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Habitación Apollo 13 por Vampire White Du Schiffer

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Notas del fanfic:

Los personajes de Katekyo Hitman Reborn no me pertencen.

Habitación Apolo 13

Parejas: 10069 D18 R56.

Prólogo.

El grito primero fue excepcional. Algo que no se hubiera escuchado nunca en el titán Apollo de no ser porque existió un pequeño inconveniente. La alcoba, la más cara y prestigiosa del Edificio, orgullosa poseedora de una de las mejores vistas hacia la Ciudad, rodeada de un propio carisma. La alberca tenía era al aire libre sí se quería. Lo rodeaban ventanales de los más finos vidrios, desplegables por al pulsar un simple botón. Dentro, múltiples cuartos que se distribuían con sabiduría. Sala. Incluyendo una soberbia biblioteca con techo a base de tragaluz. El Bar para saciar desde el más exigente bebedor hasta al inocente Novicio. Penthouse que el mismo Presidente de la Nación había usado una vez para saciar sus ansias de mujeres jóvenes, o por lo menos decían eso los periódicos después de desmantelado la reputación del Gobernante.

 Las mujeres que estuvieron allí vieron el cuerpo tendido, sin vida, sobre la carísima alfombra. Sus dedos estaban cerca de los labios para evitar gemir más por el pánico. Sus piernas les temblaban. Esas dos testigos cayeron al piso, una después de la otra, sus ojos se movían con frenetismo. Sus dientes castañeaban cosas ininteligibles. Lo que no sabían, era que justo detrás de ellas.

Capítulo I. ¡Asesinato! ¡Llamen al botones!

El Hotel era precisamente un monumento a la Cultura Griega. Fusionando de manera armoniosa, perfecta, el concepto Actual con el Antiguo. Las fuentes, los bustos, murales y columnas eran al más puro estilo Romano. Estaba en Rivacio Park. El punto más Concurrido de la República Rivaciana, donde las horas pasaban dependiendo el portador, aunque en dicho lugar, se podría decir al punto casi seguro, que pasaban las cosas de una manera distinta.

La recién llegada miraba sobre su hombro todo. Entró al amplio recibidor con dos monigotes dejando las mesadas maletas en el suelo, frente al recepcionista de ojos serenos. Había parejas yendo y viniendo. El leve bullicio era esperado. Junto con varios sonidos más, como el de la tarjeta dorada siendo pasada a revisión para cargar deudas. La luz bañaba con bondad. El enorme árbol de Navidad se había recién esfumado, pero ah, era una proyección de elegancia y tradición. Ahora estaban listos todos los adornos de Año Nuevo. Un evento que sería celebrado con bombo y platillo. A la riquilla le parecía poco, aunque tuvo que tropezar con uno de los principales atractivos de Apollo.

−¡Bienvenidos Al Hotel Apollo! –era el canto de todos los días y aún así lo podía proliferar de manera gustosa. Para Byakuran era una manera de poder ver al dueño de sus quincenas cada segundo. Trabajaban en lo mismo.

El mejor dúo dinámico del prestigioso Centro, aquel que se encargaba de la más difícil tarea.

−¡Deje que nosotros llevemos sus maletas, Amo! –el ofrecimiento, aparte de insinuante, era real. Aunque eso de agregar amo, era invención original del más hablador de los botones.

−Creo que hay una equivocación –alegaba la supuesta elegante mujer, que se desprendía de sus presumidos lentes para ver a los ojos al apuesto chico –. Soy una mujer, así que debes llamarme Ama.

−¿Eh? –dijo, sorprendido el joven Byakuran –. Temo que la equivocada es usted, Señorita –el botones, con su traje característico, sólo que en color blanco total, acorde con sus cabellos de nieve, mantenía los brazos cruzados por la espalda –, yo no le hablaba a usted.

−¿Cómo te atreves a contestarme de esa manera? –inquirió sobresaltada la cliente –¿Tienes la mínima idea de quién soy?

−Una torpe muchacha que piensa que aquí atendemos a impostoras –intervino el segundo botones. Ya saben, chaqueta y pantalones de un mismo color. Negro. Los largos cabellos de éste joven eran de color azul, tonalidad índigo por ser más específicos.

 

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−Ahhh –bostezaba por segunda vez en el minuto –, Reborn, Kora* acabamos de llegar, la cama se ve –dio un brinquito en ella mientras permanecía sentado y palmeó provocativamente el cubrecama –cómoda ¿no quieres estrenarla de una vez? –le miró y se mordía el labio inferior.

−Será después de la Cena –respondió el aludido, terminándose de poner una corbata, para después tomar su adorado sombrero negro.

−Sí que me aburriré entonces, kora –bufó y se dejó caer con cansancio en la cama, al fin, mirando que el techo estaba tatuado por espirales de Oro Puro. Pasó la mano por la sábana, de nuevo, y no se sorprendió al redescubrirla como Seda.

−¿No bajarás? –le inquirió su pareja.

−No sin ante tomar un aperitivo –de nuevo quiso tomar el tema.

Reborn que era un guapo hombre de pasados veinticinco años, se arregló sus curiosas patillas y el cabello azabache, frente al ostentoso espejo de plata sobre repujado. Le dirigió una sonrisa engreída, tal y como siempre solía hacer cuando le importaba un comino los deseos de su compañero.

−Además, ¿es que ya quieres llamar la atención? –se levantó en un suspiro, quedando sentado al borde, enarcando una ceja.

−Es parte de la diversión –respondió Reborn –, vendré más tarde –su cuerpo era atlético, competidor justo de un Adonis, al punto de estar muy parejo al de su amante competitivo.

Colonnello reprimió la lágrima del sueño, se incorporó y detuvo al escapista.

−Si me entero que has estado coqueteando –le jaló de las solapas del traje negro –juro que te mato –amenazó con una radiante sonrisa, el Coronel era rubio y de ojos azules, tal como tantas jovencitas soñaban tener como novio en el Siglo XX.

−Humm –comenzó el moreno –. Eso me gustaría verlo –se zafó del agarre y se volvió a acomodar sus orgullosas y caras prendas. Inclinó el sobrero para mantener oculta su mirada pequeña y astuta en una sombra de misterio y sensualidad.

Éste no pudo evitar mirar a Colonnello, que se había cruzado de brazos y virado la vista, clarísimamente molesto. El rubio no pasaba de los veinticinco, y siempre traía facha de militar. Ropa verde y una banda que adoraba su frente con un botón de seguro con un número 1 pintado. La camisa blanca que se lucía por la chamarra verde olivo quedaba demencialmente ajustada. Ah, cuántos deseos pervertidos se vertieron en la mente del mayor.

Instantáneamente, le haló de la cintura usando la mano diestra y la izquierda para tocar el mentón varonil y plantarle un fogoso beso en los labios. Dejando atontado al Coronel.

−Ah… -dejó escuchar un leve jadeo, un hilo de saliva se escapó de sus labios, uniéndolos por un segundo más –, ve con cuidado –se echó a reír el rubio y empujó a Reborn para que saliera –, sólo no llegues tarde.

−Claro que no –bajó las manos hasta posarlas en los bolcillos de su pantalón oscuro –, vendré por ti para la Cena.

(Kora: frase distintiva en Colonnello)  

 

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−Y entonces yo le dije~ si quieres tu dinero~ pues ven por él~ -ese comentario estaba tan fuera de lugar~

−Oye…

−¡Pero qué crees que me respondió! –seguía sumido en su propio mundo.

−No me interesa –murmuró a sabiendas que sería ignorado aunque lo gritase.

−¡Que si iba a venir!

−Agh –masculló. No había manera de escapar de esa persona tan odiosa. Molesta. Aunque se acabara el mundo, aunque Ninel admitiera que tiene Cero de IQ, aunque el último pájaro Dodo perdiera la sandía…

−¿Sigues enojado? –le preguntó cambiando radicalmente el tema.

−Claro que sí.

−Pe-Pero si ya te pedí perdón quince veces.

−Pues pídelas quince veces más.

−Hummm –y detuvo sus cavilaciones racionales para bajar la mirada directamente e imaginarse las nalgas de su interlocutor –, si~ tal vez debería pedirlas ahorita –farfulló sobándose el mentón e impedir que la baba se le saliese.

Obtuvo en recompensa un sano golpe. Le lanzaron un pisapapeles.

−Tal vez sería bueno preguntar, ¿qué rayos me pasó por la cabeza cuando te pedí matrimonio?

−¡Kyōya! –elevó el nombre en un grito desesperado. Realmente ofendido de eso, ajá si –¡Me vas a decir que ya no me quieres!

−No digas tonterías. Si te dije “Cásate conmigo, Cavallone Dino” fue porque realmente lo quería, sólo digo lo demás para molestarte y que al fin de calles. –Respondió, reclinándose aún más en el poderoso sillón de cuero. Estaban en el despacho principal del Hotel. Kyōya, que era un guapo moreno de veinte años, de ojos platinados y gesto severo estaba frente a su marido, un italiano de cabellos rubios como los dientes del trigal y ojos como tallo chocolatero.

−Owww, qué bonitas cosas dices –el italiano estaba ocupando una silla delante del pesado y antiquísimo escritorio comprado en Francia. Dino pisaba los treinta años –… ¿Entonces estoy perdonado?

−No –cortó las esperanzas de un solo tajo. El moreno elevó los brazos y los puso detrás de su nuca –. Sabes cuánto odio, ODIO, a tu primo, no tenías razones para invitarlo a pasar el Año Nuevo con nosotros, en MI hotel –se puso de pie y fue hasta donde su marido estaba.

El rubio destacó un puchero indigno de su edad, posición y educación.

−Oh, vamos, él se portará bien –aseguró Dino. Ese hombre sí que sabía ser sexy (Si, aquí vamos de nuevo XD) su cuerpo rayaba en la perfección de los eruditos. Proporcionado, cierto, moldeado en el gimnasio ¡Qué maravillosa virtud! Todo un bocado para Kyōya Ex Hibari, alguien, sin duda, más delgado pero delicioso a su estilo.

El moreno frunció el entrecejo.

−Mejor vamos a arreglarnos, tendremos una noche ajetreada –el guapo Gerente del Hotel vestía un traje negro con camisa en color morado, mientras que el otro, también Gerente, un traje tipo sastre en color café-caqui.

 

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Fue en plena fiesta que el asesinato ocurrió.

Abajo, en el Salón de Fiestas todo marchaba a la perfección. Kyoya de Cavallone huía de vez en cuando de los acosos de algunos compradores empedernidos que no sabían recibir un no, váyase al carajo, por respuesta. Mientras que Dino se servía de un brandy para calmar las ganas de ir a violentar a su esposo querido. Se veía tan divino y elegante que…

−Saben organizar algo bueno –le interrumpió el flujo de ideas.

−¡En Apollo estamos orgullos de echar la casa por la ventana cuando se trata de este tipo de cosas! –infló su pecho de orgullo.

−Quisiera, en verdad, no detener su euforia, joven Cavallone –le llamó con seriedad –, pero hay dos hombres que desean verle, en privado.

−¿Sobre qué? –le extrañó bastante.

−Habitación 13.

Cavallone miró a Hibari de soslayo, éste sostenía una charla con su primo, rezó porque no muriera éste último bajo la mano de su esposito y se fue a investigar.

 

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−¿Alguien quiere explicar…? –el gerente estaba a punto de alterarse, pero no era su carácter común. Estaban en el PenthHouse –¿Cómo rayos pudo pasar esto?

−Lamento tener que ser el que intervenga –apareció Reborn junto con Colonnello – se supone que estoy de descanso –no dejó que el rubio, su amante, pasara más allá de lo permitido. En serio, la muerte había sido brutal.

−¿Quién es usted? –preguntó una de las testigos, estaba arropada junto a su compañera y paradas cerca de la puerta.

−Somos –terció el Coronel, esquivando  al moreno –, Corónelo y Reborn. Detectives de Scotland Yard –y tuvo que sacar su identificación que le avalaba como tal –pero –miró a la mujer destazada –, parece que acaban de interrumpir mi luna de miel.


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