Miyagi corregía unos trabajos de literatura en su despacho. Se acarició la sien irritado, todos sus estudiantes eran unos inútiles. Además, no paraba de escuchar unas risas fuera que le estaban molestando. El tiempo de descanso ya había terminado.

Se asomó por la ventana, visualizando un grupo de tres muchachos, fumando y charlando animadamente en la parte de atrás de la universidad. ¿Qué hacían ahí a esas horas?

Resopló y se levantó, dejando de corregir los trabajos. Debía de dar un toque de atención a esos muchachos.

Cuando estuvo fuera, pudo comprobar más de cerca que esos tres chicos estaban vestidos con pantalones negros y chaquetas de cuero.

—Genial, encima tendré que lidiar con los estudiantes chulescos de la universidad.

Cuanto más cerca estaba, más fuerte era el olor del cigarro. Se paró detrás de los tres estudiantes, pero ninguno se giró ante su presencia. No se habían dado cuenta o estaban ignorándole.

—¿Qué creéis que estáis haciendo? —mencionó, sobresaltando a los tres muchachos.

Los tres mencionados se giraron a la vez. Uno de ellos era un chico bastante alto, moreno y de ojos verdes. Le conocía, era uno de sus estudiantes. Bastante malo, por cierto. Se llamaba Keita. El segundo era un moreno de ojos azules, también uno de sus estudiantes, llamado Ryu. El último de ellos era un muchacho rubio cuyos ojos eran de un peculiar color grisáceo, más bajo que los dos anteriores. Este último le miraba muy sorprendido. Ese chico le sonaba de algo, pero no era uno de sus estudiantes.

—¿M-Miyagi? —murmuró el rubio completamente sorprendido.

—¿Eh?