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Elementary School por -Mikunami-

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Los prodigios

 

Cuando sus ojos miel enfocaron el programa de actividades de su zona escolar sintió que el café mañanero que acababa de consumir terminaba volviéndose acido; torció sus rojizos labios para enseguida estrellar el puño sobre su castigado escritorio de pino y de su garganta afloró algo similar a un gruñido. Su vista entonces viajó del lioso documento frente a ella al armario al otro lado de la habitación, discreta guarida de su divino néctar. Como le apetecía un trago en ese momento… sacudió un par de veces la cabeza, intentando apartar la tentación. No era nada formal estarse embriagando en el trabajo desde tan irracional hora y menos para evadir un asunto que al final de cuentas tendría que aceptar por las buenas o las malas. Exhaló profundamente intentando serenarse.

— Tsunade-sama —escuchó el llamado aderezado de dulzura y comprensión. Ahí en la puerta de su oficina permanecía Shizune, su salvavidas—. Supuse que le haría falta una aspirina —declaró la morena mostrándole la pastilla coquetamente colocada sobre una pulcra y plateada charolita, en la que también estaba predispuesta un poco de agua ¡¿Qué sería de ella sin su chica multiusos?!

La rubia básicamente se abalanzó sobre el calmante, esperando que su efecto fuese lo más instantáneo posible. No podía seguir la jornada con la cabeza martillándole, mientras aquella risa burlona y esa amarillenta mirada la acosaban cada que se le ocurría cerrar los parpados, desquiciándola poco a poco…

— ¡Ya van tres años! —explotó finalmente segura de que la pared sí podía resistir un par de golpes por parte de sus tiernos nudillos. Gracias a Kami que el resto del personal atendía labores más importantes que la frustrada rabieta de su directora.

— Bueno… es únicamente una competencia tonta, no tiene un verdadero valor…

— ¡No puedo permitir que esa víbora vuelva a burlarse de mi colegio! —¡¿Por qué diablos Shizune siempre minimizaba todo?!—. ¡¿Sabes lo que es soportar su perorata en la junta inter-escolar de fin de año?! —¡Ja! Que si lo sabía. Una experiencia paralelamente horrenda a tolerar las burlas de cierto mequetrefe albino de anteojos o la vergüenza de sacar a rastras a su honorable superior con más licor en las venas que sangre.

— Este año varios de nuestros mejores estudiantes podrán participar finalmente —comentó la de cabello chocolate con una mirada llena de expectativa, segura que la dama fortuna finalmente dejaría de escarmentar la tambaleante seguridad de su voluptuosa jefa. Le pasó una carpeta color manila, en donde los registros de sus niños prodigio se desplegaban llenos de galantería para encanto de la Senju. Entonces se dio cuenta de un detalle que si bien podría beneficiarles, de igual forma podría mandar todo al carajo. Esos chiquillos estaban en la clase…

— Más le vale a Kakashi estar impartiendo una educación de calidad. O su jodida plaza quedará nuevamente disponible.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

— Entonces las sabanas son zonas de transición entre selvas y semi-desiertos de clima cálido a templado… —las cosas volvían a la normalidad a más de una semana de que el festival concluyera; y en donde la peligrosa mayoría de los llamativos niños a su cuidado habían terminado de sembrar y abonar la semilla de un homicida rencor por su persona. Al menos su selección de papeles terminó complaciendo a casi todos los padres, y como ellos eran en realidad los que interesaban… él podría seguir impartiendo clases con el tedio absoluto cincelado en su pálida tez, hasta que Azuma finalizara de pagar su casita de ensueño.

Sasuke, aburrido de la soporífera lectura, prestaba más atención al insólito hecho de que Naruto aún era estupidizado por la presencia de ese espantapájaros de pacotilla, que a los diversos ecosistemas del mundo. Decir que su desprecio por el de melena platinada había bullido hasta niveles insospechados, no era ni un acercamiento lejano al universo de solidos e inconfundibles sentimientos que acosaban la mente del pequeño Uchiha. Sin embargo decidió que una tregua momentánea era más que requerida, necesitada. Por lo que dejaría de irritar a Kakashi por una época, ya luego vendría su oportunidad de desquite.

La sonora gloria del timbre interrumpió el letargo en el que había caído casi el total del alumnado del Hatake. Los pequeños, reanimados ante el panorama de agilizar el cuerpo e ingerir azúcar, no tardaron ni cinco segundos en abandonar sus puestos y huir lejos de aquella pasiva aula.

— Recuerden que luego del descanso aplicaremos una prueba rápida —apenas tuvo tiempo de advertir el profesor.

¡Oh que encantador! Finalmente esos mocosos corrían lejos de su persona, y los que todavía persistían en atosigarlo -acá Naruto- era forzados a abandonar sus intentos en nombre de juegos tontos y promesas de galletas con doble chocolate. Sí, Sasuke estaba condicionando a su pequeño y obsesivo rayito de alegría.

— Apenas es lunes y la semana pinta de maravilla —rio, guardando sus pertenencias y dispuesto a aprovecharse del café ilimitado de la sala de profesores, aquel agradable refugio carente de vocecillas chillonas y caricaturescas obsesiones.

— Todos esperamos eso, Kakashi —escuchó, aquel solemne timbre cargado de dobles intenciones; toda su buena voluntad se desmoronó al ver que sería víctima de un escrutinio sorpresa por parte de cierta rubia dictadora.

— Tsunade-sama, que sorpresa —fingió cordialidad, mientras la belicosa dama atravesaba el marco de la corrediza puerta. No se podía afirmar que la Senju fuese el ideal de dirigente, tampoco que se cargara con el privilegio de ser su persona favorita dentro de aquel prospecto a hospital psiquiátrico. Pero por mucho que le molestara el autoritarismo de la rubia, ella lamentablemente era la vía a un apartamento gratuito—. Naruto salió rumbo a la cafetería…

— No vengo por mi niño —interrumpió la mujer. Vaya, que ingenuo al suponer que iba en búsqueda del amarillento niñato o que la podría evadir sin mayor dificultad.

— Entonces ¿A qué debo su visita? —Tsunade se desplazó lentamente dejando que el impacto de sus caros tacones fuese lo único perceptible en el aula, llegó al escritorio del Hatake apoderándose de su asiento, cruzando inmediatamente una de sus largas piernas y componiendo un enigmático gesto, entrelazó sus pulcros dedos en donde apoyó su delicado mentón.

— ¿Sabes que es la competencia intercolegial de conocimientos? —preguntó con un falso timbre casual, sin dejar de escrudiñar en ningún segundo a su docente.

— Me imagino que significa que las escuelas de la zona mandan a sus cerebritos a una especie de concurso, y en base a los resultados obtenidos ahí, hacen un parámetro del nivel educativo de cada una —contestó aburrido. Si la blonda únicamente iba a verificar que estuviese al tanto de la jerga local, su percepción acerca de ella avanzaría de pasable a pésima.

— Algo asi —suspiró pesadamente —. Veras Kakashi, mi noble institución ha fomentado la excelencia en sus alumnos y el desarrollo integral de sus diversas capacidades con el fin de que los niños aprendan a explotar su potencial y…

— Tsunade-sama, conmigo puede ahorrarse el discurso que le da a los padres —al menos el hombre era directo. La de mirada almendrada carraspeó un segundo antes de ir al grano.

— Muchos creen que mi escuela no es lo suficientemente buena, por el simple hecho de que no somos unos cerdos elitistas, con colegiaturas más inalcanzables que la cúspide del monte Fuji, cuyas instalaciones son de "última generación" o porque el mugre uniforme no fue elaborado por un jodido diseñador parisino —como si el costo fuese directamente proporcional a la calidad ¡Patrañas!—. He luchado durante década… es decir años, por demostrarles que una buena enseñanza no tiene nada que ver con eso —afortunadamente la inteligencia aún se desprendía del dinero—. E iba muy bien hasta hace tres años, cuando no sólo nos derrotaron en la final de esa inmunda competencia, sino que nos aplastaron por completo —y luego se burlaron de sus fútiles intentos por mantener la frente en alto. Aún recuerda la aprensión, la frustración y el llanto—. Desde ahí la confianza de nuestros niños ha mermado al momento de salir a presumir su materia gris, al igual que mi credibilidad de estarles impartiendo la mejor educación posible.

— Realmente es algo trágico, pero me está diciendo todo esto porqué… —agilizó moviendo la mano; ciertamente tenía ganas de un poco de cafeína y ahora sólo le quedaban quince minutos disponibles antes de batallar otra vez con los críos.

— Veras, en el evento participan los grupos a partir de cuarto año —ahí estaban las malas noticias—. Y pese a que mis estudiantes de quinto y sexto son maravillosos, lo que necesito son chicos extraordinarios ¿Sabías que los niños prodigio del colegio están en esta aula? —y ahí las peores—. Eres el encargado de instruir a una generación excepcional —se añade un fingido gestó de sorpresiva dicha y su jornada es nuevamente arruinada ¿Por qué no le sorprende?

— Asi que ellos son la única esperanza de que La Hoja recupere algo de prestigio.

— Exacto.

Unas dolorosas palmadas en el hombro y la responsabilidad ha sido cruel e injustamente delegada. La Senju decide que es momento de regresar a su cómoda oficina por un bien merecido placebo líquido, pero antes de despedirse hay que remarcarle mejor el asunto al de mirada grisácea, en caso de que sea más corto de lo que juzga.

— Sabes que es lo más bochornoso de todo este asunto —dice ya sin dirigirle la mirada y con medio cuerpo fuera del salón—. Que fue a partir de que un viejo y desagradable conocido mío tomó el liderazgo de nuestra principal competencia, Oto*, que nuestras estadísticas se vinieron en pique. Y como la víbora que es, a cada derrota se encarga de esparcir la ponzoñosa mentira de que todo se debe a lo "humilde" que es Konoha.

— Asi que el ganar no es una opción —era un despreciable deber por el que la mirada del Hatake se ha ensombrecido. Ahí está su confirmación.

— En realidad quiero que los humillen, pero supongo que expresar lo primero es lo políticamente correcto —esa mujer sí que es una bruja—. Es el momento de catarte como profesor, Kakashi — sonríe, virando levemente su delicado rostro para que el hombre con el cubre bocas pueda admirar la chispa de advertencia en sus ojos caramelo—. Y créeme, te puedes arrepentir si no le pones entusiasmo al cultivo de esos retoños.

Y el repiquetear de los tacones se vuelve a perder en la inmensidad del corredor.

Su tiempo se ha acabado y no ha tenido ni oportunidad de salir de esa cargante aula. Al parecer sus últimos dos minutos se irán en el chequeo del expediente que su notable directora ha tenido la amabilidad de colocar sutilmente sobre su escritorio -sí, está vomitando ironías-. Vuelve a adueñarse de su asiento abriendo el folder que contiene los nombres de los brillantes chicos sobre los que descansa tanto el futuro de su plaza como la histeria de su jefa, y pese a que es predecible saber cuáles son los niños seleccionados, aquello no le quita la sensación de disgusto. Todo apunta en dirección a la catástrofe.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

— Por eso debes esperar un rato después del almuerzo para comenzar a correr —se escuchó el regaño sutil confundiéndose con el resto de la algarabía del pasillo. Naruto era conducido al salón, con la tez inusitadamente blanca y una expresión de asco, causada por aquel remolino digestivo en que acabaron convirtiéndose sus tripas.

— Fue culpa de Kiba; se la pasa retándome y yo no me puedo quedar con los brazos -o las piernas- cruzados dattebayo —fue la excusa del pequeño de ojos añiles, que se dejaba hacer en los tiernos brazos de su eterno colega, mientras intentaba soportar la nauseabunda sensación, de que algo bullía desde su estómago rogando ser expulsado para la repulsión del resto de sus compañeros.

— Ambos son igual de lentos, no tiene caso el que hagan un carrera —Sasuke en ocasiones no concibe la costumbre ridícula del Uzumaki por aceptar cualquier desafío tarado que involucrase su adorable persona, especialmente si era tan absurdo como comprobar su rapidez contra el chico perro luego de una ingesta morbosa de ramen. Era decir, si quería verificar algo, que lo hiciese contra alguien que verdaderamente fuese un parámetro de cómo se deben hacer las cosas -entiéndase él-.

Lo único positivo de aquella manía, era el poder terminar aprensando aquel cándido cuerpito cobrizo, puesto que el rubito ahora era incapaz de coordinar sus delgadas y tambaleantes piernas; por lo que colgarse del cuello nácar y dejar que el moreno lo arrastrara era una fantástica opción. Para ambos. Si bien el zorrito no era ninguna pluma, podía arrejuntar su propia persona al menudo niño de sus acarameladas quimeras, sin despertar mayores sospechas del turbado estado en el que lo ponía Naruto; igual se permitía estar aspirando el encantador aroma cítrico de sus destellantes hebras cuando exageraba el agotamiento del que aún no era presa.

Y pudo haber seguido así, pero tenían que llegar a sus asientos a esperar el comienzo de otra tediosa lección. Era obvio que Sasuke ya había perdido el interés en los conocimientos que ofrecía el Hatake, por ello le causó tanta intriga el hecho de que el anormal comportamiento de aquel esperpento captara su atención; porque cuando pisaron el territorio que correspondida a su aula, y la turbia estampa de su sensei figuraba colmada de preocupación, cuchicheando a saber que malsonantes referencias de cierta rubia y sus manos ásperas no se podían despegar de su enmarañada cabellera, nuestro niño de rencorosa alma y melenita obscura, presintió que podía perfectamente sacar ventaja de dicho estado.

Otro par de minutos y el salón se encontraba nuevamente rebosante de criaturitas.

— Muy bien niños, les tengo una importante noticia —dijo tan pronto se ocupó el último puesto. Entonces sus ojos de grava percibieron un halo de preocupación en las infantiles muecas. Vaya, sus alumnos quedaron sutilmente traumados con eso de los inadvertidos anuncios—. Como ya sabrán la competencia intercolegial de conocimientos es el siguiente mes —la inquietud menguó y la expectación subía—. Concursan cuatros estudiantes de cada año, a partir del cuarto grado —varios contuvieron la respiración—. Y resulta que los mejores promedios del cuarto año están precisamente en esta aula.

El orgullo no podía estar más elevado, casi al nivel de los decibeles que producían sus agudos chillidos de regodeo. Era como si a esos niñatos les hubiesen colocado baterías nuevas ¡Y de las del jodido conejo rosa! Sorprendente la forma en la que recobraban el espíritu -y creaban alboroto- por cualquier minucia.

— Ore, ore… es apasionante el nivel académico de este grupo, pero aún hay varias cosas que es necesario aclarar.

— ¿Quiénes son los geniecillos, sensei? —preguntó Ino; amante de las noticias frescas. Claro que había puntos para explicar de forma más profunda ¡Pero por Kami! ¿Qué su profesor no sabía priorizar las partes de una notica? Lo básico era dar nombres.

No se podía ser formal con esa bola de mocosos imprudentes. Sólo para darle más dramatismo al asunto y de paso mosquearlos durante un instante, se permitió virar con una aplastante lentitud a su escritorio tomando cierto archivo, que no era ni requerido, abriéndolo con una exasperante teatralidad.

— Haruno Sakura —pronunció primeramente; las mejillas de la niña de dulce cabellera se matizaron de alegría y sus labios formaron un victorioso arco que ocupó la mitad de su rostro ¡No podía ser mejor! Sabía que perderse dos o tres de las pijamadas mensuales de la Yamanaka por quedarse en casa a repasar tenía que traerle alguna gracia.

— ¡Que lista es Sakura-chan! —claro, cualquiera tendría un historial de casi perfectas calificaciones si se la viven de ratón de biblioteca.

— Hyuuga Neji —el solemne pequeño recibió una tenue caricia de su tímida prima, comunicándole la dicha que compartía por su excepcional capacidad y su merecido reconocimiento; un fulgor jactancioso se transmitía mediante su transparente mirada complementando la discreta sonrisa. No era por ser presumido, pero era predecible saberse entre los mejores.

— Neji siempre está en el cuadro de honor —algo bueno tenía que salir de repasar con la pávida de Hinata hasta el cansancio.

— Nara Shikamaru —¡Fantástico! Ahora su desquiciante madre lo presumiría cual mono cilindrero con las vecinas y lo obligaría a conservar su cargante promedio, aún si eso significaba despedirse de las tardes mirando nubes y atascándose de patatas fritas.

— Shika es un flojonazo, no entiendo como saca cien —porque pese a casi no estudiar, atiende cada lección perfectamente.

— Y Uchiha Sasuke —sí era obvio. Y ustedes que pensaron que el Hyuuga era presuntuoso. Con la vanidad desplegada por sus infantiles rasgos, los ojos ónice viraron en dirección a la mirada océano, esperando recibir algún alago por parte del kitsune, el que únicamente le sacó juguetonamente la lengua ¡Pero con todos los demás tenía que decir algo bueno ¿No?! Más tarde le sacaría un comentario mono al dobe.

Las felicitaciones no se hicieron esperar, especialmente las dirigidas al jovencito Uchiha por parte de una decena de chiquillas; quien pese a sentirse orgulloso, no descartó en ningún segundo que la vacilación antes mostrada por Kakashi debía ser originada por la faena que había desatado. Su turbia mentecilla ya maquinaba un certero golpe a la seguridad de ese espantapájaros.

— Son los seleccionados para representar tanto al grado como al colegio en la competencia, yo los ayudare a prepararse durante las siguientes semanas para que puedan…

— ¿La participación es obligatoria? —¿Perdón?... Pese a que su mirada aún está conectada a la blancura de aquellas irrelevantes hojas, evadiendo como de costumbre el contacto con sus estudiantes; no necesita encarar al monstruito para saber quién está hablando, o percibir aquel jugueteo sádico que el tono de un niño jamás debería adoptar—. Porque de no ser asi, me niego a inmiscuirme en dicha actividad.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

— ¿Cómo que lo rechazó? —la pregunta se escucha peligrosa, y está seguro que aquella solida y brillante botella de wisky, la cual podría transformarse en un mortífero proyectil aún con la amenaza de desperdiciar su precioso contenido -el que ya ha sido lo suficientemente saqueado-, es una tentación inminente para la mano de la directora.

— Así de simple, dijo que no quería —su vida -literalmente- está en riesgo, pero sabe que con esa tirana lo mejor es dejar las chácharas y explicar las cosas de frente y claro.

— Veamos… —Senju hace una pausa, para llevarse los pintados falanges a la sien—. Mi jodido estudiante estrella se niega a participar, en el único evento que realmente me interesa, únicamente porque tiene rencillas contigo —¡Bingo!—. ¡Tú sí que sabes controlar a mocosos de diez años! Si asi están los pequeñines no me imagino tu exceso trabajo en la universidad —vaya que las puñaladas verbales de la blonda eran tan brutales como certeras.

— Tsunade-sama; lamentablemente el alumno, que usted asegura es el más brillante, también es el más insufrible de todos. No haría nada que dañase su expediente, pero el crío sabe cómo poner en jaque al resto, puesto que por políticas, no somos capaces de explotar sus capacidades —contesta Kakashi, dejando en evidencia las infectadas debilidades que la rubia ha permitido supurar dentro del plantel. Él también conoce de agredir oralmente.

— Sólo es un niño ligeramente temperamental —dice restando importancia.

— Su mala leche rebasa el sondeo.

— Iruka jamás trajo queja alguna de él —Eso dolió. Y para bien o para mal ese -atractivo- hombre sería incapaz de percibir la malicia hasta en la mismísima semilla del averno, brindándole el beneficio de la duda y creyendo en la buena voluntad de cada inocente alma a su cuidado.

No entiende exactamente que pseudo insolencia pudo ocasionar el magistral rencor que le expresa el Uchiha, pero sabe con seguridad, que luego de obligarlo a lucir aquel vestido atestado de holanes, ha llegado a un punto sin retorno con Sasuke. Ambos se abominan, y únicamente conservan el mínimo de cordialidad para no iniciar una guerra porque el pendenciero chico sabe que tiene las de perder.

— Bueno, si se encuentra tan reacio supongo que usaremos el plan de pánico —comunica Tsunade, al momento en que presiona el botón carmesí de su intercomunicador—. Shizune, trae a mi nene a la oficina.

¿No se está refiriendo a…?

— Veras Kakashi, los niños pueden ser criaturas viles si dejas que se salgan del perímetro que les marcas o descubren tus debilidades. Después de todo, aprenden el triple de rápido que un adulto —dio paso al monologo desprendiéndose de su cómodo asiento, para ubicarse frente al ventanal que iluminaba la elegante oficina—. Por ello hay que educarlos de forma correcta para que sean personas de bien —declaró campante—. O al menos saber cómo controlarlos.

— Ilústreme.

— Yo sé perfectamente que hilos jalar para que esas ternuritas hagan lo que es mejor para ellos —cualidades, añoranzas o miedos, la familia o los amigos, investigar cuales eran las motivaciones de aquellos chiquillos que no podían transitar inadvertidos —. Y sé de alguien que hará recapacitar a Sasuke-kun.

Tan pronto terminó el discurso, unos suaves golpes a la puerta seguidos del virar de la perilla congelaron a los adultos.

— ¿Oba-chan, para qué me llamaste? —¡¿Qué diablos?!—. ¡Kakashi-sensei! —Naruto; aquella lapa con exceso de energía y predisposición a la confianza, entró sin mayores miramientos al pomposo recinto, pasando de su abuela para ir efusivo a rodear a su sensei predilecto.

Se supone que había dejado a su grupo a cargo de Ebisu -el maestro suplente por excelencia-, para mantener una junta de vital importancia con la cabeza de la escuela -reclutar a Sasuke y posponer su humillación académica anual- y ahora el único enano con la capacidad de continuar estropeándole el día estaba ahí, bajo el agudo vigilo de su jefa. Cada que se enfrentaba a la extravagancia de su esfera laboral, se preguntaba si realmente valía la pena soportar todo aquello por un piso amueblado en un elitista distrito casi carente de infantes.

— Naru, cariño —comenzó la mayor con una maternidad que verdaderamente no era fingida—. Tenemos algo muy importante que pedirte, en lo que solamente tú puedes ayudarnos —dijo, incluyendo al Hatake en la petitoria. Los irises agua entonces se pintaron con desconfianza ante la dulzura de su abuela, pero el pequeño permaneció en silencio—. ¿Puedes convencer a tu amiguito Sasuke-kun, para que participe en el concurso de conocimientos? —¡Esa mujer no tenía vergüenza! ¿Iba a usar a su propio nieto como medio para conseguir un banal título?

— Pero el teme no quiere —arremetió inmediatamente el áureo para conmoción de los mayores—. Y Oto-chan dice que a la fuerza, hasta las experiencias más agradables se vuelven una tortura —vaya, Minato había hecho un excelente trabajo inculcando valores a su descendencia; ojala hubiese despertado de igual forma su sentido común.

Los labios carmín de la Senju se limitaron a componer una expresión, ciertamente más siniestra que afable; sus ojos entonces pasaron del mohín en su retoño a la mueca impávida de su docente. Esa suplica tenía que ser realizada a partes iguales; Kakashi sintió que le acaban de tirar una pesada y lacerante baldosa a su orgullo, el que desde hace tiempo comenzaba a fragmentarse.

Se aclaró la garganta y bloqueó su conciencia antes de hablar.

— De verdad es muy importante para mí, Naruto —opinó, proporcionando una hosca e inusitada caricia a los sedosos mechones. Eso sí que era lo más bajo que había hecho en su vida.

 

Notas finales:

*Oto, significa sonido; creo que ya saben a quién me estoy refiriendo.

Y luego de una larga espera, un nuevo reto arremete contra nuestros niños, su deschavetado sensei y cierta mujer con un profundo amor por el alcohol XD. De verdad lamente mucho la tardanza; estoy trabajando por actualizar todos mis pendientes lo antes posible, ya llevó dos y voy por el tercero de la semana jojojo.

Muchísimas gracias a todos los que siguen apoyando mis historias, de verdad que sus ánimos son mi mayor motivación:

Izumi Beloved; maggi le fay; enigma; Eruka Frog; Ruka Hatake; temari san y Kisa12.

¡Espero leernos muy pronto, y cualquier error me avisan!


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