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Elementary School por -Mikunami-

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El accidente

 

Cuando Kakashi llegó aquel día al colegio pensó que todo acontecería de manera cotidiana; Sai acosaría a Gaara, mientras éste haría acopio de todo su autocontrol para no saltarle al cuello con un letal bolígrafo, y de no hallarse su objetivo primario iría a por Naruto; mientras el niño rubio insistiría en practicar algún extraño ritual de simbiosis con su persona y Sasuke-maniático Uchiha, ejercería aquel perturbador hobbie de ver si podía lanzarle más miradas asesinas que comentarios ácidos. El resto de su llamativo alumnado seguramente acrecentaría la rareza de la jornada, mediante infantiles peleas sin sentido y exteriorizando traumas que deberían ser tratados antes de que aquellos mocosos entraran a la universidad. Quizás, con algo de suerte, al término de las clases podría ir a tomar un par de tragos con Iruka, pero eso estaba seguro, sólo sería un plus, si no enloquecía o terminaba cometiendo infanticidio.

Hasta donde su escasa percepción del universo le permitía vislumbrar, aquel día sería tan típico como cualquier otro, en su nueva vida plagada de criaturitas.

Pero claro, lo único cierto en aquel demencial sitio, es que las sorpresas estaban a la vuelta de la esquina… Y sus manos manchadas de sangre -ajena ¡Eh!- confirmaban aquel punto.

Estaba bien que Naruto no fuese de su total agrado, inclusive había ya pensado varias veces en pedir que el niñito fuese transferido a una clase inferior -tenemos que admitir, que el crío es algo lento-, pero realizar aquella solicitud, significara primeramente mucho papeleo, y el estar contrariando las decisiones previas de Iruka, lo cual en absoluto le convenía, luego el hecho de tener que reunirse con los padres para poder explicarles porque su nene precioso necesitaba algo más de "atención especializada" y finalmente, si un día se levantaba con toda la intención de realizar aquello, y esto llegaba a ir por buen camino, estaba el asunto de que igualmente tendría que trasladar a cierto moreno engreído a una clase superior, si antes el escuincle no sacaba fuego por la boca por separarlo de eterno compañero de travesuras.

Demasiados problemas implicados, como para que se le antojara tomar aquel sendero.

Pero eso no era lo que nos interesaba, estábamos hablando de sangre…

¡Específicamente el líquido carmín de un rubito pequeñín, que salía copioso y alarmante de su cabeza! Mientras los gritos de las niñas se espacian por todo el lugar, los niños igualmente chillaban, algunos se pusieron paranoicos diciendo que era el inminente fin del kitsune, Sasuke parecía que iba a sufrir de un ataque cardiaco, y la dulce Hinata, quien en teoría era la responsable de tan horripilante acontecimiento, estaba igualmente tirada -omitiendo el hecho de que ella no tenía ninguna abertura que manara fluidos- e inconsciente en los brazos de un, también, incrédulo Neji.

Dios, ahora sí que estaba jodido.

Todo comenzó en la aparentemente inofensiva clase de manualidades. Kakashi nunca entendió porque los infantes tenían que tomar una materia tan ridícula, o porque él tenía que impartirla, pero ya no se podía hacer nada contra el plan de estudios.

Como decía, el fin de aquella asignatura, era que los chiquitines pudiesen desarrollar de manera más vasta sus habilidades motrices finas, y el elaborar una tetera como primer proyecto, se supone que los debería de ayudar a aquello. Hasta ahí todo iba bien; no era nada sorprendente que Sasuke fuese como de costumbre el mejor de la clase, presentando una elegante tetera de corte ingles, que por las palabras del niño sería un estupendo regalo para su madre, y el niño sol como también podía ser predecible, se esforzaba mucho por hacer que su disforme cosa figurara como algún tipo de recipiente.

— Kakashi-sensei… —sus grisáceos irises se dirigieron a la tímida presencia, que ocultaba su acongojada carita tras su creación—. ¿Así… está bien? —se atrevió a preguntar la Hyuuga, teniendo que sostener fuertemente el objeto, puesto que éste amenazaba con desprendérsele de las manos ante su incontenible temblor. Hinata le mostraba al perezoso profesor, un hermoso Kyuusu*, que denotaba el gusto tradicional de la pequeña ¡Vaya! Hasta que alguien hacía un trabajo tan finalmente detallado como el de su insufrible alumno de peinado de pajarraco.

— ¡Excelente Hinata-kun! —premió el sensei; si no fuese por los ataques nerviosos que continuamente sufría la infante, seguramente sería su estudiante predilecta; callada, obediente, no lo atosigaba, ni tenía algún escondido rencor en su contra, no fastidiaba al resto de sus compañeros, era educada, inteligente y por lo que veía muy buena con las manualidades. Claro todo lo anterior era opacado al esconderse en un rincón por la mínima señal de peligro—. Por qué no lo colocas en la parte alta del estante —sugirió el profesor. Lo mejor era que la linda tetera permaneciera integra hasta el momento de meterla al horno, en algún lugar seguro y apartado del resto de las pequeñas alimañas, después de todo ya se habían roto una gran cantidad de vasijas amorfas aquella mañana.

Hinata estaba poniendo a salvo su creación, trepada en un pequeño banco que le permitía alcanzar la repisa más elevada, cuando una mata amarilla arribó a su lado, presentándose con la estridencia que irremediablemente la acompañaba a casi cada instante.

— ¡Qué lindo te quedó Hina-chan! —alagó Naruto entre gritos, a la niña de los ojos perla.

Ahí fue cuando la catástrofe llegó al aula.

Hinata al reconocer aquella voz, giró la cabeza tan precipitadamente que estaba segura que su cuello emitió un crujido, y al ver como el blondo estaba por debajo de su nivel aún con sus cristalinos cielos enfocando su trabajo, no pudo evitar enrojecer cual tomatillo maduro al tiempo en que la estabilidad de sus delgadas piernas decidía tomarse unas vacaciones ¡Era tan embarazoso el que Naruto-kun la elogiara!

Entonces la Hyuuga perdió el equilibrio, y en un fútil intentó por no caer de bruces al suelo, su blanca manita se sostuvo del estante, ocasionando que éste se inclinara lo suficiente para que la tetera, aquel implacable y letal proyectil, fuese directamente a la cabeza del zorrito.

Un ruido seco, el grito ahogado de Hinata, el cómo Neji botó sus cosas antes de que su prima terminara de caer, y luego silencio.

— ¡Lo siento mucho Naruto-kun! —se disculpó apresurada la Hyuuga, aún con sus ojitos cerrados, y hecha un ovillo entre los brazos de su primo. Pero al percibir como el aula había quedado en total mutismo, incluyendo a su gallardo protector, se atrevió a dirigir sus luceros al niño que tanto vértigo le llegaba a ocasionar. Dios santo, mejor que no lo hubiese hecho—. Na… ruto… -kun —tartamudeó antes de desvanecerse.

Díganme ¿De qué otra forma podía reaccionar si ve al chispeante Uzumaki, tirado en el piso con la cabeza regando sangre?

— ¡Naruto! —el alarido producido por el Uchiha irrumpió entre el callado escepticismo de todos los demás infantes. Era una broma ¿Verdad? Su angelito no podía haber sufrido un accidente, aquello era ridículo, enfermizo, espeluznante. Nada en esta vida podía haber preparado a Sasuke para ver a su eterno amorcito en aquel estado ¡Por todos los demonios, lo más horrible que había visto que le pasara, era que se terminara raspando las rodillas!

Al otro lado de la habitación el Hatake estaba igual de atónito. Pero en cuanto los chillidos de pánico comenzaron, finalmente reaccionó.

— ¡Rápido Sasuke, ve por la enfermera! —demandó el maestro, para inmediatamente ir al auxilio del pequeño desastroso, abrigando el bronceado cuerpito entre sus brazos ¡Mierda! El niñato había caído en la inconsciencia con tal porrazo—. ¡Dije, rápido! —rugió al presenciar como el moreno se había quedado pasmado; finalmente el Uchiha espabiló y demostrando que por algo era el campeón de atletismo, corrió como si su vida -lo cual tenía un grado bastante grande de veracidad- dependiera de ello.

Lo único que quedaba por hacer, era intentar controlar el sangrado, y de paso el caos instaurado entre el resto de sus alumnos.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

— ¡¿Qué pasó? ! —entró alarmada Shizune, luego de dos angustiosos minutos de espera.

¿Qué no ella era la secretaria de la alcohólica directora? Pues al parecer igual fungía como enfermera, puesto que de inmediato se acercó a la escena del crimen con un pequeño maletín que claramente contenía todo lo requerido en los primeros auxilios. La mujer, en cuanto logró apartar a la mar de niños que obstruían su camino, y sus ojos chocolate enfocaron los dorados mechones del chiquillo Uzumaki, ahora teñidos de aquel escarlata intenso, compuso una de las muecas más aterradas que el Hatake había llegado a presenciar. Aquello no le daba buena espina.

— Por dios, Naruto no —pronunció completamente pálida ¿Acaso el crío estaría muy mal?—. Hatake-san —llamó de inmediato la castaña—. Ayúdeme a trasladar a Naruto-chan a la enfermería y… ¿Dónde está Sasuke-kun? —Kakashi volteó la cabeza en todas direcciones cerciorándose de que efectivamente el Uchiha no había regresado, pero… ¿Acaso eso era de importancia, que no ahí el herido era el blondo? De cualquier forma, tomó al inconsciente enano en brazos y corrió tras la mujer, que parecía pronta a sufrir un ataque de pánico. Se suponía que era la enfermera ¿Qué no tenía el temple de manejar algo de sangre?

Al arribar al lugar, la joven procedió de inmediato a analizar la intensidad del golpe, y tan pronto como vio que la severidad no era tan colosal como se había imaginado, emitió un pequeño suspiro de alivio. Segundos después su ceño se frunció nuevamente al recordar el horror que pronto arremetería contra ellos.

— ¿Acaso la herida es muy grave? —preguntó el Hakate, ligeramente alarmado por la salud del de ojos índigo, mientras observaba a la chica limpiar y saturar con gran maestría la herida. Realmente no estaba tan preocupado, técnicamente la culpable era la niña Hyuuga y el suceso había sido accidental, no es como si él fuera a ser juzgado por todo.

— En realidad, la amenaza del golpe no es alta, de hecho no va a necesitar ni puntadas pero… —la mirada llena de ansiedad que le dirigió la chica, confirmó sus sospechas de que algo iba mal—. Lo que me preocupa no es la herida, sino el paciente —y como si aquellas palabras fuesen algún tipo de invocación, toda la tranquilidad que pudo haber quedado en el pasillo, se rompió -literalmente- al escucharse como la puerta de la clínica prácticamente era destrozada al ser deslizada de forma violenta por una voluptuosa mujer rubia.

El primer demonio había llegado.

— ¡¿Dónde está mi niño? ! —bramó aquel monstro que había tomado la cara de la directora. Kakashi no había ni terminado de procesar el hecho de que aquella loca irrumpiera en la enfermería de tal manera, cuando Shizune ya estaba temblando tras el escritorio -la fuerza de la costumbre-.

— Tsunade-sama… Naruto-chan está… —los ojos de la mujer habían dejado su característico y amigable tono caramelo, para colorearse de un furioso bermellón, y Shizune apenas y podía conjugar algo ante el pavor que le producía la presencia demoniaca de su jefa; tenemos que admitir que Tsunade verdaderamente podía emular a cualquier criatura traída del averno, si su cabreo lo ameritaba.

¿Qué diablos era lo que ocurría ahí? Kakashi de verdad que se preocupó por su propio bienestar físico, cuando vio a la blonda, cegada por la rabia, acechar a la pobre chica de cabellera marrón, como si ella fuese la responsable del holocausto.

— ¡Naruto! —vociferó latentemente preocupado cierto chiquillo de ojos ónice, al instante en que arribó a la pequeña clínica, yendo de inmediato a la zona con camas en búsqueda de su tierno zorrito. Al escuchar aquel nombre, Tsunade detuvo todos sus movimientos, cerciorándose, de que aquel dorado querubín dueño de su corazón, efectivamente estaba atrás de ella, recostado sobre las blancas sabanas de una de las camillas ¿Cualquier se puede despistar en ese lugar, no?—. ¿Naru…? —el niño Uchiha penas se había acercado a su preciado amigo, cuando un caderazo por parte de la directora lo alejó un par de metros del inconsciente rubito ¡Vaya que la mujer era sutil!

— Naru, mi niño, por el señor ¿Qué fue lo que te pasó? —habló maternalmente consternada, posando su mano con la mayor de la dulzuras sobre la frente del pequeño, específicamente en donde una impoluta gasa, cubría la herida del Uzumaki.

— Shizune-san —al parecer el peligro había menguando lo suficiente como para atreverse a esclarecer sus dudas, después de todo, la leona estada distraída—. ¿Tsunade-san tiende a preocuparse tanto por sus alumnos? —la castaña -que todavía permanecía resguardada, prácticamente bajo el escritorio- compuso un gesto extrañado antes de responderle al Hatake.

— Bueno… supongo que es natural que actué así ante un siniestro que atente contra su nieto ¿No?

— ¡¿Es su abuela? ! —gracias al demonio que su allegada estaba distraída con el pequeño diablillo convaleciente, porque el alarido del profesor no pudo ser más inapropiado.

— ¿Llevas dos semanas aquí y no lo sabías? —ahora fue el turno para cuestionar de la morena ¿Qué ese hombre vivía bajo un puente incomunicado del resto del mundo o qué?—. Bueno, Naruto-chan tiende a no estar cerca de Tsunade-sama durante las clases, no le gusta que lo ande abrazado todo el tiempo; por otra parte ella también está muy ocupada, así que me supongo que es normal. Además sus apellidos son distintos.

Nunca en toda su carrera como docente, le había nacido la duda, de si sería prudente el renunciar a un empleo, por algo que no fuese el conseguir un mejor trabajo; de verdad que sentía que se había metido en la boca del lobo, al aceptar aquella apuesta del mal.

Mientras… Tsunade y Sasuke ya estaban en una batalla campal por acaparar la mejor posición al lado del kitsune. Por un lado la mandamás podía estar muy agradecida y todas esas estupideces, con el hecho de que el Uchiha hubiese corrido a avisarle sobre el estado de su inestimable ángel ¡Pero aquello en absoluto significaba que se iba a desprender de la mano de su niño, para dejar que aquella plasta de negra y despeinada cabellera, usurpara su posición! Por otro lado Sasuke… ¿Para qué demonios dicen fue a avisarle a esa vieja alcohólica? Como comete uno imbecilidades cuando está perturbado.

— Oba-chan… —los ojitos azules finalmente se dejaron entrever, percibiendo la silueta de su neurótica abuela, y entonces a la rubia fémina no le costó más que un empujón, el hacer que el niñito cacatúa desapareciera nuevamente de su vista.

— ¡Mi cielito! ¿Cómo te encuentras? —preguntó con un tono tan meloso, que por poco hacer olvidar a los presentes su dotes maléficos de minutos atrás. De verdad que las mujeres de aquella institución se cargaban un grave problema de bipolaridad ¿Sería alguna sustancia en el edificio?

— Me duele la cabeza —respondió el nene aún bastante desorientado; recordaba estar en la clase de manualidades, a su futuro esposo hablar con Hinata, luego fue con la niña para ver el porqué de los halagos del de cabello gris y ahora estaba recostado con su Oba-chan llenándolo de besos. No sabía que el consumir tanta azúcar podía causar jaqueca y pérdida parcial de la memoria.

— No te preocupes ni niño, tu abuelita está aquí, y en instantes papá también llegará.

El segundo demonio se aproximaba.

— Bueno Shizune-san, es mejor que me retire —quizás el olvidarse de la otra veintena de niños no había sido lo más apropiado, pero si lo más inteligente si consideraba que de forma involuntaria había preservado su integridad ¿Qué le hubiese hecho aquella embravecida dama que tenía por jefa, de enterarse que no había reaccionado a tiempo con su bebe? Seguramente luego de su correctivo, hubiese terminado cubriéndose la parte visible de su cara.

Decidió dejar que Sasuke siguiera intentando acercarse al niño sol, el cual no podía librarse de los mimos obsesivos de la vieja, mientras Shizune le aconsejaba a su superior, de la forma más conciliadora, dejar descansar al paciente, mientras seguía evaluando el daño producido. Todo esto adornado por enérgicos gritos, pataletas y angustiosas caras de pánico o furia.

Sí, lo mejor era apartarse de aquel cuarteto.

Finalmente se había logrado alejar unos pasos de aquella enfermería que ahora sólo emanaba demencia; esperando que el golpe, mínimo, no hubiese dejado más bruto al güerillo, cuando al aproximarse a las escaleras del segundo piso, algo parecido a un amarillo rayo se impactó de lleno contra él, golpeándose en la cabeza contra la lustrosa duela del colegio.

Emergencias tenía más trabajo para esa tarde.

— ¡Lo siento mucho, no me fije, pero mi hijo…!—aquella voz, ese cabello, ese porte ¡Ese olor! De verdad que ahora sí tenía que ser una broma, quizás un juego de cámara escondida, o algo igual de siniestro porque nada más podía explicar aquel suceso.

— ¿Minato-sensei? —preguntó escéptico, al hombre contra el que se había estrellado, y el cual permanecía sobre él, con la cabeza gacha, los ojos cerrados y notoriamente avergonzado por su torpeza.

— ¿Kakashi? —la expresión de nuestro maestro favorito era de total asombro, al observar como ese semblante que tan familiarmente doloroso se le antojaba, estaba a menos de un palmo de su propia cara, y el cómo los grandes luceros azules ahora inundados de sorpresa, no se despegaban de él. Pero ese tipo de encuentros estaban trágicamente destinados a no ser duraderos—. ¡Dios es verdad! ¡Mi hijo! ¡Luego hablamos Kakashi-kun, tengo una emergencia que atender! —dijo el blondo para incorporarse rápidamente, y salir despedido por el pasillo cual bólido, para finalmente meterse en la enfermería.

Todo tenía que ser una broma tétrica. Caviló Kakashi, aún tirado en el corredor.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

Minato Namikaze.

¡Mi bebe, mi zorrito, mi todo! ¿Dime que no te pasó nada de gravedad?

Su antiguo profesor.

¡No te preocupes papi! Shizune-nee-chan ya me dijo que estoy bien, y además Oba-chan y Sasuke han estado cuidando de mí-ttebayo.

Aquel loable hombre de prodigiosa inteligencia y excepcional moral, que inspiró a tantos jóvenes a superarse frente a cualquier obstáculo.

¡Minato, ya basta! ¡Despégate de Naruto en este instante!

Fue por él que al final decidió convertirse en Sensei.

¡Lo dejo en tus manos mamá y mira lo que le pasa!

Por el que estuvo tantos años tan idiotamente enamorado.

Papi ¿Mi herida quiere decir que esta noche hay ramen para cenar?

Era el padre, de una de las criaturas más insufribles que jamás habría querido conocer.

Que cosas ¿No?

Pues como lo leyeron, en sus años de estudiante, cuando la seriedad, la inocencia y amargura del Hatake aún estaban intactas, Minato había sido la persona más influyente en su vida, para ser sinceros, este hombre se había llegado a convertir en el eje sobre el que giraba su mundo. Porque entre las lecciones de la escuela y de la vida misma que le llegó a impartir, se había ganado el incondicional amor -adoración- de Kakashi. Lamentablemente la notable diferencia de edad, y el hecho de que el Namikaze ya tuviese a una flamante novia en aquel momento, le impidieron al Hakate llegar más allá de la relación alumno-profesor.

Y ahora, luego de años de incomunicación, descubría que aquel romance con esa pelirroja había tenido sus chillones frutos.

— Que pequeño es el mundo, no puedo creer que ahora seas el sensei de mi niño —expresó el Namikaze luego de que se hubiese recuperado de su ataque de ansiedad -unos cuantos golpes por parte de Tsunade ayudaron a la causa-, mientras esperaba en el pasillo a que terminara el demás chequeo de su querubín.

— Opino lo mismo —¿Por qué de todas las personas en el mundo, de las que se pudo encargar de sus hijos, tenía que ser precisamente Minato el que le confiara la responsabilidad de educar a su prole? Jamás volvería a ver igual al mocoso de cabello amarillo.

— Naruto me ha contado mucho sobre su nuevo sensei, me ha dicho maravillas de ti, pero por un momento llegue a imaginar que hablaba de otro Kakashi —todavía era doloroso ver aquellos irises añiles, que tantos sueños de amor le produjeron aquellas largas noches de estudio.

— Pues sinceramente, nunca hubiese relacionado a Naruto contigo, sus apellidos son diferentes y… la actitud —con los años había aprendido a esconder sus emociones, para jamás volver a ser lastimado de tal manera. Aunque igual el cubre bocas lo ayudaba a disimular muchas de sus expresiones.

— Sí, tiene la actitud y el apellido de Kushina —rió el rubio, recordando como todos le decían lo mismo—. Si te pones a pensarlo el hecho de que el apellido del padre sea indiscutiblemente el que el niño tendrá, es algo primitivo, así que preferimos darle algo de igualdad al asunto compitiendo por quien sería el que le heredaría su nombre a Naruto —pronuncio orgulloso. Vaya, aquella forma de pensar era tan admirable—. Fueron cuatro días de una bestial batalla de Monopoly —y luego la seriedad murió.

¿Cómo aquel hombre juicioso, pero amable, había terminado convirtiéndose en ese sobreprotector y maniático padre? Ahora se le presentaba otra de las razones por las que nunca tendría descendencia.

Y mientras seguir charlando con Minato, y esperando que Kurenai hubiese recibió su mensaje para que fuese a ver que los demás niños de sus clase no se matasen en su ausencia, Kakashi pensó que las sorpresas en aquella primaria jamás terminarían.

 

Notas finales:

*Son las típicas teteras japonesas que sólo poseen un asa lateral.

Me divertí de lo lindo con este capítulo, y antes de que piensen que soy una sádica horrible, lo digo porque finalmente pude incluir a uno de los personajes que más adoro ¡Minato! Ese papi lindo de verdad que tenía que salir en este fic, y con la tan aclamada vena acosadora para con Naruto, que tanto me gusta darle XD.

Espero que hayan disfrutado leyendo tanto como a mí me gusto escribirlo, y como siempre muchas gracias por todo su apoyo;

Izumi Beloved; Valo y Nyu ^^.


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