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ENAMORADO DE UN HETEROSEXUAL... OTRA VEZ por Charly D

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Notas del capitulo:

Gracias por leer el capitulo anterior, a ver qué les parece este segundo...

-¿Estás bien?- preguntó aquel hermoso muchacho de sonrisa encantadora y cabello alborotado.

-Si… no…- me miró sin comprender mi respuesta

-¿Entonces estás bien o no?- no sé por qué razón no borraba esa curvatura de sus labios, sin embargo no me importaba deseaba que la mantuviera.

-Si… estoy bien- me tendió la mano, la tomé, era suave, un poco tosca, pero me gustó sostenerla, al estar de pie me sacudí los pantalones y después me sobé la cara.-Creo que otro poco y me tiras un diente- seguía acariciando mi mandíbula.

-En verdad lo siento- juntó sus manos y se inclinaba, era gracioso verlo, por segundos olvidaba la gran pena que me aquejaba.- Lo siento mucho, espero que no te haya lastimado mucho-

-No te preocupes, creo que si no se me cayó la cabeza quiere decir que no fue muy grave-

-¿Enserio estás bien? Puedo acompañarte a un médico si lo prefieres- estuve a punto de fingir un dolor interminable para seguir con él, pero de última hora pensé (porque de repente uso mi cerebro) que no era bueno hacerme ilusiones, muy probablemente ese encanto de hombre tenía a su dueña por algún lado.

-No, en verdad estoy bien, tengo que irme porque ya perdí mucho tiempo aquí-

-Ok. Lo siento, y bueno, discúlpame… con esto me queda claro que no debo lanzar tan fuerte en un parque-

-Eso sí deberías aplicarlo: ¡no debo golpear a las personas en la cara!- bromeé con él, una vez más dibujo ese gesto que me encanta, unos minutos bastaron para apreciar la dulzura de ese muchacho.

-Lo tendré muy en cuenta… por cierto soy Raphael-

-Mucho gusto- hablé con un poco de molestia debido al dolor producido por el golpe- soy Ken-

-igualmente Ken, y pues bueno, perdóname ¿si?-

-Para que puedas vivir en paz, ok… te perdono-

-Gracias, y pues nos vemos…- llegó el momento, posiblemente nunca lo volvería a ver, pero soñar no cuesta nada y quién sabe tal vez algún día me lo vuelva a topar aunque sea con su novia.

-Nos vemos…- nos despedimos con un apretón de manos, tocarlo otra vez resultó gratificante. Después de esa despedida miré como avanzaba a su destino, continuaba jugueteando con ese balón, ese artefacto que por poco me desfigura la cara, se veía feliz, hubiera yo querido estar así, pero mi realidad se portó mal conmigo y me alcanzó.

-Sí, él se hará de novia hoy, ni modo- metí las manos en los bolsillos de mi pantalón y desganadamente caminé, no sabía exactamente a dónde, solo quería irme de allí. Mientras pensaba en mi amado Tucker comparaba su sonrisa con la de Ralph, así decidí llamarlo, total si nunca lo iba a volver a ver cuando menos podría llamarlo como yo quisiera, eran parecidas pero la verdad seguía prefiriendo la de mi amigo, la de mi amado y lejano amigo. Apenas avancé un par de metros y mi teléfono volvió a vibrar, lo saqué y nuevamente era Tucker L, volví a ignorarlo, en ese momento era la persona que más daño me hacía.

 

Entre caminatas y una que otra chuchería de la calle se hizo tarde, ya no quise regresar a la universidad, me cansé emocionalmente.

-Hoy fue un día agotador- pensé, abrí la puerta de mi casa y prontamente mi madre se me acercó…

-¿Estás bien? ¿Te pasó algo? ¿Por qué no me contestabas?- mi hermosa y preocupona mamá, a ella tampoco le contesté, no tenía ánimos, una cosa más que agradecerle a Tucker: que llamara a mi madre.

-Si señora bonita, estoy bien- la besé en la mejilla- tengo sueño, quiero descansar… ¿puedo?- pregunté dejando claro que no deseaba hablar, las madres tienen un sexto sentido para comprender lo que nosotros como hijos necesitamos sin decirlo.

-Claro que sí mi amor, claro- me abrazó, un tierno y sincero gesto de amor maternal, ese que jamás se puede comparar con otra cosa del universo.

-Gracias- contuve las ganas de llorar, supongo que se imaginaba que andaba triste, pero respetó mi decisión de no hablar- te veo mañana… te quiero-

-Yo a ti mi bebé- no sé porqué me gusta que me llame así: bebé.

 

Subí los escalones, al estar ya en mi cuarto por curiosidad me asomé por la ventana, el cuarto de Tucker no mostraba movimiento alguno…

-Debe estar con ella- proferí con desprecio- ni hablar… ya me lo ganaron de nuevo- caí pesadamente sobre el colchón, no me quité la ropa, ni los zapatos, mucho menos destendí la cama, no recuerdo cuándo me quedé profundamente dormido.

En el mundo de los sueños, un apuesto y cariñoso Tucker subía por mi ventana, se veía extraordinariamente guapo, llevaba consigo un ramo de rosas rojas, esas que me encantan, como doncella en apuros lo miré y abrí la cortina, sus ojos reflejaban el amor que sentía por mí, entró y dándome el ramo me tomó por la cintura…

-Te amo…- dijo susurrando

-Yo a ti…- nos besamos y un par de lagrimas cayeron de mis ojos.

Recobré la vista, me encontraba en un sitio oscuro, mi cuarto, realmente lloré, mis ojos tenían la humedad que indicaban que así sucedió. Me avecé y haciéndome bolita me dediqué a pensar…

-Soñar no cuesta nada, no cuesta nada…- cerré mis párpados, agua salada seguía brotando. La noche iba a ser larga.

 

Desperté, por los rayos de sol me di cuenta que ya había amanecido, con flojera me espabilé, hoy mi amigo no pasaría por mí, eso era bueno, al menos no me recetaría la grandiosa declaración que hizo. Perezosamente me levanté, tomé mi toalla y entré al baño. Me quité la ropa, abrí la llave de la regadera, con el dorso de la mano tomaba la temperatura del agua, una vez que fue aceptable me posicioné bajo los chorros, mojaba mi piel el agua tibia, toqué con mis manos los hombros, pecho, muslos… y un poco más, imaginaba que Tucker me acariciaba, rápidamente me percaté que ese tipo de sueños no me hacían bien, por tanto opté por terminar de bañarme normalmente.

Ya era tarde, mamá se marchó a trabajar, tomé un poco de café, una tostada con margarina y salí rumbo a la facultad. El sol calentaba mi piel, afortunadamente sus rayos aún no laceraban.

Una buen rato después ya me encontraba en la entrada de la escuela, avancé y por desgraciada me encontré a mi amigo…

-¿Se puede saber por qué rayos no me contestaste en todo el día?- lo noté un poco molesto.

-Lo que pasa es que olvidé el celular en casa- me vio con desconfianza, no me creía del todo.-

-¿Y porque no entraste a clase ayer?-

-Ah, porque demoré demasiado en el sanitario y pues cuando quise entrar me di cuenta que era muy tarde- le mentía otra vez.

-No sé porque me cuesta creerte- me palmeó la espalda y cambió de tema- tengo que informarte algo-

-Dime, soy todo oídos- imaginaba qué iba a contarme, fingí ecuanimidad.

-No, espera…- levantó el brazo, como si quisiera que le tomara la mano, sonreí honestamente, creí que me pedía que se la diera, pero de pronto percibí un delicado aroma… perfume de mujer.-Nena, ven…- le dijo con mucho cariño, ella le agarró los dedos, temblé de coraje, decepción, de tristeza.-Te presento a la mujer de mis sueños… Emilia Dumourt, mi novia- unas palabras tan simples son capaces de aniquilar a una persona.

-Ho… hola…- mencioné en voz baja, aclaré mi garganta y hablé- me alegra verlos juntos, lucen espectaculares-

-Gracias Ken, eres muy gentil- me contestó, Emilia era una chica muy bonita, el prototipo de dama frágil que le encanta a mi amigo.

-Te… tengo que irme- tartamudeé

-No, acompáñanos a desayunar- rogó Tucker, es un imbécil o qué, ¿no se da cuenta de nada? ¿No percibe que me quiero morir en ese instante?

-En verdad me gustaría, pero ya falté demasiado, coman y conózcanse más- agité la mano y me marché, en verdad quería que él fuera feliz, pero me dolía mucho verlo con ella.

 

Ese día, no puse atención, preferí no entrar al resto de mis clases. Llegué al parque del día anterior, hubiera deseado tener la suerte del día anterior: toparme con Ralph, pero las casualidades no existen y obviamente no lo vería.

-Ojalá, hubiera alguien aquí para ayudarme… ojalá…- dejé escapar un suspiro y di una vuelta al lugar, eran las 3 de la tarde, ya me iba, muy probablemente no vería a ese encanto de varón.

Salía del área cuando mis ojos vieron una silueta muy familiar, en pantalones cortos deportivos, una camiseta larga y sucia, cabello alborotado y con la cara roja y sudorosa un sujeto se acercaba...

-¡Hola Ken!- me saludó, justo lo que me hacía falta…

Notas finales:

Nuevamente espero sus comentarios... saludos!!


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