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Tierra por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es un fic especial para mí, resulta que es mi trama 250 de Saint Seiya en esta página, de verdad que no me esperaba llegar a tanto, pero disfruto mucho de estar aquí. Espero que les guste a quienes sean tan atentos de leerla, de verdad, sin los lectores y sus comentarios, yo no seguiría aquí.

Dedicado a Little my, quien sugirió a la pareja, espero que te guste la trama.

Y que les guste a los demás también.

Notas del capitulo:

Es la primera parte, espero que les guste.

 

 

 

Capítulo I

 

El cerco estaba cerrado, era el momento que tanto había esperado, finalmente estaban entre sus manos y no saldrían de ahí, todo se definiría en ese instante. La construcción de piedra ofrecía cierta seguridad pero no sería suficiente, estaba convencido que esos muros no resistirían su ataque y ciertamente los que estaban dentro tampoco lo harían. Ese grupo de caballeros intentaba hacerse el fuerte desde el interior pero estaba en claro que no tendrían oportunidad alguna contra su fuerza, el asedió había sido constante en los últimos días y no eran capaces de resistir más.

—     Señor—lo llamaron.

El alto y fuerte hombre de cabellos negros parecía hecho de piedra, se mantenía firme y erguido manteniendo su oscura mirada en el sitio que había asediado los últimos días. Sus hombres lo habían seguido más que con lealtad con devoción, los hizo pasar por frío, hambre, insomnio, todo con sacrificio y entrega absoluta, y simplemente porque se los había pedido. Y ninguno se arrepentía de haberlo seguido hasta ese día. Venido desde lo más bajo de las fuerzas de esas tierras, se había elevado por sus propios méritos hasta ser quien dirigiera a los hombres hasta la victoria.

—     ¿Mis órdenes están cumplidas?—se limitó a preguntar.

—     Si señor—le respondieron.

—     Que todos estés listos para el ataque—ordenó.

—     Los hombres desean saber sobre tomar prisioneros—decía el joven ante él—Están dispuestos a entregar una parte como es la costumbre.

—     Sin prisioneros Ikki—dijo terminante.

—     Pero…

En ese instante las pupilas negras quedaron sobre el que hablaba, el muchacho de cabellos azules se sintió intimidado de manera involuntaria y de ninguna manera era un chiquillo cobarde. Pero ese hombre tenía algo, una imponente fuerza que era superior a la de sus energías físicas. Incluso en las costumbres del combate sus leales eran distintos, eran capaces de cambiarlas solo porque él lo decía.

—     Todo este lugar debe ser reducido a cenizas—ordenó—Y todos los que sobrevivan al ataque deberán ser presentados ante mí.

—     Si mi señor.

El jovencito se limitó a retirarse, necesitaba comunicar las instrucciones a los demás que tan solo aguardaban, al escucharlas no parecían saber que pensar, pero si era lo que decía su líder nadie iba a desobedecer. Incluso si pensaban algunos entre ellos que ya era bastante arriesgado encontrarse en la posición que se encontraban, pero sabían que el de cabellos negros no iba a ceder.

—     Estamos listos Aldebarán—le anunciaban.

—     Que todo se haga como está planeado Saga.

Saga de Géminis era un hombre valiente e inteligente, pero incluso él había accedido a quedar bajo el mando de Aldebarán de Tauro, y no se arrepentía de esa elección. Ese hombre lo había llevado a victorias que jamás hubiera imaginado, a triunfos que parecían imposibles, a ver la vida del combatiente como algo que no imaginaba, por todo ello y más le era absolutamente leal. Aunque también llegaba a hacerse ideas, como en ese momento, en que le parecía que su dirigente se movía únicamente por una fría y profunda ira que lo consumía. Esos hombres dentro de las murallas, casi sentía lástima por ellos, casi…no merecían lástima ni piedad, no después de lo que habían hecho.

—     Aún creo que esto es arriesgado—comentaba Saga.

—     Lo es.

Pero con esas palabras indicaba que de todas maneras no iba a ceder. El de Géminis lo sabía y también sabía que iba a seguirlo en lo que eligiera, así que si sus planes parecían peligrosos de todas maneras lo apoyaría, no sería la primera vez que ese hombre hacía posible lo que todos los demás creían imposible.

Sin embargo los planes estaban en marcha, con esa idea los hombres se mostraban listos para seguir las órdenes hasta el final, ya habían cumplido la primera parte y solo hacía falta el desenlace. Los muros estaban en pie, altivos en su poder y seguros de su resistencia, pero eso no iba a durar mucho tiempo, no cuando Aldebarán de Tauro estaba decidido a que cayeran, siguiéndolo todo con sus ojos negros y llevado por la absoluta seguridad de que iba a conseguir que sus planes se cumplieran. Tomando su sitio al frente de sus hombres miraba fijamente hacia el sitio destinado, todos estaban en su lugar, esperando solamente por sus órdenes.

Era el momento cuando el cielo cambió de un azul pálido a uno intenso, estaban listos para el final.

Con una indicación de su mano el estandarte de la casa de Aries estaba arriba, su señor debía ser la causa que seguían, pero no solo por él daría sus órdenes. Era como si todos contuvieran la respiración, también sus oponentes observaban y no comprendían lo que iba a suceder, tan solo aguardaban.

—     ¡Listos!

La potente voz del de ojos negros atravesó el campo, llegando hasta los corazones de sus seguidores, empuñaban sus armas con fuerza, solo aguardaban por una palabra para lanzarse al ataque.

—     ¡Ahora!

La voz del de cabellos negros indicaba el siguiente movimiento pero ninguno de sus hombres parecía moverse, era casi como si no sucediera nada, no hasta que ocurrió. El estruendo se dejó escuchar, llegando a todos los oídos que no alcanzaban a comprender, no los de los oponentes en todo caso. Los muros estaban cayendo, se derrumbaban hasta hacerse polvo mientras los que se resguardaban tras ellos no lograban comprender lo que había sucedido. Las disposiciones del de Tauro fueron claras para conseguirlo, ordenó a sus hombres que cavaran dos túneles por debajo de los muros pero no para entrar, sino para quedar debajo de los muros. Una vez conseguida esa parte llenó con todos los barriles de pólvora con los que contaba los bien apuntalados túneles y a su mando fueron encendidos para hacerlos estallar.

Ahora los muros que parecían inexpugnables habían caído y los que se mantenían tras ellos estaban en sus manos. 

—     ¡¡Por el rey y por gloria!!

La fuerte voz del de Tauro llenaba el silencio de la incertidumbre y con un solo grito de excitación combativa estaban todos los que esperaban lanzándose al ataque, eran una sola voz, un solo hombre y el de cabellos negros fue el primero en moverse. Como si fuera una oleada humana todos estaban encontrándose en la caída guarida que ya nunca volvería a levantarse, era su destino.

Los cascos de los caballos golpeaban en la tierra, brotaban las injurias de las bocas, los gritos y clamores de la lucha, todo con un solo fin decretado de antemano por el hombre que los guiaba con rígido orgullo.

—     ¡Adelante, que nada quede en pie!

Y nada quedaría en pie.

La lucha al terminar demostraba las señales de lo que había sido, los cuerpos tendidos en el polvo llevaban las marcas de la batalla, los caballos despanzurrados, el fulgor de las abandonadas hojas de las espadas y las lanzas en el ensangrentado suelo, el devastado campo de batalla, las marcas del fuego que lo había consumido casi todo, las cenizas bailando a los impulsos del viento al mismo tiempo que limpiaban lo ocurrido. Pero para Aldebarán de Tauro todo eso era solo una parte de lo que necesitaba, cumplir sus planes por completo no se limitaba a que ese sitio cayera, estaba llevándolos a cabo aunque no lograba calmar cierta amargura pero la apaciguaba lo mejor que podía.

La lucha había terminado y solo quedaba un paso por dar, tal vez el que más le importaba desde que siguiera a los que se cobijaban bajo ese estandarte.

—     Aquí están los sobrevivientes—anunciaba Saga.

Puestos en línea, de rodillas, los que habían quedado con vida estaban ante él, caídos, sin poder, sin armas, y los detestaba más que nunca.

—     Pagaremos nuestro rescate—dijo uno de pronto—Solo diga la suma, aún tenemos familia y amigos, ellos…

—     ¡Silencio!

La manera en que restalló la voz del de ojos negros hizo que incluso los que peleaban bajo su mando temblaran, solo habría un final para esa escena y sin embargo los protagonistas no parecían saberlo.

—     ¿Todos peleaban bajo este estandarte?—preguntaba el de ojos negros mostrándoles un pedazo de paño.

Sostenía un trozo de tela en su fuerte mano, con tanta furia que podría haberla rasgado por la mitad sin siquiera proponérselo. Era el mismo escudo, la forma, los colores, pero estaba desgastado, sin duda era de hacía unos años, pero no había manera de explicar por qué lo tenía el de cabellos oscuros…ni por qué le importaba tanto esa respuesta. Se notaba que esperaba por una respuesta y no se dejaría engañar, ya era demasiado tarde para esperar algo como eso.

—     Solo seguíamos órdenes—murmuró el mismo prisionero.

—     ¿Solo órdenes?—recriminaba el de Tauro—No todo lo que hicieron fue por órdenes, no se escuden tras eso.

—     ¿Qué hicimos?—preguntaba.

—     Solo piénsenlo, solo intenten recordar que pudieron hacer para que lo paguen el día de hoy.

Las miradas de los prisioneros indicaban que no sabían de lo que podían hablarles pero adivinaron prontamente cuál sería su final.

—     Ahora—se limitó a ordenar Aldebarán.

—     ¡No, espera, por piedad!—rogaron algunos.

Sin embargo el de Tauro no iba a escuchar más ¿Les habrían pedido piedad? ¿Suplicarían ante esos hombres? Estaba seguro de eso, pero no se detuvieron ¿Estarían los que buscaba entre ellos? Sabía que sí, él mismo se había impuesto la tarea de eliminar a todos los que pelearan bajo ese escudo y esos eran los últimos. Jamás iban a aceptar lo que había sucedido, acaso no lo recordarían algunos pero eran los últimos bajo ese estandarte y él había jurado que los aniquilaría a todos.

Puestos en fila sus hombres cumplieron las órdenes dadas por el de ojos negros, fueron pasados a cuchillo sin más, cayendo degollados mientras su sangre regaba la tierra. Un final muy piadoso, con velocidad, sin humillaciones, para el de cabellos oscuros al menos era muy poco comparado con lo que habían hecho.

Estaba hecho, y fue como si respirara diferente desde ese momento, apretó la pequeña bolsa alrededor de su cuello, era de piel oscura y jamás se separaba de ella, había cumplido. No le daba alivio pero al menos le brindaba la tranquilidad de que esos infelices ya no anduvieran por la tierra y sus alrededores, libres y sin responder por sus actos. Si no bastara había un asunto más después de ese instante.

—     Se debe enviar un mensaje de inmediato a Shion de Aries—decía el de Tauro—Que sepa que ya es rey.

La vida sería nueva para todos desde ese momento, podían seguir adelante o tan solo empezar, ya sería la labor de cada quien descubrir su nuevo camino.

 

**********

 

La celebración estaba en un excelente punto, la gente se mostraba animada para demostrar que ahora podían dar inicio a una nueva etapa. La casa de Aries ahora gobernaba esas bellas tierras que tanto habían pasado desde que se dieran inicio los conflictos varios años atrás. Su corte había sido una especie de caravana ambulante pero ahora tenía un punto seguro, estaban al principio de hacer lo que habían luchado por lograr todo ese tiempo. La casa de Aries estaba encabezada en esos momentos por Shion, caballero de cabellos verdes y mirada rosa, quien estaba seguro de su sitio y por ello no pensaba renunciar, por eso y por su descendencia, ya que a ellos correspondería heredar su reino.

Los tiempos de alegría y satisfacción aún estaban en su apogeo, después vendrían los del trabajo y las decisiones. Los enemigos que aún pudieran dar problemas habían caído, estaba convencido que quedaría alguno que otro grupo pero ya sin la fuerza para hacerse los fuertes contra él. Por lo mismo era también el momento de compensar la labor de los que se habían mostrado leales a su corona.

—     La gente se ve contenta—mencionaba Shion por lo bajo.

—     Lo está—fue la respuesta de uno de sus caballeros—Pero es por una causa en especial.

—     ¿Lo crees?

—     Esperan ser recompensados.

—     Aldebarán lo merece sin duda.

—     Así es.

—     ¿Dónde se encuentra?

No sabían dónde estaba el de cabellos negros, siempre había tenido una manera de ser un tanto peculiar. Compartía con los hombres, no era ajeno a las celebraciones ni los amoríos, siempre fraternizaba, pero a veces simplemente desaparecía. Como en ese momento. Algunas miradas lo buscaban con discreción, intentando descubrir su elevada figura entre todos los presentes, ya que era muy notable resultaba difícil no verlo. Así que no estaba en el lugar, debía estar en otra parte, tal vez en un sitio privado.

De hecho el de Tauro estaba en la parte externa de la propiedad en la que se habían reunido los leales a los Aries, era una noche tranquila, aún con el ánimo de celebrar del interior. Miraba con sus ojos negros hacía el cielo, las estrellas destellaban como si dieran un saludo lejano, brillando en su alegría. El de cabellos oscuros tan solo callaba, al mismo tiempo llevó su fuerte manaza al pequeño saquito que colgaba de su cuello, esa pieza que siempre llevaba con él, aunque nadie hasta el momento estaba seguro de lo que contenía. Pero para él resultaba especial, un pequeño tesoro, una promesa.

—     Alnath—se dijo a si mismo.

Podía recordarlo con total claridad, su sonrisa alegre, su voz cantarina, la figura esbelta, ese caminar tan singular, sus ojos oscuros pero tan brillantes y llenos de vida, su confianza en que mientras lo tuviera a él estaría bien.

—     ¿Y podré tener un jardín en nuestra tierra? ¿verdad que podré?

Sin embargo tuvo que luchar para arrancarse de ese recuerdo, ardía en sus ojos negros aunque estaban cerrados. Porque pensar en él era recordar, como lo encontró ese día cuando corrió desesperado por el campo abierto sin saber nada de él, como…

—     Aldebarán.

En ese momento se dio cuenta que sus amigos y compañeros estaban  a su lado, sin duda buscándolo, pero aguardaban como si desearan recibir sus instrucciones. Los miró atentamente, era justo que celebraran, lucharon tanto por colocar a Shion de Aries en el trono y bien lo valía, sin duda era quien tenía el derecho a hacerse llamar rey de Jamir, además la sucesión estaba bien sustentada ya que el caballero era padre del joven Mu, quien a su vez tenía ya un hijo, el pequeño Kiki. La familia de los Aries sería quien gobernara y ellos habían apoyado su causa, eran nuevos tiempos los que vendrían y a ellos les esperaba una nueva vida.

—     Shion te busca—le dijo Saga.

—     Gracias por avisarme, supongo que no debemos hacerlo esperar—fue la respuesta del de cabellos negros.

—     Ahora es el monarca—le dijo otro de sus amigos y seguidores, Shura de Capricornio.

—     De paso veremos que hay en la fiesta—comentó como si nada el de Tauro—Ya deben haberle puesto el ojo a uno o dos de los invitados.

—     ¿Y tú no?

Ante esa respuesta los tres se rieron, no eran ajenos a ese tipo de correrías, a veces con caballeros, en otras ocasiones con personas de círculos menos aristocráticos, pero ¿Quién se resistía a un cuerpo tibio y bien dispuesto? Al menos ninguno de ellos lo hacía, la vida no era para estarse perdiendo de tales placeres, hasta que se casaran por supuesto. Regresaron entre comentarios y sonrisas al interior, si debían ver a su nuevo monarca lo harían con el ánimo alegre, era un buen momento después de todo.

Ahora Shion de Aries era el rey, era necesario que se coronara para que recibiera la unción como soberano de esas tierras, debía ser lo antes posible, ya que una vez que tuviera el poder al ser reconocido señor de esas regiones tendría las manos libres para recompensar a los que le fueron leales en todo ese tiempo de batallas y guerra. Las disconformidades de los años anteriores habían costado mucho a la gente y a las poblaciones en general, la guerra desatada fue dura y cruel en muchos sentidos, por eso era tan importante que llegara la paz.

Cuando las casas reales grandes y antiguas se atrevieron a oponerse a Hakurei de Aries, padre de Shion, lo hicieron convencidos de contar con el poder suficiente para hacerlo a un lado, derrocarlo de ser necesario. Fue verdad que la situación se complicó mucho ya que cada una de las partes involucradas buscaba solo su interés, no un bien mayor. En esa tesitura el entonces monarca de la casa Aries tuvo que abandonar su capital y ponerse a buen resguardo entre tropas pagadas, comenzando con un largo periodo de enfrentamientos y rebeliones, hasta que su hijo fue quien tuvo que llevar el título de monarca (sin ser coronado) a su muerte.

Con Shion al frente las cosas tomaron un nuevo giro, supo tejer una red de aliados y rodearse de consejeros que tuvieron la visión de saber lo que se necesitaba hacer para ganar esa guerra. Claro que no fue de inmediato, se llevó sendas derrotas pero también tuvo grandes victorias. La mejor manera de hacerlo fue apelando a los sentimientos de lealtad de la gente, pero no entre las grandes casas que se mostraron rebeldes y avariciosas, sino entre la población en general que eran quienes más anhelaban que las batallas terminaran. De esa manera logró formar nuevos ejércitos, grupos de combate que lo apoyaron, aunque siempre supo que debería recompensarlos llegado el momento.

El momento había llegado.

Shion de Aries había pasado los días de los festejos y estaba al tanto que había muchos asuntos que atender de inmediato, bien podría ser que los problemas de la guerra le dejaran complicaciones tan graves como las batallas. Aunque en medio de tales dificultades sabía bien que no podía dejar de lado una forma de recompensa a los que le fueron leales, lo quisieran o no sabía bien que era el momento de pagar por los favores recibidos. Algunos de sus partidarios buscarían poder en la corte, otros títulos, quizás unos más pedirían una recompensa de tipo, digamos, más líquida, solvente. Pero quedaban hombres que siempre mostraron una línea, lo que deseaban por encima de todo, eran tierras.

Entre ese tipo de hombres estaba justamente el de Tauro. Desde que lo conociera, años atrás, siendo aún un joven que ya despuntaba como un gran combatiente, había mostrado que lo que más deseaba en la vida era tener una propiedad, tierras, que fueran suyas y nadie pudiera arrebatárselas. No estaba seguro de sus motivaciones para tal deseo, solo sabía que lo tenía, ser señor de su propia tierra. Había ascendido desde lo más bajo, venido de una provincia remota y perdida, pero con ese deseo en sus ojos brillando con intensidad, nadie le diría qué hacer ni como hacerlo, la meta estaba decidida de antemano, simplemente quedaba alcanzarla. Desde ese instante el camino solo marchó en una sola dirección: hacia adelante.

Ese hombre era absolutamente leal y fuerte, el de Aries sabía bien que lo mejor era tenerlo de su lado y para eso debía otorgarle lo que siempre había deseado, cualquiera que lo conociera sabía que era lo que deseaba.  Tan solo era necesario llegar a los términos para entregárselo.

El de Aries estaba en esos momentos hablando en privado con quien sin duda resultaba su consejero más cercano, un hombre todavía joven llamado Aioros de Sagitario. Era un caballero de ojos  cabellos castaños, inteligente, leal, de buena familia y cuya lealtad jamás estuvo en duda hacia Shion. Sabía manejarse ante los hombres y tenía un fino olfato político, no se le tomaba desprevenido, y entendía perfectamente los pasos que era necesario dar para conseguir una meta. En definitiva era un excelente consejero para el ahora monarca y ambos lo sabían muy bien, por eso eran abiertos al hablar sobre los diversos temas que era necesario resolver y encontraban juntos las mejores respuestas a ellos.

—     La gente de Aldebarán está lista—comentaba el de cabellos castaños—Lo han dejado todo en su lugar y bien dispuesto, hasta los últimos detalles del viaje quedaron preparados.

—     Siempre tan eficaz—dijo Shion.

—     Aldebarán merece saber que se aprecia su apoyo.

—     Si, es el momento de recompensar su lealtad.

No era tan difícil decidir eso, ya que el de cabellos negros se merecía fortuna y honores, que sus virtudes eran sobresalientes, no sería una labor complicada recompensarlo. La respuesta no parecía ser tan dificultosa, al monarca al menos le fue sencillo dar con ella con velocidad.

—     Hay que encontrarle un heredero—dijo el monarca.

La solución de esa manera era darle a Aldebarán un esposo que contara con cierto nivel de fortuna, el rey no pagaría nada pero recompensaría de esa manera sus servicios y se vería bien por tomar esa decisión.

—     Creo tener algunos nombres en mente—mencionaba el castaño—Se le puede encontrar una persona adecuada.

Claro que había cosas que tomar en cuenta para hacer esos planes, como el hecho de que el de Tauro no venía de una familia importante y que sus bienes no eran tan tangibles, pero sin duda se podría encontrar algo. Al menos fue necesario pensarlo, hasta que se llegó a una idea que resultaba factible para sus propósitos.

—     Será sencillo—decía el monarca—Se le debe informar que tendrá un esposo y será Aldebarán de Tauro, que se preparé un mensajero de inmediato. No hay motivos para que el matrimonio no se realice.

—     Siempre que el joven acepte.

—     ¿Crees que se negará?

—     Su familia siempre fue orgullosa ¿Por qué no ha de serlo él?

—     Deberá cumplir con mi mandato.

—     ¿Un heredero como él aceptará a Aldebarán como su esposo?—preguntaba directamente el de ojos pardos—Su familia y fortuna…

—     Aldebarán tiene sus propios valores, no es ningún menesteroso, cuenta además con mi respeto y agradecimiento.

—     Veremos si el joven está de acuerdo.

Ante esas palabras el de Aries se mostró molesto, esa familia, siempre como otras, dándose aires de ser mejores que su monarca. Era mejor terminar con ese asunto, con el de Tauro en esas tierras tendría un punto seguro, no necesitaría preocuparse más por insurrecciones a futuro, se quedaría tranquilo con todo ello.

—     Se le dirá que se casará con Aldebarán y se alegrará de hacerlo—ordenaba el de Aries—Más vale que lo haga.

—     Su majestad, su familia fue importante y orgullosa, no dudo que sea altanero como todos ellos, pese a todo quedó como heredero de los suyos.

—     Estará en manos de un hombre que lo cuidará.

—     Podría alegar que no desea casarse con un hombre que no tiene un nombre a su nivel—explicaba el de Sagitario.

—     Más le valdrá no darse esos aires—lanzó el de cabellos verdes—Bien puedo dar esas tierras a Aldebarán sin pedir ningún parecer, después de lo hecho por su padre le conviene no hacerme recordarlo.

Ambos hombres guardaron silencio, era verdad que la opinión de los contrayentes no contaba en ese asunto.

—     El chico puede ser listo—intentó mediar el consejero—No perderá sus tierras, tendrá la oportunidad de compartirlas con un leal caballero.

—     Esperemos que lo sea.

—     Habrá que informarle a Aldebarán.

—     Hazlo cuanto antes, dile que su prometido tiene buenas tierras de las que  podrá sacar provecho.

—     Así se hará.

El de Tauro fue un gran aliado, uno de los mejores servidores del monarca, personalmente le agradaba mucho y lo consideraba su amigo pero de ser su oponente sabría que saldría perdiendo. Tan solo quedaba rogar porque al de cabellos negros le resultara grata la retribución por luchar por su monarca, incluso por salvarle la vida.

Así que estaba decidido el asunto, con un matrimonio el monarca recompensaba a su caballero, Aldebarán tendría su recompensa y un joven venido a menos podría conservar su herencia. Parecía un buen trato para todos, al menos eso parecía en un primer momento, las cosas no se sabían del todo, faltaba mucho por saber en esa historia para que se comprendiera lo que iba a suceder. De todas maneras era asunto hecho, solo quedaba terminar de cerrar el trato.

 

**********

 

Aldebarán de Tauro fue llamado ante su señor y no tardó en ser informado sobre los planes que se habían decretado para él y, si decidían acompañarlo, su gente. El de cabellos negros escuchó todo atentamente, no sabía quién era exactamente ese chico con el que iba a casarse pero si que puso atención a un detalle en especial: tenía tierras.

—     Las regiones eran bastante amplias—le explicaba Aioros—Solo necesitan de manos fuertes y trabajadoras, sin duda será una región próspera y marchará mucho mejor si se maneja con habilidad.

A cada palabra al de cabellos negros le gustaba más lo que escuchaba, tierras, tierras que serían suyas solo por casarse con un heredero. No estaba nada mal el proyecto, le gustaba en cuanto pensaba más en ello, casarse y lo haría con un joven de buen nombre según le informaba el de Sagitario. Claro que el caballero de cabellos castaños fue honesto, parecía que la fortuna familiar de su prometido había menguado pero seguía como hipnotizado ante la posible fortuna con la que aún contaba.

—     Tierras que serán mías—dijo el de Tauro.

Ese sueño tan largamente acariciado, deseaba tanto poder llegar a la propiedad y tomarla como suya…

—     Así que el matrimonio se celebrará en cuanto lleguen—continuaba el castaño—Es un mandato del rey y deberá cumplirse.

—     Así será.

El de Tauro sonreía, necesitaba hablar con su gente y esperar que la ordenanza del monarca de Aries estuviera lista, pero todo sería con velocidad. Necesitaba estar en camino cuanto antes, se celebraría el matrimonio y reclamaría esas tierras como suyas.

Siendo que el panorama estaba muy claro, o al menos eso parecía, la gente que le era adicta al de Tauro no tardó en ser informada y en estar lista para su nuevo viaje. El de cabellos negros les habló, estaba dispuesto a pagar a cada uno su parte y si lo deseaban podrían marcharse al destino que eligieran. Pero todos se mostraron más que dispuestos a seguirle en esa nueva aventura en la que estaba por embarcarse.

—     Te somos leales, tu destino será nuestro destino—dijo el de Géminis hablando por todos sus compañeros.

—     ¿De verdad están dispuestos a seguirme en un rumbo desconocido?—les preguntó el de ojos negros.

—     Sabes bien que lo haremos—respondió el de Capricornio—Hemos compartido la cal y la sal, también lo haremos con el pan y el vino.

—     Que así sea entonces—sentenció el más alto—Ikki.

Hizo acto de presencia de inmediato un jovencito de cabellos azules y ojos grises, se veía fuerte con sus hombros anchos y algo en su mirada daba la idea de que era el tipo de persona que sabía cómo salirse con la suya.

—     Debemos estar listos para el viaje—le decía el de Tauro—Cuida que tengamos animales suficientes, provisiones para todos los hombres y que nuestros baúles vayan bien provistos, no olvides nada.

—     No lo haré mi señor—dijo alegremente.

—     Nos espera un viaje pero si es la voluntad del cielo será el último.

Los demás que lo escuchaban daban de vítores ante la idea, un nuevo viaje pero que los llevaría al lugar que se convertiría en su hogar, era tan buena la idea, pensar que tendrían un sitio al cual volver y en el cual reposar. Podrían partir de inmediato.

La verdad era que estar listos no resultó una tarea larga ni complicada, siendo como eran hombres disciplinados y que sabían responder a una orden de mando, estar en camino fue algo veloz y sin inconvenientes. Se despidieron de su monarca, ya que debían pedirle permiso para irse de la corte, el cual les fue concedido.

—     Eres un hombre leal Aldebarán—le decía Shion—Que el cielo esté de tu lado en este nuevo camino.

—     Haré que lo esté, su majestad.

Un atento saludo inclinándose fue el final entre ambos, era el tiempo de separarse y encontrar una nueva manera de llevar su vida. Al de Aries le esperaba una corona y su reino, al de Tauro tierras y un esposo.

La pequeña caravana compuesta de guerreros se puso en camino con la fresca brisa de la mañana, llevaban la ruta pensada de antemano y se mostraban dispuestos a hacerle frente a ese nuevo destino. En los primeros momentos todos se mostraban optimistas y no dudaban en hablar de lo que esperaban de esas regiones en las que harían su nueva vida, se podrían hacer planes después de todo, las batallas habían terminado.

—     ¿Qué clase de territorio será?—comentaba Saga—Quizás sea una buena idea cultivar para tener cosechas.

—     O puede que sea un sitio para tener ganado—intervenía el de Capricornio—Sería también una buena idea.

—     Incluso podría ser una tierra para ambas cosas—decía emocionado Ikki—Puede que incluso cuente con agua corriente y huertas y hortalizas y…

—     No te dejes llevar por el entusiasmo—le dijo Aldebarán con tono amable—Primero veamos lo que encontramos y después haremos los planes necesarios, será mejor no adelantarnos a nada.

—     Pero…

—     Eres un entusiasta jovencito, pero recuerda que primero debes saber todos los hechos y después proceder.

—     Pero no siempre fue así en la guerra—lanzó el de Géminis.

—     En la guerra teníamos que tomar otras cosas en cuenta, como el tiempo y la necesidad—dijo con calma el de Tauro—Pero ahora podemos ver las cosas de otra manera, con tranquilidad, no pensemos como guerreros solamente.

—     Confiemos en los cielos—intervino una nueva voz—Los nuevos tiempos nos esperan a todos.

Quien hablaba en esos momentos era un caballero especial, ya que no se trataba de un guerrero de otro tipo, aunque alguna vez fuera de los que se lanzaban a la guerra, pero esa parte de su vida se había terminado. Se trataba de un eclesiástico. Su nombre era Dohko de Libra, sus ojos verdes veían todo lo que los demás parecían no ver, sus cabellos aun rojizos le daban cierto aire de autoridad, y sobre todo poseía el don de saber escuchar. Estaba con ellos desde hacía un tiempo, siempre como un apoyo y alguien en quien el de Tauro tenía toda su confianza, aunque sabiendo siempre que debería respetar sus silencios. Era además una de las pocas personas que sabía el pasado del de ojos oscuros…y de lo sucedido con Elnath, asimismo de estar al tanto de lo que contenía ese pequeño bolso alrededor del cuello de ese caballero.

—     Muy bien abate—le lanzó con tono burlón el de Géminis—Ya que todos estamos de acuerdo podemos irnos.

—     Así sea—afirmó el de Libra con una suave sonrisa.

Para Saga era una especie de entretenimiento el intentar hacer rabiar al de cabellos rojizos, aunque jamás lo conseguía, tan solo era tratado con una amable indulgencia por el otro caballero que lo consideraba una especie de chiquillo malcriado, y en otras un hombre muy solitario.

—     Entonces es el momento de continuar—finalizó el de Tauro con voz firme y convencida de lo que hacía.

Sus compañeros se mostraban de acuerdo y las monturas fueron llevadas con manos firmes, en esos momentos todos se mostraban optimistas sobre la recompensa que les había sido cedida, hacían planes y soñaban con ese lugar al que iban a llegar. Desafortunadamente el tiempo y el seguir avanzando los hizo ser más precavidos sobre los sueños que podrían tener, las cosas se estaban mostrando de otra manera, menos halagadora. Las primeras voces de entusiasmo se iban apagando constantemente y se volvían murmullos de preocupación.

El sitio al que se dirigían no parecía ser en nada lo que esperaban.

Era una verdad que la guerra se había terminado pero el de Tauro y sus compañeros estaban por comprobar que sus secuelas estaban muy lejos de terminar.

Conforme avanzaban las miradas de los hombres que llevaban su valiosa carga acumulada por el tiempo se convencieron que desde hacía mucho que no vieran una miseria semejante a la que los rodeaba. Los últimos tiempos de las batallas resultaron cruentos para demasiadas personas, no fueron pocas las que se lanzaron al combate justamente por ello. Sin embargo también existieron aquellas personas que se quedaron en sus hogares y sufrieron todas las consecuencias de los combates, las facciones, las ambiciones y la rapacidad de quienes intentaron obtener provecho de la falta de leyes y autoridad en la que vivían.

No fueron pocos quienes lo habían perdido todo, solo la vida habían conservado.

Y era justamente lo que parecía suceder con esas tierras.

Lo más grave era que ese terrible enemigo de la humanidad se había presentado con una fuerza increíble: el hambre.

En las ciudades los precios de los alimentos más básicos eran elevados pero en el campo  todo se volvía peor pues las cosechas se habían perdido por la guerra y el mal clima, así como la falta de una administración pública, todo ello provocó efectos muy negativos. La especulación y el acaparamiento acabaron con lo poco que había. La gente estaba asustada y sin alimentos. Se encontraban en un momento particularmente duro pues las pocas provisiones que se encontraban se acabaron y la resistencia de la gente estaba en los límites también, lo peor era que sus almas estaban cansadas. El clima empeoraba por la temporada que ya estaba en su final, el invierno era un asunto a tomar en cuenta.

Se contaban historias de todos lados, incluso que ya no quedaban perros, que se comía pasto y corteza de árbol. El ganado moría por falta de alimento, la gente peleaba por los despojos, intentaban pescar pero ya los peces no picaban, los molinos no trabajaban, las muertes aumentaban de forma alarmante. Tal vez un monarca por fin pusiera orden en semejante caos pero tomaría tiempo y las personas debían encontrar una manera de sobrevivir.

Aldebarán cabalgaba con los suyos llevando su preciosa carga, nadie hubiera sido tan necio para atacarlos, siendo como era que estaba custodiado por caballeros armados. Su ropa y carga, además de sus armas y monturas, los hacía avanzar muy por encima de la miseria que encontraban a  su paso en el camino. Los días de viaje los habían recorrido con facilidad pero conforme se acercaban a su destino resultaba imposible que varios no sintieran cierta aprensión por lo que les esperaba. Habían imaginado una tierra verde y fértil de brillantes árboles y arbustos, con ganado bien cebado y listo para comer.

La realidad los hacía dudar de cualquier buen recibimiento siquiera.

 

**********

 

Las capas forradas de pieles que los cubrían eran una bendición contra el aire helado que corría alrededor, sus monturas bien alimentadas y veloces acortaban la distancia mientras los hombres charlaban poco y especulaban mucho sobre lo que iban a encontrar al final de ese viaje. Aunque de eso el de Tauro no mostraba que le interesara, su mente se perdía en otro tipo de pensamientos. Intentaba concentrarse en la persona con la que iba a encontrarse, debía ser informado de las decisiones del monarca y del papel que ambos jugarían en ese proyecto ¿Qué le diría a ese joven con el que iba a casarse? Entendía muy bien la situación, serían una alianza por mandato de Shion de Aries quien ahora era el soberano de esas regiones.

Casarse era un paso importante para un hombre, tener un compañero al que se juraba lealtad y fidelidad, alguien con quien se esperaba que un día fundara una familia. Quizás las cosas no fueran mal, tal vez fuera uno de esos chicos insípidos y medio bobalicones que había visto en la corte de Shion, bastante simplones pero que cumplían con su parte en una alianza. Se les educaba de maneras que los hacían convertirse en pálidas excusas de hombres, incapaces de ser algo más que unos gazmoños. Sin embargo pudiera ser que contara con algo de suerte e incluso tuviera algo más de sustancia ese muchacho con el que debía unirse ¿Quién sabía? Hasta pudiera que fuera guapo y agradable, la suerte había estado de su lado, bien podría estarlo un poco más.

Esas ideas lo iban reconfortando, no era dado a imaginarse las cosas, prefería ver los hechos y solo hasta que conociera a ese heredero sabría cómo era en realidad. Debía continuar avanzando y limitarse a esperar, ya todo tendría un tiempo para desarrollarse, lo más importante era llegar y hacer válidos sus reclamos.

Esperaba por lo menos lograr algún tipo de entendimiento con ese hombre que tendría que aguardar por él.

El grupo avanzaba sin inconvenientes, pero conforme se acercaban a su destino se encontraban con un lugar que apenas parecía lograr sobrevivir. Como había llovido el barro los salpicaba mientras la gente, las monturas y los carros se movían. El de Tauro había decidido anunciar su llegada cuanto antes y resolvió enviar un mensajero que se les adelantara con el edicto del monarca pues ese sitio debía saber que llegaba como el futuro señor de esas tierras. Todos esperaban por lo que iba a suceder y necesitaban hacerse una idea sobre lo que iban a encontrar más adelante, así que el regreso del mensajero podía ser una manera de informarse de manera más exacta sobre lo que iban a encontrar. Sin duda el de cabellos negros deseaba llegar cuanto antes.

El caballo recorría el camino con velocidad para encontrarse con sus compañeros, la labor le había sido encomendada a Saga de Géminis, quien estaba bien dispuesto a cumplirla. Pero su expresión al reencontrarse dijo de inmediato a los demás que las cosas no se mostraban muy favorables de ninguna manera. Sus ojos verdes eran directos, como si dijeran que no valía la pena ocultar las cosas, lo que había comprobado hasta ese momento al menos.

—     ¿Qué has encontrado Saga?

Aldebarán preguntaba pero sin duda todos sus compañeros deseaban saberlo, así que el de cabellos azules respondió.

—     No son buenas noticias—dijo directamente el de Géminis.

—     ¿Qué has visto?—continuaba el de Tauro.

—     Temo que no están en condiciones de recibir a nadie.

—     ¿Cómo es eso?—preguntaba el de pupilas oscuras con desconcierto—Es un castillo con bosques y tierras fértiles, la aldea debe…

—     El castillo no está en condiciones—dijo el de cabellos azules.

—     Dime que has encontrado Saga.

—     Las tierras están arrasadas, no hay campos sembrados, ni ganado ni hortalizas, no hay nada.

—     ¿Nada?

—     Solo he visto gente harapienta, un puñado de desarrapados muy pobres que tan solo poseen la mugre y las pulgas que los cubren.

Las miradas de los demás indicaban preocupación pero el de Tauro no hacía un solo comentario, prefería esperar a ver con sus propios ojos sin duda.

—     Tenemos que avanzar—ordenó.

Todos lo harían, era lo que quedaba por hacer, aunque el de cabellos negros necesitaba hacerle una pregunta a su amigo de cabellos azules con discreción, lejos de los atentos oídos de los demás jinetes.

—     Dime Saga ¿Qué ha dicho ese chico sobre el matrimonio?

—     Leyó el mensaje Aldebarán, no sé qué pudo pensar pero al mirarme dijo que estaba conforme.

—     Muy bien.

No era una mala señal después de todo.

Al amanecer estaban llegando a las tierras prometidas, podían verse las torres de la construcción, el castillo debía ser una construcción formidable ¿Cuánto habría costado a la gente de los alrededores ese lugar? Debería defenderlos de las calamidades pero la guerra los había golpeado, los conflictos los aquejaban y las luchas causaron estragos. Los habitantes sin duda pagaron caro vivir ahí.

Conforme se acercaban el de ojos negros tuvo que convencerse que lo dicho por el de Géminis no era una mentira ni una exageración, el sitio sin duda había sufrido por los años anteriores de conflictos.

—     Pero ahora velaré por su bienestar—se dijo.

Era verdad que estaba muy dispuesto a cumplir con esas ideas, a trabajar por una tierra que fuera suya. Sin importar lo que pensara de su recompensa por los servicios prestados procuró que su semblante no cambiara en nada. Además quedaba un asunto importante por considerar: el joven heredero de esas regiones.

Era muy poco lo que sabía de él más allá de su nombre, era hijo de un caballero de la antigua (muy antigua) nobleza de Jamir, un caballero que tuvo la mala idea de sentirse in mecenas y paladín en tiempos tan revueltos, lo peor fue que todo eso era contra la familia de los Aries. Y ahora le tocaba a él casarse con ese chico porque si no era así no sería el señor de esas tierras. Pero lo haría, pues tener sus propias tierras bien valía una boda a su parecer.

Sus compañeros trataban de hacerse un juicio para saber de qué manera comportarse pero al ver al de Tauro tan serio y formal se decidieron por hacer lo mismo, seguirían ese ejemplo y esperarían por lo mejor.

La comitiva llegó a las puertas de la propiedad, lo que quedaba en pie pues estaba destruida parcialmente, aunque en su mejor época debió ser un sitio espléndido. Los alrededores no eran nada grato a la vista, el lugar más que abandonado se veía arruinado; los campos estaban vacíos y arrasados, los árboles del bosque avanzaban de manera irregular, se notaban huecos al azar…y era apenas la primera mirada. Pero siguieron avanzando hasta la puerta principal, donde seguían las marcas del sufrimiento, el panorama resultaba desolador en el interior. Se veían los muros derruidos, los techos caídos, los huecos en la construcción, no se escuchaba sonido alguno en ese instante. También se notaban los pisos de ladrillos interiores, un lujo muy extraño que pocos se habían dado y mucho menos en esas regiones.

Nada había sido respetado en ese lugar, todo lo que no se pudieron llevar había sido destruido.

El de ojos negros se dio cuenta que ya había personas ahí, observándolo, y contempló con elegante discreción a la gente de ese sitio. Tenían un aspecto extraño, asustado, trataban de mostrarse atentos pero todo señalaba unos tiempos malos, los que hacen de las personas gente huraña y cerrada, sobre todo con los desconocidos. De todas maneras avanzaron entre esas miradas silenciosas, hasta que se detuvieron en el interior del derruido muro que alguna vez cercara ese sitio.

Aldebarán sintió una oleada recorrerlo cuando puso un pie por vez primera en ese lugar, le pareció que echaba raíces desde ese instante. Respiró y avanzó al mismo tiempo ¿Qué iba a suceder? ¿Qué iba a encontrar? ¿Qué iba a hacer? La escena casi podría haber sido bochornosa pero una figura se adelantó, quedó a unos pasos de los recién llegados y los saludó con un suave movimiento.

—     Sean bienvenidos, celebramos su llegada a estas tierras.

Quien les hablaba era un hombre joven, tal vez llegaba a los veinte, apenas, sin duda podría ser menor. Poseía unos bellísimos cabellos rubios dorados y ojos brillantemente azules, además que su cuerpo se dibujaba por debajo de las sencillas telas que lo cubrían, parecía un sueño hecho realidad. Era el primer encuentro y podía significar muchas cosas para los dos, así que el de Tauro se adelantó y lo saludó con una leve inclinación, estaban frente a frente aunque no mostraban nada de lo que pensaban de manera personal.

—     Soy Aldebarán de Tauro—se presentó.

—     Bienvenido, soy Misty de Lagarto.

Y de esa manera empezaba un camino muy arduo para los dos, por motivos que ignoraban, pero descubrirían, con sus secretos, heridas y dolores que no podrían saber si serían aliviados o no.

 

**********

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

Si nada sucede subo la segunda parte la semana entrante.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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