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Corazón Oscuro por takeohigurashi

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Notas del capitulo:

Ambientemos un poco para lo que se avecina. 

Lejos del campo de batalla, donde soldados del reino de Aratha se enfrentaban contra un grupo de bandidos, dentro del bosque algo comenzaba.  Un joven soldado se mantenía quieto, presa del pánico, viendo como una sustancia oscura brotaba del suelo, creando un enorme charco. Su espalda tocando la corteza del árbol, mientras levantaba su espada en  un intento inútil por defenderse.

No tenía que ser un experto para saber que era magia oscura lo que se desarrollaba frente a él, pero aun así no le restaba temor.

Sus compañeros estarían ahí en algunos minutos y cuando regresaran podrían idear algo. Había sido una mala idea poner el campamento en ese lugar, de eso estaba seguro. ¿Pero quién habría imaginado que él, el novato, activaría una vieja trampa?

En su defensa, había sido un accidente y también era culpa de sus compañeros por dejarlo solo sin supervisión de su mentor.

Sacudió la cabeza, regañándose por su estúpido pensamiento. Así era la guerra, no siempre contaría con la instrucción de su maestro y no podía depender de sus compañeros porque estaban en el campo de batalla, ellos tenían mejores cosas que hacer que cuidar al novato.

Tragó en seco, apretando la empañadura de su espada y se puso de pie, notando como el líquido había dejado de avanzar y solo se podían ver pequeñas burbujas negras salir de vez en cuando. Usando un conjuro simple, hizo que su espada se llenara de llamas.

La levantó en el aire, pero, cuando se disponía a clavarla en el líquido, algo se agitó dentro y le hizo detenerse, viendo como una mano esquelética salía del charco, atrapando el filo de su espada. En un segundo, las llamas desaparecieron. Sintiendo toda su energía siendo drenada, sus piernas comenzaron a sentirse débiles y, sin poder evitarlo, cayó dentro del charco. 

Su cuerpo, totalmente inmóvil, sus extremidades no le respondían y solo podía ver cómo era engullido por el líquido oscuro del charco. La luz se iba perdiendo mientras los segundos pasaban y su cuerpo desaparecía, solo dejando el rastro de pequeñas burbujas de lo último del aire de sus pulmones.

El charco volvió a su estado original, totalmente tranquilo.

Pero no se quedó quieto, se agitó salvajemente, salpicando con la sustancia negrezca por todas partes del bosque. Los arboles secándose de inmediato al ser tocados y la tierra adoptando una apariencia grisácea. Los pequeños insectos que rondaban ahí sufrieron la muerte instantánea, quedando reducidos a polvo.

Todo lo que tocaba perecía.

Y sin embargo, de su interior emergió una figura esquelética. Arrastrándose para poder salir del charco, arañando la tierra, mientras su cuerpo se contorsionaba de una forma casi grotesca. Poco a poco el cuerpo salió en su totalidad.

Mirando hacia todos los lados, cubriéndose con una mano, acostumbrándose a la luz del día. Cuando finalmente se acostumbró a su nuevo entorno, escupió el mismo líquido oscuro.

—              ¡¡AHHHHH!! —dejó salir un grito desde lo más profundo de su pecho. Un grito tan  desgarrador que  resonó en todo el bosque. Similar al de una bestia herida, no el de alguien humano.

Siendo advertidos, algunos soldados que regresaban comenzaron a acercarse y al notar a la horripilante criatura levantaron sus armas. Todos rodeándolo y con sus espadas hacia él.

—              ¿Quién…? ¿Qué cosa eres?

—              … Ma…Al… —murmuró,  aunque no podía entenderse muy bien cuando hablaba por el líquido que seguía saliendo de su boca.

Uno de los hombres, exasperado, avanzó y lo tomó de las desgarradas ropas, levantándolo del suelo. No sin antes darle una fuerte sacudida. Pero la criatura no espabilaba, parecía incluso más confundida por la agresión del soldado.

—              ¡Responde, maldito monstruo!

—              ¿Mons…truo? —dijo, moviendo la boca de una forma extraña. Tal vez no podía hablar como la gente normal y tenía que hacer grandes esfuerzos.  No importaba. Lo que le desconcertaba era la mirada de la criatura. Era como estar viendo un cadáver, no había vida en ellos, ni siquiera burla o pánico. Sus ojos estaban muertos.

—              ¡Sí! Eso es lo que eres. Un maldito monstruo. —lo soltó, dejándolo caer contra el suelo. Se quejó, pero poco podía importarle al soldado. Se giró hacia su líder, señalando a la criatura por encima del hombro. —Señor, no tendremos nada de él. Lo mejor será encargarnos de él. Hasta estaríamos haciéndole un favor. —dijo con una media sonrisa.

El líder de la cuadrilla iba a responder, cuando notó como una pequeña mancha carmesí se extendía por el pecho de su camarada, mientras pequeñas líneas de sangre salían de las comisuras de sus labios, una mano sobresaliendo de la armadura. Todos los hombres miraron horrorizados como la criatura movía sus dedos, que ahora tenían unas largas y afiladas uñas, a través del pecho de su compañero.

La criatura se acercó, colocando su otra mano sobre el hombro del soldado. Acercó su rostro a la parte en la que se juntaban su cuello y su hombro e inhaló, saboreando la esencia del joven guerrero.

—              Realmente eres… alguien especial. —dijo, lo suficientemente audible para que su víctima le escuchara, aun en estado de shock.

Yendo de la mano que atravesaba su pecho al rostro de la criatura, que ahora le miraba con una sonrisa que dejaba en evidencia sus grandes y sucios dientes. Quería decir algo, pero las palabras no salían, sentía que le habían robado la voz. El aire no estaba llegando a sus pulmones y podía sentir como su cabeza comenzaba a dar vueltas.

Todo su cuerpo paralizado por el miedo, era una sensación extraña. No como las de un sujeto que ha enfrentado la muerte incontables veces, sino una sensación de desesperanza, porque sabía que no había escapatoria. Estaba condenado. Era su fin.

Le dirigió una mirada a su líder, la cual entendió rápidamente y aceptó inmediatamente a su suplica silenciosa.

El hombre se abalanzó y, haciendo un movimiento en arco, cortó el cuerpo de su amigo por la mitad. Con la suficiente fuerza empujó la espada para acertarle un golpe directo a la criatura, pero al hacerlo, ésta detuvo su espada y lo hizo volar, levantando su cuerpo en al aire hasta que aterrizó dentro del charco.

—              Que impacientes son. —diciendo esto, agitó su mano y, del mismo charco, largas cadenas comenzaron a emerger y, con otro movimiento de mano, las cadenas salieron disparadas hacia todos lados.

Los soldados, incapaces de protegerse, terminaron siendo atrapados por ellas. Algunos apresados contra los árboles, otros siendo atravesado por éstas y terminaban colgados, aun empalados. Ninguno había podido escapar de su red.

Los gritos de los hombres llenaban el vacío, produciendo un eco maravilloso para la criatura, quien no perdía el tiempo y continuaba torturando a sus víctimas.

Soltó el cuerpo desmembrado del soldado, maldiciendo su mala suerte por no haber sido más rápido.

Se acercó hacia el charco y se inclinó, tomando de la pierna al líder. Lo sacó sin problema y estrelló contra un árbol, sin darle tiempo a reaccionar, lo atravesó con su propia espada. El hombre dejo salir un grito ahogado por la sangre que se acumulaba en su garganta, sintiendo el palpitante dolor de la espada atravesando su carne. Intentó, en vano, de sacarse la espalda y de quitarse a la criatura que parecía reacia a dejar de empujar la espada.

—              ¡Maldito monstruo!  ¡Maldito!  ¡Me las…! —no pudo terminar su amenaza, puesto que la criatura, agitando suavemente su mano, lo decapitó. La sangre salió a borbotones de la herida en el cuello, bañándolo parcialmente.

La criatura miró todo el lugar manchado de sangre, viendo a los soldados aterrados, mientras otros maldecían y le miraban con odio puro. Sonrió y vio como la vida de todos esos hombres se extinguía, solo para ser transmitida, directamente, a su cuerpo.

La energía vital de los jóvenes llegaba en grandes cantidades, provocándole que todo su cuerpo se estremeciera. Notó como su cuerpo comenzaba a llenarse, retomando su vitalidad, aunque no totalmente.

Cuando vio como los cuerpos de los hombres se reducían a simples cuerpos secos y sin vida, liberó a los soldados, dejando los cadáveres a mitad del bosque.

Comenzó a caminar, notando todo a su alrededor. Gracias a los recuerdos que estaban impresos en la sangre pudo ver el tiempo que había pasado encerrado y había aprendido algunas cosas importantes de ese tiempo. Lo que necesitaba antes de conocimientos sobre esta nueva era,  era fuerza. Necesitaba más almas.

Alzó la mirada hacia donde un gran muro se elevaba y que dejaba entrever los techos de los grandes edificios dentro de la muralla.

Esbozó una media sonrisa, que le daba un aspecto más tenebroso a su rostro demacrado.

Iba a conseguirlas.

 

Notas finales:

ahora sí, todo va en orden. 


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