Y después de todo el niño se acercó al dragón
AU
CAPÍTULO VI
La noche pasó con relativa calma, la luna solo se colaba débilmente por entre los altos árboles pero el claro estaba completamente iluminado por la luz de la luna. Dos figuras se dibujaban sobre el pasto: un joven de cabellos negros casi recostado sin embargo no había nada visible sobre lo que estuviera apoyado; y un joven rubio recostado sobre el pasto, a uno metros del otro chico.
El alba llegó despacio, perezosamente.
Harry se despertó con los primeros rayos del sol, más por costumbre que por no tener sueño. Había sido una noche muy larga. Entonces lo recordó, el dragón que no estaba y ese extraño chico al que no podía llegar. Se sobresaltó y se levantó de golpe, su cuerpo se resintió un poco por la mala posición en la que dormía pero no le importó.
La visión lo dejó impresionado.
En el claro de siempre, donde anoche había un chico desconocido, ahora estaba el dragón que Harry conocía.
— ¿Pero qué…? ¿Qué sucede?
El dragón comenzó a despertar y cuando vio a Harry alzó su cabeza, asustado. Harry no habría llegado hace mucho, ¿verdad?
— Yo… Eh, tengo que irme.
Y entonces solo dio media vuelta y se fue por el camino que siempre recorría.
Nuevamente las semanas pasaron pero esta vez Harry no volvió.
Un año pasó y el dragón estaba sumamente triste, su amigo no volvió después de aquella noche. ¿Habría Harry visto algo que lo asustara? ¿El sabría…? No, imposible, eso solo ocurría en la noche y no creía que Harry se hubiera quedado a dormir en el bosque.
Los días se volvieron monótonos, no había charlas interesantes sobre las cosas que pasaban en el pueblo o sobre los nuevos descubrimientos y aventuras de Harry en otras ciudades.
No había compañía.
Solo soledad.
Todo estaba tornándose en oscuridad… de nuevo.
Para Harry las cosas no estaban mejor.
Después de aquella ocasión estaba distraído la mayor parte del tiempo. Su mente estaba llena de imágenes de ese chico, ¿quién era? ¿Cómo llegó allí? Y más importante, ¿a dónde había ido el dragón en aquel momento?
Las misiones no eran suficientes para apartar su mente del dragón y el chico. Cuando llegaba la noche y estaba en casa se sentaba por horas sobre su cama a observar el cielo por la ventana, cuando se recostaba y cerraba los ojos solo pensaba en que debía averiguar qué había pasado allí.
Pero nunca reunía suficiente valor, o este se esfumaba tan rápido como llegaba.
No podía mentirse, tenía miedo de saber qué había sucedido esa noche.
Una noche, Harry fue al bar del pueblo porque no le apetecía quedarse en casa. Sin embargo, una conversación le llamó la atención:
— Lo digo enserio.
— Pues no te creo –eran dos hombres los que hablaban.
— Es verdad, en el claro del bosque prohibido se encuentra la solución a nuestros problemas –dijo un pelirrojo alto.
— ¿Cómo demonios puedes decir que allí hay un dragón? Están casi extintos, los que quedan están en zonas protegidas –respondió un castaño que parecía ser el jefe.
— Lo sé pero también sé lo que vi y vi un dragón allí. Solo debemos hallarlo con la guardia baja y matarlo, además parece como si no se hubiera movido de allí en años.
— ¿A qué te refieres?
— Bajo su cuerpo la tierra está levemente hundida, eso quiere decir que su peso la ha ido aplastando.
— Puede ser, de cualquier forma iremos a averiguarlo mañana por la tarde. Quizá sus escamas y su corazón nos den algo de dinero.
Harry se sobresaltó, ¿escamas? ¿Corazón? Ellos… No podía ser. ¡Debía advertirle! El dragón debía irse de allí.
— Bueno, Harry al parecer no tienes mucho valor cuando no tienes motivación, muy mal –se regañó mentalmente. Al parecer, solo cuando alguien importante para él estaba en peligro es que se decidía a actuar con el valor que se requería. Actuaba mejor bajo presión al parecer.
Aunque era tarde, Harry salió corriendo en dirección al claro donde estaba el dragón, no se sorprendió de hallar al chico de la vez anterior. La vez anterior… Mientras caminaba un ramalazo de culpa lo invadió, había pasado un año, ¡un año! Se sentía culpable por no haber hecho nada en todo ese tiempo. Había abandonado al dragón.
Corrió como nunca, debía advertirle, debía salvarlo. Y cuando vio al chico de nuevo, se alivió y preocupó a partes iguales: recordaba la barrera…
Volvió a rodearla como la primera vez, ahora el chico estaba recostado de lado y Harry pudo observarlo mejor y ver sus facciones de nuevo removió su corazón. Lo que más lo sorprendió y enterneció a partes iguales fue ver lo que el chico abrazaba con tanta devoción, como una tabla de salvación en un mar: la gema verde, y el anillo en su dedo. Sus regalos. Sus regalos para el dragón, el dragón… ¿Dónde estaría?
Decidido a no abandonar esta vez y dispuesto a enfrentar lo que sucediera al amanecer se acomodó a dormir recostado sobre la barrera cubierto con su capa.