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Autumn (Rainy Days) por VampireDark

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Notas del capitulo:

Disfruten :3

“El que se acerca a mi habitación, muere”.

Así de simple, y logré faltar al colegio. Adiós asistencia perfecta, adiós diploma de felicitación, adiós medalla… tantos años de esfuerzo arruinados con una patética escapada y un capricho de querer quedarme en la cama. Años enteros derrumbados en horas, míseras horas.

Me quedé boca arriba, pellizcando el satén dorado y mirando el techo, sin telarañas, sin pelusas ni capas de tierra en ningún lado. Desvié mi atención al piso, lustrado y brilloso, seguí con mi armario, que no tenía marcas de dedos ni golpes.

—Todo está tan… limpio.

La tela se electrizaba bajo mis yemas, oí el crujir de la estática y solté las frazadas, me pasé la lengua por los labios e intenté respirar hondo, sentí un leve tirón en el proceso.

—Odio este lugar. Aquí no se puede sentir nada.

Me volví de lado, estiré la mano para tomar la tablet y revisé la hora así como el clima; fruncí el ceño y la dejé donde estaba para tomar el control remoto y prender la televisión, ubicada en la pared de enfrente, bien en el medio para que pudiera verla sin torcerme y terminar incómodo.

Vagué por los noticieros, tanto en la tablet como en el servicio meteorológico anunciaban sol y calor. Al sentarme en el colchón y husmear por la ventana, la niebla era tal que parecía estar viviendo en Londres y no en Tokio. Me detuve a examinar el paisaje.

Se veía todo tan aburrido. Aún así, en la tienda de Kojima seguro la perspectiva sería diferente, más colorida.

—Te estás haciendo muy amigo de ese Kojima— me dijo una vocecita acusadora en mi mente. —…Lo sé— sonreí —Lo sé.

 

 

 

 

 

Salí del baño con la bata azul y el pelo aún mojado, caminé con las manos en los bolsillos hasta el armario, de donde saqué ojotas en vez de pantuflas debido al clima (la humedad me daba frío y calor a la vez, no quería estar muy tapado o completamente desnudo); golpearon la puerta y una criada se disculpó cortésmente, justificándose que sólo aparecía para traerme el uniforme y mis cosas, todas abandonadas el día anterior.

—Yo no pedí que me trajeran nada— protesté mientras me acercaba. —Gracias de todas formas.

—Su madre pidió que fuéramos por sus pertenencias, dijo también que debía ser más cuidadoso la próx…

—No te pagan para que me des sermones— le interrumpí con los ojos fijos en la chaqueta —Vete, suficiente.

Con un gesto de mi mano, comprendió y me deseó buenos días: había hecho mal en tratarla como un animal, pero una repentina idea se me había venido a la cabeza. Salté así para caer sentado en la cama y hurgué en los bolsillos de la chaqueta del uniforme, buscando la tarjeta.

Estaba arrugada y doblada, pero aún se veía el número. ¿Qué pasaba si llamaba a esas horas de la mañana? ¿Yutaka atendería y vendría? ¿Qué pasaba si le pedía que viniera Kojima específicamente y no él, cuánto me harían esperar?

Rebusqué en la bola de ropa que se había armado a mí lado y encontré el teléfono con poca batería, llamé de todas formas.

—Sí… quién habla.

—Buenos días— intenté compensar su voz somnolienta con un tono amable y cortés —Soy Takashima, ¿Me recuerdas? Llamaba para saber si querrías prepararme un desayuno y traerlo a casa, prometo pagarte el doble si cumples con una pequeña condición que te pido en cuanto a la entrega.

—Emh… a ver…— se oyó un resoplido y un cierre subirse, me sonrojé cuando oí otra voz detrás, muy amortiguada, preguntando qué pasaba y siendo contestada con un “después te explico” —¿Takashima, me dijiste?

—S-sí, el de la caja registradora— ¿Cómo no iba a recordarme?

—Ah, “chico rico”— suspiró con un poco más de energía —¿Cómo estás? Eh, sí… puedo… prepararte algo. Pero no específicamente un desayuno.

—¿Por qué no?

—No sé hacer comida de ricos— pude sentir la sonrisa socarrona del otro lado, reí entre dientes.

—Con que me traigas un envase de fideos está bien. Sólo me gustaría pedirte un favor.

—¿Chico rico y encima pretensioso? A ver, dime.

Le conté entre susurros vergonzosos y carraspeos excesivos. Entendió al instante y hasta me dijo que justo había pensando en hacer lo que le pedía, que resultaba obvio y que “Byo estaría encantado de visitarme”.

Luego de aproximadamente cuarenta y cinco minutos, recibí un mensaje de texto de Yutaka, indicándome que ya tenía el pedido listo para entregar en la reja de entrada. Me había cambiado hacía media hora, por lo que corrí escaleras abajo y salté fuera de casa hacia la grava y su camino serpenteante antes de pisar el asfalto, donde troté calmadamente para terminar caminando, no fuese cosa que notase que andaba esperándolo.

—Hey— bufé, cansado —Buenos días.

—Hey— tenía ojeras, su voz cargaba con el sueño y aún así se molestaba en sonreír, me estiró el paquete entre los barrotes —Ten, Kai dijo que pagarías el doble.

—Claro, gracias— tomé la bolsa, el típico olor alegrándome entre la niebla —Pasa— le di la tarjeta —Deslízala por ahí así entras y te doy el dinero— entornó los ojos.

—¿Por qué no lo agarraste antes de salir?

—Tenía hambre, no lo pensé— mentí.

—Kouyou, por favor… somos grandes.

—¿Qué? ¡Es la verdad! Vamos, pasa— y caminé de vuelta a casa, esperando a que me siguiera.

Oí el zumbido robótico de las rejas deslizándose para hacerle camino, varias pisadas toscas en el asfalto y las puertas volviéndose a cerrar, sonreí mientras avanzaba y jugaba con la bolsa.

—¿Viven muchos aquí?

—No tanto, seremos veinte familias como mucho.

—¿Hasta cuántas puede haber?

—Una vez fuimos de visita a un country que tenía cien.

—¿Cien? Ahí la cosa ya no es tan privada, si te pones a pensar.

—Estaban en una montaña, y cerca había una cascada.

—Oh.

—Sí, lo mismo dijimos cuando fuimos ahí a nadar.

—¿Nadaron en una cascada?

—Algunos lo hicimos. Otros sólo fueron a mostrar los resultados del gimnasio para poder después perder la virginidad.

—Oh, así que la clase alta también tiene sus “festicholas”.

—Por supuesto que sí, no somos extraterrestres. Sólo tenemos dinero, no somos ni raros, ni diferentes, ni superiores.

Dejé de escuchar las pisadas de Kojima a mi lado, instintivamente me detuve y giré sobre mi eje, de vuelta esa sonrisa entre las ojeras y la cara de sueño, me sonrojé.

—Nadie tiene que saber que dije eso, ¿Está bien?— asintió despacio —En serio, a mí… me costó mucho llegar a donde estoy, no quiero bajar de vuelta.

—¿Bajar?— volvimos a andar, mirándonos mutuamente —¿Qué, no tenías plata?

—Siempre la tuve, pero no el resto de mi familia. Mis tíos son de clase media, son como tú, son como gran parte de la sociedad del mundo— me reté mentalmente, había ciertas palabras que me hacían quedar mal —Yo me juntaba con todos, no me importaba de dónde viniesen o qué apellidos tuvieran… hasta que empecé la escuela primaria, ahí tuve que cambiar mis propias reglas.

—Para que no se burlaran de ti por la junta.

—“Dime con quién andas y te diré quién eres”… realmente es tomado muy en cuenta en ciertos lugares.

—No importa, supongo que no vas a arriesgarte a perderlo todo ahora. Lo importante es que sepas eso que dijiste.

—Que a mayor arrogancia, más grande es el vacío— le cité, sonriendo tristemente, cambiando ciertas palabras para que no doliera tanto la autocrítica que más bien sonaba a propia acusación, desmedida y despectiva.

—Exacto. Por cierto, me parece que nos alejamos de tu casa— le agradecí en silencio cuando me frené en seco. Miré a mí alrededor, nos habíamos desviado por la calle central hasta el centro de relajación.

—Ah, maldición; lo siento, debes pensar que te estoy tomando el pelo— hablando de humildad y trayéndolo al spa, fantástico, Uruha. Fantástico.

—¿Tú entras a esa casa de cristal todos los días?

—No es una casa de cristal, tiene paredes de vidrios y adentro hay una pileta climatizada.

—Pero aquí afuera hay otra.

—Es diferente, es más honda y… y eso, es más honda.

Volvió a silbar de la sorpresa, levanté una ceja. Ambos nos perdimos en las hojas de los árboles que caían sobre el agua que se agitaba apenas, creando pequeñas olas apenas perceptibles en la niebla que había decidido dispersarse levemente.

—En el verano te invitaré, lo prometo— carraspeé —Ahora hace frío.

—Pero si recién estamos en otoño… aparte, ¿Seguirás siendo mi amigo para el próximo verano?

—Por supuesto que sí.

Una milésima de segundo, giramos las cabezas al mismo tiempo, vimos los ojos del otro brillar, crear una chispa. Creí ver preocupación y susto en su mirada…  ¿Pero cómo hacía para decirle que ya no se preocupara por mí, que ya no me importaba lo que dijeran? Después de todo, Kojima era mucho mejor persona que varios de los que había ahí en el country.

—Seguro se te enfriaron los fideos— masculló mientras se daba vuelta y empezaba a caminar— Perdóname por haberte distraído, dámelo, te los calentaré y vuelvo, y tranquilo que yo lo pago.

—No— alejé la bolsa de su mano, estirando mi brazo hacia un costado —Está bien, los calentaré yo o se lo pediré a alguien, no tengo hambre.

—¿No tienes hambre?

—¡N-no estoy apurado por comer! Eso pasa, no estoy muerto de hambre, eso quise decir.

Se acercó despacio, tuve que agachar mi mirada para mirarlo con atención pero me ganó al tomarme y acariciarme suavemente con su pulgar, sintiendo sus orbes negras derretirme, fundirme en ellas y perderme en su oscuridad.

—No es necesario que te esfuerces tanto, Takashima. Si quieres pasar tiempo conmigo, sólo dilo.

Mi labio inferior tembló por los nervios, apreté los puños a los costados de mi cuerpo y junté el valor, respiré como pude y sentí la humedad de la niebla aglutinarse a mi piel, marearme.

—Quiero pasar tiempo contigo, Byo. Todo el que se pueda, si es posible.

 

 

 

 

 

—Bueno, supongo que nos veremos a la tarde— sonreí, esperanzado. Las puertas zumbaron hasta cerrarse, Kojima negó lentamente con la cabeza.

—Deberías pedir los deberes, la próxima no faltes al colegio porque sí.

—¿Desde cuándo me dices qué hacer?

—No te estoy diciendo lo que deberías hacer, te doy un consejo.

—¿Consejo?

—¿Nunca antes te dieron uno?

—No, jamás… nadie busca meterse conmigo y yo no dejo entrar a mi vida a nadie que pretenda decirme cómo vivir. No obstante…

—Hasta mañana— saludó por última vez, marchándose definitivamente.

—¡Ey, Kojima!— pero no me escuchó y siguió de largo, para cuando busqué abrir la puerta de vuelta, éstas ya estaban moviéndose —Qué…

Dando dos pasos, tres y entrando con un suave desliz de costado, la figura de Yuu me pasó por al lado, el roce de nuestros brazos distante, frío, insensible.

—Yuu… ¡Aoi!

Frenó, dándome la espalda, hundió suavemente las manos en los bolsillos de su pantalón: llevaba una camisa traslúcida negra y pantalones color caqui, corte recto y normal, con zapatos blancos y manchados con tierra. Su cabello no se mostraba tan minuciosamente arreglado, como antes, ahora su flequillo caía incluso sobre uno de sus ojos, sin ningún tipo de gracia. Ahora parecía querer ocultarse, se veía hasta incómodo con simplemente haber pasado de un lado de la reja a la otra. Volvió a caminar, le llamé de vuelta.

—Aoi, ¡Mírame, quiero hablarte!

No llevaba corbata ni relojes, tampoco gemelos en los puños de las mangas y mucho menos un buzo sobre la espalda, anudando las mangas sobre su pecho: era un chico común y corriente, su tez había retomado el color natural, el que había tenido siempre.

—Shiroyama… ¿Acaso ya te fuiste? ¿Por qué no estuviste yendo al colegio?— un minuto entero me tuvo esperando, suspiró.

—Por lo que veo, tú no fuiste hoy tampoco.

—Aoi, mírame cuando te hablo, me preocupa tu situación— automáticamente infló las mejillas de la risa y explotó en una carcajada fea, áspera y filosa. Para cuando terminó, sacudió la cabeza y respiró con dificultad. “Sigue así”, me dijo, y creí sentir un fuerte golpe al medio del pecho, un pinchazo al corazón. —A… Aoi…

—¡No quiero verte y no te soporto!— me gritó, girándose con el odio en sus ojos y la vena de su cuello —No vuelvas a hablarme, no quiero verte, eres una peste de persona y nunca te perdonaré lo que hiciste, porque jamás me lo hubiera esperado de ti.

—¿Eh? ¿Qué, qué hice?

—Limpiarte la mano cuando te dije que me iba a ir con mi madre— espetó, empujándome —Lo peor de todo es que me resultaba obvio que Ruki y Kazuki miraron hacia otro lado, pero tú… tú… En serio, ¿Quién es tan desalmado de hacer eso? ¿Qué soy, un parásito?— arrugando la nariz, mostraba los dientes, creí que iba a golpearme hasta dejarme inconsciente —A ver, veamos, enférmate— me empujó de nuevo, furioso —Vamos, contágiate de lepra o algo, mugroso aristócrata. ¿Te crees mejor que los demás? Pues yo voy a encargarme de contagiarte toda esa pobreza a la que le temes, ¡Idiota!

Caí sentado al piso, instintivamente me tapé el rostro, pero sus manos fueron más rápidas y me tomaron del cuello de la remera. Después de rogarle infinitas veces perdón, logré que se quedara estático, mirándome.

—¿Cómo te atreves a pedir tanto perdón si de seguro no sientes ni uno de ellos?

—¡P-pero yo, yo trato de cambiar! ¡Kojima es…!

—Tu voz es tan molesta— me soltó, me golpeé fuertemente la nuca contra el asfalto —Uno viene a buscar sus cosas y termina con dolor de cabeza— masajeándose las sienes, se alejó a paso rápido, mascullando cosas inentendibles.

Incorporándome, me acaricié donde me dolía y con lágrimas de vergüenza, resoplé, intentando calmarme: la niebla no había desaparecido del todo, y sentía que ahora esta era una carga de culpa, un reflejo de cómo se sentía Yuu debido a mí. Un reflejo de lo que yo y ese barrio podrían significar para él. Una molestia, una mierda aglutinante que te hacía transpirar a pesar del frío y no te dejaba ver claramente.

Notas finales:

Las cosas se están empezando a poner intensas, en el próximo Cap Aoi toma algo de protagonismo x3 Y las cosas poco a poco se empiezan a tornar interesantes.

Espero sus reviews, y comentarios, en verdad son muy importantes.

Un agradecimiento especial a:

 ♥Tiffany091

laura lxlight 

Y a todos aquellos que leen pero no deja review. Un eso y saludos, disfruten.

Espero hallan pasado una feliz Navidad y que su año nuevo este lleno de alegrías.

Sayo♥


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