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Mi Héroe|KaiSoo por Biscuit

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"A veces escapar de la realidad es lo único que uno necesita para tener una pizca de felicidad en su vida. Sueña soñador".

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Notas melodiosas eran para JongIn el movimiento de cada hoja que hacia al pasar con sus delgados y morenos dedos.

Sus ojos parecían poseídos por la magia de los escritos que ya hacían en el deteriorado papel, no había absolutamente nada que pudiera sacarlo de su mundo utópico.

Podía pasarse días enteros leyendo o como el diría imaginando proezas heroicas, en las cuales él terminaba siempre siendo el héroe.

Aunque la realidad era dura a veces al igual que las palabras de su familia sacándolo de su ensoñación.

"Inútil", "¿crees que la vida son libros y libros? Lo único que haces es perder tu tiempo", "deja de vivir en la mentira"

Sin embargo él se mantenía ajeno a todo ello, aunque no exactamente a todo, es decir, una vez su padre le había dicho en sus arrancadas de borrachera...

-Siempre te ha gustado creerte el súper héroe de tus libritos, no es así?

JongIn en su inocencia asentía eufóricamente creyendo cándida la sonrisa que se formaba en los labios de su figura paterna a pesar del estado en el que éste se hallaba.

-Pero eres un puto insecto, ¿cuándo te dejarás de niñerías y serás un adulto? Todo lo que lees en tus libros de mierda son mentiras, no existe y jamás lo hará ¡Tú nunca serás un héroe, solo serás parte del montón, un estorbo más con el que yo no pienso lidiar!

La penumbra se hizo presente y la niebla cubriendo por completo el pueblo no tardó en aparecer. En la casa de los Kim solo se alcanzaba a oír sollozos ahogados del cuarto de JongIn, quien escondido entre sus colchas lamentaba ser un mal hijo y decepción para sus padres pero por su mente jamás pasó el lamentarse por leer y mucho menos por soñar. Aunque aquella noche no fantaseó, ni imaginó. Durmió empapado de lágrimas y sueños rotos pero la esperanza por creer que sería alguien insigne no se perdió en ningún momento de esa infausta velada nocturna.

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Kim JongIn conoció la biblioteca a los 10 años, su tía de parte de mamá había notado el peculiar gusto del pequeño chico por los libros, entonces ¿qué mejor regalo de cumpleaños que llevarlo a una biblioteca pública?, pensó la señora regordeta y avara.

JongIn al entrar no pudo ocultar su emoción al ver los estantes llenos de libros, libros y más libros. Sus ojos brillosos delataban el estado en que éste se encontraba, relamió un poco sus labios y corrió, sí, prácticamente corrió escapando de la mano de su tía que hace unos momentos estaba entrelazada con la suya.

El chico de piel oscura quedó fascinado con el lugar, no sabía por dónde comenzar, hasta que su mirada dio con un pequeño libro pero éste se encontraba en lo más alto de los estantes, y para ser sinceros su tamaño no ayudaba a lograr su objetivo.

Decidido JongIn se aventuraría para conseguir su tesoro, así como los libros de aventura que había leído, subió cuidadoso al estante dejando caer uno que otro libro a su paso. Sus manos y piernas temblaban, faltaba poco para dar su hazaña por finalizada. Estiró su manito lo más que pudo pero no se percató cuando sus pies le dieron una mala jugada y cayó al suelo como saco de patatas.

Lágrimas rebeldes se asomaban en los ojos del pequeño Kim, pero no, él no lloraría, él no dejaría que nadie frustrara sus sueños y a esa corta edad se dio cuenta de ello, se levantó sacudiendo sus harapos y volvió a su aventura ahora con más convicción. Los héroes de sus libros jamás de los jamases lloraban por lo valiente que eran, persistían muchísimo en conseguir lo que querían y JongIn anhelaba ser como ellos. Quería dejar de ser un niño llorón y convertirse en alguien osado.

Esta vez comenzó con su pie derecho luego le siguió el izquierdo, usaba cada superficie del estante como peldaños. Tras volverse a encontrar tan cerca del libro, esta vez saltó. Sus pies dejaron el estante y su cuerpo se elevó al impulso que éste dio, tomó el libro entre sus manos y sonrió pero su felicidad no duró ni un par de minutos porque ya se encontraba tirado en el suelo con el libro abrazado a su pecho pero también con un gran chichón en su cabecita.

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A los 12 años JongIn tenía un cuarto lleno de libros pero no le bastaban, él quería que su espacio personal llamada habitación sea como la biblioteca, lugar que visitó constantemente desde el momento que su tía lo llevo. La mayoría de estos tomos que tenía justo eran de aquel sitio, prestados y uno que otro robado.

Su minúscula cama estaba repleta de libros, uno encima de otro como si se tratase de una torre de naipes, parecía que en cualquier momento caerían estrepitosamente al suelo.

El niño solía quedarse horas y horas en esa reducida y estrecha pieza con un libro en manos, hasta que luego se le encontraba con otro y así sucesivamente. Sí, JongIn había llegado a tener esa facilidad en la lectura rápida. Sus ojos al centrarse en los escritos ya no podían parar, se concentraba en demasía al punto que nadie podía sacarlo de allí. Ni un grito de su mamá o su papá ni sus primitos queriendo molestarlo o sus tíos mofándose del "niño raro" como lo habían apodado, podría sacarlo de su pequeño y ficticio mundo.

No había duda que había palabras que el muchacho desconocía en lo absoluto y optaba por releer el término en el cual tenía dificultad un sin fin de veces hasta encontrarle sentido.
Una vez se animó a tomar un lápiz usado de la repisa del cuarto de sus padres para luego correr lejos de allí como alma que lleva el diablo. Arrancó un pedazo de papel higiénico del baño y fue hasta su habitación, cerró con pestillo la puerta y de inmediato dejo caer su posadera al piso y se cruzó de piernas, apuntó las palabras desconocidas de su vocabulario en aquella hoja de papel de baño con sumo cuidado para que no se rompiera por lo frágil que era. Esa manía se le hizo costumbre hasta que una vez logró rellenar todo un papel de baño con vocablos, sí, aquel día su padre le había propinado una buena tunda porque no podía limpiarse con "esa mierda", según había bramado el Sr. Kim.

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15 años y medio para ser exactos eran los que tenía el no tan pequeño Kim, puesto que su moreno y flacucho cuerpo había dado un estirón. Él había crecido al igual que su obsesión por los libros. Ahora contaba con un diccionario de bolsillo, el cual fue un obsequio de la bibliotecaria quien era la única que podía apostar por JongIn y su afición por los libros, ya que lo vio prosperar en el transcurso del tiempo.

JongIn jamás había ido a una escuela y la razón era porque sus padres no tenían los recursos necesarios para solventar su educación. Por ello tenía muchísimo tiempo para dedicarse a sus lecturas, aunque en las tardes se encargaba de ayudar a su padre en el trabajo, el cual consistía en recolectar basura de las calles.

Con un pantalón parchado en la rodilla, una polera usada que no se cambiaba por lo menos hace 4 días y un par bolsas cubriendo ambas manos amontonaba la basura en una caja.

Sus cabellos rebeldes se movían al ritmo de la ventisca que corría en esa época del año

Mordía sus labios al sentir sus huesos calarse por el frío, con un esfuerzo sobrehumano logró terminar su labor y dar por ignorado el hecho de que su cuerpo pedía a gritos un descanso.

Suspiró recostándose en las cajas de basura y su mirada se elevó al cielo, contemplo éste por unos cuantos segundos antes de que su padre llegara y le llamará holgazán y un par de adjetivos más.

Su progenitor le había encomendado terminar también con la parte que a éste le tocaba con el pretexto de que le dolía la columna, a JongIn no le quedó de otra que acatar las órdenes. Un alarido ahogado salió de sus labios al ver el cuerpo de su padre desaparecer entre las calles.

Cansado, es como se sentía el chico y no dejaba de gimotear hasta que su cuerpo no pudo más y se desplomó en el pavimento. Cerró sus párpados por unos instantes, y luego se recordó a sí mismo "un héroe jamás se debe rendir". También paso por su cabeza un escrito que cayó en sus manos hace unos días atrás, un arrugado cómic de Superman que encontró en una de sus expediciones a la chatarrería.

Se levantó como pudo tropezando en el camino por el dolor de sus piernas, con una sonrisa traviesa en los labios pero aún adolorido tomó una bolsa de basura, la rompió un poco y se la amarró al cuello, no, JongIn no se ahorcaría aunque ganas no le faltaban, solo se hacía una nada elegante capa. Se colocó una caja vacía sobrante en la cabeza, objeto que antes le hizo un par de agujeros para los ojos, y rebuscó papel periódico para ponerselo en la cintura, dándole la imagen abstracta de un cinturón. Los guantes de súper héroe ya estaban listos los cuales eran sus bolsas transparentes con las que recogía los desechos de las personas. Lo único que faltaba eran sus botas pero de eso se encargó JongIn ubicando trozos de bolsa de basura sobre su calzado, según él para hacer juego con su traje. Y por último añadió la insignia que era una chapita de gaseosa amarrada con una liga, que quien sabe dónde encontró, a su pecho.

"SuperKai" al rescate, así era el nombre de héroe de JongIn para esconder su identidad, ¿muy creativo no?

Haciendo unos pasos ciertamente extraños como volteretas y piruetas que resultaban ser volantines mal hechos en el piso, recogía la basura. Así estuvo por lo menos 2 horas hasta que comenzó a oscurecer, el cielo se nublo y caían diminutas gotas de agua.

El héroe SuperKai al ya acabar con su proeza, hizo una pose heroica el cual consistía en dejar un corto espacio entre sus pies y hacer ambas manos puños para luego colocar éstas a cada lado de su cintura, era una postura poderosa pensó el chico vestido de desperdicios.

La lluvia no se hizo esperar mojando las cajas que JongIn se había esmerado en ordenar con la basura dentro y en el lapso también se empapó su traje de héroe, deshaciéndose en el suelo. Lo único que tenía seguro es que esa noche el cinturón de su padre le haría una visita ni bien entrará a su morada.

 


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