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Habia una vez por RedGlassesGirl

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Notas del capitulo:

Aclaraciones:

—diálogos.

"pensamientos".

(N/A: nota del autor)

[1], [2], etc. Notas al pie.

*para estar al tanto de mis actualizaciones pueden visitar mi Livejournal, busquen la dirección en mi perfil*


Había una vez…en un lugar muy, muy, muy lejano…..fangirls.

Y un día decidieron hacer una colección de drabbles acerca de los cuentos clásicos habidos y por haber adaptados a este mundillo tan precioso para ellas de las novelas de Kyo Kara Maou. Así que aquí comienza nuestra historia, una aventura en la que por el momento Petula y yo seremos las encargadas de guiarlos a través de situaciones crack y mucho sin sentido.

¡Amantes de la comedia sean bienvenidos a unirse a nuestras aventuras!

(Todas las sugerencias de cuentos son bienvenidas, no hay reembolsos ni libro de quejas. Gracias, vuelvan pronto~).

 


Wolfram y Greta.

(Basado en: Hanzel y Grettel, un cuento de los hermanos Grimm)

Autora: Petula Petunia.

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En el bosque de Gretchen vivían los famosos uniconejos de los que hablaba tanto Anissina. Greta, claro está, no perdió el tiempo en desear poder ver a esas criaturas curiosas con sus propios ojos. Así que una mañana en que encontró a su rubio padre libre de su tropa, le rogó como solo podía haber aprendido de un Bielefeld, para ir a dicho lugar.

Yuuri y sus deberes de rey tuvieron que excusarle de ir en aquella incursión, lamentándose sonoramente de perderse la aventura de ver con sus propios ojos conejos con un cuerno (aunque secretamente, el monarca decidió que no era tan emocionante como si le hubieran dicho para ver caballos con un cuerno en la cabeza). De todos modos, el rostro fieramente oficinista de Gwendal y la mirada perturbadoramente obsesiva de Günter lo abstuvieron de seguir insistiendo a sabiendas que de todos modos la tonelada de documentos para firmar continuaría ahí si se iba de franco ese día.

—Como Heika no puede ir. — Dijo Gwendal con el seño fruncido, lo cual no llamó la atención por ser habitual. — Conrad irá con ustedes.

— Exacto, Conrad debe ir con ustedes. — añadió con una extraña necesidad Gunter.

— ¿Qué quieren suponer con eso? — Wolfram se cruzó de brazos desconfiado de la repentina fama que los otros dos hacían de su hermano mayor.

— No es nada, Wolf, solo que si están ustedes dos, como no iré yo, me sentiré más tranquilo. — sonrió Yuuri haciendo la paz. Por fortuna esa sonrisa era suficiente para calmar a un demonio furibundo.

Y es así como los tres aventureros habían terminado en esos hermosos parajes de los bosques de Gretchen al mediodía. Los árboles altos e inacabables que parecían besar el cielo azul, los pájaros cantando perdidos entre los ramajes, el viento fresco susurrando travieso entre las hojas… un espectáculo encantador para el veterano de Ruttenberg, que se encontró deseando permanecer ahí los siguientes minutos.

— Papá Wolf. — llamó entonces Greta. — Tengo hambre…

El joven mazoku asintió sosteniendo la mano de su hija. — Ya va siendo la hora de almorzar. — sonrió con esa sonrisa que le explicaba a Conrad que tenía una idea en la cabeza. — ¿Qué te parece si buscamos unas bayas y fresas? Es temporada ya y las de esta zona son especialmente famosas por los dulces que hacen con ellas.

Pero antes que Greta pudiera responder con un eléctrico sí que solo podría dar un niño al que le ofrecen indiscriminadas cantidades de azúcar, Conrad intervino decidido. — No se preocupen. —sonrió con las manos en la cintura. — No estamos a más de diez minutos del pueblo de Gretchen, puedo ir y comprar tartas y jugo, así que "no se muevan de acá" mientras regreso ¿vale?

— Conrad…— dijo Wolfram un poco desconfiado de su hermano, que en estos casos parecía algo desesperado. — ¿Pasa algo?

— No es nada. — insistió el castaño con su sonrisa indescifrable, la cual no sería muy útil en este caso. — Espérenme aquí tranquilamente mientras regreso ¿sí?

Greta miró a su padre y este a ella, para luego ambos mirar al mayor con un sí de cabeza. — No demores. — añadió la pequeña mientras se soltaba de la mano del rubio y corría a donde crecían unas lindas florecillas.

Antes de terminar de voltearse, Conrad llamó a su hermano. — ¡No recojan nada del suelo! — y con eso comenzó a caminar en trote hacia la ciudad.

Lamentablemente, el hambre no es la más sabia consejera, y menos para un hermano menor con serios asuntos no resueltos con su hermano mayor y una pequeña niña que mira con curiosidad ingenua el mundo que se le presenta ante ella. Por eso, apenas pasaron cinco minutos, Greta en su búsqueda de más flores, dio con una linda y perfecta piedrecilla de color morado.

— ¡Papá Wolf! — llamó, haciendo que el joven mazoku llegará en unos trancos hacia un árbol de piel negra y antigua.

— ¿Qué es esto? — inquirió el muchacho bajando la mirada a donde señalaba la niña. — Una piedra no es, una joya no es…— tomó la cuenta entre sus dedos y la olió para luego ponerla en su boca con desconfianza transformada rápidamente en sorpresa. — ¡Chocolate! — exclamó.

— ¡Hay más por acá! — llamó Greta señalando un camino entre la mala hierba, hecha de lindas y coloridas cuentas de colores que se perdían a lo lejos. — ¡Saben bien papá Wolf! — añadió la pequeña imitando al mayor, los dos tomados de la mano caminando sin saberlo, hacia su perdición.


Una hora después del almuerzo, Yuuri se vio abrumado de nuevo por los documentos en la oficina. Deseaba en el fondo poder estar divirtiéndose con Wolfram, Greta y Conrad en el bosque.

Pero cuando las puertas del despacho se abrieron de par en par y mostraron a un jadeante y pálido soldado, sus buenos pensamientos se revolcaron en su pecho. Conrad tenía la mirada clásica de "nada está bien, por favor ponerse en modo-pánico".

— ¡No me digas que se perdieron en el bosque! — fue la exclamación que sorprendió a Yuuri, salida además de Günter.

— Espera. — dijo entonces. — ¿Por qué hablas como si estuvieras esperando eso? ¿Quiénes se perdieron además? — añadió tratando de ser positivo.

— ¿Quiénes más? — Dijo Gwendal furibundo, dejando la pluma en el tintero casi como si acuchillara la tinta, lo que demostraba claramente que estaba preocupado y furioso. — Conrad, ¿qué pasó con Wolfram y Greta?

— En serio lo siento, solo fui por comida a la ciudad…— dijo entrecortadamente el Capitán. —Los dejé en las cercanías del bosque pero… cuando regresé no estaban…

— ¿Pero te asustas solo por eso? — rió Yuuri relajado, conocía a Wolfram, el demonio era incapaz de perderse en tierras Mazoku y menos de someter a su hija a un peligro sin sentido, además. — Si es solo un bosque con conejos y animalitos ¿no? — siguió mientras los rostros de los presentes no le ayudaban a construir una imagen mental agradable. — ¡Vamos! ¡Ni que hubiera un ogro cruel ahí o una bruja mala…!

— Hay una bruja. — intervino Günter con solemnidad.

Solemnidad que puso a Yuuri lívido y verde a la vez, cosa difícil de lograr realmente.

— Bru…bru…bru… bru…¡¿BRUJA? — exclamó golpeando la superficie de su escritorio con pánico. Miró a Conrad incrédulo. — ¿Te refieres a esas brujas…? ¿Con manzanas envenenadas que andan ofreciendo a gente bonita como Wolfram para sacarlas de su camino al poder y la gloria?

— Heika, no existen cosas como brujas con manzanas envenenadas con tales intenciones. — le calmó Gunter.

Antes que el muchacho pudiera respirar de alivio otro comentario se atravesó. — Solo hacen casas de caramelo. — musitó Gwendal con una mirada misteriosamente indescifrable.

— Pero Heika. — iba a añadir Conrad pero lo único que pudo hacer, como los otros dos, fue salir corriendo para darle alcance al rey en las caballerizas.

Los corceles galopaban haciendo sangrar la tierra por la velocidad de su paso, la piel de Ao se estremecía contra el sol poniente mientras el poderoso Maou encabezaba el recorrido de los jinetes que parecían traer el apocalipsis con ellos. Los conejos de un cuerno corrían a sus escondrijos, la hierba mala cedía ante el paso precipitado de las bestias que asustaban a los árboles vetustos del bosque. Finalmente el temible rey de los demonios y su séquito llegó a un claro iluminado por los últimos rayos del sol, para observar el terrible panorama.

Los ojos de todos se abrieron casi saliéndose de sus orbitas al observar a un lado, una anciana que parecía haber visto muchas guerras observando con mirada llorosa, y del otro lado, el cuerpo yaciente de la princesa en el suelo…

Con su enorme panza que parecía a punto de estallar y una sonrisa de lado a lado rodeada de restos de caramelo.

Yuuri observó la cara agrietada de la anciana de cabellos blancos con escepticismo y culpa. — Conrad…— llamó en voz baja y avergonzada. — ¿Por qué la bruja malvada tiene la mirada de una anciana sobreviviente al holocausto nazi?

El grupo a caballo clavó los ojos en dirección a la vista de la vieja, hacia los rastros de una casa que parecía haber sido arrasada por las fauces de un ejército brutal o, en su defecto, por un goloso mazoku parado junto a un árbol temblando como si tuviera demasiada azúcar en la sangre.

La anciana pareció recobrar el sentido al notar a los jinetes, y mandando su rostro desvalido bien lejos, cambió a uno intimidante como la viejita clásica que te cansa con lo de no subir mucho el volumen a tu estéreo, y gritó en dirección al Maou amenazante como nunca. — ¡Os voy a demandar ahora sí! ¡Esta casa era patrimonio histórico!

Conrad quiso hacer un favor e iluminar el rostro cariacontecido de su ahijado de una buena vez. — Lo que pasa, Yuuri, es que la señora Bruja está defendida por el estado así como su casa desde que se mudó a tierra mazoku, ella sufrió mucho en tierras humanas por rumores infundados acerca de que comía niños… Acá su casa de dulce es patrimonio histórico y cultural.

Gunter, en un tono que sonaba bastante cansino añadió. — ¿Quién en su sano juicio cree que una mujer que hace casas de dulce incluye en su dieta carnes rojas? ¡Háganme el favor!

— ¡Os voy a demandar hasta en las cejas! — siguió gritando la anciana. — ¡Dejar que estos dos mocosos invadieran propiedad privada! ¡Mirad lo que hicieron con mi casa! ¡¿Qué creen que una hace una casa así en un parpadeo? ¿Piensan que soy maga o algo así?

— Entonces…- suspiró Yuuri sintiendo una vena naciendo en su cien. — La razón por la que Conrad vino con Wolf y Greta era porque había una bruja pero no porque había una bruja…

— Aunque no sirvió de nada…— refunfuñó Gwendal. — Greta tendrá un gran dolor de estómago esta noche.

— Eh… ¿Por qué Wolfram tiene las pupilas dilatadas? — añadió el joven rey observando al joven mazoku.

Conrad soltó un suspiro culpable. — Por eso no lo dejamos comer tanto dulce, Heika.

— ¡Yo no voy a ser quien juegue con él las siguientes treinta horas que esté así de hiperactivo! — advirtió Gunter anticipando la pesadilla que se presentaba.

Yuuri tomó nota mental junto a los dragones protegidos por ser animales en peligro de extinción, también las casas de dulce que eran patrimonio del estado soberano. Se preguntó vagamente, mientras corrían para detener a Wolfram que había decidido ir corriendo hacia tierras Bielefeld. Que leyes tendrían los mazokus acerca de cerditos contratistas o arquitectos…


-Fin-

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