Rusia 1860 d.C.
- Alfa, no hemos encontrado rastro del enemigo. Al parecer esta noche podemos estar tranquilos.
- ¿Han buscado hasta en la frontera? – dijo el Alfa con voz autoritaria.
- Si, Alfa; como dije, no creo que esta noche tengamos problemas.
- De todas formas no hay que bajar la guardia, quiero a un grupo de hombres vigilando los alrededores. Sé que hoy es luna roja, pero la seguridad de la manada es primero, se los recompensaré en la próxima luna llena. Vayan – El Beta se retiró, haciendo antes una ligera reverencia, para acatar las órdenes del Alfa.
- Deberías relajarte un poco, ya escuchaste lo que dijo Min Jae, los vampiros no andan cerca, hoy podemos pasar la luna roja en total tranquilidad - habló una mujer con hermosos ojos negros y gatunos, calmando a su esposo con una sincera sonrisa; y acercándose con un pequeño bulto en sus brazos, envuelto en un manto azul.
- Tal vez tengas razón, Jae Hwa, pero no puedo alejar de mi este sentimiento de angustia, no puedo confiarme demasiado – dijo el Alfa reflejando en su rostro tranquilidad y amor, expresión que solo se le podía apreciar cuando estaba con su esposa y su preciado hijo recién nacido.
El alfa abrazó a su esposa e hijo, compartiendo con ellos un momento de paz en espera de la luna llena, donde los jóvenes solteros salían a buscar su pareja para formar una familia; era un día de fiesta donde todos los miembros de la manada festejarían con sus respectivas familias y/o parejas.
Sin embargo…
- ¡Qué fue eso! – se levantó alarmado el Alfa al escuchar gritos provenientes de los alrededores, los cuales cada vez se oían más cerca y provenían de más gente. - ¿qué está pasando…? Jae Hwa quédate aquí – agarró su arma y salió rápidamente a ver qué es lo que pasaba. La escena que lo recibió no fue para nada lo que se esperaba.
Cientos de vampiros atacaban sin compasión a su pueblo; lo que se estaba dando era una masacre total, el piso nevado estaba cubierto en sangre.
- ¡Alfa! – se le acercó Min Jae, su Beta, herido gravemente. Lo sostuvo a penas lo tuvo cerca – Alfa lo lamento, no pude detenerlos – hablaba con dificultad.
- Malditos – dijo entre dientes- no te…
- ¡Alfa cuidado! – Min Jae lo empujó haciéndolo a un lado. Cuando volteó a verlo, una espada le atravesaba el pecho y un vampiro estaba detrás de él con una sonrisa de medio lado.
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Jae Hwa huía, rápidamente alejándose del lugar, aferrando a su hijo envuelto en mantos, fuerte contra su pecho. Estaba aterrorizada por la escena que presenció tras la ventana, debía alejarse rápidamente, debían salvarse.
- ¿A dónde va, señora? – un vampiro apareció frente a ella, se le acercó intimidante y formó una sonrisa para luego batir su espada velozmente.
Él se alejó del lugar habiendo completado su labor.
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Bufó, sentado en la cima de un pequeño monte de nieve. Al fin, pensó al escuchar el último grito de dolor por parte de aquellos ‘perros sangre sucia’, también llamados licántropos.
Se levantó de su improvisado asiento, dispuesto a ir a inspeccionar lo que su Clan había hecho a aquella aldea de hombres lobo.
Ya estaba cansado de aquella estúpida guerra entre ambos clanes; no era que no les tenga el mismo odio hacia aquellos seres que el resto de su gente, es más, los aborrecía; pero ya hartaba estar siglos y siglos en constantes enfrentamientos. Por eso en las últimas acciones, él ya no era partícipe y solo esperaba sentado, algo alejado del lugar, hasta que terminen de matarse. Obviamente, esta actitud era muy criticada por su Clan, y él estaba al tanto; sabía que pronto algún indignado le echaría la bronca y terminarían peleándose. Pero eso ya no importaba, ahora los lobos estaban muertos, el último ataque sorpresa había sido exitoso, y ningún heredero de la manada había sobrevivido.
Sonrió
Esto marcaba el inicio de su nueva vida. Se iría esa misma noche, no esperaría a que lo echaran por la fuerza. Era mejor ir por tu cuenta.
Dio exactamente diez pasos hasta detenerse en seco. ¿Qué era eso?... ¡Allí estaba otra vez!. ¿Un gimoteo? Se acercó en la dirección de dónde provenía el sonido. Había cada vez menos cadáveres y el ahora llanto se escuchaba más claro, definitivamente era el de un bebe. Llego hasta el solitario cadáver de una mujer echada boca abajo, era de donde provenía el llanto, pues se escuchaba más claro y fuerte. Haciendo uso de sus poderes, hizo a un lado brúscamente el cuerpo de la mujer, dejando al descubierto un bulto envuelto en mantos.
Todo quedó en silenció por unos instantes. Parecía estar en trance, mirando en una sola dirección.
En dirección de aquellos profundos y cautivantes ojos gatunos...
- ¡Minho! ¿Dónde estás? – gritaba fuerte uno del Clan
- ¿Lo encontraste?
- No, aún no.
- Maldito infeliz…
Dio un paso hacia atrás y se oyó el crujir de una rama al romperse.
- ¿Qué fue eso? – viró la cabeza en dirección del reciente sonido
¡Maldición! Tenía que alejarse de allí