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Autumn (Rainy Days) por VampireDark

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Notas del capitulo:

Disfruten!

 —¿¡En serio te empujó!? Qué… ¡Qué rata!— Quise decirle a Kazuki que no fuera tan duro, que cuidara sus palabras y se tomara el trabajo de pensar, poner un filtro entre su cerebro y su boca. A su lado, Ruki se cruzó de brazos y se inclinó hacia atrás, resoplando.

—¿Qué más quieres, Kazu? Si ahora se anda criando en las calles, pelear es lo único que los gamberros saben hacer. Es increíble que lo hayan dejado entrar, más bien que se mudara años atrás.

Cada uno sentado en la punta de la mesa de dos metros, el eco de sus voces golpeaba con las paredes, a lo lejos el zumbido de la aspiradora parecía molestarlos. Yo, sentado en el medio, carraspeé y me froté los muslos, aún sucios de grava por el incidente con Yuu.

—Yo creo… creo que le debemos todos una disculpa— sus ojos me incineraron, entre estupefactos y rabiosos —Es que, a ver, era nuestro amigo, no debimos haberlo abandonado cuando pasaba un momento tan difícil, ¿No creen?

—Mejor solo que mal acompañado, Takashima— Kazuki entornó los ojos, amenazante —¿O acaso deberíamos dejar de verte a ti también?

—Ese trabajo te afectó, Uruha— siguió Ruki —Deberías irte de vacaciones por dos meses, cosa que se te refresque la cabeza y sepas de dónde vienes y adónde debes pertenecer. Porque sinceramente, creo que nadie en su sano juicio, teniendo lo que nosotros tenemos se rebajaría a algo tan banal y morboso como lo es la clase media.

—¿¡Banal, morboso!?— Increíble, no podía dar crédito a mis oídos —¡¡Takanori!!

—¡Tú mismo ves cómo tienen a sus hijos! ¡Que tengan uno solo y lo cuiden para ver si puede ganar algo de dinero! ¡No tengan más si no pueden asegurarle un futuro al primero!

—¿Y dejarlos subir?— rió Kazuki —Yo prefiero que sigan así, no me gustaría tener que lavar mi auto ni mi casa por mi cuenta, sabes. Se les puede sacar jugo a todos esos, sobre todo si saben cómo lustrar mis zapatos.

—¡Chicos, basta!

—Tienes razón, deberían… hacer una universidad para ese tipo de cosas. Que aprendan bien a limpiar, doblar, planchar… quién dice, en una de esas, capaz que aprenden.

No había caso, no iban a escucharme. Me levanté y rodeé la mesa, escuchando sus risas y algún que otro quejido por parte de la aspiradora que alcanzaba a oírse a lo lejos. Frotándome el cuello y desabotonándome el cuello de la camisa, troté hasta la grava fuera de casa, buscando en los alrededores si Yuu ya se había marchado.

Una caja pequeña en la reja de entrada se divisó, probablemente lo obligaban a llevarse las cosas por su cuenta, corrí hasta ella para esperarlo y me senté al lado con las piernas cruzadas, dibujando figuras en el piso y en mi pantalón, ensuciándome.

Puchereando, no evité ojear dentro de la caja, sobre todo porque estaba abierta y no tenía ningún nombre que identificara qué cosas había dentro (“libros”, “CDs”, nada); vi un par de retratos pequeños y varios papeles, así como un reloj despertador y un cuadernillo desgastado: ahí fue cuando me di cuenta que nunca había entrado a la habitación de Yuu… seguramente era como la de cualquier adolescente típico. Típico de clase media.

Desdoblé los papeles (enormes y doblados dos veces), divisé piernas, manos y una cabeza, eran pósters, pósters de personas y grupos que no conocía. Incluso me pareció ver a un bailarín de ballet, cuando un repentino agarre volvió a tomarme del cuello de la camisa, girándome.

—Aléjate de mis cosas.

—A-Aoi, espera.

—Déjame en paz y vuelve a tu asquerosa casita de muñecas, ¡Mis cosas son privadas y nadie las toca!

—¡Permíteme al menos explicar…!

—¿¡Por qué tengo que ser misericordioso contigo, ah!? ¡Tú me dejaste de lado y te limpiaste la mano, me diste vuelta el rostro! ¿Y ahora yo tengo que prestarte atención, perdonarte? ¿¡Qué mierda tienes en la cabeza!?

—¡¡Perdóname!!— chillé al borde del llanto, adolorido por su forcejeo.

—¡Lo que hiciste no se perdona, ni se olvida! Agradece que no tome venganza porque bien que pude haberte hecho sufrir hace una hora. ¡Ahora largo!

—¡¡Pero Yuu, quiero arreglar las cosas!! ¡Por favor, quiero intentar, busco entenderte!

—No me entiendes porque no has estado en mi lugar, así de sencillo. Nunca estuviste en mis zapatos, Takashima, no debes entender nada de lo que siento, de cómo me siento.

—¿Q-qué tal si llevo tus cosas? T-te acompaño hasta tu casa, por favor, déjame enmendar lo que te hice.

Se quedó callado y mirándome fijo a los ojos, sopesando y tratando de ver si mentía o no. Soltándome con cuidado, resopló y accedió, detrás de él vi otra caja y una mochila de una sola correa: decidí llevarla cruzada en el pecho y cargué patéticamente la caja de los pósters y demás, probablemente cosas únicamente de su cuarto.

Luego de que las puertas se abriesen y marchásemos a pie, Yuu se encargó de crear el más incómodo de los silencios. No cruzamos una palabra, no nos miramos a los ojos, él simplemente fue dos pasos más adelante para que lo siguiese, entrando en calles que jamás había conocido y en lugares oscuros, tenebrosos.

—Dobla aquí— me advirtió mientras buscaba un juego de llaves en su bolsillo; llegamos a un complejo de departamentos de unos diez pisos, trotó hasta la puerta de entrada, con barrotes verdes inclinados, también presentes en todas y cada una de las ventanas —¿Miedo, no? Aquí no hay balcón, no hay mucamas… aquí todo es por tu propia cuenta, así que cuidado, podrías desmayarte de la impresión.— Su burla me dejó un gusto amargo en la boca, tragué saliva y asentí, buscando responder.

—T-trabajé en un puesto de comidas rápidas hace unos días, ¿Sabes? Creo que ya estoy familiarizado con esto.— Volvió a quedarse quieto, la llave apenas introducida en la cerradura. Todavía me daba la espalda, pero se dignó a mirar a un costado.

—¿Ah, sí?

—Sí, cociné y serví platos, cobré también. No me dejaron entregar pedidos porque no me sé las calles.— Pareció reír, pero salió como un bufido apagado, aburrido.

Entramos, subiendo una escalera demasiado angosta y con baldosas sueltas, todas pequeñas y rectangulares de color bordó. Afortunadamente, Yuu vivía en el 3 “A”, por lo que rápidamente fui introducido a un recibidor que se unía con el living, la cocina y el comedor; pasando por un pasillo se iban a dos cuartos y un baño. Bastante sencillo, bastante chiquito: sentí que me faltaría el aire, pero la verdad…

—Luce cómodo— murmuré, marchando robóticamente a una cama que hacía de sillón en el recibidor, dejando las cosas, miré las paredes blancas y las cortinas mostaza, apreté los labios —¿Lo decoraron ustedes?— no había mucho, algún que otro jarrón con flores de plástico y un solo cuadro, pero algo era algo. Ahí fue cuando miré a los ojos a Aoi y divisé una sonrisa triste, sincera.

—Sí, mamá dice que está bien así, pero yo quiero poner más cosas.

—¿Necesitas ayuda con los pósters en la pieza?— confesé, avergonzado por haber husmeado —Se ven grandes, necesitarás cinta.

—Eso lo haremos después, ayúdame con los retratos y cuadritos que encuentres— asentí sonriente mientras buscaba: había dicho “eso lo haremos después”, tarea que nos implicaba a los dos… seguiríamos siendo amigos.

—Listo— anuncié —¿Y ahora?

—Dame eso, no debes saber colgar los cuadros— no pude evitar reírme, él ensanchó su sonrisa —Bobo, debes proteger tu reputación, miénteme un poquito.

—Puedo hacer fideos si quieres— fanfarroneé con el mentón en alto.

—Mientes.

—Por supuesto que no.

—¡Tú no sabes cocinar!

—Dame un fósforo que prendo la cocina y te enseño, pequeñajo— me soné los dedos, terminó codeándome entretenido —Y hasta soy capaz de hacer una ensalada, fíjate tú.

—Enamorarás a cualquiera con tus habilidades culinarias… toma.

—Tú te ríes— le señalé con la caja de fósforos —Pero estoy en camino de volverme el rey de los puestos de comida rápida.

—Dios santo, tú cocinando… con un delantal puesto.

—Kojima tiene la foto— anuncié, llenando de agua la olla, me detuve, incómodo porque Aoi alzó una ceja, mostrando interés.

—¿Kojima? ¿Quién es ese chico?

—N-nadie, nada importante.

—Vamos, suelta, debe tener poderes o algo… es decir, logró hacer que cocines y convivas con gente, tengo que agradecerle por darte un corazón.

—¿Cómo el Mago de Oz?

—Exacto. Ahora dime quién es ese tipo.

—Pues… nadie, en serio. Sólo un chico que me ayudó el día que tú nos dijiste lo de la escuela pública. Llovía y tenía al chofer enfermó, cuando lo llamé, renunció y tuve que volverme a pie. Terminé perdiéndome y él me ayudó a cambio que esperara a que terminara su turno en la tienda.

—Pero volviste, ¿Verdad?— su sonrisa socarrona me hacía temblar, me daba vergüenza.

—Sí, volví para ayudar en agradecimiento y… bueno… como que tenemos algo con él.

—¿¡Algo!?

—Una… conexión, una amistad, por así decirlo— metí los fideos, revolví cansadamente —Me gusta estar con él, supongo que a él también le gustará estar conmigo, en la tienda soy de gran ayuda según Yutaka y… Kojima incluso fue al country, incluso capaz que lo invito en el verano al centro de relajación… ya sabes… a él y Kai, nada importante.

—Uruha, ¿Estás enamorado de él o qué?

—¿¡Q-qué te hace pensar eso!?

—Estás sonrojado y te muerdes el labio, con la mano libre te frotas el estómago y no dejas de doblar los pies a un costado— advirtió, apoyándose en la barra de desayuno y señalándome perezosamente —Tú no haces eso cuando tienes un amigo.

—¿A-ah, sí? M-mira, no me había dado cuenta— rodeó la barra y rápidamente me abrazó por detrás, respirando directamente de mi cuello y apretándome con fuerza. A ver, Aoi siempre hacía eso, pero esta vez lo hacía… diferente, no sé qué era, pero algo ahí no era como todas las otras veces.

—Uru— susurró despacito y contra mi oreja, subiendo las manos por mi torso, jugando con el segundo botón —Cierra los ojos y respira… ¿Sientes algo ahora?

Comprendí e hice lo que me pidió: me sentía raro, no estaba tranquilo pero tampoco contento ni asqueado con el contacto, no molestaba, pero a la vez sentía que algo andaba mal.

—Ahora— escuché entre el manto negro que era mis párpados cerrados —Imagina a ese tipo, Kojima, en mi lugar… imagina que es él el que te toca— un hormigueo desabotonándome despacio, la presión de otro cuerpo sobre mi espalda, sentir que ciertas zonas incómodas se pegaban y rozaban a mi cadera y más allá —¿Recuerdas su voz, sus expresiones? Reemplázame, reemplázame por él.

Automáticamente mi cuerpo cedió, las manos siendo más fuertes, más hoscas, la voz más grave, el cuerpo más fornido, las piernas un poco más gruesas.

—…Kojima… — me sentía otra persona, como si repentinamente un torbellino hubiera arrasado con mi interior.

—¿Qué?— le escuché decir; me mordí el labio y doblé hacia adelante, quemándome las manos al aferrarme a la olla, hirviendo y con las burbujas aturdiendo el silencio mientras los dedos rozaban mi piel, dibujaban círculos y se fundían para marcar sus huellas, sus marcas que me sabían más dulces y añoradas que nunca, a pesar de que nunca las había conocido.

—Sigue— jadeé, dejando caer mi cabeza y con el calor de agua golpeándome la frente —Byo, tócame.

Una repentina carcajada me espantó y detuvo mi corazón: atónito, fui incapaz de pensar y moverme mientras captaba por el rabillo del ojo a Aoi aplaudiendo y caminando hacia atrás, cayendo en la silla y balanceándose de un lado a otro.

Me lamí los labios resecos, me incorporé: estaba hecho una prostituta, prácticamente acostado sobre la cocina y con la camisa completamente desabotonada, sin contar claro que tenía un serio y vergonzoso problema en los pantalones que latía y hacía mis sienes doler.

—Ay, Dios.

—¡Ahí está!— aplaudía sin dejar de gritar, entretenidísimo —¿Ves, lo ves? No puede estar más claro… estás re caliente con ese tipo.

—¡N-no lo digas así!

—Ah, por favor, seguro que cuando te abracé en “modo Aoi” sentiste que lo traicionabas— levanté las cejas: madre santa, tenía razón.

—En fin— continuó —Dime lo esencial, lo que debiste haber preguntado desde el principio, desde que llegaste a esa tienda: ¿Él… tiene novia?

—L-le gustan…

—¿Ajá?

—No le gustan las mujeres— tartamudeé, apagando las hornallas y colando los fideos, que se habían re pasado.

—¡¡Bravo!! ¡Amigo— corrió hacia mí, tomándome de los hombros —Tienes el camino libre, tienes todo a tu favor! ¿O tiene pareja?

—N-no sé, no alcancé a preguntarle.

—¡Bah, qué importa! ¡Ahora sólo falta que él sepa lo que crea en ti!

—¡¡S-Shiroyama!!

—Aish, por favor, a ver… mírame a los ojos— ordenó, serio.

—¡No vuelvas a hacer lo que hiciste que me pongo…!

—Caliente, sí, ya sé— resopló —Pero mírame y di: “a Kojima le gustan los hombres” y vas a ver cómo sonríes.

—P-pero…

—¡¡“A Kojima…”!!

—¡A Kojima le gustan los hombres!

—Bien, ahora, “Kojima no quiere mujeres, quiere hombres, me quiere a mí.

—Ay, Aoi, por favor— me tapé el rostro, sin poder creer lo que estaba sucediendo —Sabes que no puedo.

—Dilo.

—No puedo.

—Dilo.

—No tengo el valor.

—Bien, aquí hay una tienda de comida rápida cercana, podría preguntar si hay algún---

—¡Kojima no quiere mujeres, quiere hombres!

—¡Muy bien! ¿¡Y qué más!?

—Me quiere…

—Sí.

—Me quiere a mí.

—Perfecto, dilo una vez más, convencido y luego ve a esa sucia tienda a conquistarlo.

—¿¡Conquis..!?—tomé aire, después de todo no quería que fuese a buscarlo y me dejara en ridículo —Kojima me quiere a mí.

—Perfecto— sin soltarme, me guió hasta el pasillo —De vuelta.

—Kojima me quiere a mí.

—Perfecto— bajamos las escaleras al segundo piso —Otra vez.

—Kojima me quiere a mí— ya le iba encontrando el tono, casi lo cantaba con emoción, cuando llegamos al primer piso y vi salir a Yutaka, revisando su teléfono y mirando alrededor —Oh…¡Oh!. No, no, no… ¡Que no me haya escuchado!

Su sorpresa era aburrida, como si no terminase de entender qué hacía ahí, miró mi camisa abierta y yo palidecí, creyendo que moriría. Aoi me preguntó si algo andaba mal cuando vi otra persona asomar al pasillo y abrazar a Yutaka. Era Kojima.

“Kojima me quiere a mí…”

Kojima lo estaba abrazando.

Notas finales:

Jajajaja. Y bueno... ¿KaixByo? x3

Espero les gustara y que hayan pasado unas felices fiestas.

Gracias a:

laura lxlight

♥Tiffany091

También a todos aquellos que leen y no dejan review, mil gracias.

Espero sus reviews y comentarios. Cualquier critica es bien recibida. Sin más...

Sayo♥


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