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Admirando tu elegancia por ArtemiaCelosia

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Notas del capitulo:

Todos los derechos pertenecen a J.K. Rowling.

¡Hola queridos lectores!

Muchísimas gracias por darme una nueva oportunidad de entreteneros, esta vez con un one-shot de una pareja bastante poco concurrida.

Historia dedicada a Koko, mi querida hermana.

Percy tomaba notas apresuradas mientras caminaba rápidamente hacia los ascensores.

 

—¡Ascensor!

 

Aceleró el paso al ver que las puertas se volvían a abrir gracias a alguien que había en su interior y que había puesto el pie para parar su movimiento.

 

—Gracias... —musitó el pelirrojo ante un hombre que no conocía y que parecía demasiado ocupado como para notar su presencia, y Lucius Malfoy, que le miraba con demasiada fijeza al tiempo que retiraba el pie.

 

Siguió garabateando en algunos pergaminos, sintiendo aún la mirada del patriarca de los Malfoy en su nuca.

La puerta se abrió en un piso dejando que el hombre que los acompañaba silenciosamente pudiera llegar a su destino.

 

—¡Weatherby! —llamó Crouch, recibiendo al hombre en cuestión a la salida del ascensor—. Tus días de descanso ya se han decidido. Tendrás toda la semana a partir de mañana.

 

—Pero señor, tengo que terminar algunos informes aún y...

 

—Entonces ya tienes trabajo para hoy. No hay tiempo que perder, Weatherby. Señor Malfoy. —dijo educadamente.

 

—Sí, señor... —“Como si no tuviese suficiente trabajo para hoy”, pensó cansado.

 

Las puertas volvieron a cerrarse, dejándolo únicamente con la compañía de Malfoy, quien había saludado a Crouch con un leve asentimiento.

 

—¿Weatherby?

 

Percy se giró al escuchar la grave voz del mayor.

 

—Mi apellido es Weasley. —respondió algo molesto.

 

—¿Y por qué no se lo dices? Aunque quizá sea mejor empezar con un nuevo apellido, alguno que no tenga tan mala reputación... —susurró arrastrando las palabras.

 

—No vengo a pelear. Sólo estoy aquí por trabajo, al igual que usted.

 

—Te equivocas, Percival Weasley. Jamás confundirían mi apellido ni recibiría el mismo trato que tú.

 

Sonrió burlonamente ante la tensión del pelirrojo, que no esperaba que dijese su nombre. Salió del ascensor propinándole un leve golpe para apartarlo y se perdió por el pasillo.

Percy respiró hondo antes de seguir su camino; debería trabajar rápido para no tener que quedarse muchas horas extra.

 

—Percy, el señor Crouch ha dejado algunos informes urgentes que necesita que sean enviados hoy mismo. —dijo una chica que estaba cerca de su pequeño escritorio.

 

—Gracias, Arianne. Supongo que los que ya tenía eran pocos.

 

La chica le sonrío apenada y él le respondió de igual manera antes de sentarse en su lugar y comenzar con el trabajo.

 

Horas después había terminado el último informe y sólo debía mandarlos, por lo que procedió a buscar su varita, que debía estar en su bolsillo, para acabar con aquello y poder marcharse a casa.

 

—Genial... —suspiró al darse cuenta de que no estaba—. Probablemente la habré perdido en el día tan ajetreado de hoy.

 

Golpeó con un puño en la mesa y se intentó tranquilizar. Ese puesto de trabajo era sumamente importante para poder ser alguien en la vida, pero la suerte no le estaba sonriendo en absoluto.

Cogió los documentos y salió de allí para dirigirse a los ascensores. Los pasillos estaban completamente desiertos a causa de la tardía hora en la que ya prácticamente nadie trabajaba.

 

Bajó unos pisos y llegó al mostrador donde los informes llegaban mágicamente a su destino. Tuvo que separarlos uno a uno y llevarlos a su zona para que ninguno quedara traspapelado. Sin duda era mucho más fácil enviarlos con la varita.

 

Después de quince minutos volvió a la zona de los ascensores.

 

“Sólo tengo que ir a reclamar mi varita y ya podré volver a casa.” pensó resoplando por el cansancio.

 

Salió del ascensor para encontrarse en un largo, solitario y oscuro pasillo. Sus pasos eran los únicos que llenaban el silencio, hasta que a medio camino unas pisadas más se unieron, aunque parecían algo lejanas.

Llegó a la cortina cerrada que indicaba que el encargado ya no se encontraba allí, por lo que suspirando derrotado, empezó a escribir una nota para advertir que había perdido su varita y que se la podían mandar a casa.

 

—Trabajando hasta tarde, Weasley.

 

Percy miró a Lucius, al parecer los otros pasos eran de él, puesto que el sonido había cesado.

 

—Malfoy. —saludó cortésmente, volviendo su vista al papel.

 

—No será necesaria esa nota.

 

Percy detuvo su escritura al notar una varita apretando peligrosamente su nuez.

 

—¿Qué quiere?

 

—¿Por qué iba a querer algo de ti?

 

—Algún interés tendrá para atacarme con mi propia varita.

 

Escuchó la burlona risa que dejó escapar Lucius.

 

—No tienes absolutamente nada que ofrecerme. Al igual que no tienes nada que ofrecer al Ministerio con esa reputación que te brindó tu padre. —Tiró la varita a los pies del muchacho—. Puedes agradecérselo.

 

Percy recogió la varita y se giró al volver a escuchar pasos. Lucius caminaba tranquilamente hacia la salida con una elegancia inhumana. Importante, rico, elegante, respetado...Todo lo que él quería, salvo por la crueldad y la rabia que albergaba.

Suspiró y fue lentamente a la salida, no quería volver a encontrarse con él.

 

Las voces llenaron sus oídos en cuanto salió de la chimenea.

 

—¡Percy! Hoy has llegado muy tarde. —Molly le visualizó desde la cocina, donde servía a todo el mundo—. Te serviré tu plato también.

 

—Gracias. —sonrió levemente y tomó asiento.

 

—¿Mucho trabajo, Percy? —preguntó Arthur, quien había dejado el periódico a un lado.

 

—No, es bastante fácil. —mintió. No quería que le vieran estresado, el esfuerzo merecía completamente la pena—. Además, tengo una semana libre. Probablemente aproveche para estudiar algunas propuestas que quiero hacerle al señor Crouch.

 

Molly le puso su plato de guiso.

 

—No te olvides de descansar, Percy.

 

Le sonrió a su madre y empezó a comer, mientras observaba como Harry y Ron hablaban animadamente y los gemelos tramaban alguna cosa. Su hermana era la más decente, comía tranquilamente hablando de vez en cuando con su madre, que se había sentado junto a ella.

 

—Bueno, ya sabes que si en algún momento no puedes más con ese ritmo puedo recomendarte para mi departamento.

 

En ningún momento había mirado a su padre hasta escuchar esas palabras. La conversación que había tenido con Malfoy seguía dando vueltas en su cabeza y le había molestado sobremanera que nadie le creyese capaz de ser algo más.

 

—Puedo hacer esto y más.

 

—No lo dudamos, hijo. —cortó la conversación Molly. Notaba tenso a Percy y no quería discusiones en la mesa.

 

Al terminar la cena se dirigió a su habitación para proceder a darse una ducha antes de dormir. Cuando salió de ella se fijó en el formal traje que colgaba en una pared. El estilo le recordaba completamente a Malfoy. Muy elegante y sofisticado, o eso le había dicho el vendedor.

Lo agarró y se lo probó por encima frente a un espejo, llevando su cabello hacia atrás, que estando mojado quedó perfectamente con la forma.

Acarició la tela recordando cuánto le había costado comprarlo. Sus padres querían regalarle uno para felicitarle por el puesto, aunque de mucha peor calidad, pero Ron y Ginny necesitaron algunos útiles imprevistos para Hogwarts y el regalo quedó en nada. Todo ello ocasionó que tuviera que coger prestado uno de los trajes que a su padre ya le iban más pequeños, recibiendo muchas burlas por parte de sus compañeros de trabajo.

 

Dejó el traje en su sitio y se acostó. Prefería no pensar mucho en aquello.

 

____

 

Un hombre caminaba de forma refinada acercándose a unos jóvenes Arthur y Molly que preguntaban a su tercer hijo que quería ser de mayor.

 

—¡Seré como papá! ¡Trabajaré en el Ministerio hasta llegar a ser ministro! respondió feliz.

 

Una risa maliciosa se hizo presente tras el joven muchacho de rizos cobrizos.

 

—Un sueño demasiado grande para alguien tan “pequeño”.

 

El niño observó a ese carismático señor rubio al que todos parecían admirar.

 

—¡No permitiré que te metas con mi hijo!

 

El hombre miró a su padre con una ceja enarcada y una sonrisa ladeada antes de proceder a entrar al ministerio, donde mucha gente le saludaba de forma educada.

 

—Papá, ¿quién era ese señor?

 

—Lucius Malfoy, Percy.

 

—Lucius…

 

Su padre siguió hablando, probablemente poniendo verde al hombre en cuestión, pero en su mente sólo había espacio para un nombre y una imagen.

 

____

 

Percy despertó agitado. La luz del día ya entraba a través de las cortinas y el ruido en la casa era bastante notable, por lo que supuso que ya habrían despertado casi todos.

 

Se levantó y fue a prepararse, no sin antes mirarse al espejo. ¿Cómo luciría Malfoy al levantarse?

 

Al llegar a la cocina la imagen se le hizo deprimente. Sus hermanos peleaban por tristes tostadas mientras se formaba un barullo insoportable.

Cogió aire antes de sentarse e intentar desayunar, tomando notas para los proyectos de forma limpia y organizada.

 

—Percy, nada de trabajo en la mesa.

 

—Mamá, necesito trabajar y no tengo tiempo que perder. Sólo tengo una semana de vacaciones y además debo ocuparme de la mudanza.

 

—Siempre puedes posponer la mudanza, nosotros estaríamos encantados de que te quedaras aquí más tiempo. —comentó Arthur.

 

—No voy a hacerlo. Necesito mi espacio y tranquilidad para poder trabajar.

 

—¿Y qué comerás? Aquí llegas a las tantas y porque sabes que te esperamos para cenar, que si no probablemente trabajarías más horas de las necesarias. —regañó su madre.

 

—¿Más de las necesarias? No trabajo más de lo necesario, hago lo que se debería.

 

—Tu padre jamás ha trabajado hasta dieciséis horas en un solo día.

 

Percy se mordió la lengua en lo que seguía tomando algunos apuntes.

 

—Tu madre tiene razón, Percy. Aún eres un niño y...

 

—Dejé de ser un niño hace tiempo, y cuando lo fui, siempre era responsable y aplicado.

 

—Lo sabemos, pero ahora debes darte cuenta de que no puedes llevar esa vida. Percy, no puedes con eso.

 

—¡Mis notas eran muy superiores al primer puesto que conseguí! ¡Fue gracias a mi esfuerzo, a llevar esa vida, que pude limpiar mi apellido y llegar a ser alguien en el ministerio! —respondió molesto mientras se levantaba de la mesa y tomaba sus cosas.

 

—¡Percy, no le hables así a tu padre!

 

La mesa quedó en silencio ante la discusión que había empezado y que no tenía pinta de quedar en buenos términos.

 

—¡Por supuesto que trabajo mucho! ¡Lo hago para ser alguien en la vida, tener buenas oportunidades, pero por supuesto que aquí no se sabe valorar en absoluto! ¿Sabéis qué? ¡Estoy cansado de ser mediocre y de que me miren por encima del hombro! ¡Estoy cansado de vosotros, de que estéis felices por ser unos buenos para nada y de que os regocijéis en vuestra pobreza!

 

Percy salió disparado por la puerta, se dirigió a la chimenea del salón y se fue al ministerio.

Suspiró antes de dirigirse a la salida. Tomaría algo por ahí y se dirigiría a su nuevo hogar, el cual nadie se había molestado en conocer.

 

—Buenas tardes, señor. ¿Quiere pedir ya? —preguntó una simpática camarera de una cafetería cercana.

 

—Café solo, por favor.

 

—Ahora mismo se lo traigo.

 

Al ver a la chica alejarse, Percy enterró la cara en sus brazos apoyados sobre la mesa. ¿Tan difícil era que le apoyaran? Todos los demás tenían el apoyo de sus padres sin rechistar, incluso Charlie, que trabajaba con peligrosos dragones.

 

—Vaya, vaya. Se nota que sabes divertirte en tus vacaciones.

 

Gracias a la forma de arrastrar las palabras no le hizo falta levantar la cabeza para saber de quién se trataba.

 

—Señor Malfoy. —respondió a modo de saludo cortés.

 

—Me gustaría hacerte una propuesta, aunque viendo lo ocupado que estás es posible que no encuentres hueco para ella.

 

—¿De qué se trata?

 

Percy levantó la mirada y sonrió a la chica que le había dejado su humeante café.

 

—No creo que sea un buen lugar para discutirlo. Mansión Malfoy, esta tarde a las cuatro.

 

—Puede decirme el tema y entonces decidiré si me interesa ir.

 

—Vendrás. —afirmó burlonamente Lucius y se alejó de ahí, dejando a Percy completamente pasmado.

 

Después de tomar el caliente café, fue al que sería su nuevo apartamento. Ya tenía algunas pertenencias allí, ya que había ido llevando algunas cosas en su breve tiempo libre. Había planeado terminar la mudanza cuanto antes, pero no le apetecía en absoluto volver a casa de sus padres a por lo demás.

 

____

 

—Señor, ¿desea que le sirva algo? —preguntó un temeroso elfo.

 

—No. Sobre las cuatro de la tarde espero visita, hazle pasar al salón cuando llegue. —respondió Lucius sin tan siquiera mirar al pobre elfo.

 

—Por supuesto, señor.

 

Con un “plop” el elfo desapareció del despacho de Lucius.

 

La casa permanecía en absoluto silencio. Los únicos que residían actualmente allí, aparte de Lucius, eran los elfos y los animales, que por supuesto tenían prohibido armar  escándalo. Narcisa y Draco habían ido a pasar unas fantásticas vacaciones a Francia, quedándose durante dos meses y medio en una de las mansiones que les pertenecían.

 

Suspiró observando la foto del joven Weasley, que acompañaba a Crouch. Un chico intelectual y educado. Un intento de refinamiento pobre, pero mejorable.

Sin duda vendría a conocer la propuesta.

 

____

 

Percy miraba atentamente las manecillas del único reloj que se encontraba en la casa, iban a ser las cuatro de la tarde y seguía planteándose seriamente el ir a casa de Malfoy. La curiosidad lo mataba, pero sabía que Lucius no era una persona de fiar.

 

A solo un minuto de las cuatro decidió correr a la chimenea. Esperaba no ir con retraso.

 

Salió de una amplia chimenea que daba a un gran salón decorado con el mobiliario más exquisito y con obras de arte. La magia inundaba el lugar de una forma especial.

 

—Buenas tardes, señor. —saludó educadamente un pequeño elfo de orejas gachas—. El amo vendrá a recibirle en unos minutos. ¿Le gustaría tomar algo?

 

—No, sólo esperaré.

 

—Señor, puede tomar asiento si lo desea. —comentó el elfo antes de desaparecer del lugar.

 

Percy quedó maravillado de lo elegante que resultaba hasta el elfo de Malfoy. Tomó asiento en uno de los señoriales sillones envueltos en un costoso tapiz negro y miró hacia las asombrosas pinturas.

A pesar de que ahora ya no tenía mucho tiempo para prestarle la atención al arte, recordaba muchas famosas obras de cuando era un gran aficionado a ellas.

 

—¿Interesado en los cuadros? —preguntó una siseante voz a sus espaldas.

 

—Lo estuve, ahora ya no dispongo de mucho tiempo libre. —respondió cordialmente.

 

Lucius observó a Percy, que se había levantado para enfrentarlo y ofrecerle educadamente la mano.

 

—Guarda el apretón de manos para el momento en que te haga la propuesta.

 

El patriarca de los Malfoy tomó asiento en el sillón frente al que anteriormente había ocupado Percy, que volvió a él.

 

—¿De qué trata la propuesta?

 

Con un simple chasquido de dedos, Lucius llamó a su elfo, que rápidamente se dispuso a servir dos copas de whisky de fuego.

 

—¿Directo al grano, Weasley? —comentó con un tono burlón mientras tomaba un sorbo de su copa.

 

—Disculpe mis modales, pero tengo que ocuparme de otros asuntos después.

 

—¡Oh! ¿Cómo lo olvidé? Una mudanza lleva mucho trabajo. Más si lo haces sin elfos, ¿no es así?

 

Percy observó sorprendido esos ojos grises que resultaban tan intimidantes.

 

—¿Cómo lo sabe?

 

—Resulta que conozco al propietario del lugar y nunca está de más preguntar cortésmente. —dijo Lucius, dejando la copa en la pequeña mesilla que estaba a uno de sus lados—. Quiero que trabajes para mí.

 

—¿Para usted? —preguntó dudoso—. Lo siento, pero yo ya tengo un puesto de trabajo y no voy a dejarlo así sin más.

 

Lucius se tensó imperceptiblemente ante la negativa del pelirrojo.

 

—Déjame decirte que tu puesto con Crouch no durará mucho más. Su estatus bajará dentro de poco y tú quedarás como un secretario sin importancia.

 

—¿También conoce la causa de eso por las personas con las que se codea? —cuestionó irónicamente.

 

—Cuando llevas años en estos negocios te das cuenta de los patrones. Sólo es necesario observar un poco.

 

Percy asintió levemente, dejándole continuar con la propuesta. Lucius le informó que quería que fuese su secretario personal, con una habitación fija en la mansión, donde dispondría de un buen despacho frente al suyo y, por supuesto, un gran sueldo.

 

—¿Y dónde está el truco?

 

—Más allá del desagrado de tu familia, no hay ninguno. De ti depende aceptar a tiempo para crecer, o dejarte caer al igual que tu padre.

 

El mayor apoyó la espalda en el sillón y cruzó sus dedos de forma confiada. Había expuesto la oferta manipulando la inexperta mente del joven, pero no debía dar nada por sentado. Percival, a pesar de su corto trayecto empresarial, indicaba que tenía un gran talento que se desperdiciaba en tareas tan nimias.

 

—Acepto la propuesta, pero tendrá que esperar un par de semanas hasta que se tramite mi renuncia. —respondió Percy antes de ofrecerle la mano.

 

Lucius mostró sus perfectos dientes en una triunfal sonrisa y apretó con firmeza la mano del chico.

 

____

 

Percy salió de la chimenea que daba al desastroso y minúsculo salón de La Madriguera.

 

—¡Percy! —llamó su madre dirigiéndose rápidamente a él.

 

—He venido a por mis cosas, no tardaré mucho en marcharme. —dijo apartándose de ella y aproximándose a las escaleras.

 

Molly le siguió escaleras arriba, hasta la habitación de su tercer hijo.

 

—Lamentamos haberte hecho sentir mal, Percy. Deseamos tu bien y puedes estar aquí todo el tiempo que quieras. —Molly volvió a hablar al ver que su hijo no detenía su tarea de hacer las maletas—. Tu padre no está enfadado, no debes sentirte mal por lo que le dijiste.

 

—No me siento mal. Cada uno decide si luchar por unas posibilidades mejores, y yo lo he hecho.

 

Percy miró a su alrededor, observando que ya pocas cosas quedaban por ser empaquetadas.

 

—¿Podrías decirme al menos dónde vas a vivir? Nos gustaría hacerte alguna visita más adelante. —propuso la madre, algo triste ante la confesión del chico.

 

—Voy a vivir en la mansión Malfoy.

 

—¡¿Cómo?!

 

El de rizos suspiró sabiendo que de nuevo no iba a ser aceptado.

 

—Malfoy me ha propuesto ser su secretario personal. Empezaré a trabajar para él cuando mi renuncia en el ministerio sea aceptada. Viviré en una de sus habitaciones.

 

—¡Percival Weasley, ¿es qué acaso te has vuelto loco?! Lucius Malfoy es una persona horripilante que se cree que aún existen las personas por debajo de él. ¡Eso sin contar con su peligrosidad!

 

—Mamá, no te ofendas, pero nadie ha pedido tu opinión. Ya he aceptado su propuesta y he decidido mudarme directamente allí. —dijo cogiendo la ya terminada maleta—. No esperaba que me apoyáseis, nunca lo habéis hecho. —murmuró molesto mientras salía de la habitación para volver a dirigirse a la chimenea.

 

Antes de que el fuego se lo llevara a su nuevo hogar, pudo ver la cara de su padre, que al parecer había escuchado la conversación, pues en su rostro se formaba una mueca de disgusto, rabia y tristeza.

 

____

 

Había pasado ya un mes desde que se había mudado a la majestuosa mansión. Su renuncia había sido tramitada con bastante rapidez y ya se había puesto manos a la obra con su nuevo empleo.

 

—¿Alguna cita para hoy? —preguntó Lucius, inclinándose levemente junto a Percy para ver la libreta.

 

—No, señor. Como usted pidió, pasé la del señor Levallois a la semana que viene.

 

El varonil aroma del costoso perfume que solía llevar el patriarca llegó a sus fosas nasales, dejándole anestesiado.

 

—Bien. Apunta un viaje para el mes que viene. Del día dos al día quince. Y prepara tus maletas, quiero que vengas conmigo.

 

Lucius le miró para notarle algo turbado ante su cercanía, por lo que le sonrió malignamente, sacándolo de su ensoñación.

 

—Por supuesto, señor. —comentó algo ruborizado.

 

El rubio se incorporó y se dirigió a su despacho, dejando que Percy observara cada uno de sus elegantes y distinguidos movimientos.

 

Al llegar la noche, el pelirrojo organizó el escritorio y se dirigió directamente a la que era su suite, donde encontró un regalo perfectamente envuelto y decorado con un lazo. Cogió la nota cuidadosamente y examinando la curva letra que parecía reptar sensualmente por el papel, se dispuso a leerla.

 

“Me he tomado la libertad de elegir por ti. Ordena a los elfos domésticos que los incluyan en tu maleta.

 

                                                                                                                                 L.M.”

 

Se acercó a la caja para comenzar a abrirla delicadamente. Dentro de ella, quince trajes de máxima calidad se encontraban mágicamente doblados para evitar las molestas arrugas.

 

Sonrió satisfecho al ponerse por encima uno y mirarse al espejo. Su familia podía irse al cuerno.

 

—¿Acerté? —preguntó Lucius pasando sus largos dedos por los delgados brazos de Percy.

 

—Son perfectos, señor. Gracias por el obsequio. —ronroneó, dejando correr libremente las manos de su jefe, ahora ya por su cintura.

 

Sin duda podía acostumbrarse a vivir de esa manera: teniendo al centro de su admiración pendiente de él, viviendo una vida como la que siempre había querido y con el aprendizaje de “tiempo libre”, el cual le había mostrado Lucius en sus visitas nocturnas.

 

—Me temo que mi horario laboral ya ha terminado. ¿Qué tal si ahora pasamos a divertirnos un rato, Lucius? —preguntó girando sobre sus talones y observando esos profundos ojos grises.

 

El mayor le hizo una mueca de agrado y, acercándose peligrosamente al chico, besó sus labios con gentileza.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido la pareja? ¿Creéis que son ideales, que no pegan ni con cola? ¡Dejadlo en los comentarios!

Si vosotros también queréis alguna historia de una pareja menos concurrida, podéis dejar sugerencias y/o peticiones y lo tendré en cuenta para futuras relaciones.

Y sin nada más que añadir, me despido hasta dentro de dos días. ¡Un fuerte abrazo!


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