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Juguete por Chantaje por Abby-shan

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---------Narrado en tercera persona--------

-Oye tú, cosita con gafas.- Le grito una voz femenina, amarga y burlona. Él no quería voltearse, no quería detener sus pies y seguir con su camino, sin embargo, se quedó estático. Parado y sin mover ni un solo musculo, algo así como un poste estúpido-. Si, niño, a ti te estoy hablando.

María Fernanda avanzo a paso lento, con los pies pesados y sus zapatillas de deporte rechinando sobre el piso recién encerado del pasillo. Tenía un cigarrillo en medio de los labios, estaba prohibido fumar dentro de la institución pero eso a ella le valía poco, probablemente le reprendieran por ello más tarde, si es que se daban cuenta.

Miro a Andrés por un instante y sintió como la rabia que había sentido el día anterior volvía a consumirla. Juraba que aun podía escuchar sus gritos que no salieron más allá de las cuatro paredes del baño de su casa, juraba que aún estaba viendo sus largos mechones de cabello azabache caer lentamente sobre el lavamanos mientras ella los cortaba con enojo y sin ninguna compasión frente a un espejo quebrado. Estaba aburrida, cansada de lo que era, de lo que provocaba, y aun así no pensaba renunciar a la única persona que significo algo importante es su estúpida vida.  

Tenía unas ojeras tan o más notorias que su malhumor, hoy no traía maquillaje y su peinado remodelado estaba igual de espantoso que su cara. Se aseguró de pensar cómo iba a actuar aquel día, en como enfrentaría a Andrés, a esa pequeña peste que le había quitado el aire. De cómo lo iba a hacer retorcerse.

Porque mientras ella vivía a base de miradas y palabras de amigos, él se deleitaba con un Raúl que se estaba volteando completamente hacia su lado. Eso jodia tanto que la estaba matando por dentro. Alguna vez escucho que el amor dolía, y fue cuando se dio cuenta que realmente ella estaba locamente enamorada de su amigo de infancia.

Fue un lunes feriado, en donde ella vio como Raúl casi fue atropellado por un carro, todo por un maldito perro que se había atravesado. Mafe no supo que hacer, su reacción fue muy tardía, porque cuando ella se atrevió a moverse de su lugar hacia la escena Raúl y la chica del carro ya habían terminado la pelea y el pequeño trancón que habían provocado se estaba dispersando. Su amigo se marchó corriendo hacia quien sabe dónde, y ella lo siguió porque le preocupo tanto como para dejar tiradas sus compras en medio de la calle, sabía que su madre la iba a matar pero eso no podía importarle menos.

Corrió, corrió tanto como sus delgadas piernas se lo permitieron. Lo seguía a una distancia razonable, para que no se diera cuenta de su presencia o porque ella quería pasar inadvertida y averiguar a donde era que se dirigía con tantas ganas y cargando a un cachorro sucio que probablemente mancharía su ropa.

Y quizá ella no debía hacerlo, quizá solo debió voltear e ignorar. Porque fue allí que comprobó la teoría de que el amor duele, justo en el momento en que vio como los ojos de Raúl brillaban cuando la puerta se abrió dejando ver a un confundido Andrés.  Presencio una escena sacada de una película, de esas que venden romance barato, lo más estúpido de todo fue que el chico de ante ojos parecía una quinceañera enamorada.

Si, el amor dolía, y a ella le estaba calando como la mierda. No se había tomado eso muy a pecho, después de todo tenía un plan, pero nada iba de acuerdo a este. Andrés no parecía querer hacerle nuevamente caso a David, no únicamente por lo que le había hecho, no, era porque ahora estaba mirando hacia Raúl y eso Mafe lo notaba con tan solo verlo. Los celos y la ira se elevaban.

Su pequeño ataque de ira, en donde su cabello pasó de llegar hasta su espalda baja a ahora estar unos centímetros arriba de sus hombros fue provocado por Raúl. Lo vio, en las gradillas de la cancha en donde practicaba, Andrés le había dado un beso tímido en los labios y su amigo había sonreído como un niño pequeño que deseaba eso desde hacía mucho. Cuando noto como ambos se miraban, en esa milésima de segundo, se vio completamente perdida. Y fue allí cuando se desesperó completamente, su autocontrol, su sarcasmo, su ánimo, todo perfectamente empacado en una bolsa negra que iba de lleno a la basura.

-Seré directa ¿Tu en verdad crees que tu relación tiene futuro?- Largo sin más, apoyándose en una de las paredes, dándole otra calada al cigarrillo-. Seamos sinceros ¿No crees que esto es algún tipo de farsa?- No le iba a confesar que ella ya sabía todo. Quería ver la incertidumbre que se marcaba en el rostro de Díaz.

Andrés se encogió de hombros.

-Yo conozco a mi amigo desde hace años, se cómo es, se cómo se mueve. Lo sé todo.- Dijo lentamente, mirándolo con los ojos entrecerrados. Su intención estaba clara: quería intimidarlo-. En especial, sé que ni siquiera voltearía a ver a personas de tu calibre. Algo tiene que llevarse.

Lo miro de pies a cabeza y se preguntó que tenía el que ella no. Es decir, solo era un tipo flacucho con cara decente. Mafe era más atractiva en comparación, tenía a más de uno babeando por su cuerpo ¿Qué había viso Raúl en esa persona tan insignificante? ¿Acaso era el sexo? Si era por eso seguro tendría sentido pero ¿Entonces porque Raúl lo miraba con ternura? Raúl no miraba así a nadie, nunca. Eso la molestaba demasiado.

-Se nota tu inseguridad con tan solo dirigirte la palabra ¿Crees que eso es lo que él necesita? ¿Crees que el necesita a una persona que se derrumba con facilidad, que no puede sostenerse solo?- Continuo reprochándolo, escupiendo acido en cada palabra, aunque sabía muy bien que tampoco lo era. Estaba consciente de que fuera aun peor que Díaz, pero eso no la calmaba ni siquiera un poco- Piénsalo. Te lo dejo como tarea.

Eso fue todo, Raúl no se enteraría, estaba convencida que Andrés no sería mínimamente capaz de decírselo. Siguió caminando, a cualquier lugar que la llevaran sus pies, fuera la azotea o la salida de la preparatoria.

Despasto toda la tarde sentada en la parada de autobús, esperándolo aunque supiera muy bien que llegaría en unas dos horas o tres. Escucho música todo ese tiempo, dejando que los gritos desesperaros invadieran su cabeza con la leve esperanza de que así dejara de pensar.

Las personas empezaban a acumularse, algunas se empujaban, otras conversaban entre ellos y aunque estuvieran allí por la misma razón la sensación de estar sola en aquella parada no desaparecía.  

El bus llego dos minutos más temprano de lo esperado y ella fue de las primeras en abordarlo, escogiendo un asiento cualquiera cerca a la ventana, siempre le gusto ver las cosas de afuera mientras el autobús estaba en curso. Todo hubiera sido más apetecible si no tuviera un humor de mierda y la estúpida batería del celular se quedara en 0%.

Y, sin previo aviso, sintió como tocaron su hombro suavemente. Un toque característico de quienes quieren llamar la atención, se trataba de su compañero de asiento, Mafe no lo había anotado siquiera.

-¿No estas cansada de sufrir?- Le había preguntado un chico rubio, usualmente era el mismo que se encontraba todos los días en la parada del autobús.

Mafe últimamente no soportaba estar en su casa y no sabe durante cuánto tiempo se había refugiado en la casa de su hermano mayor, probablemente había sido mucho considerando que hasta su uniforme guardaba en aquel lugar. No soportaba estar en su casa, en donde cualquier día podía toparse con la parejilla y el dolor en su pecho aumentara hasta el punto de enloquecer.

-¿Estas intentando venderme droga? Porque si es así, déjame decirte que es un intento realmente patético.

-Claro, soy un traficante muy reconocido.-Contesto con tono sarcástico y fue solo por eso que Mafe se dignó a voltear la cara para verlo a los ojos. Si, sabía que era la misma persona que abordaba el bus de las 6:30pm en la misma parada, pero solo lo había visto de reojo, jamás tan cerca.

Una de las tantas mismas personas que se encontraba en el día a día, memorizaba sus caras y gestos a lo lejos, porque la verdad no tenía nada mejor que hacer más que ahogarse en autocompasión que no creía merecer.  

-Bien por ti.- Y se dio la vuelta de lleno a la ventana que estaba a su lado, tratando de ser lo más evidente posible.

-Okay, creo que tendré que hacerlo formal.- Dijo con un tono risueño, lejos de estar enojado por su actitud-.Hola, mi nombre es Julián.- Le extendió una mano, Mafe casi pudo reír, casi. Aquel chico no se cansaba de insistir. Volteo a verlo solo para meterlo en su sitio pero pues, no lo logro,  de cerca parecía otra persona.

Lo detallo, parecía uno de esos tipos que usaban como modelos para ropa de marca o simplemente un niño rico que cuidaba de su apariencia. Sus facciones eran delicadas pero fuertes al mismo tiempo, nariz respingada y con el tamaño perfecto para su rostro. Rubio y de ojos de dudable color, no sabía si eran verdes o azules.

Como todo un príncipe cliché pensó Mafe, asqueada.

-¿Alguien aquí te pregunto cómo te llamabas?

-Posiblemente no, o simplemente no me lo dijiste con palabras.- Dijo el príncipe cliché con un deje divertido, noto que nunca dejo de mirarla a los ojos. Y eso la ponía incomoda, muy incómoda, ya que en esos momentos se sentía totalmente desprotegida- ¿Cómo te llamas tú?- Bueno, era algo así como un príncipe cliché que mete las narices en donde no debe. Su cara era bonita, pero dudaba que lo soportaran.

Mafe se hundió más en el asiento del bus, refunfuñando un “Eso a ti no te importa” para que el chico la dejara en paz, increíblemente después del desplante él no lo hizo y siguió lanzándole preguntas que le hacían dudar si era algún tipo de sitico. Parecía que la estaba leyendo.

-No tengo nada, no te hagas ideas raras.

-Tu cara describe tu historia y, posiblemente, lo que piensas.

-Pienso que eres un metiche, seguro le caes mal a muchas personas.

-Oh, créeme que me siento alagado cuando alguien piensa en mí sin siquiera pedirlo. Pero a mi hermano le caigo bien, y solo eso me importa.- Contesto el, Mafe se preguntó internamente si alguna vez aquel chico se cansaba de sonreír o si sus mejillas no se entumecían -. Ahora ¿Qué fue lo que paso hoy?

La sonrisa de Julián era diferente a las que ella embozaba, esta parecía ser pura, sin disturbios. En parte le incomodo, que fuera fácil hablarle y no fingir, no le gustaba sentirse desprotegida sin poder usar su marcara llena de ego. Y, fuera de todo, se sentía mal, porque no merecía ser tratada con amabilidad.

-Fue ayer.

-Bueno, me corrijo ¿Qué fue lo que paso ayer?

Cada vez más pasajeros bajaban del bus, se disminuía el numero gente, menos bullicio y gracias a ello pudo escuchar su voz con más claridad. Suave, diferente a la de Raúl.

-Supe que no tenía oportunidad con él.- Aclaro sin más, mirando hacia la ventana a su lado. No quería recibir miradas de compasión, no quería que tratara de animarla a seguir luchando como siempre lo hacían las chicas estúpidas de la preparatoria cuando las rechazaban. El amor no era un juego, no era sencillo- Esta con otra persona... Mi amigo parece feliz con él.

Se sorprendió a si misma diciendo tales cosas tan lastimera, aunque esa verdad se podía ver en el rostro de Raúl. Quiso llorar pero no lo hizo, no era el momento ni el lugar, no frente a un extraño.

-Bueno, si él es feliz con otra persona creo que lo mejor es dejarlo ¿No?- Mafe lo miro con los ojos bien abiertos, como si aquel muchacho acabara de decir la locura más grande del mundo.

Ambos guardaron silencio, o simplemente Julián estaba respetando el suyo, su sola mirada le dijo que sabía que estaba siendo una egoísta tocapelotas. Y, por primera vez en años, pensó sin hacer partícipe sus deseos, remarcando todo lo que estaba haciendo mal y que era una incomodidad para Raúl.

Raúl se veía feliz estando en compañía de Andrés, ella estaba siendo paranoica en un principio porque no sabía cómo iba a ser Andrés con él, no sabía si era otro chico que entregaba el culo para ser follado. Se había concentrado tanto en separarlos que no había visto ese gran y significativo detalle, ahora esa era su nueva meta: averiguar si era lo que aparentaba ser.

Se quedó tan sumergida en sus pensamientos que no noto que el transporte había llegado a una de las paradas hasta que Julián le toco el hombro.

-Bueno, esta es mi parada.- Aviso, estirándose un poco para desperezarse- Luego seguiremos hablando señorita desconocida.

Mafe cogió una de las mangas de la chaqueta azul cuando vio que el chico hizo el ademan de pararse de su lugar. Fue contradictorio que quisiera portar un nombre y no una simple flecha que la señalaba como un extraño más en aquel gran bus.

Quería decirle como se llamaba antes de que Julián se bajara, quizá no lo volviera a ver-.Mi nombre es María.- Y no supo porque le dijo solamente el nombre que le gustaba, sin agregarle el otro o decir su apoco (Ya que era por ese que la mayoría de personas la conocían)

-Bien, en ese caso-. Pronuncio mientras se paraba del asiento y le dedicaba una sonrisa risueña, de esas que te llenan por dentro con tan solo verla-. Hasta luego, Mery.- Alargo una mano hacia su cabello y lo revolvió, despeinándolo más de lo que ya estaba.

Julián avanzo hacia la salida, pagándole al chofer su pasaje y deseándole una buena noche. María Fernanda se llevó sus propias  manos a la cabeza, justo en donde había recibido el toque de unas demasiado frías como para pertenecer a una persona que había estado en medio del calor que provocaba el autobús.

-Pero mi nombre no es Mery.- Le dijo al aire, queriendo y no que aquel chico la escuchara. De manera apresurada y algo torpe se acercó al vidrio de la ventana y contemplo como Julián se alejaba lentamente de la parada de autobús, lo último que vio del chico fue que metió sus manos a los bolsillos.

El bus nuevamente siguió su marcha y Mafe lo perdió de vista.  Lo que restaba de trayecto hasta la casa de su hermano mayor se dedicó a preguntarse qué clase de persona era ese chico como para atreverse a hablarle a una completa desconocida con cara de traer al demonio encima.

Sonrió de medio lado, sin sarcasmo o ironía, sin hipocresía. Solo sonrió para sí misma porque se sintió un poquito más ligera después de hablar con aquel muchacho entrometido, solo un poquito, pero eso pareció ayudarla bastante. Tal vez esa noche le prepararía a su hermano la comida que más le gustaba para que no comiera siempre las sobras del almuerzo poco saludable que se preparaba.

Esa noche, mientras cocinaba el filete de la cena y desviaba todas las preguntas de su hermano dirigidas por su reciente corte de cabello. Mafe quiso tener a Andrés frente a ella para poder disculparse por las palabras que le dijo, por lo que estaba haciendo, pero tendría que ver si verdaderamente lo merecía. Pero, aún más importante, ¿Cómo se supone que detendría a David si llegaba a retractarse del plan que estaban ideando?

Y al día siguiente David fue el causante de una pelea entre la reciente pareja. María Fernanda, por segunda vez en su vida, no supo cómo reaccionar, si alentar o no a su amigo.

¿La felicidad de Raúl sin que la hiciera participe?  Eso era la definición exacta de algo jodidamente doloroso. Ella quería hacer lo correcto.

-*-*-*-

David la estrello contra unos casilleros con tal fuerza que Mafe soltó un chillido antes de que su cuerpo cayera al suelo. Le importaba una mierda si escuchaban o no su pelea, aunque lo dudaba mucho, ya que nadie pasaba por la sala del consejo estudiantil a esas horas.

-Eres una zorra trepadora.

-Sí, puede que lo sea.- Ella escupió la sangre que salía de algún lugar de su boca y sonrió de lado, sonrió como la maldita hija de puta que era -. Pero no soy tu zorra, amor.- Guiño el ojo y David creyó enloquecer.

Se agacho hasta su altura y la cogió del cuello de la chaqueta que traía puesta, levantándola unos centímetros, para luego darle otro golpe certero en el rostro con el propósito de que cerrara su estúpida boca. Eso solo funciono como cuatro o tres segundos.

-Estas consiente que golpearme hasta cansarte no te servirá de nada ¿Verdad?

-Cállate, pequeña mierda.

-Soy tan mierda como tú- Tenía el rostro amoratado, el labio sangrando y, seguramente, varios golpes en el cuerpo. A pesar de eso, su voz era la misma, sin perturbación alguna y eso logro desarmarlo-.Créeme. Jamás lo conseguirás ¿Captas? Jamás.- La chica se levantó del suelo con dificultad, sus pies estaban tambaleando-. Ya tuviste tu oportunidad y la cagaste, personas como tú o como yo no somos buenas para recibir un sentimiento reciproco.

-¿Por qué vienes a arrepentirte justo ahora? ¿Eh, María Fernanda?- Y quería lanzar más preguntas, pero solo esas se formularon en palabras.

-Somos tóxicos, no le hacemos ningún bien a las personas de quienes nos enamoramos.- Le susurró al oído y palmeo su hombro con compasión. No supo cuando fue que ella se había acercado tanto como para hacer eso-. Acéptalo, yo ya lo hice.

Cuando reacciono debidamente Mafe ya había abandonado el lugar, una parte de él se preguntó si debía ir tras ella por las heridas que le había causado, pero la idea fue rápidamente descartada y templada por ira. ¿Qué si lo iba a acepar? Claro que no lo iba a hacer. No quería. No podía.

Se encontró caminando hacia la casa de su ex amante, tocando el timbre, y esperando pacientemente a que Andy abriera la puerta. No sabía lo que estaba diciendo, no escuchaba lo que decía Andrés tampoco o la razón por la cual empezaron a hablar acerca de la relación que llevaba con Raúl.

-*-*-*-

-No entiendes nada, así que no hables a la ligera.

-Lo entiendo.- Mascullo entre dientes-. Lo entiendo todo malditamente bien ¿Si?

-No, no lo haces.- Me interpuse para que no tuviera acceso a la entrada, tenía miedo, no sabía lo que él podía llegar a ser capaz de hacer fuera de sus cabales. Sin embargo no me moví, tampoco aparte mis ojos de los suyos -. David, yo quiero reiniciar algo bueno, algo que no sea como lo que tuvimos.

-No necesariamente volvería a eso.

-Pero es que yo ya no quiero volver.- Me lleve un mano al pecho, sintiendo un latido opresor, los sentimientos de nostalgia aparecieron a pesar de que se suponía que ya no debían estar allí-.No estoy dispuesto a eso ¡Yo ya no quiero seguir tomando el lugar de un juguete!

David se rio con amargura.

-¿Y qué crees que eres para él? ¿Eh?- No era cierto- ¿Su pareja formal o meramente su entretención? Por Dios, eres tan inocente ¡Despierta de una buena vez!- Yo sabía que no era verdad lo que decía- ¡Sigues siendo un juguete, solo que ahora cambiaste de postor!- Yo aparte su mano de mi cara de un manotazo.

Y ahora si me había enojado, porque David era igual que todas las demás personas que juzgaban sin conocer de verdad. Me pasó a mí, le pasaba a él junto con muchos más, eso solo hacia la vida un poco más difícil e insoportable. No se daban la oportunidad se abrir los ojos y mirar a la otras personas de verdad.

-¡No es así!- Grite con todas mis fuerzas y él pareció tan sorprendido como yo de oírme – ¡Lárgate de mi casa, lárgate de mi vida y no te metas más! – Al finalizar la oración tome la puerta y la cerré de golpe, sin importarme que quizá golpeara a David.

Mis lágrimas empezaron a correr por mis mejillas, las seque tan rápido y fuerte que logre lastimarme.  Estaba respirando tan rápido que empecé a hiperventilarme, trate de calmarme y no ser un cobarde por una vez en mi vida.

Él no era así, por lo menos lo había demostrado conmigo, yo lo sabía, posiblemente era de lo que estuviera más seguro en toda mi vida. Debía hacerlo, debía ir y acompañar a Raúl en el juego de hoy, si no me podía deshacer de mi cobardía lo perdería completamente. Esto no era un juego.

Camine rápidamente hacia mi habitación para coger una chaqueta y zapatos, mire de reojo mis gafas que reposaban encima del escritorio sin intención de ponérmelas ya que solo harían estorbo al correr hacia la preparatoria. Hiro estaba dormido, así que procure salir en total silencio, aunque dudaba que se perturbara después del estruendoso encuentro con David ya que su sueño había seguido sobreviviendo.

Si me apresuraba aun podía llegar para el segundo tiempo. Estaba cansado de huir, esconderme, de ser débil, de no poder enfrentarme a mis miedos e inseguridades. No más de eso ¡Nunca más! Las palabras de Mafe habían acertado sin que pudiera notarlo verdaderamente en ese momento, porque él no necesitaba a alguien como yo a su lado. Si quería estar con Raúl lucharía por ello o me largaría de una buena vez.

Corrí a lo largo de toda la calle principal, corrí tanto y por tantas cosas que se confabulaban en una sola. Corrí por él y sus intentos nulos de hacer las paces, corrí por mí y mi maldita actitud, corrí por David y por ese sentimiento que algún día le tuve se había esfumado completamente. Tenía un mismo pensamiento que me empujaba hacia adelante. Era como si no sintiera el cansancio, como si no sintiera mis pulmones agitados queriendo tomar un descanso o el ardor de mis piernas.

--------Narrado en tercera persona--------

El viernes llego más pronto de lo esperado, todos los de su equipo no querían siquiera pisar la cancha, mucho menos él. No se encontraba en centrado en el juego, su mente estaba disipada en otro lugar inhóspito mientras daba el discurso motivador en los cambiadores para que sus compañeros dieran todo de sí.

Raúl no estaba dando todo de sí.  Lo supo cuando dejo que le arrebataran fácilmente el balón, que no pudiera pasar a las defensas contrarias y que el marcador no estuviera de su lado. Era como si los gritos golpearan una parte de sus oídos sin llegar a penetrarlos, no escuchaba a sus compañeros cuando le reprendían en medio del juego ni tampoco les respondía más que con una sosa mirada. Tal vez si José hubiera estado allí no los estuvieran rebasando por 5 puntos.

-¡Raúl!- escucho a lo lejos, la voz era fuerte como para ser precisamente de la persona en quien estaba pensando. Volteo a ver hacia las graderías, buscándolo- ¡Juegas como una niñita!- Una vez más se escuchó el potente grito y eso sirvió para que Raúl pudiera localizarlo en medio de todos los estudiantes allí presentes.

Era el único chico que no estaba sentado como todos los demás.

Sus ojos se encontraron y fue como si todo lo demás no existiera, como si las cosas se hubieran congelado. Raúl abrió aún más los ojos, si es que eso era posible, porque pensó que no asistiría a su partido debido a la pelea que tuvieron días anteriores. Le cayó tan bien estar equivocado, se sintió tan liviano, tan lleno.

Andy estaba en ropas de casa, no llevaba lentes y su cabello era una maraña de un hermoso color café avellana que resaltaba entre todas las demás características. Respiro con agitación mientras lo miraba, su pecho se hincho tanto que le fue difícil no soltar un suspiro algo sugestivo. Andrés desvió la mirada con la cara completamente colorada cuanta que estaba atrayendo la atención de otros.

No duro tres segundos más para que las energías de siempre volvieran a su cuerpo, tan solo le basto verlo allí, alentándolo, y todo paso tan rápido que ahora el marcador ya no iba 14-9 sino 14-11. No solo quería mostrarle lo bueno que era su equipo a la escuela visitante, también la intensión era que Andy lo viera y se sintió un orgulloso de lo que hacía, así solo fuera en una pequeña medida. Fue similar en aquel primer partido, en donde siendo un niño de diez años solo quería captar la mirada de sus padres, ahora solo quería que Andrés únicamente lo mirara a él y sostuviera su aliento.

 

-Viniste.- Decía, sin poder creerse aun lo que estaba pasando, lo que estaban viendo sus ojos. Teniéndolo allí en frente no sabía que era lo que salía de su boca, lo que quería decir o sus pensamientos-. Tú de verdad viniste.

Lo vio acercársele, a paso lento, pensándolo antes de hacerlo y sucedió, tan rápido como un segundo muere para darle paso a otro. Andy se lanzó hacia él, enrollando sus brazos alrededor de su cintura y enterrando la cabeza en el pecho agitado de Raúl.

Parpadeo una, dos, tres veces y lo abrazo de vuelta, necesitando de eso.

-Si.- Hablo Andy, su voz sonaba amortiguada -¿No querías que viniera?

-Todo lo contrario.- Se apresuró a decir para que su novio no se hiciera ideas erróneas en la cabeza-. No sabes cuánto quería que vinieras.

-Pues, aquí estoy.- Le susurro, tan bajito que sentía que si no estuvieran abrazados no lo escucharía y eso habría sido una verdadera lástima.  No hubiera querido perderse de esas palabras por nada ni nadie.

A lo lejos se podía oír como todos celebraban la victoria que había obtenido el equipo anfitrión. Había profesores incluidos que gritaban en coro el nombre de su equipo acompañando la voz de los estudiantes, la euforia se hacía sentir con gran pasión por todo el lugar. Si fuera en otro tiempo, estaría celebrando alocadamente al igual que todos ellos, pero ese no era el caso, y tampoco era como si le interesara de a mucho la victoria en esos momentos.

Raúl estrecho aún más el cuerpo que tenía entre sus brazos, sintiendo aquel olor peculiar que emanaba de él, era un perfume natural tan fresco. Por un momento se preguntó porque Andrés decidió hacer una cosa tan atrevida como abrazarlo en medio de todos sus colegas de equipo, no era propio de él, pues solía ser muy tímido ¿Le habría pasado algo que no quiere contarle? La mera idea le hizo enojar, aunque prefirió no arruinar el momento.

-Oh, mierda.- Exclamo, apenándose repentinamente al darse cuenta de que acababa de jugar y seguro estaría sudando hasta por los poros-. Yo… Pues, estoy sudado.

Andrés desenterró la cabeza de su pecho y lo miro, con el ceño fruncido aunque sin zafarse del abrazo en lo más mínimo -¿Y qué?- Interrogo con total seriedad, dando a entender que eso no le importaba en lo más mínimo.

Raúl bufo y volvió a sonreír como un idiota.  

-¿No te da un poquito de asco de que este todo pegajoso?

-En lo absoluto.- Y volvió a enterrarse en su pecho, aferrándose aún más a su cintura. Se sorprendió de la forma perfecta en que encajaba en sus brazos, de formal que parecía que Andy parecía pertenecer allí. Lo tenía, jamás lo dejaría ir ni aunque eso le costara lo que fuera.

Raúl no supo cómo era posible, pero se sintió el jodido hombre más feliz del mundo entero, sin excepciones. Esa experiencia de felicidad minuciosa era tan extraña pero necesaria que se dio cuenta, en ese momento, que dio un gran paso hacia adelante en el camino del enamoramiento. Porque estaba perdiendo la cabeza poco a poco.

Llamo a su mejor amigo cuando iban de camino a la casa de Andy, comunicándole que habían ganado y este soltó un grito semejante al de un niño que recibía lo que quería de navidad. José le dijo que lamentaba haberse enfermado y Raúl acepto sus disculpas, olvidando el tremendo enojo de hace tan solo unas horas. A fin de cuentas fue el mismo quien se buscó eso por andar como todo un calenturiento detrás del profesor practicante que tanto decía odiar.

-Vamos a tu casa.- Le dijo, con sus manos entrelazadas- Tengo la moto aquí cerca pero, pues…-Se rasco la cabeza en un gesto dudoso- ¿Quieres ir en la motocicleta o prefieres caminar?

-Ya no me da miedo.

-¿Seguro?

-Muy seguro.

-Bien.- Asintió a la vez que sacaba sus llaves del casillero-. En ese caso, es  una verdadera suerte que tenga el casco de repuesto.- El camino hacia la casa de Andrés fue silencioso, no un tipo de silencios acojonantes e incomodos, no, era de esos silencios jugosos que te hacían sentir en paz porque sabes que ya todo está bien.

-Mi madre no llegara hasta pasado mañana.- Le había dicho Andy, con una sonrisa tierna. Él solo lo veía mientras preparaba dos tazas de chocolate caliente, moviéndose ágilmente por toda la cocina.

Busco a Hiro con la mirada y lo encontró profundamente dormido sobre un par de almohadas azules, en uno de los rincones de la sala. Camino hacia el pequeño animal tratando de hacer el menor ruido posible, se agacho hasta su altura para poder acariciar su cabeza y se sintió tan aliviado de haberlo salvado aquel día gris cuando casi fue atropellado por una rubia oxigenada con humor de fiera.

-Entonces… ¿Puedo quedarme?- Lanzo la pregunta al verlo dirigirse hacia su dirección con dos tazas, cada una en una mano.

-El tiempo que quieras.

Si era honesto, diría que no le gustaba dormir en compañía de otro cuerpo aferrándose al suyo, que le parecía molesto y tremendamente tedioso. Pero, nuevamente, ese no era el caso. Esta vez fue el quien se acomodó en el pecho contrario, escuchando sus acompasados latidos y la respiración nerviosa, repentinamente se sintió tan cansado que sus parpados parecieron pesar un montón y soltó un bostezo.

-¿Estas muy cansado?

-Tanto como para caer en coma tres días seguidos.

-Duerme entonces.-

Quería preguntar un ¿Estarás aquí cuando despierte? Porque de no ser así el ánimo que traía se iría en picada, se sentiría solo y seguro haría una rabieta. Luego recordó que si dijera algo así se sentiría demasiado avergonzado y el sueño se iría volando en un dos por tres, además de que no quería sonar como las novelas de segunda que veía su mamá. Raúl Cerró sus ojos y se dejó llevar por las suaves caricias en su espalda que parecían hacer caminos entre los músculos tensos.

-*-*-*-

Se despertó de su agradable sueño por los insistentes rayos de sol, abrió los ojos, molesto, se suponía que no había dejado la cortina abierta la noche anterior.

-¿Qué mierda hacen ustedes dos?

La voz de Julián lo calmo, ya que su madre aún no había llegado. Se enderezo y volteo a verlo, sobándose levemente los ojos por las mellas que dejaba el sueño mal finalizado en él, Raúl también se levantó sin decir nada, aun perdido entre sueños.

-Juli ¿Qué haces aquí?

-Vine a verte y me encuentro con…- Su voz tembló-. ¡Con esto!- Grito, apuntándolos con el dedo índice en señal de acusación. Se acercó hacia la cama y cogió a Raúl del cuello de su camiseta-. Donde le hayas metido algo raro te voy a partir la madre.- Advirtió con una voz tan grave que le preocupo, Julián era de los tipos que se tomaban todo a la ligera. Pareciendo mucho mayor de lo que en verdad revelaban sus quince años de edad

-¡Yo no le hice nada, bastardo!

-¿No te metió nada verdad?- Le pregunto su hermano, ignorando por completo las palabras de Raúl-. Dime que no, Andy.

Andrés no podía estar más rojo. A duras penas pudo articular la palabra no  y eso pareció calmar un poco a su hermano, solo un poco. Oh, si tan solo el pobre supiera acerca de todo le iba a dar algo, bueno, de todas formas algún día tendría que confesárselo (Pero Andy prefería dejar pasar el tema).

-Ya cálmate, rubia.- Espeto el mayor, sacudiéndose del agarre ajeno.

-No me llames así, mariquita.

-¿A quién le dices mariquita, rubia?

-¿A quién le llamas rubia, mariquita?

-¡Ya paren ustedes dos!- Les grito-. Dejen de comportarse como unos niños, por favor.

Raúl seguía mirando mal a Julián.

Julián seguía mirando mal a Raúl.

-Técnicamente aun lo soy.- Soltó con voz cantarina el menor de los tres y Raúl murmuro maldiciones que nadie pudo escuchar.

-Calla y ven a ayudarme con el desayuno.

-Dile a tu noviecito que te ayude.- Le reprocho este, cruzándose de brazos.

-Vale.- Andrés pareció maquinar la respuesta de su hermano menor y decidió contraatacar intentando otra cosa-. Raúl, ven a ayudarme por favor-. Su novio estaba a punto de dirigirse a la cocina pero Julián lo detuvo de un grito.

-¡No! Tú te quedas allí, yo voy.- En definitiva, sabia como manejar a su hermano menor tan bien como conocía el mal carácter que tenía Raúl cuando se lo proponía. Y juntarlos no era una buena idea, es más, ni siquiera parecía bueno imaginárselos.

Los dos lo ayudaron con el desayuno, sin evitar peleas de antemano y uno que otro regaño de su parte por comportarse peor que los críos de párvulos. José estuvo con ello el lunes en la cafetería, con un tapabocas y un me cago en la puta que no dejaba de salir de su boca al oír comentarios acerca del partido pasado.

Sus lentes no volvieron a salir del estuche, sentía que era hora de dejarlos por una buena vez. Raúl le había preguntado si estaba seguro de eso y él le respondió que de igual forma tenía que hacerlo, por sí mismo.

David se fue de la ciudad después de esa semana, con el rumor de que se iba al extranjero por sus estudios, la nueva presidenta del consejo fue elegida por voto popular entre los miembros del comité estudiantil. Los problemas parecieron arreglarse después de eso.

Y así pasaron los meses, entre risas por nada, citas en el centro comercial y besos furtivos. Aunque Andrés lo sabía, no era estúpido, nada podía durar para siempre si de algo bueno se trataba. Pero prefirió ignorar ese pensamiento y vivir el momento con todas las de la ley.

Tal vez ese fue su gran error.

-*-*-*-

Las temporadas pasaron, navidades y año nuevo, hasta llegar a prácticamente unas escasas semanas de terminar la preparatoria. Paso las festividades en la casa de Raúl, sus padres eran realmente apegados a las tradiciones, pues él no era de los que rezaban al pesebre y celebraban el veinticuatro de diciembre en grande aunque siempre quisiera hacerlo.

Los exámenes finales fueron realmente un reto para él, ahora estaba más concentrado que nunca, le gustaba como se sentía. Belle parecida necesitarlo más que nunca para estudiar, a la chica no le iban los números y Andy tuvo que lidiar con ello.  Repasaron hasta tarde en las aulas de clases, yéndose cerca de las seis de la tarde, Raúl había acudido a una emergencia familiar así que esa tarde se la paso enteramente con su amiga.

Se sorprendió al ver las luces prendidas de su vivienda ya que su madre trabajaba hasta tarde en días de semana y era jueves, supuestamente el día más atareado para ella.  Un mal presentimiento lo golpeo cuando vio las botellas de licor regadas por todo el piso de la sala  y a su madre que, por primera vez en mucho tiempo, lo miraba con tanta ira impregnada en sus ojos avellana que Andrés quiso salir disparado por la puerta.

-Sal inmediatamente de mi casa.- Le dijo ella, tratando de caminar correctamente al acercarse a él.

-¿Qué?

-¿Encima de homo también saliste idiota? ¿Quieres que te lo escriba o qué?- Lo tomo del cabello con fuerza y volteo su cara de una cachetada que pareció resonar por toda la casa-. Te he dicho que te largues de mi casa, maldito homo ¡No tolerare una inmundicia como tú!- Ella, al decir la última frase, parecía tan dolida.

Daniela lo soltó con brusquedad pero él no perdió el equilibrio. Su melena pelirroja estaba toda desaliñada al igual que el maquillaje que llevaba en el rostro- Y son fotos que lo demuestran, es inaudito.

La miro extrañado, como si no le cuadrara lo que su madre estaba diciendo ¿Fotos? ¿A qué se refería con eso?

-Esas fotos…- Pensó Andrés, tapándose la boca con ambas manos, le habían comenzado a temblar. Si su madre hablaba de evidencias fotográficas debía referirse a esas fotografías de hace un buen tiempo atrás, pero se suponía que estas ya no existían ¿Verdad?

Entonces recordó que él jamás le había pedido a Raúl que las borrara,  no lo vio necesario, y se sintió como un estúpido por eso. No podía ser ¿O sí? Las cosas iban tan bien que debió imaginarse algo como eso, maldita sea ¿Entonces nada había sido real?

Miro otra vez a su madre, totalmente descolocado. Ella estaba fuera de sí, gritando cosas que no llegaba a entender por la rapidez en que las decía, tirando diversos objetos de la casa hacia su hijo y Andy solo se limitaba a esquivarlo para luego recogerlos. Daniela nunca fue la madre más amorosa del mundo, pero tampoco la más atenta, quizá fue por eso que él daba por hecho que al enterarse que era homosexual solo le cargaría más bronca aun, no que lo echara de la casa literalmente.

Su perrito salió de algún lugar de la sala, Andy lo tomo en brazos antes de que su madre le hiciera daño por lo explosiva que estaba. Una vez que Daniela cogió sus tacones rojos y le grito un cuando vuelva no quiero verte aquí Andy se apresuró a recoger las cosas necesarias de su habitación, no sabía muy bien lo que haría, pero parecía que cualquier cosa era mejor que quedarse en ese lugar.

Tomo su celular, dudoso del número que aparecía en pantalla, sin embargo presiono el botón de llamar y ni siquiera escucho el timbre cuando la voz de Julián se hizo escuchar.

-Andy.- Saludo algo adormilado, pero no hubo respuesta-. Oye ¿Estás ahí? ¿Qué es lo que pasa?- Pregunto, empezando a sospechar. Apretó más a Hiro contra su pecho, el cachorro lejos de saber lo que pasaba, ladro animado.

-Mi madre se enteró, me ha echado.- Confeso, sin poder retenérselo, Julián guardo silencio. Extrañamente, cuando dijo esa última palabra, ya no se sintió como un desvalido. Una pequeña parte de él le gritaba que fue lo mejor haber salido en esas condiciones-. Ahora mismo no sé qué hacer.

-Le diré a papá, voy para allá.

-¡No!

-Andy, él ya lo sabía desde hace mucho.- La voz de su hermano era tan segura que quizá, si no tuviera el corazón latiéndole a mil por segundo, le habría preguntado que mosca le pico-. Lo llamare para recogerte ¿Si? En unos minutos estaremos allí.

Y cuando Julián colgó la llamada su mundo se acabó de derrumbar y el lugar en donde había recibido el golpe de su madre empezó a doler.

¿Qué era lo que sabía su padre?

¿Qué había visto su madre?


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