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Trama por zion no bara

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Notas del fanfic:

Fic dedicado a Serenataurus6, quien me sugirió algo de un juez con Aldebarán, esta es la trama con su favorito, el juez de Garuda, espero que les guste.

 

Notas del capitulo:

Espero que les guste esta trama.

 

 

 

 

La tierra alrededor era más bien desierta, no era de extrañarse ya que se trataba de las fronteras, el sol se dejaba sentir con pesadez pero nadie decía una palabra en contra, era su tierra y estaban orgullosos de proteger esos dominios. El grupo que exploraba por los alrededores se mantenía atento a cualquier señal que les dijera que había merodeando algo o alguien, que algo estaba sucediendo; quizás esas revisiones no fueran necesarias pero si era necesario que se llevaran a cabo, nadie debería tomarlos por sorpresa más allá de sus fronteras.

—    ¿Qué les parece?—preguntaba el que iba al frente del grupo—Ni siquiera una serpiente se atrevería a dejar ver su cabeza por nuestras fronteras.

—    Eso parece—respondió otro.

Los comentarios entre el grupo continuaron pero uno de los que patrullaban estaba en silencio, observaba a la lejanía y a la tierra desierta, no era extraño que no hablara pero por alguna razón eso inquietó a uno de sus acompañantes.

—    ¿Qué sucede Aldebarán?

—    Pensaba Shura, no es nada grave…espero.

—    Sé que nunca tienes presentimientos pero que cuando los tienes es mejor escucharlos ¿Qué sucede?

—    No hay nadie en las fronteras—fue la respuesta—Ni siquiera señales de que alguien estuviera cerca.

—    ¿Y eso te inquieta? Deberías agradecer esto Aldebarán, es lo que se conoce como paz.

—    Lo sé Shura pero ¿Ni siquiera señales de un explorador? Eso no es normal, me inquieta.

—    ¿Por qué?

—    Porque quiere decir que están esperando algo para enviar gente a esta región, algo especial.

—    ¿Qué podrían esperar nuestros enemigos? ¿Qué podría animarlos a atacar cuando saben que serán vencidos?

—    Tal vez el estar seguros que pueden atacar.

Su compañero no respondió a eso, sabía que Aldebarán era un hombre singular, había llegado entre ellos unos años atrás, desde el primer momento se hizo notar y para quienes habían tenido la oportunidad de pelear a su lado sabían que lo mejor que les podía suceder era estar de su parte. No les hubiera gustado estar del lado de sus oponentes. Tenía lo que se conoce como don de mando, además de eso era un muy hábil táctico y un verdadero maestro en estrategia. Pero también era cierto que era un compañero más bien solitario, no un mal camarada pero no compartía del todo su estilo de vida.

—    Es momento de volver—dijo Shura.

Siendo así todos dieron vuelta y se pusieron en marcha pero no por eso Aldebarán dejó a un lado sus ideas de que algo más sucedía, algo que esperaba no fuera fatal para su gente y el reino.

La patrulla regresó a sus ocupaciones en la capital del reino, ellos eran parte del dominio de Atenas, región prospera y rica en medio de grandes extensiones donde ellos eran quienes dominaban. Estaban bajo el mando de su gobernante, Saga de Géminis, hombre fuerte y rígido que sabía recompensar a quien le servía y castigar a quienes se le oponían de cualquier forma. No era de extrañar que se tratara de un pueblo guerrero pero también habían aprendido de otros sus medios para sobrevivir en un ambiente tan contrario como llegaba a serlo el que les rodeaba.

De esa manera habían logrado un profundo conocimiento del clima y sus cambios, de la agricultura y la ganadería, además del comercio que era su principal fuente de comunicaciones en todo el territorio. Generaciones de reyes guerreros los habían convertido en un pueblo fuerte y temido pero también habían dado sabios y conocimientos a los demás, estaban en un equilibrio que les permitía llevar una vida sin sobresaltos ni grandes sacrificios. Y eso era para agradecerse.

 

**********

 

Los guerreros sin duda ocupaban una situación privilegiada en la sociedad de Atenas y no eran pocos los que aspiraban a un lugar en los ejércitos, sobre todo cuando era por este camino que se tenían posibilidades de ascender si no se era de una familia cercana a la corte o comerciante, pues incluso el clero estaba demasiado sometido y sus reyes nunca habían permitido que alguien, por más fuerza superior que fuera, disputara su poder y respeto. Los hombres que se dedicaban a las armas gozaban de gran respeto ante los demás grupos y nadie portaba una armadura sin merecerla, lo cual daba un orgullo bien merecido a quienes las ganaban.

Siendo así el camino del guerrero parecía mucho más factible si se tenía talento y habilidad para la tarea.

—    Están de vuelta.

Quien los recibía en el palacio real en ese momento era un hombre de cabellos y ojos azules, con cierta expresión que hacía que la gente lo mirara con cuidado. Vestido en color rojo por completo, lo que indicaba en palacio que se trataba de un ministro, resultaba un enlace entre su señor y el ejército. No se podía tener un reino sin la burocracia que acompañaba a cualquier gobierno.

—    Estamos de regreso Death Mask—dijo Shura.

—    ¿Alguna novedad?

—    Ninguna, todo está como siempre.

—    Es una buena noticia.

—    Lo es, pero trata de convencer a Aldebarán de eso.

—    ¿Qué sucede Aldebarán?—preguntó el de ojos azules— ¿Acaso hay algo que te inquiete?

—    Es la falta de movimiento la que me hace preguntarme algunas cosas Death Mask, sólo eso.

—    No hay razones para creer que algo está mal ¿o sí?

—    No hay pruebas de nada.

—    Entonces digamos eso a nuestro señor.

Ellos tres se conocían de tiempo atrás, Death Mask de Cáncer provenía de una importante familia cercana a la corte que siempre se habían distinguido como inteligentes políticos y ministros; Shura de Capricornio era hijo de una familia venida a menos de comerciantes pero un excelente combatiente; y Aldebarán de Tauro prefería nunca hablar de su familia, fuera cual fuera el motivo los demás se lo respetaban. Los tres respetaban lo que era el otro y procuraban no mencionar cuestiones indiscretas, se conocían y se agradaban, era lo más importante.

Unos momentos bastaron para que fueran guiados por el de Cáncer a través del palacio, debían hablar con Saga de Géminis, pero los tres sabían que no lo encontrarían en su sala de audiencias, sitio de los reyes, ni en un salón privado hablando importantes asuntos de estado con sus ministros y sus generales, ni siquiera en uno de los patios entrenando para la guerra o probando sus monturas, nada de eso, su señor tenía demasiada afición por algo en particular desde hacía un tiempo.

Siguieron el camino a una amplia área del palacio, donde unas puertas adornadas de marfil y oro ocultaban un sitio del que sólo se escuchaba hablar pero casi nadie había puesto sus pies ahí. Cuando los tres entraron notaron que la amplia estancia estaba bien iluminada y el sonido de risas no tardó en hacerse escuchar, lo cual no era inusual, unos pasos más y descubrieron a su señor en medio de la compañía de varios hombres, algunos jugaban entre ellos y otros nadaban en la hermosa piscina que ocupaba el lugar central, ese era el harem de su señor.

Era costumbre que los gobernantes tuvieran un harem, lo que no se acostumbraba era que el gobernante pasara tanto tiempo en ese sitio, que prefiriera estar divirtiéndose con sus hombres que gobernar y Saga desde hacía tiempo dejaba más y más a un lado los deberes de su gobierno por el placer. El señor de esas regiones era de cabellos azules y ojos verdes, bastante apuesto, en ese momento se encontraba medio recostado sobre una mullida cama rellena de plumas y cubierta de pieles, además de tres hombres a su lado que se le restregaban como gatos.

—    ¿Qué noticias me traen?—preguntó el de cabello azul apartando a un muchacho por unos momentos.

—    Todo está en orden mi señor—dijo Death Mask—La patrulla no ha encontrado nada.

—    El terreno está completamente libre—agregó Shura—No hay señal alguna de enemigos.

—    Muy bien—respondió el de Géminis— ¿Y tú no dices nada Aldebarán?

—    No—contestó cortante el otro.

—    Buenas noticias entonces.

Sin más les hizo un gesto con la mano de que podían retirarse y así lo hicieron, su señor sin duda prefería seguir con sus ocupaciones en privado.

—    Parece que es todo por hoy—comentó Death Mask—Debo dejarlos, es necesario que me encargue de algunos asuntos.

—    Espero que podamos verte después—se despidió Shura.

Aldebarán por su parte sólo hizo un gesto con su mano que fue correspondido. Por unos momentos ambos hombres de cabellos oscuros siguieron en silencio pero no podían continuar de esa manera.

—    Voy a ir a dar una vuelta por la capital ¿No vienes Aldebarán?

—    Lo lamento Shura, sabes que no soy buen compañero para eso.

—    Deberías animarte, no podemos estar en guardia siempre.

—    Gracias por invitarme, prefiero descansar.

—    Está bien pero si cambias de parecer y te decides ya sabes dónde estaré, te aseguro que te trataran bien.

Sin más dio una carcajada y se marchó mientras el de Tauro prefería hacer una visita, tan sólo esperaba que la persona a la que buscaría se encontrara en su hogar.

Mientras avanzaba se encontró con otros de sus compañeros que lo saludaron y le hicieron algunas preguntas de los resultados del patrullaje y a todos les dijo que no habían encontrado señales de algo así que aparentemente no había nada pero aun así él estaba algo preocupado por esa falta de movimiento, no podía evitar sentir que algo iba a suceder.

 

**********

 

Apenas si se dio cuenta que había llegado al sitio que deseaba, se trataba del taller de un  amigo.

—    Hola, Mu ¿estás por aquí?

—    Hola Aldebarán, no esperaba que ya estuvieran de regreso.

Quien se dejaba ver era un joven de cabellos lavanda y ojos verdes, era Mu de Aries, hábil artesano en la creación de armas y cosas menos peligrosas pero consideradas menos útiles por quienes eran guerreros, como cacerolas y vasijas, pero eso no tenía nada que ver en la amistad entre los dos.

—    Volvimos hoy mismo Mu.

—    Me alegra escucharlo, eso quiere decir que no hay porque preocuparse.

—    Eso espero Mu.

—    ¿Qué ocurre? Lo dices de una forma que parece que no lo crees.

—    Es que esta falta de movimiento me inquieta.

Era la verdad, algo en esa situación le indicaba que estaba sucediendo un entramado que no podían ver pero no por eso dejarían de sentirlo, eran como los caminos que hacen ciertos insectos en las casas, no se ven pero pueden derruir una casa entera si no se les detiene a tiempo.

Los dos amigos se sentaron ante una mesita medio vacía para charlar unos momentos, era bueno tener a alguien con quien compartir.

—    No creo que debas pensar en lo más negativo tan pronto Aldebarán, si no parece haber  motivos para temer es porque no los hay.

—    Espero que tengas razón, me temo que si los hubiera no podríamos movernos con la velocidad suficiente.

—    ¿De qué hablas?

—    De Saga.

—    Para él no ha sido sencillo, lo sabes.

—    Comprendo eso pero no creo que sea un verdadero consuelo el que le puedan dar los hombres de su harem para su pérdida.

—    Cada persona enfrenta el dolor de diferente manera Aldebarán, sean reyes o no, necesita tiempo.

Lo sucedido un par de años atrás era conocido por todos, el esposo de Saga, Shaka de Virgo, había fallecido estando en su primera gestación. La pérdida de ambos había sumido al de Géminis en el dolor y en un principio cuando buscó consuelo con otros hombres a nadie le pareció mal pero como en los pasados meses todo lo que le importaba era estar con sus concubinos algunos no pensaban que siguiera siendo algo bueno, más cuando descuidaba sus labores y deberes.

—    Pero me da gusto que estén de regreso Aldebarán, en verdad.

—    Yo también me alegro de volver Mu.

—    ¿Tienes algo que hacer? Si no es así te invito a comer.

—    Gracias Mu.

—    ¿En verdad no tienes nada más que hacer?

—    En verdad, Shura me había invitado a la capital pero prefiero no ir con él, esas andanzas no son para mí.

El de cabellos lavanda no dijo nada, sabía que tipo de aficiones eran las del de Capricornio, no las juzgaba, no era poco frecuente que los miembros de la milicia se divirtieran en las casas de la capital, en esas en las que había muchachos que bailaban con ropas tan ligeras como su moral, no juzgaba a quienes actuaban de esa manera pero sabía que a su amigo de Tauro nunca le habían entusiasmado mucho esas salidas. Las había tenido, era cierto, pero en realidad no eran parte de su vida y después de probarlas las había dejado por completo. Sin duda era particular en varios aspectos de su vida, como en ese.

Siendo así los dos se quedaron a comer juntos sin charlar más que de cosas generales y otras que sólo les importarían a ellos, se conocían prácticamente desde que Aldebarán llegara a la capital y era una amistad sincera la que los unía. Por ese día se despidieron y el de Tauro fue a su casa, no quedaba lejos de la de Mu, eran prácticamente vecinos, necesitaba descansar ya que esa noche haría guardia en el palacio.

 

**********

 

Llegada la hora indicada el de Tauro fue a su sitio, estaba en el interior del palacio donde varios lo reconocieron y lo saludaron, no era difícil que se diera a notar. Pasó revisión a algunas cuestiones y estaba atento a sus asuntos cuando quedó en la parte saliente del palacio, los jardines, amplios y frondosos, una excentricidad sin duda pero en los tiempos que corrían algo común en su gobernante. Estando como estaba Aldebarán atento a todo y en plena disposición de cumplir con sus deberes no fue inusual que se diera cuenta en el acto que alguien andaba por el lugar.

De inmediato se puso en guardia listo ante cualquier posible ataque pero no tardó en convencerse que la figura que se deslizaba por el lugar parecía más querer huir que quedarse, siendo así se dispuso a seguirla con precaución. No faltó mucho tiempo para que viera adonde deseaba llegar, era la parte en que los jardines se conectaban con un cauce de agua, no tan profundo pero que si no se tenía precaución podría causar desgracias y más a esas horas en que sólo se contaba con la luz de la luna para ver el camino.

El de Tauro iba con pasos ligeros y veloces tras quien se marchaba, no tardó en estar cerca pero eso no parecía importar a la otra persona que en un instante y apenas sin dudar o buscar evitarlo se arrojó al agua. Aldebarán se acercó aprisa y en un primer momento no distinguió nada, ajustó su mirada a la escasa visibilidad y logró distinguir un sitio en que parecía haber movimiento, entró al agua en el acto y llegó al sitio para encontrarse con que había alguien ahí, apenas si necesito esforzarse para sacar a flote a la otra persona y llevarla a la orilla.

Ya fuera del agua fue más sencillo prestar algún tipo de auxilio a quien se había arrojado, entonces se encontró con que era un hombre joven, parecía haber perdido el sentido. No tardó en revisar que no estuviera herida y que respiraba, sin duda había tragado algo de agua pero no creía que eso lo matara. Se detuvo unos instantes antes de decidirse pero le pareció que lo mejor era que terminara de recuperarse en otro lugar así que lo cargó y lo llevó a una habitación, una de las mismas que estaban a disposición de los guardias cuando debían quedarse en palacio y necesitaban descansar.

Lo recostó con cuidado en una cama y esperó a que despertara, lo que no tardó en suceder, pero el muchacho parecía desconcertado para después asustarse.

—    Tranquilo—le dijo Aldebarán con calma—Te encuentras a salvo ¿Recuerdas lo que te sucedió?

—    ¿Por qué estoy aquí?—preguntó el otro.

—    Sufriste un accidente, caíste al agua.

—    ¿Un accidente? Eso no fue un accidente.

El de Tauro lo observó con cuidado, recordó la forma en la que se movía mientras se alejaba del palacio, en verdad parecía que escapaba pero ¿de qué? ¿Qué terror hacía que un muchacho saliera así de ese lugar?

—    ¿Qué sucedió?—preguntó Aldebarán— ¿Me lo puedes decir?

—    Yo…yo…

Pero fue todo cuanto pudo decir, empezó a llorar, él le permitió que lo hiciera hasta que se sintiera más tranquilo, estaba consciente que en ese estado no sería mucho lo que pudiera saber de su situación. Mientras tanto lo contempló un poco más, no le resultaba conocido, nunca lo había visto en palacio pero por su ropa sin duda era uno de las muchachos que servía a los concubinos del harem, no creía que fuera del harem mismo pues sus manos se veían ajadas, así que debía ser otra su labor.

Con algo de tiempo el muchacho se tranquilizó, al menos lo suficiente para que pudieran hablar.

—    ¿Estás mejor?—indagó el de Tauro.

—    Si—respondió el otro conteniendo las lágrimas.

—    ¿Qué te sucedió? ¿Por qué estabas en las afueras?

—    Sólo trataba de marcharme, no quiero seguir en el palacio.

—    ¿Por qué?

Sin embargo el joven guardó silencio, su expresión indicaba que no estaba seguro que fuera una buena idea hablar con alguien que le resultaba un desconocido.

—    Entiendo que no sepas si debes hablar conmigo—dijo el que era un guerrero—Pero te demostraré que puedes confiar en mí, mi nombre es Aldebarán de Tauro, soy guardia en el palacio. Ahora dime ¿Quién eres tú?

—    Soy Aiocos, Aiocos de Garuda, soy uno de los sirvientes en las habitaciones reales de palacio.

—    Dime Aiocos ¿Por qué andabas de esa manera por el palacio? ¿Cómo es que caíste al agua?

—    Sólo buscaba la forma de marcharme, no es seguro quedarse en este lugar.

—    ¿De qué hablas?

—    Han estado sucediendo muchas cosas extrañas en las habitaciones de los hombres. Por eso quería marcharme, antes de que alguien preste demasiada atención a lo que hago.

—    Cálmate—le dijo el de Tauro con voz tranquila—Serénate un poco y dime que está sucediendo, soy guardia de nuestro gobernante, es mi deber saber si algo extraño está ocurriendo.

—    Pues…—pero aún dudaba.

—    Confía en mí Aiocos.

—    Es que todo se volvió muy extraño desde hace meses, al principio creí que no era nada pero ahora estoy seguro que algo sucede.

—    ¿De qué se trata?

—    Hay un hombre en el harem, estoy seguro que tiene que ver con la desaparición de varios de los muchachos que estaban ahí.

—    ¿Han desaparecido hombres del harem?

Eso le extrañó pues no había escuchado nada al respecto.

—    Y no sólo hombres—dijo Aiocos—También algunos de los guardias y de los  sirvientes, todos los que han sido cercanos a nuestro señor Saga han ido desapareciendo.

—    Dijiste que hay un hombre involucrado en eso.

—    Sí, se trata de Hades.

Ese nombre fue reconocido de inmediato por el de Tauro, alguna vez había visto a ese hombre, cuando recién llegara a la corte y formara parte del harem, por bastante tiempo fue el favorita de Saga y parecía que nadie podría rivalizar con él, incluso que sería su esposo pero algo sucedió en ese plan; por aquellos días de guerra sus ataques los llevaron a una región lejana de un reino pequeño cuyo rey buscaba pactar y fue cuando Saga conoció a Shaka de Virgo, quedó prendado de ese hermoso muchacho desde el primer momento y no importó cuales fueron los puntos del tratado ni nada de nada, tan sólo contaba para el de Géminis casarse con él y lo hizo.

Los demás tuvieron que reconocer que ese fue un buen tiempo, las cosas en el reino marchaban a la perfección y parecía que su gobernante sería lo que todos esperaban, más aún cuando se supo que tendría un heredero; sin embargo llegó de repente y como un golpe súbito la noticia de la muerte ese bello hombre, una extraña enfermedad al parecer que lo hizo debilitarse y en días terminó con su existencia. Saga de Géminis estuvo desesperado en esos días, diciendo que toda dicha había terminado para él, fue entonces que Hades reapareció a su lado pero ya no era lo mismo.

—    ¿Por qué dices que Hades tiene que ver con eso?—preguntó Aldebarán con prudencia.

—    Algunos de los chicos hablaban—continuó Aiocos—Los escuché comentar desde hace un tiempo que algo estaba pasando, que algo no marchaba como debía, algunos estaban incluso asustados pero no sé, en ese momento no pensé que fuera algo importante. Los muchachos hablaban de que Hades estaba tramando algo pero los que cometieron la imprudencia de decirlo abiertamente de pronto dejaron de formar parte del harem, nadie sabía que les había sucedido, después de eso fueron otros hombres los que desaparecieron, era sobre todo los que tuvieron algún problema con Hades o que de alguna manera estaban cercanos al rey. Algo estaba ocurriendo en ese lugar.

El de Tauro pensaba en esas palabras con cuidado, era verdad que Saga se había desatendido de muchas de sus labores y que Hades había logrado un importante ascendente sobre él, recibía embajadores y daba decretos y a Saga no parecía importarle en lo más mínimo.

—    ¿Por qué te inquieta todo esto Aiocos?

—    Algunas de los hombres llegaron a confiarme que temían ser los siguientes y así fue, también vi que algunos de los otros del servicio desaparecieron y siempre fue después de ser llamados a servir en las habitaciones de Hades.

—    Debo suponer que te han llamado a ti a su servicio ahora.

El muchacho asintió de un movimiento.

—    Era por eso que deseaba irme Aldebarán, no podía hacerlo por las puertas principales pues hay guardias y si digo directamente que no deseo hacerlo preguntarán porqué, pensé que lo mejor era irme y como esa parte de los jardines está desprotegida pensé que era mi mejor oportunidad.

—    Pudiste morir en el agua.

—    No sé nadar—confesó—No creí que fuera tan profundo.

Por unos momentos los dos guardaron silencio, las palabras que se habían pronunciado eran sumamente importantes pero difíciles de probar, aun así el de Tauro sabía que lo mejor era hacer algo, si algo estaba mal lo más importante era saber qué exactamente para detenerlo. Las palabras de ese muchacho y lo sucedido en la frontera no parecían tener relación alguna pero por algún motivo lo inquietaban.

—    Dime Aiocos ¿adónde pensabas marcharte?

—    No lo sabía, tan sólo quería irme de aquí.

—    Si te vas de esa manera pueden sospechar y buscarte.

—    Pero no puedo quedarme aquí.

—    Te diré algo, vas a irte, yo te ayudaré.

—    ¿Cómo Aldebarán?

—    Te irás conmigo.

El joven se le quedó mirando sin terminar de estar seguro de lo que escuchaba, así que él prosiguió.

—    Escucha Aiocos, no serías el primer muchacho que se escapa con un hombre en este palacio, eso sería más sencillo de creer que si dijeras que temes el destino de aquellos que has desaparecido cerca de Hades.

—    Pero ni siquiera te conozco Aldebarán, no sé que hayas creído pero sólo limpio las habitaciones.

—    Lo sé, tus manos lo dicen y no te pido nada sino que aparentes, sólo eso, estarás seguro, te lo prometo.

El muchacho aún lo pensó, sopesó las opciones y se decidió por irse, era lo que más le importaba.

—    Muy bien Aldebarán pero vayámonos en este momento.

—    De acuerdo.

De inmediato los dos se pusieron en marcha, el de Tauro lo cubrió con su capa pues hacía frío y a la distancia los demás que lograron verlos supieron de inmediato que se trataba de Aldebarán pues no había muchas personas de su tamaño pero ignoraban completamente quien pudiera ser la otra persona. De esa manera fue que los dos se conocieron y en un primer momento no supieron lo que eso significaría en sus vidas.

—    Podrás permanecer aquí—dijo Aldebarán.

Estaban en su casa, era un sitio sencillo pero confortable.

—    Parece que no pasas mucho tiempo aquí—comentó Aiocos.

—    No lo hago, más bien estoy fuera, por eso no necesito de muchas cosas.

—    Ya veo.

—    Puedes quedarte en esta habitación.

Le mostró el lugar que estaba arreglado.

—    ¿De quién es esta recámara?—preguntó el recién llegado.

—    Es mía. Ya te dije que aquí estarás a salvo, yo apenas si paso tiempo aquí.

—    ¿Y dónde estarás tú?

—    Me quedaré en otro sitio, cualquier lugar es bueno para dormir.

—    No es necesario que te tomes tantas molestias por mí Aldebarán.

—    No te preocupes por eso, será mejor que te presente a alguien, si necesitas algo él es a quien puedes recurrir.

Como ya era temprano por la mañana no fue una sorpresa que encontraran a Mu trabajando, el de Aries le extrañó ver tan temprano a su amigo pero más extraño le pareció verlo en compañía de un hombre que no era un guerrero.

—    ¿Qué sucedió Aldebarán?

—    Nada Mu, no te preocupes, sólo deseaba presentarte a alguien, su nombre es Aiocos y estará en mi casa por un tiempo. Aiocos, él es Mu, un gran amigo.

Ambos se saludaron pero los dos amigos pudieron cruzar unas palabras en privado pues el de cabellos lavanda seguía sorprendido.

—    ¿De dónde salió ese muchacho Aldebarán?

—    Es alguien a quien conocí Mu.

—    Es extraño verte en la compañía de un hombre.

—    Las cosas cambian, sólo te pido que si llega a necesitar algo lo ayudes ¿Harías eso por mí Mu?

—    Está bien, no es necesario que lo pidas Aldebarán pero no dejo de pensar que hay más en esto de lo que me has dicho.

El de Tauro no dijo más, lo que necesitaba ya estaba arreglado. En cuanto al de Aries confiaba en su amigo y no dudaba de él pero sabía que si necesitaba respuestas necesitaría tiempo y paciencia para conocerlas.

 

**********

 

En los días siguientes Aldebarán siguió con sus labores de guardia como siempre, procuro que sus actividades fueran exactamente las mismas pero eso era sólo una fachada, necesitaba ganar tiempo y sobre todo averiguar de la manera más discreta posible todo lo que pudiera de las habitaciones reales, no era un sitio al que se pudiera acceder con facilidad y eso mismo complicaba su tarea pero estaba avanzando sin duda en lo que deseaba saber.

Lo más importante para él era saber exactamente que movimientos hacía Hades, parecía que todo lo que estaba pasando estaba conectado con ese hombre y no se necesitaba demasiada imaginación para comprender que tendría motivos demasiado oscuros para moverse en la corte, además contaba con el hecho de que Saga no se tomaba en serio sus obligaciones como gobernante y en muchas maneras el poder de esa nación estaba en la incertidumbre.

En ese tiempo lo que más inquietó a Aldebarán fue descubrir que Hades sostenía un continuo sistema de correspondencia pero no pudo apoderarse sino de un mensaje, el cual estaba escrito de una forma extraña, como si fuera una clave, no podía hacer mucho con eso pues no probaba nada criminal ni ilícito pero estaba convencido que podía descifrarlo con algo de tiempo. Aunque no podía evitar sentir que si algo estaba mal el tiempo no era precisamente uno de sus aliados.

Y mientras eso sucedía en la corte y el palacio, Aiocos se mantenía muy atento a todo lo que en esos momentos resultaba su nueva residencia. En un principio se había sentido algo intimidado por la presencia de Aldebarán pero no necesitó de mucho tiempo para descubrir que era un hombre muy amable y lo trataba con gentileza y con eso todos sus temores se desvanecieron, aunque no así sus dudas y algunas se hicieron fuertes conforme pasaba el tiempo.

Pero en un primer momento se dedicó por completo a las labores de la casa, cierto que era un lugar ordenado y limpio pero lentamente dejó de serlo para convertirse en algo más, se veía como un hogar verdaderamente, no tanta sobriedad y pequeños detalles que indicaban que alguien vivía en ese sitio, no sólo que pasaba su tiempo ahí. Aunque le llamó la atención que no hubiera nada en ese sitio que mostrara un pasado, un recuerdo, no contaba con nada familiar y al final se decidió a que tendría que preguntar si deseaba respuestas directas.

Una noche los dos se habían reunido pues el de Tauro no tenía guardia pero se mantenía bastante silencioso, ese asunto de la correspondencia en clave de Hades lo mantenía alerta a todo.

—    ¿No te gusta la cena Aldebarán?

—    Es muy buena Aiocos, gracias.

—    Es que apenas si la has probado.

—    Disculpa, me temo que no soy una buena compañía, estoy acostumbrado a estar solo.

—    Así parece—guardó silencio por unos instantes pero se decidió a hablar—Mi familia viene del campo, llegaron a la capital cuando yo era muy pequeño, las cosas se pusieron difíciles y logré entrar como parte del servicio de un comerciante, era un hombre estricto pero me tomó afecto, por eso cuando se fue de aquí me ayudó a conseguir una colocación en palacio y entré como asistente en la cocina, era casi un niño pero con el tiempo logré ascender o al menos como se hace en palacio, hasta llegar a las habitaciones reales.

—    Parece que has pasado varios años en palacio.

—    Así es, dime Aldebarán ¿de dónde es tu familia?

—    Yo no tengo familia.

A esas palabras el de Garuda no estuvo seguro de qué decir.

—    Lo lamento—dijo finalmente el muchacho.

—    No importa—dijo el de Tauro.

Pero con eso el otro joven no se sintió con ánimos de tratar de averiguar más sobre lo que estaba sucediendo en la vida del de Tauro.

 

**********

 

Aldebarán necesitaba regresar a palacio y ese tiempo Aiocos lo pasaba a solas o casi a solas pero a veces se daba unas escapadas y visitaba a Mu, era un muchacho agradable y llegó a la conclusión que si deseaba saber más del de Tauro era él quien podría orientarlo un poco más.

—    Dime algo Mu.

—    ¿Qué sucede Aiocos?

—    Me he dado cuenta que Aldebarán y tú son muy amigos ¿no es así?

—    Así es, nos conocemos casi desde que llegó a la capital, hace años de eso.

—    ¿De dónde viene? No me lo ha dicho.

—    Creo que de una provincia del sur, una vez me dijeron que cuando llegó parecía un salvaje por su vestimenta astrosa pero sólo llegó a las puertas de los guardias de palacio diciendo “He venido para ser guardia”, y lo logró.

—    Me dijo que no tenía familia Mu.

—    Eso es más complicado de explicar Aiocos.

—    ¿Por qué?

—    Aldebarán me habló de su padre, el que lo trajo al mundo, sólo una vez, era un buen hombre que luchó mucho para poder criarlo, al final enfermó y lo dejó sólo siendo apenas un muchacho.

—    ¿Y su otro padre?

—    Hablaba poco de su progenitor y del otro nunca.

—    ¿Por qué?

—    Porque todo lo que sabe de él fue que los abandonó, no es algo que le agrade discutir y yo le respeto eso.

—    Lo ignoraba por completo.

—    Comprendo que tengas curiosidad Aiocos pero a Aldebarán no le gusta hablar de su pasado, espero que comprendas eso.

—    No te preocupes Mu, no diré nada de esto. Es mejor que regrese a casa, debo alistar la cena.

Lo vio alejarse pero al de ojos verdes empezaba a crearle dudas el que ellos dos vivieran juntos, no para mal, pero sólo el tiempo diría lo que iba a suceder.

Pero Aiocos si bien había comprendido y aceptado el no hablar más sobre el pasado no veía porque no hablar del presente, al menos para que ambos se comprendieran un poco mejor ya que vivían juntos.

—    Creo que las cosas en palacio no están bien—comentó Aiocos.

—    ¿Por qué crees eso?—preguntó Aldebarán.

—    Es que la gente habla por los alrededores, es una buena manera de saber las cosas, sobre como marcha todo.

—    ¿Qué es lo que dicen?

—    Que el rey está demasiado alejado del reino y que es Hades quien en verdad gobierna.

—    Supongo que la gente no se toma a bien esas noticias—comentó el de Tauro.

—    En lo absoluto, algunas más comentan que algo está pasando en los alrededores pero nadie comprende qué.

—    Sólo el tiempo nos dirá que hacer Aiocos, hasta ese momento solo podemos esperar y rogar por lo mejor de los acontecimientos.

—    ¿Podrías decirme algo Aldebarán?

—    Sí.

—    ¿Por qué te hiciste guardia? La verdad me he preguntado eso varias veces.

—    Siempre pensé que cuidar de los demás era una labor hermosa y que cuidar del rey era una honorable, así que me decidí por algo que honrara a mí señor y ayudara a los demás.

—    Eres muy amable en pensar en ayudar a otros.

—    Sólo hago lo que debo hacer.

Aiocos sonrió suavemente ante esas palabras y Aldebarán también sonrió, era agradable tener a alguien a su lado que los hacía sentirse parte de un lugar, un sitio en el que se encontraban a gusto y al que les gustaba regresar cuando se encontraban lejos; de esa manera ambos se encontraban esperando con más frecuencia el poder verse.

 

**********

 

Con algo de tiempo los cambios seguían haciéndose presentes, sobre todo en la casa, dejó de verse como un sitio en el que su dueño pasaba el tiempo cuando debía hacerlo estrictamente, más bien parecía un lugar compartido por dos personas. Plantas adornaban la entrada y las ventanas, pequeños arreglos estaban como esparcidos por la estancia, un toque más personal y menos rígido se distinguía en las nuevas piezas de la casa, tomaba a cada momento más el estilo de un hogar. Y no era todo lo que estaba cambiando, algo más estaba ocurriendo.

En una de esas ocasiones en las que Aldebarán se dirigía a su casa se detuvo brevemente para hacer una compra rápida, no era nada especial pero tampoco se trataba de nada que hubiera comprado antes de ese día. Cuando cruzó la puerta de su casa de inmediato fue recibido.

—    Ya estás de vuelta Aldebarán.

Lo primero que notó el muchacho que lo recibía era que llevaba algo entre sus manos y lo miró con curiosidad.

—    Son para ti—dijo el de Tauro—Supuse que no te molestaría tener más.

—    Son hermosas—dijo Aiocos.

Esa noche tenían un invitado a cenar, que era Mu, y este no tardó en ver todos los cambios en la casa y tampoco dudó en comentarlos.

—    Este sitio parece muy diferente Aldebarán.

—    ¿Te parece Mu?

—    Sí, no sabía que te gustaran esas flores.

—    Las traje para Aiocos, como a él le gustan mucho las plantas supuse que estas le agradarían.

La planta en cuestión era de margaritas enanas, muy decorativas sin ser excesivamente llamativas.

—    ¿Qué sucede Aldebarán?

—    ¿De qué hablas Mu?

—    De Aiocos ¿De qué más podría hablar?

—    Está aquí porque necesitaba ayuda, sólo eso.

—    No presionaré pero debo decirte esto: tampoco vale la pena que tratemos de ignorar algo que ya está en nuestras vidas.

El de Tauro iba a responderle pero en ese momento el otro joven se dejó ver.

—    Ya está la cena.

Con eso ya no siguieron la conversación los dos amigos pero nada evitó que cuando Mu se retirara Aldebarán siguiera pensando en lo que le había dicho. Fue así que durante ese tiempo el de Tauro observó con algo más de atención al muchacho que estaba en su casa. Le gustaba su presencia en el lugar, era como tener una brisa constante y nítida alrededor que lo llenaba todo, en algunas ocasiones le había sucedido que al dormir en la casa el lugar se llenaba de la fragancia de ese muchacho y era hermoso para él cuando eso sucedía. Además había muchas otras cosas de las que ya se había dado cuenta aunque no hubiera querido reconocerlas desde el primer momento.

Aiocos era un hombre joven y hermoso, eso nadie se lo negaba, no era una de esas bellezas que enloquecen a un hombre pero si una que hubiera sido hermoso en cualquier sitio y tiempo. Su cuerpo era como un sueño para cualquier hombre, caderas suaves pero bien formadas, piernas largas y bien torneadas, su rostro era afilado y de rasgos simétricos, poseía unos ojos morados y cabellos púrpura que cubrían su espalda como un manto brillante. Era hermoso pero parecía no darse cuenta de eso.

Pero por encima de todo Aiocos era el tipo de persona con el que se podía contar, era alguien confiable, discreto, leal, aunque a veces reservado sobre sus propias ideas pero eso no cambiaba el hecho de que cualquiera hubiera sido afortunado de contar con su amistad y si se podía tener algo más sin duda se hubiera sido alguien dichoso, era un muchacho con muchas cualidades.

En cuanto al muchacho en cuestión también se había encontrado pensando en la soledad en el de Tauro y no se negaba que le daba gusto cada vez que estaba cerca, comprendía parte de su vida, la que era de un guardia pero a veces le daba la impresión que él estaba intencionalmente lejos de las personas, podía compartir con los demás su tiempo pero no su vida, era una lástima pues le hubiera gustado que su vida fuera la misma. La verdad era que estaba al lado de alguien que lo hacía sentirse seguro y protegido y muchas veces había un algo especial, algo que lo alegraba cuando él estaba cerca y lo entristecía si estaba lejos, pero no hablaban de ello.

Sin embargo todo tiene su tiempo y el de ellos llegó aunque no en el mejor momento.

 

**********

 

Aldebarán estaba mirando el mensaje que había logrado interceptar, en ese tiempo había conseguido otros dos, los estudiaba de forma constante pero no encontraba un significado, veía los símbolos pero en su mente sabía que podían significar cualquier cosa y aun así no ser lo que en verdad decían. Estaba a punto de dejar su trabajo cuando notó que en ambos mensajes se veían los símbolos pero en diferente posición, entonces se le ocurrió poner los tres mensajes de tal manera que quedaran alineados, después de eso los observó de nuevo, sólo entonces comprendió porque no habían tenido sentido: debían ser leídos desde una dirección concreta. Pasó las horas siguientes hasta que logró descifrar el contenido y no eran buenas noticias. Tenía que ir a palacio de inmediato.

—    ¿Te vas tan temprano Aldebarán?

En ese momento el de Tauro volteó a ver a Aiocos, una duda lo asaltó de inmediato, Si él no estaba a su lado ¿Quién lo cuidaría? Casi renunció a ir al palacio hasta asegurarse que estaría en un sitio seguro pero tenía un deber que cumplir.

—    Tengo que irme Aiocos y no sé si regresaré.

—    ¿Irte? ¿Adonde?

—    Una vez te dije que hago lo que debo hacer y este es uno de esos momentos.

—    ¿Qué sucede? Hablas de una forma en la que parece que tu vida va de por medio.

El de cabellos oscuros guardó silencio, el otro comprendió que era verdad, fuera lo que fuera que estaba pasando era muy importante y peligroso. Tan sólo pudo agachar el rostro tratando de contener las lágrimas, pero tenía que hablar, debía decirle algo.

—    Hay tanto que me gustaría decirte Aldebarán.

—    También yo quisiera hablar Aiocos pero no puedo en este momento.

—    Si estuviera seguro que habrá otro esperaría pero…

—    Así deben ser las cosas.

Como por impulso el joven lo abrazó con fuerza y él acarició su cabello, era verdad que había mucho que decir entre los dos pero también era cierto que no había tiempo, al menos el de Tauro estaba muy consciente de eso.

—    Tengo que irme Aiocos—repitió él.

—    Que así sea—dijo el de Garuda.

Pero ninguno de los dos está dispuesto a que fuera de esa manera simplemente, no podían separarse sin algo más.

No fue sino un segundo para que el de Tauro lo estrechara en sus brazos y buscara besarlo, beso que el otro correspondió de inmediato, por unos segundos estuvieron juntos y fueron suficientes para que supieran que deseaban seguir de esa manera el resto de su vida. Pero debían separarse y era algo que ambos aceptaban como un hecho.

—    Si me es posible volveré Aiocos.

—    Volverás—aseguró el joven de mirada morada—Rogaré porque así sea Aldebarán.

El de Tauro partió con velocidad, necesitaba hablar con los demás pues era de vital importancia informar lo que había descubierto.

Aldebarán llegó con velocidad a palacio para dirigirse de inmediato con aquellos a los que necesitaba informar lo que estaba sucediendo. Death Mask y Shura acudieron a su llamado pero les parecía muy extraño que fuera de esa manera.

—    ¿Qué sucede Aldebarán?—preguntó el de Capricornio—Tú nunca nos llamas con esta urgencia.

—    ¿Qué ha ocurrido?—preguntó el de Cáncer— ¿Qué es tan urgente?

—    Planean atacarnos desde las fronteras—respondió el de Tauro.

—    ¿Qué?—preguntaron ambos hombres al mismo tiempo.

—    Así es, planean este ataque desde hace tiempo pero necesitaban de ayuda interna para lograrlo—continuó Aldebarán—Y la han obtenido, nuestros enemigos han sido informados de todo, incluso de que el rey ha ordenado la disolución de las tropas de las fronteras por no creerlas necesarias más tiempo.

—    ¿Cómo sabes eso?—preguntó Death Mask.

—    ¿Acaso es verdad?—preguntó asombrado Shura—No sabía nada de eso ¡Es una locura!

—    El decreto fue enviado en secreto porque sin duda causaría problemas entre las fuerzas armadas, sin embargo no sé cómo es que tú lo sabes Aldebarán.

—    Porque Hades ha estado enviando esos mensajes desde hace tiempo Death Mask. Él misma persuadió a Saga para que lo hiciera.

Los otros dos hombres se quedaron sin palabras, era imposible que ese hombre se hubiera atrevido a tanto y que Saga lo permitiera.

—    Hades ha estado tras todo esto desde el principio—continuó el de Tauro—Y estoy seguro que tiene más correspondencia de este tipo.

—    Si es el caso es todo cuanto necesitamos para que Saga se deshaga de él—dijo el de Capricornio—Tenemos que hablar con él enseguida.

—    Necesitaremos más que nuestra palabra—intervino el de Cáncer—Necesitamos pruebas contundentes en su contra.

—    Estoy seguro de dónde encontrarlas—agrego el de Tauro—Pero necesito de su ayuda para eso y para hablar con Saga.

Los otros se mostraron de acuerdo pero antes de hacerlo decidieron dejar unas órdenes y algunas recomendaciones, estaban en un momento peligroso y si ellos no salían con vida debía quedar quienes velaran por la seguridad del reino.

 

**********

 

Saga estaba como ya era usual en su harem, no se preocupaba de nada ¿para qué? Todo lo que le importaba lo había perdido, por eso fue sorpresivo que alguien se atreviera a entrar como en ese instante: abriendo las puertas de un sólo golpe y caminando decididamente hacía él. Se trataba de Death Mask, Shura y Aldebarán pero no tenía idea de lo que hacían en ese sitio.

—    Es preciso que nos escuche—dijo Death Mask.

Aldebarán no perdió de vista que uno de los sirvientes se marchaba aprisa, sin duda informarían a Hades de ese evento ante lo cual no tardaría en llegar, necesitaban hablar aprisa.

—    ¿Qué sucede?—preguntó con displicencia Saga mientras hacía un además a los otros hombres para que se retiraran.

—    Planean atacarnos—dijo de inmediato Shura—Nos hacen traición y nuestros enemigos están preparados en contra nuestra.

Los minutos siguientes el de Géminis escuchó a los tres hombres delante de él pero no parecía que su expresión cambiara, tan sólo los escuchaba, y no tardó en aparecer alguien más en el lugar.

Se trataba de Hades.

Era un hombre muy apuesto, de grandes ojos verdes y cabellos oscuros, manos sumamente finas y voz de tonos suaves.

—    ¿Qué sucede mi señor?—preguntó entrando y mostrándose imperturbable.

Por unos instantes sólo hubo silencio pero no era momento de dudar. Era el momento de hablar, si en verdad se estaba preparando una invasión tenían que estar listos para nadie tenía el poder de movilizar sus fuerzas sin la autorización del rey y hacerlo de otra manera era como un acto de rebeldía.

—    Su majestad—dijo Death Mask con energía—Es necesario movernos en este momento, de otra manera quedaremos a la merced de nuestros enemigos, el ataque es inminente.

—    No hay tales enemigos—dijo Hades—Todo esto no es más que una red de mentiras, ningún enemigo se atrevería a atacar.

El de ojos azules lo ignoró para dirigirse al de ojos verdes.

—    Es necesario actuar mi señor.

—    ¡Basta!—gritó Hades—Saga no tiene por qué escuchar una palabra más de esa absurda historia de una invasión, no son sino invenciones. Encárgate de ellos Saga, hazlos encerrar.

Los otros tres esperaban pero el de Géminis no actuaba, más bien parecía confundido, como si tratara de recordar algo.

—    Todo lo que has querido Saga es un reino de paz—continuó Hades—Es por eso que se ha hecho todo esto y estos hombres no sólo te cuestionan sino que se rebelan en tu contra, tienes que hacerlos encerrar y ejecutar por su traición.

—    Está maldito hombre te engaña Saga—estalló Shura—Es el responsable de todo esto, está engañándote para sus propios planes.

—    ¡Mentiras!—gritó el otro—Nada más sino mentiras, ordenaré que sean ejecutados de inmediato.

La única persona que no había intervenido se decidió a que era momento de hacerlo, no podían esperar más.

—    Cuando Shaka murió lo hizo de una extraña enfermedad ¿No es así?—preguntó el de Tauro.

A esa pregunta el de Géminis se mostró sorprendido y después dolido, miraba atentamente al de Tauro.

—    ¿Por qué hablas de él Aldebarán?

—    Porque no fue una enfermedad, fue veneno y el origen de ese veneno fue Hades.

El de cabellos azules y ojos verdes volteó a verlo directamente.

—    Esas son infamias Saga y lo sabes—dijo Hades.

—    No lo son—dijo Aldebarán—Aún llevas el veneno contigo, lo llevas en ese anillo que usas en este momento.

A esas palabras Hades como por instinto cubrió con su otra mano la sortija que usaba, fue un movimiento abierto y de alguna manera parecía hacer reaccionar al de Géminis.

—    Te arrebató al hombre al que amabas Saga—continuó el de Tauro—A tu hijo, y ahora quiere destruir también a tu reino y a tu gente.

—    Saga—dijo el otro con voz suave acercándose a él—No puedes creer nada de todo eso.

Shura y Death Mask iban a frenarlo pero Aldebarán se los impidió, si Saga iba a reaccionar tenía que ser en ese momento.

—    Saga…

—    Hades.

Pero diciendo eso el de ojos verdes le tomó la mano con el anillo con fuerza para quitárselo, lo abrió, contenía una especie de polvo rojizo que vació en una copa de agua.

—    Bébelo—ordenó el de Géminis.

—    Pero Saga…

—    ¡Bébelo!—exigió el de ojos verdes— ¿O acaso sabes lo que te pasará si lo haces?

Hades tomó la copa con una mano, por un momento pareció que la bebería pero no lo hizo, era como si todos supieran que la farsa estaba por terminar.

—    Yo lo hice—dijo como si no importara—Yo me encargué de tu adorado Shaka, tal y como me encargué de que todo aquello que amabas desaparezca.

—    ¿Cómo has podido?—preguntó el de Géminis— ¿Cómo pudiste hacer algo semejante?

—    Con muchísimo placer—respondió sonriendo ampliamente—Llegué aquí solamente para ser tu esposo Saga, estaba por conseguirlo y de pronto aparece ese insignificante Shaka y tú me hiciste a un lado. Creí que podría sobrellevarlo pero él te dijo que estaba encinta y actuabas como si nada fuera más importante en el mundo, nadie me deja como tú lo hiciste y me juré que me las pagarías, por eso me vengué de ti quitándote lo que más te importaba en la vida y es por eso que todo este reino caerá.

—    Hades…

—    Si yo no te tenía tú tampoco tendrías a nadie ¡Y si este reino no sería mío tampoco será tuyo!

Sin vacilar Hades bebió velozmente de la copa y no tardó en caer al suelo pero ninguno de los presentes trató de auxiliarlo, era lo que había decidido.

Un pesado silencio se hizo alrededor del cuerpo sin vida de ese hombre de cabellos oscuros, esperaban porque alguien dijera algo y ese alguien fue el rey.

—    ¿Hace cuánto lo saben?—preguntó Saga.

—    Sospechábamos—dijo Aldebarán—Pero las pruebas las tuvimos hasta hace poco tiempo.

Cuando los tres habían entrado por la fuerza a las habitaciones de Hades no sólo encontraron el resto de su correspondencia, también los ingredientes con los que preparaba su veneno.

—    Nunca creí que fuera capaz de tanto, que el despecho lo enloqueciera a este grado—dijo el de Géminis.

—    Tenemos que movernos mi señor. Lo lamento pero hay mucho en juego en este momento.

Los tres esperaban por la respuesta de Saga ¿una vez más se sumiría en el dolor? ¿Sería el rey de nuevo?

—    Hay una batalla que pelear—dijo Saga.

Los movimientos fueron inmediatos, no había tiempo que perder, las fuerzas debían ser reorganizadas con tanta velocidad como fuera posible y las órdenes debían correr, si esperaban poder hacer frente a sus enemigos debían estar juntos y firmemente organizados. El regreso de Saga a sus labores sorprendió a todos y más sorpresivos fueron los planes inmediatos de defensa y ataque pero nadie cuestionaba, seguían sus indicaciones y aguardaban por el momento preciso para luchar.

—    ¿Crees que se repondrá?—preguntaba Shura a Aldebarán.

—    Creo que por ahora él prefiere volver a ser rey y guiar a los suyos, cuando tenga tiempo pensará en el hombre que es.

Los dos observaban a Saga al frente, hacía mucho desde la última vez que sus guardias lo vieran guiándolos pero se mostraban orgullosos de que fuera de esa manera. Sólo el tiempo diría lo que sucedería con el de Géminis pero los más cercanos confiaban en que saldría adelante.

—    Todos debemos estar listos para lo que vendrá—comentó Aldebarán.

 

**********

 

Si algo no esperaban los que invadían era el que los estuvieran esperando, los enemigos del reino habían estado seguros de sus movimientos al estar manteniendo correspondencia secreta con Hades de sus debilidades pero en el camino fueron ellos los sorprendidos aunque no por eso fue más sencillo lo que sucedió a ninguno de los dos bandos. Las batallas dieron inicio y se fueron desarrollando a lo largo de los días, no era inusual ya que ambas partes estaban en un punto en el que se jugaban el todo por el todo.

Las noticias corrían y pasaban aunque no siempre se sabía que tan veraces eran, el tiempo corría y la incertidumbre no era sencilla de combatir, sobre todo para quienes esperaban noticias de sus seres queridos que se encontraban en el frente de batalla. Entre ellos se encontraba Aiocos, quien se inquietaba cada vez que escuchaba sobre resultados pero él tan sólo esperaba noticias de alguien en especial, desde ese día que se marchara a palacio no había sabido nada más del de Tauro.

—    Él se encuentra bien—decía Mu.

Pero le costaba trabajo el convencerse, hasta que no lo viera no se convencería que todo estaba bien.

Finalmente llegaron noticias vitales: Habían triunfado.

Bajo el mando de Saga de Géminis el reino había conocido una vez más el triunfo aunque reconocían que con pérdidas, no obstante sin duda habían sido más graves para sus enemigos quienes se lo pensarían muy bien antes de tratar de atacarlos de nuevo. La gente empezó a regresar y hablaban de lo que fueron las batallas, pero lo que sobresalía era el sentido del pundonor y el orgullo de la victoria. Aún con todo eso Aiocos no sabía nada de Aldebarán.

No hasta una mañana en la que se encontraba en uno de los templos, ya era costumbre verlo por el lugar, el joven asistía con frecuencia y oraba en silencio, esperaba por el regreso del de Tauro y hasta ese momento no encontraba nada más que le diera cierto consuelo ante la incertidumbre. Mientras permanecía ahí en el resto de la ciudad había un gran alboroto: el rey estaba de regreso.

Saga fue recibido por su gente con alegría y orgullo, sin duda podría reponerse de sus pérdidas pues había redescubierto el hombre que era para dejar de ser el que había creído. Pero entre toda la gente que lo acompañaba alguien se había separado con velocidad, uno de sus guardias que lo que más le interesaba era hacerle saber a otra persona que estaba de regreso.

Aiocos seguía en el templo, sumergido en sus pensamientos, fue quizás por eso que le costó un poco el darse cuenta que alguien más había llegado aunque no se presentó desde el primer momento, se dio cuenta de eso hasta que volteó y se sintió sorprendido.

—    Has vuelto—dijo con una sonrisa.

—    Así es—respondió Aldebarán.

De inmediato se acercaron para estrecharse, era el momento que más habían añorado en ese tiempo, el poder verse de nuevo.

—    Se ha triunfado sobre nuestros enemigos—dijo el de Tauro.

—    Ya lo había escuchado—dijo el otro—Por fin regresas.

—    Y espero que no sea para marcharme de nuevo.

—    ¿Ahora podemos hablar?

—    Sólo hay algo que me interesa decirte ahora Aiocos.

—    ¿Qué?

—    Te amo.

—    Yo también te amo Aldebarán.

Lo siguiente no necesitaba de palabras, los dos lo sabían, tendrían una vida para hablar, pero en ese momento lo que hacían era besarse sintiéndose felices y seguros de la vida que podrían compartir.

 

**********

 

A los dos les gustaba la mutua compañía, tomando en cuenta los días pasados parecía un momento casi milagroso el poder estar juntos de nuevo, al menos para ellos lo era, demasiadas cosas habían ocurrido para creer que estaban vivos y juntos pero ya que estaban convencidos de ello no había nada más importante. El reino también estaba cambiando y las buenas noticias era que se trataba de cambios para bien pues de nuevo Saga estaba al frente, retomando y asumiendo todas esas labores y responsabilidades que había abandonado, faltaba mucho, todos estaban conscientes de eso pero estaban en camino de lograr que las cosas mejoraran.

En la casa que compartían Aldebarán y Aiocos los cambios también se daban aunque a mayor velocidad, no tardaron en ser una pareja y en vivir como tales, además debido a los acontecimientos que había enfrentado y descubierto el de Tauro había sido ascendido por Saga y recibió mayores honores debido a su participación en el combate, sin duda alguna para esos momentos era uno de los miembros más respetados de la milicia y nadie dudaba que lo mereciera.

Era de noche cuando los dos charlaban sobre un leve cambio que harían a futuro en sus vidas, algo que les entusiasmaba.

—    Me da un poco de pena tener que marcharme—comentaba Aiocos.

—    Te aseguro que la nueva casa es hermosa y cómoda—respondía Aldebarán.

—    Si pero después de todo aquí fue donde nos conocimos y empezamos a vivir juntos, me entristece un poco tener que dejar este sitio.

—    Aiocos…

—    Es sólo sentimentalismo, lo sé pero es lo que siento.

—    A mí también me da algo de tristeza, fue mi hogar por largo tiempo.

Los dos observaron el lugar, quedaban algunas cosas pero otras estaban siendo guardadas para ser llevadas a otro sitio, ocuparían una nueva casa más cercana a palacio, la labor estaba casi completa pero ellos dos aún no dejaban su primer hogar compartido. De todas maneras ya era momento de que descansaran o al menos eso pensaron en un primer momento así que se retiraron a descansar a su habitación.

Era una noche algo cálida así que mantenían una de las ventanas abiertas, y como el cielo estaba bastante despejado no parecía hacer falta mucha luz. Aldebarán se refrescó un poco antes de decidirse a acostarse pero antes de hacerlo se puso muy atento a lo que hacía Aiocos; el muchacho de los ojos morados estaba cepillando su cabello con calma, dejando que cubrieran su espalda, además de eso los reflejos de la luna lo iluminaban y delineaban con suavidad su cuerpo debajo de la tela de su camisa pues esta se transparentaba un poco, siguió observándolo por un largo rato hasta que terminó con su labor y se dio cuenta de que él lo miraba.

—    ¿Sucede algo Aldebarán?

—    Nada.

El de Garuda parecía dispuesto a descansar pero el de Tauro habló de nuevo.

—    Estás bellísimo esta noche Aiocos.

Antes de responder sonrió suavemente.

—    Gracias por notarlo.

Siguió sonriendo mientras se acercaba a la cama para quedar al lado de su compañero que no vaciló en atraerlo contra él y besarlo, a lo que no tardó en corresponder, de la misma manera que ninguno de los dos se negaba que no era su prioridad descansar en ese instante. Los besos siguieron por unos momentos pero fueron trasladándose a otros sitios, por su rostro y su cuello, por los hombros y el pecho; Aldebarán sujetó a Aiocos por los brazos para hacerlo levantarse un poco delante de él y besarle el pecho a través de la tela, le gustó escucharlo gemir y empezó a acariciarlo por la espalda hasta llegar a su cintura y atraerlo de nuevo contra él para besarlo con intensidad. El joven de ojos morados se apretaba contra su cuerpo acariciándolo por la espalda y el cuello, sabiendo ambos que eso era sólo el principio.

Una de las manos del de Tauro pasó insinuantemente por la figura esbelta ante él, deslizándose de su cintura por sus muslos y alcanzando la parte baja de su camisa para empezar a levantarla. Sin la tela de por medio introdujo su mano que entró en contacto directo con la cálida piel del joven que parecía encenderse con las caricias; Aiocos sentía como la mano de su compañero empezaba a recorrerlo y no lo evitaba pero no pudo evitar gemir cuando sintió que llegaba a la coyuntura de sus muslos y los presionaba para después acariciar sus caderas y estrechar su cintura contra su cadera.

Conforme avanzaba el tiempo ambos estaban más despiertos a sus sentidos y sobre todo dispuestos a complacer a su pareja, Aldebarán hizo que el de Garuda levantara sus brazos y le quitó la camisa que usaba para después ser asistido por el de ojos morados y quitarse los pantalones que aún vestía, siendo así que los dos quedaron desnudos pero estrechamente unidos mientras seguían besándose. Fue entre los besos y las caricias que Aiocos quedó sobre las piernas de Aldebarán y sus cuerpos se frotaban con intensidad, las manos no se estaban quietas y seguían explorando aunque a cada momento eran más y más íntimas en sus caricias.

El de Tauro se puso de pie ante la cama, mostrando su erguida virilidad, provocando que el de Garuda se sintiera atraído, por lo cual no vaciló en utilizar su boca para complacerlo. Empezó por besarlo, acariciarlo, dejándose sentir y anhelando complacer a ese hombre que acariciaba su cabello y su mejilla. Los primeros momentos pasaron de esa forma, hasta que el de ojos negros se recostó sobre la cama, haciendo que su compañero se colocara sobre él sin perder el tiempo, frotándose contra su turgente sexo con ansiedad. Al mismo tiempo el de cabellos oscuros sujetaba esas tersas y redondas nalgas, las separaba suavemente y no tardó en introducir sus dedos para dar inicio a la labor de dilatarlo.

No dejaban de besarse, de acariciarse, de entregarse a esa necesidad de unir sus cuerpos, por eso se recostaron sobre la cama. Aiocos separó las fuertes piernas de su compañero y volvió a utilizar su boca para complacerlo y no solo eso también para tomarlo, con necesidad, sujetando el tronco mientras sus labios presionaban la enrojecida corona. Aldebarán lo hizo girar, quedando en una posición de ventaja ya que se dedicó a dilatar con entusiasmo el cuerpo de su amante. Lo escuchaba gemir, lo sentía estremecer, podía incluso observar la manera en que esa tierna intimidad se abría para él hasta que estaba completamente listo.

En algún momento de su encuentro Aiocos sintió como lo acariciaban suavemente y con firmeza entre sus piernas, lo cual lo hizo reaccionar moviendo sus caderas para estimular la caricia y que prosiguiera, lo cual sucedió; por su parte el de Tauro ya estaba excitado y frotaba su erguido sexo contra el cuerpo de ese hermoso chico, lo cual le resultaba placentero. Una vez más se buscaron con insistencia para besarse pero no podían seguir prolongando lo que deseaban, con cuidado el de ojos negros lo recostó sobre la cama, haciendo que sus piernas quedaran levemente separadas y rodeando su cintura con completo conocimiento.

El muchacho de ojos morados no se opuso a quedar de esa manera, le gustaba, sabía bien que era la posición que les funcionaba mejor así que no dudó en separar sus muslos mientras observaba a su compañero con una mirada muy invitante, a lo cual por cierto el otro no se hizo de rogar. Aldebarán se colocó sobre él para besarlo con profundidad en los labios pero apoyó su peso en sus brazos para permitirle más movilidad a su compañero, con algo de ansiedad frotaba su turgente sexo por encima de la cálida masculinidad hasta que los dos gimieron y sólo entonces empezó a entrar en el de Garuda con calma.

Ambos gemían suavemente y ponían de todo de su parte para acostumbrarse lo más pronto posible, les tomó unos momentos aún el sentirse cómodos y cuando Aldebarán empezó a moverse Aiocos le respondió. Sus cuerpos se movían con lentitud en un principio para después ir aumentando lentamente la intensidad, seguían acariciándose y se decían cuanto les gustaba estar juntos hasta que las palabras ya no eran tan necesarias ni podían controlarlas mucho pues sus cuerpos solamente estaban en medio de la necesidad de sentirse complacidos y complacer a su pareja, moviéndose con mayor fuerza y necesidad y saciando velozmente lo que su propio deseo clamaba.

Fueron unos momentos más los que ambos continuaron con ese ritmo pero el éxtasis estaba presente y no tardó en manifestarse por completo cuando el de cabellos oscuros sintió que su simiente quedaba en el interior del de ojos morados y el joven dio un agudo sollozo de satisfacción, fue casi simultáneo pero no por eso menos placentero para los dos. Aldebarán salió de ese suave cuerpo con cuidado para recostarse a su lado y seguir acariciándolo mientras que Aiocos sonreía y se quedaba a su lado disfrutando de las caricias.

Finalmente los dos se sintieron lo suficientemente despejados para recostarse y se cobijaron bajo las sábanas, el sueño no tardó en presentarse y descansaron por las horas siguientes sin problemas.

Ya era de mañana, Aiocos empezó a despertar y no tardó en darse cuenta que su compañero se había levantado antes y estaba casi listo para marcharse.

—    ¿Ya tienes que irte?—preguntó.

—    Sí, perdona si te desperté.

—    Está bien.

Se dieron un beso más y el de Tauro se fue, el de Garuda no tardó en levantarse para acercarse a la ventana y observó como se alejaba; sabía y comprendía que Aldebarán formaba parte de una vida aparte de la que compartían y se sentía orgulloso de él, era guardia de su rey y más importante, era guardián de su corazón. La confabulación de otros era lo que los había unido, era muy extraño pero en el amor, sus caminos, a veces son definitivamente extraños pero el final de la trama bien lo vale.

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Tengo algunos fics que me habían sugerido, los subiré poco a poco, si nada sucede, nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 

 


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