Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Metamorfosis por zion no bara

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Siguiendo mi costumbre de año nuevo, inicio este 2017 con una nueva trama y con una nueva pareja para mí. Espero que les guste la trama, solo una locura de mi cabeza para empezar este año.

Les deseo un increible 2017, a ustedes y los suyos.

 

Notas del capitulo:

Es una trama que se me ocurrió, recordando que estos dos se enfrentaron en la casa de Leo. 

Es un poco largo para un one-shot pero preferí no dividirlo, espero que les guste.

 

Por mirar la pequeñez de un gusano podemos perder la grandeza de un eclipse.

Confucio.

 

El niñito miraba con la fascinación de la repugnancia al pequeño insecto que se arrastraba por las raíces del elevado árbol, estiró la manita para evitar que avanzara con una hoja como escudo, para después reírse.

—     ¿Qué haces Aioria?—le preguntaron con curiosa autoridad.

—     Nada Aioros.

Pero el otro que ya era un jovencito se acercó y comprobó con una mirada lo que sucedía, movió la cabeza con desaprobación.

—     Aioria…

—     Voy a aplastarlo.

—     No harás eso.

El tono se había hecho duro al hablar, haciendo que el menor se quedara quieto y a la expectativa.

—     Es un gusanito que busca un lugar para cambiar—decía el mayor.

—     ¿Cambiar?

—     Si, este tipo de insectos cambian llegado el momento.

—     ¿Cómo cambian?

—     Se transforman en mariposas ¿no lo sabías?

—     ¿De verdad?

Pero se notaba que el niño rubio no podía comprender que algo tan bonito como una mariposa naciera de algo tan feo como un gusano.

—     Si—continuaba explicándole su hermano mayor—Tienen algo llamado metamorfosis, pasan de gusanos a mariposas.

—     ¿Incluso este tan feo?

—     Si.

El niño miraba al gusanillo que continuaba con su camino por el tronco, en busca del sitio ideal para transformarse, era su momento.

Ya llegaría el de los demás.

 

**********

 

Los años pasaron, hasta llegar a tener una vida en una corte bajo el mando de un señor aunque no era un asunto sencillo, no si se te señalaba como el responsable de un delito. Todo era más complicado si se era una persona inocente del cargo que le estaban imputando pero no contaba con pruebas para demostrarlo.

—     Mi señor, juro que soy inocente.

Quien hablaba era una guapo joven de cabellos rubios y ojos verdes, nadie dejaba de notarlo, era gallardo, fuerte, bien parecido, con un algo que lo hacía sobresalir entre una multitud. Si no bastaba se trataba de un arrojado y valiente caballero para la batalla, hábil con las armas y un leal servidor de su señor. Aunque nada de eso parecía ser de ayuda en esos momentos que estaba ante toda una corte defendiéndose de una acusación que jamás se había imaginado.

—     No hay en mi culpa alguna—insistía el joven.

—     Solo sé que mi esposo está enfermo y que fuiste el último en brindarle una copa rebosante de vino.

Saga de Géminis era un bravo e inteligente caballero que había logrado mantener el orden y la justicia en sus tierras, pero al mismo tiempo era alguien que amaba profundamente a su compañero, un bello y delicado caballero llamado Shaka de Virgo. Por eso no estaba dispuesto a perdonar a nadie que le causara daño.

Era desde ahí donde se originaba todo ese círculo en el que el joven Leo se veía cercado y sin salida.

Un par de días antes Saga y los suyos se habían reunido en el comedor, amplia habitación rodeada de paneles labrados de madera aromática, para celebrar una buena cosecha. En medio del festejo la belleza de un hermoso rubio dorado como Shaka de Virgo no dejaba de ser notada y celebrada por los presentes. Entre ellos los hermanos Aioros de Sagitario y Aioria de Leo, no dejaron de hacerle los honores debidos a su categoría. Ambos caballeros estaban muy unidos y no había manera de dudar de sus virtudes, pues sus servicios y hazañas en favor de su señor eran bien conocidos por todos.

Que los parientes llevara diferente nombre se debía únicamente a que eran sus nombres de batalla, ganados generalmente en base a sus habilidades durante el combate, por eso el mayor, Aioros, llevaba el nombre de un arquero celeste. En cambio, Aioria, el menor, se comportaba como todo un león en combate. Se querían mucho y por eso los eventos que siguieron se harían mucho más complicados.

—     Shaka luce hermoso esta noche—comentaba el menor.

—     Así es, pero tal vez no debas mirarlo tanto—le sugirió el mayor—Es un hombre casado y lo sabes.

—     Jamás haría nada como pretender enamorarlo pero si un día me caso quisiera que mi esposo fuera una belleza como esa.

—     Hay cosas más importantes que la belleza hermano.

—     Puede ser, pero si me dan a escoger mi esposo será una lindurita que parezca ni siquiera caminar cuando esté en pie y que se asemeje a las esculturas de dioses en el reposo y la quietud.

Aioros, que era un atractivo hombre de mirada parda y cabellos castaños, sonreía con indulgencia, sabía que a su hermano le faltaba tiempo para descubrir que en la vida de un hombre las cosas no son solo lo que pensamos que queremos sino lo que en verdad necesitamos.

Como fuera la reunión continuaba, los presentes daban brindis y comentaban entre ellos bajo la luz de las antorchas. Fue en ese momento que Aioria decidió que podía hacer algo más que solo mirar de lejos y tomó una copa de vino recién servida para dirigirse a Shaka con una sonrisa de abierta amabilidad.

—     Aioria de Leo—lo saludó el de cabello dorado.

—     Mi señor, espero poder brindarle un servicio que le sea agradable—respondió galantemente.

A continuación le tendió la copa servida y el otro caballero la tomó, en un gesto de abierta complacencia bebió ante la mirada de los ojos verdes del otro joven, todo parecía ir bien hasta ese momento.

—     ¿Cómo va todo?—terció una voz.

Los dos vieron acercarse a Saga de Géminis, con sus largos cabellos azules y la mirada glauca que no se separaba de su hermoso compañero.

—     Aioria de Leo me salva de una sed terrible—dijo su esposo.

—     Me alegra saber  que mis caballeros están atentos a todo.

El joven hizo un gesto de asentimiento, estaba complacido con lo que sucedía pues no se podía sospechar de nada después de todo.

Como ya era tarde las personas sabían que no pasaría mucho para que tuvieran que retirarse, lo cual sucedió, pero también ocurrió algo más.

Shaka de Virgo iba caminando hacia la puerta cuando pareció marearse, su esposo estaba a su lado de manera solícita de inmediato.

—     ¿Te sientes bien?

—     No es nada, solo fue un mareo.

Eso parecía ser todo, pero no lo era.

En el transcurso de los siguientes dos días el estado del rubio empeoró, no comía, no bebía, tuvo fiebres intensas y se debilitaba con una velocidad asombrosa. Los galenos llamados a su lado hicieron su labor pero no encontraban respuestas, no hasta que uno de tales caballeros dijo lo que pensaba.

—     Esto es obra de un embrujo.

La respuesta podría ser tomada como una burda farsa, pero no en esos tiempos, no en esos lugares, y como no se encontraban respuestas más aceptables quedó establecida como la verdad que el de cabellos dorados estaba hechizado. Desde ese momento las respuestas que se buscaron eran otras y empezó a separarse en una dirección.

—     Aioria de Leo fue el último al lado de Shaka de Virgo.

Esas palabras comenzaron como meros murmullos, se convirtieron en rumores, cuchicheos y alcanzaron el punto de verdad a medias pues no se decía nada en claro. Lo que si se notaba era que empezaba a formarse una especie de vacío alrededor de los hermanos, aunque los jóvenes aún no sabían el motivo.

Sería Aioros quien terminaría descubriendo lo que se comentaba y no pensaba soportarlo, de ninguna manera permitiría que su hermanito estuviera en medio de semejantes historias. Por eso terminó enfrentando a los murmuradores de manera abierta, pero eso solo provocó un alboroto que hizo que el señor del lugar mirara con sus ojos verdes de manera directa al caballero castaño.

Cuando Aioria supo que su hermano mayor estaba detenido no dudó en ir a buscar respuestas pero lo que encontró fue que de inmediato lo señalaban como culpable de algo inesperado.

—     Quiero saber por qué mi hermano es tratado como un criminal—exigió el joven  de cabello rubio.

—     Soy yo quien está en calidad de hacer reclamos—le lanzó el de Géminis.

El joven no comprendía lo que estaba pasando, todos miraban alrededor y parecían hacerle un juicio ¿Qué era todo eso? Veía esos rostros alrededor, gente a la que conocía, y que ahora parecían saber algo que él no. Solo quedaba saber el resto para que supiera lo que estaba ocurriendo.

—     ¿Qué le has hecho a mi esposo Aioria de Leo?

—     No comprendo mi señor.

—     Shaka estaba bien, brillante como un rayo de sol, pero le diste vino y ahora no puede levantarse de la cama siquiera.

—     Solo brindé a su salud.

—     ¡Lo has hechizado!

Fue una respuesta directa, que no admitía réplicas y de verdad que el joven de Leo no entendía nada de lo que estaba sucediendo. No tardó en protestar su inocencia pero no le estaba ayudando en nada. Saga de Géminis solo sabía que su amado compañero estaba enfermo y ya que no obtenía otras respuestas estaba en un punto en que podía escuchar a los demás que susurraban ese veneno en sus oídos.

Aioria se sentía perdido ante tales cargos, no veía la forma de defenderse, pero había voces a su favor aún, entre ellas las de un caballero que según se decía solo hablaba cuando era necesario. Su nombre era Dohko de Libra y no creía que ese joven tuviera algo que ver en semejante historia, y por eso pensaba intervenir.

—     Aioria de Leo jamás ha actuado de manera que nos permita creer que miente—dijo el caballero.

Se trataba de un alto hombre de cabellos rojizos y mirada glauca, quien siempre se pondría de lado de la causa que consideraba justa. Conocía a los hermanos y no creía nada de esas acusaciones, por eso no pensaba quedarse callado.

—     ¿Puedes probar que no ha hecho nada contra mi esposo?—preguntaba el de Géminis.

—     No, pero puedo asegurar que le es leal mi señor.

—     Mi esposo está sufriendo en esa cama, no hay cura a su mal, y él fue el último en brindarle vino, él debió hacer esto.

Se notaba que Saga estaba guiado por el dolor y el resentimiento de otras voces que veían con gusto la caída de ese chico y de paso la de su hermano. Pero aún había esperanzas si era posible poner las cosas a favor del de cabellos rubios.

—     Mi señor—declaraba el de Leo con solemnidad—Solo he tenido hacia ti lealtad y el respeto absoluto a tu esposo, jamás haría nada que los dañara, por el contrario, siempre estaré a su servicio.

—     ¿De verdad?—preguntaba el de cabello azul.

—     Por supuesto.

El de Géminis parecía pensar con profundidad las cosas y ante eso dio una respuesta semejante a un desafío.

—     Si en verdad eres inocente probarás tu lealtad Aioria de Leo. Saldrás a los caminos y buscarás la cura al mal de mi esposo.

De inmediato se dejaron escuchar murmullos entre los presentes, pero no era todo en esa historia.

—     Y para evitar que sientas la tentación de partir y no regresar, tu hermano se quedará aquí, en las mazmorras.

El revuelo de esas palabras fue mayor.

—     Tienes hasta la luna nueva para volver, de lo contrario haré que Aioros sea ejecutado al amanecer.

El de cabellos rubios no parecía creer lo que escuchaba, pero no veía más camino que seguir adelante con la encomienda. Debía partir de inmediato, el tiempo estaba en su contra en ese instante.

 

**********

 

El camino que se abría ante el joven Leo no era sencillo, lo había recorrido tatas veces al acercarse o alejarse de la propiedad que lo conocía hasta con los ojos cerrados. Pero lo de ese momento era nuevo, no estaba siendo tratado como un joven y bravo guerrero, sino como un criminal al que ya se le había dictado sentencia. Mientras cabalgaba sobre su caballo, un animal muy brioso que podía manejar con una mano en las riendas, sus pensamientos eran en una sola dirección, en lo que se estaba jugando con ese viaje. La escena vivida ante Saga de Géminis no le dejaba espacio para las dudas  sobre el resultado si fallaba.

—     Aioros…

—     Tienes que irte Aioria.

El castaño mayor era directo, para él la situación solo dejaba un camino de acción y sobre todo pensaba en la seguridad de su pariente.

—     Buscaré esa respuesta hermano—le aseguraba el rubio.

—     No, tienes que irte y nunca volver—le decía el de Sagitario.

—     ¿Qué? ¿De qué estás hablando?

No lograba comprender de lo que se trataba esa charla, pero el de mirada parda tan solo veía lo que le parecía muy claro.

Antes de irse se permitió a los dos parientes encontrarse y charlar un par de minutos, un favor logrado por mediación de Dohko de Libra, el tiempo no sobraba, por lo que el mayor encontraba que su deber era poner a salvo a su hermanito por encima de todo.

Aunque el otro joven no lo comprendiera.

—     Aioria, tienes que irte de aquí y jamás volver.

—     ¿Cómo puedes pedirme eso? Saga ha dicho que te ejecutará si no regreso antes de la luna nueva.

—     Es justamente lo que quieren hermano, que los dos salgamos de escena de manera definitiva.

—     ¿Quieren, quienes?

—     Hay muchos envidiosos alrededor Aioria, estoy seguro que todo esto ha sido un plan armado para ir deshaciéndose de gente que consideran peligrosa.

—     Si sabes su nombre solo dímelo y haré que confiesen.

Por la manera en que cerraba el puño estaba muy dispuesto a cumplir con su amenaza pero el castaño veía mejor las cosas.

—     Eso no servirá de nada Aioria ¿no lo ves? Lo único que quiero es que cuando salgas de aquí no regreses.

—     Pero…

—     Hermano, si me amas, no regreses.

Era lo último que podrían decirse ya que en ese instante llegaron un grupo de guardias que los hizo separarse. El castaño fue guiado hacia las mazmorras mientras que el rubio lo veía alejarse. Podría haberle suplicado que no regresara pero no iba a cumplirlo, estaría de vuelta y con una cura, lo salvaría y limpiaría su nombre.

Y arreglaría cuentas con quienes les tendieron esa trampa.

Pero primero lo primero, tenía que encontrar la cura de Shaka de Virgo.

Siendo ese el panorama lo mejor era ponerse en camino de inmediato, tomó a su mejor caballo y se puso en camino de inmediato, necesitaba encontrar respuestas y todo antes de la luna nueva. No había mucho tiempo para él y para Aioros, así que debía encontrar una cura, no importaba lo que dijera su pariente, no pensaba marcharse de esa manera y no lo iba a abandonar por nada del mundo.

Por eso el camino que se abría ante el joven de los ojos verdes era tan distinto, no se trataba de él y lo que creía, era mucho más importante ya que la vida de su hermano dependía de él.

No dejó de moverse por todas partes, de hacer preguntas, de ofrecer recompensas, pero nada le daba respuestas. Era para sentirse desesperanzado que las cosas ocurrieran de esa manera, que no hubiera forma de ayudar a Shaka y salvar a Aioros.

Sus andanzas lo llevaron, cuando ya caía la noche, a las orillas de un bosque que a primera vista se veía como cualquier otro, pero al acercarse más y más no lo era. Existía una especie de oscuridad en el lugar pero por alguna razón no era tenebrosa, no había manera de explicarlo, solo era tranquila. No se escuchaba sonido alguno, no se veían animales nocturnos, parecía que ni siquiera soplaba el viento entre las hojas de los elevados árboles. Había algo extraño en ese sitio pero estaba cansado y no pensaba más que en avanzar y lo hubiera hecho de no ser porque el cansancio era ya demasiado. Incluso su caballo mostraba señales de una fatiga aguda. Solo por eso el rubio terminó cediendo al deseo de un poco de reposo, se apeó y amarró las riendas a una rama.

—     Lo lamento—le dijo a su montura—Descansemos.

Pero al tenderse sobre la hierba se dijo que no contaba con tiempo, había agotado sus medios en descubrir la respuesta que necesitaba para salvar a su hermano y no tenía nada. Pensaba en que si tuviera más tiempo tal vez podría hacer algo más, pero sabía bien que no era así. La luna continuaba con su avance en la bóveda celeste y su tiempo se estaba terminando, era para que a cualquiera se le rompiera el corazón con ese panorama. A pesar de lo lúgubre de sus ideas terminó rendido por el cansancio y se durmió, intentando encontrar una respuesta que lo ayudara a salvar a su hermano.

Todavía no se alzaba el sol cuando Aioria despertó, de inmediato se dio cuenta de varias cosas, entre ellas que el bosque en el que se había internado no cambiaba demasiado con la luz del día y que se había quedado dormido a la entrada de una especie de gruta, pequeña y húmeda.  Lo más interesante era que estaba descalzado de sus botas, se encontraba cubierto con una ligera sábana delicada como una telaraña y había un pequeño y acogedor fuego a su lado donde descansaba un cuenco de madera con frutas y otro idéntico a su lado con agua.

Sus ojos verdes miraban alrededor, intentando encontrar una respuesta a lo que ocurría, no había escuchado nada ni presentido peligro alguno y eso que sus sentidos como combatiente eran muy finos. Se puso en pie de un salto y notó que llevaba sus armas, las cuales estaban limpias y listas para ser usadas, si no bastaba su montura estaba bien comida con un buen y fresco herbaje. Alguien se había tomado muchas molestias en atenderlo, a todas sus necesidades, pero no veía quién pudiera ser ni el porqué, de todas maneras se dispuso a ser agradecido.

—     Muchas gracias—dijo en voz alta—Está ayuda me es muy valiosa en tiempos tan penosos para los míos, no dejaré de agradecer tan buena voluntad.

Esperó en silencio por una respuesta pero no obtuvo nada.

Sin estar seguro de lo que ocurría prefirió calzarse las botas y comer y beber hasta sentirse satisfecho, lo cual fue sencillo cuando los alimentos eran frescos y deliciosos. Una vez cubierta esa parte se limpió el rostro con un poco del agua que le quedaba y se quedó pensando en si debía hacer algo más. Vio que su caballo estaba listo también para seguir, así que no podía quedarse mucho tiempo ahí.

—     Quien seas—dijo en voz alta—de verdad doy gracias por tu ayuda, si hay algo que pueda hacer por compensarte lo haré.

Pero nadie dijo nada.

—     Soy Aioria de Leo y nunca olvidaré este bondadoso acto.

Se sentía listo para partir, así que dobló con cuidado la bonita tela con la que lo habían cubierto para dejarla a la entrada de la gruta, iba a irse cuando vio que una tela similar se movía desde la oscuridad, como una sombra, y debajo de la tela estaba una especie de mano. Se quedó sorprendido por unos segundos pero se decidió a averiguar un poco más. Se inclinó hacia el sitio, aunque tuvo que agacharse para acercarse y se esforzaba para ver hacia la oscuridad.

—     Te saludo con respeto—dijo.

Pero no veía nada.

—     Me has ayudado, muchas gracias, no me han mostrado esa gentileza con frecuencia, mucho menos en los últimos días.

Pero no escuchó nada.

—     Debo seguir mi viaje—continuó—Hay vidas que dependen de ello, de que sea capaz de encontrar una respuesta, gracias de nuevo.

Se puso en pie y fue hacia su caballo, pero en ese momento una voz se dejó escuchar desde la gruta.

—     ¿Qué respuesta buscas Aioria de Leo?

Era una voz extraña, como la de alguien muy viejo o muy cansado, no estaba seguro, pero de todas maneras volvió a acercarse.

—     La vida de mi hermano y de otro hombre dependen de que encuentre una cura, para un mal que no han podido definir, pero si no estoy de vuelta antes de la luna nueva mi hermano morirá, y sin una cura también lo hará otro hombre.

—     ¿No sabes lo que ha sucedido entonces?

—     Solo sé que mi tiempo se acaba y no sé más que cuando partí.

—     La luna nueva está muy cerca.

—     Lo sé.

Los ojos verdes del joven brillaron con tristeza, tal vez fue visto por el de la gruta pues se decidió a salir y dejarse ver.

Aioria vio moverse algo que le pareció una especie de gusanillo en un principio, minúsculo y lento, enrollado en sí mismo, pero se convenció que era un hombre arropado con telas livianas y oscuras. De todas formas era pequeño, con un algo en su aspecto desagradable, de ojos saltones y facciones oscuras, no tenía cabello y parecía encorvarse como si tratar de ocultarse de algo. Si, algo en él hacía pensar en un gusano, pero hubiera sido muy descortés decirlo después de todas sus amabilidades.

Solo lo miraba pero no le decía ni una palabra, así que el de Leo continuó con la conversación entre los dos.

—     ¿Quién eres?

—     En este momento soy Raimi de Gusano.

Iba a decir que ese nombre le iba bien pero se contuvo.

—     ¿Por qué me has ayudado Raimi de Gusano?

—     Porque necesitabas ayuda.

—     Gracias, de corazón, si hay algo que pueda hacer por ti solo házmelo saber.

—     Dime cuál es esa respuesta que buscas.

El de ojos glaucos le contó lo sucedido, que servía con su hermano a Saga de Géminis y parecían haber sido implicados en una trama de maldad y envidia, que Shaka de Virgo estaba enfermo y que sin importar lo que dijera Aioros regresaría.

—     Aún si debo pagar con mi vida por fallar lo haré—aseguraba el de Leo—Pero no permitiré que ejecuten a mi hermano.

El otro hombrecillo lo escuchaba y parecía frotarse las manos, era un gesto raro, casi desagradable, pero no demostró que lo pensara siquiera. El que dijo ser Raimi en ese momento lo miró de manera profunda, con sus pupilas oscuras que destellaron con un extraño fulgor, de color morado, casi púrpura, pero al final dejó ver una expresión de seguridad.

—     Yo puedo darte la cura—afirmó.

El de cabellos rubios tuvo que parpadear, se colocó casi de rodillas ante el hombrecillo que le hablaba y lo sujetó por lo que adivinaba eran sus hombros bajo las telas.

—     ¿En verdad puedes hacerlo?

—     Sí.

—     Te daré lo que quieras, lo que me pidas, pero te lo suplico, dime cuál es la cura que necesito.

—     Espera un instante Aioria de Leo, antes tienes que darme algo.

—     Lo que desees, solo pídelo, y será tuyo.

—     ¿Lo que quiera me lo concederás?

El tono de la pregunta hizo que el de Leo se pusiera un poco suspicaz ¿Por qué le preguntaba de esa manera?

—     ¿Me pedirás que haga algo deshonroso?—indagó el de cabello rubio.

—     No hay nada tan honroso como lo que pediré—decía el otro con calma.

—     ¿Me pedirás que lastime a alguien?

—     Nadie que no lo desee saldrá lastimado.

—     ¿Me pedirás algo fuera de mi alcance?

—     Solo tú podrías hacerlo.

Con esas seguridades el de mirada verde se sintió más tranquilo, además no iba a dudar para salvar la vida de su pariente.

—     ¿Qué es lo que deseas Raimi de Gusano?

—     Quiero tu palabra, Aioria de Leo, te pediré algo y cuando lo haga lo cumplirás sin vacilar.

—     Tienes mi palabra Raimi de Gusano, cuando me pidas algo lo cumpliré.

—     Muy bien.

Lo dijo con una mueca que aparentemente era una sonrisa.

Aioria de Leo escuchó toda la explicación que le daba el que se ocultaba en tan extraño lugar, incluso sabía nombres y cosas que él ignoraba, pero al escucharlas iban cobrando sentido. Era verdad lo que le dijo su hermano, estaban en la mira de envidiosos que no soportaban su ascendente y la cercanía con el de Géminis, con el poder que representaba. Así que estuvo muy atento a lo que le indicaba y guardó casi con devoción una raíz que le entregó el hombrecillo ante él.

Estaba listo para volver.

 

**********

 

Saga de Géminis no se apartaba de su amado compañero, Shaka estaba enfermo y su estado lo debilitaba más a cada instante. El plazo fijado estaba por cumplirse y no se resignaba a que el rubio no se recuperara. Había pensado que si en verdad el de Leo había tenido algo que ver en todo ese asunto, al saber que su hermano peligraba, se arrepentiría y diría lo ocurrido. Lo perdonaría si era así. Pero los hermanos aseguraban ser inocentes y él se preguntaba si no había actuado de manera precipitada. Pero al escuchar esos débiles gemidos por el malestar de parte del de Virgo tan solo pensaba en que debía haber una manera de aliviarlo.

Pero los médicos continuaban con la misma respuesta.

—     No logramos comprender este mal.

Nada tenía sentido para el de cabellos azules, solo importaba que su esposo continuara a su lado y fueran felices.

—     Señor.

La intempestiva entrada del sirviente a la habitación provocó en un primer momento que el de Géminis se enfadara, pero no pudo decir nada de lo que pensaba cuando el recién llegado le anunció lo que ocurría.

—     Aioria de Leo ha regresado.

Con esa noticia Saga abandonó la habitación pero en la puerta se encontró con el de Leo que caminaba con grandes pasos hacia ese sitio.

—     Aioria…

—     No hay tiempo—lo interrumpió el joven—Lo más importante en este momento es Shaka de Virgo.

Lo era, pues no solo se trataba de la vida del de cabellos dorados, también era la del joven Leo y su hermano de Sagitario.

El de cabellos rubios fue hacia el enfermo, sacó la raíz entregada en el bosque en sus manos y la pasó primero por la nariz del convaleciente. Shaka pareció percibir el aroma pues abrió la boca y el otro caballero la apretó suavemente, dejando que probara una especie de néctar que lo hizo jalar aire, similar a quien se está ahogando en el fondo de un lago cuando sale a la superficie. Muchos curiosos seguían la escena pues habían ido tras el de Leo, todos aguardaban conteniendo el aliento pero finalmente ocurrió.

—     Saga.

—     Estoy aquí.

En el acto, al ser llamado, el de Géminis fue hacia su compañero y lo estrechó con amor, estaba curado.

—     Estás bien, estás bien—repetía el de cabello azul.

Aioria contemplaba la escena con una sonrisa, sucedió justamente lo que Raimi de Gusano le había dicho.

—     Mi señor—se atrevió a llamarlo.

El de Géminis volteó a verlo, necesitaba hablar con él.

—     Me he comportado de manera injusta contigo  Aioria de Leo, nadie que me deseara un mal habría regresado con una cura para Shaka, debí confiar en tu palabra, lamento no haberlo hecho.

—     Yo no lo lamento—declaró con orgullo el rubio—Gracias a esto puedo decir lo que pasaba a espaldas de quienes te son leales.

—     Habla.

—     Planeaban debilitarte con la pérdida de Shaka de Virgo para después hacerse de tu fortuna eliminándote también.

—     ¿Quién se atrevería a tanto?

Sin aguardar el de Leo dio los nombres que le diera el de Gusano, y al escucharlos, los culpables pretendieron negarlo todo, pero el recién llegado tenía algo más que decir para comprobar su historia.

—     El veneno usado es una mezcla de plantas, todos los involucrados llevaban una pequeña cantidad consigo, la llevan ahora, en sus anillos y medallones grabados con una flor de lirio, su emblema de traidores.

De inmediato todos reaccionaron ante esas palabras, los que no usaban tales piezas buscaban a los que sí, y los que las llevaban solo intentaban alejarse alegando que eran inocentes. Pero Saga de Géminis no iba a permitirles algo como eso.

—     ¡Arréstenlos!—ordenó.

Sus órdenes fueron cumplidas de inmediato, haciendo que los verdaderos responsables buscaran cualquier medio para salvarse, incluido el de señalar a los otros conspiradores de inmediato.

—     Todo lo que tengo es tuyo Aioria de Leo—aseguraba el de Géminis—Dime ¿Qué puedo hacer para enmendar mi error?

—     Lo único que deseo es que mi hermano sea liberado.

—     Así se hará.

Con una orden del de cabellos azules las cosas se pusieron en marcha de inmediato, por eso los hermanos no tardaron en reencontrarse y unirse en un fuerte abrazo.

—     Te dije que no regresaras—mencionó el de Sagitario.

—     No pensaba dejarte solo—fue la respuesta del menor.

—     Pero dime ¿Cómo encontraste la cura? ¿Cómo lo descubriste todo?

—     Tuve ayuda, ya te contaré lo que ocurrió.

Primero estaban más contentos de verse reivindicados, en favor y con la buena fortuna sonriéndoles.

Estaba muy en claro que los hermanos, y sobre todo Aioria, estaban en excelente posición cuando Saga ordenó que se hicieran fiestas para celebrar a quien era el héroe del momento. El rubio no dejó de disfrutar lo que sucedía, los brindis y las felicitaciones, incluso los bienes, pues el de cabellos azules fue generoso y le entregó muchos de los valores de los traidores, haciéndolo un hombre muy rico. El joven estaba feliz, como si se encontrara en la cresta de una ola que no podía menguar, olvidando lo sucedido durante sus días de búsqueda incluso.

No habría pensado en ello, de no ser porque en la última fiesta en su honor algo más iba a suceder.

Aioria estaba sonriente, con excelentes ropas, recibiendo halagos y felicitaciones de todos, incuso de Saga y Shaka, quienes decían deberle su felicidad. Aioros estaba encantado con que las cosas hubieran dado un giro tan favorable, además que no eran pocos los hombres guapos que miraban mucho al hermoso Leo. Hasta ese punto todo marchaba muy bien, no había nada más que un ánimo alegre y de celebración, todo era sabores, olores, sensaciones de dicha, nada podía arruinarlo.

Pero de repente fue como si algo cambiara, entre las risas y la sensación de adulación, Aioria sintió que algo pasaba, miró alrededor ¿Qué era lo que sucedía? Lo supo al mirar un rincón en el que no brillaba la luz, algo se movía, y lo reconoció.

—     Raimi de Gusano—murmuró.

Como si hubiera sido llamado, el hombrecillo fue saliendo hacia la luz, con sus pasitos lentos, encogido, frotándose las manos y mirando al rubio con sus ojos saltones. Todos los demás lo observaban con diferentes sensaciones, entre la sorpresa y el desprecio, intentando comprender lo que ocurría. El otro no se detuvo hasta estar cerca del de ojos verdes, aguardando porque le hablara.

—     ¿Qué haces aquí Raimi de Gusano?

—     Veo que todo se ha resuelto Aioria de Leo, todo está bien ahora.

—     Lo está, gracias a ti, no olvido eso.

—     Me alegra, púes he venido a pedirte que cumplas con tu palabra.

—     Así lo haré.

Los demás no estaban seguros de lo que estaba sucediendo pero no perdían una sola palabra de tan singular conversación, se mantenían atentos a lo que le resultaba una escena muy extraña.

—     ¿Qué es lo que deseas que haga Raimi de Gusano?—preguntaba con seguridad el rubio.

Estaba convencido que fuera lo que fuera que quisiera el otro podría hacerlo, además le había asegurado que no sería nada malo, por lo tanto no estaba inquieto de manera alguna, solo aguardaba.

—     ¡Hazme tu esposo!—lanzó con alegría el de Gusano.

El de Leo se sintió sorprendido, como si no hubiera escuchado bien, de pronto se mostraba como  atontado y tuvo que parpadear unas cuantas veces antes de poder decir una sola palabra.

—     ¿Qué?—preguntó al fin.

—     Eso es lo que quiero Aioria de Leo—continuaba el otro con esa extraña mueca que debía ser una sonrisa—Quiero que me hagas tu esposo, cuanto antes.

—     Pero…pero…yo…yo…

Era demasiado para la mente del rubio, simplemente no concebía semejante idea ¿casarse, con él? No era posible.

—     Me prometiste lo que deseara Aioria de Leo—le recordó el otro con severidad—Me diste tu palabra.

Todos los presentes habían sido testigos de eso, era verdad, el mismo joven había reconocido su deuda, no podía hacerse para atrás. Pero el de ojos verdes sencillamente no lograba creer que todo eso estuviera sucediendo.

—     Pídeme todas mis tierras y te las entregaré Raimi de Gusano.

—     No es lo que he pedido.

—     Toma todo mi oro.

—     No es lo que he pedido.

—     Llévate todos mis animales.

—     No es lo que he pedido.

Estaba en claro que el de Gusano solo aceptaría una respuesta y el de Leo no parecía dispuesto a otorgarla.

Era el momento de intervenir para alguien más, pues no deseaba que todo eso se prolongara, sería bochornoso.

—     Aioria.

—     Aioros.

—     ¿Diste tu palabra?

—     Sí, pero…

—     Lo hiciste—le recordó el mayor con seriedad—No puedo sino estar agradecido por lo que hiciste hermano, pero también debo recordarte que diste tu palabra, no puedes ignorarla ahora.

Todos los miraban, esperando, aunque ya había algunos murmullos, el rubio lo notaba, no podía dejar que su nombre quedara en entredicho. Agachó la cabeza y respiró con profundidad, sabía que no le quedaba más remedio.

—     Cumpliré con mi palabra Raimi de Gusano.

Pero al decirlo se notaba que el rubio estaba lleno de consternación y desagrado por igual. No así Raimi quien casi se podía asegurar estaba gozoso.

Fue de esa manera que se celebraron unas bodas veloces, aunque tristes, casi escondidas, pues estaba en claro que el de Leo solo se sentía obligado a aceptar porque había dado su palabra. Pero nada en ese esposo lo complacía.

Con gran prontitud los ahora esposos se trasladaron a la enorme propiedad que había recibido el de Leo, un bien dispuesto castillo de roca sólida que contaba con un foso alrededor y un puente levadizo. Pero desde que alcanzaron el lugar los que los vieron no dejaban de poner esa expresión de sorpresa o desagrado, o ambas, al ver al esposo del joven y guapo Aioria de Leo. No había manera de que alguien creyera que podría haber algo de felicidad para ese caballero al lado de alguien como el de Gusano.

Aun así Aioros habló con su hermano antes de partir, le recordó que empeñó su palabra, y le dijo algo más.

—     Está en claro que no es esto lo que deseabas Aioria, pero la felicidad llega de muchas maneras, si te esfuerzas lograrás encontrarla, incluso al lado de Raimi de Gusano.

El de mirada glauca lo escuchó pero no se mostraba nada convencido, para él todo ese asunto era una carga que debía sobrellevar como un tipo de penitencia, sin embargo estaba dispuesto a callarse y cumplir con su parte.

Se instalaron en poco tiempo en el castillo pues no era mucho lo que había que hacer realmente, mientras avanzaban el de mirada saltona no dejaba de hacer comentarios con agrado.

—     Que bonito es todo aquí, si bien se siente un poco encerrado estar entre los muros de rocas.

Al rubio solo le quedaba apretar los labios para no decir nada.

—     Aunque es una pena que no haya más flores, pero después pondré muchas, será un hogar tan bonito.

El de los ojos verdes se esforzaba por no demostrar nada de lo que sentía, tenía una deuda con ese hombre, pero no le resultaba sencillo cumplir con su parte.

Fue así hasta que alcanzaron las que serían sus habitaciones.

Y las cosas no iban a mejorar cuando llegaran a la recámara nupcial.

 

**********

 

Estaban a solas, generalmente era un momento importante, especial, para una pareja, más aún para una que se había casado unas horas antes, pero al menos para uno de los novios no era de esa manera. Aioria no dejaba de ver como ese hombrecillo se movía por el lugar, y no dejaba de hablarle, incluso cuando desapareció en el vestidor. Las velas iluminaban el lugar, todo estaba elegantemente vestido para recibir a los recién casados, telas suaves y una charola con comida y vino, al menos el de Gusano lo había notado todo y lo había agradecido por igual. El de mirada verde en cambio apenas si miraba más lejos que la punta de sus pies, todo eso le parecía un asunto inverosímil, pero no lo era, estaba por volver a la realidad.

Raimi regresó a la habitación, llevaba lo que sin duda era una camisa para dormir, pero debido a su tamaño le quedaba grande. Lo cubría por completo y buena parte era arrastrada mientras caminaba de esa forma como encogida. Iba directo a la cama, sin vacilar, parecía bastante complacido y deseoso de llegar a ese punto de la relación. No le fue sencillo subir a la alta y amplia cama matrimonial, de hecho tuvo que encaramarse sin mucha elegancia, para quedar sobre las sábanas aguardando por su compañero.

—     ¿No vienes a mi lado?—le preguntó.

Ya no era nada sencillo ocultar lo que ocurría, que el de Leo deseaba estar en cualquier lugar menos en ese, pero su compañero no estaba para evasivas.

—     Ven conmigo, está bien.

El de ojos glaucos se quedó como clavado en su sitio.

—     Ahora somos esposos.

Justo en ese instante el de cabellos rubios soltó un resoplido de frustración, ya no iba a aguantar lo que le parecía una farsa.

—     ¿Qué pasa Aioria?—le preguntó con suavidad y agregó con cierto abatimiento— ¿Te desagrado acaso?

Pero el de ojos verdes lo miró con frustración, del tipo que llena a quien sus sueños le fueron arrebatados.

—     Ahora somos esposos Aioria, podemos ser sinceros, si hay algo de mí que no te agrade puedo cambiarlo. Solo deseo ser tu compañero.

Aún con eso el de cabellos rubios se limitó a mirar en otra dirección, como si no tolerara esa visión sobre la cama.

—     Aioria—continuaba con ese tono como arrastrando las palabras el de Gusano—cuando te conocí, al verte dormido, me pareciste un león todo dorado, con ese brillo como el polen en tus cabellos, vi la fuerza de tus brazos, y al despertar tus ojos destellaban como esmeraldas. Y te desee, esa es la verdad, quise que fueras mío, solo mío, y jamás separarme de ti.

No obtuvo respuesta pero todo eso parecía incomodar profundamente al otro hombre en la habitación.

—     Pero también logré ver tu fuerza interior Aioria—continuaba con un tono susurrante el de ojos saltones—Tu nobleza, el amor que sientes por tu hermano, tu determinación, saber que cumplirías con tu palabra, por eso te ayudé, por eso quise ser tu esposo.

Al notar que no había una respuesta favorable tan solo le quedó una pregunta por hacer, una muy importante.

—     ¿No podrías quererme Aioria?

Sin embargo, al escucharlo, el de Leo sentía la responsabilidad de ser honesto, no podía callar por más tiempo.

—     Había esperado algo distinto cuando me casara—admitió el rubio—La verdad es que me siento forzado y por lo mismo me desagrada este matrimonio. No es justo, lo lamento, pero es la verdad, no pensé que tendría un esposo viejo, feo y pobre, es la realidad Raimi, perdóname. Lo que más lamento es que no te quiero, eso es lo que siento.

El de Gusano escuchaba todo y lo miraba pero parecía tomarse las cosas con bastante calma.

—     Bueno—comenzó el que estaba en la cama con tranquilidad—Si te molesta que sea viejo, solo piensa que con los años se alcanza la sabiduría. Que si soy feo, pues la belleza está donde la vemos y sobre ser pobre solo puedo decirte que cada quien hace su fortuna.

Pero la expresión de su esposo le indicaba que eso no era suficiente, por lo cual tuvo que continuar.

—     Aioria, piénsalo, un esposo joven puede devanear y caer ante los coqueteos y los halagos de otro, ser infiel. Un esposo bello será deseado por otros que continuamente amenazarán tu honor empleando toda clase de trucos. Un esposo rico levantará la envidia en corazones avariciosos que envidiarán tu fortuna.

El de Leo se encontró pensando en todas esas razones, honestamente encontraba que los argumentos del de Gusano eran certeros. El otro continuaba pues no era todo lo que tenía por decir.

—     Aioria, puedo darte lo que deseas—le dijo como un ofrecimiento—El calor y la ternura de un hogar, la respetabilidad absoluta de tu nombre y honor. También puedo darte goces que no imaginas, una lluvia de placeres que solo una pareja puede compartir. Pero todo eso solo será si lo quieres.

¿Qué si quería eso? ¿Qué hombre no lo querría? Miró hacia la cama, dirigió sus pasos hacia ese sitio, fijó su vista en ese hombrecillo que parecía ansioso por su respuesta. Era ese esposo, viejo, feo y pobre, como gusanillo en la blancura de las finas telas que lo rodeaban; sin embargo era quien los había salvado, a su hermano y a él, gracias a lo cual había obtenido tan amplia recompensa y reconocimiento de parte de su señor. Le había dado tanto, y tan solo le pedía ser su esposo.

Quedó de pie a un lado de la cama, se sentó sobre las sábanas y tomó con cuidado las pequeñas y huesudas manos del otro, se inclinó hacia ellas como señal de reconocimiento, sobre todo dispuesto.

—     Te debo mucho Raimi de Gusano, por eso prometo ser tu esposo.

—     ¿En todo?

—     En todo, tienes mi palabra.

¿Quién sabía? Quizás hasta llegara a quererlo, el amor no surgía solo del exterior, sino de lo mejor de uno mismo.

Raimi sonrió, sabía que las cosas iban a ir bien desde ese momento entre los dos, pero había algo más que hacer antes, mientras se iba metiendo debajo de las sábanas.

—     Apaga las velas y abre el balcón, que entre la luz de la luna, después ven a mi lado y seré tuyo solamente.

El de cabello rubio no pensaba discutir, lo vio meterse bajo las sábanas y fue obedientemente a apagar la luz de las velas, sin olvidarse de una sola, terminado eso abrió las puertas que llevaban al balcón, permitiendo una iluminación plateada en el lugar. Tenue, suave, muy bella, no era una mala idea dejarla entrar después de todo, pero respiró con profundidad, debía ir al lado de su compañero. Al acercarse a la cama le dio la impresión que el otro se había metido en un capullo, con las sábanas envolviéndolo, pero dejó eso a un lado, estaba dispuesto a vivir su noche de bodas con su esposo.

Se desvistió parcialmente, subió a la cama, y con gentileza llevó una mano hacia el otro, con suavidad comenzó a retirar las sábanas para sentirse sorprendido y dar un salto que casi lo hizo caerse del lecho.

Ese no era su consorte.

—     ¿Quién eres?—le lanzó sin pensar.

—     Soy tu esposo—respondió.

La cuestión era que se trataba de un hombre joven, más joven que él incluso, y hermoso como una mariposa. Al notar el desconcierto del rubio parecía un buen momento para explicarle algunas cosas que no sabía a su compañero.

—     Aioria, no temas, soy yo, tu esposo—le decía con una voz melodiosa y dulce—Me aceptaste como me veía, como un gusanillo, pero este es mi verdadero aspecto, y es solo para ti.

Pero el de Leo no salía de su sorpresa.

—     Si me hubieras rechazado me habría ido de tu vida Aioria… muy triste, pero no te obligaría a estar conmigo. Pero ahora sé que seremos muy felices, que me querrás y te daré todo lo que has querido de un esposo.

Aunque en su expresión era evidente que el de ojos verdes no termina de creer lo que estaba ocurriendo.

Así que su esposo iba a convencerlo de la verdad.

—     Aioria…

Dijo su nombre como un suspiro, mientras se levantaba de entre las sábanas con suavidad, como si ni siquiera las tocara, dejando ver su hermoso cuerpo que la camisa parecía apenas podía contener. Quedó de rodillas, con las piernas levemente separadas, para empezar a despojarse de la tela que lo cubría con lentitud para quedar completamente desnudo ante esos ojos verdes que no dejaban de seguirlo como si le hubiera lanzado un hechizo. Se trataba de un joven y bello esposo, con esos enigmáticos ojos morados y el cabello brillante en un tono similar, su cuerpo esbelto y bien torneado, de piel refulgente y delicada como el interior de una concha nácar. Más que nada se mostraba como un compañero amante y dispuesto, que se acercaba a él para acariciarlo por la mejilla y después brindarle un beso en los labios, suave como pétalos, dulce como el néctar de las flores.

Como si se hubiera quedado sin aliento, el de ojos verdes buscó ese hermoso rostro, era mucho más de lo que hubiera esperado.

—     Raimi—lo llamó.

Pero el otro lo silenció colocando sus dedos, anular y medio, sobre sus labios, haciendo que lo mirara fijamente, pues tenía algo más que decirle.

—     Myu—susurró con cariño—Solo para ti soy Myu.

—     Myu—repitió como si despertara de un sueño el rubio.

Se encontraban uno en los brazos del otro, estaban juntos, al darse cuenta de ello sonrieron y no dudaron en apretarse contra ese otro cuerpo con necesidad, eran compañeros y sabían que consumarían su unión, no había espacio para dudas ni temores. Solo quedaba un camino y era hacia adelante, encontrarían la manera de conocerse por completo y de amarse.

Por el momento ya se aceptaban y se querían, era un buen inicio sin duda alguna.

Y al sentir sus cuerpos tan cercanos estaban convencidos de que habría mejores inicios entre los dos.

 

**********

 

Los dos juntos sobre la cama se miraron en silencio por unos instantes, como si todo fuera a dar un nuevo inicio, por lo que Aioria acarició con delicadeza el grácil rostro ante sus ojos verdes, pero su compañero no aguardaba solo por él. Myu se acercó de inmediato para besarlo en los labios, por lo que en poco tiempo ya estaban los dos compartiendo un sensual e intenso beso mientras se estrechaban con fuerza. unos instantes y el de mirada morada quedó sobre su espalda en la amplia cama, pero su esposo no se apartaba, sino que estaba sobre él para seguir besándolo sin dejar de apreciar esa delicada piel que lo excitaba con velocidad. Blanca como el marfil no era nada fría como la roca, por el contrario, estaba tibia e invitante al responder a las caricias de unas varoniles manos que no cesaban de descubrir que tan hermoso era ese muchacho que actuaba con abierta, natural e invitante  sensualidad.

Entre besos y abrazos, un dispuesto Myu parecía indicarle con todo su cuerpo al de Leo que no se opondría a ninguno de sus deseos, por eso el de mirada glauca comenzaba a subir su camisa mientras su esposo acariciaba su rubio cabello como si reconociera cada uno con los dedos. El de ojos verdes supo que necesitaba apartarse, solo unos instantes, así que lo hizo para poder sacarse la camisa de un solo movimiento y arrojarla a un lado con descuido. No sería todo, pues el de ojos morados llevó sus manos a los pantalones de su esposo para empezar a apartarlos, entre los dos lo lograron y llegaron a la ropa interior, que desapareció con bastante velocidad. Ahora estaba ambos desnudos sobre la cama, se observaron como si recuperaran el aliento, era el momento de continuar.

Aioria estaba dejándose llevar por sus deseos, por eso se levantó sobre la cama con lentitud, mientras la adoración brillaba en ese rostro que no perdía uno solo de sus movimientos y adivinaba bastante bien lo que el joven ante sus ojos deseaba. Llevó sus manos delicadamente por los fuertes muslos del de Leo, acercándose, hasta que tomó con un leve movimiento de su lengua las primeras gotas de esencia que el turgente seco de su compañero dejaba escapar. La corona brillaba de un tono carmesí, fue acariciada con lentitud para después llegar al tronco y alcanzar los testículos que fueron masajeados con delicadeza. Las expresiones de placer en ese apuesto rostro indicaban cuanto disfrutaba su dueño, por lo que su compañero lo miraba desde su posición, como de sometimiento, y asegurándose que era observado separó sus suaves labios para llevar al interior de su boca el erguido miembro que deseaba complacer.

Ciertamente el joven rubio había tenido algunas aventuras antes, no era ajeno a los galanteos y a los placeres del cuerpo, pero lo que estaba viviendo era totalmente nuevo. Las sensaciones que lo recorrían desde su miembro semejaban a hormigueros que aumentaban y aumentaban en intensidad, todo su cuerpo respondía mientras gozaba de un placer que no imaginaba siquiera. La presión de los labios, la humedad y tibieza de la boca, el movimiento de la lengua, esa sensación de succión que semejaba a la libación del néctar de una flor, nadie lo había hecho sentir de esa forma. Por su parte, el de ojos morados no dejaba de observar las reacciones de su compañero, lo deseaba y quería complacerlo, se sentía contento de atestiguar que así era. No había tiempo que perder, eran uno del otro por completo.

Para el de cabellos rubios la experiencia era deliciosa, no había manera de que lo negara cuando su rostro estaba sonrojado y con una expresión de placer completo, sin embargo no iba a dejarse llevar tan pronto. Siendo así colocó sus manos en los redondos hombros de su compañero, los apretó un poco, pero eso bastó para que el de cabello morado lo dejara ir lentamente, liberando el rígido sexo que brillaba por la tibia saliva, con la corona en un radiante tono escarlata. Sus miradas se encontraron, los ojos verdes eran necesitados y deseosos, los morados entregados y de alguna manera tímidos, por lo que el de cabellos rubios se dispuso a tomar el siguiente paso sin esperar demasiado.

Myu fue estrechado con necesidad mientras era cubierto de besos fogosos que probaban su rostro, su cuerpo, pasando por el cuello y el pecho, alcanzando el abdomen y los muslos, sus manos y sus cabellos, todo con la intensa hambre de un hombre anhelante de gozar la intimidad de su matrimonio. Guiados por la pasión giraron sobre las sábanas, estrechamente abrazados, con sus cuerpos sintiéndose y compartiendo el calor de sus pieles, su sudor se mezclaba y había una especie de aroma nuevo rodeándolos. Todo unido los excitaba, los volvía deseosos, sus cuerpos y sus espíritus se veían en el mismo camino, entregarse, entregarlo todo a ese hombre que había unido su vida a la suya.

Fue el de Leo quien se impuso, sujetó a su esposo contra la cama, buscaba sus labios para probarlos y vivieron besos llenos de placer, abriendo sus bocas y haciendo que se encontraran sus lenguas en una sensual danza de placer. Unidos de esa manera, el de ojos glaucos no vaciló en guiar sus dedos hacia la entrepierna del de cabello morado, acarició su sexo por unos instantes, haciendo que suspirara, pero no era lo que buscaba. Unos momentos después se deslizaba con habilidad hasta la íntima entrada que deseaba, la encontró y sin más presionó suavemente con la punta de su dedo. En respuesta el de mirada morada se encorvó levemente, dando un gemido de placer, abriendo un poco más su boca que era invadida por su compañero, estaba disfrutándolo de verdad. Eso bastaba para el de cabellos rubios, debía continuar, era lo que más deseaba y definitivamente necesitaba en ese momento.

Mientras que Myu se quedaba muy quieto sobre la cama vio el cambio en su esposo, ese apuesto rostro brillaba por el deseo, mientras su excitado sexo se frotaba contra la entrepierna de su consorte. De nuevo apoyó la yema de su dedo contra la delicada entrada, ejerciendo presión hasta que el de mirada morada gimió y se contrajo por la intensa caricia. Señales tan claras no podían ser ignoradas, el de cabellos rubios se deslizó por el cuerpo de su compañero, acariciándolo y besándolo con sensualidad, hasta que estaba ante la erguida virilidad que se elevaba en señal de aceptación. Pero no era su meta, lo que quería estaba oculto a sus verdes ojos, por lo cual separó los bien torneados muslos y levantó ligeramente las afiladas caderas, acercó su rostro al mismo tiempo que separaba con sus dedos las tersas nalgas y descubrió el sitio que deseaba, el cerrado y sonrosado anillo de músculo que iba a poseer.

Respiraban con profundidad, anhelantes y guiados por el deseo sus cuerpos respondían a cada caricia y emoción, sería el de Leo quien daría el siguiente paso, pues no solo admiraba el exquisito cuerpo que se le entregaba, iba a poseerlo. Sujetando la cara interna de los muslos de su esposo los separó y levantó un poco más, se inclinó hacia el frente y sin más metió su sedienta lengua en el íntimo pasaje. La lengua húmeda tibia, húmeda, masculina, no dejaba de buscar la manera de abrirse camino a través del estrecho anillo, no fue sencillo, pero lo consiguió con determinación. Al principio solo la punta, después hasta donde le era posible llegar, para moverse de un lado a otro, conociendo y acariciando cada límite de esa estrecha intimidad. Acariciando y excitando por igual, el de ojos verdes probaba ese sitio que le otorgaba un sabor único que solo su compañero poseía, conociéndolo de forma sensual y erótica al mismo tiempo que dilataba la masculinidad que celosamente buscaba mantenerlo fuera.

Gimiendo de forma abierta aunque suave, Myu se dejaba llevar, esa lengua hacía cosas deliciosas en su cuerpo, le brindaba sensaciones que lo traspasaban y lo hacían arquearse débilmente sobre las sábanas. Sentía las fuertes manos del rubio separando su trasero, dejándolo expuesto, para después distinguir algo más rígido en su entrada, un dígito se escabullía intentando separar más sus tersas paredes, no mucho después eran dos dedos los que se movían en su intimidad. Lo hacían de forma deliciosa, separando, abriendo, dilatando, preparándolo para un placer mayor, más intenso y mucho más completo. Sin oponer la menor resistencia, el de mirada morada se entregaba a ese hermoso hombre que le abría la puerta de sus sentidos, así que se mostró completamente a la merced del de ojos glaucos, temblando por la necesidad. El de ojos verdes lo sintió, por eso bajó la intensidad de sus caricias, retirándose con un beso tierno para darle unos instantes a su consorte y lograr que se calmara un poco.

Llegados a ese punto ambos se miraron con un brillo nuevo en los ojos, estaban dispuestos y lo sabían, era el momento de culminar con su alianza.

De manera lenta y pausada, Myu se incorporó suavemente para apoyarse contra su esposo y hacerlo recostarse sobre la cama, quedando el de Leo sobre su espalda, sin dejar de mirarse con una expresión de anhelo y deseo en el rostro. El de cabellos rubios respiraba agitado, apenas conteniendo el impulso de hacer lo que su turgente sexo quería, pero prefería que su compañero se encargara, fuera lo que fuera que tuviera en mente estaba dispuesto a vivirlo. Fue así que el de ojos morados se colocó a horcajadas sobre el fuerte cuerpo de su consorte, haciendo que su intimidad entrara en contacto contra su necesitado miembro. No era nada pudoroso ni recatado, abiertamente buscaba excitarlo y hacer que lo deseara más, prometiendo el tipo de placeres que compartirían en poco tiempo.

Con intensidad, Aioros se incorporó a medias de manera veloz, sujetando a su esposo con fuerza entre sus brazos, besándolo con deseo hasta dejarlo sin aliento, no podía resistirlo más. Siendo ese el panorama, Myu lo empujó suavemente sin dejar de besarlo, al mismo tiempo que separaba un poco más sus muslos y se colocaba sobre sus tobillos para guiar con calma el erguido sexo que ansiosamente buscaba entrar en su masculina intimidad. Fueron necesarios unos momentos, el de cabellos morados se irguió y colocó la enrojecida corona contra su estrecha entrada, aprovechando la humedad de sus cuerpos la hizo deslizarse con firmeza, estaban listos. Pudieron decir algo pero no lo hicieron, no había palabras para describir lo que estaban viviendo, la manera en que esas delicadas paredes se abrían y apretaban un duro miembro que rasgaba todo a su paso hasta que estaban completamente unidos.

Vinieron unos instantes de calma, debían volver a respirar, tranquilizarse un poco para entregarse por completo como compañeros, el de Leo sujetaba con firmeza esas bellas caderas mientras que el de ojos morados se arqueaba como una luna menguante. Un respiro después los dos comenzaron a moverse, suaves meneos como péndulos que iban lentos, hacia adelante y hacia atrás, solo un poco, hasta que pudieran con más. Entonces fueron hacia arriba y hacia abajo, permitiendo que la profundidad fuera mayor, dando unos trémulos gemidos y el de cabello morado se apoyó contra los muslos de su compañero. No era suficiente, así que descubrieron que unos sensuales círculos eran otra forma de gozar con su cuerpo, los gemidos se hicieron más continuos, más intensos, haciéndolos parpadear con velocidad, hasta que la calma se terminó, sus cuerpos ya se conocían y no pensaban dejar pasar la oportunidad.

Con necesidad sus manos se buscaron y se entrelazaron, necesitaban de ese punto de apoyo pues sus caderas no dejaron de moverse de manera rítmica que aceleraba poco a poco, hasta que se combinaban todos los movimientos que habían compartido antes, creando un remolino de sensaciones que los recorría por todos los sentidos, en todas las direcciones. Respiraban a mayor velocidad mientras los embates se volvían más libres, más seguros, ambos hombres no dudaban en hacer lo que fuera para que su compañero estuviera complacido en la intimidad. Gimiendo de manera abierta y apasionada se dejaban llevar, las sensaciones se intensificaban pero no era suficiente. El de cabellos rubios buscó los labios de su consorte y al encontrarse se vio gratamente correspondido, sus lenguas se unían y jugueteaban en un ritmo único, acariciando sus labios con esa húmeda punta que imitaba su entrega.

Aioria no creía que pudiera estar viviendo algo así, era de verdad un momento único, algo que jamás había experimentado, una pasión, un calor, una absoluta entrega de otro ser a él ¡A él! no sabía por qué pero en ese instante tan solo deseó complacer al de mirada morada, hacerle saber lo mucho que significaba en su existencia ya, que haría lo que fuera, algo especial y único para que fuera tan dichoso como él entre sus brazos. Y supo lo que haría. Moviéndose con cuidado, el de Leo abrazó a su esposo, ese delicado cuerpo que parecía que podría romperse si lo estrechaba un poco más, lo llevó contra su pecho y se giró con lentitud sobre las sábanas revueltas. Se buscaron y sus ojos se encontraron por unos instantes, el brillo de esas pupilas moradas era absoluto, como el de la luna, y el rubio sonrió para besarlo después.

No fue sencillo aguardar pero esos breves momentos parecieron llevarlos a otro nivel, vino de nuevo el movimiento pero apenas sin separarse, fuertemente abrazados las embestidas tocaban los sitios más íntimos y más sensibles del de cabellera morada. Llevado por el impulso de su cuerpo separó sus muslos en el aire, abriéndose como un abanico, hasta que el sito más sensible de su intimidad fue conocido por la corona ya purpúrea del rígido sexo de su compañero. Gimió en voz alta, arqueándose de placer, y solo pudo desear vivirlo de nuevo, por lo que sus piernas se cerraron como un candado sobre las caderas de su compañero. Había una nueva fuerza que el de ojos verdes percibió de inmediato, ese hermoso muchacho parecía querer estrecharlo de todas las maneras posibles, con sus brazos por la espalda, con las manos hundidas en su cabello, con los muslos como cadenas en sus caderas y esos tobillos que no dejaban de presionar en su espalda baja para que no se detuviera.

No habían dejado de besarse ni de estrecharse, pero el conocimiento de su intimidad les estaba pasando un costo, no era posible, por más que lo disfrutaran que sus cuerpos contuvieran mucho más las sensaciones que los envolvían. Su entrega era intensa pero la pasión ya era demasiado penetrante y viva como para permitirse seguir de forma indefinida. Apenas si se daban cuenta que sus músculos temblaban mientras sus pieles ardían y sus vientres eran una especie de recipiente en el que se acumulaba toda sensación que corría por su ser. Se concentraban más y más, a mayor velocidad e intensidad, mientras las embestidas y los gemidos eran más fuertes y veloces, todo desaparecía alrededor, ya no escuchaban ni miraban nada, solo sentían como el mundo se centraba en ese hombre entre sus brazos. Se escucharon unos sonidos extraños, unos estertores ahogados como si la vida se les fuera en ello y se entregaron a la fantástica sensación de su esencia que se liberaba sin que lo pudieran controlar.

El de Leo sentía que podía desmayarse, ni siquiera respiraba cuando su simiente abandonó sus ingles y penetraba esa dulce intimidad que lo recibió por completo, aunque sus caderas continuaron moviéndose en un ímpetu necesitado, hasta que ya no quedaba nada en su dueño, lo había entregado todo. Para Myu todo fue una experiencia de absoluto éxtasis, al mismo tiempo que su esencia brotaba empapando el vientre de su amante y el suyo, sintió esa tibia simiente llenarlo, cubrir el pasaje que había desgarrado, como una cálida seguridad de lo mucho que había gozado su consorte a su lado. Recibió esos asaltos finales con suavidad en su intimidad, que abierta y dócil, terminó dejando partir casi con desilusión el sexo que comenzaba a decaer y que lo poseyera tan hábilmente hasta la satisfacción completa.

Ya más tranquilos ambos reposaban en la amplia cama, Aioria abrazaba de manera protectora a su esposo que se quedaba muy quieto, solo escuchando el latido del corazón del de Leo.

—     Voy a hacerte muy feliz—decía Myu—Si me lo permites.

—     Ya me has hecho feliz—aseguraba el rubio.

No dijeron mucho más pues estaban agotados, amarse no era una tarea sencilla ni ligera, pero juntos la enfrentarían.

 

**********

 

El tiempo pasaba y el matrimonio de Aioria de Leo con Raimi de Gusano se cimento sin problemas de ninguna clase, aunque no dejara de resultar sorprendente a los ojos de los demás, ya que nadie parecía comprender que un hombre tan apuesto como el rubio se mostrara tan encantado con alguien como el de ojos saltones. Hay que reconocer que incluso Aioros guardó algunos temores, pues pensaba que su hermanito terminaría cansado o dejándose llevar por malos caminos en respuesta a la frustración que le provocara su alianza. Pero al hacerles su primera visita apenas una semana después se encontró con que el otro joven estaba sonriente y dichoso, y no dejaba de llenar de atenciones y cuidados tiernos al que era su consorte. No se lo explicaba pero terminó sonriendo al ver que las cosas iban de manera tan armónica.

—     Me alegra verte tan contento Aioria.

—     No hay nada mejor que estar casado Aioros.

Parecía la única verdad, pues el de ojos verdes no dejaba de disfrutar de la compañía de su esposo, quien a su vez se mostraba como un excelente compañero que no daba motivos de queja de ninguna naturaleza. Dominaba perfectamente sus labores como el señor del lugar, la servidumbre le respondía sin vacilar, estaba enterado de todo lo que correspondía al de Leo y no dejaba de velar por él, por su comodidad y felicidad. Cuando el de cabellos rubios le señalaba algo, invariablemente daba la misma respuesta.

—     Se hará según tu deseo.

Las cosas se cumplían perfectamente.

Lo que los demás no sabían, pero al de mirada glauca no le molestaba ya que era un conocimiento solo suyo, era que al estar solos volvía a encontrarse con su maravilloso Myu, quien en cada ocasión lo hacía conocer placeres intensos que lo dejaban rendido aún más a su unión. Ya fuera con pasión o con ternura, con lentitud o velozmente, con suavidad o con rudeza, llevando las riendas o dejándose amar, para el de cabellos rubios era todo un nuevo mundo el compartir con el de ojos morados.

Sin embargo se presentó un momento en el que tendrían que descubrir si en verdad deseaban estar juntos.

Aioria de Leo, como señor de sus tierras y propiedades, debía velar por la justicia en ellas, un derecho especialmente cedido por Saga de Géminis. Pero eso correspondía solo a él, a nadie más, así que dio una instrucción muy clara a su compañero.

—     Debes saber que solo yo soy fuente de justicia en estas tierras—le informó con solemnidad—Por lo cual solo yo puedo decidir sobre cualquier fallo dado a los pobladores de estas tierras.

—     Muy bien—aceptó obediente el de Gusano.

—     No solo en la justicia tengo esa autoridad, también en todo aquello que tenga que ver con los hombres armados y toda defensa que exista aquí.

—     Lo comprendo.

—     Además, solo yo puedo dar instrucciones sobe las defensas de estas propiedades, como los cañones, los muros, los puentes y los animales ¿entendido?

—     Entendido.

Parecía que todo estaba en orden, pero ocurrió que el de Leo hizo un viaje veloz para ver a su hermano, solo una visita, nada de cuidado, dejando solo a su compañero. En ese tiempo el de Gusano se desempeñó como el señor del lugar sin que nadie pudiera hacerle recriminaciones por la forma en que se manejaba. Todo iba muy bien, hasta que en cierta ocasión se dio una situación singular en las afueras del castillo.

Para entrar se utilizaba un puente levadizo y los enormes portones que protegían el lugar, pero era considerado parte de las protecciones de la construcción. Raimi iba cuidando la entrega de unos cereales que pagó por el precio justo.

—     Deseo que regrese con bien—le dijo al vendedor.

—     Gracias mi señor—respondió el hombre—No sabe lo mucho que necesitaba este dinero, mi hijo está por casarse.

—     Entonces vuelva cuanto antes a su lado.

Cuando el hombre se alejaba cuidaba de algo en sus monturas, el puente iba siendo levantado, pues el de Leo dio instrucciones que así fuera por seguridad. Pero ocurrió un percance, al ser levantado el puente cayó, golpeado con fuerza la tierra y asustando a los caballos del vendedor que salieron despavoridos. El hombre se mostraba desesperado, debía volver, pero para hacerlo necesitaba caballos, pero si los compraba no tendría el dinero que necesitaba para la boda de su hijo. No era una situación ideal, mucho menos sencilla, pero algo debía hacerse para resolverla cuanto antes.

Raimi fue puesto al tanto, lo meditó unos instantes, la solución estaba en sus manos y después de deliberar se decidió.

—     Que le entreguen caballos para partir.

La orden fue prontamente cumplida y el vendedor partió bendiciéndolo, pero esa misma noche las consecuencias se dejarían sentir.

Aioria regresó antes de lo esperado, su hermano mayor estaba bien y no lograba contenerse para estar con su esposo de nuevo. Al llegar le fue informado de lo ocurrido ya que no vio a unos caballos en el establo, así que su consorte lo había desobedecido públicamente. Con pasos veloces fue en su búsqueda y lo encontró cosiendo una camisa que sin duda sería para él.

—     Raimi—lo llamó.

El otro pareció sonreír para recibirlo pero en el acto supo que no iba a ser algo amable lo que vendría.

—     Me has desobedecido Raimi—le lanzó de inmediato.

—     No era una situación sencilla Aioria—se explicaba el otro.

—     Aun así me desobedeciste, dispusiste de aquello que no podías, contra mis órdenes, no puedo ignorar eso.

—     Lo sé, acataré cualquier condena que optes.

—     Sabes que no puedes quedarte después de esto, deberás irte de la propiedad, mañana mismo.

Apenas había pronunciado la sentencia, el de Leo se sintió dolido, pero no podía dar marcha atrás. El otro, por su parte, cerró los ojos saltones para después agregar con suavidad.

—     Me iré entonces Aioria, pero por favor, hay cosas que me son queridas por haber sido de ambos y…

—     Puedes llevarte lo que te plazca—lanzó sin más.

—     ¿De verdad?

—     Si, llévate lo que más quieras.

Sin otra palabra se dio vuelta y se fue directo a unas habitaciones aledañas a las principales, bonitas, cómodas y con flores, arreglada por su compañero, donde se encerró con desconsuelo. No dejaba de pensar en lo que terminaba de suceder, había sido muy feliz con su esposo pero no podía detenerse, había dado una sentencia y era necesario que se cumpliera. Como señor del lugar era su responsabilidad y no veía una manera de echarse para atrás, pero no por eso le dolía menos lo ocurrido. No dejaba de pensar en Raimi, en Myu, hasta que finalmente cayó rendido de sueño y tristeza sobre la cama.

No supo del paso de las horas, ni de caída de la noche y la llegada del día, no hasta que despertó, pero no en su propiedad.

Cuando abrió sus verdes ojos se dio cuenta que no se encontraba en la habitación en la que se había encerrado, nada de eso. De hecho estaba en un sitio que no le era desconocido, pero tardó en reconocerlo, era el bosque, con la entrada a la gruta, el lugar en el que había conocido a Raimi.

—     ¿Pero qué…?—intentaba descubrir confundido.

—     Ya despertaste—le dijeron con afecto.

Vio a su lado a un sonriente Myu, quien parecía haberlo velado durante horas pero se mostraba natural y tranquilo. Estaba sencillamente vestido en suaves telas, ligeras, no en los trajes que utilizaba desde que se casaran, aparte de eso estaba hermoso como mariposa, incluso mucho más bello en la naturaleza. El de cabellos rubios no estaba seguro de lo que ocurría, pero necesitaba respuestas y las iba a obtener.

—     ¿Por qué estoy aquí?—preguntaba indignado el rubio.

—     Te traje conmigo—dijo con sencillez el de ojos morados.

—     ¿Por qué lo hiciste?

—     Porque te iba a extrañar si nos separábamos.

—     No tenías derecho a traerme aquí—se quejaba el de ojos verdes.

—     Pero tú estuviste de acuerdo—le recordaba su esposo.

—     ¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Cómo que estuve de acuerdo con esto?—señalaba indignado el rubio.

—     Dijiste que me llevara lo que más quisiera—señaló el de cabellos morados—Y lo que más quiero es a ti.

No dejó de sonreír mientras le explicaba la situación, provocando que el de Leo parpadeara con desconcierto, pero al final solo cerró los ojos por unos instantes para después alegrarse ampliamente e ir hacia su compañero. Lo abrazó con ternura para comenzar a reírse, debía reconocerle sus méritos, todos ellos.

—     Jamás voy a dejarte ir—le prometió el de Leo.

—     ¿Quieres que regrese entonces?

—     Solo quiero que estés donde yo estoy.

—     Entonces será sencillo—dijo acariciando su pecho con dulzura.

—     Te amo—susurró con dulzura el de mirada glauca—No podría haber seguido vivo sin ti.

—     También te amo—aseguraba el otro—Mi felicidad solo puede ser posible si estoy contigo.

Con eso no tardaron en emprender el camino de regreso a la propiedad del de Leo, quien al llegar no dudó en cambiar las órdenes que prohibían a su esposo compartir algunos de sus deberes. Lo nombró un igual en todo y para todo, lo cual contribuyó a la felicidad de ambos. Siendo así, nada sino dicha fueron los tiempos que vinieron para el matrimonio, pues solo eran felices; para Aioria no importaba si era Raimi o era Myu, era ambos y los quería con lo mejor de sí mismo, todo gracias a que había aceptado esa maravillosa metamorfosis que es el amor.

 

**********

 

 

FIN

 

Notas finales:

Deseo, para empezar este año, que les gustara.

Nos leemos.

La semana entrante sigo con Tauro, si nada sucede.

Atte. Zion no Bara

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).