25.COLLAR
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Tenía que moverse con lentitud, si su esposo se daba cuenta que había llegado ebrio a casa posiblemente lo haría dormir en la sala por quizás cuanto tiempo, pero no había podido negarse a la invitación de sus compañeros, tenía un orgullo que proteger y no podía andar diciendo por ahí que no iba a beber con ellos por miedo a que su esposo lo regañara, aunque, en honor a le verdad, estaba seguro de que ninguna de las parejas de sus compañeros sabía en que andaban esa noche que, se supone, estaban patrullando la ciudad.
Trastabilló un par de veces, pero logró llegar a la habitación sin mayores contratiempos. Tenía que tener fuerza, por mucho que quería arrojarse a la cama con todo y ropa, tenía que lograr cambiarse y ponerse su piyama y por, sobre todo, lavarse los dientes un par de veces para quitarse el olor a cerveza.
-Daiki…
-Tranquilo -dijo apenas, poniendo voz firme- me cambiaré y volveré a la cama.
Vio, aun entre las penumbras de la noche, como Taiga se volteaba hacia un lado y se volvía a dormir. La cortina estaba abierta, así que entraba cálida luz de luna a través de la ventana.
Hizo el trámite lo más rápido que pudo y eternos siete minutos después estaba entre las cálidas sabanas de su cama. Su esposo se giró y se abrazó a él, entonces, el movimiento repentino sumado al reflejo de la luna, le hizo notar algo que siempre ignoraba, pero que ese día le había hecho tomar una gran decisión. Con cuidado y sin despertar a su esposo, le desenganchó el collar que eternamente llevaba en él.
-Dejaremos esto guardado por ahora -susurró a si mismo, sacando el anillo de Himuro y lo sostuvo en su mano, mientras, con sumo cuidado, le quitaba a su esposo su anillo de matrimonio y lo ponía en el collar sustituyendo el otro anillo. Con cuidado cerró nuevamente el broche y moviéndose un poco escondió el anillo de Himuro entre las paginas del libro que adornaban su mesa de noche, este era probablemente el único uso que había dado al libro, aparte de matar una araña una vez con él.
Abrazó nuevamente a Taiga y le besó en la frente, todo iba a salir bien.
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Taiga era un mar de nervios. Había dado vuelta la casa entera y no podía encontrar su argolla de matrimonio por ningún lado.
-Taiga, amor, tranquilo -le dijo Daiki, preocupado de que su idea ahora fuera una completa estupidez.
Taiga miró a Daiki y al moreno se le partió el alma, no era esto lo que quería.
-Lo siento… lo perdí -dijo apretándose las manos que le temblaban de pena más que de rabia.
Ey, pelirrojo -le dijo caminando hasta él y cuando Taiga pensó que le daría un abrazo, Daiki se arrodilló delante de él, puso entre sus manos una cajita de terciopelo azul y Taiga vio dentro de estas un par de alianzas de oro, con un una línea al medio, en esta estaba grabada la frase "Valido por veinte años más"
Los ojos de Taiga se llenaron de lágrimas.
-¿Qué me dices? -preguntó Daiki mirándolo con algo de pena por las lágrimas que a ambos ahora le caían por las mejillas- ¿Veinte años más aguatándome?
-¿Sólo veinte? -preguntó Taiga riendo un poco y asintiendo- Veinte, treinta, cincuenta o cien… siempre a tu lado.
Daiki se puso de pie y abrazó a su pelirrojo.
-¿Aceptas casarte conmigo, Aomine Taiga? -le preguntó en un susurró al oído y escuchó el sí con el mismo tono mientras Taiga le abrazaba con fuerza.
-Oh, por dios, esto es demasiado romántico para mi corazón -dijo Himeko con lágrimas en los ojos.
Daiki y Taiga recibieron el abrazo de su familia.
Daiki le contaría en un par de días donde estaba su anillo, por que probablemente Taiga no notaría el cambio aún.
-¿Papá? -preguntó Leo- ¿No es esa tu sortija de matrimonio? -preguntó apuntando el cuello del pelirrojo.
Demonios, ahora si estaba muerto.
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Fin