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Stupid Love por -Mikunami-

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Como ya todos saben Naruto no me pertenece, todos los derechos son de Masashi Kishimoto y demás, sólo escribo esto para ayudar a crecer el yaoi en el mundo y sobre todo el SasuNaruSasu XD.

©Masashi Kishimoto, all rights reserved.

Advertising: Este fic presenta; AU, OoC justificado, Lemmon, Lime, Shota, Chan, creo que lenguaje más fuerte; si cualquiera de ellos no son de tu agrado ya estás advertido.

 

 

Stupid Love

 

Inesperado encuentro

 

Aún podía recordar nítidamente aquel día en que le conoció.

Estaba sentado en uno de los tantos columpios del parque, entristecido, con las rodillas raspadas y la ropa llena de suciedad; el oscilante movimiento del juego apenas era producido por su aletargado estado, sus cosas esparcidas por la tierra permanecían rotas y su carita mostraba un rictus de profunda decepción, al tiempo en que unas lágrimas traicioneras luchaban por salir de sus antes refulgentes ojos.

La vida definitivamente no era justa.

Esa tarde había enfrentado a un niño de un grado superior en el dojo de la escuela. Desde el principio su maestría en el kendo quedó perfectamente demostrada, la continua dedicación y toda la disciplina que se había autoimpuesto por fin daban frutos; por un segundo al observar como su sensei al igual que el resto de los espectadores quedaban maravillados por su actuación, le dejó la sensación de orgullo a flor de piel.

Por un segundo.

Nunca imaginó que tal acto sería manchado por el pésimo perdedor que resultó ser su contrincante; ese maldito brabucón lo buscó luego de la escuela y como todo un cobarde lo acorraló en un lugar solitario para propinarle una buena golpiza. Claro que él se sabía defender y no era ninguna nenita que se amedrentara fácilmente; seguramente de haber sido únicamente uno y no cinco hubiese ganado sin problemas.

Detestaba sentirse débil.

El sol se estaba poniendo y la fresca brisa que anunciaba la noche comenzaba a helar su cuerpo magullado, intentó darse algo de calor envolviéndose con sus brazos, pero sólo logró percibir como los horrendos moretones que opacaban su marmoleada piel, punzaban hasta con el toque más mínimo; jodida dermis de crío. Su vista se redirigió a sus pertenencias, esos imbéciles habían destruido sin consideración todo lo que llevaba, tendría que pedir dinero para comprar libretas nuevas entre otros materiales, claro sin contar la riña que se iba a armar al pisar su hogar.

Suspiró abatido.

Quizás sus padres ya estuviesen preocupados por su paradero pero… realmente no quería llegar a casa en donde su padre le reclamaría ser un niñato enclenque, y su madre se escandalizaría de sobremanera procurándolo cual bebe indefenso; ambos infravalorando todos sus logros hasta la fecha.

Como quería a alguien que lo apoyase.

¿Estás bien? —la voz suave y preocupada, le obligó a virar lentamente la cabeza, encontrándose con una mirada entintada con un azul tan intenso que le pareció completamente irreal. Un chico mayor se había aproximado sin que él pudiese notarlo, y ahora estaba ahí de curioso viendo su deplorable estado ¿Qué era peor que atraer la lástima de terceros?

Sí, ahora lárguese —respondió majadero, redirigiendo la vista a ningún punto en particular, dispuesto a que el extraño se fuese de una buena vez, antes de que se ofreciera a llamar a sus padres o alguna idiotez de símil naturaleza.

Pues no me parece —le contestó el joven—. ¿Cómo alguien todo mugroso, con un ojo morado y el labio partido, puede estar bien? —preguntó sarcástico, arrepintiéndose por un momento de haberse sentido atraído por aquel niñato que se columpiaba solitario, en un parque a punto de cerrar.

No contaba con que su comentario provocaría aquello.

Las cuencas ónices del infante no soportaron más la humillante sensación de la injusta derrota; las lágrimas cedieron y los espasmos se comenzaron a esparcir por su cuerpo ¡Era un niño y si quería armar berrinche estaba en todo su maldito derecho! Un potente gritó, el cual de alguna manera liberaba su frustración, inundó todo el espacio llamando la atención de las escasas personas presentes.

El joven de los zafiros de verdad que se asustó al ver como el llanto del crío no se detenía. Especialmente por unas señoras que pasaron cerca dirigiéndole una severa mirada de puro reproche ¡Mierda, ahora sí que había metido la pata!

Por favor cálmate —pidió esperando cualquier respuesta del niño; excepto un empujón y un manotazo ¡Maldito escuincle majadero! Ahora sí que se había sacado boleto—. Escúchame niñito —pronunció tomándolo bruscamente del hombro—. No me interesa lo que te haya ocurrido, pero si eres tan estúpido como para rechazar cualquier ayuda y quedarte llorando todo solito y sintiéndote miserable; entonces no vale la pena el que alguien se preocupe por ti.

El joven de la mirada añil retomó su camino dispuesto a olvidarse del asunto. Mira que andar haciéndola de buen samaritano para que un crío de parvulario se pusiese de reina; él no estaba dispuesto a soportar tales groserías. Casi abandonaba la zona de juegos, cuando un tirón a su ropa le hizo girar la cabeza. Era el niño de antes, ahora tenía la cabeza gacha y apenas se escuchaba su hipo.

Los ojos ónices del pequeño habían finalizado con su vergonzoso desliz de agua salada. Enfocaron directamente al muchacho que se le había acercado, y quizás por la forma burda en la que lo había terminado tratándolo, pero algo en su interior lo incitó a aceptar su inútil ayuda. No parecía un gran apoyo, pero por el momento, peor era nada.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

El celular sonó en su bolsillo como por quinceava vez; esta ocasión decidió que lo más sano era apagar aquel endemoniado aparatejo antes de que terminara volviéndolo loco. Previamente a ejecutar su acción, decidió revisar si no se trataba de una persona diferente al bastardo hipócrita que ya no tenía por pareja.

Diez llamadas y cinco mensajes.

"De verdad que lo siento, sabes que te Amo"

Que ese imbécil se fuese a la mierda.

Ya luego se encargaría de bloquear su número, su correo y jamás en la vida volver a dirigirle la palabra. Nadie que fuese capaz de engañarlo -y de manera tan descarada- podría volver a tener una oportunidad con él.

El calor propio del verano le debería de estar incomodando terriblemente, si tan sólo sintiese los abrazadores rayos del sol sobre su dermis; en ese momento lo único que sentía arder era su cabeza. Siguió caminando por el distrito comercial, con la música del reproductor perforándole los oídos de tan fuerte que la escuchaba y dispuesto a enfriar su temperamento con obscenas cantidades de helado; nada de sabores autocompasivos como fresa o vainilla, quería algo que complementara su frustración y coraje. El chocolate parecía buena opción. Luego de ingerir el producto hasta casi vomitar, sólo le restaba volver a su casa y contarle a alguno de sus amigos de mayor confianza, los meses desperdiciados al lado de semejante asno. Llegar al teléfono y soltar la lengua con el único fin de degradar la reputación del occiso en cuestión, recapitular todos los sucesos, destruir algo, gritar desde un edificio o golpear a alguien.

Pero jamás arrepentirse de sus elecciones; no volver a perdonar.

¿Por qué siempre le pasaba lo mismo?

Era como la décima relación que terminaba en catástrofe; aunque tenían que darse puntos ya que por esta ocasión, no hubo algún suceso previo, que le diera las pistas necesarias para saber que el borde del barranco estaba a la vuelta de la esquina.

Mínimo con cada derrota se iba avispando un poco más. Rio por su idiota pensamiento, para volver a considerar las cartas sobre la mesa.

Una infidelidad.

No es como si fuese la primera ocasión que le pasaba aquello; de hecho si lo ponía en una balanza y viéndolo en retrospectiva, no se sentía ni la quinta parte de mal que se sintió en el pasado, cuando aún era un niñato neófito en aquello del arte del noviazgo, cuando su corazón aún creía en la bondad y decencia de terceros, y cuando le destrozaron la ilusión en sus narices al encontrarse a su novio de turno con una tipeja de bragas ligeras.

Comparado con aquello, inclusive se podía decir que se sentía bien de haber recuperado su libertad.

¡Carajo! Su vida era un chiste barato y gastado.

Al llegar a su casa, decidió que si su madre le tenía cualquier amorosa tarea hogareña especialmente reservada, fingiría estar tan depresivo que no podría abandonar su alcoba en lo que restaba del mes. Claro… como si Kushina fuera a creerle semejante tontería.

— Ya vine —anunció esperando divisar a la pelirroja mujer en cualquier segundo.

Extrañamente su madre no respondió.

¿Acaso se habría quedado horas extras en el trabajo? Avanzó dirección a la cocina, dispuesto a seguir con sus festín de porquerías; no es que estuviese abatido y necesitado de azucares, pero los cólicos post-coraje atentaban contra su vacío estómago.

— Muy bien entonces estaré ahí a las cinco en punto —escuchó en la pieza del fondo un tono cantarín—. Naruto… ¿Eres tú, cariño? —sí, esa sin duda era la Uzumaki.

— Sí mamá.

— Oh amor, que bueno que ya estás aquí —la mujer salió de su habitación y corrió a abrazar a su querubín; dispuesta a consolarlo de inmediato—. Mi cielo… —que extraño ¿Por qué su progenitora actuaba tan condescendiente?—. ¿Cómo es eso de que te peleaste con Kimimaru? —típico de la bermeja, enterarse de los chismes antes que nadie; siempre pensó que el verdadero oficio Kushina debió haber sido periodismo. Quedaba perfecta para reportera de una revista cotilla.

— Mamá… —pronunció despacio y separándose, quizás algo tosco de la mujer—. No me peleé con él —dijo restándole importancia y retomando su camino a la cocina, seguido ahora de la taheña—. Terminamos, o más bien termine con él… así que no te preocupes —aclaró al tiempo en que abría el refrigerador ¡Que suerte, había un pastel de zarzamoras a medio comer!

— Kami, Naruto… —la Uzumaki se llevó una mano a la frente exagerando sus movimientos para que su niño le diese la importancia necesaria a sus inteligentes palabras; cada dos meses en promedio era la misma historia—. No puedes seguir así ¿Para qué te buscas novio, si todos los chicos con los que sales terminan siendo unos granujas? —preguntó harta de la eterna constante en la vida de su hijo; siempre le decía que era mejor estar solo que mal acompañado, pero su nene se negaba a escucharla.

— No es mi culpa —siguió su camino a la despensa, encontrándose con unas cuantas galletas de chocolate listas para ser masacradas entre sus perlados dientes—. Al parecer tengo mala suerte.

— Pésima, diría yo —destacó esperando que su hijo por fin decidiera tomarse el tan aclamado tiempo de duelo, en lugar irse a embriagar como de costumbre y al día siguiente salir con el chiste de que había conocido a alguien "tan" lindo, que no había podido resistirse a darle una oportunidad—. Luego hablaremos de esto, que por el momento tengo muchas cosas que hacer.

La pelirroja se retiró a su estudio dispuesta a enclaustrarse en otro malsano maratón de trabajo; no importaba si dejaba solo a Naruto por un par de horas, que al final ya era todo un hombre. Muchas veces hasta se le olvidaba que ya estaba en la universidad y en teoría su rubio primor debería saberse hacer cargo de sí mismo. Cuestión que en absoluto demostraba.

El Uzumaki por otro lado únicamente se limitó a suspirar abatido, tirándose finalmente en el cómodo sofá de su casa.

Su dulce progenitora tenía tanta razón. No podía seguir jugando al barco sin rumbo que en esos momentos era, por lo menos en lo que consignaba al amor. Cada noviazgo en su vida era un asco y de verdad quería, rogaba, imploraba, a cualquier ente divino o demoniaco, el poder encontrar finalmente a una pareja que lo amara y respetara por igual ¿Acaso el hecho de que fuese gay tendría que ver? Naa… esos sólo eran prejuiciosos fomentados por la irracional ignorancia que aún prevalecía en la sociedad; si fuese heterosexual, lo más seguro es que su suerte romántica estuviese igual de inmunda.

Por lo menos ya tenía la tarde libre, y estaba más que dispuesto a desperdiciar tan esplendido sol veraniego.

— ¡Naruto, tesoro! —escuchó a su madre desde el pasillo, como se aproximaba apresurada—. El hecho de que hayas roto, significa que ya no tienes planes para el resto del día ¿No es verdad? —preguntó sonriente ladeando la cabeza para poder enfocar mejor a su angelito.

— Eso creo —contestó el menor, un tanto reticente por la sospechosa actitud que repentinamente adoptó la pelirroja—. ¿Por qué? —preguntó esperando no verse implicado en los planes de su madre. No es que no gustara de ayudarla, pero considerando el trabajo de la mujer, definitivamente no podía salir bien parado en cada ocasión que disponían de su auxilio.

— No te preocupes, no será nada de modelar ropa o algo parecido —dijo moviendo efusivamente la mano para restarle importancia al asunto. Dios, su nene armaba un teatro de cualquier nimiedad—. Es sólo que en unas horas me tengo que reunir con mi jefa, para decidir los vestuarios que aparecerán en el ejemplar del próximo mes, y con la de trajecitos que hay para la elección mejor ni te digo el tiempo y esfuerzo que vamos a requerir para…

— ¿De qué va el trato mamá?

— No quiere dejar a su hijo en casa sin compañía, y no pudo conseguir a nadie para cuidarlo —explicó simple sin darle más vueltas al asunto. Naruto quien todavía permanecía recostado en el sillón abrió grande los ojos y arrugó levemente el entrecejo.

— ¿Pretendes de funja de nana? —inquirió levantando graciosamente una de sus doradas cejas.

— Yo prefiero decir cuidador.

— No es un perro, es un niño.

— Más bien es un adolecente.

Tan sólo haber durado un día más con el imbécil de Kimimaru, y podría escaquearse tan fácilmente de las locuras de la bermeja. Pero ya nada podía hacer contra esa mirada violácea llena de tanta falsa ilusión.

— ¿A qué hora nos vamos?

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

Siempre había escuchado hablar de la familia Uchiha; que si eran unos ricos bastardos, que las personas más influyentes en la ciudad de la hoja -donde igualmente él residía-, que su hijo mayor era considerado un genio, que eran sinónimo de elegancia y glamur. Y miles de chismes más ensalzando su majestuosidad hasta un punto cargante.

Por algo el trabajo de su madre tenía que ser tan demandante.

La taheña no era otra que la mano derecha de la aclamada señora Uchiha, dueña de la revista de moda adolecente más importante del país; Amaterasu*. Y asi como la diosa del sol, la ropa e ideología que aparecían en aquella publicación del mal, terminaban imponiéndose de forma absoluta entre la mar de chicas que buscaban desesperadas una identidad; ya que la variedad de estilos y diseños que manejaban eran sencillamente tan asombrosos como exquisitos, y realmente el grupo al que estaba destinada era muy amplio. Así fueses la cría con las manías más pomposas de la zona o aquella que optaba vestirse sobriamente elegante. Ahí no se discriminaba ningún gusto, excepto el malo.

Kushina llegó a la residencia, la cual estaba rodeada de extensos y exuberantes jardines meticulosamente cuidados, y aparcó el auto en la amplia glorieta empedrada que poseía la casona. No es que ellos viviesen de manera humilde, pero eso sencillamente era lujo morboso.

— Kushina, cariño —escuchó el rubio al momento de descender del auto. Una bella mujer con distinguido porte, de largo y brillante cabello negro, les daba la bienvenida desde el pórtico de su casa, saludando animadamente a su madre.

— Mikoto-san —contestó la de ojos violetas, efectuando una tenue reverencia—. Espero que todavía recuerdes a Naruto —pronunció divertidamente irónica, introduciendo a su pequeño en la conversación.

— Por supuesto, como olvidarse de un muchacho tan apuesto como éste —declaró sonriente la de hebras ébano, compartiendo con su bermeja amiga el pequeño chascarrillo a expensas del blondo. Naruto no pudo evitar ruborizarse un poco ante el comentario de la señora Uchiha, vaya que la mujer tenía buen gusto. Aun si consideraba que… —. Después de todo en lo que nos ha ayudado tu hijo, de verdad que eres un joven encantador Naruto-kun —al parecer seguía recordando bastante bien, los vergonzosos sucesos de la primavera pasada. Más le valía al blondo contar hasta cien y serenarse de inmediato, que terminar gritando como nena abochornada no estaba entre sus planes ni iba con su estilo.

— No fue nada Mikoto-san —habló finalmente, ansioso de que llegaran a la parte en la que le presentaban al chiquillo que iba a tener el lujo de ser acompañado por él, y las mujeres se pudiesen retirar a trabajar evitando traer horrendas anécdotas a la plática.

— Claro que lo es muchacho, si siempre estoy pidiéndote favores —dijo ligeramente avergonzada la dama—. Como hoy por ejemplo, espero que no hayas tenido que cancelar ningún plan.

— No se preocupe tenía la tarde libre —como todos los que acaban de romper con alguien, sólo que él era tan bruto como para no desconsolarse.

Se introdujeron a la residencia y Naruto no pudo menos que quedar maravillado ¡Dios que los ricos sí que sabían darse la buena vida! Cada objeto y mueble en aquella mansión -estaba seguro que era la manera más correcta de clasificar dicha casa- parecía sacado de película de época; hasta le daba miedo pasar cerca de algún florero o estatuilla, no en una de esas su innata torpeza saliera a relucir como su más aclamado don, y terminara tirando alguna cosilla de precio estratosférico.

— Él es mi hijo menor, Sasuke —finalmente terminó de distraerse con el lujo impreso en cada segmento del lugar, para enfocar su vista dirección a la estancia. En el amplio y elegante sofá del recibidor, aguardaba un joven, que a decir verdad se veía bastante grandecito como para no saber cuidarse por sí mismo. Sin embargo Naruto pasó por alto tal característica un segundo, para analizar primeramente la buena figura que se cargaba el moreno; vaya con las generaciones de ahora, que cada año el modelo iba saliendo mejor. Por lo menos cuando él estaba en secundaria no recordaba que ninguno de sus compañeros fuese tan guapo, porque entre esa carita masculina de rasgos finos y proporcionados, tan bien delimitados por los mechones ébano que la enmarcaban, los profundos ojos ónices del crío y los fibrosos músculos que se apreciaban tan descaradamente apetitosos bajo la ajustaba playera, de seguro que el chiquillo era todo un rompecorazones.

¿De verdad ese era el chicuelo que iba a cuidar? Como que el oficio de niñero le iba gustando.

Definitivamente de haberse encontrado a alguien así en sus jubilosos años de rebeldía adolecente, su ahora prominente gusto por los tíos macizos, habría despertado desde mucho antes.

— Es un gusto conocerlo, Uzumaki-san —¡Y además el niño tenía un timbre que sencillamente te acariciaba el tímpano! Joder estaba como cabra al fijarse en un crío buenazo. Eso de los rompimientos no le podía sentar peor. Buscando presa y apenas eran las cinco y cuarto. Pero como resistirse si el niño como plus estaba todo educadito y actuaba tan apetitosamente cortes.

— Igualmente es un gusto Sasuke-kun —respondió amable devolviendo el saludo. Ya era hora de dejar de lado su vena pedófila y ponerse serio, que si algunas de las mujeres presentes se enteraba que iba maquinando su estropeada cabeza, seguramente terminaría en el psiquiátrico, claro después de una buena reprimenda a base de porrazos, impartida dulcemente por su madre.

— Buenos nos retiramos a trabajar —aclaró la Uzumaki para finalmente poder irse a hacer algo productivo—. Esperamos no llegar tan noche, ya sabes Naruto cualquier cosa llama al celular —dijo mientras ambas se dirigían a la entrada de la casona.

— Nuevamente muchas gracias por la ayuda Naruto-kun —dijo sonriente la Uchiha—. Si gustan merendar algo la despensa está llena, lamentablemente la crida ya se retiró, pero hay muchos alimentos que no requieren una preparación sofisticada.

— No se preocupe Mikoto-san —él se las sabia apañar perfectamente en la cocina, y si al niñato se le ofrecía cualquier cosa, pues que bienvenida fuese la petición.

— Hasta luego madre —se despidió elegantemente el crío, y antes de que la mujer terminara de salir completamente por la gran puerta labrada de su hogar, no pudo evitar mirar como su nene le ofrecía una enigmática sonrisa de agradecimiento. Los niños eran tan adorables.

— Hasta el rato cariño —concedió la mujer de negro cabello—. Disfruten la velada —pronunció finalmente con un tinte de voz bastante inusual, cosa que extraño a Kuchiha, pero que aparentemente no percibió en absoluto el blondo.

Ahora ya estaban completamente solos en aquella inmensa morada.

— Muy bien ¿Entonces, qué quieres hacer Sasuke-kun? —preguntó Naruto volviendo a enfocar a su protegido, dispuesto a convivir sanamente no importaba si era entre juegos tontos.

— Mi madre ya se fue, dobe —¿Qué? ¿Ese era el chiquillo todo cortesía de hace unos segundos? Que no le fuesen a decir que el niño sufría de bipolaridad—. La verdad no tengo idea de para que te llamó, odio cuando se pone de paranoica —pronunció despectivo, mirando aburrido al mayor y dirigiéndose rumbo a la cocina de su hogar. La actitud chula podía molar, pero de verdad que aún no se creía tales cambios de humor. Seguramente su cara, que se mostraba cual mapa en chino, le dio una buena idea al niñato Uchiha de lo confundido que ahora estaba el Uzumaki —. ¿Qué usuratonkachi, de verdad te creíste eso del niñito de mami? ¿No me digas que eres tan dobe como para tragártelo?

Listo, el encanto había terminado, fue lindo mientras duró.

— Escúchame niñito —clamó levemente furioso, ningún puberto de cuarta iba a ponerse pesado mientras él estuviese a cargo—. Más te vale no hacer algo idiota, que a mí nadie me ve la cara ¿Entendido? Si quieres no te fastidio si tu intención es andar viendo porquerías por internet, pero nada de salir de aquí —¡Qué bien le había salido el discursillo! Pero quizás hubiese tenido un poco más impacto si el moreno, se hubiese tomado la molestia de verlo a los ojos, en lugar de estar husmeando en el refrigerador.

— ¿Té helado? —ofreció totalmente ajeno a lo dicho por el rubiales, poniendo un vaso con el líquido frente a la narices del mismo—. Es una ofrenda de paz, dobe —comentó burlón tomando él mismo un poco del producto. Naruto con algo de desconfianza se empinó todo el contenido para pasarlo de un trago—. Muy bien cada quien por su lado y todos felices —anunció Sasuke, dirigiendo ahora a la planta alta de la casa—. No te alarmes, sólo estaré en mi cuarto —y así como llegó, terminó desapareciendo por las escaleras. Maldito crío con problemas con la autoridad.

— Jodidos pubertos —masculló Naruto, dispuesto a aprovecharse de la despensa de la casa Uchiha ¿Por qué su madre siempre lo metían en tales desventuras?

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

Su cuerpo comenzaba a arder anormalmente, inclusive si consideraba que estaba en una estación cálida, no era para que transpirara de aquella manera o la respiración se le entrecortara, sentía una inusual presión extendiéndose por su pecho, pero realmente no le dio importancia. Entre sueños sintió la necesidad de desprenderse de las estorbosas prendas y acomodarse bajo la refrescante brisa del aire acondicionado, pero tenía tanto cansancio que el ir hasta el aparatejo ese y dejar la desgarbada posición sobre el sofá de su casa no…

Entonces recordó que no estaba exactamente en su casa, sino en la de la jefa de su madre, disque cuidando al hijo de ésta. Se maldijo mentalmente al darse cuenta que se había quedado cínicamente dormido en horas de labor, mientras aquel mocoso quizás sacaba provecho de su sueño de belleza. Por su bien, esperaba que al niñato no se le hubiese ocurrido hacer alguna imbecilidad.

Repentinamente se sintió levemente más fresco pero menos cómodo, su piel estaba húmeda, mucho para ser sudor. Y Algo lo estaba excitando.

— Ahhh —¡Santa madre! ¿Eso había sido un jadeo? ¿Estaba tan mal como para tener sueños húmedos en muebles ajenos? Percibía un incesante rose, succiones y una respiración impropia impactando sobre su piel. Era tan placentero; especialmente si se le añadía el morbo de estar tocándose "así mismo" en un lugar tan prohibido, tan incorrecto, sentía que se podía correr ahí mismo. Si su madre se enterara, seguramente terminaría castrándolo. Antes de seguir como la cabra en celo que no era, decidió cortar el rollo.

Su mente aún estaba muy aletargada y la vigilia apenas podía mantener su posición, con mucha dificultad entreabrió sus ojos dejando a una rejilla azul explorar en torno a su persona, pero lo blanquecino del techo lo deslumbró por unos segundos, obligándolo a cerrar sus zafiros.

Ahora que estaba más consiente, sentía perfectamente como la presión en su pecho, contrario a todo, aumentaba a la par de la humedad y los furtivos toqueteos.

Algo en su interior tuvo miedo.

Cuando finalmente su vista enfocó a la habitación, no pudo más que quedarse mudo. Entre todas las cosas que creyó descubrir que le quitaran definitivamente el sueño, nunca, ni de lejos imaginó encontrarse con el mocoso Uchiha sobre su cuerpo, el cual ya estaba con la camisa totalmente desabrochada, mientras el atrevido niñato lamia impúdicamente sus pezones al tiempo en que acariciaba su vientre, viendo divertido la cara compungida del rubio. El bastardo estaba disfrutando de lo lindo la velada, tal como le sugirió su madre. Nadie podría decir que era un chico desobediente.

— Qué, qué, qué… —bonito momento para sacar sus dotes de tartamudo.

— Así que ya despertaste —emitió risueño Sasuke, dejando caer todo su peso sobre el pecho canela—. ¿Quieres seguir con las preliminares o pasamos directo a la acción Na-ru-to? —preguntó haciendo gala de su innata sensualidad; había que admitir que eso era muy provocativo para salir de un crío de catorce años.

Pocas veces había acumulado tanta estupefacción como rabia. Por favor que alguien le dijese que ese era un puto sueño, porque de no ser así, sentía que no podría volver a dar la cara al mundo. Afortunadamente la mueca de autosuficiencia del Uchiha le dejó en claro, que ya no importaba si era una jugarreta de su atrofiada mentecilla, ese idiota no tenía futuro.

— ¡¿Qué crees que estás haciendo cabrón?!—bramó antes de encestarle una buena patada al de cabello obscuro, asegurándose de alejarlo al menos un metro de su humanidad. Se enderezó al tiempo en que iba abotonándose nuevamente su estúpida camisa, apenas y podía controlar los espasmos de nervios ¡Mierda, que ese crío idiota lo hizo sentir como una colegiada abusada!

— ¡Que bruto eres usuratonkachi! —le rugió Sasuke, agradecido de que el golpe haya terminado en sus costillas y no en su semi-despierta entrepierna. Vaya que el zorro tenía más fuerza de la que aparentaba, sí que sería un delicioso premio cuando lo tuviese.

— ¡Jodido intento de violador! ¿Qué coño crees que ibas a hacerme? —volvió a preguntarle Naruto, adoptando una pose defensiva por si el mocoso con las hormonas demasiado despiertas, sacaba otra de sus mañas sexuales ¿Acaso sería de los que gustan intimidar a sus nanas para poder prenderse?

— Te creí con más luces cariño —le espetó el Uchiha, aún con el dolor abdominal—. ¿De verdad que no adivinas la fiesta que pensaba armar? —cuestionó sarcástico, dejándose caer en el sillón donde anteriormente había abordado al áureo, para poder recuperar del todo el aire perdido.

Naruto definitivamente estaba asustado, no por el Uchiha, que al final seguía siendo un crío y por algo él ya tenía diecinueve años; más bien le daba miedo el no controlarse y terminar matando al mocoso arrabalero.

Estaba claro, que hoy no fue su día.

 

 

Notas finales:

*Amaterasu Ō-Mikami o Amateratsu es la diosa del Sol en el Sintoísmo y antepasada de la Familia Imperial de Japón según dicha religión. También es una de las técnicas derivadas del Sharingan, las llamas negras del infierno.

¡Vamos Sasuke cénate a Naruto, que yo te apoyo!

Desde hace una temporada tenía ganas de escribir algo más pervertidillo, me llegó esta idea y me animé a realizarla. Y en vista de que ya casi termino un fic ¿Por qué no comenzar con otro? XD.

Hasta cierto punto estoy orgullosa de mí ¡Es el capi más largo que he escrito hasta la fecha! Así que díganme por favor que merezco algún review ¡Por favor XD!

Como siempre muchas gracias por leer y espero poder seguir actualizando mis demás pendientes.

 


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