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Eres tú por Higary

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Notas del capitulo:

Holi hola, gente bonita!! ¿Cómo están? Luego de algunas correcciones y peticiones hechas por mi hermana Eli, finalmente aquí les traigo este oneshot gaasai que ella me pidió desde hace meses (Kyuu: Más vale tarde que nunca ¬¬), de modo que cualquier duda o reclamo son para Eli, jejeje. Me quebré la cabeza para desarrollar esta trama, en un primer momento pensé en conectarla con El precio de tu corazón, pero de hacerlo sería demasiado spoiler y arruinaría las sorpresas, jejeje. Una disculpa por el título, tuve que improvisarlo de último minuto u.u (Kyuu: El punto débil de Higa-chan son los títulos). Bueno, esperaré sus comentarios con saludos, pedradas, golpes, jitomatazos, cebollazos, bombas, flores, felicitaciones, amenazas y demás. Sin más que añadir al momento: ¡¡a leer!!

 

Disclaimer: Los personajes, como saben bien, pertenecen a Kishimoto. La idea para este oneshot es producto de mi desvariado cerebro y la presión ejercida por mi hermana.

ERES TÚ

 

Dentro de una casa abandonada en los suburbios de la ciudad se encontraba un joven todo golpeado y magullado. Su cabello lucía sucio y despeinado, igual que sus ropas. Estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared, contemplaba las ruinas del lugar donde se refugió. Una ligera lluvia caía sobre la ciudad, pero eso le daba igual. Escuchó unos ruidos y se puso alerta al ver que una sombra había ingresado al lugar, pero se relajó un poco al ver que se trataba de un niño que no pasaría de los diez años. Tenía su cabello empapado, seguro que la lluvia lo atrapó antes de poder llegar a casa.

-¿Qué rayos haces aquí? –preguntó con brusquedad

El niño se sobresaltó porque no se había dado cuenta de su presencia, sin embargo al notar la posición del chico poco a poco fue acercándose a él hasta que alcanzó a vislumbrarlo. Se mantuvo cauteloso, ya que no sabía si la otra persona pudiera ser peligrosa, aunque se escuchaba joven.

-Y-Yo me estoy… refugiando de la lluvia –murmuró-. Onii-chan… ¿qué te pasó?

-No es de tu incumbencia.

-¡P-Pero si estás herido!

A pesar del susto inicial se aproximó a él; viendo que al parecer no podía moverse mucho, tomó asiento a su lado. El mayor trató de intimidarlo con su mirada molesta, pero no surtió efecto ya que el pelinegro estaba más entretenido examinado sus heridas.

-¿Te duele mucho, onii-chan?, ¿necesitas ir al hospital?

El mayor no contestó, quizá si trataba fríamente al niño éste lo dejaría en paz, sin embargo tampoco dio resultado. El pequeño parecía más curioso respecto a lo que le ocurría.

-¡Ah, es verdad! –exclamó de pronto y rebuscó en la mochila que llevaba, sacando un onigiri- Cómelo, está rico.

-No lo quiero.

-Pero necesitas comer para recuperarte pronto.

-¡Ya te dije que no lo quiero! –gritó

El pelinegro agachó la cabeza y apretó el onigiri con manos temblorosas. Una punzada de culpa invadió el pecho del mayor, por los espasmos del niño seguro estaba intentando contener el llanto o lo habría asustado con sus gritos, pero decidió ignorar esa sensación. Lo mejor era no involucrarse demasiado con otras personas, podría ser peligroso.

 

Estuvieron callados durante un rato más y bajo un tenso ambiente hasta que la lluvia cesó. El pelirrojo suspiró con fastidio porque el niño seguía sin moverse, se limitaba a echarle algunas tímidas miradas de vez en cuando.

-Oye –le llamó, sobresaltándolo-, dejó de llover. Vete a casa.

-¿Y… qué hay de onii-chan?

-No es de tu incumbencia.

-Mmm… ¿vas a quedarte aquí?

-Dije que te fueras. Eres un niño muy terco.

El menor sujetó su mochila con fuerza, lanzó una intensa mirada al mayor antes de darse la media vuelta y salir corriendo de la casa. Una vez se quedó solo, el joven suspiró. Observó el onigiri que el otro dejó y se estiró un poco para alcanzarlo. Gruñó, las heridas le dolían. Esos bastardos de un clan rival al suyo se las pagarían en cuanto se recuperara. Mientras descansaría un poco más antes de marcharse de ahí.

 

Debido a la fatiga el chico luchaba por no quedarse dormido, no podía bajar la guardia, quizá los sujetos que lo atacaron todavía lo estarían buscando. Escuchó ruidos aproximarse y para su sorpresa apareció el mismo niño de hace rato, traía cargando unas bolsas. El pequeño le sonrió tímidamente y, al no verse rechazado (porque el otro seguía sorprendido), tomó asiento a su lado.

-Onii-chan, ¡te comiste el onigiri! –dijo feliz y le pasó una de las bolsas- Aquí te traigo más y un poco de jugo.

-Oye…

-También traje esto –sacó un botiquín-. Tus heridas deben limpiarse, onii-chan.

-¡Niño! –gritó y se frotó la cara- Rayos, ¿por qué volviste?

-Porque… te mirabas solo y triste –agachó la cabeza-. Por eso pensé… que debía regresar.

-… Eres bastante problemático, ¿cómo es que tus padres te dejaron salir solo y en un día así?

-Bueno, ellos trabajan hasta tarde –su semblante se volvió decaído-… Yo también suelo estar solito en casa.

El joven lo miró con algo parecido a la pena y suspiró una vez más, ya hasta había perdido la cuenta del número de suspiros que llevaba en el día. Prefirió no alegar más porque aquél chico no parecía entender razones, quizá era como un cachorrito asustado que únicamente deseaba algo de compañía. El pequeño sonrió al verlo así de resignado, pensando que sus esfuerzos habían dado éxito al fin y abrió el botiquín para comenzar a tratar sus heridas.

 

Un rato después el mayor tenía curitas, vendas y parches en buenas partes de su cuerpo, además de comer los bocadillos que le llevó. El niño parecía muy feliz y satisfecho, así que el pelirrojo decidió corresponder a su amabilidad con un mínimo de cortesía.

-Eres bastante peculiar –comentó-. ¿Acaso tus padres no te han dicho que no debes hablar con extraños?

-Sí, pero onii-chan necesitaba ayuda.

-Hum…yo  podría ser un delincuente, secuestrarte o asaltarte.

-No lo creo –sonrió con ternura y las mejillas ligeramente sonrosadas-. Onii-chan luce como una buena persona.

 

Estuvieron platicando bastante tiempo. Bueno, el niño hablaba sin parar mientras el mayor lo escuchaba y de vez en cuando respondía con monosílabos. Aquél pequeño era inicialmente tímido, pero al irlo tratando resultaba bastante inocente y amable, nada prejuicioso y se preocupaba sinceramente por los demás.

-Eres de lo que ya casi no existe en el mundo, niño –habló, sonriendo un poco-. Si tuvieras unos años más, no me importaría que no fueras mujer, serías una buena esposa.

-Jejeje –reía el niño con algo de pena-, entonces tienes que esperarme unos años a que crezca y podamos casarnos, onii-chan, y así ambos estaremos siempre juntos.

-Idiota –por primera vez sonrió con sinceridad al pequeño y le acarició la cabeza con algo de fuerza-. Se está haciendo tarde, mejor vete a casa.

 

El niño se marchó diciendo que lo visitaría al día siguiente para ver cómo seguía. El mayor no le dijo que para ese momento él ya no estaría ahí. Mejor así, por el tipo de vida que llevaba lo mejor era involucrarse lo menos posible con inocentes, por eso no le dijo su nombre ni preguntó el del pequeño. Aquello quedaría sólo como un tierno recuerdo entre ambos. Ahora era momento de que continuara su camino.

 

Transcurrieron quince años que estuvieron llenos de peleas, sangre, heridas y dolor, sin embargo gracias a su gran temple y fortaleza Sabaku no Gaara, de treinta y cinco años, cabello rojo intenso y ojos color aguamarina, era ahora el temido y respetado jefe del clan Suna, una de las más poderosas e influyentes familias yakuza de la ciudad. Todos temblaban ante su sola presencia.

-Yamanaka-san no ha pagado el préstamo, Gaara –habló un chico de cabello castaño y con el rostro maquillado de manera extraña-. ¿Cómo quieres que procedamos?

-El plazo que le dimos fue demasiado considerado –mencionó Gaara-. Kankurou, encárguense de cobrarle con todo e intereses, pero antes de eso merece una buena lección. ¿Es casado?

-Viudo, pero tiene una atractiva hija que está en la universidad. Descuida, me ocuparé de hacerle entender a Yamanka-san que no puede burlarse de nosotros.

-Iré con ustedes –se puso de pie-, he estado aburrido últimamente.

 

Sus hombres no tardaron en recopilar la información sobre Yamanaka Ino, una rubia bastante guapa que había hecho algunos trabajos como modelo. De hecho en esos momentos se encontraba modelando para un joven pintor, así que Gaara y sus subordinados se dirigían al taller en su búsqueda. Para cuando llegaron al lugar pudieron escuchar algunos gritos y reclamos.

-¡¿Por qué demonios sigues rechazándome?! –gritaba una rubia con poca ropa- ¡Cualquier hombre estaría loco por tenerme!

-Desde el principio te dije que no me atraías –respondió un pelinegro, suspirando-, de modo que no sé por qué sigues insistiendo y te molestas tanto.

-¡Eres un estúpido, Sai-kun!

Ella terminó arrojándole un objeto que impactó directamente en la cabeza del chico quien ni siquiera intentó cubrirse. La rubia se marchó furiosa del lugar. Con un gesto Gaara ordenó a sus hombres que la siguieran mientras él caminaba para acercarse al chico de cabello y ojos negros.

-Yo sólo estaba siendo sincero, pero no lo tomó nada bien –murmuró, sobándose la cabeza

-Porque generalmente las personas no soportan tanta sinceridad –escuchó decir-. Prefieren mentiras que les consuelen.

El atacado respingó al darse cuenta de su presencia y retrocedió un poco, la figura de aquél hombre había logrado intimidarlo un poco. Gaara intercambió miradas con el chico de ojos y cabello negro, tendría unos veintiuno o veintidós años, más o menos, lucía bastante joven. El moreno se puso algo nervioso, pero no podía ser maleducado, así que inhaló profundamente para encararlo.

-Lamento que haya presenciado esa escena. Este es mi taller, ¿puedo ayudarle en algo?

-No, en realidad a quien buscaba era a esa mujer.

-Ahh… Soy Shimura Sai, mucho gusto –todavía estaba algo nervioso-… ¿Puedo saber su nombre?

-No creo que sea buena idea –dio media vuelta-. Deberías ponerte algo de hielo en la cabeza. Y por cierto, lindos cuadros.

Dicho eso se marchó con aquél porte dominante que lo caracterizaba. Sai se quedó mirando el camino por el que se fue, todavía un poco absorto. Como artista era bastante sensible para notar las emociones de los demás (aunque a veces sus comentarios lo metían en problemas), por ello aquél par de ojos color aguamarina le habían llamado mucho la atención. Inicialmente el aire que ese hombre despedía era bastante intimidante, pero ni eso pudo evitar que se quedara contemplándolo.

 

El siguiente encuentro fue una casualidad. Gaara disfrutaba de ir a bares para relajarse de sus actividades diarias. Por lo general iba a establecimientos dentro de su territorio, así podía acudir solo. Estaba disfrutando su bebida cuando alguien tomó asiento a su lado en la barra.

-Eh… ¡Buenas noches, señor pelirrojo de ojos verdes!

Gaara giró la cabeza para encontrarse con un pelinegro que le sonreía un poco. A decir verdad cuando lo miró ahí sentado a Sai le tomó unos minutos armarse de valor para acercarse, pero como seguía sintiendo curiosidad por él se animó en ir a saludarlo. Con algo de suerte y podría conocerlo un poco más.

-El chiquillo pintor, ¿cierto?

-Qué bueno que me recuerda, señor pelirrojo –sonrió con alegría al escucharlo

-Deja de llamarme de esa manera tan estúpida.

-Es que… no me ha dicho su nombre.

-¿Por qué debería hacerlo?

-Pues… Así podremos tener una amena conversación –fue el mejor pretexto que se le ocurrió

-Comienzo a entender por qué esa mujer te atacó –suspiró-. Sabaku no Gaara, ese es mi nombre.

-Mucho gusto, Gaara-san –se puso algo inquieto al sentir su penetrante mirada, pero se esforzó en disimularlo-. ¿Terminó sus asuntos pendientes con Ino-san?

-Por supuesto.

Sólo habían secuestrado un rato a la escandalosa rubia. La dejaron libre luego que su padre pagara lo que les debía y los intereses correspondientes. Claro que esa era parte de las actividades que no compartiría con un extraño.

 

Tras ese encuentro ocurrieron otros más en el mismo bar. A pesar de la diferencia de edad, las pláticas con Sai resultaban entretenidas. Al inicio el chico resultaba ser algo tímido, pero tras agarrar un poco de confianza resultaba alguien muy culto debido a la enorme cantidad de libros que había leído, además su sinceridad ayudaba a que congeniaran mejor, pues Gaara también era un hombre muy directo.

-Es genial poder platicar contigo, Gaara-san. Por lo regular la gente trata de acercarse a mí, pero luego se desespera muy rápido conmigo debido a mis comentarios.

-Porque no tienes nada de tacto, niño.

-¡Pero si tú tampoco! –rió un poco- Eres demasiado serio, creo que a veces intimidas a las personas con tu sola presencia. Debo confesar que la primera vez que te vi me diste algo de miedo.

-Es de utilidad para mi trabajo.

-¿A qué te dedicas, Gaara-san?

El pelirrojo sonrió levemente y bebió de su capa. A decir verdad a veces se preguntaba qué estaba haciendo al perder el tiempo con un pintor mucho más joven que él. Quizá sólo era cuestión de la novedad o realmente apreciaba el rato que pasaban juntos y podía relajarse.

-… Por tu seguridad es mejor que no lo sepas.

 

Poco a poco las reuniones dejaron de limitarse a bares y comenzaron a pasear de día, pero esto lo hacían muy poco sobre todo porque el Sabaku no deseaba que algún miembro de una familia rival lo viera siendo tan cercano con ése chico y pudieran atacarlo. Ambos paseaban en silencio por un parque, disfrutando únicamente del paisaje. A unos metros de ellos tres niños tenían una pequeña mesa donde vendían pastelillos, aunque pocas personas se detenían a verlos. El pelinegro decidió acercarse y les sonrió.

-Onii-chan, ¿quieres un pastelillo? Son de chocolate y están deliciosos –dijo uno de inmediato

-Claro, pero ¿por qué están vendiendo pastelillos?

-La mamá de Takeo-kun está en el hospital y queremos comprarle un regalo para animarla –explicó otro, señalando al tercer niño-. Pero como no tenemos dinero, mi kaa-chan hizo estos pastelillos y dijo que podíamos venderlos.

-Ya veo –le acarició la cabeza al llamado Takeo-. Tienes muy buenos amigos.

-S-Sí… -contestó, con las mejillas rojas

 

Gaara observaba toda la escena, la ternura con que el pintor interactuaba con esos pequeños. Ya había notado que con muchas personas se mostraba serio y reservado, pero justo en ese momento parecía de verdad relajado y feliz. Se había quedado tan sumido en sus pensamientos que no se dio cuenta del momento en que Sai regresó a su lado.

-Gaara-san, ¿quieres uno? Son de chocolate y parecen deliciosos.

-No me gustan mucho los dulces.

Quizá fue muy rudo al decir eso, porque la mirada del pelinegro se ensombreció un poco y agachó la cabeza. El Sabaku bufó, sintiéndose culpable, así que desvió la cara y estiró la mano. Carraspeó para llamar su atención.

-De acuerdo, pero sólo por esta vez lo aceptaré.

-¿Eh? –sonrió feliz- ¡Muchas gracias, Gaara-san!

 

Unas semanas después de aquello Sai tenía una exposición de arte e invitó a Gaara. El pelirrojo estuvo muy renuente al inicio, pero terminó aceptando tras el acoso con muchas llamadas, mensajes de texto, emails y que se lo mencionaba cada cinco minutos cuando llegaban a encontrarse. Una vez en la galería el Sabaku reafirmó lo que pensó la primera vez: ese chico realmente tenía talento.

-¡Ahh, Gaara-san, llegaste! –se le acercó un sonriente y elegante pelinegro. Debía admitir que lucía bastante atractivo con esa ropa

-No pensaba estar aguantando tus lloriqueos y comentarios mordaces en caso de que hubiese faltado.

Cuando estuvo tan cerca de él, Sai contuvo la respiración unos segundos al notar lo guapo que Gaara lucía con ese traje negro que resaltaba el color de sus ojos y cabello. Casi podía arrepentirse de haberle insistido para que fuera, porque estaba totalmente seguro de que no sería el único que pensaría eso al verlo de aquella manera. Se sintió algo egoísta, pero es que le gustaba pasar tiempo con aquél hombre y que le dedicara su atención a pesar de que en ocasiones todavía lo ponía algo nervioso. No pasó mucho tiempo para que sus temores se volvieran realidad.

 

Estaban platicando tranquilamente cuando que se les acercó Yamanaka Ino, ataviada con un escotado vestido negro que realzaba su figura. La chica lanzó una mirada asesina al anfitrión del evento antes de poner una sonrisa condescendiente y por demás falsa.

-Buenas noches, Sai-kun, parece que estás teniendo mucho éxito. ¿Quién es tu amigo?

-Ah, sí, hola, Ino-san. Él es Sabaku no Gaara –no parecía muy convencido con el hecho de presentarlos porque conocía las intensiones de la chica, ya que ella de inmediato se colocó frente al mayor

-Shimura-sensei –llamó un hombre, interrumpiéndolos-, su tío ha llegado.

-¿Eh? Voy enseguida –suspiró incómodo y miró al pelirrojo-. Disculpa, Gaara-san, no me tardo.

-Lo dejas bien acompañado –intervino Ino antes de que él pudiera contestar algo

Sai apretó ligeramente los puños, pero el otro hombre insistió en que su tío reclamaba su presencia, por lo que no le quedó más remedio que marcharse. Una vez el moreno se alejó, Ino sonrió coquetamente al otro adulto. Al parecer estaba desplegando todos sus trucos de seducción, lo cual por cierto sólo causaba gracia en Gaara y también enfado por la forma en que trató al moreno.

-Sabaku-san, ¿de dónde conoce a Sai-kun? Jamás lo había visto en este tipo de eventos. Además parecen muy cercanos.

-No es algo que te importe, ¿o sí? –contestó secamente- Y de una vez te aclaro que pierdes el tiempo, no me agradan las niñas mimadas y caprichosas que creen merecer todo –encendió un cigarrillo-. Estás más cerca de ser una mujerzuela en lugar de la mujer de clase y refinada que tratas de aparentar.

La rubia se enfureció muchísimo y quiso insultarlo, pero la fría mirada que recibió de aquél par de aguamarinas fue suficiente para aterrarla. No había ni pizca del serio pero gentil hombre que platicaba con Sai hace un rato. Su instinto le dijo que debía alejarse de ese pelirrojo, que era peligroso; no quería que le pasara algo peor que ese secuestro exprés de semanas atrás.

 

-Se aterraría si supiera que fueron mis subordinados quienes la raptaron –sonrió de medio lado mientras la observaba huir-. Más le vale con esto dejar de molestarnos.

-¡Gaara-san! –regresó Sai casi corriendo y lo sujetó del brazo- ¿Ino-san se fue? Bueno, no importa. Ven, quiero presentarte a mi tío. Él se ocupó de mí tras la muerte de mis padres.

El pelirrojo dio media vuelta y se encontró de frente con un hombre de cabello oscuro ya mayor, quien arrugó el ceño (misma expresión que puso Gaara al reconocerlo).

-Danzou… Shimura, claro –murmuró y sonrió de forma despectiva-. No creí que Sai realmente fuera un familiar tuyo, Shimura Danzou.

-¿Qué demonios haces aquí, Sabaku?

-Yo lo invité –intervino Sai, desconcertado-. ¿Se conocen?

-¿Éste es el amigo que mencionaste? No te quiero cerca de él, Sai.

-¡¿Qué?! Pero Danzou-sama, yo…

-¡No me interesa! –lo interrumpió- Te prohíbo que te acerques a este asqueroso yakuza. Oh, vaya –sonrió un poco al ver la expresión desconcertada de su sobrino-, no te había dicho a qué se dedica, ¿verdad?

-Gaara-san…

-Soy el jefe del clan Suna, niño. Y estoy orgulloso de ello, viejo detective Shimura.

-Ahora lárgate de aquí, no dejaré que involucren a mi sobrino con un sujeto como tú.

Sus palabras enfurecieron al aludido, aunque viendo la expresión con que lo contemplaba el pintor decidió por esta vez tragarse los insultos para el anciano y marcharse. Sin embargo tenía que darle una lección a Danzou, nadie le hablaba de esa manera y se quedaba tranquilo.

-Será mejor que te deje con tu tío –le extendió la mano-. Fue una buena exposición, Sai.

Aquella era la primera vez que lo llamaba por su nombre en lugar de “niño” o algún insulto. Sai, todavía con las emociones revueltas, le estrechó la mano y no alcanzó a reaccionar cuando el pelirrojo tiró de él para plantarle un hambriento beso en los labios frente a todos.

-¡¿Qué…?!

A Danzou casi le daba un infarto viendo la escena. Gaara se apartó sonriendo con victoria ante el asombro de los Shimura y los demás invitados, sin añadir nada más abandonó el lugar.

-¡Sai! ¡Maldita sea, hazme caso! ¡¿Por qué Sabaku te hizo eso?!

Pero el pintor seguía perdido en sus pensamientos. Todavía podía sentir la suavidad y calidez de los labios de Gaara encima de los suyos. Llevó una mano a su boca para tocar la zona profanada. Aquél era su primer beso, por lo que no podía comparar, pero aunque había sido robado también lo dejó casi viendo estrellas.

 

Pasaron un par de días después de la exposición, mismos en los que no se miraron. El Sabaku supuso que el pintor había obedecido a su tío y a partir de ahora se mantendría alejado de él. No era la primera vez que algo así le ocurría, por lo general las personas se apartaban de él al saber su identidad como yakuza, quienes se quedaban era porque tenían algún interés en su dinero o en hacer negocios en los bajos mundos.

-Buenas noches, Gaara-san.

Gaara abrió los ojos de sobremanera y con sorpresa giró la cabeza para encontrarse con un sonriente Sai. El menor tomó asiento a su lado tranquilamente mientras él seguía estupefacto.

-¿Qué… haces aquí?

-¿Eh? Pensé que ya te habías acostumbrado a soportar mi compañía, Gaara-san. ¿Este bar es parte de tu territorio?

-Sí…

-Genial, entonces me siento sumamente seguro.

-¿De qué rayos hablas, mocoso? –al fin pudo reaccionar- No deberías estar aquí, dudo que a tu tío, quien es un famoso e influyente detective retirado, le haga gracia. Sobre todo cuando ya dejó claro lo que piensa de mí.

-… Eso lo sé –suspiró y su mirada se tornó seria-, pero aún así no quiero alejarme de ti. Gaara-san, yo sé que me ves como a un niño, lo cual no es raro teniendo en cuenta la diferencia de edad, pero quisiera que a partir de ahora me vieras también como hombre –era la primera vez que decía algo así, pero siguió adelante-. Cuando estoy contigo me siento tranquilo… y feliz. Puedo hablar de cualquier cosa con total franqueza porque sé que me responderás de la misma manera. A pesar de que te muestras serio y hasta peligroso, con el tiempo tu mirada se ha vuelto cálida y amable cuando estamos juntos. En esos momentos… siento que todo va perfectamente entre nosotros.

-¿Qué rayos estás tratando de decirme?

-Gracias a ti descubrí que en realidad soy una persona egoísta y posesiva, porque quiero que tu sonrisa sólo me la muestres a mí –lo miró fijamente-… Te quiero. No como amigo, no como alguien a quien admirar. Me gustas porque eres tú –afirmó con total convicción

 

Aquella declaración no terminó con un apasionado beso y el “vivieron felices para siempre”. Gaara necesitaba meditar bien lo ocurrido. Sai le agradaba mucho, era sencillo estar con él, por eso mismo no quería ponerlo en riesgo debido a sus negocios con la yakuza; a eso había que sumarle que el chico seguía siendo sobrino de un antiguo policía y era menor que él por más de diez años. Él ya había tenido diversas parejas, tanto mujeres como hombres, pero no solían durar mucho debido a su “profesión” así como por su carácter. Ambos detalles parecían no importarle a Sai, se lo dejó claro en su declaración. Gaara debía admitir que él también se sentía muy a gusto y relajado cuando estaba con el pintor. Que fuera un hombre y además mucho más joven que él dejaba de tener importancia cuando parecía un niño tímido y le sonreía sinceramente.

-¡Maldita sea!

 

Sai se encontraba en su estudio en compañía de algunos amigos. Los últimos días desde que no había tenido comunicación con el pelirrojo se sentía desanimado, por lo que los demás querían distraerlo. Estaban platicando sobre arte cuando la puerta se abrió y por ella ingresó el causante de su situación, caminando con ese porte orgulloso e imponente que lo caracterizaba.

-Gaara-san…

Al llegar frente al pelinegro sin previo aviso jaló de él y se lo subió al hombro como si fuera un costal. Sai estaba totalmente sorprendido, igual que sus compañeros quienes no hicieron ningún intento por detenerlos luego de la mirada asesina que el yakuza les dedicó.

-O-Oye, ¿por qué me secuestras? –de la impresión ni siquiera hacía intento por liberarse

-Vamos a hablar con tu tío.

-¿Eh?

-Querías una respuesta, ¿no? Pues vas a obtenerla.

 

Danzou estaba sumamente ofendido por el atrevimiento del pelirrojo al aparecer en su casa y encima cargando a Sai como si fuera algún objeto. Hacía unos minutos recibió una llamada donde le informaban que un hombre de cabello rojo acababa de llevarse al pintor. Antes de que el anciano pudiera protestar, Gaara lo miró seriamente y con la cabeza señaló al menor.

-Estoy enamorado de él y ya que me corresponde pienso quedármelo.

Ambos pelinegros abrieron sus ojos de sobremanera ante tal información. Aquella no era la declaración más romántica del mundo ni por asomo, sin embargo era lo que Sai podía esperar de Gaara y por eso sus mejillas se sonrojaron al tiempo que una dulce y tierna sonrisa le adornaba el rostro.

-¡Estás loco! –gritó el anciano- ¡¿Cómo esperas que le entregue mi único sobrino a un yakuza?!

-Es que yo no quiero a un yakuza, Danzou-sama –intervino el menor (quien seguía siendo cargado) con una sonrisa conmovida-. Lo lamento, pero de quien yo no pude evitar enamorarme fue de un hombre llamado Gaara.

 

A partir de ese momento Sabaku no Gaara y Shimura Sai se convirtieron en una peculiar pareja debido a las personalidades de ambos. Su relación no cambió mucho a lo que ya tenían establecido, sólo debían sumarle el contacto físico y las miradas cariñosas que de vez en cuando el pelirrojo se atrevía a dedicarle al menor. Por supuesto que Danzou continuaba oponiéndose a que estuvieran juntos, pero eso a Gaara le daba igual (en realidad parecía disfrutar atormentándolo). Aquél día en que lo encaró fue para avisarle al anciano que Sai pasaba a ser suyo, no para solicitar su bendición. El jefe del clan Suna no había llegado tan lejos pidiendo permisos, mucho menos a un viejo policía que ni siquiera le agradaba.

-Gaara-san, ¿no crees que es exagerado siempre enviar a dos de tus subordinados a que me acompañen cuando salgo de mi departamento?

-Más vale prevenir –suspiró-. Deberías ser más consciente de todo lo que implica salir con un jefe yakuza, Sai. Si lo vemos desde la perspectiva de tu tío, soy un maldito delincuente.

-Bueno, es que yo no lo creo así –le sonrió-. Gaara-san luce como una buena persona.

Apenas terminó de escuchar esas palabras, el lejano recuerdo de cierto día lluvioso pasó por la mente del Sabaku. Por unos instantes pudo ver frente a sí a un pequeño niño de cabello oscuro que sin la más mínima malicia le llevó comida, trató de curar las heridas que obtuvo tras una fuerte pelea cuando apenas estaba iniciando en ese turbio camino de la mafia japonesa y que le pronunció aquella misma frase.

-Eras tú… -murmuró, sorprendido

-¿Eh?, ¿qué cosa?

-… No, nada –sonrió de medio lado-. Mejor vamos a comer.

 

Al parecer Sai no recordaba aquél incidente. O quizá no lo había reconocido, lo cual no sería raro puesto que en ese entonces era muy pequeño. Eso sí que era una ironía de la vida, tal vez cosa del destino, daba igual. No le pensaba contar al moreno de aquella dulce anécdota que guardaba en lo más profundo de sus memorias. Si un día lo recordaba por sí mismo, estaría bien, pero tampoco era algo que le importara. Después de todo él cayó en las horrorosas garras del amor debido a un pintor sincero y hasta acosador, no necesitaba nada más.

 

FIN

THE END

OWARI


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