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Ni tan Bella, ni tan Bestia. por xGoldenDreamsx

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Notas del fanfic:

Si te gusta la fantasía, los dramas, y los romances prohibidos esta historia es perfecta. ¡A disfrutar, se ha dicho!

Si hay errores ortográficos lo lamento mucho. Espero que mi escritura no sea tan penosa.

Sentado entre la maleza del jardín, enredaba sus dedos entre el pasto y una pequeña flor anaranjada, pero ésta no resplandecía con su típica belleza. No, en esas épocas no, no cuando la nieve caía a montones en la tierra y se imponía a la vida con su peculiar paz. Un fugaz recuerdo de su niñez embriagó su memoria.

—En mi opinión, el color rojo es el adecuado para ti. —Su madre sostenía una prenda mientras miraba el reflejo del espejo, complacida. — Es un vestido hermoso.

—A mí no me gusta. —Susurró él.

—Oh, ¿el verde, quizás?

—Ninguno, madre.

La mirada de su madre se volvió sombría, como si alguien la hubiera insultado profundamente, en su cien se marcaban arrugas de enojo. Elegantemente volteó hacia las costureras y las damas presentes, pidiéndoles cortésmente que se retiraran. Una vez sola, se sentó frente a su hijo.

—Hemos conversado con anterioridad acerca de esto. Si no te gusta el diseño, podemos cambiarlo, tenemos los medios y la facilidad de tu padre para…

—No me gustan los vestidos. —La cortó, sorpresivamente.

—Hija. —Resaltó la palabra mientras lo miraba, inexpresiva, era esa clase de tono que helaba la piel. Y así se sintió él, congelado, atrapado por la persona que amaba. — Si estás insinuando algo, sugiero que lo pienses seriamente, cada preciosa palabra de tu boca tiene una consecuencia.

Ella alargó el brazo para acariciarle la mejilla con sus dedos, sin sonreír.

—Podemos olvidar esto, sólo fue una pequeña disputa por el vestuario. Vamos a cambiarlo.

Su corazón latió rápidamente, más, se mantuvo tranquilo.

—No, mamá. —Susurró. — El rojo me parece cautivador.

—Rojo será, entonces.

El ambiente volvió a la normalidad, se abrieron las cortinas, las empleadas volvieron a trabajar, las voces retumbaron alegremente allí. Él se mantuvo firme mirándose en el espejo mientras tomaban sus medidas, pero toda la carga pesada se había transferido al pequeño corazón del muchacho.

—Te amo, hija.

Levantó los bordes de su vestido con algo de fuerza mientras siguió recorriendo el jardín, éste estaba formado por altos árboles, que se estiraban hacia el cielo en su majestuosidad, en cada uno de ellos habían enredaderas con flores de diversos colores que embriagaban el lugar. Era un decorado magnifico, como si la mismísima naturaleza hubiera declarado ese lugar como su hogar. En los tiempos buenos, los pájaros se posaban en las fuentes de cera y se bañaban allí; golondrinas, petirrojos, ruiseñores, palomas, etc. Cautivaban a cada persona que se acercaba a ese lugar, pues la melodía de todos estos animales reunidos daba un sonido único, esa música directa de la tierra, que solo conocen aquellos que viven rodeada de ésta. Sin embargo, el animal que más disfrutaba por ver cuando se escapaba al jardín era un perezoso pero ágil felino que venía y se marchaba cuando quería, un sucio gato callejero, como decía su madre.

Apoyó la palma de su mano contra un árbol, manchado de nieve, pues todo el lugar se encontraba adornado de blanco. Recuperó el aliento, admirando como el lugar cambiaba radicalmente con cada época, y aun así no dejaba de tener ese peculiar aire magnifico u embriagador. Se preguntó, angustiado, dónde podría haberse metido aquel gato amarillo.

No escuchó pasos de ningún extraño, lo que era favorable considerando que se había escapado de su hogar sólo para alimentar al gato amarillo. En invierno las probabilidades de sobrevivir de los animales bajaban considerablemente, y él no podía permitir que su amigo de años se fuera.

Escuchó un suave maullido entre los arbustos, y se metió allí sin considerar su vestido rojo, que quedó dañado por las ramas de los lugares estrechos. Unos ojos azules lo observaban con fiereza.

—Aquí estoy. —Susurró, acariciando a su único amigo, aguantando las ganas de llorar. — Siempre aquí estaré.

Kenma Kozume era su nombre, según decían, la chica más hermosa de la ciudad. Ella lo tenía todo, belleza, poder, dinero, encanto, carisma, elegancia. Era envidiada por todas las mujeres del pueblo y el capricho de todos los hombres, que peleaban por poder obtener solo una cordial cena con ella. Lo que no sabían de esta bella dama, era un pequeño secreto: ella era hombre.

Los padres de él, desde antes que naciera, habían acordado aliarse en un matrimonio con la familia más influyente y rica del país, los Reyes. Sus padres eran codiciosos, unos completos soberbios, y si tenían que entregar la posibilidad de tener una familia feliz, el amor de sus corazones, y la razón de sus mentes lo harían. Todo por el poder, todo por el prestigio.

El único inconveniente que tuvieron que enfrentar fue que el heredero legítimo de la familia con quien se aliaron, Los Kageyama, resultó ser un hombre. Y ellos, ese mismo año, también tuvieron uno. Eso arruinaría todos los planes que habían hecho, todo lo que habían soñado, así que pensaron que lo más sensato sería asesinarlo y tener otro hijo.

Para suerte de Kenma, ya había quedado el registro de su nacimiento, y con un chantaje de su familia lograron cubrir las huellas de su género. Oficial y legalmente, Kenma era una chica. Entonces, se dedicaron a criarlo como tal, a enseñarle como tal, y prepararlo para su casamiento.

Obviamente, esta falsa se revelaría hasta después del casamiento de Kenma y su prometido, y aunque quisieran no podrían separarse porque fueron unidos por el voto y la unión sagrada. Lo que sería un grave insulto para ambas familias, y no se arriesgarían a eso. Posiblemente simularían la falsa, y por su parte, el prometido podría tener amantes. 

A sus cortos 19 años su vida ya estaba escrita en un manual estricto, con rutinas que seguir, discursos que memorizar, y objetivos ajenos a sus deseos propios que cumplir. Jamás había tenido amigos, pues la influencia de su familia sólo hacia posible que las personas lo observaran de lejos, y si eran nobles, a lo más charlaran con él un par de veces en las cenas. Después, el personal de su casa estaba elegido de forma rigurosa y solo unos pocos sabían el secreto de Kenma.

Si este se esparcía, todos serían asesinados. Así que, ante los ojos de sus padres, todos los inconvenientes estaban considerados y bajo control.

Todos, excepto Kenma.

Él y su deseo por salir, huir de allí lo más lejos posible y dejar que la naturaleza lo absorba, correr lejos de vestidos ajustados, maquillaje, y tacones caros. Se odiaba a sí mismo por despreciar a su familia, al mundo entero, pero cada día se preguntaba por qué tenía que estar atrapado en el cuerpo de otra persona. Por qué nunca pudo salir a divertirse, jugar, tener amigos, o mínimo una enseñanza normal.

Odiaba ser la belleza más atesorada de la ciudad, porque sentía que estaba podrido por dentro. Se tenía asco, repulsión. Pero era fuerte, y por eso siempre se mantenía calmado o inexpresivo, jamás hablaba de más, jamás levantaba la voz o desobedecía, siempre guardaba todos los pensamientos sólo para él.

Era la única decisión propia que se permitía tener.

Escapar… ¿a dónde iría, de todas formas?

Habían leyendas horribles en los bosques, si de algo le había servido el aislamiento había sido para obsesionarse con la lectura, con la investigación, análisis, y observación de las cosas del mundo. Nunca se dormía sin haber leído una de esas misteriosas historias que contaban sobre el bosque, las montañas, los lugares inexplorados.

En especial sobre “El Bosque De Los Cantos”.

O, “Gran Bosque”, tenía muchos nombres. Este existía, obviamente, y si era el más famoso era porque rodeaba el este de la ciudad en gran parte, con sus inmensos árboles y diferentes cantos que se escuchaban provenir de allí, a veces de animales, a veces de mujeres hermosas, e incluso bestias. Por eso se ganó tal famoso nombre.

Estos no eran más que cuentos, pero si algo es cierto acerca del Gran Bosque era que todas las personas que se adentraban allí jamás volvían a encontrarse con vida. Con algo de suerte, se encontraban los cadáveres en el límite seguro del bosque, una vez cruzabas ese límite… nadie sabía que desgracias se encontrarían en él.

Por eso mismo, solo los más valientes se arriesgaban a explorarlo, cosa que dudaba hacer por sí mismo algún día. Odiaba su vida, y haría lo que fuera para cambiarla, pero no la arriesgaría tan abruptamente. Además… ¿Él? ¿Ella? ¿La chica más hermosa de la ciudad sobreviviendo en el bosque?

Huir a otros lugares tampoco era una opción, sus padres tenían ojos en todas partes. Al ser una familia de prestigio, el poder, la influencia y la manipulación era práctica de todos los días.

El gato ronroneó, oh, qué cautivador.

— ¿Qué? —El felino se restregó contra el vestido de él, cariñosamente, hasta que quedó con la panza hacia arriba y sus patitas jugaron en el aire. Sus ojos centelleaban. — No lo intentes, no puedo llevarte conmigo.

Ah, no podía resistirse a ese astuto animalito.

La chica del vestido estropeado de color carmesí avanzaba ágilmente por la entrada del jardín de su hogar, de vez en cuando apoyaba su espalda contra las murallas mientras comprobaba el ruido de los pasos de alguien, y al estar todo en perfecto silencio abrió una gran ventana con sutileza. Sus pies treparon un montón de piedras acumuladas firmemente debajo de ésta, y logró perpetuar en su hogar sin inconveniente alguno.

El gato saltó a sus brazos desde la ventana.

No se molestó en cerrarla, los empleados lo harían después de todas formas, pero por la hora tenía que estar en su habitación antes de la cena, o reunión familiar como le gustaba decir a su madre. Ahora, la única preocupación era subir por la escalera de caracol sin que la madera crujiera debajo de él, cosa difícil pero no imposible.

Llegó a su habitación sin ser observado por nadie y cerró la puerta con llave. No tenía tiempo, tenía que bañarse, arreglarse, y vestirse elegantemente antes de que llegara su madre. También, tenía que esconder el vestido que llevaba puesto. ¿Y qué hacía con el gato?

Aspiró hondo.

Sólo tenía que tranquilizarse, como siempre.

 

.  .  .

 

—Por favor, Lord Van Camille, sírvase con gusto. Nos cautiva su presencia esta noche.

Rió su madre, y los invitados.

La gran sala estaba infestada de empleados que traían y se llevaban diversos postres, utensilios de plata chocando con los platos de comida, e invitados elegantes que se sentaban a gusto en la mesa. Hoy era un día de celebración, según sus padres, pues faltaba poco para que su hija se casara finalmente.

Kenma, sentado en el borde de la mesa, simplemente se limitó a comer y sonreír.

—Créame, Señora Kozume, no podría estar más a gusto en esta mesa. —El Lord hizo un gesto entusiasta, y agregó— A menos que tengan más postres azucarados, que no negaría en recibir.

—Como siempre, está tan hambriento. —El Señor Kozume sonrió, pinchó con un tenedor una especie de pastelillo bordeado con miel y lo sirvió en su plato. Al mismo tiempo, un empleado le ofrecía uno igual al Lord. —Tenemos al mejor Chef de la ciudad trabajando para nosotros. Tiene un don, realmente, hace maravillas con cada ingrediente que toca.

—Concuerdo totalmente. —La Señora Kozume dio unos toques con su servilleta en sus labios, limpiándoselos. Luego entrelazó los dedos. — Pero no estamos reunidos para hablar del Chef. Sino de mi hija. ¡Su casamiento será en una semana! Y, todos están cordialmente invitados.

Hubo más risas y felicitaciones de parte de los invitados. Kenma se estremeció, murmurando un dulce “Gracias” a cada uno.

—Oh, la bella Kenma, no sabes cuan feliz me siento por ti. Si hubiera sido más joven, no sabes cuánto habría hecho por tu mano. —Agregó el Lord, mientras bebía vino— Ustedes fueron bendecidos con una hija tan hermosa, totalmente, siento algo de envidia.

—Van Camille, oh, no es necesario. Nosotros estamos felices de que sigas apoyando a esta humilde familia. —Su madre sonrió grotescamente, ella era una arpía, y mentir era una de sus mayores destrezas.

—Han llegado rumores sobre el afortunado prometido. —Agregó una invitada, de la cual no recordaba su nombre— ¿Nos haría el honor, Señora Kozume?

—Con gusto. —Se levantó cuidadosamente y se irguió solemnemente frente a la mesa, cruzando las manos en su vientre. Observó a todos los invitados. — Oficialmente Tobio Kageyama y mi hija, Kenma Kozume, contraerán matrimonio.

— ¿Y no nos dirá nada la prometida?

Los ojos se desviaron hacia el fondo de la mesa, ella sostenía una taza a medio beber y al darse cuenta de los demandantes ojos de sus padres se levantó, casi precipitadamente. El corazón le latía muy rápido, no tenía planeado hablar, pero mantuvo la compostura y las palabras brotaron tan falsamente, pero sin ninguna dificultad.

—Me siento honrada por la afectividad que he recibido estos días de las diversas familias presentes aquí. Dichosos deben estar, pues mi futuro cada día resplandece más gracias a ustedes, en especialmente a mis padres. —Los ojos de su madre estaban fijos en ella, como hielo, y entendió enseguida lo que le decía. Tragó saliva, y sonrió ampliamente, cautivando a todos, pues nadie podía reconocer el dolor en sus ojos. — Estoy… completamente enamorada de Tobio, y espero que seamos felices el resto de nuestras vidas. Gracias, disfruten este gran día, por favor.

Un montón de aplausos inundó el lugar, pues todos admiraban a la bella dama que estaba de pie, incluso los empleados aplaudieron respetablemente. Ella, temblando, en su torpeza e incomodidad tiró el mantel, lo que produjo que su taza se cayera estruendosamente.

Un par de gritos y rápidamente los empleados estaban limpiando el lugar, recogiendo los pequeños cristales, pero el contenido caliente de la taza le había caído en las manos y en parte del vestido.

—Eso es un augurio de mala suerte. —Escuchó murmurar a alguien, pero sin identificarlo.

Hija, dame tus manos. ¿Estás bien?

Su madre se había acercado rápidamente por seguridad, muy poca gente se acercaba a su hija por las mismas órdenes de ella. Kenma soltó un pequeño quejido cuando le tomó las manos, se había quemado los dedos, pero lo más alarmante llegó cuando su madre le estiró el brazo y vio los rasguños que se había hecho por estar metido entre las ramas. Su expresión y tono de voz lo aterraron.

—Estuviste en los matorrales otra vez. —Murmuró con desprecio. — “Hablaremos” más tarde, ve a cambiarte.

—No es lo que crees… —Intentó excusarse sin éxito.

—Señorita Kenma, ¿se encuentra bien? Déjeme, yo la ayudo. —Se había acercado una gentil empleada a ayudarlo.

—Ella puede hacerlo sola, gracias, Brenda. —Determinó su madre, fulminando con la mirada a la gentil mujer.

Ah, aun cuando dice eso, ella siempre prefiere hacer otras cosas antes que dialogar conmigo.

Todo se resume en dejar en claro quién manda. A veces jala mi cabello, a veces me ahoga en la bañera, a veces araña mi espalda.

Mientras no haya evidencia física a la vista de los demás, está bien.

 

.  .  .

 

—Kenma, regresaste, qué gusto, te ibas a perder la mejor historia de la noche. —Su padre, algo sonrojado por el alcohol, le sonrió.

—Espero no haberme perdido de nada importante.

—Continúa, Gregory, adelante.

—Todo empezó cuando la matanza del ganado empezó a aumentar, muchos ciudadanos afirmaban que era producto de una bestia nunca antes vista. —El hombre tenía arrugas pesadas en la cara, parecía haber visto todo tipo de cosas, parecía un guerrero viejo. — Nosotros, obviamente, no nos creímos esas historias. Así que mandé a una decena de hombres a hacer guardia por el resto de los días. Oh, el día en que me entregaron la noticia estaba tan feliz por el cumpleaños de mi esposa… Era un dichoso día para mí, a pesar de que estuviera lloviendo. —Se rascó la barbilla, inquieto, como si odiara recordar eso. — Entonces apareció el mensajero en mi puerta, temblando, me costó minutos hacer que dijera alguna palabra entendible, y cuando lo hizo… ¡Oh! ¡Desearía no haberlo escuchado!

—Mis condolencias, Gregory. —La señora Kenma tomó un poco de vino.

—Todos mis hombres, muertos. ¿Saben lo qué es eso? Ellos eran hombres formidables, excelentes soldados, con honor. No cualquiera podría hacerles frentes… ¡Mis soldados son impecables! Aun así, sus cuerpos estaban destrozados. Ya deben imaginarlo: Con los intestinos afuera, sin partes del cuerpo, arañados y mordidos… ¡Obviamente se trata de una manada de lobos salvajes que se ocultan en El Gran Bosque! —Se llevó las manos a la frente, cansado. — Pero lo más perturbador es que no hemos tenido noticias de esos lobos desde hace días, el ganado sigue igual hasta ahora. Por eso, entre la guardia civil, estamos todos atentos a cualquier extrañeza. Estamos muy ocupados. ¡Claro que sí!

— ¿Eso significa que siguen un ciclo para cazar? —Preguntó, curioso, Lord Van Camille. — Los lobos, me refiero.

—Es lo más probable, sino, ¿cómo explicar la matanza al ganado y a mis hombres? —Contestó Gregory.

De repente, una señora que había estado callada la mayor parte de la cena habló. Kenma no conocía mucho a la mujer, de hecho, no se había dado cuenta de su presencia esta noche, cosa que lo sorprendió hasta a él.

—Eso es porque no eran lobos, Señor Gregory. —Dijo ella. Tenía el cabello rubio y cortado perfectamente hasta los hombros, sus ojos eran cafés. Su rostro era desafiante a simple vista, alguien interesante. — Los lobos simplemente cazan. No son tan inteligentes como para organizarse cazar unos días, cuando el lugar está desprevenido, y otros no. Y menos matar una docena de hombres sin quedar ningún lobo herido o muerto.

—Oh, nuestra querida Saeko Tanaka finalizó su silencio. —La madre de Kenma la miró con fiereza y superioridad. — Entonces, ilumínanos. ¿Según tú, qué atacó a los soldados?

—La Bestia del Gran Bosque.

Todos se quedaron en silencio simultáneamente, después, de a poco, se empezó a escuchar la risita de la Señora Kenma y su esposo, a continuación la risa de los demás. Kenma no se rió, pues aquella chica había llamado su atención enseguida. Había algo en sus ojos… había fuego.

—Es una buena broma. —Mencionó Gregory, burlesco.

—No es ninguna broma. —Bebió vino, tranquilamente. — Si me permiten, me gustaría contar mi historia.

—Adelante. —Sonrió con burla la Sra. Kozume.

La mayoría de los presentes resoplaron, sin tomarse enserio a Saeko Tanaka, pues desde siempre su familia ha tenido fama de ser extraña. Sin embargo, por primera vez en la noche Kenma ansiaba escuchar a un invitado de allí.

—Primero que todo, deben tener claro que todo lo que dicen del Gran Bosque es cierto. Contiene seres extraños, y maravillas ocultas a los ojos de nosotros. Este bosque es protegido por la naturaleza y la vida misma, y uno de sus guardianes, es La Bestia. —En ese instante, los ojos de ella conectaron con los de él, y sintió una chispa florecer. — La Bestia cuida el bosque, no deja que seres como nosotros entremos allí a profanarlo. Según dicen, tiene más de 1000 años, y puede ser tanto hermosa como devastadora. Algunos dicen que es un felino enorme, otros que tiene grandes alas, tan grandes como el porte de esta mesa. Sus garras son capaces de degollar con solo un roce, y sus ojos te petrifican al instante. Cada persona que se ha encontrado con ella ha muerto.

—Si todos han muerto. —La cortó la Sra. Kozume con irritación. — ¿Cómo es que sabes cómo es?

—Yo jamás he afirmado saber cómo es. —Sonrió arrogantemente la rubia. — Pero, nuestros ancestros tenían un voto de paz con el bosque, lo cuidaban y respetaban. Gracias a eso, algunos guardianes del bosque se les presentaban. Lo sabrían si no hubieran prohibido el libro sobre el bosque, deberían leerlo.

—Se prohibió porque eran puras patrañas. Fantasías absurdas que hacía a la gente volverse loca e inútil.

—Querida. —Agregó, el Sr. Kozume. — Déjala continuar.

—…Eso era antes. Los tiempos han cambiado, ahora nadie cree en El Gran Bosque, mandan a cazadores a devastarlo y encuentran su fin allí entre las garras de La Bestia. Ésta debe estar enojada, furiosa con todos nosotros, por haber maltratado tanto al bosque por nuestra codicia… ambición… —Miró a cada uno de los presentes con un semblante serio, creía firmemente en lo que mencionaba. Algunos temblaron con ímpetu, pues era imposible no imaginarse a aquella bestia. — Y éste es el comienzo de todo. Pronto, las consecuencias caerán sobre todos aquí.

Gregory fue el primero en reír.

El Bosque existe para ser profanado, querida. ¿De dónde crees que sacamos nuestras materias primas? ¿El ganado? No es codicia ni ambición, solo el deseo de sobrevivir… ¡Lograr una vida con más comodidades en esta ciudad!

—Pero explotarlo no ayudará en nada.

Esta vez, el ceño de Gregory se frunció, parecía molesto.

—Hemos vivido por años aterrados a ese asqueroso bosque por nada… es momento de hacernos fuertes. Tener más territorio, más beneficios, y acabar con estas absurdas leyendas. Recaudaré cazadores, soldados, todos los valientes disponibles para explorarlo… ¡Y ya verás lo equivocada que estás! ¡Oh, sí! —Sonrió con arrogancia. — Exista una bestia o no, mis hombres acabarán con ella.

—Quizás… las cosas no saldrán como piensas.

Sí, ella lo estaba mirando y él no sabía por qué, era como si sus agudos ojos le quisieran transmitir algo tan difícil de descifrar, y una pequeña llama se prendía en su pecho inexplicablemente.

—¿Qué insinuas, Saeko? —Preguntó su padre.

—Sólo digo… tengan cuidado.

Mientras lo decía, lo seguía observando, como si de una Bruja se tratara.

Esa pequeña y absurda historia sin forma sería el comienzo de todo.

Notas finales:

Como en la edad media no hay videojuegos, hice a Kenma un adicto a la lectura.

Espero que lo disfruten, esta historia me vino después de leer "Donde los árboles Cantan" y la inspiración surgió enseguida. ¡Espero que les guste! Mañana el siguiente capítulo.

Hasta pronto.

(^^)


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