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Huellas por zion no bara

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Notas del fanfic:

Fic corto y sencillo con esta pareja, dedicado a Moncieux30, quien deseaba algo con esta pareja.

Espero que te guste y les guste a quienes lean.

Notas del capitulo:

Es una historia corta y sencilla, solo eso.

 

 

El ambiente estaba de lo mejor en el lugar, al menos eso les parecía a los tres hombres que permanecían muy atentos a quienes les rodeaban y no porque les interesaran mucho sino porque buscaban a alguien que les llamara la atención o les resultara atractivo. Después de todo para eso habían salido esa noche.

—     Les dije que les gustaría este lugar—comentaba un joven de cabellos rubios dorados.

—     Sin duda está bien, tiene buen ambiente—le respondió otro de cabello azul y ojos verdes.

—     Veremos como marcha la noche—agregó otro de también cabello azul pero ojos del mismo color.

Los tres permanecían sentados en una pequeña mesa con sus tragos en la mano, una cerveza oscura, un whisky en las rocas y vermut con jugo; escuchaban la música y sabían bien que a su vez eran observados, no se engañaban en eso. Parte de la idea de salir y divertirse para los tres era conocer chicos, les gustaba vivir su vida y divertirse, no había nada de malo en eso, además eran solteros y sin compromisos, por si eso no bastara contaban con sus propios ingresos y no le pedían nada a nadie, así que no tenían por qué rendirles cuentas a ninguna persona.

El pequeño grupo había sido amigo desde años atrás, cuando aún eran estudiantes, se habían conocido durante la enseñanza media y seguían siendo muy unidos. Kanon era una especie de líder, era el que proponía e indicaba, Aioria era como su colaborador más cercano y lo seguía en todo, el tercero, Milo, era más bien el que los seguía, después de todo eran sus mejores amigos y se estimaban sinceramente. La salida de esa noche era bastante usual y no era de extrañarse que cada uno supiera cuando uno de los otros estaba dispuesto a marcharse pero no para descansar sino porque había encontrado a alguien que llamara su atención.

—     Creo que los veo después—comentó Kanon.

Se levantó de la mesa y lo vieron dirigirse muy atento a un muchacho que bailaba en la pista de muy buen cuerpo y unos instantes después ya estaba bailando con el de ojos verdes. No faltó mucho para que el rubio lo siguiera.

—     Te veo mañana Milo—dijo Aioria.

El rubio se dirigió directamente a una mesa como la suya en la que había un grupo de chicos, parecían amigos pero uno de ellos de pantalones entallados y botas altas los dejó para ir con su amigo a tomarse una copa a la barra. Siendo así las cosas el de ojos azules se quedó solo pero no por mucho tiempo. Al igual que sus amigos Milo nunca había tenido problemas para tener la atención de otros hombres, no era que cada noche tuviera una diferente pero sin duda le gustaba la variedad.

No tardó en acercarse a un muchacho que usaba una playera entallada y tenía bonitos ojos azules, cierto que primero hablaron un poco, después fue tomarse algo juntos, un poco más tarde el joven se estaba riendo de lo que le decía y la noche terminó en que fueron a la casa de él y pasaron unas horas juntos. A los dos les había gustado y se despidieron con tranquilidad. En cuanto Milo se dirigió a su casa y llegó se dio un baño dispuesto a descansar un poco y más dispuesto a no pensar en la persona de esa noche pues nunca pensaba en ninguna en realidad.

A la mañana siguiente los amigos se vieron de nuevo pues era fin de semana y tenían otros planes juntos.

—     ¿Qué tal les fue anoche?—preguntaba Kanon.

—     La pasé bien—dijo Aioria.

—     Fue una noche agradable—fue la respuesta de Milo.

En seguida los tres estaban en la cocina del de cabellos y ojos azules, pues habían acordado verse en su departamento para pasar la mañana antes de irse juntos a un encuentro de fútbol.

—     Hace tiempo que no hacíamos algo así—comentó Aioria.

—     Es verdad—dijo Kanon—Pero no siempre tenemos tiempo.

—     Nuestras ocupaciones nos reclaman—comentó Milo—A veces no tenemos tiempo de nada.

—     Deberíamos hacer un viaje otra vez.

—     El de hace un año fue divertido.

—     Podríamos hacer otro.

—     Sería increíble ir los tres otra vez por el mundo—dijo medio sonriente el de cabellos rubios.

En unos instantes estaban haciendo planes como si fuera un hecho el que harían un viaje pero hasta ese momento así era, cada vez que hacían un plan o que uno sugería que hicieran algo siempre terminaban haciéndolo, eran demasiado unidos y eso no estaba mal, el problema era que para quienes habían crecido cerca de ellos en realidad era como si los tres se negaran a crecer, pretendían seguir siendo los adolescentes que habían sido cuando ya no lo eran.

Al final fueron al partido y su equipo ganó, motivo de más para celebrar, pero así era siempre, cualquier motivo era bueno para seguir la fiesta.

 

**********

 

Esa mañana Milo no esperaba que nada fuera especial o diferente, de hecho no lo supo desde el primer momento, pero sucedió. Mientras caminaba por la calle camino de su auto para dirigirse a su trabajo el de cabello azul fue interceptado antes de que abriera la puerta del vehículo.

—     Disculpa.

Milo dio vuelta y se encontró delante de él a un muchacho que era quien le hablaba con suavidad.

—     Buenos días—continuaba el hombre ante él—Perdona que te moleste pero ¿Has visto a este perro?

El de ojos azules observó la foto que le mostraban, se trataba de un perro del tipo de los gran danés, de los que llaman arlequín*.

—     Lo siento—dijo Milo—Me temo que no lo he visto.

—     Gracias de todas maneras—dijo el otro.

Entonces se alejó pero cuando el de cabellos azules iba saliendo del estacionamiento vio que el joven que le había hablado estaba colocando carteles en las paredes con la imagen del perro de la fotografía, también vio que era un atractivo muchacho de largos cabellos color azul y ojos en el mismo tono, casi celestes. Pero en ese momento no podía distraerse, debía dirigirse a su trabajo.

Milo trabajaba en una importante industria farmacéutica y era administrador, a pesar de su juventud era el jefe del departamento y sus jefes así como sus subordinados lo consideraban el hombre del momento: nunca perdía la calma y siempre podría mantenerse en control sin importar las crisis que se presentaran. Además de eso era completamente entregado a sus deberes y hasta donde recordaban los de su equipo de trabajo nunca se había enfermado ni ausentado por motivos de ninguna naturaleza. Sin duda era un excelente elemento para su empresa.

Ese día atendió todo lo que debía pasar por su supervisión hasta que no quedó nada más que hacer, poco antes de su salida su teléfono empezó a sonar.

—     ¿Bueno?—contestó distraídamente mientras leía un informe.

—     Hola Milo.

—     Que tal Aioria ¿sucede algo?

—     No, sólo es para confirmar y pedirte un favor.

—     ¿Qué pasa?

—     Voy a ir con ustedes, dile a Kanon que me espere pero me retrasaré una media hora. He estado llamándolo pero no responde, su celular me envía a buzón solamente.

—     No te preocupes, te esperamos Aioria.

—     Gracias Milo, nos vemos.

—     Nos vemos.

Con esas palabras terminó la llamada y siguió con su trabajo.

Al terminar con lo de sus informes el de ojos azules se dispuso a seguir con su plan de alistarse en su casa, se cambiaría de ropa y se reuniría con sus amigos para pasar una noche entretenida por la ciudad pero al estar estacionando su automóvil se encontró con una especie de sorpresa. Había un perro en el estacionamiento, notó que había caminado sobre un charco de agua y sus huellas quedaron sobre el pavimento. En un primer momento no pensó en nada que no fuera esquivarlo pero reconoció al animal, era el mismo por el que le habían preguntado en la mañana. Volteó tratando de encontrar qué hacer pero no se animó a marcharse simplemente, vio el cartel que desde la mañana había dejado el muchacho de cabellos azules y encontró el nombre del animal a un lado.

—     Escorpio.

El can levantó las orejas y el de cabellos azules lo llamó una vez más, entonces el perro mansamente se acercó a él. Según el cartel era un animal entrenado, respondía al nombre de Escorpio y no atacaba a menos que se le provocara, además contaba con el número de teléfono y el de ojos azules se dispuso a marcar. Esperó unos segundos y finalmente escuchó:

—     ¿Bueno?

Era la voz de un hombre.

—     Hola, no me conoces pero tal parece que encontré a tu perro—dijo el de cabello azul.

—     ¿Escorpio? ¿Se encuentra bien?

—     Pues parece que sí.

—     Si me dices en donde estás iré por él de inmediato.

Milo le dijo la dirección y que estaba en el estacionamiento, sin duda el otro conocía el lugar.

—     Muy bien, no tardaré más de quince minutos en llegar—decía la masculina voz—Muchas gracias por llamar.

—     De nada.

La llamada terminó y el de cabello azul se quedó recargado contra su auto observando al perro que a su vez lo miraba.

Pasó el tiempo en silencio sin pensar en nada en particular y el de ojos azules vio que el perro se sentaba en el suelo para después echarse dejando la cabeza entre las patas, pero luego de unos minutos se puso como alerta y dio un ladrido pero no de forma agresiva, además estaba moviendo la cola.

—     Escorpio.

De inmediato el animal fue en dirección de quien le hablaba que era el mismo joven que lo había estado buscando.

—     Estás bien Escorpio, temía que algo te sucediera—decía el recién llegado acariciándole la cabeza.

Entonces el mismo joven vio al de cabello azul que tan sólo lo observaba y se acercó a él para darle las gracias.

—     Eres muy amable—comenzó—Estuve buscando a Escorpio desde ayer, gracias por llamarme.

—     No fue nada—dijo Milo—Al menos está bien.

—     Me gustaría agradecerte de alguna manera.

—     No es necesario.

—     Al menos con un café.

—     Está noche tengo planes con unos amigos.

—     Bueno, quizás otro día.

—     Por mi está bien.

—     Me llamo Camus ¿y tú?

—     Milo.

—     Encantado Milo y de nuevo gracias.

—     Nos vemos.

El muchacho se fue con su mascota y el de ojos azules se dispuso a seguir con sus planes y parecía que sería todo. Cuando se vio con sus amigos, primero con Kanon y después con Aioria, lo tres pasaron de nuevo una noche como varias otras que ya habían tenido y lo resultados eran más o menos los de siempre.

Para el siguiente fin de semana Milo tenía planeado recuperar su rutina, sólo había cambiado un poco el horario pero de nuevo estaba corriendo los fines de semana, media hora por la mañana para estar un poco al aire libre pues el resto de su rutina lo hacía en su propio departamento. Ya llevaba un rato corriendo cuando escuchó algo particular: un ladrido. En un principio no le prestó atención pero cuando lo escuchó más cerca vio de quienes se trataba.

—     Hola—lo saludaron.

—     Hola—dijo él.

—     No sabía que corrías por aquí.

Se trataba de Camus en compañía de su perro, Escorpio, como estaban en un parque bastante amplio no era inusual que la gente saliera con sus mascotas a pasear o a hacer algún ejercicio.

—     Es sólo para mantenerme en forma—continuó Milo.

—     Bueno, no te entretengo, fue un placer saludarte y espero que podamos tomarnos el café.

Camus parecía dispuesto a alejarse pero el de ojos azules no lo pensaba permitir tan fácilmente pues no había dejado de notar como se veía. La primera vez se había dicho que era atractivo y sin duda reforzaba esa idea el que en ese momento usara unos pantalones cortos para correr y una playera sin mangas que se le ajustaba al cuerpo, no estaba ciego como para ignorarlo. Por su parte el otro muchacho no prestaba demasiada atención a su aspecto aunque le parecía que tenía bonita sonrisa.

—     ¿Qué tal si nos tomamos el café ahora?—propuso el de cabello azul.

—     No estaría mal pero traigo a Escorpio—repuso Camus.

—     Lo tomaríamos al aire libre.

—     Entonces de acuerdo.

De inmediato se dirigieron a uno de esos puestos en donde venden café en vasos desechables y tomaron cada uno un vaso de le bebida caliente para sentarse después en una banca con el perro a un lado.

—     ¿Eres de por aquí?—preguntó de inmediato Milo.

—     Sí, vivo desde hace cuatro años aquí.

—     Nunca antes te había visto.

—     Antes trabajaba y estudiaba de noche pero ya casi terminé con mi residencia en el hospital de la universidad.

—     ¿Eres doctor?

—     Algo así—dijo Camus con una sonrisa—Soy médico veterinario.

—     Con razón tienes una mascota.

—     Escorpio es un buen compañero.

Mientras hablaba acariciaba la gran cabeza del cánido que se dejaba consentir con tranquilidad.

Siguieron con la conversación por un largo rato, se terminaron el café pero siguieron charlando de buen grado, aunque los ojos azules de Milo más de una vez fueron a dar a las largas piernas del muchacho delante de él que seguía contándole que estudió y trabajó al mismo tiempo para costearse su carrera de veterinaria y que desde que era un niño le habían gustado los animales, que Escorpio había sido un cachorrito que habían abandonado con otros tres en una caja en la calle y sus hermanos habían sido adoptados y Camus lo conservó a él por compañía y seguridad. Estaba por terminar con su residencia y podría ser veterinario por completo. Además de eso se enteró del trabajo del de ojos azules y que vivía por la zona.

—     Fue un placer conocerte Milo—dijo Camus sonriendo—Espero que un día podamos vernos de nuevo.

—     Estoy seguro que lo haremos—dijo él sonriendo también.

Camus llamó a su mascota de un silbido y el animal estaba listo para partir a su lado, aún se despidió de él con un gesto de su mano y Milo se quedó sonriendo, buena figura, bonita cara, tal y como le gustaban. Lo llamaría sin duda.

 

**********

 

De hecho lo llamó a la tarde siguiente y acordaron verse por la noche, como Aioria y Kanon tenían sus planes por otra parte al de ojos azules no le tomó ni un segundo aceptar. Fue a recogerlo a su casa y Camus estaba listo.

—     ¿Nos vamos?—preguntó Milo.

—     Claro—dijo Camus.

Esa primera cita los llevó a ver una película y después a cenar pero lo mejor de esa salida fue que los dos conversaron con agrado, a diferencia de cuando estaba con sus amigos Milo no sentía en ese instante la presión de mostrarse como un conquistador sólo para no quedarse detrás de los otros dos. Era más sencillo de esa manera, sencillamente estar al lado de ese muchacho que le sonreía y se mostraba atento a todo lo que él le contaba. Al finalizar la noche el de ojos azules lo llevó a su casa y lo acompañó hasta la puerta pero una vez ahí se despidió de él con un apretón de manos aunque sonriendo.

A pesar de que las cosas no pasaron a más, Milo sintió que le gustaría verlo de nuevo, y pronto.

Desde esa misma noche las salidas siguieron entre los dos, era común para ambos verse y cuando eso sucedía eran momentos divertidos y gratificantes aunque en una ocasión llegaron al punto de tratar sobre intimidad entre ellos. Milo se había mostrado interesado al respecto de forma más abierta y Camus no se negaba, le permitía besos y caricias pero no habían pasado de ahí. Entonces quiso una noche ser más directo.

Habían ido en una de sus salidas pero al llegar a la puerta y estar por despedirse, mientras Camus lo besaba en los labios, Milo aprovechó el momento y la atrajo contra él para besarlo con intensidad y pasó una de sus manos entre las piernas de Camus con cierta urgencia.

—     Eres tan guapo Camus…nunca antes había deseado tanto a alguien.

Pero el otro muchacho lo apartó suavemente y lo miró directamente a los ojos antes de hablar.

—     Lo siento Milo.

—     ¿Qué sucede?

—     Es que yo…me gustas, y me gustas mucho pero no aún, no podría hacerlo contigo ahora.

Como el otro se veía desconcertado por esas palabras Camus le explicó algo más que deseaba que supiera.

—     Me gustas mucho Milo, es decir, de verdad me gustas y es por eso que quisiera esperar un poco más, hasta gustarte de la misma manera.

El de ojos azules se dio cuenta que no se trataba simplemente de atracción física de lo que Camus hablaba pero respetaba lo que sentía.

—     No te preocupes—dijo el de cabello azul—Si es lo que sientes yo lo respeto.

—     ¿Nos vemos mañana?

—     Hasta mañana.

Se dieron un beso más y Camus entró a su hogar, él se fue a su casa a descansar pero sonriendo, la verdad era que le había gustado que Camus prefiriera esperar, de alguna manera a le daba la impresión que si estaba con él debía ser en otro momento. Camus no era como los demás, no para él al menos.

Y hubo otros cambios en el de ojos azules, cambios sutiles o notorios pero cambios. En una ocasión que salieron Milo se disgustó porque el mesero se retrasó en atenderlos y le dirigió unas palabras más bien desagradables con sarcasmo.

—     Eres muy inventivo Milo—le comentó Camus a solas—Pero ofendiste a ese pobre hombre.

Milo se acercó al mesero y le ofreció una disculpa.

En otra ocasión Camus le comentó que quizás fuera mejor que no bebiera tanto y él sin más bajo su cuota de alcohol. Cuando le dijo que no estaba seguro de su combinación de ropa en una cita, revisó con más cuidado su guardarropa. Se daba cuenta que el fin de Camus al decirle esas cosas no era dirigirlo ni criticarlo, sólo se trataba de lo que pensaba y no se lo ocultaba a él. Y eso hacía que le gustara aún más.

—     ¿Qué te has hecho Milo?—preguntaba Aioria.

—     Nada—respondió el de ojos azules.

—     Apenas si nos hemos visto en estos días—comentó Kanon— ¿Hay algo que debamos saber?

—     No, todo está en orden.

—     ¿En serio?

—     Sí, no pregunten más.

—     Entonces que te parece si salimos esta noche.

—     No puedo esta noche.

—     ¿Qué sucede contigo Milo?—indagó Aioria—Tiene tiempo que cada vez que te invitamos tú no puedes.

—     Es que…

Pero no encontraba las palabras para expresarse, no estaba convencido de que sus amigos fueran a entender lo que había cambiado en su vida.

—     Tengo asuntos que atender—dijo el de ojos azules.

—     ¿Y esos asuntos tienen nombre?—preguntó Kanon.

Milo quedó ante la mirada directa e interrogante de sus dos amigos y sabía que tenía que decir algo pues ellos no lo iban a dejar salirse del tema hasta saber lo que estaba pasando. Siendo así se decidió por hablar.

—     Es que conocí a alguien hace unos días—dijo finalmente el de ojos azules.

—     ¿En dónde?—preguntó Aioria.

—     Perdió a su perro, yo lo encontré y así nos conocimos.

—     ¿Y cómo es?—indagó Kanon.

—     Es especial, muy original.

—     Si es así que bien por ti.

Aunque siguieron hablando un poco más Milo les dijo que tenía que irse y no le insistieron para que se quedara pero una vez a solas los otros dos tenían que hablar de lo que terminaban de saber.

—     ¿Qué piensas Kanon?

—     ¿De lo de Milo?

—     Sí.

—     No creo que vaya a durar.

—     La verdad yo tampoco ¿Por qué de pronto le interesa tanto alguien?

—     Ya sabes como es Milo, a veces trata de hacerle pensar a los demás que es distinto pero en el fondo siempre será el mismo.

—     Cada quien es lo que es, no podemos negar eso.

—     Sólo hay que darle tiempo Aioria, cuando esto se le pase volverá a ser el mismo de siempre.

—     Pienso lo mismo.

Y con esa idea ambos se dispusieron a seguir con sus planes, ellos tres siempre habían sido muy unidos y no creían que fuera a ser justamente Milo quien rompiera con su estilo de vida, el de ojos azules no se comprometería en serio con una sola persona, eran muy jóvenes aún para eso.

Pero mientras ellos llegaban a esas ideas su amigo de ojos azules había acordado acompañar a Camus a un sitio en especial o al menos al veterinario parecía interesarle que él fuera a su lado.

Se alistó y a la hora acordada se vieron en el sitio indicado.

—     Que bueno que llegaste—dijo Camus recibiéndolo con un beso.

—     No te haría esperar—dijo él sonriendo.

Entraron de la mano al lugar que era la casa de un amigo de Camus, ya había varias personas en el interior y quienes lo reconocieron lo saludaron. Además fue un buen momento y les presentó a Milo como su pareja. Al de ojos azules le gustó escucharlo llamarlo así.

La reunión era sólo una fiesta sencilla por haber terminado con sus carreras, los presentes disfrutaban del ambiente y Milo al lado de Camus también lo hizo, conoció a sus amigos y no tuvo problemas en estar ese tiempo ahí.

—     ¿Qué te parecen mis amigos Milo?

—     Parecen simpáticos.

—     ¿Cuándo me presentarás a los tuyos? Hasta ahora me has hablado de ellos pero no los conozco.

—     Ellos son especiales, cuando sea prudente los conocerás.

La verdad era que a Milo le preocupaba un poco que si se conocían los otros dos contarían algunas historias de él en sus andanzas que no estaba seguro que Camus necesitara escuchar.

Disfrutaron de la fiesta por unas horas pero se hacía un poco tarde y decidieron que era mejor retirarse.

Al dejar la fiesta Milo llevó a Camus a su casa, como usualmente lo hacía, al llegar a la puerta se estaban despidiendo pero en ese momento el otro joven le dijo algo más.

—     ¿Quieres entrar un momento Milo?

—     Seguro.

Los dos estaban en el interior da la casa, no era muy grande pero sin duda Camus se las arreglaba con ese espacio.

—     Siéntate Milo.

Estaban los dos en un sofá y charlaron un poco más pero mientras permanecían juntos a cada momento les daba la impresión que era necesario el hacer algo más que hablar. Al de ojos azules le parecía muy sencillo hacerse cargo de la situación cuando se trataba de un muchacho, sabía que decir y como comportarse pero con Camus no era tan sencillo, no encontraba las palabras y si trataba de acercarse sus movimientos eran más bien torpes y eso lo ponía más nervioso porque se daba cuenta que el otro joven de cabellera color azul lo invitaba sutilmente a que hiciera algo.

—     Milo—le susurró mientras se acercaba a él para besarlo.

No hubo problemas en corresponder a esa caricia ni en estrecharse, tampoco los hubo en las demás caricias mientras recorrían su cuerpo mutuamente y sentían como la pasión despertaba en ambos, siendo así Camus lo tomó de la mano y lo guio a su dormitorio sin vacilar. Una vez dentro el dueño fue hacia la cama, se quitó las zapatillas y se acomodó sobre el colchón como esperando porque él hiciera algo pero el de cabello azul se quedaba como clavado donde estaba. Entonces Camus le sonrió y se sentó sobre las sábanas mientras le hablaba.

—     Ven—le dijo sonriendo suavemente.

El de cabellos azules se acercó, se quitó los zapatos y el saco que usaba pero no se animaba a más cuando quedó frente a Camus. El joven lo miraba directamente y sin esperar por más lo besó en el rostro llevando sus manos directamente a la camisa del otro para empezar a desabrocharla y después quitársela sin dejar de acariciarlo, unos instantes después se separó como aguardando por algo pero él no se movía y tan sólo pudo atestiguar que Camus se quitaba su playera y se acercaba de nuevo a él para besarlo. Había algo en ese muchacho de cabellos color azul, Milo lo sabía pues estando a su lado de una manera en la que tanto había deseado no estaba seguro de nada, era como si todas sus experiencias pasadas no le sirvieran en ese momento, se encontraba medio perdido para acercarse a Camus en la intimidad y no terminaba de comprender el porqué.

—     Milo—escuchó que Camus le susurraba al oído.

Fue en ese momento que el de ojos azules dejó de tener dudas, quería estar con Camus y el darse cuenta que finalmente estaba sucediendo lo alegraba y le daba un tipo de satisfacción que nunca antes había sentido. Ambos se miraron por unos segundos y sonrieron con alegría, no tenían dudas de ninguna clase y deseaban continuar pero era mejor hablar de algo antes de seguir.

—     ¿Cuentas con protección?—preguntó Camus—La verdad yo no había pensado en tenerla.

—     Me haré cargo—dijo él medio agitado.

Con un poco de prisa buscó en su cartera, siempre había sido cuidadoso en ese aspecto y no tardó en encontrar lo que necesitaba, un pequeño paquete metálico de forma cuadrada que dejó a un lado pero a la mano. Con esa parte cubierta se dispusieron a seguir con lo que estaban.

 

**********

 

Camus sujetó el rostro de Milo entre sus manos y lo besó en la boca con suavidad pero de forma incitante mientras los dos respiraban un poco más agitados, para el de cabello azul ese muchacho era casi hipnotizante y no podía permitirse perderlo. Ninguno de los dijo una sola palabra mientras él la estrechaba con un brazo y Camus quedaba sentada en el regazo del de ojos azules y un momento después estaba como encerrado entre los brazos de Milo y este por su parte sentía su corazón latir aprisa por darse cuenta de ello. No faltó mucho para que se sintieran más excitados ya que la masculina entrepierna del veterinario se presionaba contra el erguido miembro del otro, además sus movimientos no se habían limitado a eso, también se acariciaban con las manos y las mejillas mientras algunos gemidos se escapaban de sus labios.

Volvieron a besarse, con el chico tan dispuesto Milo besaba esa frente y sus ojos y el cuello mientras lo mantenía entre sus brazos  y le acariciaba las piernas cada vez más arriba por sus muslos desnudos. La pelvis de Camus giraba contra el regazo de Milo y este aprovechó que ese delicioso chico seguía sosteniéndose de su cuello para alcanzar sus pezones y poder besarlos; unos momentos bastaron de esa forma para que los dos terminaran contra la pared, Camus recargado por la espalda y Milo contra Camus. No faltó mucho para que el de ojos azules llevara una de sus manos hasta su intimidad y con movimientos circulares lo acariciaba sobre la ropa íntima para después traspasarla mientras su otra mano acariciaba su cuello y de vez en vez bajaba por su cuello, no hizo falta más para que ambos buscaran desvestirse por completo y quedaron recostados sobre las sábanas.

El de ojos azules se sentía más hombre que nunca y no se trataba del sexo, era algo más, mucho más profundo y amplio lo que le llenaba de sentimientos que nunca antes había experimentado y hasta ese momento se le revelaban, deseaba como nunca antes estar con Camus pero le parecía que no era sólo su cuerpo y la intimidad lo que quería, era algo distinto pero no pensaría en ello en ese instante. Cayeron sobre la cama con algo de fuerza pero no se separaron si un centímetro, se estrecharon con fuerza pero en algún momento Milo se impuso y consiguió que su compañero quedara recostado sobre su espalda, por lo que empezó a besarlo por la barbilla, el cuello, el pecho y el camino hacia abajo tan solo continuaba.

Camus se quedó muy quieto, dejando que su cuerpo fuera explorado y acariciado con ese deseo de parte del otro hombre. Los labios sobre su piel se sentían muy bien, eran cálidos y le daba la impresión que dejaban huellas invisibles que solo él lograría descifrar. La misma boca continuaba su camino, estaba en su vientre, dejándose sentir, imponiéndose, ya no solo eran besos, una lengua inquieta se hacía presente. El suave músculo estaba ahí, compartiendo las dóciles y húmedas caricias que era capaz de dar, marcando nuevos caminos que continuaban hacia su objetivo, la entrepierna que ya estaba ansiosa por recibir su parte de las atenciones.

Con calma, Milo estaba en el punto exacto para continuar, así que no vio porque aguardar, tan solo sujetó con mucho cuidado el medio erguido sexo entre sus dedos, besó la corona con tranquilidad, después pasó de manera firme su lengua en el mismo sitio y terminó ese primer acercamiento soplando suavemente. La combinación de atenciones fueron exactas, Camus gimió de manera ahogada, arqueándose levemente, separando sus piernas al mismo tiempo que apoyaba sus tobillos sobre las sábanas. Su compañero sonrió, deseaba darle más de lo mismo y para ello abrió su boca y fue introduciendo lentamente el tierno sexo que estaba tibio, le gustaba su sabor, era como su dueño, indefinible.

Las atenciones de Milo no tardaron en dar resultados, Camus estaba gimiendo de manera abierta cada vez más, se llevaba una mano al cabello, como si buscara una especie de punto de apoyo ante lo que vivía. Su compañero no dejaba de moverse, el rítmico vaivén de su cabeza dejaba en claro que no era un novato en esas labores, además que lo estaba disfrutando realmente. Por lo mismo le pareció que era el momento de continuar, así que guio sus manos a las afiladas caderas de su compañero, al principio solo lo sujetó con firmeza, para después acariciarlo por los testículos, el breve espacio entre estos y su masculina entrada, alcanzando al final el cerrado anillo que no tardaría en ser atendido y que parecía ansiar que fuera así.

Tan cercano a sus deseos, los dos hombres ponían de su parte para alcanzar sus objetivos, así que Camus separaba sus piernas y elevaba sus caderas, mientras que Milo se dispuso a ser el activo de manera más definida. Logró jalar una almohada de la cama, la colocó bajo las caderas de su amante, permitiendo que el centro de sus deseos quedara expuesto. Con ayuda de sus dedos separaba las firmes nalgas que ocultaban su buscado deseo, hasta que estaba ante sus pupilas. Sin más el de ojos azules lo besó, despertando una ola de sensaciones intensas en su compañero, le gustó tanto que lo hizo una vez más y otra y otra más, hasta que sintió que no era suficiente. Por eso empezó a utilizar su lengua de otra manera, ya no sería para acariciar simplemente sino para excitarlo por completo, sin reservas ni dudas.

Con suavidad al inicio pero de manera más firme conforme avanzaba, Milo no vacilaba en separar las masculinas paredes a su alcance, las humedecía, las probaba, hasta que fueron sus dedos los que hicieron acto de presencia. Los cubrió con saliva hasta que los llevó al interior de la masculina estrechez, completando la labor de dilatarlo, además de excitarlo, disfrutando ambos de estar por consumar su relación. Ya que su sexo estaba erguido y algo apremiado por sentirse parte de Camus y siendo sinceros el muchacho de cabellos casi celestes no hacía sino cooperar para que sucediera, el de ojos azules se colocó el preservativo, unos besos y unas caricias más bastaron y el de cabellos azules tomó su sitio, entre las piernas largas y bien torneadas del otro hombre. Unos segundos para admirarse mutuamente, un beso más, una sonrisa y entró en su compañero con intensidad, los dos gimieron y siguieron besándose mientras se movían y buscaban complacerse al mismo tiempo que deseaban complacer a la otra persona.

Entre los dos trataban de establecer el ritmo de sus movimientos para que fuera lo más generoso posible el estar juntos por vez primera, no fue del todo sencillo, a veces Milo era un tanto rápido o Camus no era tan veloz pero lograron entenderse y sólo se estrecharon fuertemente mientras sus cuerpos se sacudían; hubo momentos intensos y otros muy suaves que los hicieron decir el nombre de la otra persona o gemir o quedarse sin palabras. Cuando el veterinario pasó una de sus piernas por encima de los muslos de su amante ya no hubo manera de contenerse ni de imponer sus deseos, todo fue una espiral de sensaciones en las que Camus dijo a media voz el nombre del de ojos azules y Milo no pudo decir nada, sólo escondió su rostro contra el de su compañero.

Pasaron los momentos y se relajaron, Milo buscó con algo de ansiedad el rostro de Camus y lo encontró: estaba despeinado, sonrojado y sonriendo. Sintió que nunca había querido a nadie tanto en toda su vida. Pero no pudo decirlo. Camus lo miró a su vez y le sonrió para después besarse. Había sido una noche estupenda.

Después de esa noche al lado de Camus a Milo le daba la impresión que su vida ya no era la misma. Era como si con la entrada de ese chico su existencia fuera otra, algo en él estaba alegre y eufórico de una manera que nunca antes había conocido, estaban juntos y nada podía ser mejor, al menos para él nada lo era. Iban a diferentes sitios de la misma ciudad, a lugares que nunca antes había disfrutado el de ojos azules, asistieron a diferentes espectáculos, exploraban y hacían el amor. Milo sabía que no estaba solo y eso era hermoso, era un hombre feliz y era gracias a Camus.

 

**********

 

En los días que estuvieron juntos vivieron diferentes momentos, algunos sencillos y otros intensos y algunos más divertidos y todos y cada uno los atesoraba Milo; como ese día en que Camus llevaba sus llaves solamente y él las guardó para que no las perdiera, de pronto empezó a llover y fueron a la casa del joven pero algo más sucedió.

Cuando llegaron a la casa ya estaban mojados pero sin duda la lluvia sería más cerrada, era mejor que entraran pero Milo no abría la puerta.

—     ¿Qué sucede?—preguntó Camus.

—     No encuentro la llave—dijo él.

Unos minutos más y tuvieron que convencerse que habían perdido la llave, miraron por el lugar pero no había señales de su existencia, la lluvia se hacía más fuerte y terminaron empapados y sólo entonces Milo encontró la llave: estaba en el bolsillo de su camisa y no en sus pantalones. Abrieron la puerta y entraron aprisa pero estaban casi escurriendo, aunque eso no evitó que se rieran de la aventura y que un segundo después el de ojos azules sostuviera a su compañero entre sus brazos y los dos se besaran. A pesar de la lluvia se encendieron aprisa por su cercanía y empezaron a quitarse la ropa que quedó desperdigada por la estancia y si bien Milo estaba dispuesto a algo más, Camus no quería que fuera así y lo llevó a la regadera. Se dieron una ducha rápida y juguetearon un poco, cuando salieron Camus lo secó a él y Milo a Camus para terminar en la cama pero compartiendo caricias íntimas y estrechándose, no buscaron nada más en ese momento.

También estuvo ese día en que quiso ayudar a Camus pues estaba ocupado, así que se ofreció a llevar a Escorpio a pasear al parque. Al principio todo estaba bien pero el enorme animal quiso jugar y se revolcó en el lodo, manchándolo todo a su paso de regreso. Creyó que podía controlarlo pero el animal lo superaba, como si quisiera dejar su marca en todo lo que lo rodeaba. Cuando su dueño apareció vio lo que había sucedido pero afortunadamente se lo tomó con humor.

—     Escorpio quiere dejar su huella en el mundo.

En otra ocasión estaban sencillamente en casa de Camus disponiéndose a salir pero el de ojos azules había estado trabajando tiempo extra y se veía algo cansado, Camus no tardó en darse cuenta y por eso empezó a darle un leve masaje en el cuello.

—     Te ves cansado Milo.

—     Estuve muy ocupado Camus, hay mucho trabajo en el departamento.

—     Quizás es mejor que nos quedemos.

—     No nos hemos visto mucho esta semana.

—     Podemos quedarnos aquí.

—     Pero…

—     ¿Qué te parece si preparo algo de cenar?—preguntaba Camus.

—     ¿Estás con ánimos para eso?

—     Claro que si Milo, además me gusta que estés aquí y podremos estar a solas ¿Qué tal eso?

—     Me parece maravilloso.

Se sonrieron y se dieron un beso, el de ojos azules lo vio alejarse  y no podía sino preguntarse en que momento tuvo la fortuna de conocerlo. Sentía que era feliz, verdaderamente feliz.

Sin embargo iban a suceder un par de desafortunadas cuestiones en esa relación que no les permitiría seguir juntos.

—     Es que me gustaría que te quedaras.

—     A mí también Milo pero es una oportunidad muy buena para mí. Por favor, sólo serán unos días.

—     Serán dos semanas.

Le habían propuesto a Camus por parte de la misma escuela que formara parte de un proyecto de conservación en un hábitat para leopardos de nieve, era una excelente oportunidad para Camus y no deseaba dejarla pasar.

—     Voy a echarte mucho de menos Camus ¿Qué se supone que haré mientras no estés a mi lado?

—     Podrías salir con tus amigos.

—     Supongo.

—     Así cuando regrese me los presentarás.

—     Pensaré en eso.

Los dos sonrieron pero cuando llegó el momento de que Camus se fuera el de ojos azules estaba legítimamente triste. Aun así se decidió por retomar la parte de su vida en la que entraban sus amigos.

Con el tiempo y su relación con Camus se había alejado un poco de ellos y no estaba mal eso de verlos, quien sabía, quizás hasta fuera un buen momento para presentarles al joven veterinario pues era algo completamente formal.

—     Hasta que te dejas ver—decía Kanon.

—     Parece que ya ni siquiera nos recuerdas—comentó Aioria.

—     No sean exagerados—contestó Milo—Estoy algo ocupado y por eso no nos hemos visto.

—     Como sea—dijo el de ojos verdes—Al menos ya estás aquí, con nosotros, y tenemos algo importante que hacer.

—     Ya viene tu cumpleaños—agregó el rubio.

El de ojos azules sonrió suavemente, era verdad pero como no lo pasaría con Camus no pensaba en nada en especial al respecto pero claramente sus amigos si lo habían hecho y eso porque cada año se festejaban aunque siempre era haciendo lo mismo.

—     No quiero celebrar este año—dijo Milo—Prefiero que sea tranquilo y pasarla sólo con ustedes dos.

Los amigos se miraron entre ellos como si no estuvieran seguros de lo que habían escuchado pero por el momento lo aceptaron, o al menos eso pretendieron hacer, así que siguieron conversando simplemente y el de ojos azules se fue pero sus amigos tenían algo más que hacer.

—     ¿De verdad dijo que no quería celebrar?—preguntó Aioria.

—     Esas fueron sus palabras—respondió Kanon—Pero bien sabes como es con Milo, dice una cosa pero en realidad está diciendo otra.

Con eso en mente los dos jóvenes empezaron a hacer planes a espaldas de su amigo para tener todo listo el día de su cumpleaños que no tardó en llegar.

¿De que manera fue que las buenas intenciones se iban a torcer de la manera en que lo hicieron? Nadie podría haberlo previsto, era la verdad.

 

**********

 

La fecha exacta llegó, así que sus amigos fueron por Milo a su trabajo y lo llevaron a una aparentemente tranquila cena en un restaurante regular, pero que servía buena pasta, en el tiempo que estuvieron ahí charlaron un poco pero Aioria se sintió mal de repente y tuvieron que irse, como la casa de Milo estaba más cerca fueron ahí. Pero una vez que llegaron no se sentía tan mal el rubio.

—     ¡¡Sorpresa!!

Gritaron varios amigos y conocidos una vez que estuvieron dentro, al de ojos azules no le quedó sino sonreír, no estaba del todo convencido del festejo pero ya estaba ahí y todo estaba listo, lo mejor era aceptar lo que pasaba. Unos instantes más y el ambiente ya estaba listo para festejar.

En un principio Milo trató de mantenerse al margen pero no fue tan sencillo cuando sus amigos estaban a su lado pasando los tragos, bailando y riéndose por los chistes y las anécdotas que contaban, como estaban en confianza y en ambiente al de ojos azules no le resultó complicado dejarse llevar por lo mismo que los demás y conforme pasaba la noche estaba más alegre y desinhibido. Para esas alturas de la noche les pareció lo mejor a los amigos continuar con la siguiente parte de la celebración, como era usual entre ellos eso incluía chicos.

Los muchachos en cuestión aparecieron en el lugar, fueron muy bien recibidos y empezaron a hacer lo que los habían contratado para hacer: bailar y quitarse la ropa. Se dejaron escuchar las risas, los gritos, la música, no estaba nada mal la fiesta. Entonces uno de los chicos se acercó a Milo quien estaba sentado en una silla, sin más empezó a bailar y quedó medio desnudo sobre él.

Estaban justamente en esa parte y como las voces masculinas acaparaban el lugar no se dieron cuenta de que alguien más llegó, alguien que tenía llave y se sorprendió un poco de escuchar el ruido.

Se acercó con un paquete envuelto para regalo en sus manos, miraba alrededor pero no estaba seguro de lo que pasaba, Milo le había asegurado que no haría nada en su cumpleaños. Algunos de los invitados lo vieron y suponían que era de los mismos chicos que había contratado, lo miraban y Camus no estaba seguro de nada, de todas formas siguió avanzando pero lo que vio lo dejó sorprendido para después sentir que no era posible estar viendo lo que tenía frente a sus ojos.

Milo, su Milo, estaba ya sin camisa y bastante alegre con un chico en ropa interior metálica sobre él, para ser exactos besándolo y frotándose sobre él. Y no parecía molestarle de ninguna manera. Por unos instantes era como si nada sucediera pero de pronto algo se escuchó.

—     Milo.

Cómo fue que en medio de las voces y las risas y de tener a un muchacho bailándole encima el de cabellos azules pudo escuchar que alguien decía su nombre en realidad no lo supo, simplemente lo hizo y cuando volteó vio a ese chico de ojos casi celestes observarlo sin poder dejar de hacerlo.

—     Camus.

Lo que vino sucedió casi como en cámara lenta, Camus dio vuelta y salió del lugar, al de ojos azules le tomó todo un segundo reaccionar y salir aprisa tras el muchacho que parecía ir en escapada. Tuvo que darse prisa pero lo logró, parcialmente, pues le dio alcance cuando estaban en las escaleras.

—     Camus, Camus, espera.

Se detuvieron pero no se miraban, al menos Camus no lo miraba a él.

—     Camus…

—     Quería darte una sorpresa Milo, por eso no te avisé que regresaba, pero parece que fuiste tú quien me sorprendió.

—     Esto…esto no es lo que parece…déjame explicarte…

—     ¿Sabes lo que parece?—le preguntó con incredulidad.

—     Mis amigos lo organizaron todo, yo no tenía ni la menor idea que sería así…bueno, sí, es como celebramos cada año pero les dije que este año no quería nada de esto pero…

—     Sólo no me esperaba esto Milo, deseaba darte tu regalo, es un suéter, lo tejí, hace años que no lo hago pero quise hacer algo especial para ti.

—     Camus.

—     Pensaba que podría decirte…que era momento de sincerarme y decirte…yo tan solo quería…

El dolor le robaba las palabras, sus sentimientos estaban en juego, y el otro lo notaba, eran como los suyos.

Trató de acercarse, explicarse y poder exponer de alguna manera lo que sucedía, pero el otro lo rechazó de un solo movimiento.

—     No me toques Milo, no lo hagas, en este momento no resisto que me toques. Ahora comprendo porque nunca me presentabas a tus amigos, sin duda yo no entraba en sus diversiones.

—     Ese chico, Camus, no significa nada.

—     ¿Y eso qué significa?—preguntó Camus mirándolo directamente—Si al menos significara algo trataría de comprenderlo pero no significa nada para ti. Las personas no son objetos Milo, no lo somos, no digas que ese chico no significa nada.

Con eso ya no encontró las palabras para tratar de hablar.

—     No quiero saber nada más de ti Milo, no te me acerques, no me busques, esto se acabó.

—     Yo no organicé esto, mis amigos…

—     Tus amigos hicieron lo que saben que deseabas, no los culpes por esto. Es todo Milo.

Tiró el paquete a un lado y se alejó aprisa, intentó seguirlo pero Camus fue más veloz, sólo pudo verlo marcharse. Era el final.

En los días siguientes Milo llamó con insistencia a Camus pero el joven no respondió, esperaba que tal vez pudiera verlo pero parecía no estar en casa, ni siquiera había señales de Escorpio, al parque no regresó, en su trabajo no podían (o no querían) decirle de su paradero, buscó a sus amigos pero ellos sin duda sabían algo porque se negaron a decirle nada. El tiempo transcurrió en silencio y la presencia del joven veterinario empezó a volverse un rastro difuso en su vida pero no por eso dejaba una huella menos intensa en su corazón.

Una tarde Aioria y Kanon lograron verlo pero su amigo de ojos azules estaba mal, no charlaba mucho y su mirada estaba como ausente. Los otros dos ya estaban enterados de todo lo ocurrido y en cierta forma se sentían responsables, nunca hubieran esperado que lo de ese chico fuera tan enserio y ver a su amigo devastado, pues no había otra palabra para describirlo, les resultaba desconocido y por lo mismo no sabían cómo manejarlo. Eso no evitaba que trataran de apoyarlo.

—     ¿Aún no sabes nada Milo?

—     Nada Aioria, es como si no deseara que supiera donde está.

—     Tal vez necesita algo de tiempo, espera un poco.

—     Cada día espero Kanon, y a cada momento me convenzo más de que Camus no desea saber nada más de mí.

El de ojos azules había dejado que su café se enfriara sin haberlo probado y eso ya era normal, no disfrutaba las cosas de antes, andaba callado y triste, cualquiera hubiera dicho que esa chispa que tanto lo distinguía se había apagado.

—     Lo sentimos Milo—se disculpó Aioria—De verdad, nunca quisimos que esto sucediera.

—     Es nuestra culpa—agregó Kanon.

—     No es culpa suya—dijo Milo—No digan tal cosa, el único culpable soy yo. Camus es lo mejor de mi vida y por un chico que ni siquiera conozco lo perdí.

—     No pierdas la esperanza.

Y aunque se dijera a sí mismo que debía tener esperanzas la verdad era que el de cabello azul la conservaba menos a cada momento.

 

**********

 

El tiempo corrió, tiempo en que las reflexiones se hicieron presentes, no sólo para Milo sino para los tres amigos, fueron tiempos de cambios en los que contemplaron que ya no eran unos muchachitos, los años pasaban y ellos tenían que empezar a decidir lo que en verdad deseaban de la vida, de los caminos que deseaban seguir y las decisiones que necesitaban tomar. Era el momento de madurar.

Los tres comprendieron que ya no eran tan jóvenes, que sus desvaríos y aventuras de adolescente ya no tenían sitio en su existencia, las habían vivido pero no podían perpetuarlas sólo por desearlas. Era el momento de plantearse una nueva pregunta, una sencilla aunque la respuesta no siempre sea sencilla de encontrar ¿Qué quiero hacer con mi vida? La juventud pasa porque el tiempo pasa, eso es inevitable, hay instantes en los que tenemos que detenernos y pensar, aunque duela y asuste y confunda, sin embargo debe hacerse. Y ellos tres lo hicieron.

Cada uno a su manera enfrentó la nueva vida que deseaba y la buscó y fue por eso que cuando la vida les salió a su encuentro estuvieron listos para afrontarla y no se arrepintieron de la decisión que tomaron.

Para Milo sin embargo esa etapa fue más complicada porque la enfrentó solo. Las heridas sanaron pero no por eso dejó de existir ese vacío en su vida que le indicaba que Camus, el único, se había marchado. Además que estar escuchando cierta canción no ayudaba a sentirse más optimista.  

A placer, 
puedes tomarte el tiempo necesario 
que por mi parte yo estaré esperando 
el día en que te decidas a volver 
y ser feliz como antes fuimos 

Sé muy bien 
que como yo estarás sufriendo a diario 
la soledad de dos amantes que al dejarse 
están luchando cada quien por no encontrarse 

Y no es por eso 
que haya dejado de quererte un solo día 
estoy contigo aunque estés lejos de mi vida 
por tu felicidad 
a costa de la mía

Pero si ahora tienes 
tan solo la mitad del gran amor 
que aun te tengo 
puedes jurar que al que te tiene lo bendigo 
quiero que seas feliz 
aunque no sea conmigo**

O al menos así fue hasta que una mañana el destino intervino y fue a su favor.

Milo estaba dando una caminata por un nuevo parque que no había tenido tiempo de conocer, su trabajo era demandante pero no se quejaba, eso estaba bien, con ese paseo además buscaba una nueva ruta para ejercitarse pues la anterior ya no era factible para él. Se sentó unos instantes a descansar y medio distraído vio unas huellas marcadas sobre la tierra, eran grandes, de un perro grande sin duda. En un primer momento no le prestó atención pero el ladrido del animal lo hizo reaccionar.

—     Escorpio.

El perro estaba ahí y si él estaba ahí también debía estar…

—     Escorpio.

Una masculina voz lo llamaba y un instante le bastó para divisar con sus ojos azules a su dueño. Camus caminaba con calma llevando una correa en la mano, era casi como lo recordaba de no ser porque su cabello había crecido un poco pero por lo demás era el mismo joven que recordaba. Al verlo acercarse le dio la impresión que se quedaba sin aliento por unos segundos pero logró respirar, era el momento por el que tanto había esperado.

Se miraron por unos instantes pero tenían que hablar.

—     Camus.

—     No esperaba verte Milo.

—     Yo tampoco.

—     Hace tiempo de la última vez.

—     Casi dos años.

—     ¿Qué haces por aquí?

—     Me mudé hace unas semanas—dijo el de cabello azul—Mi otra dirección ya no era tan conveniente y pensé en asentarme en otro sitio ¿Qué hay de ti? No supe más de ti en todo este tiempo.

—     Me marché, trabajé en un hábitat en la frontera durante meses, Escorpio fue mi compañero y guardián todo este tiempo, regresé hace unas semanas apenas ¿Cómo has estado?

—     Bien, bien.

—     ¿Y tus amigos?

—     Bien también, aunque ya no salimos como antes.

Era verdad, tal vez por ver lo sucedido con Milo pero lo cierto fue que Kanon y Aioria habían cambiado. El de ojos verdes se había casado apenas dos meses antes y se veía feliz, en cuanto al rubio estaba viviendo formalmente con su compañero, quien estaba encinta y él lucía emocionado con la idea de ser padre.

—     Camus, esa noche en que…

—     Si no te molesta Milo desearía que no habláramos de eso ahora.

—     Yo sólo…

—     Lo sé.

Se miraron, los dos comprendían que era necesario hablar aunque las respuestas a lo que los separó ya las conocían… y ambos tuvieron la sensación de que seguían siendo el uno del otro.

—     ¿Podemos vernos después Camus?

—     Está noche si quieres, no tengo guardia Milo.

Las palabras faltaron en ese momento pero no importaba, su vida no había cambiado demasiado en lo que tenía que ver con ellos, seguían siendo alguien en el corazón de la otra persona a pesar de los años y la separación, alguien que nadie había podido reemplazar en todo ese tiempo.

—     Entonces creo que nos vemos Milo, hasta la noche.

—     Hasta la noche Camus.

Se dieron sus direcciones con velocidad y en ese momento se separaron pero el de cabellos azules sonreía, sentía que tenía una nueva oportunidad ¿Quién sabía lo que el destino le tenía preparado? Tal vez fuera la oportunidad de aclarar esos sentimientos que no pudieron declarar años atrás ante su abrupto rompimiento, poder decirse finalmente que se amaban. Sólo estaba seguro de que si aún quedaban rastros de lo que los había unido, lograría que su camino fuera el mismo y esa vez para siempre, tan solo se trataba de continuar por el mismo sendero de las huellas grabadas por su corazón.

 

 

FIN

 

 

 

 

 

Notas finales:

Solo por comentar:

*Este perro es también conocido como dogo alemán y es una de las razas más grandes que existen; el tipo arlequín son los que parecen tener parches de color blanco y negro.

** La canción es Aunque no sea conmigo, de Santiago "Chago" Díaz.

Si nada sucede subo un nuevo fic la semana entrante, nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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