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Los errores siempre conllevan consecuencias por Toko-chan

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Notas del capitulo:

Aquí el segundoooo capíiiiiiiiiiiii! XD

y las imagenes de Umiko y Chizu (de hikari no me dio tiempooo lo sientoo, pal proximo ya lo cuelgo)

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El mundo de Naruto y los personajes de este fanfic no me pertenecen, sino a Kishimoto-sensei (excepto los que son de creación propia).

Capítulo 2: Lo que hace una mirada

-       ¿Que sucede, Konohamaru?

Seishiro Hatake, uno de los jounin, fue el primero en hablar después de la inesperada interrupción. Señaló con un movimiento de cabeza a Hikari dando a entender que se refería a él.

-       Eh... recién se ha mudado a Konoha, tiene el graduado de la escuela ninja en la aldea de la lluvia. Su nombre es Hikari... – vaciló – Hikari Uzumaki.

El silencio se hizo presente entre la multitud, solo perturbado por el suave mugir de la brisa matutina y el canto de las aves. Hikari observaba a todos que lo miraban como esperando una corroboración por su parte a las palabras de Konohamaru. Ladeó la cabeza, divertido, y sonrió antes de hacer una enérgica reverencia a modo de saludo.

-       ¡Trátenme bien!

El maremágnum de voces no se hizo esperar, cargando el ambiente de forma irremediable.

-       ¿Uzumaki? – decía uno.

-       ¿No es Naruto Uzumaki?

-       ¿El que impidió que atacaran Konoha?

-       ¿Que dices? ¡Está muerto!

Los murmullos continuaban desestabilizando el orden del lugar, y el caso era que los adultos no parecían estar por la tarea de remediarlo, pues prestaban más atención al joven recién llegado que al revuelo que estaba aconteciendo entre sus estudiantes. Sobretodo una mujer de mediana edad y larga melenza azulada, la cual tenía los ojos abiertos de par en par mientras contemplaba a Hikari, conmocionada.

-       <<¿U-uzumaki?>> - Hinata sentía una angustiosa opresión en el pecho, como si unas manos etéreas lo estuviesen estrujando.

Entre el barullo, Umiko había alzado una ceja, escéptico, sin prestar la menor atención a las marujerías. Él conocía muy bien ese nombre, demasiado de hecho. Su madre podía pasarse horas y horas hablando de su rubio amigo, de sus momentos juntos, de su afición por el Ramen, de lo estúpido que era y a vez tan increíble y único. Sin embargo, una nota amarga acababa por relucir en sus palabras y siempre asomaba un amago de tristeza y melancolía en sus ojos cada vez que hablaba sobre ese tema. Ese hombre, Naruto, había desaparecido un día sin más, no dejó ninguna huella o pista que pudiera delatar lo ocurrido, nada que pudiese llevar a la verdad que tanto ansiaban sus amigos. Por lo que le había explicado su madre, también era un gran amigo de Sasuke, aunque siempre habían peleado desde que se conocieron entre ellos había un vínculo mucho más fuerte del que podían tener con otras personas. No obstante, a Umiko siempre le pareció extraño, pues papá nunca se dignaba a hablar del famoso shinobi y cuando hablaban de él se marchaba a otro lugar, solo, era como si siquiera oír mencionar a Naruto le produjese un profundo y lacerante dolor del que no quisiera que nadie supiera. Sakura decía que Naruto era más que un amigo para Sasuke, era como un hermano.

-       ¿Familiar del amigo de tus padres? – sugirió Ray a un lado, más afirmándolo que preguntando.

El pelirrosa ladeó la cabeza y clavó su verde mirada en el tipo que se hacía llamar Hikari Uzumaki.

-       ¡Umiko!

El aludido volteó a ver a su hermana, que se había deslizado entre la gente hasta dar con él, y la miró interrogante.

-       ¿Crees que este chico sea...?

-       Es evidente que sí – cortó él ya suponiendo la pregunta de ella. Tenía que ser el hijo, Naruto no tenía otros familiares o almenos eso es lo que le habían contado.

El rostro del la chica era todo desconcierto. Se preguntaba si el que estuviese allí ese chico implicaba que Naruto estuviera vivo todavía.

-       <<Si es así mamá y papá estarán contentos>>. – pensó, tan emocionada estaba que no reparó en la presencia de su amor Ray hasta que este habló como adivinando sus pensamientos.

-       No se si todavía lo esté, pero si tuvo un hijo de más o menos nuestra edad – miró a Hikari de soslayo – es imposible que muriera cuando le dieron por desaparecido. Aunque puede haber muerto más tarde.

Ambos mellizos desviaron sus miradas hacia Ray. Umiko sopesaba sus palabras, pensativo, mientras que Chizu contemplaba al pelirrojo con extraña mezcla de admiración y amor incondicional.

-       ¡Ray- kun, eres tan inteligente!

-       No es así, Chizu-san – sonrió este amablemente.

Una explosión a unos metros detuvo el tumulto de constantes murmullos que había provocado la llegada del nuevo shinobi pelinegro. Los alumnos miraron en dirección al ruido, confusos.

-       ¿Ya acabaron? Bien... – Seishiro habiendo logrado el silencio se giró hacia Konohamaru y Hikari – Gracias, Konohamaru, nos ocupamos de él. Hikari, sitúate con tus compañeros, supongo que sabrás como funciona todo y si no... bueno, ya te enterarás.

El ojiazul lo miró extrañado, ¿que le pasaba a ese tío? No era del todo normal.

Se encogió de hombros y, tras un gesto de despedida a Konohamaru, hizo lo que le pidieron, aún notando que seguían cada uno de sus movimientos. Sonrió interiormente mientras mientras ya prestaba atención al jounin de mirada intimidante que volvía a hablar.

-       Ahora sí, comencemos.

 

// Calles de Konoha

11:00 a.m //

Deidara caminaba tranquilamente junto a su hija pequeña de 10 años, Keiko Uchiha, una niña de cabello tubio recogido en dos coletas, y profundos ojos oscuros.

-       Papá, ¿estará Otosan en casa? – preguntó la dulce voz de la pequeña.

-       ¿Ah? Pues... si, es posible, creo que hoy no tenía ninguna misión.

-       ¡Bien! – exclamó Keiko, ilusionada.

El rubio sonrió mientras miraba a su retoño con ternura. Ella era una buena chica, muy dulce y alegre aunque bastante tranquila. Desde que era tan solo un bebé parecía haber desarrollado una extraña fijación con su otro padre, Itachi Uchiha, y no era diferente ahora. En ese aspecto Keiko se asemejaba a él, pues ambos tenían debilidad por ese, en apariencia, frío Uchiha que tras su máscara de indiferencia albergaba un cálido y bondadoso corazón, un corazón que anteponía el bienestar de sus seres queridos a su propia felicidad.

Deidara daba gracias, gracias por habérsele brindado la oportunidad de tener una familia a pesar de sus crimenes pasados, por poder a pesar de que no lo merecía formar una familia con su hermoso pelinegro.

Y todo había sido gracia a él, Naruto Uzumaki. Parecía mentira como aquel chiquillo estúpido y que tan irritante le había resultado en un principio, hubiese sido el que dio la cara por él, por defenderlo aún sin deberle nada. Había sido gracias a su persistencia que consiguió que le librasen de casi todos los cargos, y aunque hubiese vivido una temporada de incesantes inspecciones y constante vigilancia, era más de lo que podía pedir, ni siquiera imaginar en sus más bonitos sueños.

Por suerte con Itachi fue más sencillo ya que se demostraron pruebas irrefutables sobre lo realmente acontecido aquella noche, cuando exterminó a todo su clan y mantuvo con vida tan solo a su hermano pequeño, y por ende tales pruebas conllevaron la aceptación de su inocencia. De hecho, el malentendido y el peso que los altos mandos de Konoha acarrearon sobre Itachi obró a su favor a la hora de insistir en un muy leve castigo para Deidara. “Le obligastéis a exterminar a su propia familia, a dejar todo atrás, a vivir una vida de deshonra, angustia y culpa, una vida donde era el blanco del odio de Sasuke. ¿Acaso planeáis hacerle perder ahora al amor de su vida?” habían sido las palabras de Naruto ante la presencia de la población entera.

Sí, no había margen para duda. Le debía mucho al Jinchuuriki, mucho que no había podido devolver por la repentina desaparición de este.

Suspiró, apesadumbrado, sintiendo como la brisa matutina mecía sus hebras doradas. Aquel asunto era algo que le fastidiaba enormemente, así que decidió no seguir derivando sus pensamientos hacia esa dirección.

Ya estaban por llegar a casa, una segunda Mansión Uchiha por decirlo de alguna manera, después de todo Itachi prefirió cederle a su hermano pequeño la casa principal.

-       Papá, mira – izó Keiko de la manga de la camisa de su padre para llamar su atención.

Este volteó y pudo ver a un hombre de más o menos su edad, rubio, que desorientado miraba a su alrededor.

 

Tras un extenuante tiempo hablando con la Hokage, o para ser más exactos salvaguardando sus secretos de las preguntas insistentes de la mujer que, aunque él entendía, eran por preocupación le habían dejado completamente agotado, a Naruto le había apetecido ir a dar una vuelta por aquella aldea que una vez fue su hogar y tenía tantos años sin visitar, y donde a partir de ahora iba a rehacer su vida junto a Hikari. Lo único con lo que no había contado el rubio era con que los años, de hecho, también habían pasado nota en Konoha y no todo seguía tal cual él recordaba. Eso no tendría más dilación si no fuese porque, en ese mismo momento, no tenía ni pajolera idea de en donde había ido a parar.

-       Jejeje..... no, no estoy perdido, por supuesto que no dattebayo .

Se deslizaba de un lado a otro de la amplia y desierta calle, aturdido y desorientado a más no poder. <<Itte... ¿¿donde estoy??>> dejó caer la cabeza, en situaciones como esas echaba en falta el buen sentido de la orientación de su hijo.

-       ¿Te has perdido? – dijo una voz a su lado.

Naruto, sin alzar la mirada, asintió entre teatrales lloriqueos.

-       ¿Buscabas algo? – volvieron a preguntar.

Negó con un movimiento de cabeza y suspiró.

-       ¿Y como te han ido estos años fuera, Naruto?

-       Bien, todo era muy diferente en... – enmudeció al percatarse de que aquel quien sea que fuese que le hablaba lo había llamado por su nombre.

Al levantar la cabeza, sobresaltado, pudo ver frente a si a un hombre rubio y ojos azules, muy parecido a él mismo pero su cabello estaba mucho más largo y peinado de una forma muy particular. Este miraba al kitsune con una ceja enarcada y los labios curvados en una sonrisa socarrona, pero lo cierto es que si Naruto pudiera ver en su interior se daría cuenta de que aquel hombre era todo sorpresa e incredulidad. Por su parte, Keiko permanecía a un lado y presenciaba la escena con interés.

Naruto parpadeó, perplejo. No alcanzaba a ubicar el rostro de aquel sujeto que, por contrapartida, le resultaba tan familiar.

-       ¿Estar fuera te atrufió el cerebro? – se señaló a si mismo – Deidara, ¿recuerdas?

-       ¡Ahhhh! – ahora era Naruto quien señalaba al otro, con una mueca de asombro plasmada en su rostro - ¡Tú!

El ex Akatsuki resopló, exhausto, siempre que hablaba con aquel chico, ahora hombre, acababa agotado. No obstante, y aunque no lo reconocería jamás, le hacía enormemente feliz el volver a verlo en Konoha sano y salvo, o bueno dejémoslo en igual de estúpido que siempre, si a eso se le podía decir estar sano...

-       Si, yo. Creí que había muerto – dijo de forma natural – todos lo piensan, de hecho. Pero veo que no.

Naruto abrió la boca, aturullado, buscando una respuesta a lo dicho por el rubio mayor.

-       Ehm... me fui de v-viaje un tiempo

-       ¿Enserio? Pues hubo gente que quedó preocupada, no avisaste. Claro que yo no fui el caso, pero por ejemplo Sakura y esos, si.

Las palabras de Deidara hicieron volver la ola de remordimientos, sí, sentía culpa y odiaba que se lo recordaran. Pero su error fue otro, su error no fue irse así, fue otro... ¿que habría hecho otro en su lugar? ¿Interponerse? ¿Cargarle un peso a personas a las que no le incumbía? El creyó hacer lo mejor y, fuera de lo mucho que extrañaba a sus amigos y especialmente a cierto pelinegro, nunca se arrepentió de haberse ido de Konoha, hasta ahora...

Desvió la mirada y la centró en los uniformes adoquines del suelo. Fue entonces cuando reparó en la pequeña rubia que se hallaba junto a Deidara, y que lo miraba con desconfianza.

-       ¡Oh! ¿Y ella, es tu hija? – sonrió en dirección a Keiko - ¿Como te llamas?

-       Keiko Uchiha.

-       Yo soy Naruto.

Una sonrisa entre alegre y pícara asomó a los labios del kitsune que pasándose los brazos por detrás de la cabeza dijo.

-       Veo que tu e Itachi no pierden el tiempo.

El aludido se sonrojó levemente, como cada vez que el nombre de Itachi era mencionado en esos contextos.

-       Calla.

Naruto soltó una carcajada, ya olvidando, o más bien fingiendo que olvidaba, la incomodidad inicial causada por las palabras del otro. Este, por su parte, era perfectamente consciente del cambio de tema realizado por el rubio más joven, pero lo pasó por alto. Si Naruto no quería soltar prenda sobre la verdad, no insistiría, tendría sus razones para hacerlo y de todas formas la verdad siempre acababa saliendo a la luz, tarde o temprano se enteraría.

-       ¿Y Akito? ¿Como está? Ya debe tener... – Naruto hizo como que contaba con los dedos.

-       16 años, es un jounin ahora. Creo que iba a dirigir a un equipo de genins, hoy era la asignación – explicó Deidara y ladeando la cabeza añadió – Debe de estar en casa ahora e Itachi también, ¿quieres pasarte?

Sopesó un momento la propuesta del otro hombre. Se sentía feliz de que aquel pequeño pelinegro al que recordaba con no más de dos o tres años hubiera crecido y ya fuese todo un jounin, a tan corta edad. No cabía duda de que era un genio como su padre, eso ya se veía desde que nació. Quería verlo, saludarlo, comprobar si Akito se acordaba de él, no por nada habían jugado más de una vez cuando el primero era pequeño. Y por supuesto que también deseaba volver a ver a Itachi después de todo ese tiempo.

Itachi que era el hermano de Sasuke... Itachi que le recordaba tanto a Sasuke.

Luego de que Naruto y el Uchiha mayor trajeran a Sasuke de vuelta y le hicieran cambiar de opinión sobre su idea de destruir la villa, se había creado un extraño vínculo entre el kitsune y el ex Akatsuki. Naruto no sabía como describirlo, pero era fuerte, era poderoso porque ambos tenían como prioridad proteger a Sasuke, porque para ambos Sasuke era muy importante.

Sin embargo, no se veía con el valor ni la entereza de enfrentar a Itachi ahora, en parte porque sabía lo mucho que se parecían los dos hermanos y temía que ver a Itachi de pronto lo desestabilizara, ya que después de todos esos años había conseguido construir una opaca muralla que cobijara a su corazón de Sasuke, que impidiera a este internarse de nuevo en sus sentimientos, que lo mantuviera alejado de la línea que separaba el amor de la amistad. No era que planease esconderse siempre, eso era imposible habiendo vuelto a Konoha, pero por ahora... no quería acercarse a los Uchiha. Además, dejando a un lado ese motivo, Naruto tenía la sensación de que Itachi siempre sabía más de lo que aparentaba y eso le ponía nervioso. Así que con una sonrisa de disculpa se excusó.

-       Lo siento, hoy no puedo. Acabo de llegar y tengo que hacer cosas. – percibió la incredulidad en el rostro de Deidara - ¡Otro día será dattebayo! Me alegro de verte, Deidara, y de conocerte, Keiko-chan, ¡Matta nee!

Y nada más acabar de decir esto ya se alejaba apresurado. Deidara parpadeó y se preguntó si Naruto sería capaz de encontrar el camino ahora, pues antes estaba perdido.

-       Que hombre más raro – murmuró Keiko.

-       Un poco, ¿verdad? – coincidió riendo, pero sus ojos destilaban un brillo de esperanza – vamos, entremos.

 

En el interior, sentados junto a la mesa del comedor, uno frente al otro como si estuviesen discutiendo un tema de gran importancia, se encontraban Itachi y Akito Uchiha. Padre e hijo voltearon a ver a los recién llegados y musitaron un neutro “Bienvenidos”.

Keiko fue corriendo a lanzarse a los brazos de su padre que la recibió con una media sonrisa y la aupó para que se sentara sobre sus piernas.

-       No te imaginas con quien me he cruzado – comentó Deidara mientras también se acercaba a donde estaban los otros.

La mirada de Itachi se cruzó con la suya, intensa y profunda, de esas que vuelven loco a Deidara y le hacen arder en deseo. Solo que en esa ocasión, la mirada venía dada por otra razón ajena a los sucios pensamientos del rubio.

-       Deberías escuchar la sorpresa que ha acontecido hoy en la asignación de equipos.

El ojiazul miró confuso a su marido, para luego voltear hacia su primogénito.

-       ¿Que cosa, Akito?

 

// Casa de Naruto

14:30 p.m //

Entró a la que sería una nueva casa para él, tarareando una canción. Con un rápido vistazo a la estancia pudo comprobar que estaba desastrosamente desordenada y que, de hecho, aquella casa tenía poco de nueva.

-       Suerte que papá se iba a pasar antes – ironizó con un suspiro.

Era agotador y tremendamente desesperante el tener que estar siempre limpiando y estableciendo el orden en casa, bueno eso o yendo detrás de su padre para que este hiciera algo, pero eso iba a cambiar, vaya que sí, porque se llamaba Hikari Uzumaki que esta vez iba a ser Naruto el que haria un arreglo exhaustivo a la vivienda.

Se echó a reir maléficamente (?) solo de imaginar la cara de su padre cuando se lo dijera.

-       Bueno – suspiró. No pensaba dejar que su padre cocinase por nada del mundo. – cocinar he de cocinar.

Observó con una mueca la cantidad de utensilios, platos y demás objetos mugrientos que se extendían a lo largo y ancho del suelo y la repisa de lo que sería la cocina, aunque lo cierto es que se trataba de la misma estancia que la habitación, todo en uno. Lanzando un resoplido por lo bajo se apoyó en la pared y se deslizó hasta quedar sentado en el suelo, con la cabeza recostada en la diminuta nevera que había a un lado.

Aquella mañana había sido excitante, sentía la adrenalina fluir por sus venas, sedientas. Le encantaba ser el centro de atención y no cabía duda de que, esa mañana, lo había sido. No obstante, se sentía algo cansado también, eran muchas novedades y en el fondo sentía un ligero deje de melancolía para con sus antiguos amigos.

Sacudió la cabeza disipando el rumbo que estaban tomando sus pensamientos. <<No, ahora no es momento de pensar así>> se dijo con aplomo <<Mañana tengo la primera reunión con mis nuevos compañeros>>. Su mente no pudo evitar evocar el momento en que su nombre fue mencionado en la asignación.

***FLASHBACK ***

-       Hikari Uzumaki – dijo el jounin de apariencia ruda. El aludido se irguió, impaciente por saber quienes serían sus compañeros, tenía mucha curiosidad – Ranmaru Yamanaka y Umiko Uchiha, ustedes formarán el equipo 7 junto a Akito Uchiha. – concluyó e hizo una seña con la mano en dirección a un joven de lacio cabello negro como la noche y recogido en una coleta alta, piel nívea y unos profundos ojos azules, de los cuales solo uno se veía pues el otro se encontraba oculto bajo una cortina de pelo.

Hikari observó al Uchiha que sería su sensei, con curiosidad. Uchiha... Él conocía aquel clan, era el mismo al que pertenece Sasuke Uchiha, el mejor amigo de su Otosan, al menos antes. ¿Podría ser Akito su hijo? Se acercó al pelinegro, imitando a los otros dos nombrados y que por obviedad eran sus compañeros de equipo, equipo 7 había dicho el tipo.

Entonces fue como si una silenciosas letania resonara en su cabeza, como si algún ente transcendental manejara los hilos de su conciencia y, por designios del destino o quizás por mera casualidad, se encontró con la mirada de Umiko Uchiha,  <<Un momento, ¿otro Uchiha?>>. Ambos se aguantaron la mirada sin desviarla ni por un segundo. Azul contra verde, calidez contra frialdad. Hikari sintió un cosquilleo treparle por todo el cuerpo al contemplar aquellas preciosas orbes jade que asemejaban a un témpano de hielo.

Finalmente el pelirrosa, tras arquear la ceja con un deje hostil, rompió el contacto visual.

***FIN DEL FLASHBACK***

El recuerdo de aquellas piedras esmeralda le hizo estremecerse y morderse el labio inferior. No podía esperar para volver a verlo, ese chico, Umiko, tenía algo especial, algo que como un imán lo había atraído desde el principio irremediablemente. Si Hikari fuera sincero admitiría que se sintió un poco confuso en un primer momento, cuando sintió que se paralizaba ante aquella mirada glacial y que al mismo tiempo traía consigo un perfumado aroma floral que lo había elevado al séptimo cielo, pero luego, mientras Akito hablaba, él se dedicó a observar evaluativamente cada centímetro del pelirrosa, poniendo especial interés en su lindo trasero. Y como conclusión final, pensó que Umiko, si o si, debía de tener una especie de magnetismo para con él.

El chirriar de la puerta al abrirse lo trajo de vuelta a la realidad. Volteó a ver como su padre entraba con expresión extenuada y se desplomaba sobre el suelo, tal cual marmota.

-       Otosan, ¿que haces? - Naruto giró la cabeza para mirarlo pero no dijo nada. El pelinegro comprendió y dejo escapar una sonora carcajada – ¡Como no, te perdiste!

El kitsune asintió con un cabeceo, se irguió hasta quedar sentado y observó el maremágnum de objetos esparcidos por toda la sala.

-       ¿No limpiaste? – preguntó dirigiendo sus orbes azules a su hijo, pero este había fruncido el ceño y su rostro denotaba exasperación, lo cual Naruto captó al vuelo – Vale, vale, me toca, me toca.

-       Eso dijiste desde un principio, ¿no? – ya con una sonrisa en la boca por haber conseguido su objetivo se levantó e hizo ademán de abrir la puerta.

-       ¡Eh, espera, espera! – lo frenó el adulto - ¿Y la comida?

-       Aquí no se puede cocinar, Otosan. Yo iré a comer fuera.

-       Umm... Pues vayamos juntos dattebayo – propusó levantándose también – y así me explicas...

-       Tengo planes – le cortó el pelinegro, que percibiendo la intención de su padre por continuar insistiendo abrió la puerta con premura.

-       ¿¡Planes?! ¡Acabas de llegar a Konoha y ya tienes...! 

Lo último que vio Naruto fue la mueca divertida de su hijo al sacarle la lengua antes de desaparecer tras la puerta. <<Aishh... que rápido crecen>> suspiró y se pasó una mano por el revoltoso pelo.

 

// Mansión Uchiha

16:55 p.m //

-       ¡Pero tienen derecho a saberlo! – exclamó una consternada Chizu.

-       Shhh baja la voz – susurró su hermano vigilando de soslayo la puerta correriza que separaba el jardín del interior de la casa. Volvió a clavar la mirada en la chica – Escucha, ni siquiera sabemos si Naruto está vivo o no, tan solo apareció un tipo con el mismo apellido, ¿que les vas a decir?

Ambos se hallaban comentando lo sucedido en la mañana, alejados del oídos curiosos en un rincón del patio de su casa.

- ¿Te parece poco alguien con el apellido Uzumaki? Es posible que esté vivo y en ese caso mamá querría saberlo, estoy segura.

Umiko puso los ojos en blanco, cansado de tener que dar tantas explicaciones que para colmo su hermana no parecía dispuesta a entender, lo peor de todo era que estaban dando vueltas una y otra vez al mismo punto. Chizu estaba empeñada con explicarles todo a sus padres, ¿pero que era todo? No sabían nada, lo mejor sería aguardar a poseer más información. Además había algo en esa historia que no le cuadraba.

-       Está bien, te lo diré de otra forma – iba a añadir algo del palo “ya que eres demasiado estúpida para comprenderlo así” pero optó por callárselo. Ahora lo que le interesaba era convencer a su hermana, no enfadarla – Todos piensan que Naruto fue secuestrado o asesinado, ¿no? Pero si él estuviera aquí, vivo, ¿no podría significar eso que se fue por su propia voluntad?

La pelirrosa iba a protestar pero él no se lo permitió.

-       De lo contrario se abría contactado con sus mejores amigos nada más llegar – hizo un gesto con la cabeza indicando el interior de la mansión donde estaban Sasuke y Sakura – Por lo tanto, en el caso hipotético de que no esté muerto no debe tener muchas prisas por que los demás sean conscientes de eso, e imagino que tendrá sus razones – concluyó observando cautelosamente el semblante de Chizu, intentando descifrar si la había echo cambiar de opinión.

Ella, por su parte, se había quedado pensativa y meditaba lo dicho por Umiko. Le frustraba, le frustraba porque sabía que algo de razón había en su argumentación, lo cual implicaba que su teoría de poner en aviso a sus padres, que había supuesto tan acertada, se iba al caño de forma irremediable. Pero había algo que la mantenía inquieta, como si una vocecilla que solo ella podía escuchar la instase a seguir defendiendo su opinión.

-       No se, Umiko, pero...

-       ¿Chicos que hacen allá afuera? – habló Sakura acercándose por el pasillo que llevaba al patio, donde ellos se encontraban.

Ambos se sobresaltaron, con la diferencia de que el de ojos esmeralda lo disimuló bastante bien.

-       Hablábamos de nuestros nuevos compañeros.

-       Eh... ¡Ah si! ¡Mamá en el mismo equipo que Ray! ¿sabes? – exclamó Chizu eufórica al recordar su bendita suerte.

Sakura rió un poco, divertida por el entusiasmo que destilaba su hija, le recordaba tanto a su juventud... Su mirada se centró ahora en Umiko.

-       ¿Y a ti, que tal?

Meditó la pregunta de su madre. No estaba seguro de sentirse cómodo con los compañeros que le habían asignado, aunque para ser más específicos él no se sentiría a gusto con nadie excepto con un círculo muy reducido, por ejemplo Akito, su primo, con él si tuvo suerte de tenerlo como sensei. Por otra parte, la chica, Ranmaru, era hija de una amiga de la familia, Ino, y un tipo raro, Sai. La conocía de vista y poco más, aunque nunca la había considerado una persona problemática ni asfixiante había que reconocer que la chica iba a su rollo y no solía meterse en cosas que no le incumbían. Todo eso era algo que el pelirrosa agradecía, pues no quería tener que lidiar con unos compañeros excesivamente amistosos. Sin embargo, y para su más desdichada desgracia, el otro chico, Hikari, era otra cosa. A pesar de haberlo visto tan solo una vez su sexto sentido le ayudaba a discernir lo insignificante de lo peligrosamente dañino, y este le decía que la presencia de ese sujeto era el preámbulo de más de una alteración en su tranquila, y querida, vida. Especialmente no le había agradado la intensa mirada que le habían dedicado aquellos ináuditos ojos azules, le habían puesto nervioso a pesar de no haberlo demostrado exteriormente.

Disipó sus pensamientos relevándolos a algún recóndito rincón de su mente, y se centró en la realidad.

-       Akito es mi sensei – no veía necesario entrar en detalles – Iré a entrenar un rato.

Por unos segundos sus verdes orbes enfocaron a Chizu en una advertencia por que mantuviera la boca cerrada. La chica vaciló, pero terminó por asentir casi imperceptiblemente.

-       ¿Oh, te vas? ¿No me vais a explicar más cosas? – Sakura se mostraba ligeramente decepcionada, Umiko era siempre tan apático.

-       ¡Yo te explico, yo te explico! – intervino Chizu con fervor, a la par que cogía a su madre del brazo y la llevaba hacia el comedor de la mansión.

-       ¡Pe-pero...!

Una leve sonrisa brotó de los labios del pelirrosa, en  ocasiones su hermana podía llegar a pensar y todo.

 

// En una explanada de Konoha

19:45 a.m //

El viento soplaba con hambre voraz aquella tarde, lo cual era inesperado ya que horas atrás el ambiente estaba asombrosamente sosegado. Ya llevaba un buen rato entrenando y los anaranjados haces de luz se filtraban difuminados entre las nubes, marcando el final del día. Umiko se había dejado caer de espaldas al suelo, con las manos a los lados y los ojos fijos en las cambiantes tonalidades del atardecer que se extendía imponente sobre él. Disfrutaba de momentos como esos en lo que podía relajarse y sentirse solo, sin nadie alrededor que pudiera entrometerse en su ansiada paz.

Por desgracia, pero, aquel no iba a ser uno de eso momentos ya que la tranquilidad llegó a su fin demasiado pronto.

-       ¡Así que aquí estabas! – exclamó una ruidosa voz, sobresaltándolo.

Abrió los ojos y volteó  hacia un lado encontrándose de lleno con unos vivos ojos azules que lo miraban con simpatía. No pudo evitar la mueca de sorpresa que se plasmó en su rostro por unas centésimas de segundo al reconocer al portador de aquellos diamantes, la idea que tenía de aquel chico aún decayó más al haberle molestado en ese preciso momento. Frunció el entrecejo, se levantó e hizo ademán de irse.

-       ¡Eh, eh, no me ignores! – dijo el pelinegro mientras también se ponía en pie y le cortaba el paso al Uchiha para luego tenderle la mano con una sonrisa gatuna – Ya sabes mi nombre pero igual me presento. ¡Soy Hikari Uzumaki, seamos buenos amigos!

El rostro de Umiko no varió ni un ápice. Indiferente, observó la mano tendida por Hikari durante unos segundos, alzó la mirada y fijó sus enormes ojos verdes en los azules del otro.

-       En ese caso limítate a no ser un estorbo – se dio la vuelta en redondo y comenzó a caminar de nuevo.

Descolocado por la sequedad de su compañero, Hikari se quedó quieto, sin saber que hacer a continuación. <<Salió con garras el minino, y me dice estorbo a mi, Hikari Uzumaki>> pensaba, ofendido, mientras contemplaba la espalda del Uchiha que se alejaba paulativamente. Infló los mofletes y, siguiendo los pasos del otro, gritó.

-       ¡Eh, tú! ¡Detente!

Nada, no había ningún signo de que le hubiese escuchado, pero no, Hikari sabía perfectamente que aquel tipo engreído lo oía y pasaba olímpicamente de él, cosa que no consentiría.  Aceleró el pasó, decidido a obligar a aquel pelirrosa a prestarle atención.

-       ¡Bastardo cabeza chicle!

Los pasos de Umiko frenaron en seco y como consecuencia los de Hikari también, quedando solo a un metro de distancia. El pelinegro, aturdido por el repentino STOP que había provocado el otro, iba a interrogarle. Pero no pudo más que sonreír gatunamente cuando el Uchiha giró en redondo y lo encaró, con las facciones ligeramente tensas.

-       ¿Que has dicho? – siseó.

Hikari no pudo más que acrecentar su sonrisa ante el presente enojo de su compañero <<Oh, oh, eso no le gustó>>.

 

Continuará...

Notas finales:

Pues andaaa

ya me dirán que les parece jej

creo me quedo un poco mas larguito que el priemrooo en finn, me tengo que ir que mi amdre me larga del ordenaaa :P


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