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Los pecados de un Ángel. por SouMizerable

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Notas del capitulo:

Bueno queridos lectores, aquí les traigo el primer capítulo de mi historia (ya que el anterior había sido solo un prólogo). Espero que les guste.

Les agradezco a todos los lectores que dejaron sus comentarios. En serio se los agradezco un montón. Si tardé, mis disculpas. Y también si es que los capítulos son muy largos, mis disculpas por eso también.

Espero y les guste este nuevo capítulo, que para mi opinión, esta mucho más suave que el anterior -w-

Bueno, creo que eso sería todo.

Atte. SouMizerable

Primer Capítulo

Vergüenza.

 

Había tenido una pesadilla horrible. Había soñado que era el día de mi cumpleaños, y Faith daba una horrible noticia. Que se casaría. Pero daba gracias a que todo eso había sido un mal sueño, incluyendo el espeluznante momento en donde Rhee abusaba de mí.

Cuando desperté, bastante aterrado y sudando frío, me encontré solo en mi habitación, debajo de las sábanas de mi cama. Tenía un inmenso dolor en casi todo el cuerpo, y cuando intentaba ponerme de pie, mis piernas temblaban por completo, haciendo que volviera a caer. Ni siquiera podía sentarme porque si lo hacía, era capaz de sentir un punzante dolor dentro de mí.

Pasó alrededor de una hora hasta que finalmente Faith apareció, entrando a mi cuarto.

-         ¡Dan, haz despertado! –suspiró aliviado-. Menos mal, me tenías preocupado. Ni al haberte dado la medicina curativa despertabas.

-         ¿Qué ha sucedido? –inquirí confundido, puesto que en aquel momento no me había percatado que nada había sido un sueño.

-         ¿No recuerdas? Vaya –inhaló una bocanada de aire, para luego hablar-. Habías desaparecido de la fiesta. En un principio pensé que volverías pronto, pero luego, al ver que no llegabas, salí a buscarte. No podía dar contigo, hasta que me encontré con Rhee, quien también me había buscado.

 

-         ¡Faith, es Danells! –me dijo asustado, y muy agitado también.

-         ¿Qué pasa con él? ¿Sabes dónde esta? –le pregunté sumamente preocupado, porque Rhee se veía de igual forma.

-         ¡Si, si! –asintió, y me tomó del brazo. Amos empezamos a correr-. Lo encontré en una bodega. No sé que le habrá sucedido, pero esta inconsciente. No lo quise mover porque podría ocasionar algo más grave. ¡Vamos, apúrate Faith! –me dijo, con lo que aceleré aún más rápido mis pasos. Y ahí te encontramos, inconsciente en el suelo, pálido y muy sudado. Con tu rostro húmedo porque habías llorado, y con varios moretones.

 

En ese momento terminó su relato, y yo no supe qué decir ni cómo reaccionar. Estaba ahora prácticamente hundido en un trauma. Mi pesadilla nunca había sido parte de mi imaginación, parte de un sueño.

 

No.

 

Era real. Todo era real.

 

-         Danells, ¿qué fue lo que sucedió? ¿Por qué estabas encerrado en ese lugar? –me preguntó con un semblante de preocupación.

No me di cuenta cuando había empezado a temblar, observando hacia la misma nada. Recordé cada sensación, cada emoción que me había invadido en aquella supuesta pesadilla. Recordé todo lo que había sentido y pensado.

-         Fue… Fue real –murmuré afligido –.

-         ¿Dan?

Miré a Faith, e inmediatamente mis ojos se pusieron llorosos. Él ahora se encontraba junto a mí, de pie. Le abracé fuertemente aterrado.

-         Faith –murmuré con voz quebrada –Yo… Yo fui.

Iba a contarle todo, para que de esa manera castigaran a Rhee. Él no se merecía ser un ángel. Había cometido un pecado terrible, que era haberme echo esas cosas, pero recordé su advertencia. Él sabía lo que sentía por Faith, que yo estaba enamorado de un ángel de mi mismo sexo. ¿Qué me harían si se llegase a saber aquello? Ya no sería lo mismo si es que Faith se llega a enterar. No quería perderlo.

Además, aunque yo hubiese sido obligado a tener que entregarme a Rhee, siendo el un ángel varón, igual yo recibiría castigo puesto que de todas formas había cometido un pecado muy grave. Ninguna opción parecía favorecerme.

-         Lo que sucedió es que fui a esa bodega a buscar un poco más de comida –mentí, comenzando mi relato –. Tú sabes que soy un tanto exquisito con la comida y lo que quedaba no era de mi gusto. Debió haber quedado mal abierta la puerta de la bodega, ya que es bastante pesada. Me pasó por estúpido que se me cerró sin haberla dejado sujeta a algo para que el peso no hiciera que se cerrara, además que como quedé a oscuras, me di muchos golpes porque chocaba y me caía a cada segundo. Seguramente perdí la conciencia porque dentro de ese lugar hacía mucho frío –finalicé mi falso relato, escondiendo esas enormes ganas de llorar. Me dolía la garganta por el nudo que sentía en ella, pero me contuve de cualquier lágrima y cualquier comentario que pudiera poner al descubierto mi mentira.

Faith se había sentado a mi lado y ahora me tenía con mi rostro cerca de su pecho, acariciando suavemente mi cabello. Quizás él lo sintiera como un consuelo de padre a hijo, pero yo, lo que sentía en esos momentos, con esa cercanía y esas caricias, era un sentimiento que me impedía ver a Faith como el hombre que me crió, siendo como mi padre o mi hermano mayor, sino que le veía como el atractivo ángel que más amaba en todo los reinos de las Cuatro Cruces. El único al que podría amar en toda mi larga y eterna vida.

-         Debiste haber estado muy asustado ahí encerrado –me dijo en un susurro, sin detener sus dulces caricias.

-         Preocupado –le corregí –. No podía no estar en mi propia fiesta, y ahí encerrado, sabía que te preocuparías al ver que no volvía –le abracé más fuerte, mientras el aroma de su cuerpo se impregnaba en mis narices. Era delicioso.

-         Pero ya pasó –me dijo un poco más tranquilo –. Rhee te encontró, así que cuando le veas, debes darle las gracias.

-         S… Si –asentí, tembloroso al oír su nombre, con mi cabeza.

 

Pasé el día completo en cama, acompañado por Faith que nunca se separó de mi lado. Cuando estaba con él, parecía que nada tenía importancia, y solo era paz al estar juntos. Aunque yo siempre me preguntaba si él llegaba a sentir lo mismo que yo.

Sin embargo, ahora pasaba algo diferente. Aún estando con él, no podía dejar de pensar en lo que Rhee me había echo, y en la horrible noticia que había anunciado Faith. Y cuando este último me acariciaba o mi rostro o mi mano, deseaba que no lo hiciera más. No quería ensuciar su pura e implacable piel con mi cuerpo sucio y repugnante. Me daba repulsión mi propio cuerpo.

Estuve así casi una semana, tratando de evitar cualquier contacto físico con mi ángel protector y tutor.

Después de aquel día en donde me encontré en cama, comencé mis preparaciones y enseñanzas para pronto ser un autentico ángel guardián, como lo era Faith. Las enseñanzas se basaban en darnos referencias de cómo era el mundo humano y quienes vivían en él. También nos hablaban de que al estar en el mundo de los mortales, debíamos evitar en lo que más pudiéramos el contacto directo con ellos, después de todo un ángel guardián esconde su apariencia de ángel para poder convivir junto con los humanos en la forma de ellos. Nuestra misión principal allá era vigilar por un tiempo a los mortales y ayudar a que los demonios no pasaran a su mundo o sino exterminar con conjuros de exorcismos a los demonios que estuvieran en la Tierra, y también acabar con los Caídos.

Los Caídos eran ángeles exiliados que terminaron en el mundo de los mortales a causa de sus pecados, pero que no consiguen llegar a ser demonios, sino que simplemente ángeles Caídos. Igual de inmortales, pero sin su aura angelical ni el poder angelical que cada ángel posee.

Las preparaciones trataban de enseñarnos a luchar y usar armas básicas. También nos preparaban enseñándonos poderosos conjuros o también otro tipo de cosas para tener en nuestro conocimiento las cosas que todo ángel debía saber.

-         A medida que van ganando experiencia en su oficio, ustedes queridos ángeles –nos decía nuestro maestro –, van haciéndose más fuertes y poderosos. Eso les ayuda a conseguir nuevos rangos en nuestra jerarquía, pero solo lo lograrán si es que nuestro Superior así lo vea necesario o bien merecido. El ser un Ángel Guardián no quiere decir que no pelearán, porque si lo harán –aquel ángel hablaba con mucha dureza, manteniendo ambas manos detrás de él, caminando de un extremo a otro del salón, observándonos a todos-. Los Guerreros deben vigilar que ningún demonio entre a nuestros reinos, Ustedes Guardianes, deben cuidar de que los demonios no vayan al mundo de los humanos en su forma real.

Si lo desean, siguiendo bien su oficio, podrán llegar a ser hermosos Principados, a menos que deseen quedar en su mismo rango de Ángel Guardián, como yo. Pero también les contaré de ellos, los Principados, hermosos ángeles encargados de controlar absolutamente todo en el mundo de los mortales. Vigilan ese mundo, su naturaleza, su vegetación, sus animales y sus personas, e inclusive a los demás ángeles guardianes que ejercen el labor que ustedes están a punto de ejercer. Ellos son similares a los que los humanos llaman “Madre Naturaleza” también. Aunque, si deciden, más adelante, volverse Principados, su apariencia cambiará, sus alas crecerán y serán más brillantes, casi plateadas aunque claro, también deberán cargar con una mayor responsabilidad –con eso, detuvo sus pasos y también su enseñanza, observando hacia el fondo del salón-. ¿Alguna duda? –nos volvió a mirar-.

Y yo la verdad no la tenía, sino que deseaba saber algunas cosas más, por ellos, alcé mi mano y pregunté sobre los Purasangres, su origen y el porqué eran más poderosos que todos los otros ángeles sin necesidad de tener que pasar por los rangos más bajos de nuestra jerarquía. Faith me lo había dicho, que un ángel Purasangre nacía siéndolo.

-         Vaya curiosidad la de nuestro ángel –me dijo con una media sonrisa-. Solo te puedo decir que el origen de los Purasangres, el único que lo sabe, es nuestro Señor, y claro, un Purasangre –con eso no dijo nada más, lo que me irritó un tanto, ya que necesitaba saber de aquellos ángeles. Faith se casaría con uno.

Al finalizar aquella clase, me dirigí inmediatamente a mi hogar. Todas las casas, de cada ángel, estaban dentro del reino. Cada puerta llevaba a un cuarto de un ángel, el cual era inmenso y tenía más habitaciones más, como un comedor, una cocina, dos habitaciones y un baño en cada una. Nunca, un ángel salía porque en si nuestras tierras se mantenían levitando en el aire, por lo que cada ángel que debía cumplir con la misión de salir del reino, debía desplegar sus alas y volar. Todo nuestro mundo eran los reinos y las nubes. Cuando venía un ángel de los otros reinos, este viajaba en una carroza tirada por cuatro Pegasos blancos y de ojos dorados.

Los pasillos eran largos y anchos, siempre manteniéndose en un silencio sepulcral. El suelo era plateado, y frío, hecho de un material único en nuestro mundo, al igual que las paredes que eran de un azul marino claro. Las luces colgaban desde el techo, con una lámpara echa de oro puro. La luz era tenue, blanca y se mantenía encendida con el poder sagrado de nuestro Señor. Cada puerta era blanca, con el nombre del ángel que vivía ahí tallado de color plateado sobre cada puerta. Las ventanas de los pasillos eran escasas, pero las que había eran enormes, permitiéndonos ver fuera de nuestro reino, las enormes nubes y las aves, las cuales eran azulinas y emanaban una luz dorada que adornaban el cielo de nuestro mundo donde jamás oscurecía y siempre era de día.

Me quedé junto a una de esas inmensas ventanas, mientras veía las aves volar alrededor de nuestro reino. Me encontraba pensativo. En tres días más Faith tendría que volver al mundo humano, en donde permanecería dos días ahí. Sabía bien que para él sería mucho tiempo, porque sería más de un año sin vernos para él. Un día en nuestro reino eran 243 días en el mundo de los mortales.

-         OH, ¿sufriendo por amor nuevamente? –oí su voz, con un tono de burla excesiva. Le miré de reojo, fulminándolo con la mirada. Seguramente crees que esa mirada me causara temor, ¿no?

Al fin le vi la cara después de más de una semana transcurrida desde el suceso en la bodega. Su pelo ondulado y de un intenso color naranjo, y sus ojos dorados que me miraban casi juguetones, pero a la vez como desnudándome con ellos. Era repugnante. Él vestía unos pantalones de tela blanca y una blusa muy ligera color turquesa. Y se encontraba descalzo.

-         ¿Qué quieres? –le pregunté con voz hostil. Nunca había sido así con nadie, pero… ¿cómo podría ser el mismo de antes con lo que él me había echo?

-         Solo deseaba ver como seguía la salud de mi ángel favorito –sonrió de medio lado, acercándose unos pasos más a mí.

-         No te acerques más –le ordené, casi gruñendo como una bestia salvaje siendo acorralada, pero él sin hacer caso, continuó acercándose más a mí.

Cuando estuvo casi frente a mí, acorralándome contra la pared, acercó su mano para acariciar mi mejilla. La aparté de un manotazo, para luego empujarlo para huir corriendo, intentando regresar a mi cuarto, el cual compartía con Faith.

-         Ey, ¿adónde crees que vas? –me sujetó del brazo para luego tirarme de él para así acercarme a su cuerpo, rodeándome con sus brazos.

-         ¡Detente Rhee! –le grité tratando de liberarme, entonces él lo hizo, agarrando suavemente mi brazo, pero con la fuerza suficiente como para que yo no pudiera soltarme. Empezó a caminar, sin soltarme, por lo que tuve que seguirle casi a rastras.

-         ¿A dónde me llevas? –inquirí tratando de poner resistencia.

-         A casa –me respondió serio.

Obviamente no le creí pero lo empecé a hacer al darme cuenta que íbamos por los pasillos que me llevaban a mi habitación. Al llegar, abrí la puerta, sin siquiera mirar nuevamente a Rhee. Iba a cerrar la puerta en su cara, pero me detuvo y se invitó a entrar él mismo.

-         ¿Qué… ¿Qué haces? –pregunté, observándole con un poco de temor.

Él siguió con su mirada fija en mis ojos. Él daba un paso hacia mí, yo retrocedía uno para mantenerme lejos de él.

Faith no estaba en casa. Se encontraba en una reunión para su próxima salida al mundo humano, por lo que llegaría en un buen rato, aquello, para mí, era una mala coincidencia porque ahora nos encontrábamos yo y Rhee solos, en mi propia habitación.

 

Rhee se movió tan rápido que no me dio tiempo de huir de sus manos, y de repente me hallé estampado en la pared, con sus labios sobre mi boca, bajando por mi cuello de manera casi desenfrenada. Inmediatamente mis ojos comenzaron a ponerse llorosos.

-         No… Rhee –murmuré mientras él, de a poco, comenzaba a desabotonar mi camisa.

-         Esta vez tendrás que poner de tu parte también –murmuró él mientras me dejaba claro que yo mismo debería participar en sus caricias.

-         No quiero –me negué, pero él pareció no oírme.

-         Tendrás que querer –me dijo, tomando mis brazos y llevándolos a sus hombros, de tal forma que rodearan su cuello. Él me tomó de la cintura para así alzarme y hacer que mis piernas rodearan su cadera. Con eso, me llevó a mi habitación, que al mismo tiempo también era la de Faith. Compartíamos todo, hasta nuestra cama, en donde solíamos dormir juntos ya que yo desde pequeño lo había echo y ya era costumbre, como que un hermano menor durmiera con su hermano mayor.

Me tiró a la cama, poniéndose sobre mí. Fue en ese momento que me despojó por completo de mi camisa, besando mi torso y lamiendo partes sensibles de mi cuerpo, que hacían que me estremeciera del placer causado.

Esta vez no fui capaz de resistirme más. Rhee me tenía en su total poder y yo no podía hacer nada contra eso. Si llegaba a hacer algo que a Rhee no le gustara, él mismo se encargaría de que Faith, y todos los del reino, se enteraran del amor que sentía yo por mi tutor. Eso no solo causaría el desprecio de él hacia mí, sino que tendría que separarme de él por orden de nuestro Superior.

 

Es de esa manera, que sin resistirme, volvimos a llegar al final de todo ese martirio para mí.

 

 

Seguía inmóvil, solo con mis pantalones puestos, mientras que Rhee se colocaba su blusa. No dijo ninguna palabra y solo se retiró del lugar, sonriente. Cuando oí cerrar la puerta principal, me eché a llorar sobre la cama, cubriendo mi rostro con una de las almohadas. Así me mantuve casi una hora, hasta que quedé completamente seco, sin más lágrimas que pudiera seguir derramando. Y fue de esa manera que me quedé dormido.

Desperté cuando oí la puerta abrirse, y corrí a recibir a Faith con un abrazo.

-         Haz llegado al fin –dije sonriente. Cuán feliz me hacia verle.

-         Si, ha sido largo ¿verdad? –fuimos a nuestra habitación, en donde Faith se recostó, soltando un largo y agotador suspiro.

-         Pareces muy cansado –murmuré recostándome a su lado- ¿no quieres comer?

-         No Dan, aún no –me dijo con sus ojos cerrados. me pareció que estaba muy pensativo, mientras que yo trataba de no recordar lo que había sucedido durante el día, y además, donde Faith se hallaba recostado ahora. En su propia cama.

Apreté mi mandíbula con rabia, llevando mi vista hacia la pared de la oscura habitación ya que esta no contaba con ninguna ventana, por lo que lo único que la dejaba con la suficiente luminosidad era la lámpara que colgaba pegada al techo. Una lámpara similar a la que iluminaba los pasillos y que se apaga cuando cada ángel cerraba sus ojos para dormir, siendo casi automática, por lo que yo, imitando a Faith, también cerré los ojos, intentando calmar mi rabia, y de esa forma la luz fue disminuyendo.

De esa manera transcurrieron varios minutos, en donde no quise interrumpir el silencio que permanecía en el cuarto. Faith parecía haberse dormido, lo que causó que definitivamente yo también lo volviera a hacer.

 

-         Danells –murmuró una voz- Danells, despierta. Es hora de levantarse –me dijo, mientras sentía una cálida mano acariciando mi rostro-. Debes ir a tu entrenamiento.

Lentamente abrí los ojos, encontrándome con el esbelto y maravilloso rostro de mi protector y tutor, quien yacía vestido con una ropa de colores anormales, y aquel abrigo de cuero color mostaza que siempre usaba al momento de ir al mundo humano.

-         ¿Faith? –Desperté por completo incorporándome, quedando sentado sobre la cama- ¿qué haces vestido así? ¿Qué significa esto? –él debía viajar al mundo de los mortales, pero aún faltaba un día más para que lo hiciera, entonces, ¿por qué estaba con esta tenida?

-         Ya me voy –me respondió sin dejar de acariciar mi rostro ni cabello-. Serán tres días los que me ausentaré, y hoy parto –añadió, con un leve semblante de tristeza.

Obviamente que mi pena fue igual o aún más fuerte que la suya propia, puesto que sería un día más sin él, y sin haber podido aprovechar un último día estando junto a él.

Bajé la mirada, tratando de que Faith no viera la pequeña lágrima que se deslizó desde uno de mis ojos dorados, pero no logré ocultársela ya que inmediatamente alzó mi rostro y la secó.

-         No me llores –me abrazó, acurrucándome en su pecho-. Solo serán tres días. Ya verás como pasará así de rápido.

-         Quizás para mí si, pero… ¿y para ti? –me observó tratando de que aquello no afectara su mirada.

-         No será tanto, pequeño –me aseguró, pero era obvio que si sería mucho tiempo para él. Tres días eran prácticamente casi dos años en ese mundo, si es que no eran más.

Estuvimos en silencio mucho tiempo, hasta que Faith decidió ponerse de pie.

-         ¿Faith? –pregunté observándole levantarse.

-         Debo irme ya Dan –me dijo mientras cerraba su abrigo mostaza.

-         No –sollocé- aún no, ¿quieres? –le supliqué, poniéndome de pie yo también para ir a abrazarle nuevamente.

-         Lo siento Dam, debo irme ya –me acarició el cabello, para luego, tomándome de los hombros, alejarme suavemente de él.

-         Cuídate mucho mientras yo no esté ¿vale? –me dijo con una leve sonrisa, casi inexistente- Y… deberás darle la bienvenida a alguien que vendrá a quedarse con nosotros –añadió acariciando con sus nudillos mi mejilla.

-         ¿A quedarse? –repetí sin siquiera suponer quien podría ser. Faith nunca me había hablad de familiares, así que ¿quién podría ser?

-         Es Tia, mi prometida –me respondió, lo que provocó en mí una dolorosa punzada en el pecho.

-         ¿Tu… Tu prometida? –tragué saliva, tratando de que Faith no notara lo mal que me sentía al recordar que muy pronto una ángel, y no yo, estaría con él.

-         Si Dan. Ella llegará uno de estos días en los que yo no me encontraré, así que tu misión, querido Danells, futuro ángel guardián, será recibirla como el caballero que eres y como la doncella que ella es –me pellizcó suavemente mi nariz, tratando de ponerme ansioso por la llegada de esa Purasangre, además de subirme el ánimo. La verdad era que lo único que quería era que esa mujer jamás hubiera aparecido en la vida de Faith-. ¿Y Dan? ¿No te parece fantástico que ya la vayas a conocer? –fingí una sonrisa, y además ansiedad. Lo que él quería ver en mí, ¿no?

-         Claro que me paree fantástico Faith. Le daré la bienvenida que se merece –respondí.

 

La que en verdad se merece” pensé. Esa mujer acababa de sentenciar su vida. La odiaba, la odiaba profundamente.

-         ¿Por qué no la matas? –me propuso Rhee, una vez que estuvo en mi habitación. Increíblemente, él parecía conocerme mucho mejor que Faith. Sabía perfectamente lo que pensaba yo, y en ese momento, él  había dado completamente en el clavo.

Le miré de soslayo. Él se hallaba apoyado contra la pared que daba hacia el lado izquierdo de la puerta principal. Estaba vestido con una camisa blanca y unos pantalones de terciopelo color blanco, y nuevamente, como casi siempre, llevaba sus pies descalzos. Mientras que yo me hallaba recostado en el sillón, que era lo único que constituía la sala principal, más un alfombrado de color celeste suave, usando solamente una camisa que le pertenecía a Faith, la cual me llegaba hasta tres brazos más de mi rodilla.

-         ¿Matarla? –repetí, con mis ojos dorados fijos en el techo níveo.

Creo que en esos momentos mi mente estaba tan sucia, que oír la idea de un asesinato, me causaba absolutamente nada.

-         Si, así te deshaces completamente de ella –me dijo el pelianaranjado, acercándose a mí, de tal manera que se sentó en el brazo del sillón.

-         Pero… ¿cómo se puede matar a un Purasangre? –le pregunté, observándolo de reojo al otro ángel.

Él rió.

-         Así que haz tomado esa idea –carcajeó- increíble. Nunca imaginé que Danells, el bello ángel, con el corazón más puro e inocente, llegase a pensar en asesinar a alguien de su misma raza –se colocó detrás del respaldo del sillón, colocando su rostro frente al mío, el cual estaba boca arriba-. Demonio –susurró con una sonrisa de oreja a oreja-. A veces llego a pensar que tú escondes una maldad mucho más grande que la mía.

-         Cállate –le dije, prácticamente ordenándoselo-. Si estoy así, es por tu culpa, pecador –mascullé, apartando bruscamente su rostro de mi vista, para luego ponerme de pie. Le di la espalda por un rato, hasta que, girándome levemente, hablé:- ¿Y? aún no me respondes. ¿Cómo se mata a un Purasangre? –le miré de soslayo, con mis ojos entrecerrados, mirándole de manera hostil.

-         Con las armas del Submundo, que están cuidadas en la sala de los tesoros de nuestro Superior –me respondió más serio ahora.

-         Aquella sala que siempre esta custodiada por ángeles guardianes –murmuré-. Para tesoros tan preciados, ¿por qué tener cuidadores tan débiles?

-         Porque… ¿quién osaría cumplir semejante herejía de robar aquellos tesoros? –me respondió, con una nueva pregunta.

-         Yo –respondí, pero en un susurro casi ininteligible, pero me di cuenta que Rhee había logrado oírme con una macabra risa que soltó.

-         ¿Cómo crees? ¿Tratas de imitar a Lucifer? –se burló, era claro que me veía a mí como un debilucho, pero mi corazón y mente ya no eran los mismos inocentes e ingenuos, y por ello, yo era más fuerte.

-         Lucifer quiso apoderarse del trono de nuestro Señor, yo solo quiero matar a un maldito Purasangre.

Me dirigí a la puerta principal, y la abrí, observando a Rhee para que entendiera que quería que se fuese. Y el entendió, y obedeció. Avanzó hasta la puerta, despidiéndose con un beso en mis labios. Lo alejé de inmediato de mí, para luego observar hacia los pasillos, para asegurarme que ningún otro ángel hubiera captado aquel acto propio de un pecado.

-         ¡Estúpido! No vuelvas a hacer eso, que podrían vernos –le dije, enfadado.

Cerré la puerta en su cara. Fui directamente a mi cama cuando me hallé completamente solo. Sabía bien que Faith no volvería, acababa de partir al mundo humano el día pasado.

 

Nuevamente me tocaba estar en mi propia cama, con Rhee. Él estaba sobre mí, embistiéndome salvajemente. Algunas lágrimas seguían cayendo de mis ojos a pesar de ya estar acostumbrado a aquellos actos de brutalidad contra mi persona, pero no era por el dolor, sino que por la vergüenza y la repulsión que sentía, no solo hacia Rhee, sino que hacía mí mismo.

Pero entonces se oyó como alguien golpeaba la puerta principal, por lo que nos detuvimos bruscamente, pero luego Rhee continuó con los movimientos.

-         Te-Tengo que ir a atender –le dije entrecortadamente por la agitación de mi respiración y también los sollozos.

-         No… No importa –me dijo de manera agitada, y con un atisbo de excitación total en su tono de voz.

-         Pero… debe ser… importante –insistí. En ese momento se volvió a oír que llamaban, y yo mientras trataba de alejarlo con mis manos.

-         ¡Maldita sea! –bufó, alejándose de mí bruscamente, por lo que al sentir salir de esa manera su miembro de mi entrada, escapó un gemido bajo.

Me puse rápidamente unos pantalones y una blusa de seda descotada, y corrí a abrir la puerta, tratando de borrar todo indicio de lágrimas. Al abrir la puerta, me encontré con una elegante ángel, y además muy hermosa, demasiado quizás. Algo se estremeció dentro de mí al verla a ella, como si su sola presencia significase algo realmente poderoso y sagrado.

-         ¿Si? –pregunté, percatándome que detrás de ella habían dos ángeles más, ambos de cabellos plateados y ojos de igual color.

-         Disculpa si molesto –me dijo ella, un poco tímida.

Ella poseía un cabello sumamente largo, quizás llegase a la altura de sus rodillas, y lo poseía de un hermoso color rosado bebé. Su piel era tan blanca, que llegaba a parecer casi transparente. Sus ojos, sus grandes ojos, eran completamente negros.

Esa fue su principal característica que me aterró. Los ojos de los tres ángeles, no eran dorados.

-         No, no. Para nada –le respondí, pero sin quitar aquella expresión de sorpresa y a la vez miedo, como quien se encuentra frente a algo completamente desconocido.

Los dos ángeles que le seguían, ambos, vestían túnicas blancas que cubrían su cuello por completo, hasta sus pies, y llevaban dos velos blanquecinos, un poco transparentes, que cubrían desde su frente hacia atrás, cubriendo todo su cabello. Mientras que ella, usaba un vestido blanco, y a la altura de su cintura, una cinta color calipso que la rodeaba. Llevaba una corona plateada adornando su cabeza.

-         Es que yo soy Tia, la prometida de Faith.

 

Su suave voz, y que se asemejaba a unas campanillas, resonó en mi cabeza. Tia, la prometida de MI Faith, había llegado.

Notas finales:

¿Les gustó? Espero que si. Un tanto largo pero es que no puedo evitarlos no hacerlos de esa magnitud e.e

Para el siguiente capítulo, se vienen nuevas cosas n.n 

Si desean la continuación lo antes posible, recuerden, ¡comenten! Les aseguro que no tardará tanto como este capítulo, todo dependiendo de los comentarios n.n 

Ahora mismo comenzaré el otro capítulo para tenerlo listo para cuando haya tenerlo que subir.

Bueno, con esto me despido. Un saludo a todos

Atte. SouMizerable


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