seis y se sentía aún cansada como desde hacía ya tres meses, despierta mas sin abrir los ojos, deseando con toda su alma dormir eternamente.Se levanto finalmente y, tomando algunas cosas fue hasta el baño, se ducho, vistió y bajo a la primera planta de la casa dirigiéndose a la cocina; no sentía hambre pero la extrema resequedad en su boca le insito a beber un vaso de jugo sentada en la barra rodeada de tantos objetos inertes que casi podían hablarle, escuchando con claridad los murmullos y las risas así como viendo las sombras difuminadas.“No son más que recuerdos” se dijo una vez más, tomo sus cosas y salió sin deseos de tomar el colectivo, prefería caminar sola bajo la tenue luz  de las farolas que hacían resplandecer su largo cabello castaño tan claro que solía confundirse con rubio. Recorrió las mismas calles que solía, todo permanecía igual, el mundo poco había cambiado por no decir nada, los días y las horas seguían su ritmo común, las mismas escasas personas, el mismo carro café frente a la misma casa beige, el mismo autobús pasando a su lado con la misma ruta mientras ella se sentía otra; rota.

Un dolor se hizo presente en su estomago cuando se acercaba a la gran barda que anunciaba su escuela, entro sin ánimo y se sentó, como era ahora costumbre, en el rincón más alejados de sus compañeros y maestros; de todos.Una vez más las voces y las siluetas se hicieron presentes despertando en su interior una gran necesidad de desahogarse, mas no pudo, sus ojos ya estaban secos de tanto llorar.El aula se abarroto antes de que pudiera darse cuenta y por la puerta entro un profesor que excedía los cincuenta años y comenzó con su clase, tediosa como de costumbre. Algunos platicaban, otros tomaban nota y ella solo se limitaba a mirar por la ventana hacía el gran y claro cielo azul como buscando en el otro color que estaba segura podría distinguir si lo observaba el tiempo suficiente y pensó que ese era su problema: el tiempo, a veces demasiado corto, a veces demasiado largo o, simplemente, demasiado cruel.

Su libreta se llenaba únicamente de garabatos, líneas sin sentido o dirección y dibujos lúgubres desde aquel día, toda su vida giraba ahora en torno a eso; nuevamente ese dolor sofocante que la llevaba al punto más agonizante y la mantenía ahí durante horas torturándola, acabando con sus escasas fuerzas y arrojándola una vez más al vacío de esa maldita soledad sin consuelo haciéndola saber que el juego ya tenía reglas y ella, todas las de perder.Resultaba casi imposible creer que aquella criatura taciturna fuera tiempo atrás el mayor icono de perfección: dulce, amable, educada, inteligente, hermosa entre muchas virtudes más mientras que ahora vagaba por los pasillos sombría, con su resplandor extinto eternamente. Casi podía oírles murmurar al otro lado de las paredes, su vista nublarse, sentir como su cabeza daba vueltas y el piso se movía, ¡era tan asquerosamente real!Debía seguir luchando contra el infierno de su existencia, debía mantenerse firme y con la cabeza en alto, debía controlas las alucinaciones a cada instante; debía hacer tantas cosas al mismo tiempo que su cuerpo le pesaba con el fantasioso deseo de volar lejos cada vez que sus manos cruzaban el marco de la ventana y la cegadora luz del sol le dibujaba, parecían cobrar vida y prometerle lejanos paraísos de ambrosia y esperanza donde podría ser libre de todas esas ataduras que la herían; sabía tan bien el sueño de ser feliz.

 

Trago saliva para regresar al universo donde las cosas eran palpables y no solo imaginarias encontrándose recargada al borde de un balcón en una parte alejada del resto de los alumnos, miro su reloj de muñeca y noto como llevaba más de veinte minutos de retrazo para su clase; observo los cuatro pisos de altura a los que estaba y esa necesidad que la invadía desde ya algunas semanas volvió como era costumbre, incitándola a poner fin a su tragedia. Su voluntad cedió y comenzó a colocarse, parada y apenas en equilibrio yacía sobre la fina baranda que no por mucho la sostendría, con la mano izquierda apretando el concreto de la pared y los ojos cerrados, con el miedo de saber de ante mano su destino pero más aún a que el dolor, la opresión y el vacío en su pecho la mataran lentamente le ordeno al primer pie caminar sobre el aire seguido del otro.

 

 

 

 

 

Sus parpados vibraron por la incomodidad que sentía, los extraños ruidos de maquinas y pasos incesantes resonando en las paredes la obligaron a abrir los ojos viendo así las blancas paredes, las claras sabanas y aparatos conectados a su cabeza y extremidades; había fallado.Una enfermera entro y comenzó a revisas sus signos vitales que aparentemente se encontraban estables, nada iba mal hasta que le pidió que hablara; sus labios se movían mas su garganta no emitía sonido alguno. Al poco tiempo un hombre de bata blanca le revisaba de nueva cuenta buscando alguna causa que no encontró en su cuello o en sus cuerdas vocales pues iba más allá de lo que se podía medir con una lámpara de mano y ojos expertos.Si bien los siguientes días no se sentía tan dolorida gracias al medicamento la observación constante le molestaba, parecieran creer que aún con su cuerpo lastimado, los músculos contraídos y dos costillas rotas se levantaría de la cama para intentarlo de nueva cuenta; ella no era ninguna loca suicida ni mucho menos masoquista, su único error había sido dejarse vencer aquella ocasión, cosa que permanecería en su memoria durante suficiente tiempo como para no intentarlo de nueva cuenta.

 

Pasaron las semanas y varias sesiones de terapia donde parecía no mejorar, fue dada de alta apenas con una prescripción, una nueva atadura por tiempo indefinido; ahora la cuestión era su salud mental.

 

 

 

Fue llevada al sanatorio casi de inmediato, un edificio alto apenas con muebles y colores claros que la hacían sentir peor, era como si intentaran sedarlos con la vista; era enfermizo. Escucho una voz dulce, una mujer que tomo su maleta con apenas lo necesario y la llevo por los pasillos hasta llegar al que sería su cuarto, al final del primer piso y con vista al jardín, respiro con la esperanza de apreciar el aroma de las flores recibiendo solo el de medicamento que le provoco nauseas; en el diminuto cuarto había apenas una cama individual y una cajonera junto con una silla, tan sobrio y simple era que añoro su antigua casa.La enfermera le hablaba de direcciones, consultas y horas de comida sin que le prestara atención, una parte de ella seguía flotando incorpórea y ganándole la batalla a su sensatez.   

 

 

 

-¿Julieta Vellmont?- pregunto para confirmar los datos del registro y respondió apenas con un movimiento afirmativo de cabeza -¿Diecisiete años?- repitió el mismo gesto y al poco tiempo se encontraba sola entre las cuatro paredes, llevando su mano derecha a una de ellas y palpo la textura irregular con la yema de los dedos recorriendo el espacio en forma cuadrangular tantas veces que perdió la cuenta; no quería aceptar que su pena estaba ahora encapsulada en una clínica, se negaba a la sola idea de estar sin escapatoria, que no podría huir nunca de su pasado.

 

Alrededor de cinco días transcurrieron iguales, cada vez que se cansaba de reconocer el mapa de la pared se sentaba frente a la ventana y miraba las flores y los árboles del exterior preguntándose si también serían prisioneros o si para ellos aquel sería su hogar; que palabra más añeja.La sexta mañana sus piernas le rogaban recorrer nuevos rumbos, descubrir la frescura de otro piso y se sintió absurda; aún así cumplió ese pequeño capricho y descalza y desaliñada comenzó su viaje por un mundo no tan real que habitaría por tiempo indefinido. Como era de esperarse comenzó a ir a terapia, siempre la misma historia; el psiquiatra recordándole sus antecedentes, preguntándole la razón de sus actos, insinuando hechos… todo obteniendo como contestación su mutismo para después salir y continuar con sus recorridos sin atreverse aún a ir donde su corazón clamaba a gritos.

 

Toda ella se encerró en una esfera de cristal como la más bella muñeca de porcelana, delicada y subyugante sin mirar jamás más allá de su nariz en contra parte de todos los demás que la observaban con asombro igual que a  un alma en pena; todos excepto por una persona que la admiraba como a un ángel.Fue una mañana de primavera, era temprano y no había podido conciliar el sueño en toda la noche viendo el resplandor de la Luna a través del cristal suspirando como se avivaba el deseo de salir y poder estremecerse con la brisa nocturna, si tan solo su miedo no le impidiera salir; miedo a que las voces y las sombras retomasen la fuerza del principio, si bien aún eran parte de su vida el poderse alejar de las personas le ayudaba a controlarse. Era inútil, no se sentía con el valor suficiente para ir donde su alma le pedía. Ahí, con la vista perdida en el jardín fue encontrada por unos ojos azules e intensos. 

 

 

 

-Si tanto deseas salir, ¿por qué no lo haces?- aquella voz pasiva le devolvió la conciencia de donde estaba y no supo como reaccionar ante la mujer de tez clara y ojos oscuros como su cabello negro; tuvo miedo y ninguna palabra salio de su boca -¿a qué le tienes miedo?

 

Nuevamente guardo silencio mientras bajaba el rostro, tenía pánico a cruzar esa puerta y perder lo poco que le quedaba mas, no por ello, era algo de lo que estuviera orgullosa. Comenzó a sollozar intentando en vano retener el llanto cuando sintió una mano sobre su muñeca y su cuerpo fue jalado por la otra mujer hasta llegar a ese lugar; después de tanto tiempo y lo había conseguido gracias a una desconocida. 

 

 

 

 

 

Los días transcurrieron y siempre, cada mañana, esperaba ansiosa la llegada de Arikel para sentir al menos un poco de valor para salir, para no sentirse tan sola; cuando los médicos la habían dado por caso perdido ella había sido capaz de revivir en su interior un poco de esa tranquilidad; nunca le pidió una explicación a su mutismo, nunca hubo un desaire y, poco a poco, sintió que volvían sus deseos de vivir, solo una vez más mientras las copas de los árboles se volvían terracotas y las hojas comenzaban a caer.A mitad de la noche despertó y, a diferencia de otras ocasiones, una sonrisa se dibujo en su rostro al hallarse sin sobresaltos, ninguna pesadilla se había colado entre las sabanas para recordarle en susurros su pena; se levanto y recorrió un largo pasillo nuevamente con la mano palpando cada pared, después el frío barandal y los escalones bajo sus pies descalzos hasta encontrar, dos pisos arriba, la puerta que buscaba. La abrió y se infiltro al cuarto cerrándola de inmediato, se acerco a la cama y a su lado se hinco dispuesta a esperar el tiempo que fuese necesario a que la otra despertará; alrededor de cuarenta minutos transcurrieron antes de que las profundas orbes azules la mirasen con cierta sorpresa más ella solo sonrío como hacía mucho no.

 

Tomo su mano como ella tomase la suya tantas veces y juntas llegaron al jardín a hurtadillas como dos infantes traviesos que procuran no despertar a sus padres y ahí, bajo el nocturno resplandor celeste, con la brisa bañando cada planta con su aviso otoñal se arrojo para abrazarla. 

 

 

 

-¿Te sientes bien?- pregunto incrédula y algo preocupada por la actitud poco común de la otra

 

-Sí- pronuncio con claridad ante el asombro de esos ojos azules –Arikel…- saboreo el placer de llamarla por su nombre, infinitamente agradecida por ayudarla a salir de un pozo sin fondo, se ese lugar oscuro y frió donde moría lentamente su alma. 

 

 

 

La emoción fue tal que no pudieron ir a dormir, se quedaron sentadas a mitad del lugar hablando por primera vez ambas; Julieta sabía ya a la perfección la historia de su amiga, hija de un importante empresario y una heredera casados por obligación, todo iba aparentemente bien hasta que su padre supo que su primogénito sería realmente una niña y, en un arranque de cólera mando a su madre al hospital teniendo ocho meses de embarazo. Tal fue el daño que había terminado por nacer prematura y su madre nunca más pudo quedar embarazada, cargo con ese peso toda una infancia sobreviviendo apenas con los relatos fantásticos que le narraba su madre cada noche y con los que poco a poco fue creando un universo en su imaginación donde la oscuridad y la sombra eran el hábitat ideal hasta que, un día, su padre decidió comprometerla contra su voluntad; al principio había callado su disgusto con la esperanza de una relación tranquila con su progenitor mas fue imposible y, poco antes de la boda cancelo todo alegando mil y un razones yendo a parar finalmente a aquel lugar.

 

Antes no había imaginado una historia así y, ahora, la tenía frente a sus ojos y la inseguridad de confesarse en el pecho; a diferencia de Arikel la vida de Julieta había sido siempre maravillosa, un padre comprensivo y una madre amorosa, una posición relativamente cómoda y sin preocupaciones, quizá aquel había sido el verdadero problema. Un día la perfección de su vida fue irrumpida bruscamente, su madre había muerto durante un asalto a un banco, ninguna justificación tuvo para aquel suceso y no supo como sobrellevar la perdida de esa persona tan importante en su vida sumiéndose en la depresión que después la llevara a un intento de suicidio.Una especie de paz les lleno el alma desde entonces, sin embargo, no contaron con la rápida llegada de Alejandro Vellmont, padre de Julieta que, dichoso por creerla curada de su “extraño mal” tramitaba ahora lo necesario para llevarla de vuelta a su antigua casa. 

 

 

 

-No quiero ir…

 

-Lo que no deberías querer es quedarte en este lugar, no es para ti- le consolaba Arikel

 

-Aún no me siento lista- podía salir, las alucinaciones habían desaparecido e incluso su habla había vuelto y, sin embargo, no se creía capaz de sobrevivir en el exterior, rodeada de gente para ella extraña; lloraba entonces un par de lágrimas antes de dormir sintiendo como la mayor le daba un beso sobra la mejilla libre invitándola a recordar a su madre con agrado. 

 

 

 

Fue inevitable su partida, en la entrada del sanatorio esperaba el hombre mayor con las maletas de su hija que no hacía más que mirar a la de cabello negro en la lejanía de su ventana, la misma que la noche anterior se hubiera negado a despedirse con la promesa de verse una vez más, algún día.Subió al auto y una parte de su ser se quedo en el edificio, en el jardín que la viera llorar y reír, que le animara días y noches, que le devolviera a quien había sido y, sobre todo, le regalara la oportunidad de conocerla a ella.    

 

 

Tres años habían transcurrido ya desde que saliera del hospital, aquel sería el día más importante de su vida pues, aquella noche, durante un evento social ella y David Orbea anunciarían oficialmente su compromiso; se coloco el collar y, dándose una ultima mirada al espejo tomo sus cosas y fue donde la esperaba aquel hombre.Llegaron al salón de un lujoso hotel abarrotado de gente a la que no conocía y con la que fue presentada elegantemente, las horas pasaron sin percances cuando comenzó a preocuparse por la tardanza de David que, al otro lado se reencontraba con una vieja conocida. 

 

 

 

-¡Pero que sorpresa!, no creí verte aquí Arikel

 

-Aléjate David- dijo tajante

 

-Dime, ¿qué tal Europa?; debió ser muy interesante para que te quedaras durante tanto tiempo

 

-Eso no te incumbe

 

-¡Oh vamos!, en honor de los viejos tiempos

 

-En honor a los viejos tiempos debería partirte la cara- lo miro desafiante

 

-Oye, para que veas mi buena fe te presentaré a alguien- decía mientras encontraba con la vista a figura de su novia y la llamaba –Arikel, te presento a Julieta Vellmont, mi prometida; querida ella es Arikel Malkav, una vieja amiga 

 

 

 

Sin que aquel hombre alto y castaño lo supiese, había revivido los recuerdos de dos personas al mismo tiempo como la salvación o la condena definitiva. Arikel sentía en su interior crecer su desprecio por David hasta convertirse en odio, lo conocía suficiente para saber la clase de vida que le esperaba a Julieta a su lado, quien no sabía bien si en su interior brotaba miedo, angustia o felicidad por verla nuevamente. En algún momento de la conversación quedaron solas y la mayor no pudo reprimir más sus pensamientos. 

 

 

 

-¿Realmente piensas casarte con él?

 

-Claro que si, él me quiere mucho y…

 

-¡Eso no es verdad Julieta!; se la clase de hombre que es David y vendería a su propia madre por conseguir lo que quiere

 

-No sabes lo que dices

 

-Si lo se, lo conozco de más tiempo que tú

 

-¿Sí?, no creí que tus años en la clínica contaran

 

-¿Cómo dices?

 

-¡Eso!, ¡mucho trabajo me ha costado reponerme a todo lo que paso y ahora quieres arruinar lo que he conseguido!

 

-¡Deja de engañarte!

 

-¡No te pedí tu opinión! 

 

 

 

Salió corriendo del salón, no podía soportar sus ojos azules viéndola de aquella manera, la misma que tiempo atrás le devolviera la vida y la cordura. Arikel tenía toda la intención de alcanzarla para aclarar todo cuando un hombre mayor la detuvo. 

 

 

 

-Tenemos que hablar

 

-Lo dudo mucho

 

-Vas a escucharme de una vez por todas, tienes dos meses para reconquistar a David a como de lugar

 

-¡Estas loco!, no pienso hacer tal cosa

 

-Mucho me has costado y ahora vas a aprender a respetarme como tu padre

 

-Antes muerta…

 

-Hija, por favor, hazle caso- pidió una mujer muy parecida a ella que figuraba los cuarenta y cinco años

 

-¿Cómo puedes darle la razón madre?, siempre creí que eras su victima pero veo que no, a los dos les encanta vivir su farsa y justificar mi ausencia durante estos años con un supuesto viaje, pues bien, pienso irme para siempre 

 

 

 

A una distancia prudente Julieta había escuchado toda la discusión cuando buscaba a su novio y vio también partir ese cabello negro, por última vez. 

 

 

 

 

 

Tres días faltaban para la boda, Julieta yacía arreglando las últimas cosas en el departamento que compartirían cuando escucho una vieja melodía escapar de la estereo.  

All the things she said
All the things she
Running through my head
Running through my head
Running through my head
All the things she said

Unos brazos que reconoció inmediatamente la rodearon por la espalda y contuvo el nudo en su garganta. 

-Nunca me gusto esa canción

-¿En serio?, a mí me trae muchos recuerdos

-En ese caso lo mejor será quitarla y olvidarnos de todo el pasado, ¿no te parece? 

Con su maleta al hombro y lentes de sol se abrió paso por las salas, había decidido finalmente salir del país y comenzar una nueva vida donde no estuviera atada a lo que el mundo quisiera que fuera, dijera o hiciera; a unos metros se encontraba ya de las taquillas cuando de frente le apareció una figura delgada, de cabello casi rubio y ojos esmeraldas.

Ambas se sonrieron cómplices, había cosas que solo sabían la una de la otra, soledades que solo juntas podían sacar adelante, heridas que solo así podían sanar y no era tiempo de empezar de nuevo sino de continuar una historia inconclusa porque incluso si el mundo decía lo contrario, ellas así eran felices; en la brisa nocturna y la oscuridad de la noche entre las flores que las vieran nacer.

FIN
Notas finales: Este... nunca había hecho un Yuri asi q no tenia idea y... termine escribiendo lo q surgio. Gracias por leer

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).