8. PERDIDOS
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-Demonios, sólo a ti se te ocurre que nos alejemos tanto de los demás -dijo Tezuka sentándose en la piedra que tenía más cerca, llevaban caminando más de una hora, cuando al idiota de Leo se le ocurrió que sería interesante subir a la cascada y ver desde arriba.
-Tezuka-chan, no digas malas palabras -dijo el adolescente divertido de que su pequeñísimo novio estuviera enfurruñado.
Sí, seguramente su padre lo castraría en cuanto supiera que había tenido los huevos de pedirle salir al chico de quince años, ilegal en el amplio sentido de la palabra.
Su padre lo había amenazado una vez diciéndole que, por tener más de dieciocho años, no podía estar a menos de dos metros de Tezuka que en ese momento sólo tenía catorce años, pero es que no podían culparlo. Tezuka era la representación de la lujuria, por lo menos ante los ojos calenturientos de Leo, pero aún y con lo pervertido que era, no había puesto un dedo en el chico, no se iba a arriesgar teniendo como padre al jefe de la policía, con calabozos a su disposición y armas de alcance eléctrica.
Con los años había descubierto que su padre era un completo imbécil y un bruto sin medida. Le gustaba taclearlo y molestarlo, pero oh, todo lejos de la vista de Aomine Taiga, por que su papi, inocente de él, aun lo creía un bebé, sin saber que se mataba a pajas cada noche soñando que se follaba al hermoso rubio frente a él y ahora tenía dieciséis años.
-Tu padre te matará.
-Lo sé, Tezuka, pero el llanto de Terry me tenía enfermo de los nervios.
Tezuka rodó los ojos, su novio era un completo imbécil. Terry, el bebé de meses que Taiga había tenido, era la cosa más adorable y encantadora que había en el mundo y amaba cuidar del bebé cuando sus suegros lo necesitaban, pero no, Leo era un bruto sin medida. Y claro, él va y lo sigue en su "excursión". Habían llegado a la cascada, hicieron señas a sus padres desde arriba para que vieran que habían llegado bien y se habían sentado a la orilla con los pies en el agua para conversar. Todo bien hasta ahí, pero no Leo quería ir más arriba. Todo un vil engaño, en cuanto se habían alejado del lugar donde sus padres habían preparado un campamento para pasar el fin de semana, Leo lo había arrinconado contra un árbol y lo había besado con furia, obviamente Tezuka respondió al beso, no lo había aceptado por aburrido, sino porque Leo de verdad le gustaba. La cosa es que se tomaron de la mano, empezaron a caminar y terminaron por perderse de verdad, y ya era demasiado tarde, el sol se había escondido hace mucho y no escuchaban el sonido del ruido.
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-¿Ya vas a ir por ellos, Daiki? -preguntó Taiga cruzado de brazos, viendo como su esposo tomaba tranquilamente una cerveza, brindando con el estúpido de Ryota.
-No, quiero que se asusten, ese es el fin de dejarlos en la nada.
-No quiero que mi hijo duerma a la intemperie, Aomine-kun -dijo Tetsuya mientras mecía de un lado para el otro a Terry-. Además, si tu hijo ataca a mi hijo en el bosque, te meteré una demanda con la ayuda de Akashi.
Listo, Daiki se puso de pie y jaló a Ryota para que lo acompañara, le entregó a Taiga un localizador, le dio un beso en la boca y se metió en el bosque con su propio localizador, con suerte el idiota de su hijo no se habría sacado las zapatillas y lo podría localizar en un radio de cinco metros.
-Espero que ese idiota no haya hecho nada raro o de verdad lo meteré en un calabozo.
Ryota estaba tan ebrio siguiéndolo que sólo reía por las caras de Daiki.
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.Fin