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El Cazador por Vampire White Du Schiffer

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Notas del fanfic:

Desligue: Las crónicas vampíricas así como todo lo nacido de ellas, pertenecen a la magistral Anne Rice. Esto es una simple satisfacción de fan. Sin fines de lucro y sin deseos de ofender a nadie. Mi ánimo es plasmar algo que me gustaría que sucediera en algún libro. Así que me desligo de ser cause de problemática. No es de menos agregar que contiene spoilers de los tres libros primeros. 

Creado originalmente: Anne Rice. 
Creado fanáticamente: Vampire White du Schiffer

1

Se paseó la mayor parte del tiempo frente al alfeizar. Pensando en saltar o no. Cuando las agujas del reloj se sobreponían de nuevo cayó en la cuenta de lo estúpido que se veía y se dijo a sí mismo «no esperaré ni una hora más». Sería terriblemente fácil escaparse, e ir a vagar por las bellas calles de su ciudad natal pero no si reflexionaba sobre las consecuencias. Ah la bella y querida Nueva Orleans, ¡Cómo ansiaba recorrer de nuevo sus calles e impregnarse del olor de las buganvilias que crecían en las altas paredes! Incluso saborear el olor de la sangre de múltiples mezclas de las razas allí llegadas. Y la causa real, presente e inminente por la que seguía anclado a la antigua casa vuelta ruinas, polvo y padecería de libros era peligrosa. Él era peligroso y no iba a arriesgarse a causarle un cólico. ¡Menudo problema tendría después! Ya se sabía de todas las manías de Lestat, pero sin duda no se atrevería a cometer alguna imprudencia siendo que le había prometido esperarlo; porque según el príncipe prometió con aire solemne llegar antes de la puesta del sol. Y aquí tenían a un frustrado vampiro de cabellos negros y ojos verdes, esperanzado que al siguiente segundo Lestat entrara por la ventana o que se deslizara por el piso de abajo y subiera con tranquilidad… ¡Pero que subiera! ¡Que llegara hasta él y le pidiera perdón en medio de la bobalicona sonrisa de la que siempre hace gala por haber llegado tarde!

−Seguro que no vuelvo a consentir semejante encuentro –aseveró, se cruzó de brazos y tamborileaba el dedo índice en el brazo contrario. Al escuchar la campanada que anunciaba las dos de la mañana tomó su decisión: −Me largo.

Así, saltó del alfeizar, grande fue su sorpresa cuando abajo lo esperaba nadie más y nadie menos que…

−Armand –soltó el nombre en medio de una tangible sorpresa –. No te sentí llegar –plantó bien los pies al suelo y se apartó del vampiro que había nombrado pero del cual no quería estar muy cerca.

−¿Por qué me evitas? –inquirió de inmediato. No era necesario esperar más actos para sentir la decepción en Armand, ya que no era la primera vez en que el vampiro de cabello negro se portaba renuente a tener una reunión con él.

−Sigo molesto contigo, ¿qué esperabas?

−Creí que con el único con el que te podrías poner de esta forma era con Lestat –se burló. A pesar de eso, se fueron a caminar y continuaron con la charla para nada animada.

−Iré a cazar, si no te molesta –inclinó la cabeza como todo un caballero y el gesto causó gracia en Armand, más Louis decidió ignorarlo.

−Daniel te envía saludos –se encogió ligeramente de hombros al esbozar rostro sosegado –, aunque quisiera saber por qué no ha podido verte después de… nadie mejor que tú podría llegar a entender el estado anímico que tiene mi querido Daniel al respecto.

−No me interesa realmente lo que él quiera –lo miró de soslayo –, al convertirlo en vampiro hiciste que perdiera todo empatía que sentía hacia él.

−Así que era eso –sonrió –, creí que «el amor por su alma» fue lo que te llevó a entrevistarte con él. Ahora dime –pasó el brazo por los hombros de Louis, en signo de confidencialidad y movió la diestra para exponer su diálogo: −he de suponer que el narcisista te dejó solo esta noche, ¿por qué no te unes a mí y al resto a pasar lo que queda de la noche?

−¿Y ver cómo se dan anchas atormentando a los demás? Paso por esta vez.

−Y seguramente la siguiente –inspiró con aire de resignación volviendo a la pose relajada –. Está bien, sólo vine para intentarlo, a diferencia de Lestat yo sí sé perfectamente cuándo dejar de rogarte.

−Humm eso no me pareció cuando me pediste volverme tu enlace al mundo moderno –dijo sardónico y dispuso la mano izquierda sobre la cintura ceñida por la camisa blanca y la chaqueta que apenas le había sido regalada.

−Haré a la idea de que no me echaste en cara aquel desliz; no me refiero que haya sido un error pedírtelo, te he amado como bien lo sabes –afirmó con sinceridad –, pero el destino quiso otra cosa.

−No bromees, tú nunca creerás en el destino. –fijó su vista hacia calles abajo –. Será mejor que vuelvas y que yo vaya en busca de mi sustento nocturno, no quiero toparme con él –murmuró a sabiendas de que Armand le entendería.

−Por supuesto, yo también quiero evitarme su roce, nada fuera del protocolo, respeto, reverencias, etiqueta. Nada más. –fue lo último que dijo antes de desaparecer por la siguiente esquina despoblada.

Louis de Pointe du Lac inspiró con profundidad, llenándose de su Nueva Orleans, y tratando olvidar la amargura de su boca causada por Lestat.

Su Creador sí que sabía hacer su ponderada gana y dejar a él como fuera. Sacudió la cabeza y bajó la colina para irse a perder por el rato que le quedaba de libertad, debía encontrar alimento propicio y rápido sino terminaría por atacar a un dulce jovencito, de esos que tanto eran el gusto del mimado de…

Lo acontecido y redactado en «La reina de los condenados» aún zumbaba en la cabeza inmortal de Louis. Era pintura fresca y por eso el sentimiento deprimente por Daniel no cedía todavía. Era su culpa, si nunca hubiera llevado a Daniel a aquella habitación de San Francisco para desahogarse Armand no lo habría vuelto su presa y consorte. Aunque no había mucho que temer por el futuro del conocido entrevistador. Era hijo de un vampiro fuerte, a su vez nieto del importante Marius, así que la raza vampírica se mantendría muy respetuosa hacia él; el dinero no sería jamás problema, pero quedaba el asunto del alma. Mejor ni encallar en ése tema, lo desanimaba, jamás podía ganar una discusión con el remedo de mentor que tenía y menos ahora que después de varios años sin verse no se aparecía y faltaba a su dicho. Definitivamente Louis se pensaría quince veces aceptar otra invitación de él.

 

 

No iba a regresar a la casa. Le traía recuerdos, pero más importante, quizá Lestat ya estaría allí listo para reclamarle. Sin ningún derecho, claro, ¿qué se creía ese egocéntrico? Aceptaba que aquel se jactara de ser casi un rey, pero por mucho poder que presumiera, Louis no se iba dejar atropellar.

 

 

Lestat se fijó dos veces antes de entrar por la baja rendija. Definitivamente Louis no estaba allí, aunque percibía su olor reciente. Y el de alguien más. Apretando los puños instintivamente porque lo reconoció enseguida. Se trataba de Armand, uno de sus más queridos «enemigos amigables». Seguramente había venido en búsqueda de su Louis, y por tanto él sabría dónde estaría. Después de unos segundos se le ocurrió usar las mentes humanas para encontrar a su querido pupilo. Alguien debió encontrarse con Louis en el transcurso de la noche. Se acomodó los sedosos cabellos rubios y se echó a andar por la colonia. El olor de Nueva Orleans seguía siendo tan llamativo con luces de neón para él. Era, ¿cómo decirlo?, su segundo hogar. Aunque quizá sería mejor referirse al único que le duró más de cincuenta años, después de todo con nadie había repetido una convivencia tan larga. Ni siguiera con su recién adquirido amigo David, pero éste ya sobrepasaba el lustro, y Lestat dudaba que resistiera un par más a menos que decidiera aceptar el Don Oscuro, como se lo había ofrecido tantas veces la siguiente podría ser la definitiva. De eso quería hablar Lestat con Louis, buscaba consejo, entre otras cosas. Louis siempre conseguía calmarlo; muy probablemente sería el único ser en su eterna vida con el poder de pacificarlo. 

¡Recordó cuánto había gozado al recorrer estas calles de la mano de Claudia y cerca de Louis! ¡Saberse el dueño de ése pequeño y pantanoso mundo! Incluso todavía podía reírse con descaro al evocar cada gesto que el pobre Louis le dirigió cuando lo horrorizaba su naturaleza. Sin duda alguna era un príncipe de la maldad. El mismísimo diablo con cara de Ángel. Se le antojó pensarse como uno del estilizado Botticelli, aunque eso más acertado sería para definir a Armand, algún día usaría ésa referencia para él;  o de su entrañablemente admirado Blake que gustaba de jugar entre los límites de lo bello y lo grotesco.

Cuando estuvo frente a un local que despedía el olor a comida francesa frenó su andanza. Justo allí mandaba a hacer las muñecas que regalaba a su pequeña e ingrata Claudia cuando era su aniversario de nacida en como Hija de las Tinieblas. Guardó en su corazón sin rencores sus máximas sobre ella. Asimismo los celos que le tuvo también se quedarían en el arcón. No había que reprocharle a su fantasma. La amaría siempre. Sobre todo porque ella y la condescendencia de Louis permitieron estar junto a él a pesar del pésimo carácter que tuvo que crearse para no revelar lo prohibido por Marius. De eso ya era historia marcada en las hojas y dadas a la vuelta.

Entró en una librería abierta las veinticuatro, ubicada en la esquina de St. Charles para buscar algo con poco interés. Tanto pensar en eso le trajo a la mente el incumplimiento de su juramento. «Lestat, el vampiro» yacía casi olvidado debajo de otros títulos mucho más insulsos tanto de nombre como de contenido. Esbozó una sosegada sonrisa y suspiro tenue cuando al escavar entre los libros de liquidación estaba «Entrevista con el vampiro», lo levantó con ambas manos y luego lo lanzó por encima de su hombro, volviéndose presa de unas ridículas y sonoras carcajadas que levantaron las cejas del dueño. Sin otro número por armar salió a la noche cálida. Se apaciguó con el olor de las flores que colgaban de los alfeizares.

También aprovechó el resto de la noche para alimentarse. Esta vez no había mucho tiempo para perseguir a un sujeto más de dos noches, realmente deseaba probar algo impío y rápidamente para no sentirse «bueno». No era en extremo menester beber para sobrevivir. Para él ése asunto había quedado devengado a cuarto término en razón de ahora ostentar un ponderable orgullo de ser vampiro de alto rango, con sangre antiquísima transcurriendo por su sistema sobrenatural. De inmediato vino a su mente el recuerdo de la bella y afable Akasha. Un dolor soberbio se le plasmó en el semblante hasta que por medio de una mente femenina dio con Louis. Se lanzó para acorralarlo al segundo siguiente.

 

 

Lo había encontrado. Vaya que fue muy ingenuo de su parte esperar lo contrario. Por otra parte miró el cielo y supo que restaban dos horas para el avistamiento del amanecer sobre el horizonte de su tierra. Por lo que creyó sensato enfrentar a su creador, al final, no le quedaría mucho tiempo para perdonarlo y era justo lo que quería.

−Por favor, no empieces –advirtió, levantando la mano derecha para ponerla frente a Lestat.

−¿Que no empiece qué? –inquirió sonriente –. Tengo una ronda de excelentes excusas, lo prometo –puso la mano derecha sobre el corazón e inclinó la cabeza –, sólo espera que las encajone en ésas categorías que tanto te gustan; podemos empezar con las excusas «típicas de Lestat» o con «Las típicas para Louis».

−Así que hay un cajón especial para mí –dijo sin ocultar inocencia inherente –, no me interesa ninguna de las dos. En serio. No te molestes, por el momento ocupa estos minutos para hablar sobre lo que querías.

−¡Eres extremadamente seco, mi querido amigo!

−No es para menos, sabía que podías ser un impuntual conmigo, mas no se tratare de una muchacha mortal o tu querido amigo David porque serías capaz de volar, literalmente.

−Ah, ya era hora de que te tocara sufrir celos –comenzó a caminar y Louis le siguió mecánicamente.

−¡Celos! –exclamó con algo de enfado –, eres la criatura más promiscua que podía existir entre los nuestros, yo sólo soy renuente a palparme con tanta gente como tú.

−He de recordarte que amas las reuniones que de vez en cuando tenemos con el resto.

−Y yo te recuerdo a ti que si se formó una reunión tan grande como la anterior fue porque por tú culpa todos nos vimos en peligro. Además no me inmiscuyo como su alteza suele hacer.

Touché, pero ni siquiera así admitiré que te ves tremendamente adorable cuando estás enojado conmigo.

−Una cosa no viene de la otra, Lestat –interrumpió, virando la vista y tratando de enfocarla en los faros de enfrente. El parque estaba solitario.

−Creí que te habías fugado con Armand y regresado a Miami –dijo con fingido pesar –. Vaya, como si jamás pudiera alegrarme de nuevo con tu compañía.

−Eres un romántico a lo exagerado, ¿sabías? –tachó en cara y avanzó aun cuando Lestat optó por sentarse en una de las bancas cercanas a la fuente principal.

−Hago lo mejor que puedo, mon amour –usó el tonito especial, su acento favorito para usarlo sobre Louis que regresó sobre sus pasos y tomó asiento junto a él.

−Anda, dime qué es lo que te preocupa esta vez. Ojalá no tenga nada que ver con tu amigo David.

−¡Dulce adivino, dime qué ofrecer para complacerte!

−Así que es sobre él –continuó –. Todavía sigue rechazándote, de seguro, a que lo vuelvas inmortal. No me sorprende. Él es diferente a todos los humanos con los que te has empecinado, Lestat. Él está seguro de vivir y desear morir como humano. Y lo admiro mucho por ello.

−¿Por ser un terco incorregible?

−No eres el mejor para usar esas palabras. Y no. Lo admiro porque se opone a ti con toda vehemencia que su edad y cultura le permiten. Me puedo imaginar con la diplomacia con la que te evade –le pareció gracioso, pues sonrió con amabilidad –. Cosa que yo no tuve cuando te conocí.

−Oh no, de nuevo esa discusión no –amplió un gesto socarrón –, ya te he preguntado qué harías si pudieras obtener un cuerpo humano.

−Y yo ya te he respondido que lo haría sin pensármelo ni una vez. Y no agregues nada más –evitó mirar a Lestat a los ojos –porque tu respuesta ha sido la más egoísta de todas las que me has regalado.

−No voy a obedecerte, si te convirtieras, por un milagro de Dios o del Diablo, en humano de nuevo, ¿adivina qué? ¡Te volvería a elevar al cielo con mis brazos, te haría vibrar de gozo inalterado al sorber tu sangre y entregarte la mezcla homogénea de la nuestra!

−¡Eres incorregible! –exclamó poniéndose de pie, crispado de los nervios y apretando la quijada. Recriminándose por perder el control, inspiró profundamente –. Deja a David en paz, él no merece que lo traiciones. Me parece formidable que no hayas ya cometido el crimen de convertirlo, quizá se deba a que a él lo quieres más de lo que me quisiste a mí cuando era un humano que buscaba la muerte. Pero eso no importa. Habla ya en serio, ¿a qué viniste a Nueva Orleans? –lo miró con los ojos destellando de súplica.

−Mi bello Louis –se incorporó hasta ponerse frente a él, tomándole de los hermosos pómulos que le habían robado el corazón desde la primera vez en que lo vio –¿Qué no es obvio? Vine por ti. Para ofrecerte iniciar otra vida juntos.

−No quiero –respondió casi de inmediato –. No es cierto, ¿de qué manera no me has lavado el cerebro ya? La cita se acabó, ahora déjame ir.

−Por supuesto que no lo haré –lo atrapó por la cintura y agradeció a Dios ser más fuerte que él –. Te quise llevar por la buena, pero ya sabes –le susurró a los oídos –yo no sé cuándo rendirme.

−¡Ése es tu mayor defecto! –fue lo último que dijo, después sólo le quedó la opción de aferrarse al cuello de Lestat y no mostrar miedo ante la férrea determinación de él.

 

Estaban de regreso en casa. Lestat dejó a Louis en el techo y ambos bajaron hasta colarse por las ventanas.

−Reinauguraré esto. Le devolveré todo el esplendor para ti –aseguró tomando asiento en una polvorienta silla, importándole poco que se ensuciara la ropa tan costosa que traía.

−No es necesario. Me gusta así –alegó Louis, acariciando el borde de un viejo escritorio.

−Pero es mi casa –replicó Lestat –Oh vamos Louis, no sigas melancólico que me abrumas –movió la mano en signo despectivo –. Además venía a continuar con nuestra plática.

−¿No puede esperar a mañana? Comienza a darme sueño –dijo con ligera burla –. Igual que a ti.

−Es que esto no puede esperar. Vengo a hablarte de mí reciente persecución.

−¿Alguien para sustituir el fracaso? –inquirió con sorna.

−Por favor, no interrumpas hasta que te dé permiso –ordenó y recibió un gesto de sorpresa fingida ante esa actitud –. Bien, como decía. Tengo a alguien nuevo en la mira y no sé con certeza si debo matarlo ya o esperar a que me interese más y convertirlo en mi amigo nocturno.

−Para después convertirlo –aseguró.

−No lo creo –frunció los labios –. Estoy casi seguro de que él me rechazará igual. Quizá peor.

−Me cuesta trabajo imaginar algo así. Mejor déjalo tranquilo, igual que David, no haces más que causar daño a quienes te enamoras.

−¿Es así? –quiso saber sin ocultar su sorpresa –. Pues este chico despertó en mí un interés y quieras o no te lo voy a contar, después de todo está aquí. En Nueva Orleans.

−¡Lestat, detente en este momento! –exhaló Louis –. No quieras convertir este lugar en otro de tus puertos.

−¿Por qué razón habría de hacerte caso? No aceptaré ninguna objeción tuya hasta que por lo menos me dejes explicarte qué es lo que le vi.

−Alguien hermoso con actitud ególatra. Sólo eso te falta a la colección –declaró con exasperación –. Lestat –intentó conciliar su propia voz –, ¿qué tanto te cuesta ser un Hijo de las Tinieblas normal? De verdad que a todos nosotros nos causa curiosidad.

−Hummm, no. No es casi nada de los dos –se encogió de hombros –. Es un estudiante, vino aquí a investigar junto a su maestro y algunos compañeros en plan de intercambio temporal. –sin quererlo o no Louis se sentó cerca de Lestat para escuchar el relato –. Me encontraba de caza cerca de la frontera sur, ya sabes, cerca de aquí y allá. Fue entonces cuando él me vio a mí. En serio, quedé sorprendido después de cerciorarme que a través de la muchedumbre sólo me prestaba atención.

−Qué raro.

−Oh calla –reanudó –. Me hubiera molestado si alguna obsesión le naciera en ese momento para seguirme, pero se limitó a sonreír y a seguir con su camino. Probablemente yo no era el primer ser que se había topado o es sensible a las cosas, qué sé yo. Decidí seguirlo, porque me llenó de curiosidad, él y su grupo de amigos. Hablaban varios temas a gran velocidad y eran tan cambiantes como los buenos tiempos en altamar. Con vida emanando de cada poro. Tomaron un autobús y él estaba feliz, no logré ver con quién conversaba dentro. Algo me lo impedía. Por lo que me pude enterar fue que era un tipo de viaje bien planeado hacia Nueva Orleans con motivos académicos y un poco amarillistas.

«Había ocurrido un asesinato en la Calle de St. Germain que ellos debían estudiar. Una especie de investigación de campo. Me fascinó al instante la idea. ¡Cuánto nos hubiera servido académicos preparados para resolver crímenes innombrables! Pero lo que más me impactó fue que él formaba parte de la comitiva de psicología criminal, ¿te imaginas? Mi alborozo creció y creció. Estudiar, analizar, diseccionar, paladear incluso predecir la psique del criminal. Una cosa sorprendente. No fue hasta esos días en que presté atención a lo que en las escuelas sucedía. Esta vez quise involucrarme con un embrión de intelectual.

«Seguí el grupo hasta que se hospedaron en el hotel. Un hotel en la calle Royale. ¡Exacto, en nuestra misma calle! Pero no te preocupes, no han venido a investigar un asesinato cometido por mi o cualquiera de nosotros. Se quedó albergado con una chica que seguía sin poder ver, ni siquiera a través de los ojos de los demás mortales que pudieron cruzar camino con ella. Sabía que era una chica, por lo menos estuve lo suficientemente cerca como para detectar el perfume de Nina Ricci. Algo insoportable si me lo preguntas. Allí tienes que mi deseo por conocer a ambos se incrementó hasta eso mismo. En insoportable. El primer día lo dedicarían a vagar por las calles, así que regresé a mi escondrijo en Nueva York, debía aclarar un par de asuntos con David respecto de unas reliquias y allí me quedé hasta que de nuevo anocheció.

«A mi regreso a Nueva Orleans el grupo estaba preparado para asistir a la escena del crimen. Y Lestat, el sensato, con lentes color lilas y zapatos de buen cuero los persiguió. Creí que perdería la oportunidad de verlos en acción, pero había que hacer su inspección durante la noche. Entre los múltiples pensamientos detecte «sombras» y otras palabras que ellos adoraban inventar.

«Como dije, ver a la pareja junta fue un deseo que ni vi materializado hasta la segunda noche. La chica era algo más reservada de lo que creí y él parecía ocultarla de mí. Sinceramente no estoy seguro sobre eso. Había algo que se interponía en mi visión. En fin, llegaron al edificio donde se había cometido el asesinado. Y los vi a ellos dos caminando con pasos tranquilos. El profesor les ordenó que hicieran lo pertinente, no tomarían huellas ese día porque los forenses ya se habían encargado de eso, lo que quería era que buscaran los medios comisivos, el cómo murió la víctima y con qué. No me costó trabajo entender que la mujer no era de la misma área de estudio que él. Él estaba mucho más interesado en la estatua que descansaba en una de las paredes.

«−La han movido –musitó para su pareja –. Mira el piso –efectivamente, la estatua había sido cambiada de lugar sin razón alguna. No creía posible que un asesino se limitara a mover una cosa tan pesada para acomodar la escena donde cometería su falta.

«−¿Y qué supones que planeó? –inquirió ella, inclinándose al piso, con los guantes bien puestos y palpando el piso –. ¿Quizá adornar? –agregó con burla.

«−No lo creo –puso su mano sobre la barbilla y cerró los ojos por un momento –. ¿Te parece simétrica? –le preguntó esta vez. Así como iban me los imaginé como Sherlock y Watson de bebés.

«−Hummm, allí –señaló –. Cóncava una parte de la cabeza, si cayó al piso lo hizo aquí –se dispuso en un lugar de la moqueta y abrió las palmas de las manos. Fue en ese momento en que la divisé como nunca antes en las pocas horas que llevaban allí. Parecía una especie de santa, y exagero, la pose, con las caras de la mano abiertas, no sé, me conmovió como suele hacer cualquier signo o ícono.

«−Me sorprende que no se haya destrozado por completo.

«−No si tomamos en cuenta que la víctima era carne blanda –se encogió de hombros –. Asumo que el asesino la regresó a su lugar.

«−¿Qué clase de hombre podría levantar un coloso como éste? –regresaron ambos su atención a la estatua. Era cierto. Era de considerable tamaño y partiendo del punto que estaba creada en mármol…

«−Auch –se quejó ella –. Me da calosfríos imaginármelo.

«−Por eso no sirves para este trabajo –dijo él, divertido –. Necesitas sangre fría para soportar estas cosas.

«−«Soportar» -repitió ésta con una ceja enarcada y cruzada de brazos –. De acuerdo, lo admito, tú sí «soportas».

«−Tal vez me equivoqué de término –se encogió de hombros –. Yo estoy hecho para esto.

«−No lo olvidaré, capitán. ¿Vamos al segundo piso?

«−¿Para qué? –inquirió, mirando en rededor –. Esto fue muy aburrido, creí que sería un reto como para tardarnos tanto en el viaje –sonó quejumbroso y casi quería regresar al hotel vagar por las calles –. Estúpida decepción.

«Después de una hora de vistas, el profesor anunció cómo ocurrieron las cosas.

«−Los golpes fueron dados con una especie de mazo, fueron informes, ninguna cadencia se desprende del cuerpo. Unas partes fueron más dañadas que otras, sin embargo el resultado fue devastador, la cabeza quedó irreconocible como una…

«Siguió con una cátedra sobre técnicas y trucos por él aprendidos a sus pupilos mientras mostraba la zona del impacto, que era un par de metros atrás de donde estaba la estatua. Por supuesto que mi blanco se sorprendió que su veredicto no fuera expuesto por el profesor. Pero no estaba equivocado, la estatua había sido movida y dañada y algo había yacido en la moqueta. Algo deformó el piso y era increíble pensar que los forenses pudieran pasar un detalle como ése. La investigación estaba cerrada y no había cabida a discusiones, el cuerpo fue identificado por una prueba de ADN y listo. 

«−Bien, mañana iremos al segundo ejercicio.

«−Espere, profesor, tengo mis dudas al respecto –intervino mi blanco –¿Qué ganaría usted trayéndonos a este edificio de noche si toda esta escena hubiera sido resuelta igualmente en el día?

«−No esperaba menos de usted, Belmonte –dijo afablemente –. Podrás quedarte hasta darme la resolución del segundo y tercer caso, si quieres –obviamente el mencionado Belmonte no dejó escapar su sorpresa al escuchar que no habían sido sólo dos víctimas, sino tres. Se comportó firme y aceptó sin miramientos –. En este supuesto, el resto vuelve conmigo al hotel. Uno de los profesores se quedará esperándote –terminó y se llevó una ronda de reclamos.

«El resto de los estudiantes ocupó mucho tiempo en exigir más permanencia en el edificio. Querían saber la historia completa y claramente se sentían ofendidos y enojados consigo mismos por no haber caído en la cuenta de algo simplemente obvio.

«Pero mi héroe, tranquilo y orgulloso de su primer logro, se dirigió a la segunda planta.

«−Felicidades por ser la fuente de rencor de muchos –cuando escuchó esa voz la reconoció enseguida.

«−No hace más que enaltecer mi ego –sonrió de lado –. Creí que a estas horas estarías quejándote por la falta de descanso –agregó, tomando una lámpara y encaminándose a las escaleras de madera.

«−¿Y dejarte solo? Te recuerdo que me da pendiente dejarte solo, ¿qué tal si decides engañarme en Nueva Orleans? –iba detrás de él –. Te juro que te mato –aseguró juguetonamente.

«−Sería un honor –respondió –. Adornaría los muros como una de las pinturas de tu querido Dalí.

«−Sep, reconociblemente bello y torcido. Ahora, capitán, ¿qué buscamos sobre una tercera persona?

 

 

Lestat detuvo su narración ya que quedaban pocos minutos para buscar albergue.

−Ven conmigo, Louis. Quiero que los conozcas.

−¿E incinerarme? Gracias, pero pasaré la invitación suicida esta noche. En serio. Será mejor que te vayas ahora mismo, excavaré una fosa en el jardín como siempre hago cuando se me hace tarde –sonrió con tranquilidad –. Mañana en la noche me terminas de relatar tu ensoñación.

−Es que dejó de ser un sueño, Louis –repuso con algo de nerviosismo.

−¿Qué? –soltó totalmente perplejo.

−Me presenté ante ellos justo en el momento en que llegaron al segundo piso…

 

 

Notas finales:

To be continue.
Espero que les haya gustado, me costó tiempo escribir esto así que en verdad, con tota humildad, espero que lo sigan. Los comentarios me ayudarán a saber si ésto no es una blafemia contra Anne. De todos modos, amo las críticas, asi que recibo de todo. :)


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