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Autumn (Rainy Days) por VampireDark

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Notas del capitulo:

Disfruten :3

 —No puedo creerlo.

—Sácale una foto.

—¡Eso estoy haciendo!— reían mientras posaba tímidamente para el celular, brazos en jarra y el gorro del uniforme de la tienda cayendo de costado sobre mi cabeza— ¿Qué te hizo querer ponértelo?

—¿Qué te hizo volver, en primer lugar?— corrigió Yutaka, que parecía estar de muy buen humor —Por cierto, no te queda mal, menos mal que teníamos uno extra.

—No quiero ensuciar el uniforme del colegio y tampoco que me reconozcan— mentí, la verdad es que era bastante cómodo, y quería que fuera una especie de mensaje de disculpa, o algo parecido —Las manchas de grasa no salen, y ya arruiné una corbata.

—Como sea, ayer atendiste bastante rápido en la caja, eso aquí sería de gran ayuda— bien, estaría en el mismo lugar, sonreí —Yo aprovecharé para empezar ahora con los pedidos, así que vigila que Kojima no se golpee con ningún cajón abierto ni gaveta sin cerrar, ¿De acuerdo?

—¿Por?

—Es medio torpe y hace unos días le operaron de los ojos, lo cual empeora su condición de estupidez.

—Te escuché, imbécil— amenazó el rubio.

—¿Para qué crees que lo dije? En fin— se giró hacia mí, hasta se dignó a tocarme un hombro —Cuídalo, por favor. Si ves que se refriega mucho los ojos, dale las gotas que están en su bolso; él dirá que no las necesita, pero vive con los ojos secos.

—D-de acuerdo— vaya problemas, hijo ilegítimo, clase media, tienda pobre, ojos secos y bicicleta para entrega pedidos, ¿Qué más faltaba?

Ni bien Kai nos despidió con el ridículo timbre de la bicicleta, noté cómo Kojima entornaba los ojos y trataba de parpadear, no había notado que le costaba tanto. Enfocando con demasiada fuerza, se iba guiando por el local y en menos de tres segundos empezó a frotarse los ojos, sin detener su inútil caminar en círculos.

—¿Te pica?— pregunté, no alcancé a detenerlo cuando se tragó el mango de una sartén— Ey, cuidado, Kojima.

—Estoy bien, bien— pisó la mopa y automáticamente el palo se cayó, enredándose entre sus pies; con dos zancadas logré tomarlo del pecho y detener su caída, golpeándome yo entonces con la mesada y hundiéndome la punta de madera en la cadera.

—¡Ay, la...!

—¡¡Perdón, perdón!!— saltaba todo el tiempo: de alegría, a modo de disculpa, por los nervios, por la risa, ¿Cómo hacía? ¿No se cansaba? Se iba a golpear la cabeza con el techo si seguía.

—No, no hay problema— me froté la zona de golpe, apenas tocaba y ya tenía ganas de patalear —Ven, Kai me dijo que te pusiera unas gotas.

—Estoy bien, no es necesario— me dijo con ojos hinchados y rojos.

—Mentiras, si las necesitas, las necesitas— le tomé de la mano y lo senté en la primer silla, seguí camino para buscar en su bolso —¿Son estas, la de etiqueta verde?

—Sí, son tres para cada ojo.

Me paré entonces detrás de él, tirando su cabeza hacia atrás. Saqué la tapa del frasco y lo agité, le vi reírse descontroladamente.

—¿Qué?

—Cuando te concentras sacas la lengua, apenitas, pero también aprietas los labios. Me causa gracia.

—Cállate cegatón

—Eso no me causa.

—Ya lo sé, sólo estate quieto— la gota no caía más, maldije entre dientes; cuando se hundió en la iris de Kojima, lo vi parpadear frenéticamente —¿Arde, duele?

—No, para nada, se siente bien. Sigue con las otras.

—Bien— dos, tres, sus ojos lloraban levemente —Ahora abre el otro— no lo hacía —Ey, que lo abras— riendo entre dientes, pensaba molestarme —Vamos, no quieres que hurgue en tus parpados, ¿O sí?— terminé haciéndolo de todos modos, cuidándome de no lastimarle.

—No, mamá…— busqué reírme, pero salió un resoplido seco —Ey, Takashima—continuó mientras caían las gotas —¿En serio quieres estar aquí? No me cierra que en dos días cambies tu forma de ser y de pensar.

—Es que no ha cambiado— acomodé su cabeza y guardé el frasco, volví a él sacudiendo las manos —Sigo pensando lo mismo, pero ahora intento… no sé, ver las cosas que critico o menosprecio desde tu lugar, para tener así una mejor perspectiva… supongo.

Bajé la cabeza, me avergonzaba de mí mismo y las estupideces que decía. No obstante, unos dedos ásperos y largos me tomaron del mentón, me vi obligado a mirarlo a los ojos.

—Ey, eso que haces es muy maduro para alguien como tú, deberías decirlo orgulloso, con la cabeza en alto.

Sonaba a sermón, a sermón de padre preocupado… me aferré a esas palabras y asentí despacio, él rápidamente se alejó y siguió con lo suyo.

—Generalmente en estos días hay gente porque estamos a fin de mes, es más barato comprar aquí que conseguir los ingredientes y cocinar en la casa; aparte no suelen tener tiempo, así que prepárate para que se llene a eso de la una y media.

—Está bien— corrí a la registradora, encontrándome con una foto muy peculiar y casi escondida que no había visto antes —¿Y éstos?

—Ah, mamá, papá y Yura— sonrió, acercándose y señalándolos con esos dedos enormes, tapándoles las caras —¿No es hermosa? Mi mamá, digo. Yura es igual a mí— carcajeé con la foto entre manos, miré al padre, de quien habían heredado los dos casi todos los rasgos —Esta tienda es suya, y quiso alquilar el lugar, yo me negué y le dije que quería seguir sus pasos, pagarme yo solo la facultad… ahora está jubilado y mi madre da clases de tejido no sé dónde, Yura es la única que tiene estudios universitarios completos… hasta ahora.

—¿Tus padres están jubilados?

—Me tuvieron a los cuarenta— anunció, perdí control de la mandíbula —Sí, mi padre aún tenía polenta y mi madre no se quedaba atrás.

—¡K-Kojima!—asqueroso, pero él se reía.

—¿Qué, qué tiene de malo? ¡Sería fantástico poder seguir amando a alguien de esa manera a esa edad!— tenía algo de razón, pero tampoco para tanto —¿Te imaginas? Cuarenta años, todos los amigos casados y con hijos, y tú con tu “novia” compartiendo únicamente el techo y las comidas desde los veintidós… sería maravilloso.

—Realmente admiras mucho a tus padres, quieres hacer lo mismo que ellos, ¿Eh?

—Casi— se alejó hacia las mesas, girando y con los brazos extendidos —A mí no me gustan las mujeres— levanté las cejas, fingiendo que no me asombraba.

—Ah, vaya.

—Sí, por suerte comprenden y me apoyan. Yura siempre quiere presentarme a sus amigos, hay veces que me avergüenzo de que sea mi hermana.

—¿Es muy explícita, muy molesta?, ¿Qué les dice?

—Les muestra fotos mías en traje de baño— cabizbajo y colorado, empezó a jugar con sus dedos —Hubo una época en que me destapaba en la cama y me sacaba fotos.

—Oh.

—Sí, no fue una época de oro que digamos— dándole fin a la conversación, miró a los costados —Hay mesas sucias, mejor las limpio.

Y así empezó a llegar gente, llenándose poco a poco el espacio que nos separaba, que parecía querer repentinamente mantener, sin mirarme a los ojos y sin hablarme, apenas rozando los codos o los brazos al pasar… sin hablar definitivamente una vez que Yutaka había terminado con las entregas.

 

 

 

 

 

—Uff, hoy sí que fue interminable.

—Sí, la verdad que sí… ¿Viste la chica que manoseaba al novio por debajo de la mesa?

—¡No! ¿En qué mesa?

—La que queda en la esquinita oscura, cerca de los baños. Yo sí vi a la que tenía pollera y las piernas separadas, pude verle las fresas en la bombacha cuando trapeaba.

—Ah, ¿Por eso te reías? ¡Eres un idiota!

Se codeaban, se empujaban, y yo caminaba en silencio viéndolos divertirse: no sabía qué comentar, y mi papel no era ese en aquel momento, si abría la boca sería sólo para hacer el ridículo, estaba seguro.

—Takashima— me llamó Kai —Gracias de vuelta por atender, nos diste una gran ayuda.

—Sí, podrías empezar a trabajar con nosotros.

—¿Qué? Oh, no para nada, sólo... yo sólo fui porque… eh… en realidad no sé por qué fui— admití, causando que se rieran de mí.

—Como sea, eres bienvenido y lo sabes, Yutaka ya te dio el “Ok”.

—Cierto, agradece que me caes bien, yo domino el lugar en realidad, Kojima es muy blando, muy inútil.

—Tu hermano dijo todo lo contrario anoche en la cama, ¿Sabes?

—¡Pedazo de…

Y siguieron peleándose, empujándose y tirándose al piso, yo esquivándolos torpemente para no caer. Reconocí la calle por la que tenía que doblar y frené en seco, los chicos estaban demasiado entretenidos siguiendo derecho, no me animé a pedir que me acompañaran.

—Emh, yo me despido aquí, mi casa queda para allá.

—Ah, ¿Quieres que te acompañe?— preguntó Kojima, Yutaka parecía estar de acuerdo, pero negué.

—Se hace tarde y se está poniendo fresco, mejor nos vemos otro día— saludando, marché rápido mientras el cielo se nublaba de vuelta, serían las nueve menos cuarto cuando, a mitad de camino, recordé que había dejado la tarjeta en la chaqueta del uniforme. —El uniforme… tirado en la escuela.

¿Cómo hacía ahora para entrar? No podía volver a colegio, tampoco podía saltar la reja como lo hice en la mañana, ésta tenía cámaras de vigilancia y era tres veces más alta que la otra, sin contar que me había costado la vida pasar por ahí arriba y que casi me descocotaba en el proceso.

Me mordí el labio, nervioso, ¿El teléfono? También, estaba en el saco… no podía ser tan estúpido, me golpeé la frente con la palma de la mano.

—¿Qué hago?— miré detrás de mí, no había nadie, no confiaba en la posibilidad de volver sobre mis pasos y encontrar a los chicos, probablemente ya habrían llegado a sus casas —¿Qué hago?

Sonó una sirena de policías a lo lejos, los perros aullando en respuesta. Encogido en mí mismo, ahogué el llanto y respiré agitado, caminando de lado hacia mí barrio, y pensando qué mierda hacer, cómo conseguir llegar a mi cama.

Entre los ladridos, maullidos violentos y aceleradas de autos amortiguadas, una voz cansada hizo eco en la noche.

—¡Ey!, ¡¡Ey!!— La voz y la sombra que alcancé a ver se distorsionaron en mi mente, eché a correr a toda velocidad, procurando no llevarme nada por delante. Los gritos aumentaron de volumen y hasta dijeron mi nombre. Mi nombre. Paré en seco, girándome con las lágrimas saliendo de mis ojos.

—P…pero… ¿¡Qué carajo te cuesta decirme que eras tú, energúmeno!?—ni bien se acercó le golpeé en el pecho, furioso —Casi que me mojo los pantalones del miedo, ¡Tonto!— Kojima se tapó la boca, divertido y me pidió perdón.

—Te veías muy asustado cuando te fuiste, por eso le dije a Uke que se fuera solo, que yo me encargaba de escoltarte como a todo un chico rico. Además, hoy no llevabas ni la chaqueta ni la mochila, supuse que no te sería fácil volver a tu mansión y entrar.

Un momento.

—¿Cómo es que sabías y recordabas esos detalles?

—Uno mira en silencio y aprende bastante, Shima, ¿Nunca lo intentaste?— Shima… sonaba sencillo, sonaba agradable.

—No, jamás.

—En fin, vamos a tu casa y en la entrada llamas a tu madre.

—¿Cómo lo hago?

—Te presto mi teléfono, siempre y cuando no tardes mucho.

—Gracias.

—De nada— y desinteresadamente, se fue sacando la campera de hilo gris que ese día también llevaba… probablemente era su única campera —Ten, estás temblando.

Parecía que helaba, y los pastos brillaban no sabíamos si por rocío, helada o lluvia que caía, porque el clima del otoño era así, ambivalente e impredecible.

—¿Qué pasa si te enfermas?—chillé con los dientes apretados, volvió a encogerse de hombros, todo parecía darle lo mismo.

—Me reemplazarás en el trabajo, sencillo.

Había sido una broma, y me tomé el atrevimiento de codearlo, fingiendo estar molesto. Su respuesta fue una sonrisa amplia y me despeinó, me encontré más que a gusto con el contacto.

—Listo— habíamos llegado, me tendió su nokia de la década pasada —No te rías y marca con fuerza, las teclas andan medio lerdas.

Cinco pitidos me separaron de un inminente reto fingido de mi madre una vez que me identifiqué: no me gustaba que pretendiese estar preocupada por mí no me gustaba que armase un teatro de mentiras frente a los demás en el cual buscaba quedar como buena madre.

Mientras el portero del estacionamiento venía a paso cansado a abrirme con su llave (mi familia ni pensaba salir de la cama), me despedí de Kojima como pude, tendiéndole el teléfono y bajándome el cierre de su abrigo.

—No sé para qué me la prestaste, si fueron sólo cuatro o cinco cuadras.

Posó una mano en mi pecho, frenándome; con la libre agarró su celular. Su sonrisa era triste, murmuró por lo bajo “quédatela” y (de vuelta) para él eso fue suficiente.

Pero no se iba quedar así, a mí nadie me dejaba con las palabras en la boca o con las ganas de nada; me aferré a su mano despacito, con temor, no quería que se fuera.

—Mañana iré al colegio, si me necesitan en la tienda, pasa a buscarme cuando salgo, o llámame, puedo darte mi número si quieres— sacudió la cabeza lentamente.

—No quiero tu número. No por ahora y mucho menos bajo esas condiciones.

—¿Eh?— sentí un retorcijón en el pecho, el portero me retó para que entrara.

—Nada, nada… nos vemos.

—P…pero…

—Adiós.

Se fue como la noche anterior, y oculto bajo las frazadas, antes de cerrar los ojos, sentí otra vez esa sensación rasposa en el estómago, como cuando un iceberg se descongela. Sentía que se iban cayendo y disolviendo pedazos de mí.

Despacio, despacio.

Notas finales:

 Espero les gustara.

También quiero agradecer por sus reviews a:

hela_24

♥ Tiffany091 

Y también a todos aquellos que leen pero que no dejan review, a todos mil gracias.

Espero sus comentarios y criticas, lo que quieran es bien recibido.

Sayo♥


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