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CUANDO PASA EL TIEMPO por Butterflyblue

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Notas del fanfic:

LOS PERSONAJES DE JUNJOU ROMANTICA NO ME PERTENECEN SON DE SU AUTORA Shungiku Nakamura YO SOLO LOS TOMARE PRESTADOS PARA HACER MIS HISTORIAS.



Holaaaaa no me ausente mucho ¿verdad? jejejejeje les traigo esta nueva historia sera una serie de tres o cuatro fics el primero fue CAUTIVO, a las que ya lo leyeron gracias a las que no las invito a leerlo, sera un serie acerca de situaciones de secuestro y con tematicas variadas, en este caso tratare el tema de la violencia domestica, muy a mi estilo claro jajaja, no soy de dramas fuertes (creo yo jejejeje) pero si involucro mucho los sentimientos... contiene mpreg ( no seria yo si no fuera asi  ) violencia, drama, accion, violacion ( sorry pero era necesario) romance y mucha... mucha pasion...

Bien no me queda mas que decir sino que las espero por aqui, que espero con muchas ansias sus mensajes y que me gustaria saber con cual pareja les gustaria que hiciera el cuarto Fic y que tema les gustaria que tratara, el siguiente es con los terroristas, asi que el cuarto se los dejo a ustedes y sus opiniones estare esperando saber que desean...

Besitos Gracias por leer y las espero por aqui.

Notas del capitulo:

Sin mas les dejo el primer capitulo, espero les guste y me dejen sus comentarios.

 

Gracias por leer

1- Silencio

 

Dicen que cada final es un nuevo comienzo, dicen que el tiempo se lleva los malos recuerdos, dicen que después de la tormenta viene la calma… dicen.

 

Su vida nunca tuvo un ápice de calma, de fe, de esperanza, desde niño supo lo que era la frialdad de la soledad y la indiferencia, sus padres estaban tan inmersos en sus propias vidas que apenas tuvieron tiempo para voltear sus ojos hacia su hijo que crecía solo y sin ninguna guía.

 

Indiferencia es la palabra que mejor definía la relación con sus padres, cuando creció y se vio envuelto en la confusión de la adolescencia, ninguna mano le fue extendida en señal de ayuda, fue una época difícil y dura cuando descubrió que era diferente a los demás, ¿amor? no conocía el significado de esa palabra, solo sabía sentir los instintos de su cuerpo, solo escuchaba la voz de su corazón, en esa confusa época fue dominado por el lado más salvaje de su ser, lo que lo convirtió en un rebelde que solía estar todo el tiempo malhumorado, algo faltaba dentro de él, algo que le diera un poco de paz.

 

Paso la secundaria a duras penas, con más derrotas que victorias, con cientos de cicatrices en su corazón, con un hondo vacío en su alma, sin saber quién era,  sin saber hacia dónde iba, estaba tan encerrado en sus altas murallas que no se permitió el desahogo de la amistad,  era como un fantasma, era invisible.

 

Pero un día le vio, ¿fue curiosidad?, ¿fue el destino?, quizás, la vida a veces tiene formas retorcidas para enseñarte a vivir, sus ojos se encontraron entonces deseando sumergirse en aquellos enigmáticos ojos violeta, “¿así se siente el amor?” pensó fascinado por la gama de emociones que se arremolinaban en su corazón.

 

Sus manos querían alcanzar aquella blanca piel, recorrer despacio las varoniles líneas de aquel cuerpo, por primera vez sintió el deseo de tener algo, por un momento sintió cuan solo había estado, el hermoso hombre debió haber sentido su mirada penetrante, pues volvió su vista hacia él regalándole la más perfecta de las sonrisas, su alma por un segundo dejo de ser contenida por su cuerpo y voló libremente como una brisa fresca envolviendo  la tan preciada silueta del que sería su primer y único amor.

 

Cuando se dio cuenta de lo que hacía, se sonrojo de pies a cabeza, no había correspondido a la magnífica sonrisa, solo se había quedado allí mirando, soñando con ser tocado por aquellas grandes manos, quería ser absorbido por los profundos pozos de aquellos adorables ojos, nervioso por la intensa mirada del objeto de sus deseos, bajo la vista, ocultando el rubor y la turbación que en ese momento lo embargaba.

 

—Hola.

 

Sí, era su voz tal como el la imaginaba, profunda, masculina, pero tan suave que parecía una caricia, la vida tenía sentido de repente, los sueños en verdad si se cumplían, el conejo de la luna salía cada noche, y al final del arcoíris si se encontraba una olla llena de oro, todo era verdad para el en ese momento, en el que un perfecto Adonis le sonreía y le saludaba, como si el existiera, como si de repente se hubiese vuelto real.

 

— ¿No hablas?

 

¿Hablaba?, ¿existía?, ¿no era aquello quizás producto de su cruel imaginación?, de pronto pensó con tristeza que en cualquier momento despertaría solo en su habitación y todo aquello no sería más que un hermoso sueño, levanto su mano para pellizcar su brazo y despertar de una vez, no quería torturarse más con algo que nunca podría tener.

 

Pero, no, el pellizco le dolió, y se volvió más real aun, cuando fue acompañado por una alegre carcajada. —¿Qué fue eso?... ¿es una forma de saludar?.  Pregunto el Adonis después que hubo calmado su risa, tanto como deseó escuchar de nuevo su voz, no pudo dejar de sentir también un dejo de tristeza al no poder escuchar de nuevo la deliciosa tonada de su risa.

 

—Misaki…

 

Su nombre fue lo único que logro llegar a su garganta en ese momento, salió apurado y aturdido como si hubiese esperado mucho tiempo para salir, como si de pronto cobrara sentido, era como si por primera vez aquellas letras unidas formaban algo real, definían quien era él.

 

—Vaya así que si hablas, mucho gusto Misaki soy Akihiko.

¡Oh sí! su mano, su mano estaba ahora envolviendo la de él, era fuerte, era cálida, era perfecta. —¡Hola!.

 ¿Qué más se le puede decir a un dios?, la elocuencia no había sido jamás una de sus virtudes, acostumbrado al silencio, a la soledad, la mayoría de sus diálogos eran internos, había olvidado incluso el timbre de su voz, las palabras habían perdido sentido para él, solo existían los pensamientos que bailaban en su mente.

 

—¿Vienes mucho a este parque?.

 

¿Mucho? si la emoción  no lo estuviera consumiendo, habría podido reírse de aquella pregunta, solo le faltaba una cama con una sábana y aquel lugar podría haber sido su único y verdadero hogar, el verde remanso que le daba cobijo, en donde se enamoraba cada día mas de las puestas de sol, o del vivo color de las flores, estación tras estación, años tras año, creció en aquel parque a través de las hojas del otoño, de las divinas flores de la primavera, del insolente calor del verano, y de la fría pero acogedora nieve del invierno, era su lugar seguro en el mundo.

 

—Me gusta aquí, es… es tranquilo.

 

Quizás no había trasmitido todo lo que quería decir, pero ya por lo menos había dicho más de tres palabras. —Sí,  es un lugar muy hermoso, solía venir aquí cuando niño, vivíamos cerca y mi madre me dejaba venir a jugar, lo primero que pensé al regresar fue venir a este lugar.

 

—¿Regresar?.  Misaki necesitaba saber todo de él, así que se permitió obviar su timidez y preguntar.

 

—Sí, volví ayer de Inglaterra, estaba estudiando allá, pero mi padre se enfermó y tuve que regresar.

 

¿Se iría de nuevo?, después de todo solo estaba aquí por su padre, quería preguntar, deseaba saber para llorar desde ya por su partida.

 

—Creo que esta vez voy a quedarme aquí, mi padre está muy enfermo y lo que me queda de carrera puedo terminarlo aquí, así que, ¿para qué volver?.

 

Misaki sonrió, y una vez más sintió que ese día era perfecto, ¿estaría alguien en el cielo cruzando los dedos por él?, ¿había decidido la vida darle un lugar en el mundo?.

 

— ¡Oh! Seguro pensaras que soy un loco que te abordó y ahora está contándote toda su vida…

 

— Me gusta. Corto Misaki las palabras de su adorado Adonis, el hombre lo miro con intriga, por lo que Misaki agrego. — Hablar… hablar contigo me ha gustado, no hablo con mucha gente, es… es agradable.

 

—Pues que bien… gracias Misaki, a mí también me ha gustado hablar contigo.

 

Él se iba, ¿Por qué?, ¿tan poco duraría el sueño?, tendría que volver a la realidad, Misaki lo miro con algo de tristeza. — ¿Te marchas ya?.

 

Quizás fue la nostalgia impresa en la pregunta, o quizás fue el brillo de súplica en los hermosos ojos verdes, pero por un momento Akihiko deseo quedarse allí con el pequeño extraño, y conversar eternamente con él, sonrió con dulzura antes de decirle. —Tengo que volver a casa, pero, ¿qué te parece si nos vemos mañana aquí y conversamos otro rato?.

 

— ¿En serio?... genial…si…si… me encantaría, gracias.

 

El corazón de Misaki brincaba de alegría, todo dentro de él estaba en fiesta y cuando Akihiko se despidió con su hermosa sonrisa, Misaki se supo perdido para siempre, y de buena gana se entregó a la divina locura del amor.

 

¡Ah! Que rápido corre el tiempo cuando somos felices, una hora de llanto nos parece un siglo, mientras que una hora de risas se siente como segundos; dos maravillosos meses pasaron y cada día fue más perfecto que el anterior, correr para llegar antes que él se había hecho un habito, amaba la anticipación de la espera, saber que pronto le vería caminando por el sendero que llevaba al parque, con su divina silueta moviéndose al unísono con el viento, con su hermosa piel bañada por los rayos del sol, con su suave cabello que mecía dulcemente la brisa, y lo mejor de todo era la sonrisa que le regalaba cuando sus miradas se encontraban.

 

Se aprendió de memoria cada rincón de él, sus muecas, sus ademanes, sus miradas, se embelesaba mirando el movimiento de sus manos, se extasiaba con el sonido de su voz, se perdió en sus historias, viviendo a través de él la vida que hubiese deseado vivir, a menudo Akihiko lo reprendía por el hecho de ser solo él quien hablaba, Misaki lo evadía con sonrojos y sonrisas, ¿Qué podía contarle acerca de él?, ¿Cómo hablarle de la indiferencia en la que vivía?, no había nada que decir, su vida era una página en blanco, no habían unos padres que lo amaran como los de Akihiko lo hacían con él, no había relatos de navidades, ni de viajes, ni de simples fines de semana en familia, lo único relevante en su vida había sido él, lo único hermoso y emocionante eran sus encuentros, sus pláticas, era por él que se levantaba ahora cada día, era con su imagen con la que soñaba cada noche, él era lo único que lo hacía sentir vivo.

 

Un día las palabras cambiaron de forma, los labios de pronto desearon algo más que decir, desearon sentir, fue maravilloso, excitante, alucinante, cada segundo que duro el primer beso, Misaki no sabía qué hacer con su cuerpo, su corazón se detuvo por un segundo cuando finalmente termino, sus miradas se encontraron, sus corazones se sincronizaron y ahora tamborileaban al unísono, era magia, era fantasía, era amor.

 

Luego de los besos llegaron las promesas, Misaki vivió de nuevo el cambio de estación bajo el cobijo de su hermoso parque, pero esta vez las hojas del otoño, cayeron en su regazo cuando sentado en su querido banco probaba de los labios de Akihiko el dulzor de la miel y el chocolate que estos le ofrecían, cuando el desojar de los grandes árboles que habitaban el parque, cubría la verde grama con la alfombra ocre de sus hermosas hojas, Misaki y Akihiko hacían planes, comenzaban a construir un futuro, le abrían la puerta a una nueva vida.

 

En esos dos meses aprendieron que no podrían vivir el uno sin el otro, que el separarse por las tardes les hacia difícil hasta el simple acto de respirar, se encontraron en las noches en la soledad de sus habitaciones añorándose y deseando tener el calor del otro para poder dormir, entendieron que su amor era de esos que duran para siempre, y confrontaron sus miedos para dar el último paso y poder estar juntos, Akihiko estaba muy decidido, más de una vez había llegado con Misaki hasta la puerta de su casa para presentarlo a sus padres y el chico todas las veces se acobardaba en el último momento haciéndolos regresar al parque. — Algún día tendremos que hacerlo Misaki…—

 

 — Lo sé y lo siento Akihiko… solo dame un poco de tiempo…— A Akihiko aquella actitud del chico lo exasperaba, no dudaba de su amor  pero Misaki era muy reservado con su vida, jamás hablaba de sus padres, ni siquiera sabía dónde viva y cada vez que tocaba el tema, Misaki evadía la conversación, un día cansado ya de aquella actitud, discutieron, Misaki sintió el profundo temor de perder al único que lo había amado, al único que él amaba. — Perdóname Akihiko… no me dejes… te prometo… te prometo que hablare con mis padres y cuando todo se sepa me iré contigo, hablaremos con tus padres y nos iremos lejos, te seguiré a donde tú quieras…— Akihiko lo abrazo con cariño, beso muchas veces sus labios y le susurro su amor al oído muchas veces aquella tarde, habían planeado todo pero no contaban con que la realidad no era tan fácil, no pudieron predecir lo que vendría.

 

Para Misaki que fue el que llevo la peor parte decir la verdad de quien era, no solo le valió el repudio de sus padres, sino que lo llevo a perder lo único que lo ataba a la vida, al único ser que había amado, la golpiza que le había dado su padre al oír de sus labios que se iría a vivir con otro hombre, lo mando al hospital, estuvo inconsciente por más de quince días, una contusión cerebral, había dicho el médico, y los padres habían alegado una estruendosa caída por las escaleras.

 

Cada uno de aquellos días Akihiko lo espero en el parque, era abrumador y desconcertante el sentimiento de impotencia que lo embargaba, habían hablado tanto, se conocían tan bien, se amaban,  pero Akihiko nunca supo ni donde ni como encontrarlo, lo único que tenía para contactarlo era su número de celular y marco tantas veces que perdió la cuenta, recibiendo siempre la misma respuesta “numero desconectado”, se maldijo mil veces por no haber insistido más en su dirección o algún lugar donde encontrarlo, estaba tan embelesado por su rostro por el amor que brillaba en sus hermosos ojos, que él mismo perdió el sentido de la realidad.

 

Ahora estaba allí quince días después de aquella última tarde que pasaron juntos, donde se había prometido tantas cosas, sentando en el banco que los recibía siempre, mirando al vacío con el corazón roto y lleno de incertidumbres, tantas preguntas en su mente y ninguna respuesta, ¿si había hablado con sus padres?, ¿si estos lo habían sacado del país?, después de todo solo tenía dieciocho años, ¿si le había pasado algo y estaba en algún hospital?, ¿si le habían castigado impidiéndole salir?,¿ si… si todo aquello había sido una ilusión?, ¿si Misaki jamás le había amado?, esa última pregunta calo profundo en su corazón, y todas sus aprensiones retumbaron en su mente, jamás le hablaba de él, nunca quiso decirle donde y con quien vivía, se comportaba esquivo con cada cosa que hablara de su vida, Akihiko rio con amargura, tenía allí la respuesta a su pregunta.

 

Se puso de pie y se marchó del parque, ya no volvería más a ese lugar, de pronto se sintió molesto y decepcionado, Misaki se había burlado de él, como un tonto había entregado su corazón a aquel pequeño que creyó inocente, que pensó que de verdad le amaba y que solo había jugado con él.

 

El padre de Akihiko le había amenazado con desheredarlo, con quitarle el apellido, y quien sabe cuántas cosas más, al ver que nada daba resultado apelo a la súplica, a su enfermedad y cuando ya se daba por vencido y casi aceptaba la situación algo inesperado paso, Akihiko volvió aquella tarde derrotado, ya no esperaría más a  Misaki entendió que este había roto su compromiso y le había abandonado, pensó que tal vez el chico había cedido a las presiones de sus padres, que no se había atrevido a revelar su condición, ese día,  triste y decepcionado decidido volver a Inglaterra.

 

El día que abordo su vuelo, sin mirar un segundo atrás, en una sombría habitación de hospital Misaki abría sus ojos,  no hubo nadie para calmar su sed y mucho tiempo después, cuando ya el doctor le había revisado y yacía solo de nuevo en la habitación, tampoco hubo nadie que respondiera sus preguntas, una enfermera fue contratada para atenderle, su madre apenas había estado con el escasos minutos y solo le había hecho saber lo decepcionados que estaban de él, Misaki deseaba correr, salir de aquel hospital y buscar a Akihiko, irse lejos juntos y desaparecer, se preguntaba que estaría pensando su novio, casi veinte días en coma, no tenía su celular a mano, sus padres no le dirían si él le había llamado, y lo peor era que Akihiko no sabía dónde vivía.

 

— Akihiko… Akihiko…dime que esperaste por mi… por favor… por favor, que estés en el parque, en nuestro banco, yo iré por ti… espérame…— Rogaba el pequeño en las noches.

 

Pero no era así, cuando por fin fue dado de alta luego de casi un mes en el hospital, lo primero que hizo fue escaparse de la casa, necesitaba ir al parque, necesitaba ver a su amor, mareado y aun débil llego al que alguna vez fuera su lugar feliz, el otoño aun colmaba con sus hojas la verde grama, se sentó en el banco y lo espero, día tras día escapo para ir al parque y cada noche regreso abatido y sin esperanza, después de mucho pensarlo, en su último escape no fue al parque, fue  a la casa donde había estado muchas veces sin atreverse a entrar.

 

Ni siquiera titubeo al tocar, necesitaba verlo, contarle todo, necesitaba sus besos, su amor, una mujer del servicio le abrió. — Buenas tardes… yo… yo quisiera hablar con Akihiko… por favor…—. La mujer lo miro con extrañeza. — El joven Usami no está aquí…—

 

— ¿Cuando regresa?... ¿puedo esperarlo?...— Misaki preguntaba con angustia, la puerta se abrió aún más trayendo consigo a un hombre mayor, que por el gran parecido intuyo era el padre de su novio.— Mi hijo se fue para Inglaterra hace casi un mes…— le dijo el hombre mirándolo con molestia, de alguna forma sabía que aquel era el chico por el que su hijo se había ido, el chico por el que Akihiko casi había tirado su vida al basurero.

 

— Pe… pero… ¿Inglaterra?... ¿Cómo?— Misaki no podía creer lo que oía.

 

— Como lo escucho jovencito… mi hijo se fue… él tiene que terminar su carrera, además el mismo dijo que nada lo retenía aquí…— el hombre se preparó para darle la estocada final.       — Yo le estaba esperando, mi hijo me dijo que vendrías por aquí… me pidió que te dijera que todo había sido un error, que su vida estaba hecha allá y que el no perdería lo que había logrado por alguien como tu… y yo te pido que te olvides de todo lo que ocurrió entre ustedes, él tiene una prometía y seguro se casara pronto con ella… como mi hijo lo dijo lo de ustedes fue solo un error… ahora por favor márchate y no regreses por aquí…—

 

La puerta se cerró en su cara, Misaki estaba lívido, lo único que tenía, lo que único en lo que creía, lo único que había amado, había sido un espejismo, una burla más del destino, la firme sentencia de que el realmente no existía.

 

El caudal de lágrimas no se secó en aquellos largos meses, nadie lo noto, nadie lo consoló, nadie lo escucho, sus padres renunciaron a vigilarle, al verlo convertirse de nuevo en  el fantasma que siempre había sido, la indiferencia, el desdén, el desamor, que no se habían marchado de aquel hogar se hicieron más profundos.

 

Misaki se sentó cada tarde  en el banco donde alguna vez fue feliz, más que por nostalgia, más que por tristeza o por dolor, lo hacía por un sentimiento que lo llevaba a preguntarse si de verdad estaba vivo,  las hojas del otoño comenzaron a desaparecer,  dejaron su regazo y fueron reemplazadas por los finos copos de nieve, las lágrimas aún no se secaban, y en el espectral paisaje de la blanca nieve, rodaban por sus mejillas amenazando con convertirse en lágrimas de cristal por el frio inclemente, pero Misaki no sentía nada, ni la fría ventisca, ni la suave nevada, ni el lúgubre silbido del viento entre  los árboles, no podía ver las tímidas flores que recias y valientes se sobreponían al invierno, ni las risas de los que jugaba con los hermosos copos de nieve.

 

Día tras día, su corazón se fue congelando, como el paisaje a su alrededor, no sueños, no esperanzas, no amor, no deseos, no palabras ni pensamientos, no había risa, ni melodías, su cuerpo, su alma, su mente, se volvieron como la nieve, y en su corazón solo quedo un vacío rencor, finalmente las lágrimas dejaron de caer y todo rastro de sentimientos se borró de su corazón que se volvió como uno de aquellos copos de nieve que le rodeaban.

 

Un día cualquiera, tomo el dinero que había ahorrado año tras año, fruto del regalo de sus padres para tapar su fracaso y para acallar sus culpas, lo tenía bien escondido y nadie sabía de él, así que recogió sus cosas, y sin mirar atrás se marchó.

 

Diecinueve años cumplió en completa soledad, no se marchó de la ciudad, no quería hacerlo y de alguna forma no podía hacerlo, rento un diminuto apartamento y consiguió un empleo de medio tiempo en un café, dormía, comía, trabajaba y pasaba sus tardes en el parque contemplando el vacío, así lo sorprendió la primavera, la nieve se derritió bajo el dulce calor y las hermosas flores hicieron gala de sus coloridos pétalos, engalanando el verde pasto que se extendió como una alfombra suave que invitaba a recostarse a mirar el cielo y a soñar,  la brisa fresca se paseaba entre los arboles coreando un dulce tono, y los rayos del sol se colaban por los pequeños huequitos calentando los corazones.

 

Pero su corazón seguía frio, el invierno no se quería ir de allí, y el no deseaba hacerlo marchar, se decidió a seguir así, mas allá de la vida, encerrado en su mundo interior.

 

— Mira es el mudo…—

 

— ¿Quién?...— el aludido respondió. — Ese chico que está sentado en el banco… trabaja en el café donde yo trabajo, todos le dicen el mudo, no habla con nadie, hasta el jefe piensa que es mudo…—

 

El hombre volteo de nuevo a mirar a quien su amigo señalaba, debajo de aquel holgado suéter con capucha estaba un rostro pálido de delicadas facciones y unos realmente hermosos ojos que miraban sin ver, lo observo por largo rato, tanto que incluso coincidió con el momento en el que Misaki se marchaba cada tarde, la capucha cayo de su cabeza y entonces pudo ver el brillante cabello castaño que ondeaba con la suave brisa.

 

— Impactante…— Murmuró para sí. — Si, es lindo, pero no es mi tipo, muy frio y distante… además ya te lo dije es mudo…—.

 

— ¿Y para que lo quieres escuchar?…— pregunto Haruiko con una sombría sonrisa.

 

Por curiosidad se acercó al día siguiente al café donde trabajaban su amigo y el chico que había llamado su atención, se sentó en una mesa un poco apartada y esperó, “Bingo” canto en su mente cuando vio que el enigmático joven era el que se acercaba a atenderle, Misaki como siempre hacía se acercó al cliente con un menú y su libreta en la mano, era un café pequeño en un zona poco concurrida, los clientes eran los mismos casi siempre, ya todos sabían que él no hablaba, no había querido escuchar su voz de nuevo, aquel sonido le recordaba a Akihiko y no quería pensar en él, así que dejo que todos creyeran que era mudo. — ¿No me vas a preguntar que quiero?—

 

Misaki lo miro perplejo, sacudió la cabeza y señalo su garganta, — ¿No hablas?...— Misaki volvió a negar. — Ummm… entonces discúlpame por mi atrevimiento… tráeme solo un café— Misaki asintió y se marchó. — Eres más hermoso de cerca…— susurro Haruiko, sonrió y desdoblo el periódico que traía en su mano, algo llamaba su atención de ese chico, algo le decía que debía tenerlo para él.

 

Por casi un mes Haruiko visito el café, cada mañana desayunaba o merendaba en el lugar, Misaki casi siempre le atendía y las pocas veces que no lo había hecho Haruiko le buscaba para saludarlo o para despedirse, Misaki siempre le daba una casi imperceptible sonrisa o simplemente agitaba su mano.

 

Una tarde, Haruiko termino temprano en su trabajo y tuvo una idea, camino hacia el parque y allí lo encontró, pensativo, tan distante que parecía que no estuviera allí, corto unas cuantas flores y se acercó, Misaki estaba tan  inmerso en su propio mundo que solo noto que alguien se había sentado a su lado, cuando este coloco las pequeñas flores en sus piernas. — Ya llega el otoño y estas maravillosas flores dejaran de verse— Misaki lo reconoció de inmediato y frunció el ceño.

 

El al ver el gesto sonrió. — Pasaba por aquí y te vi sentado aquí solo… por eso decidí venir y  saludarte…— Se puso de pie dispuesto a marcharse. — lamento si te moleste… me voy te veo mañana— Misaki asintió y agito su mano despidiéndose, las pequeñas florecitas se movieron en sus piernas, el las tomo y las miro con un dejo de nostalgia, suspiro,  de pronto se dio cuenta, pudo sentir, sintió nostalgia, le gustaron las pequeñas y coloridas flores, les gusto la breve compañía de aquel extraño, por primera vez en mucho tiempo lloro.

 

Esa noche recostado en su cama, en la soledad de la pequeña casa donde habitaba, evoco su recuerdo, su sonrisa, su mirada penetrante y sensual, su boca suave y deliciosa, sus manos fuertes y cálidas, lo llamo, dejando salir su voz en amargos sollozos, lo llamo por largo rato.     — Akihiko… Akihiko… ¿Por qué me abandonaste?... ¿Por qué?...—.

 

Cuando la mañana llego lo encontró sentando en un viejo sillón, los rayos del sol que penetraron por la ventana lastimaron sus ojos vidriosos, no había pegado un ojo en toda la noche y aunque había llorado hasta el cansancio, aunque lo había llamado hasta quedarse ronco, aunque le había dolido profundamente recordarlo, se sentía de cierta forma sereno, se ducho, se puso su ropa de trabajo, y camino a la pequeña cocina, sonrió, no una de esas sonrisa vacías y sin sentido, una sonrisa real, al ver las pequeñas flores que había puesto en un jarrón.

 

Él no fue esa mañana, y unas cuantas mañanas más, Misaki de alguna forma lo extrañó, él era amable y siempre le trataba con respeto, además las pequeñas flores aún estaban hermosas y relucientes en su jarrón, así que de alguna forma no pudo evitar extrañarle, una semana después apareció, se sentó en su mesa habitual y Misaki camino hacia él para atenderle.          — Hola buenos días… ¿Cómo estás?...— Misaki le respondió con una leve inclinación, Haruiko le sonrió. — Un café y el desayuno de siempre por favor…—

 

Termino de comer, Misaki recogía todo en la pequeña mesa. — Extrañe venir aquí y verte…— el pequeño lo miro con un dejo de sorpresa, le dio la medio sonrisa que le daba siempre y se marchó  con los platos sucios, Haruiko pago y camino hacia la entrada, Misaki lo vio salir, algo lo impulso a seguirle, quizás era soledad, quizás curiosidad, o quizás anhelo por sentir de nuevo el calor de alguien más calentando su solitario corazón.

 

— G…gracias…— le dijo en un impulso al salir a la calle y alcanzarle, Haruiko le sonrió con una increíble sorpresa reflejada en su rostro…— Hey bonita voz…—

 

— No me gusta… no me gusta mucho hablar… por eso yo…— Misaki estaba un poco cohibido, a el mismo le parecía extraño el sonido de su voz.

 

- No… no tranquilo… me gusta… gracias por dejarme escucharla…— le dijo Haruiko con una dulce sonrisa. — Oye… sé que apenas  nos conocemos, pero me gustaría remediar eso… quieres… ¿saldrías conmigo a tomar algo?…— Haruiko se veía tan sereno, tan seguro, Misaki no tenía nada que perder, que mal podría hacerle salir con alguien a tomar algo, quizás vivir aunque fuera un poco…— Si… si me gustaría…—

 

— Bien… te paso buscando cuando salgas… podemos almorzar en un sitio muy agradable que conozco…— Haruiko estaba encantado.

 

Así comenzó una historia nueva para Misaki, descubrió que Haruiko era el gerente de una gran empresa, que había sido un graduado en economía con honores, que era maniático con el orden, que odiaba la salsa de tomate y amaba el jugo de naranja, que le gustaba la música clásica, y no sabía bailar, su carácter era suave, tranquilo, su conversación era fácil, sencilla, sonreía mucho y siempre lo miraba con un brillo extraño en sus amables ojos.

 

Los primeros días Misaki  no pudo evitar compararlos, no era tan hermosa su sonrisa, ni tan brillante como aquella que recordaba, no eran tan intensos sus ojos como los que había amado, ni sus manos también cálidas e igual de grandes le hacían sentir lo mismo que aquellas que anhelo volver a sentir alguna vez, la primera vez que se besaron, no sintió que el piso se movía dejándolo en el aire, fue una sensación suave, ligera.

 

La primavera paso, el verano paso, el invierno llego finalmente, y con él una nueva promesa, Haruiko estaba recostado en sus piernas en la pequeña sala de su departamento, allí pasaba muchas tardes y  a veces muchas noches, conversaban, se reían, se besaban, en uno de aquellos besos Misaki sintió que algo era deslizado en su dedo. — Cásate conmigo Misaki… no soporto un día más sin tenerte solo para mi…—

 

Si Misaki hubiese leído entre líneas, quizás habría visto que aquellas palabras serian su perdición, pero no lo hizo y en lugar de eso, decidió dar un paso en su vida y a pesar de que no era el amor que había soñado, el amor que había tenido y perdido, el sin pensarlo acepto.

 

Hubo una linda boda, con invitados casi todos por parte de Haruiko, Misaki no tenía a nadie, o mejor dicho solo lo tenía a él, se besaron, bailaron, se miraron con iluminadas miradas de alegría,  se fueron de luna de miel a una linda cabaña en las montañas, Haruiko lo poseyó una y otra y otra vez hasta quedar saciado,  y finalmente regresaron.

 

Al principio todo fue normal, casi como un sueño, Haruiko compro una hermosa casa, Misaki arreglo, mueble por mueble, cortina tras cortina, infinidad de adornos y las más variadas pinturas, Haruiko se despedía con un beso y dejaba a su pequeño esposo trabajando en su casa, y cuando regresaba lo encontraba de igual manera arreglando todos los detalles , cuando la primavera hizo de nuevo su aparición, la casa estaba por completo decorada, entonces Misaki se encontró con las manos vacías y solo en una enorme casa.

 

— Haru… ¿crees que podría trabajar en algo?… me aburro solo en la casa…— Haruiko bajo el periódico que leía y lo miro con un dejo de enojo. —¿Trabajar?... ¿en qué?... lo único que sabes es servir mesas… y mi esposo no va a andar por allí sirviendo mesas… ¿quieres avergonzarme con mis superiores?...—

 

La dureza con la que salieron aquellas palabras sorprendió  a Misaki. — No… no… jamás pensaría en avergonzarte… es solo que…—

 

— Déjate de estupideces Misaki… si estas aburrido busca algo que hacer en la casa… mira como esta todo desordenado y echo un asco… si te ocuparas de tu hogar no estarías aburrido…— Haruiko soltó el periódico y se paró dejando al chico con la palabra en la boca, aquello debió haber sido una advertencia, pero Misaki no la vio, se culpó por haber hecho enojar a su marido y se dispuso a recoger las cosas y a limpiar su casa, que no necesitaba nada de aquello pues Misaki la tenía perfectamente arreglada.

 

— Siento haberte dicho todo eso esta mañana…  no debí hacerlo…— le dijo Haruiko esa noche cuando llego con un enorme ramo de rosas rojas, Misaki le sonrió, hasta allí todo hubiese estado bien si Haruiko no hubiese abierto la boca de nuevo. — Pero también fue tu culpa bebe… no escogiste el mejor momento para hablar y además… ¿qué es idea de trabajar?... ¿acaso yo no te doy todo lo que necesitas?...— Misaki se sintió contrariado, su esposo tenía razón, había sido egoísta, debía cuidar su matrimonio, no debía hacer cosas que molestaran a Haruiko, él le daba todo, lo hacía feliz y Misaki solo tenía que ocupar su lugar como esposo, atender su casa y dejar de pensar tonterías, Haruiko le había hecho sentir culpable y Misaki una vez más dejo pasar la advertencia, se acababan los avisos y muy pronto sería demasiado tarde.

 

El tiempo siguió pasando, murió la primavera, se escapo el verano, se  fue el otoño y finalmente el invierno cubrió con su manto blanco la ciudad, campanas de navidad sonaban en todos lados, Misaki entusiasmado decoraba su hogar, quizás en un intento por aliviar su soledad, Haruiko había estado más ocupado que nunca y llegaba muy tarde, apenas compartían. — Haru que bueno que llegaste… mira las cosas que compre hoy para la chimenea…—

 

— Ahora no Misaki estoy cansado y tengo que terminar un trabajo…—  Misaki se enfureció, su esposo llevaba días ignorándolo, ni siquiera había notado los arreglos en la casa. — Haruiko estas en casa… puedes dejar  el trabajo en tu oficina, hace días que no hablamos como debe ser…— le dijo indignado, Haruiko soltó sus cosas y se acercó a él con molestia.

 

— ¿De qué quieres hablar?, acaso de la novela que viste hoy, de cómo limpiaste la cocina, o de los estúpidos y horribles adornos que compraste para la sala…— Misaki no supo cuál de todas aquellas preguntas le dolió más, sin saber que responder se dio la vuelta tomo su suéter y sus llaves e intento salir de la casa. — ¿A dónde vas?— pregunto su esposo con un dejo de amenaza, pero él estaba más allá de la molestia.

 

— A donde me dé la gana… a donde si le importe a alguien…— lo que paso después Misaki no se lo esperaba, por un segundo se arrepintió de haber respondido de aquella forma, Haruiko se abalanzo a él arrebatándole las llaves y el suéter, Misaki lucho para soltarse de su fiero agarre, pero este lo sujeto por el pelo y le susurró al oído. — Quédate quieto Misaki no hagas que me enoje más— lástima que Misaki no escuchó.

 

Aquella primera vez, nunca la olvidaría, cuando abrió sus ojos, y se encontró de nuevo como mucho tiempo atrás, en una lúgubre habitación de hospital, con un ojo inflamado al punto de no poder casi ni abrirlo, con una costilla fracturada, y múltiples hematomas en el cuerpo.

 

— Lo siento mi amor… perdóname yo no quería… no quería lastimarte, pero es que tu… tu ibas a irte y me dio tanta rabia, tanto miedo de perderte, yo estaba cansado y tú me acusaste de esa forma… me dolió Misaki, yo hago todo para que estés bien para que seas feliz y tú no lo ves, no lo aprecias…— allí estaba de nuevo la manipulación, de nuevo las mentiras, una vez más la advertencia, pero Misaki le dio la espalda, sabía que lo que había pasado estaba mal, pero la súplica de su esposo era tan sincera, que finalmente se sintió culpable.

 

Aquella primera vez termino mintiéndole a un policía, que le interrogaba con respecto al asaltante que le había atacado, fue la primera de las muchas veces que encubriría a su verdadero agresor.

 

 

Notas finales:

En el próximo capitulo… te lastimo porque te amo…


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