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Redención por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

 

Fic dedicado a Gen_sagitagemini quien deseaba algo de la pareja, espero que te guste y perdona por la tardanza.

Y que les guste a los demás.

Notas del capitulo:

Espero que les guste, lo edité para poder ponerlo en esta página pero la verdad es que esta trama me gusta mucho. 

 

Capítulo I

 

Ya era tarde, la noche estaba inusualmente oscura pero aún había personas por los alrededores que se dirigían a diferentes destinos, un punto estaba particularmente congestionado, la entrada al subterráneo. Un hombre avanzaba velozmente, ya era algo mayor pero estaba atento a poder avanzar, tomó las escaleras y terminó en el andén que lo llevaría a su hogar, era una ruta bien conocida pues la había llevado por más de diez años. Una vida discreta ayudaba a estar tranquilo, sin enemigos, se podía disfrutar de ese estilo y sentirse parte de la existencia, el pasado no contaba.

Se escuchó el sonido característico de los vagones al acercarse, la gente se aproximaba para tomar un lugar en cuanto se abrieran las puertas. Vio su reloj, estaba un poco retrasado, por eso no se dio cuenta que alguien estaba parado justo detrás de él, no dijo nada, simplemente entre la gente y la espera lo empujó de un movimiento hacía las vías. Las personas alrededor solo vieron a alguien caer y no hubo manera de detener a la enorme maquinaria que le pasó por encima, lo que en verdad lo aniquiló fue la turbina delantera.

La consternación se apoderó del lugar, la gente no sabía que hacer o lo que estaba sucediendo, así que nadie se dio cuenta de que el hombre que había fallecido había sido empujado, tampoco que la persona que lo había hecho se alejó tranquilamente sin atraer la atención. Salió a la calle de nuevo, hacía frío, se ajustó su abrigo y caminó en medio de la noche sin mirar hacia atrás. Caminó por diversas calles hasta alcanzar un pequeño hotel, entró a su habitación y lo primero que hizo fue tomar un teléfono desechable, solo contaba con un número.

—     Está hecho—dijo sin que le preguntaran nada.

—     Vuelve mañana mismo—fue la única respuesta.

—     Bien.

Eso fue todo. Se dio un baño rápido y después se metió a la cama para dormir, extrañamente no tuvo problemas para conciliar el sueño, nadie diría que terminaba de aniquilar a un hombre.

A la mañana siguiente Radamanthys de Wyvern abandonó el hotel, se había registrado con un nombre ficticio y tomó otra serie de medidas para no ser rastreado pero no creía que nadie lo fuera a hacer. En el diario solo había salido una pequeña nota sobre un suicida en el subterráneo la noche anterior. Pero él sabía que no era un suicidio y que ese hombre no era nada de lo que había aparentado los últimos años, aunque ya no importaba, su misión había sido cumplida y ahora podía regresar.

Tomó un taxi y le dijo la dirección a la que debía ir, conforme se acercaba pensaba en lo que diría sobre la misión pero más que nada pensaba en ir a su departamento, vería a su hermano ahí.

Finalmente llegó a lo que parecía ser una casa en un fraccionamiento privado pero por dentro distaba de serlo.

—     ¿Ya estás de vuelta?—le preguntaron de pronto.

—     Si, llegué esta misma mañana.

—     ¿Todo bien?

—     Todo salió como fue planeado Valentine.

—     Hades te espera.

Vio a su compañero de cabellos casi blancos y ojos dorados ambarinos, sin duda él también estaba en planes de una misión. Dirigió sus pasos con seguridad hacia la oficina de Hades de Heinstein, el responsable de todo lo que se hacía en ese lugar. Llamó a la puerta y le dijeron que entrara.

—     Ya estás de vuelta Radamanthys.

—     Acabo de llegar Hades.

Ambos hombres se miraron por unos instantes, Hades de Heinstein ya era un hombre mayor, no un viejo pero estaba al frente desde que su padre, Cronos de Heinstein falleciera. Cronos había sido el fundador de El Tártaro, nadie sabía de ellos y nadie debería saberlo. Su hijo Hades, un caballero de cabellos negros y ojos verdes, continuaba con su labor por considerarla casi sagrada, una especie de equilibrio en una justicia fallida y que les había sido negada. Radamanthys sabía todo eso, sabía eso y más, sabía el por qué se había creado ese lugar y el por qué cumplir sus misiones era tan importante.

—     Todo salió bien supongo—decía Hades.

—     No hubo problemas.

—     Bien.

—     Quisiera ir a descansar un poco—dijo Radamanthys.

—     Lo mereces. Por cierto, espero que Minos se encuentre bien.

—     ¿Qué pasa con él?—preguntó extrañado.

—     No ha llamado, no sé de él desde hace dos días, pensé que tal vez estaría enfermo o algo así.

—     Iré a casa.

Sin otra palabra salió, Hades lo vio irse, esos dos hermanos eran muy buenos en lo que hacían, nunca habían fallado, podían seguir con sus labores sin que nadie más supiera lo que hacían, no necesitaban que lo que se llamaba justicia les dijera nada. Ya les había fallado en el pasado, pero no volverían a permitir que sucediera.

 

**********

 

Radamanthys fue a su departamento, no pensaba demasiado en lo que terminaba de hacer, para él se trataba de un deber simplemente pero su hermano tenía un tiempo pensando de otra manera. Estaba seguro que Minos solamente se lo había dicho a él pero no podía sino preguntarse qué tanto estaba realmente pensando en marcharse. A su mente vino la última conversación antes de que se dirigiera a su misión.

—     ¿Están seguros que es él Radamanthys?

—     Sí, todos los informes lo indican de esa manera Minos.

—     ¿Lo harás?

—     ¿Por qué preguntas eso? Sabes que sí.

Su hermano, quien era el menor de los dos, había guardado silencio unos instantes antes de volver a hablarle.

—     Radamanthys ¿Crees que esto es lo correcto? ¿De verdad crees que cambiamos algo haciéndolo?

—     Esa gente no puede seguir por ahí como si nada, como si no tuvieran que responder por sus acciones.

—     ¿Quiénes somos nosotros para decidirlo?

—     No sé qué te pasa Minos—le dijo de manera firme—Pero no podemos tener dudas en estos momentos.

—     Solo quisiera otra vida.

—     ¿Hablas de dejarnos?

—     Solo…Solo es…no sé lo que es—terminó diciendo.

Por un instante creyó que debería decirle algo pero no supo qué. Sabía que algo pasaba, los dos eran familia, sus ojos dorados eran herencia de sus padres, su aire varonil y masculino, aunque en el resto fueran tan distintos, como su cabello, pues él era rubio y su pariente platinado. No encontró las palabras para continuar en esos momentos.

—     Debo irme Minos, hablaremos cuando regrese.

Al principio el menor no le respondió pero cuando alcanzó la puerta su pariente lo llamó de un grito.

—     ¡Radamanthys!

Se detuvo y lo vio ir hacia él deprisa y sin más lo estrechó entre sus brazos con un desusado afecto entre ellos.

—     Adiós hermano—fue todo lo que le dijo y lo dejó ir.

Salió del departamento entonces y ahora que estaba de regreso sabría lo que estaba pasando con él, ellos dos habían crecido juntos y solo teniéndose uno al otro, su historia familiar no era muy alegre; sus padres habían estado tremendamente comprometidos con su causa y habían inculcado esos sentimientos en sus hijos de manera profunda pero ellos dos ya no estaban y como hermanos sus lazos se hicieron mucho más estrechos. Y por eso se daba cuenta que algo estaba ocurriendo con Minos, ahora que estaba de regreso podrían hablar de ello.

Alcanzó un edificio de la parte Este de la ciudad, el departamento en el que habitaban estaba en el último piso, subió las escaleras aprisa sin hacer ruido y atento a todo movimiento alrededor, así estaba acostumbrado a moverse, llegó hasta la puerta y abrió con suavidad.

No se escuchaba nada.

—     Minos, estoy de vuelta.

No obtuvo respuesta. Vio el lugar, lo recorría con sus dorados ojos, estaba todo en su sitio, limpio, aunque las cortinas estaban cerradas. Se dirigió a la habitación de su hermano, tal vez estuviera ahí.

—     Minos—dijo entrando.

Pero el sitio estaba vacío también ¿Dónde podría estar? En ese momento dirigió sus pasos hacia el baño, no se escuchaba nada tampoco.

—     Minos—lo llamó desde el otro lado de la puerta.

Abrió, vio la cortina corrida en la tina y la apartó.

—     ¡Minos!

Pero no había nada que pudiera hacer ya, se arrojó hacia su hermano, lo sacó de la tina llena de agua que alguna vez estuvo tibia y ahora solamente estaba teñida de un rojo escarlata, el color de la sangre de su hermano.

Lo que vino después resultó veloz y casi irreal, Radamanthys estuvo al tanto de todo, el servicio fúnebre y el acta de defunción, decía Suicidio como causa de muerte. Encontró la nota de suicidio en la gaveta del de cabellos plateados pero su hermano simplemente guardó silencio y destruyó la nota apenas haberla leído, nadie debía saber su contenido. Ahora estaba completamente solo.

 

**********

 

Había pasado ya medio año desde ese día, Radamanthys seguía con su labor y apoyaba al resto de sus compañeros que si tenían misiones, pero era verdad que todos sabían lo que había sucedido con Minos.

—     ¿Cómo está Radamanthys?—preguntaba Hades.

—     Parece estar bien—le respondieron.

Quien estaba ahí era otro de los miembros, se llamaba Aiocos de Garuda, sus ojos morados brillantes aún y los cabellos también mirados en los que algunas canas plateadas (por su vida, no por su edad), comprometido con su labor pero sin la casi fanática obstinación de su amigo de los Heinstein. Ellos dos se conocían desde años atrás y compartían un pasado similar como descendientes de familiares fallecidos durante la guerra. No era sencillo cumplir con sus papeles pero ambos lo hacían.

—     Creo que es momento de que vaya a otra misión Aiocos.

—     Si se lo decimos no se negará pero me preocupa.

—     ¿Por qué?

—     Porque no ha dicho nada de Minos, era su hermano y está muerto, sin embargo él actúa como si nada ocurriera.

—     Radamanthys es un hombre fuerte—concluyó Hades—Puede con esto y si dice que puede seguir sé que lo hará.

—     Se negó a recibir ayuda cuando le dije que se viera con un sicólogo.

—     Entonces no la necesita.

Aiocos notaba que Hades sencillamente tampoco creía que hubiera un problema, no pensaba discutir más sobre ese tema.

Llamaron a Radamanthys y el de cabellos dorados se presentó en la oficina, se veía algo sudoroso pero era normal ya que había estado entrenando.

—     Dinos Radamanthys ¿te sientes listo para una nueva misión?

—     Siempre lo estoy Hades.

El de cabellos negros vio al otro hombre como diciendo ¿Ves? Era mejor decirle lo que estaba sucediendo.

—     Pensé en ti para esta misión Radamanthys—continuaba Hades—Porque creo que es una que puede interesarte de manera especial.

—     ¿A quién encontraron?—preguntaba el de Wyvern.

—     Hace tres meses Caronte recibió unos informes de Lune—le explicaba Aiocos sobre otros de sus compañeros—Creyeron tener a alguien, lo han rastreado pero no pueden confirmarlo, sin embargo sus sospechas son fuertes.

—     ¿De quién se trata?

En ese momento le mostraron el monitor de una computadora, apareció una imagen de un anciano, se trataba de una fotografía no muy buena y que sin duda ya tenía algunos años, de un carnet para asistencia médica.

—     Creemos que es él—continuaba el de Libra.

En ese instante apareció otra imagen, una bastante antigua, de los días de la guerra, se veía a un hombre de mediana edad uniformado impecablemente con todo el aire arrogante de quien sabe que tiene poder sobre los otros. Sabía quién era.

—     El Carnicero Sonriente—dijo Radamanthys.

Ese hombre tenía toda una historia en los anales de la guerra y a él le afectaba de manera personal, ese hombre había cambiado la historia de su familia para siempre y no se llegaba a un acuerdo de cuantas más.

—     ¿Están seguros que aún vive?—preguntaba el de Wyvern—No se supo nada de él, de estar vivo debe tener unos…

—     Tiene más de noventa años—concluyó Aiocos—Lune encontró unos registros médicos abandonados en una clínica privada que cerró hace trece años, le mandó todo lo que encontró a Caronte y él ha estado averiguando, ha sido difícil pues parece no dejar rastro, logró ubicarlo en una dirección pero ya no está ahí, sin embargo encontró a su familia.

—     ¿Tiene familia?

—     Así parece. Pero Caronte no pudo saber dónde está ahora, así que tampoco sabe si en verdad es él, necesitaríamos acercarnos para confirmarlo.

—     ¿Cuál es el problema? ¿Por qué no lo han hecho?—preguntaba ansioso el de cabellos dorados.

—     Caronte no es muy bueno en ese tipo de misiones, lo sabes—intervino Hades—Queremos que vayas tú Radamanthys.

—     ¿Yo?

—     Si, eres muy bueno para infiltrarte, te acercarás lo suficiente y si es él ya sabes que hacer.

—     ¿Cómo podría acercarme?—preguntaba sin vacilar.

—     Por él—le mostró Aiocos.

En la pantalla estaba una fotografía de un muchacho de brillantes cabellos castaños y hermosos  ojos pardos.

—     Su nombre es Aioros—decía Hades—Es su nieto, si alguien sabe dónde está y puede permitirte acercarte sin llamar la atención es él.

—     Muy bien—respondió Radamanthys sin vacilar.

No dejaba de mirar a la imagen, así que él se había dado el lujo de tener una familia cuando destruyó tantas, si en verdad era El Carnicero Sonriente haría su labor.

 

**********

 

Al día siguiente ya estaba Radamanthys en camino, tendría que volar, pasar por una aduana y dirigirse en tren a una zona más bien de la provincia pero no pensaba en nada de eso, durante todo el camino pensaba solamente en la misión que le tocaba llevar a cabo. Leía los informes recabados por su compañero Caronte y estaba de acuerdo que aunque era poco tenían razones para seguir la pista. Ese hombre se cuidaba demasiado de no dejar rastros ¿Por qué hacerlo si se era inocente? Debía estar ocultando algo, como ser un criminal contra la humanidad.

Pasaron horas antes de que llegara a una pequeña casa que habían alquilado para él, no estaba mal y no era para vacacionar, necesitaba estar al corriente de lo que pasaba en la casa de enfrente. Ahí estaba el joven Aioros, Aioros de Sagitario. Le habían dado toda la información sobre ese muchacho también, apenas se había graduado de una escuela técnica, estudió pedagogía y trabajaba en una escuela, era maestro, no tenía vicios, le gustaba estar en su casa y tocaba el piano. Uno de sus padres había fallecido en un accidente y el otro trece años atrás de manera no muy clara, sin hermanos ni más familia.

Aparentemente solo le quedaba su abuelo.

Esa noche se dedicó a pensar en la manera de proceder y acercarse, no debía levantar sospechas, su historia era que se encontraba ahí para descansar y para escribir, era un escritor de novelas en esa ocasión y quería algo de inspiración. Se escuchaba bien, de esa manera no llamaría la atención que no se dedicara a nada en concreto o que estuviera encerrado en la casa. Veía la fotografía que le habían dado en el archivo, la pantalla mostraba la imagen y no podía sino compararla con la del hombre uniformado ¿Sería él? ¿De verdad sería ese hombre? ¿Era posible que siguiera con vida?

Había tenido algunas misiones antes, parte investigación y otras de infiltración, unas más eliminando objetivos, a veces habían encontrado que la persona a la que seguían no era quien creían pero en otras ocasiones si lo eran, gente que se había ocultado de su vida anterior y pensaban que después de tanto tiempo ya nunca responderían por lo que habían hecho, por el papel que habían jugado en la guerra tantos años atrás. Para él era un tema delicado, creció escuchando lo que había sido la guerra y lo que había pasado en su familia, por eso estaba convencido de su labor.

Si era él lo eliminaría sin pensarlo.

Como fuera logró dormir algo y se alistó para hacer su primer acercamiento al día siguiente, debía moverse con cautela.

Era fin de semana así que no había clases, por eso un muchacho de cabellos castaños pensó en ocuparse un poco de la casa, se levantó y empezó a limpiar, después dio una breve revisión de lo que había y se dispuso a ir de compras, tal vez también fuera bueno dar una vuelta, llamaría a uno de sus amigos y…

—     Buenos días—lo saludaron.

Volteó y se encontró con un hombre de cabellos rubios, más bien dorados que lo saludaba con amabilidad.

—     Buenos días—respondió él.

—     Soy nuevo, llegué ayer—decía el desconocido señalando la casa de enfrente—Llegué tarde y no tuve tiempo de conocer el lugar ¿podrías decirme dónde hay una tienda de víveres? O por lo menos un restaurante. Te lo agradecería.

—     Voy a la tienda, si quieres te llevo.

—     Gracias—respondía el rubio sonriendo y le extendió la mano amistosamente—Mi nombre es Radamanthys.

—     Aioros—dijo sonriendo a su vez.

Se estrecharon la mano y parecía que la primera parte estaba en marcha.

Durante el camino fueron hablando un poco, era natural después de todo.

—     ¿Qué haces en este sitio Radamanthys?

—     Soy escritor, necesitaba alejarme un poco de la ciudad y pensé que un sitio como este me inspiraría un poco.

—     ¿Qué has publicado?

—     Nada a nivel internacional me temo, escribo las novelas y se leen por capítulos en una revista.

—     Pero no te desanimas.

—     Claro que no ¿y tú? ¿a qué te dedicas?

—     Soy maestro en la escuela, estoy a cargo del primer año.

Siguieron charlando o más bien Radamanthys hacía que el castaño charlara, compraron lo que necesitarían, regresaron juntos e incluso el de mirada parda lo invitó a comer a su casa ya que era nuevo en el lugar. Todo estaba saliendo muy bien hasta ese momento, necesitaba seguir de esa manera, un paso a la vez.

 

**********

 

En aquella pequeña población en la que todo el mundo se conocía no se dejaba de notar cuando algo nuevo sucedía, así que ver a uno de los profesores de la escuela comprando con un caballero que no sabían quién era fue captado de inmediato. Se hicieron algunas preguntas y observaciones y prontamente se supo que se trataba de un escritor en un descanso, como unas vacaciones y que era vecino del joven de Sagitario, parecía bastante por el momento.

—     Parece que aquí la gente no pierde el tiempo ¿verdad?—comentaba Radamanthys una tarde.

Ambos estaban en la casa de Aioros y tomaban una taza de café, hay que decir que no porque el castaño lo hubiera planeado sino porque el de cabellos dorados se presentó con una charola de panecillos para darle las gracias por ayudarlo a conocer el lugar, así que el de mirada parda para corresponder lo invitó a pasar y preparó algo de beber. En ese momento ambos estaban sentados en la pequeña sala del tamaño de una caja de pañuelos desechables.

—     La gente es curiosa—decía el de Sagitario—Pero no es malintencionada, te lo aseguro.

—     Parece que los conoces bien.

—     Llevó aquí dos años, sé como son las cosas. Además trató con los padres, siempre son una fuente de información.

—     ¿Te gusta ser maestro?

—     Quería hacer algo que ayudara ¿Qué mejor que guiando los primeros pasos de los niños?

—     Me haces sentir un inútil diciendo eso—comentó el rubio sonriendo.

—     No, por supuesto que no es por ti.

—     Lo sé, no te preocupes—y como si fuera lo más casual del mundo se decidió a saber algo más— ¿y tu familia?

—     ¿Qué hay con ellos?—preguntó Aioros a su vez.

—     ¿Viven aquí?

—     No.

En ese momento el joven profesor se levantó y encendió la radio.

—     Espero que no te moleste pero no me pierdo este programa Radamanthys.

—     Está bien.

Se escuchó un anunció y después la presentación de un programa, se trataba de una transmisión sobre composiciones específicamente para piano.

—     Me encanta el piano—decía el de cabellos castaños—Cuando era niño les supliqué a mis padres para tomar clases pero accedieron.

—     Así que sabes tocar el piano—decía el de mirada dorada con naturalidad llevando la conversación.

—     De no haber sido maestro sería concertista pero…preferí independizarme y por eso trabajo desde antes que me graduara.

Siguieron charlando un rato pero Radamanthys no encontró la manera de hacer que tocaran el tema de la familia de nuevo y cuando le pidió usar su baño examinó rápidamente la casa y no encontró señales de su abuelo, tendría que seguir intentando que ese chico le dijera algo y para eso necesitaba verlo de nuevo.

La oportunidad se presentó  y sin necesidad de que el de mirada dorada la buscara demasiado.

—     He pensado que tal vez te gustaría conocer algo más de los alrededores Radamanthys.

—     ¿Cómo qué?

—     Quizás te agrade ir a la playa—decía ese chico con suavidad y una sonrisa—En esta época es algo solitaria pero sigue siendo hermosa ¿Qué me dices? ¿te gustaría que fuéramos?

—     Me encantaría ¿Cuándo iríamos?

—     Podríamos ir este fin de semana, si no tienes planes.

—     En lo absoluto, sabes que necesito inspirarme.

—     Muy bien entonces, iremos temprano.

Con eso parecía asunto hecho pero Radamanthys no podía evitar darse cuenta que ese chico de ojos castaños no era nada de lo que hubiera esperado, resultaba demasiado franco para él, que necesitaba moverse en el disimulo.

 

**********

 

Ese mismo fin de semana los dos estaban instalados en el automóvil del de Sagitario, mientras tomaban el camino a la playa seguían charlando, Radamanthys sabía que necesitaba continuar con su fachada para mantenerse en ese sitio pero también era cierto que ese chico lo hacía hablar, de alguna manera no le decía todo lo que le decía para mantenerse a su lado sino porque en verdad deseaba decírselo y eso no sabía bien cómo manejarlo; sin embargo procuraba mantenerlo aparte pues sabía que estaba ahí por su misión solamente.

—     Ya llegamos—decía Aioros guiándolo por el lugar con pasos tranquilos— ¿Qué  te parece?

—     Es un buen sitio—decía el de ojos dorados mirando hacia la distancia.

Ambos llevaban los bañadores debajo de la ropa regular, el de cabellos dorados usaba un tipo de bermuda y el castaño de una sola pieza con la cintura en V. Las siguientes tres horas no deberían haber sido mucho, nada más que continuar con sus planes, pero Radamanthys se encontró a si mismo hablando, nadando, jugando con el agua y finalmente tendiéndose bajo el sol sobre una toalla descansando plácidamente.

Lo más sorprendente sucedió cuando volvieron a hablar.

—     Que bueno que te estés divirtiendo—comentaba Aioros—Me pareció que te hacía falta.

—     ¿Por qué?

—     A veces me pareces muy serio, incluso triste, no sé. Pero ahora te divertías un poco.

—     Hace mucho desde que estuve en una playa Aioros. La última vez fue con mi hermano.

—     ¿Tienes un hermano?

Solo hasta ese momento el rubio se dio cuenta de lo que terminaba de decirle y no pudo detenerse para decirle algo más.

—     Él siempre hablaba del deber y las consecuencias—terminó diciendo Radamanthys con aire serio—Era un sentimental.

—     Eso no va contigo ¿verdad?—decía el castaño sonriendo.

Sin embargo sintieron que no podían seguir con ese tema, el de mirada parda por discreción y él porque no deseaba pensar en Minos.

—     El sol está algo fuerte—comentó el de Sagitario después de unos momentos de silencio.

Con eso sacó de su bolso de viaje un pequeño tubo de protector solar y se aplicó en los brazos y las piernas pero no se alcanzaba bien en la espalda. Así que iba a necesitar un poco de apoyo.

—     ¿Me ayudarías Radamanthys?—le preguntó dándole la espalda.

—     Claro.

El de cabellos dorados se puso un poco de protector en los dedos y empezó a aplicarlo, no pudo evitar pensar en lo suave que era su piel, lo hermoso que era su cabello corto, lo bello que ese chico… Un momento ¿Qué estaba pensando? No podía distraerse ni mirarlo de esa manera, estaba ahí por un solo propósito y no tenía nada que ver con pensar en lo increíble que era ese muchacho. Tuvo que darse una reprimenda mental, necesitaba concentrarse y solo hacer lo que necesitaba hacer.

—     Gracias—dijo Aioros sonriendo.

Y Radamanthys se quedó perdido ante esa sonrisa.

Pero recordaba que estaba ahí por una sola razón y no era quedarse al lado de ese muchacho, por más encantador que fuera.

 

**********

 

Apenas después de unos días de la salida a la playa Radamanthys se encontró con que no había podido estar cerca de Aioros, pues el muchacho de cabellos castaños le había dicho que estaba ocupado ya que era época de exámenes en la escuela y requería de todo su tiempo, por lo tanto él no estaba logrando progresar, necesitaba verlo, por su misión, por supuesto o al menos eso era lo que se decía cuando encontraba insoportable no poder estar a su lado.

Finalmente los exámenes pasaron y una tarde sin más Aioros estaba fuera de su casa atendiendo las plantas de la entrada. La atendía con esmero, las limpiaba, las regaba, las arreglaba, le gustaban mucho las plantas.

Un instante más y ya estaba el de cabellos dorados ahí.

—     Hola—le dijo sonriendo.

—     Hola Radamanthys—dijo Aioros sin dejar de hacer lo que hacía.

—     ¿Cómo fueron los exámenes?

—     Bastante bien, son evaluaciones sobre todo pero mi grupo saldrá muy bien, te lo aseguro.

—     Contigo de maestro no veo como iba a ser otro el resultado.

—     Adulador—decía Aioros sonriendo.

—     Más bien solitario, casi no nos hemos visto en estos días—mencionaba sin que sonara a reproche.

—     ¿Tanto extrañas a tu guía de turistas?

—     Algo así.

Por unos momentos ambos se miraron pero terminaron por desviar la mirada, algo estaba sucediendo entre los dos aunque aún no se descubrían a sí mismos hablando abiertamente de ello. Como si fuera para cambiar de tema la de cabellos castaños decidió que era mejor comentar algo.

—     ¿Te gustaría que fuéramos al centro Radamanthys?

—     ¿Al centro?

—     Sí, hay varias cosas por ver ahí y hay restaurantes.

—     Podríamos comer fuera, me gusta como se escucha.

—     ¿Es un sí?

—     Sí.

—     Dame unos momentos, necesito cambiarme.

—     Te espero.

Sin más lo vio entrar a la casa y no tardó tanto como había temido, en diez minutos estaba fuera, vestía un cómodo y presentable combinado de pantalón y saco en color paja, se le veía muy bien. Siendo así estaban en marcha.

Aioros le explicó que para ir al centro lo mejor era tomar el tren pues en automóvil el camino era de casi dos horas mientras que de la otra manera era apenas media hora, Radamanthys no tuvo objeciones y estaban los dos en el transporte y siguieron charlando mientras avanzaban a su destino.

Definitivamente el centro contaba con varias diversiones, no demasiadas pero si varias, había un teatro, cines, una galería, centros comerciales, restaurantes, cafeterías, tiendas e incluso un museo. Justamente fue el museo el que terminó atrapando su atención. Había una exposición en especial.

—     Es sobre la guerra contra Arles—comentaba Aioros.

Los dos entraron y observaron las muestras fotográficas, no había mucha gente en esos momentos y Radamanthys no pudo evitar sentir una punzada en el estómago mientras observaba las imágenes a blanco y negro pues era con las que se contaba de esos tristes días. La guerra se había desatado hacía mucho en su país, Helen*, su país natal, sostuvo un cruento encuentro civil cuando estallo la revuelta por parte de un sector político, encabezado por el ministro Arles. Fue terrible. La nación se dividió en dos partes pero los que apoyaban a Arles se vieron pronto en ventaja y no dudaron en someter a los que aún pensaban en los derechos y la república.

Los partidarios de Arles establecieron muchas medidas extremas para hacerse de la situación, en especial lo que se llamó Centros de Detención, lo que en verdad eran sitios de tortura y ejecución, nunca se terminó de dar una cifra real de las personas que habían ido a dar a esos lugares ni los que habían muerto en los mismos. Se contaron historias escalofriantes y terroríficas de lo que sucedía en esos lugares, de cómo los que los dirigían sacaron lo peor de sí mismos y en muchos casos solamente por diversión aunque aseguraban que era por lealtad a Arles.

Al final Arles no pudo sostenerse, la guerra terminó por ir en su contra y murió en un atentado, vino un largo periodo de anarquía y después, finalmente, la paz. Pero quedaron muchas heridas abiertas.

—     Fue tan terrible—comentaba Aioros cuando salieron.

—     Lo fue—era todo lo que él podía decir.

—     La gente muchas veces cree que esto es solo pasado y que ya no importa, que no tiene que ver con nosotros el día de hoy.

—     ¿Qué crees tú?—él quería saberlo.

—     Creo que no debemos olvidarlo, que no debemos pensar en esto como un hecho aislado que jamás va a repetirse. Necesitamos aprender de esto para nunca volver a vivirlo.

—     Espero que así sea.

Siguieron caminado aunque ya en silencio, solo dos figuras solitarias que avanzaban en esos instantes.

No tan solitarias, iba uno al lado de otro después de todo.

 

**********

 

Entraron a un restaurante sencillo pues les pareció bien comer algo antes de regresar a casa y descansar. Radamanthys lo observaba ¿Quién era ese chico castaño realmente? ¿Por qué pensaba en Aioros más de lo que pensaba en su misión? Tenía que reconocer para sí mismo que si bien todo había dado inicio como un mercenario interés ya no se trataba de eso, le gustaba estar a su lado y si no lo veía no dejaba de pensar en lo que estaría haciendo ¿Qué estaba ocurriendo con él?

Un mesero se acercó y ordenaron prontamente, nada elaborado, más bien una cena sencilla, apenas si se estaban diciendo algo y eligió terminar con el silencio que los había dominado los últimos minutos.

—     ¿Qué sucede Aioros?

—     Es…pensaba en mi abuelo—reconoció el joven.

—     ¿Tu abuelo?—preguntó él como si nada.

Lo cierto era que su corazón se aceleró ante la idea de escuchar algo sobre él, tal vez finalmente estaba por obtener la pista que necesitaba.

—     Mi abuelo es de Helen, estuvo en la guerra.

—     Ya veo.

—     Nunca ha querido hablar mucho de eso, aunque mi padre si lo hacía cuando yo era niño.

—     ¿Qué te dijo?—necesitaba saberlo.

—     Mi abuelo estuvo en uno de los Centros de Detención.

El de mirada dorada no perdía una sola palabra ¿acaso Aioros sabía quién había sido su abuelo en ese sitio?

—     Fue hecho prisionero—continuaba el de ojos pardos—Una vez vi la cicatriz que le hicieron en ese sitio…

No parecía capaz de continuar con la historia pero Radamanthys intentaba comprenderlo ¿Su abuelo había sido un prisionero? De ser así no era la persona a la que estaba buscando, había sido una más de tantas víctimas, pero ¿Sería eso posible? No continuaron con el tema, tan solo terminaron con su cena, pagaron y se dirigieron hacia el tren para tomarlo de vuelta aunque ya no hablaban mucho. Por momentos parecía que deseaban decirse algo pero no lo hacían, solo el silencio estaba entre ellos.

Sin embargo Radamanthys iba pensando en algo más, necesitaba comunicarse con Hades y los otros, saber con certeza de quien se trataba, necesitaba seguir vigilando y para eso debía seguir al lado de Aioros.

Bajaron en su estación y caminaron por los andenes, no había nada de gente y ya era un poco tarde, la noche se había enfriado bastante y procuraban caminar un poco aprisa. Justamente cuando iban saliendo de la estación vieron en la esquina de la calle a un pequeño grupo, se trataba de cuatro hombres, no les prestaron mucha atención pero los otros si los vieron. Conforme se acercaban no los perdían de vista y Radamanthys se puso alerta, sobre todo cuando Aioros apretó su brazo un poco nervioso, tampoco le estaba gustando como los miraban.

—     Tal vez sea mejor ir por otro lado Radamanthys.

Él no dijo nada y accedió, cruzaron la calle un poco aprisa pero escucharon los pasos de los cuatro que los iban siguiendo y de pronto corrieron alcanzándolos y cerrándoles el paso en una esquina.

—     ¿Por qué tan aprisa?—les dijeron en un tono bastante extraño al rubio—Solo queremos conocer a tu amigo.

—     Si quieren dinero está bien—dijo Radamanthys—Tómenlo y váyanse.

—     ¿Nos das permiso?

Se rieron, el de cabellos dorados buscaba que Aioros quedara tras él, en eso uno dio un paso adelante e intentó sujetar al castaño por el brazo, en ese instante el de mirada parda gritó y el de Wyvern estalló. Sin más tomó al sujeto por el brazo y se lo torció con fuerza provocando que gritara y lo arrojó al suelo, otro quiso golpearlo pero Radamanthys lo esquivó y le dio un puñetazo en pleno rostro rompiéndole la nariz. Los otros dos no se iban a quedar atrás y se arrojaron contra el de mirada dorada pero este los recibió, derribó a uno y al otro lo pateó con exactitud en el plexo solar haciéndolo doblarse. Estaba entrenado para mucho y esos cuatro no eran nada para él. El que había quedado en el piso se levantó y en medio de la noche algo brillaba, era una navaja pero Radamanthys sacó su pistola y sin más lo encañonó colocándola en la cabeza de su atacante.

—     Largo antes de que les vuele la cabeza—dijo con una frialdad mortal el de ojos dorados que en ese momento brillaban con una escalofriante insensibilidad.

No se los repitieron pues se levantaron y salieron corriendo, solo entonces se dio vuelta para ver si el castaño estaba bien.

—     Aioros.

Pero el muchacho temblaba, sin duda toda la escena lo había impresionado.

—     ¿Estás bien Aioros?—le preguntaba preocupado.

—     Si—pero necesitaba saber algo más en esos momentos— ¿Por qué llevas un arma encima?

—     Para protegerme—respondió con un tono neutro.

No parecía dispuesto a decir nada más y Aioros tampoco estaba para preguntar nada en esos momentos.

Al final ambos llegaron a la casa del muchacho de cabellos castaños pero se notaba su inquietud.

—     ¿De verdad estás bien Aioros?—le preguntaba el de cabellos dorados con preocupación.

—     Sí, es solo que no me gustan las armas.

Fue lo último que Aioros le dijo pues ni siquiera se despidió, solo entró velozmente a su casa y cerró la puerta, necesitaba descansar sin duda y él se fue también. Por su parte el de Wyvern necesitaba comunicarse y decirles lo que sospechaba a los demás; sin embargo no dejó de pensar en Aioros toda la noche.

 

**********

 

A pesar de lo sucedido esa noche los dos volvieron a verse, no hablaron de lo que ocurrió pues ninguno de los dos deseaba hacerlo, era mejor seguir como antes y no darle demasiada importancia.

—     ¿Estás listo?—le preguntaba Aioros.

—     Sí.

—     Te va a gustar el lugar, no es muy grande pero no está mal Radamanthys.

La verdad era que él no estaba tan convencido, Aioros lo había invitado a bailar, unos amigos habían acordado hacerlo, le contaba que se trataba de un bar con música en vivo y  una pequeña pista. El de cabellos dorados había aceptado por estar a su lado pero nunca había sido de los que salían a divertirse, había pasado muchos años de su vida simplemente concentrándose en continuar con la labor de sus padres, su hermano y él no tuvieron muchas opciones.

Como fuera llegaron al sitio, no estaba mal, entraron y fueron recibidos por un pequeño grupo que sin duda conocía a Aioros y fue presentado.

—     Es Radamanthys, un amigo.

Lo recibieron sin problemas pero notó que uno de los muchachos, uno de cabellos azules que supo se llamaba Milo, le murmuraba algo a los otros chicos y se reían por lo bajo, después se lo dijeron a Aioros y Aioros también sonrió pero de manera especial, sin dejar de mirarlo.

La música se escuchaba y Radamanthys se quedó en la barra, observaba a esos jóvenes que simplemente se divertían y se hizo una pregunta ¿Cómo sería ese tipo de vida? No la había conocido y tampoco había conocido a alguien como Aioros, ese muchacho de cabellos castaños parecía brillar y no podía evitar sentir dudas ¿La pista que estaba siguiendo sería correcta?

Justo en ese momento Aioros fue hacia él.

—     ¿No bailas Radamanthys?—le preguntó sonriendo.

—     En realidad no lo hago Aioros, lo siento.

—     ¿No te sientes cómodo?

—     No es eso—intentaba encontrar una manera de explicarse pero no la había—Es mejor que me vaya Aioros.

Aioros intentaba pensar en algo que decirle para que se quedara pero no pudo así que simplemente lo vio marcharse.

Radamanthys se fue lo más rápido que pudo a la casa que ocupaba, se sentía profundamente molesto, no podía evitarlo y tampoco encontraba la manera de explicarse el estar tan confundido y casi era como si no quisiera saber más sobre su misión, nunca le había ocurrido algo semejante.

Sin terminar de tranquilizarse escuchó que llamaban a la puerta, no podía imaginarse quien lo buscaría y abrió. Ahí estaba el de Sagitario.

—     Aioros—decía un poco sorprendido.

—     Cuando te marchaste quise saber si en verdad estabas bien Radamanthys.

—     Estoy bien, no tenías que venir.

—     Yo…

Pero en ese justo momento el teléfono de Radamanthys empezó a llamar, solo podía tratarse de una persona.

—     ¿Qué ha ocurrido?—le preguntaban sin más la voz del otro lado de la línea— ¿Ya sabes algo?

—     No, aquí las cosas están tranquilas—decía el de cabellos dorados consciente del muchacho que estaba en la misma habitación—Tengo compañía, será mejor ser breves.

—     ¿Compañía?—decía Hades—Es ese chico ¿cierto? ¿Qué te pasa con Aioros? ¿acaso le estás haciendo el trabajo?

Radamanthys tenía el tiempo suficiente de conocer a Hades para saber que tratándose de hombres Hacerle el Trabajo significaba que estaban sosteniendo algún tipo de encuentro sexual. Si lo hubiera tenido enfrente lo hubiera golpeado pero ni siquiera podía demostrar enojo.

—     Creo que seguiré con mi descanso—decía el de mirada dorada—Me hará bien tener un poco más de tiempo para mi trabajo. Adiós.

Terminó con la llamada y volteó a ver a Aioros.

—     ¿Era de tu trabajo?—le preguntó el castaño.

—     Si, solo querían saber como van las cosas.

—     ¿Y cómo van?—le preguntaba el de ojos pardos en un sentido más amplio.

—     Estoy bien Aioros, en verdad.

En ese instante el castaño solamente le sonrió y ante eso algo en el interior del de Wyvern se removió y tuvo que contárselo.

—     Es solo que…estaba pensando en mi hermano.

—     ¿Está bien?

—     Cuando él se…él se marchó fue porque quería alejarse de la vida que llevaba y ahora que estoy aquí he pensado en alejarme también.

—     Todo va a estar bien Radamanthys, te lo aseguro—le dijo sonriendo—Pasé a mi casa antes de venir aquí, quería darte algo—le extendió una pequeña memoria para computadora—Espero que te guste.

—     ¿Para qué es?—le preguntaba con curiosidad.

—     Contiene música, videos, espero que te agrade, son algunas de las canciones que me dijiste que te gustaban

—     Gracias—dijo con suavidad.

Y por primera vez le sonrió.

Algo estaba sucediendo, algo estaba cambiando, pero era tan dichoso que ni siquiera se daba cuenta de ello.

 

**********

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

Hay una segunda parte, espero que les gustara, nos leemos.

 


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