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Herencias Mágicas por JaeBoo

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Notas del fanfic:

Se situa durante el sexto año. Este fanfic es Drarry, y se han modificado algunas cosas que sucedieron el quinto libro para poder darle forma a esta historia. La actualizaciones de los capitulos serán mensuales. Cualquier queja, sugerecia o comentario será contestado en la mayor brevedad posible.

No es un crossover con la serie de Merlín; sin embargo me basé en la leyenda que esa historia maneja para crear lo que llevo ante ustedes.

Advertencia: Soy escritora novata, por lo que no esperen la mejor historia ni una pulcra redacción. Por lo demás, por favor disfruten de esta obra. Gracias.

Notas del capitulo:

Este es el prólogo, de sus comentarios sabré si la historia es aceptada para seguir siendo publicada.

Herencias mágicas, un mito dentro de las estirpes sangre pura desde que existía registro de las mimas, para algunos una maldición inexistente de la que se jactaban estar libres, y es que significaría que algún antepasado se involucrara con alguna creatura mágica ensuciando la pureza de su linaje;  para otros significaría la herencia de un poder sin igual, pues se rumoraba que solo existiría cuando un mago procreara con alguna de las criaturas más poderosas existentes en el mundo mágico, y a pesar de los miedos y deseos que se conjugaban en las cabezas de las 28 honorables familias de aquel mundo, nunca había existido un caso en donde un niño o niña heredara más allá de las grandes sumas de dinero guardadas en Gringotts por sus antecesores. O eso era lo que Draco Malfoy creía fielmente hasta hacía unos días, cuando un dolor agudo invadió su cuerpo mientras estudiaba en la biblioteca nuevos hechizos de magia oscura.


Fiebre, había dictaminado un medimago horas después, atendiendo al joven noble  sobre la cama de una elegante habitación perfectamente decorada al estilo de la Francia del siglo XIX, en la compañía de una preocupada Narcisa Malfoy que no sabía cómo reaccionar ante el mal estado de su primogénito. Le había encontrado tirado en el piso de madera de la biblioteca, al lado de uno de los grandes estantes dedicados a las artes oscuras, ardiendo en fiebre y más pálido que nunca, incluso pudo notar con extrañeza que el cabello rubio de su hijo se veía aún más claro que de costumbre, como si de momento aquellas hebras de hilo dorado comenzaran a degradarse en plata. No creyó por completo el diagnóstico del viejo hombre, no cuando de momento, mientras el galeno se despedía con una sonrisa autosuficiente el rostro, el pelirrubio comenzara a gritar en agonía, revolcándose sobre el mullido colchón como si se estuviese quemando por dentro.


Herencias mágicas, para Draco, esos mitos se convirtieron en realidad cuando una extraña voz habló en su cabeza, sin lograr descifrar nada de lo que decía. Era profunda y opacaba los lamentos de su progenitora, y con cada palabra pronunciada el dolor se hacía más fuerte, podía incluso sentir que sus huesos se desintegraban y volvían a formarse bajo sus músculos y el toque preocupado de su madre solo empeoraba la situación. Quiso decírselo, pero lo que abandonó sus labios fue una especie de gruñido sobre natural que lo aterró más a él que a la mujer y entonces sintió su magia explotar en su interior, como si algo la hubiese estado reteniendo durante su corta vida y de momento aquel sello se hubiese roto haciéndole perder todo, poniéndolo en un estado de semi consciencia donde solo podía sentir dolor.


Dos días pasaron entre gritos desgarradores por parte del heredero y la desesperación de sus padres al o saber qué  hacer para salvar a su hijo. Durante el primer amanecer de aquella agónica situación, Lucius Malfoy miró a su primogénito, con la varita en mano, buscando una hechizo que pudiera detener lo que fuera que estuviera sucediendo, pero apenas pronunciaba algún conjuro, la magia salía rebotando del inconsciente cuerpo, convirtiéndose en un poderoso golpe que quemaba sus ropas y piel. La tarde fue recibida entonces con una exclamación aterrada de la señora de la casa al notar que no solo el cabello de su hijo había cambiado, ahora su piel, siempre blanca relucía con la palidez inconfundible de la muerte, solo el respirar acelerado que sacudía que el pecho de Draco logró sembrar cierta esperanza en los afligidos padres; con la noche llegó la resignación y la firme idea de ambos progenitores de quedarse al lado de su pequeño retoño, pues nada podían hacer además de ello.


El segundo día fue saludado con extraños sucesos en toda la morada de los mortífagos; el ambiente se sentía pesado, caliente, como si el verano cruel hubiese atravesado aquellos encantamientos que trataban de mantener el edificio con un clima agradable mientras que los pasillos eran llenados por el fantasma de una sombra siniestra, rugiendo y lamentándose. Una casa maldita, pensó con ironía Lucius mientras tomaba a su esposa de la mano, como si con eso pudiese protegerla de un peligro que resultaba aún más aterrador que la misma presencia del Señor Tenebroso, y es que el poder que lograba sentir en esa aura ahogaba su propia magia hasta hacerle parecer un simple squip. Al atardecer de ese día cada rincón del lugar quedó en silencio; Draco no volvió a moverse en las siguientes horas, no gritó, no dejó escapar torrentes de magia, solo se quedó postrado sobre la cama como si se tratara de un cadáver; su hijo había muerto, fue la primera idea que cruzó por la cabeza de Narcissa justo en el instante en que el reloj cucú de la elegante habitación marcaba las siete en punto, y esas mismas palabras se repitieron las siguientes horas como una lúgubre letanía, hasta que el cielo se pintó de negro. Esa noche la luna no pintó de plateado el oscuro cielo y ni siquiera las estrellas tuvieron ganas de aparecer, la fúnebre calma reinó mientras los ojos del heredero de aquella ancestral casta se cerraban y sus labios dejaban escapar un último suspiro.


La madrugada fue recibida con lamentos que se prolongaron hasta el amanecer, cuando el silencio mortuorio de los pasillos y jardines se extinguió para dar paso a los sonidos de la vida cotidiana en aquel lugar; sin embargo, los dueños de ese ostentoso palacete solo podían arrodillarse al lado de la cama de su hijo y rogar por un poco de misericordia, pero nada de ello llegó. Abatidos, tristes, desolados dejaron la habitación que una vez perteneció a Draco Malfoy pensando a quién deberían avisar primero sobre el suceso. Ya no les quedaban muchos amigos, la mayoría de sus conocidos eran mortífagos que para entonces se encontraban en alguna cruenta misión y los otros, era simplemente seres que en nada importaban, pues solo se codeaban para tratar negocios. Estaban solos en su dolor, y el llamado que recibió Lucius por parte del Señor Tenebroso les recordó cuan miserable seguiría siendo su existencia. Acudió, cerrando su mente para quien llamaba amo, presintiendo, quizá aquellos acontecimientos no deberían ser descubiertos por aquel ser.


Cuando el reloj de pared sobre la cabeza platinada de Draco dio las 9 de la mañana los ojos del muchacho se abrieron de golpe y nuevamente sus pulmones reclamaron oxígeno con tal desesperación que incluso las primeras bocanadas dolieron, como si el aire no fuese más que miles de astillas de ardiente metal al pasar por su garganta. El muchacho ignoraba por entero los últimos momentos de su agonía, al igual que desconocía el sufrimiento penoso por el que su madre pasaba pisos debajo de él. Se levantó con cuidado de la cama, retirando los doseles que la cubrían, se sentía entumido, cansado, pero de alguna forma más fuerte que nunca, como si de momento, algo o alguien le hubiese dado una poción revitalizadora, aunque en realidad la sensación era por mucho diferente, en gran medida se sentía como si hubiese vuelto a nacer.


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Para Harry Potter la expresión “herencia mágica” ni siquiera existía entre su reducido conocimiento sobre el nuevo mundo en el que vivía, a sus 16 años, el simple hecho de ser una mago, futuro salvador del mundo mágico, bastaba para sentir que cargaba el destino de todos sobre sus hombres, por lo que no buscaba dificultarse más la existencia. Quizá, si alguna vez hubiese leído uno de esos libros fantásticos para niños que tanto Hermione le recomendaba, se hubiese jactado de reconocer aquellas palabras que brotaban de la boca de Ron con tanta emoción mientras platicaba con su hermano Bill. Las habían mencionado varias veces, todas en sentido de burla mientras lo miraban de arriba abajo, haciéndole ver que en ese verano su aspecto había cambiado, aunque él realmente no entendía por qué  dejarse crecer el cabello estaba mal, después de todo debía darle la oportunidad a sus necias hebras negras ahora que parecían realmente calmadas.


–Primero explíquenme de qué diablos están hablando– Había soltado el Niño-que-Vivió con desespero, dispuesto a soltar algún hechizo aturdidor contra su mejor amigo, aunque finalmente tuvo que tragarse las ganas de ello y aguantarse las constantes burlas en contra de su apariencia durante el resto de las vacaciones. Por primera vez un verano en casa de la familia Wesley resultó una verdadera tortura para el pequeño ojiverde y cada día salía a relucir aquella frase, quizá al volver al colegio tendrá que preguntarle a Hermione, después de todo ella era quien conocía mejor los libros de historia y todo aquello que él, como buen chico criado entre muggles desconocía.


Tal vez, si esa mañana hubiese analizado su reflejo dos veces se habría dado cuenta que sus ojos brillaban con más intensidad de lo habitual, que su piel, antes ligeramente tostada ahora relucía de un blanco demasiado similar a la leche y que su rostro en general había obtenido un aspecto aniñado, dulce, como lo había descrito Ron con burla el día que lo rescató de la casa de sus tíos, e incluso si hubiese tenido un espejo de cuerpo completo se habría dado cuenta de que su anatomía distaba mucho de la que un chico de su edad debería tener, aunque su pequeña estatura bien podría seguirla camuflando tras su mala alimentación. E incluso se habría dado cuenta que la voz en su cabeza no era más la de Voldemort tratando de matar sus sueños y esperanzas.


Herencias mágicas, para Potter aquello no tenía ni pies ni cabeza, su herencia era la magia en sí misma, y quizá la cantidad de dinero heredada por sus padres y por su difunto padrino. Para él y su simple existencia no cabía la posibilidad de obtener nada más de sus extintos antecesores, ni siquiera, se decía, podía tener la capacidad de transformase en algún animal como su padre lo hubiese hecho en antaño. Quizá si hubiese dejado que Ron le explicara aquello tres noches antes de que sus vacaciones terminaran, habría entendido que esa frase era más que un simple mito, como los gemelos habían querido hacerle ver.

Notas finales:

Por favor, dejen sus comentarios. Gracias.


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