Y después del todo el niño se acercó al dragón
Capítulo III
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El tiempo, hasta ahora, nunca había sido mejor.
Harry iba a ver al dragón cada semana, le llevaba regalos, cosas pequeñas: una flor para mostrarle, dibujos de los lugares a los que viajaba con su padre, recuerdos pequeños de cuando iba solo. No le daba comida porque no sabía que le gustaba al dragón y además le daba miedo enfermarlo. Los regalos siempre eran puestos a unos metros lejos del dragón, donde dejó la gema verde la primera vez. Sin embargo, había algo que hacía al dragón más feliz que nada: historias. Largas, cortas, sin muchos detalles, con muchos, muchos detalles; la forma de contarlas de Harry siempre lo dejaba fascinado.
Se enteró que al otro lado del pueblo había un río hermoso que tenía peces muy grandes, a dos días de viaje había un pequeño poblado que hacía los mejores quesos que Harry hubiera probado, al oeste y a tres días de camino había un lugar en el que fabricaban dulces realmente buenos.
El dragón estaba satisfecho.
— Y entonces Nadir me dijo que estaba bien y se fue al palacio –terminaba de contar Harry. Había ido de viaje durante ocho días, aquella semana se lo dijo al dragón y sus ojos plata se cubrieron de tristeza. El niño había podido conocer un pueblo lejano con una edificación que parecía un palacio donde se hizo amigo de un chico muy simpático mayor que él. Nadir tenía el cabello castaño y unos enormes ojos cafés que le daban un toque bastante infantil a pesar de su edad. En aquel pueblo él había aprendido muchas cosas, las historias se las contó a Harry quien le contó que tenía un amigo muy especial que amaba saber cosas de lugares lejanos, entonces Nadir le mostró el pequeño pueblo, haciendo paradas para que Harry pudiera intentar dibujar los lugares o describirlos en hojas con interminables letras y garabatos. Quería que su dragón lo conociera, no solo en papel. A veces soñaba que volaba en el lomo del dragón y exploraban ciudades al otro lado del mar, que mucha gente veía al dragón y se sorprendían de que sea libre y conviva con un humano. Sí, Harry tenía muchos sueños que involucraban al dragón…
— Por cierto, cuando ya tenía que volver me dio esto –le mostró un anillo dorado con una pequeña gema roja —dijo que era mágico, aunque no terminó de explicármelo, me dijo que en la siguiente visita me lo diría con detalle.
El dragón miró curioso el objeto. Era muy hermoso, aunque bastante grande para los dedos de Harry, apenas con 13 años, cera de cumplir los 14. Un sentimiento extraño le revolvió el estómago.
— Ten, es para ti.
— ¿Para mí? –se preguntó el dragón.
— Sé que no es muy grande pero me gustaría que lo tuvieras, ya sabes, como recuerdo.
Harry se acercó al lugar donde habían dejado antes los demás objetos. Nunca dejaba uno, solo el primer regalo, la ofrenda de paz, la oferta de amistad, era lo único que el dragón había retenido. Cuando era la hora de que el niño volviera a casa el dragón las empujaba suavemente con el hocico y luego hacia viento con sus alas para que se acercara a donde estaba Harry.
Ahora tendría tres cosas preciadas que guardar.
La gema verde.
El anillo.
Los recuerdo de Harry charlando con él.