- 1. GALÁCTICO
Taiga estaba seguro de que sus hijos eran los más hermosos del planeta. Lo podía decir temor a equivocarse.
Leo era tan apuesto, era alto como ellos y cada vez se parecía más a Daiki, pero sin su color de piel y más juguetón de lo que era su esposo a su edad.
Terry con sólo dos años era un ángel, en todo el amplio sentido de la palabra. Le gustaba que le abrazaran, no lloraba por nada ni se quejaba. Él era feliz siendo amado.
Pero había algo que sus hijos tenían, al igual que su esposo, pero que, con todo lo que amaba a sus dos retoños nacidos de sus entrañas no podían ganar a Daiki.
Daiki tenía los ojos azul galáctico.
Sí, era exagerado de su parte, lo admitía, pero es que cada vez que lo veía a los ojos se perdía en ellos. Era tanta la pasión con que le miraba, que cada vez que podía se perdía en ellos.
Como ahora.
-¿Hay algo en mi cara? -preguntó Daiki, quien estaba cómodamente acostado con un brazo tras su cabeza, mientras que su otra mano estaba plácidamente descansando sobre una nalga desnuda de su esposo.
-Sólo te miraba a los ojos -dijo Taiga, quien reposaba en el pecho de Daiki después de haber hecho el amor esa noche.
-Te pones romántico para que no tenga el valor de querer follarte de nuevo, duro contra el muro.
-Nunca te he puesto problemas o trabas a la hora de tener sexo, Daiki -dijo empinándose para besarlo en la boca-. No, sólo estaba pensando en que los chicos no sacaron tus ojos.
-¿Qué cosa? -preguntó Daiki sonriendo de lado- Claro que sí. Ambos lo sacaron y Himeko también.
-No es lo mismo -dijo sentándose nuevamente, esta vez sobre las caderas del moreno- tus ojos son más ardientes, tienen otro azul. Le puse azul galáctico.
-Así que le diste un nombre al color de mis ojos -dijo ubicando ambas manos en las caderas de Taiga.
-Sí -dijo cerrando los ojos, sintiendo como Daiki lo ubicaba para penetrarlo lentamente- veo las estrellas en tus ojos.
Daiki no dijo nada más, por que este lado cursi en su esposo también lo encendía y quería hacer el amor a Taiga, no quería sexo, quería disfrutar entre las sabanas, entre caricias y besos.
-Abre los ojos, Daiki -dijo Taiga besándolo en la boca, a su esposo se le había difícil besarlo de esa manera, porque además estaba saltando suavemente sobre su pelvis-. Muéstrame las estrellas, mi amor.
A la mierda.
Daiki volteó sus cuerpos y sostuvo las piernas de Taiga a los lados de su cadera para poder penetrarlo a gusto, viendo como su esposo tiraba la cabeza hacia atrás disfrutando del éxtasis.
Daiki pensó entonces que si tenía que darle un nombre a los ojos de su esposo mientras el orgasmo lo atravesaba, también podía considerarlo como galáctico. También era capaz de ver mil estrellas en ellos.
-Te amo, Taiga -le dijo besándolo en la boca con fuerza, sintiendo como su propio orgasmo también le atacaba.
-Yo también, Daiki, Yo también.