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I remember por Romantic Coffee

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Notas del fanfic:

Feliz cumpleaños amor mío ¿Sabes que eres el mejor? Esto es para ti porque soy sexy, y por eso. Porque tú también eres sexy.

TE AMO JAVIER ♥

Te lo escribí, solo porque eres el mejor amigo del mundo y yo soy mala persona y esto debió salir hace mucho. ¿Pero te cree expectación, verdad? 

 

 

 

Notas del capitulo:

Soy un oso, de esos que duermen mucho. 

No sé qué decir. 

 

Javier; te amo.

Pshycoholic; también te amo. Pero a ti de otra manera -Es malvada-.

 

Este es un paralelo de TOQUES QUE QUEMAN Que es como el Broken! de esta pareja. Porque soy mala, y esta situación es la 40% real donde las cosas sí terminan bien porque soy un cliché con patas y Blah, bláh.

 

Un gusto escribir de nuevo, espero que les guste. -Está drogada por llevar demasiadas horas en el PC y ya no sabe ni lo que dice-. 



¿Hay algo de lo que te arrepientas?


Posiblemente hace un año hubiera dicho que no, porque lo tenía todo.

 

¿Por qué la duda ahora mismo?

 

Un suspiro frustrado escapó de sus labios mientras el lápiz se deslizaba por la mesa, hasta chocar contra el suelo en un ruido casi inaudible, pero molesto. Estaba sensible, no había que indagar mucho para notar su mirada preocupada y perdida, no podía responder a esa pregunta.

 

¿Algo… de lo que te arrepientas?

 

Negó repetidas veces, guardando el pequeño cuestionario que minutos antes intentaba contestar en su mochila. Primero que nada, no tenía idea siquiera de lo que hacía respondiendo una estupidez como esa, ni como había llegado al instante de replantearse su vida por completo de un segundo a otro.

 

Oh, pero claro.

 

Acción & Reacción

 

Decidió que lo mejor era pensar un momento, y volviendo la vista al café que descansaba sobre su mesa, sonrió.

 

~.~

 

Ya era un tiempo atrás que su vida comenzaba a volverse una rutina, una de esas deprimentes y angustiantes donde el solo hecho de levantarte era una odisea de las grandes. No hubo un punto en específico, nada que le indicara que las cosas comenzaban a cambiar. Quizá era el hecho de estar ya en la universidad, el cambio de ambiente, ser mayor de edad.

 

¿Era eso realmente?

 

Quién sabe.

 

No fue la gran cosa, pero todo a su alrededor estaba cambiando, fue en una de esas fiestas que comenzaron de manera inocente y casi sutiles donde lo notó, mientras probaba por primera vez lo que sería su mayor gusto; el licor de naranja.

 

Apenas un trago, y sus amigos festejaban ese simple hecho mientras su hermana poco menor reía escandalosa al ver su cara contraerse en una mueca. De todos modos, no le había disgustado.

 

No, en serio, hay cosas más importantes que esto.

 

La primera vez que lo vio, su estómago no hizo una fiesta, su cerebro no dejó de funcionar y su corazón latía con la misma velocidad de siempre. Por ende, ni mariposas ni cortocircuitos cerebrales ni taquicardias inesperadas que le llevaran a pensar que él podría ser el amor de su vida.

 

Menuda desgracia.

 

-¿Él? Él es Pablo, desde hoy lo verás mucho –Recordaba esas palabras como si se las estuvieran susurrando de nuevo en el oído, con la música fuerte y las risas estridentes de fondo. Meneó la cabeza un par de veces, dando a entender que había escuchado mientras una risa boba escapaba de sus labios. -¿Te ha gustado?

-No, no… -Se apresuró a contestar, riendo más ligeramente. Javier iba a por otra persona, más específicamente aquel chico que movía sus caderas rítmicamente un poco más allá.

 

Una palabra para definirlo; Exquisito.

 

Porque claro, ese pequeñajo sí que le llamaba la atención, y a segundo plano ese tal Pablo con su risa contagiosa y sus clavículas marcadas. No le estaba mirando, claro que no.

 

La fiesta siguió su curso, y como era de esperarse, todos caían debido al alcohol y ah saber tú si caías en un buen lugar, que bien podrías despertar en otro vecindario con la ropa mal acomodada.

 

Para su suerte, ser amigo de la dueña de casa tenía muchas ventajas y una de ellas fue poder acomodarse en un colchón viejo, y no tener que dormir en el suelo frío.

 

-En serio, duerman juntos. –Comentó una de las chicas, empujando al Pequeñajo de nombre Christian hacia Javier, con una sonrisa maliciosa en sus labios-. Igual, están con ropa.

-Por mi bien… -respondió atormentado internamente Javier, haciendo espacio mientras el cuerpo delicado del contrario se acomodaba a su lado como un animalito en busca de amor.

 

Animal más conocido como Zorra, comentaría Pablo más tarde.

 

Y aquella noche, su estómago hizo mil y un explosiones. Mariposas, fuegos artificiales y otras cosas se removían dentro de Javier, mientras Christian dormía con una expresión tranquila, calmada. Más de una ilusión pasó por su mente para perderse en millones de historias que no comenzarían jamás.

 

Esa noche, no volvió  a ver a Pablo, ni a preguntar por él.

 

Fue cosa de tiempo, cosa del destino que acabara conociendo al pequeñajo como la palma de su mano, que se ganara su confianza. Y no solo eso, aprendió cada gesto, cada refunfuño.

 

-Creo que me gustas –Se atrevió a pronunciar, una tarde de tantas mientras ambos perdían tiempo haciendo nada. El tono de Javier fue seguro, igual que todas sus decisiones, sin embargo Christian no le miró-. Mucho.

 

Un silencio abrumador recorrió el lugar, momentos en los que Javier no pudo hacer más que apretar la tela de su pantalón hasta que Christian dirigió su mirada hacia él, sin expresión alguna en su rostro.

 

-Lo lamento, yo te quiero mucho… pero ya sabes, eres mi amigo.

 

Ese fue el comienzo de la mala racha, aunque claro, todo estaría igual de bien que siempre si no se concentraba en el tema. Las cosas volvieron a la normalidad, aunque la relación con Christian pasó a ser no mucho más que un recuerdo lejano en su mente. No le había dejado de interesar, claro que no. Pero no podía sufrir por algo que jamás fue suyo.

 

-Si me preguntas a mi… diría que él no es para ti –Comentó una de sus mejores amiga mientras dibujaba figuras abstractas sobre el césped, tirando de él de vez en cuando para lanzarlo lejos como un niño pequeño.

-Ya vendrán otros, más lindos, más altos. Yo que sé, algo mejor –Bromeó la otra, revolcándose a su lado y sacándole una pequeña sonrisa mientras asentía. No todo podía ser tan malo, claro que no.

 

El tema quedó en el olvido con el paso del tiempo, y junto a eso, nuevas amistades y nuevas experiencias le acompañaron.

La segunda vez que vio a Pablo, fue en una situación no muy diferente a la primera. La música y el olor a alcohol inundaban el lugar, dejando una sensación de mareo en su estómago y satisfacción en su mente.

 

Era extraño.

 

Esa noche las cosas fueron un poco mejores, como no lo eran hace un tiempo. Javier sonrió al notar que Pablo le mantenía la mirada, fingiendo luego que miraba el fondo de su vaso como si fuera lo más importante del mundo. Y fue como jugar a las escondidas, sin contar hasta 10.

 

Su cerebro no procesó en verdad lo que pasaba hasta que se vio envuelto en una masa de personas que gritaban y reían como si el mundo fuera a acabarse, frente a ellos una botella que giraba con rapidez.

 

No fue cosa del destino, en realidad. Primero vinieron otros, con los que Javier no tuvo cargo de conciencia pues el sabor a licor predominaba y quizá más tarde no lo recordarían.

 

Pero volviendo al tema que sí importaba.

 

La botella cesó su movimiento, y a Javier por un momento casi se le va la respiración. El chico que estaba a su lado, y había sido escogido, se removió incómodo en su puesto mientras negaba repetidas veces, bajo la mirada atenta de Pablo que debía también cumplir el reto.

 

Coincidencias.

 

-No… no puedo, no me siento bien –Murmuró atareado el chico, mientras se ponía en pie cubriendo su boca para buscar el baño más cercano. Javier maldijo a todo el puñetero mundo en el momento en que recordó las reglas del juego. Las putas reglas del juego.

-Le toca al que está al… ¡Javier!

 

Forzó una sonrisa, pasando la diestra por su cabello para asentir con lentitud. Pablo ya estaba a su lado, dando la última calada a su cigarrillo para hundirlo en el cenicero del centro. Ambos exhalaron, y el humo algo mentolado caló en sus fosas nasales, sacándole una mueca de molestia. Lo suyo no era el Tabaco.

 

No hubo palabras de por medio, ni tampoco alguna presentación antes de que los labios de Pablo impactaran contra los suyos, robándole un jadeo ahogado por la sorpresa y rapidez del movimiento. Tardó unos segundos en adaptarse, buscando con sus manos algún lugar para apoyarse pues el contrario estaba empeñado en quitarle la respiración y el equilibrio.

 

El licor de naranja jamás había sido tan dulce.

 

Se separaron luego de lo que pareció una eternidad, con la vista algo desenfocada y la respiración errática. Pablo sonrió tranquilo, volviendo a su posición anterior mientras relamía sus labios con lo que a Javier le pareció el gesto más erótico que había visto en su vida.

 

-Deberíamos repetirlo –Comentó el pelinegro con sorna, por sobre el ruido a su alrededor, y Javier le escuchó perfectamente, dejando de lado todas las inhibiciones.

-Suena prometedor. –Sentenció, volviendo a llenar su vaso.

 

Y bueno, ahí quizá le provocó un poco de taquicardia.

 

Javier nunca fue una persona ilógica. Su vida regía constantemente por reglas y leyes creadas por los mayores que él no se negaba en seguir. El simple hecho de perderse en un vaso de alcohol suave, le parecía nuevo, y por qué no, seductor.

 

-Creo que vivimos cerca…

 

Fue lo único que pudo decirle Pablo a la mañana siguiente, luego de despertar en el incómodo sofá del salón. Javier, que había tenido un poco más de suerte para dormir, asintió con una sonrisa que inspiraba calma y despidiéndose de todos los que parecían vivos o al menos estaban conscientes, abandonaron el lugar.

 

El tercer encuentro podría suponer el último.

 

La tercera vez que le vio, fue de pura casualidad mientras salía de casa a comprar algo para cocinar al local de la cuadra. Pablo yacía tumbado sobre el césped de la plaza que quedaba a vuelta de su propia casa, mirando el cielo, supuso, tras unas gafas negras que resaltaban en su piel blanca. Javier se acercó curioso, con el ánimo suficiente para saludarle si es que estaba despierto, aunque no lo parecía.

 

-¡Eh! -Se inclinó levemente, moviendo su mano sobre las gafas repetidas veces, pero no hubo movimiento alguno de su parte. Javier se encogió de hombros desinteresado y se encaminó nuevamente hasta el local a por comida.

 

El tabaco seguía sin ser lo suyo.

 

Miró nuevamente su bolsa, pensando en qué preparar para esa tarde cuando el aroma del tabaco mentolado volvió a atacar sus fosas nasales. Una sonrisa inconsciente se formó en sus labios, Pablo había despertado.

 

-¿Qué haces durmiendo en la calle? –Preguntó con sorna, antes de saludarle siquiera. El aludido bajó un poco sus gafas mientras reía.

-Yo no estaba dormido… -Comentó desinteresado, dando otra calada para dejar escapar el humo en el rostro de Javier. –Me ha parecido cómodo este lugar y quería descansar de gente curiosa como tú. Quizá me veas más seguido.

-¿Por qué?

-Porque me apetece.

 

Comprendió que el más seguido se hacía valer a la perfección.

 

Javier entendió, que muchas de aquellas tardes soleadas en las que se daba el gusto de salir a la calle, Pablo estaría por ahí dormitando en el césped o con un cigarrillo entre sus labios.

 

La segunda fiesta a la que asistió, fueron menos personas, más alcohol y más juegos. No supo en qué momento eso se volvió una junta distorsionada, poco menos que una Orgía. ¿O era su imaginación? No, definitivamente ya se había besado con todos los presentes.

 

-¿Cómo terminamos así? –Preguntó con una sonrisa, mientras salía de la cocina con más bebida, botellas y hielo ayudando a la dueña de casa.

-No tengo idea, pero me agrada –Comentó ella, siguiendo adelante mientras se acercaban a los demás.

 

Javier se preguntó muchas veces esa noche qué había hecho para terminar así; entre la pared del pasillo y el cuerpo de Pablo que le aprisionaba sin mucha fuerza, estaba más que bebido. El aliento caliente golpeaba justamente en su cuello, cuando a Pablo se le daba la gana de dejarle respirar.

 

Y bueno… en realidad no se quejaba.

 

-Vamos, de todas maneras vivimos cerca.

 

La historia se repetía, y Pablo caminaba delante de él con un notorio dolor de cabeza. Esa mañana había menos gente consiente que la última vez, por lo que no tuvo que soportar comentarios ni responder a nada, aunque tampoco sabría qué decir.

 

-¿Esta tarde tienes algo que hacer? –Preguntó el pelinegro, sacando el último cigarrillo y tirando la cajetilla por ahí mientras Javier fruncía el ceño.

-Nada ¿Por?

-Es de mala educación responder con otra pregunta, solo quiero fumar acompañado.

-Como quieras.

-Ajá, por la tarde. –Y se alejó, refunfuñando en voz baja sobre el dolor de cabeza mientras Javier reía internamente y abría la puerta de su propio hogar.

 

Una mariposa en su estómago, quizá.

 

Y la tarde llegó, y con ella la noche. Pasaron un par de horas platicando, hablando de todo y de nada. Ya no miraban las nubes, si no las estrellas pero ninguno parecía notar el cambio.

 

-¿Fumas? –En lo que llevaban ahí, Javier juraría que ya le había visto fumar una cajetilla completa y el olor a tabaco ya no provocaba nada en su nariz. Negó un poco, dudoso y tentado por primera vez. Antes de arrepentirse tomó el frágil tubo blanco y lo prendió, con ayuda de Pablo.

 

Está demás decir que se atragantó un par de veces, con la risa de fondo de Pablo que en realidad no le hacía gracia en esos momentos. Llevaba la mitad, y el humo escocía en su garganta, pero era lo suficientemente hombre para terminarse aquel cigarrillo. Y no fumar nunca más.

 

-Te ves gracioso –Fue lo único que dijo Pablo, quitándole el cigarrillo de las manos. Javier intentó tenerlo inútilmente de nuevo, aunque no puso demasiado empeño pues no le apetecía del todo. –Déjame esto a mí, que te ves mejor sin fumar.

-No sé si tomarme eso como un elogio o un insulto.

-Como quieras.

 

Javier suspiró al verse libre de humo unos segundos, antes de sentir cómo los labios del contrario impactaban de lleno contra los propios. Pablo había contenido el humo, y este mismo se escapaba ahora, raspándole la garganta y dejándole ahogado.

 

Entonces comprendió que con Pablo, la lógica era algo inútil.

 

Todo fue cosa de tiempo, y nadie hacía nada por remediarlo. Los besos iban y venían, ninguna pregunta y nada más que decir.

 

Fue una de esas tardes, en las que ambos sin mediar palabra se habían encontrado en el parque como muchas otras tardes.

 

-¿Qué es esto? –Preguntó Javier luego de un rato sin mediar palabras. Pablo le miró confundido, como si en realidad no entendiera ni siquiera qué hacían ahí-.

-¿Esto? Pues… no lo sé ¿Qué nombre le pondrías tú?

-No es educado responder con otra pregunta.

 

Siempre le gustó usar las palabras de los demás en su contra.

 

-Amigos que se besan, creo yo.

 

Y Se lo demostró muchas veces más, momentos extraños en los que Pablo antojaba besarle y continuar con la conversación, dejando a Javier atolondrado muchas veces, aunque ya se acostumbraba.

 

-¿No son nada? –Medio gritó una de sus amigas por sobre la música que inundaba el lugar. Javier negó repetidas veces sin dejar de bailar, con una expresión idiotizada por el alcohol que circulaba por sus venas.

-Nada de nada, sin compromiso.

 

Y aunque el licor de naranja le tenía anestesiado, sintió su estómago comprimirse.

 

Javier se estremeció levemente, con los párpados pesados junto a todo su cuerpo que no parecía querer reaccionar. Una corriente recorrió su espina dorsal, mientras intentaba acostumbrarse a la luz que se filtraba por entre las cortinas. De entender, nada.

 

-¿Dónde estoy? –Murmuró nervioso, con el torso descubierto y una sensación de frío calando sus huesos.

-Hm… eso es difícil de responder –Una sonrisa histérica se posó en sus labios al oírle, a sus espaldas estaba Pablo con el cabello algo alborotado y una mueca extraña. Sopesó la situación, apretando los labios con sorna al verse en una situación como esa, y con él. –Bebimos mucho, igual sabríamos que iba a pasar.

-¿Pasar qué?

-Esto, nada, todo. –La cara de confusión de Javier era épica, con el ceño algo fruncido. Se incorporó un poco en la cama, al menos llevaba puesta la ropa interior y no había señas de hecho nada.

 

Pablo únicamente rió enternecido, y sin mediar palabra le besó.

 

Y aquella vez no hubo explicaciones coherentes.

 

-Hoy vamos a juntarnos… por celebrar el fin de semestre y los exámenes. –Javier asintió pensativo, no tenía nada que hacer y si era Pablo quién lo decía, estaba demás decir que iría aunque fuera a la fuerza.

-Ustedes sólo buscan una excusa para celebrar.

-Yo sólo quiero una excusa para estar contigo, pero eres tan cerrado que tengo que analizar la situación, y como soy impulsivo, terminamos como terminamos.

 

Las horas pasaron, y se vio envuelto en una junta un poco más pacífica de lo que parecía. Estaban sus amigos más conocidos, alcohol, música moderada y cigarrillos. Nada más, nada menos.

 

-¿Lo has besado, entonces?

 

La pregunta quedó en el aire, junto al humo de los cigarrillos que seguían consumiendo. Maldito hábito. Se lo pensó un par de segundos antes de responder a la pregunta. Pablo le mira con curiosidad para saber qué responderá.

 

-Besar es de novatos. –Responde confiado, y la chica que ha preguntado ríe fuerte al ver la mueca de interés que ha puesto Pablo, aunque intenta disimular que se pierde en mirar el humo del cigarro, que se ha comenzado a juntar en el techo de la habitación.

 

La última calada es decisiva, y la chica decide abandonar la habitación cuando Pablo hunde la colilla en el cenicero para luego soltar una risa.

 

¿El aire está asfixiante?

 

Oh, no. Es Pablo que le quita el aire con un beso, hundiéndolo contra el sofá mientras sus manos inquietas revolotean por el cuerpo ajeno. Javier ahoga un jadeo al sentir los labios en su cuello, y más abajo, y más abajo…

 

Una fina capa de sudor cubriendo sus cuerpos, la mirada desorbitada, la ropa esparcida por aquí y por allá. Javier ya no tiene noción del lugar en el que se encuentran, pero le da igual pues sabe que junto a Pablo no tiene que usar la lógica para pensar. Araña la espalda del contrario, hundiendo sus uñas a la vez que Pablo se mueve haciéndole sentir millones de cosas en su interior, literalmente.

 

La habitación está caliente, asfixiante y el licor de naranja se mezcla con el sabor adictivo de ambas pieles. Se han dejado los juegos previos y Pablo se hunde en su cuerpo, sin dejar la delicadeza de lado pues quiere hacerlo un momento especial, y Javier siente que le falta el aire; por las palabras y susurros que son dichos en su oído, por el movimiento agotador y delicioso de ambas caderas, y porque se siente en la puta gloria con solo tener a Pablo a su lado.

 

La respiración agitada, su pecho subiendo, el contrario bajando.

 

¿Cuántas veces iban ya?

 

Una, dos, tres.

 

Tal vez más.

 

¿Importaba?

 

Claro que no.

 

Una mano escurridiza busca la propia, su cuerpo tensándose mientras un roce suave le acaricia con premura y algo de vergüenza. Javier ha recordado dónde se encontraban, pero la música es un murmullo lejano y nadie les ha molestado, y parece que no van a hacerlo.

 

¿En serio, vergüenza?

 

La mano ajena vuelve a su posición anterior, y ambos evitan mirarse otra vez. Un suspiro escapa de sus labios, tan cerca y tan lejos a la vez.

 

¿No es lo que piensan ambos?

 

Ambos dedos meñiques se encuentran, y sin mediar palabra alguna terminan entrelazados. La piel les arde, pero ya pueden dormir tranquilos.

 

Pues Javier sabe, y Pablo lo niega, pero ambos juntarán sus manos fingiendo estar dormidos y una sonrisa estúpida se dibujará en sus labios.

 

¿Cuántas veces no ha pasado ya? Sólo que no contaban con la ausencia de ropa.

 

A la mañana siguiente ambos rompen el esquema, y con una sonrisa Pablo le besa en los labios, con tranquilidad. Las bromas no se dejan esperar por los demás, y ambos las aceptan con algo de risa y vergüenza.

 

-¿Nos vamos juntos, entonces? –Y Javier sonríe, porque sabe que le gustaría oír esa pregunta muchas veces más.

-Claro…

 

Ya ha asumido que Pablo le provoca más que mariposas, más que taquicardias, más que derrames cerebrales.

 

Ambos yacen ahí, recostados otra tarde de tantas sobre el césped con la mirada perdida en algún punto del cielo. No se miran, pero tampoco lo necesitan para sentirse acompañados.

 

-¿Y cómo llamarías tú a esto?

 

Pablo meditó unos segundos, saboreando las palabras que jugueteaban en la punta de su lengua antes de pronunciarlas si quiera.

 

-Casi final feliz.

 

Un par de segundos de silencio, y la mirada perdida de ambos seguía sin encontrarse. Javier estiró ambas manos hacia el cielo, la hierba nunca había estado más acogedora para descansar.

 

-¿Casi? -Preguntó.

-Casi final... -Corrigió él, con media sonrisa en sus tentadores labios.

 

No hubo más preguntas, pero Pablo no necesitaba mirar hacia su costado para saber que Javier se mordía el labio nervioso.

 

-No entiendo, nunca entiendo lo que piensas.

-No es difícil... es un casi final porque esto está recién comenzando.

 

Y Javier decide, y Pablo lo sabe. Quiere que la tarde sea eterna, esta y todas a su lado.

 

~.~

 

Javier niega repetidas veces, volviendo a sacar el cuestionario esta vez con una sonrisa confiada en sus labios. El lápiz se desliza con rapidez y oh joder ¿Cómo pudo haber dudado?

 

¿Te arrepientes de algo?

 

Claro que no.

 

Termina de escribir, satisfecho. El café ya se ha enfriado, y un par de manos tibias cubren sus ojos. Javier deja escapar una risa juguetona mientras tantea perdido el lápiz para que no vuelva a caer.

 

-¿Por qué te arrepentirías de algo? –Pablo ríe cerca de su oído, y Javier se estremece por completo. La manos le dejan libre de nuevo, y un beso cálido impacta en sus labios.

-No lo sé, no debería ahora que lo pienso. –Y vaya que lo ha pensado, ríe Javier en su interior mientras Pablo se acomoda al lado contrario de la mesa y llama al camarero para pedir dos cafés más.

-Todo lo bueno tarda en llegar, pero si piensas que puedes, podrás.

 

Y Javier no lo niega al ver al pelinegro frente a él.

 

-Hey, te amo. –Javier ríe y Pablo no se arrepiente de pronunciarlo.

-Hey, yo también. –Responde, y quita el cigarrillo de los labios contrarios, para tirarlo al suelo y deshacerle los labios en un beso, eso es mejor.

 

¿Has oído ya esa historia de amor con un final feliz?

 

...Eso es un cliché, esto es un cliché.

 

Bueno, quizá no tanto.

Notas finales:

¡Ta-Dah! 

Esto es un regalo de cumpleaños (?)

¿Les gustó? Espero que si. ¿Javier, te gustó? También espero que si. 

Horrores ortográficos corren por mi cuenta, pero lo revisé, lo juro. 

¿Duda, galletas, comida, té? 

¿Lo que sea?

Duh, los adoro, gracias por leer ♥


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