Es cierto lo que dicen, nada es comparable al dolor que un ser humano pueda hacerle a otro.
-Era un día normal, las nubes se acumulaban en ese cielo azul que me gustaba tanto mirar, para dejarlo en una tonalidad grisácea, el color natural que tiene el cielo cuando lo observas por la ventana de la clase de este lugar desolado y vacío. Noté algo distinto como si ese día no fuera a transcurrir con normalidad, un escalofrío me recorrió la espalda; una suave pero fría brisa se coló por la puerta ligeramente abierta, muchos se quejaron de este cambio de temperatura teniendo en cuenta que la calefacción del instituto llevaba meses sin funcionar. Pero tú, con tu expresión fría y distante de todos los días, aquella con la que conquistaste mi corazón, saliste por la puerta. Todos te ignoraban, menos yo, te seguí con la mirada hasta que me fue imposible seguirte la pista; seguro que ibas a hablar con el director ya que eras el delegado de la clase y eras tú el responsable de notificar las quejas del grupo.
En ese momento empezó a llover. Pequeñas e insignificantes gotas de agua se deslizaban por los cristales, ayudando a las quejas anteriores de los estudiantes, aumentando así el volumen medio permitido por un profesor. Un grito y todos callaron; pasos se oían por el corredor, seguro que eras tú y me lo demostraste al volver a entrar el aula con tu pose de señor todopoderoso. Muchos te miraban con envidia mal disimulada, otros simplemente te odiaban desde que tenían uso de razón; nadie se daba cuenta de que eras un ser humano como otro cualquiera, también tenías sentimientos y te dolía que nadie se diera cuenta. Te recuerdo todos los días cada vez que salgo del edificio, viendo como te vas por las oscuras calles mientras otros te señalan e insultan; me entran ganas de callarlos con los puños, pero siempre me lanzas esa mirada que me mata, triste y apagada, dándome a entender que no hiciera nada. Entonces me daba la vuelta y corría hacia mi casa, para que no pudieras ver las lágrimas que se deslizaban desde mis ojos hasta caer en el frío asfalto. Quise decírtelo, pero siempre pensé que ya lo sabías; nunca lo demostrabas pero estoy seguro de que conocías mi existencia, que era más que un simple mortal para ti. A lo mejor el hecho de que era el único que nunca te insultaba ni te pegaba, daba a entender que era distinto al resto-unos pasos se oyeron en el interior de la casa y el joven dejó de hablar, sabía quién era y sabía lo que le esperaba...
-Otro día ha pasado, hoy te lo diré porque siento que no pueda vivir hasta mañana, y si así lo siento, así será. Ahí estás, en la terraza que utilizas para desahogarte, no lo aguanto, no soporto ver esa agua salada desprendiéndose de tus hermosos ojos, sólo puedo acercarme a ti, ocasionándote un susto enorme.
-Dime que te pasa...
-No es que te importe, ¿no vas a insultarme como hace le resto? ¿No vas a pegarme por ser débil y estar llorando?-preguntó dolido, sí, dolor, yo conocía eso, lo vivía todos los días-Lárgate-era obvio que no me iba a marchar, me acerco lentamente hacia ti, sólo me miras con miedo claramente reflejado en tu pálido rostro-¿Qué es lo que quieres?-su pregunta me descoloca y ver nuevamente como llora me desalienta.
-No soy como otro cualquiera, tienes mi apoyo si lo necesitas, tienes mi amistad si la requieres y...-me miraba con expectación, un leve sonrojo acudió a su cara, eso me pareció adorable-y tienes mi cariño si te sientes solo.
-¿Cómo puedes sentir eso por mí? ¿Acaso no ves la realidad? Soy un marginado social, todos se meten conmigo y agradezco el hecho de que te preocupes por mí, pero no necesito nada que venga de otro humano, además esto sólo conseguiría que me hicieran más daño, no quiero saber nada de ti-mi corazón sangró como nunca antes lo había hecho, en mi cara se podían ver claramente lágrimas de dolor, de miedo y sobre todo, de amor no correspondido. Sólo pude levantarme y lentamente bajar de nuevo al salón de clases, no dejé de llorar y él no apareció en lo que quedaba de mañana. Nadie se preguntó que me pasaba, todos sabían de sobra los problemas que tenía en casa, ya nadie se preocupaba por mí tampoco. Lo vi, minutos antes de que sucediera, estaba con su hermano sonriendo abiertamente, nunca antes lo había visto relucir de esa forma y eso me despistó, un coche pasaba por la carretera y me pilló desprevenido. El impacto fue brutal, mucho dolor siguió el duro golpe, sangre salía de mí y no lo podía evitar, no sentía mi cuerpo, gritos de angustia se oían a mí alrededor; pude oír como alguien llamaba a una ambulancia y sí, tú apareciste abrazándome ligeramente, aunque no podía a penas notarlo.
-¿Por qué?-una simple pregunta salió de sus labios, mientras en sus ojos, ligeramente difuminados por mi pérdida de sangre, veía el miedo reflejado.
-Porque te amo...-todo se volvió oscuridad ante mí y antes de caer en el abismo lo escuché, fue muy débil pero logré oírlo y una sonrisa apareció en mi rostro. Definitivamente ya puedo morir en paz.
-Yo también te amo.
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